El ocaso de los pobres diablos
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Desde su paradisíaca tierra natal, Bárbara, una mujer de fuerte personalidad, se lanza a la batalla para encontrar soluciones y romper con esta realidad insostenible. Los pobres diablos han entrelazado sus garras en su vida, desestabilizando su existencia.
A lo largo de la trama, descubrirás anécdotas repletas de dolor, picardía, contención y sarcasmo. Serás testigo de dramas y problemas que te permitirán deleitarte, involucrarte, empatizar o repeler conductas cotidianas, según tus propias vivencias.
¿Podrá Bárbara enviar a los pobres diablos a la paila del infierno para exterminarlos o les brindará una oportunidad para rehabilitarse? ¿Logrará establecer los cimientos de un mundo ideal, arriesgándose a caer en los tentáculos de la prepotencia y la corrupción? ¿Será posible revertir la barbarie, o el proyecto de mundo ideal quedará atrapado en la ficción?
Prepárate para descubrir la respuesta a estas intrigantes preguntas en una narrativa que desafiará tus convicciones y te sumergirá en un torbellino de emociones. ¡Bienvenido a un universo donde la realidad y la ficción se entrelazan, dando forma a una historia que te dejará sin aliento!
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El ocaso de los pobres diablos - Yuruany Villarroel
© Derechos de edición reservados.
Letrame Editorial.
www.Letrame.com
info@Letrame.com
© Yuruany Villarroel Nuñez
Diseño de edición: Letrame Editorial.
Maquetación: Juan Muñoz Céspedes
Diseño de cubierta: Rubén García
Supervisión de corrección: Celia Jiménez
ISBN: 978-84-1068-263-4
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».
PRÓLOGO
Mi colega y amiga Yuruany Villarroel Núñez, luego de largos años de honesto ejercicio profesional de la abogacía, de haber desempeñado destacados cargos como Juez y Fiscal del Ministerio Público en Caracas, Venezuela, nos sorprende ahora como novelista, no solo escribe sobre Un Mundo Ideal
donde se habla de respeto a los derechos humanos, reeducación de las masas, sin desigualdades y, como cosa rara
se da prioridad a los más calificados para dirigir, regular y controlar", con miras a mantener La Paz Social, sino que además describe una serie de personajes cuyas vidas y pasiones, esperanzas y fracasos han servido para afianzar su lucha contra la discriminación de la mujer.
Su condición de destacada profesional del Derecho es tal, que, en su debut como novelista no puede dejar de lado su compromiso con el derecho a la defensa que otorga a los hombres en su ficción de Matriarcado. Planteando además una serie de reformas legales y constitucionales para lograr su mundo ideal
donde además menciona el estado de necesidad, la vulneración del estado de derecho, acciones mero-declarativas ante un tribunal constitucional, realización de un referéndum constitucional, etcétera, conceptos todos que ella maneja muy bien.
Pero lo que más admiro de la autora de este Libro, es su extraordinaria capacidad de lucha. Por conocerla muy bien desde hace unas cinco décadas, puedo dar fe de que toda su vida ha sido una luchadora incansable, invencible, con muy buenos logros y éxitos obtenidos, gracias a sus esfuerzos y perseverancia infinitos. Ahora, cuando uno se imagina que le va llegando la hora de descansar nos sorprende con esta nueva faceta de su fecunda vida: La de Escritora y Novelista, en la cual le auguro el mejor de los éxitos.
Elita J. Graterol Calles
AGRADECIMIENTOS
Agradezco a mi ser superior, por darme el entusiasmo necesario para continuar con la compleja tarea de expresarme.
A la memoria de mi entrañable amigo Luis Camilo Guevara, poeta venezolano reconocido, talentoso y siempre recordado. Su legado ha trascendido fronteras nacionales e internacionales. Tuvo la gentileza de dedicarme un poemario inédito titulado Milagros Cotidianos. Abogaba por el derecho a expresarnos desde el corazón y el sentimiento, despojándonos de formalismos y rigores. La invitación era: desacralizar la escritura y permitir que las palabras fluyan con autenticidad, sin formalismos ni rigores.
A las mujeres en general, en especial a las luchadoras, víctimas, generosas, creativas, talentosas y sensibles, así como a los hombres de comportamientos opuestos: abusadores, hipócritas, falsos, arrogantes, malévolos e incapaces. Todos son fuentes insondables de inspiración, contribuyendo a la riqueza de la narrativa.
