Reflexiones poéticas
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Edgardo Pascual Naya
Nací en Montevideo el 7 de noviembre de 1956. Mi infancia la viví en el departamento de San José, Playa Pascual, lugar donde jugué, soñé y fui feliz. Mi educación escolar fue en la Escuela Pública N.º 66 en el departamento de San José, República Oriental del Uruguay