Un agradecimiento especial a mis extraordinarias hijas, auténticos paradigmas que han marcado lo máximo y lo mejor de mi existencia. También, a mi media docena de nietos y a todos los niños en general, cuya energía y fortaleza irradian esperanza para un futuro mejor, siendo paladines de las nuevas generaciones.
Agradezco a mis hermanos, hijos políticos, familiares y amigos más cercanos, por ser y estar en cada etapa de mi vida.
A mis seres queridos ausentes en este plano terrenal pero presentes en mi alma, les dedico un reconocimiento especial.
Finalmente, mi profundo agradecimiento se extiende a mis lectores, quienes, con su tiempo dedicado, lleno de entusiasmo y solidaridad, han sido el motor impulsor de esta travesía utópica.
INTRODUCCIÓN
«Puede que tenga que luchar una batalla
más de una vez para ganarla».
Margaret Thatcher, ex primera ministra
del Reino Unido (1925-2013)
«Tras escalar una gran colina, solo se encuentra
que hay muchas más colinas que escalar».
Nelson Mandela, expresidente de Sudáfrica (1918-2013).
A través de estas páginas, comparto las vicisitudes de mi lucha por un Mundo Ideal y revelo la identidad de los verdaderos depredadores sociales, a los que he etiquetado como «Pobres Diablos». Hombres despiadados, corruptos y amorales, estos depredadores han prosperado a expensas de la sociedad, sumidos en actos de corrupción y artimañas inescrupulosas.
En pleno siglo XXI, a pesar de los esfuerzos por la igualdad de género, estos Pobres Diablos continúan liderando diversos ámbitos, aferrados a la falsa creencia de su superioridad sobre las mujeres. Mi obra, El ocaso de los Pobres Diablos, explora la realidad distorsionada que perpetúan y ofrece reflexiones para cambiar este panorama.
Esta ficción, con tintes de realidad, presenta a estos Pobres Diablos como individuos dotados de talento, pero carentes de probidad, llevando a la sociedad hacia el abismo. Violencia de género, corrupción y desgobierno son solo algunas de las premisas claves que amenazan el tejido social.
Frente a este desastre, la obra propone un proyecto de Mundo Ideal con un gobierno preeminente matriarcal. Se busca una transición para superar la crisis, sin caer en extremos radicales propuestos por algunas feministas. La multiplicidad de tareas incluye la reeducación de las masas y la reconstrucción de las bases sociales.
A pesar de la resistencia, hombres excepcionales y miembros de las fuerzas armadas se unen al proyecto, contrastando con la indiferencia de los Pobres Diablos. Se opta por actuar con calma y positivismo, evitando medidas extremas.
La historia plantea preguntas cruciales:
¿Tendrá éxito el proyecto de Mundo Ideal?
¿Conseguiremos apartar a los Pobres Diablos del poder?
¿Será posible rehabilitarlos o habrá que enviarlos a la paila del infierno?
Este relato, tejido con intriga y desafíos, invita a reflexionar sobre el rumbo de la sociedad y las posibilidades de cambio.
CAPÍTULO I. UN MUNDO IDEAL
«Cualquier mujer que entienda los problemas de llevar una casa está muy cerca de entender los de llevar un país».
Margaret Thatcher, ex primera ministra británica (1925-2013)
«La ilusión vale cuando la realidad la toma de la mano».
(Anónimo)
En el recóndito rincón de mi mente, el Mundo Ideal se dibujaba como un oasis en medio del desértico panorama que la realidad imponía. Cada noche, mientras el mundo descansaba en un letargo superficial, yo me sumergía en la utopía de un futuro reluciente, donde las sombras de la desigualdad y el caos se disolvían como humo ante el sol naciente.
La inquietante realidad se desvanecía en mis ensoñaciones, como si un hechizo benevolente las desterrara, dejando tras de sí un horizonte luminoso y lleno de promesas. En mi mente, aquel porvenir brillante no era solo un capricho, sino la respuesta desafiante a los estragos que acechaban a la sociedad: guerras, desigualdades, hambre, y la despiadada danza de la corrupción política.
Desde el pedestal de mis reflexiones, me veía a mí misma como una arquitecta de sueños, trazando los contornos de un nuevo orden. Grandes hombres y mujeres de la historia habían forjado sus anhelos en la fragua de la realidad, y yo no sería una excepción. Las llamas de mi determinación se avivaban con cada injusticia presenciada, cada lamento de una sociedad desgarrada por la desesperanza.
Dos episodios críticos sellaron mi compromiso con este sueño que germinaba en las cenizas de mi pasado. La traición despiadada de mi esposo y la brutal pérdida de mi hermana a manos de la violencia de género se entrelazaron, encendiendo la llama de mi propósito. Estos eventos, lejos de doblegarme, me fortalecieron, convirtiéndome en la defensora apasionada de un cambio radical.
Bajo el nombre de Bárbara Ramírez, una mujer común con un trasfondo extraordinario, me sumergí en la vorágine de mis ideales. Mis hijas, mi trabajo, y mi nuevo matrimonio con José Anastasio Méndez fueron los pilares que sostenían mi misión. Con un esposo dedicado a los Derechos Humanos, encontré en él un aliado firme, dispuesto a respaldar mi visión sin descuidar nuestras vidas compartidas.
Convencida hasta la médula de la necesidad de apartar a los incapaces y dar poder a las mujeres, concebí un audaz proyecto: una nueva Constitución Nacional. Este documento, como un faro en la tormenta, proclamaba la supremacía temporal de las mujeres en la toma de decisiones cruciales. Aquellos hombres que aspiraran a liderar deberían someterse al escrutinio de la Comisión Calificadora de Hombres Excepcionales (Cocahoex).
El clamor colectivo, como un rugido imparable, dio vida a esta propuesta extraordinaria. Pero ¿podría realmente revertirse la barbarie que asolaba nuestra sociedad? En mi corazón, resonaba la respuesta: «¡El que no espera vencer ya está vencido!» El Mundo Ideal dejaría de ser una quimera para convertirse en un desafío ineludible, un llamado a la acción que despertaba la curiosidad de quienes anhelaban un cambio tangible.
El amor y la confianza
Hay dos sentimientos claves que mueven el mundo: el amor y la confianza.
El amor es lo máximo, una emoción inexplicable y suprema que te hace grande y pequeño a la vez, de acuerdo con el momento que vivas y a sus circunstancias. El amor está en todas partes, sientes amor hacia tu ser superior, a la energía que te circunda o está dentro de ti, a los tuyos, a tus padres, hijos, parientes, amigos, a la naturaleza, en fin, a la existencia y a la inexistencia. Sería pues, un falso supuesto decir que los malvados, abusadores o pobres diablos no tienen posibilidad de ser amados y, pareciera un contrasentido que rayaría en el masoquismo, hablar de amor cuando convives con un pobre diablo que no cesa de atormentarte.
La confianza es otro de los valores fundamentales para convivir en un Mundo Ideal, siendo de vital importancia para sostener buenas y solidarias relaciones humanas, sea entre padres e hijos, parejas, jefes, compañeros de trabajo, hermanos, amigos, etc.
En el Mundo Real los pobres diablos dieron al traste con la confianza depositada en ellos por su entorno y por la sociedad. En tal sentido, se empecinaban en mentir deliberadamente. Anunciaban que llegarían temprano, pero no lo hacían, prometían pagar la pensión de alimentos o visitar a los hijos, pero no cumplían, juraban que nunca más maltratarían a sus parejas y continuaban haciéndolo. No obstante, era bastante común que las madres o las compañeras de los PD dieran una y otra vez su voto de confianza a sus maltratadores sin denunciarlos ni darse cuenta de las posibles consecuencias a las que estaban expuestas, incluido al riesgo de perder la vida.
Es bastante común que, en una relación de pareja con un pobre diablo, subsistan sentimientos encontrados de: amor y odio a la vez. Tal vez las matemáticas dirían: bueno, es equivalente a amor. Malo, es equivalente a desamor. De aquí se pudiera deducir que a los pobres diablos no los ama nadie, porque no son dignos de afecto. Pero, esa deducción lógica choca con la naturaleza humana, puesto que se ven, con mucha frecuencia, casos de hombres de mal talante, vividores, borrachos, irresponsables, abusadores y, maltratadores, que cuentan con el amor de una madre, de unos hijos o de una pareja que se desvive por ellos. Sin olvidar que se trata de relaciones enfermizas, siendo obvio que los pobres diablos, objetivamente hablando, mientras no se hayan rehabilitado, no son merecedores de ningún bello sentimiento y, menos que menos, de confianza alguna.
En el caso de algunos políticos que cultivan el arte de mentir, engañar y hacerse confiables ante la ciudadanía para luego hacer de las suyas defraudando a sus electores, a esos individuos, al decir lo menos, le corresponde el calificativo de pobres diablos. Esos políticos en su ropaje de PD no respetaban las promesas electorales generando conflictos a todo nivel en sus vidas privadas y en la colectividad.
La teoría dice que cuando te engañen no confíes nuevamente en el engañador, pero los seres humanos solemos padecer de una memoria frágil. Craso error cuando reincidimos y nos engañamos al creer que no van a fallarnos en una segunda oportunidad. «El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra».
Maquiavelo decía que no confíes en los traidores. Y su inspirador, el filósofo chino Sun Tzu (544 a. C.), en El arte de la guerra, sostenía el mismo criterio.
Un pobre diablo, mientras no sea rehabilitado, no es digno de credibilidad por parte de sus parejas, ni de persona alguna. La mejor manera de ayudarlo es precisamente desconfiando de él, instándolo a la búsqueda de ayuda especializada o denunciándolo, de ser el caso, para impedirle que haga daño o comenta cualquier atrocidad. En fin, querer es poder y, si los PD se lo proponen han de tocar fondo reconocer que tienen un problema de conducta y, coadyuvar a sus propias rehabilitaciones dejando de ser un peso o una carga para los demás: pareja, hijos, familiares o la sociedad.
Y, aun cuando la compañera de un pobre diablo, en un ataque de ira incontrolable pueda decir o pensar: «¡Ojalá se muera ese condenado o se vaya al infierno!», en el fondo, puede sentir un profundo desasosiego ante la situación en que se encuentra, tan solo anhela que su pareja cambie de conducta por cualquier método, logre rehabilitarse o incluso pueda convertirse en un ser normal o hasta parecido a su príncipe azul del cuento.
Sin descartar circunstancias derivadas de la desesperación, como sería una reacción temperamental de la compañera o familiar del pobre diablo creada por la sensación de impotencia que la embarga o en su afán por encontrar los caminos para resolver. Pudiera tomar el rol de salvadora, olvidándose de su propia seguridad personal tratando de tapar el sol con un dedo, en protección a la imagen de su compañero ante la familia y la sociedad, lo cual me lleva a otra reflexión: si alguien que ama a su pareja, hijo, padre, familiar tuviera la opción de escoger entre recluir al pobre diablo entre rejas o tratar de mejorarlo, ¿qué decisión tomaría?
Dejando a salvo opiniones particulares, todas respetables, no dudo que el común denominador va a optar por la rehabilitación, incluso en el supuesto caso de haberle perdido el afecto a su pobre diablo. Y aunque te saque o haya sacado de tus casillas o atormentado hasta la saciedad, por solidaridad humana, tu intención, posiblemente, no será la de recluirlo, sino la de tratar de rehabilitarlo o salvarlo.
Empero, por mucho amor que sientas hacia un maltratador, en ninguna circunstancia has de tolerar que te destruya o lastime. Hay que detenerlo, en lo posible tratar de rehabilitarlo, sin permitirle que continúe acabando con su entorno ni cometiendo actos de corrupción, en menoscabo de la familia y la sociedad. Los PD han convertido sus propias vidas en una madeja de enredos y los parientes afectados no han de seguirles el juego ni montarse junto a ellos en el mismo carrusel enfermizo e incoherente.
Si bien asumo que amar a los pobres diablos resulte un contrasentido, no me atrevería a recomendarle a nadie que les prive de afecto. Es factible que, en algunos casos, el amor sea un estímulo para propender a la rehabilitación. Pudiera hasta convertirse en un reto para el PD su propósito de demostrarle a la mujer amada o a los hijos que, gracias a ellos, se va a rehabilitar y hasta logre su cometido.
¡Los pobres diablos han de asimilar que -hoy por hoy- la mujer ha dejado de ser el sexo débil sin que pueda ser sometida a maltrato físico, mental ni de ninguna índole!
Hombres Excepcionales
De acuerdo con el proyecto de Mundo Ideal, abundan hombres que no comulgan con las tradicionales concepciones machistas rompen el molde de pobre diablo y, han de ser etiquetados como excepcionales.
Para entrar en esta categoría se deberían cumplir con los requisitos siguientes:
Ser mayor de edad, responsable, trabajador y, no tener antecedentes de ninguna índole, en especial por violencia de género.
Tener sus propios medios de subsistencia. No depender económicamente de ninguna mujer, sea madre, cónyuge, compañera, amiga, hija, a menos que tenga impedimento físico para trabajar, según el respectivo dictamen médico.
Constancia expedida por expertos en la materia que acredite un nivel intelectual igual o superior al promedio.
No ser alcohólico, agresivo, ni dependiente de drogas de ninguna clase.
No ser divorciado por causas lesivas a la reputación de su esposa, ni haber sido demandado por falta de pago de pensión de alimentos.
Constancia expedida por médico psiquiatra que acredite su sanidad mental.
En resumen, para optar al certificado de excepcional que expediría la futura comisión calificadora de conductas masculinas prevista en el proyecto de Mundo Ideal, al amparo de una novedosa Constitución Nacional, el solicitante no podía tener antecedentes de ninguna índole, es decir: no tratarse de un presunto delincuente, maltratador, ebrio consuetudinario, vividor, irresponsable ni enfermo mental y tener una inteligencia igual o superior al promedio. Los certificados serían revisables de acuerdo con los hechos y circunstancias de cada caso.
CAPÍTULO II. UN MUNDO REAL
«Se escribe para llenar vacíos, para tomarse desquites
contra la realidad, contra las circunstancias».
Mario Vargas Llosa, escritor peruano (1936)
Desde tiempos ancestrales los hombres fueron privilegiados y potenciados sobre las mujeres. En el mundo bíblico Adán fue el primer hombre y Eva, la primera mujer en un segundo plano. Todo estaba escrito y en la repartición de tareas en aquel entonces, la más difícil le tocó a ella: ¡conminar a su pareja para que comiera del fruto prohibido y cumpliera la labor que tenía predestinada! ¡Por cuenta de Adán, aún estaríamos en el paraíso terrenal, desnudos y a brazos cruzados!
En el Mundo Real, los hombres eran los controladores de la humanidad desde la prehistoria, auténticos responsables de una serie de luchas fratricidas, guerras, xenofobia, discriminación por razón de sexo, raza, credo o religión, destrucción ambiental, hambre, escasez, inseguridad, corrupción, violación de derechos humanos causando serios perjuicios y daños inclementes a la familia y a la sociedad. Hijos huérfanos, mujeres maltratadas, familias disfuncionales, salvo algunos casos excepcionales, se trataba de seres envanecidos, en la creencia de ser dueños y señores de la sociedad para hacer con ella lo que se les antojara, eran los catalogados como pobres diablos.
En la sociedad manejada por pobres diablos subsistía una profunda subestimación hacia la mujer derivada, entre otras causas, de las tradiciones machistas que se continuaban transmitiendo de generación en generación, la corrupción se encontraba a la orden del día e imprevistamente aparecían nuevas castas de millonarios, conformadas por individuos que ocupaban cargos públicos o manejaban fondos del estado. Tenían remuneraciones aceptables que les permitían llevar una vida decorosa de acuerdo con el rango que ocupaban. Pero llamaba la atención que, al momento de ser elegidos para ocupar cargos de alta gestión, funcionarios de pocos recursos económicos con discretos o escasos medios de fortuna se convertían, como por arte de magia, en magnates, dueños de mansiones, coches de alta gama para ellos, para los suyos y sus cómplices o encubridores. Actuaban prevalidos de tanta impunidad que ya ni se interesaban por utilizar el ardid de poner los bienes a nombre de terceros o testaferros.
Desde hace unas cuatro décadas, persistía una arraigada discriminación del género femenino. El hombre era el jefe de la casa y la mujer, aun cuando vivía pendiente de orientar a su pareja y evitarle percances, ocupaba un segundo plano. Los oficios del hogar, muy aburridos, por cierto, seguían siendo privativos de las mujeres. Era penoso constatar cómo la mujer permanecía sojuzgada, sin ocupar el lugar que en justicia le debía corresponder, de acuerdo con su capacidad y en protección de sí misma,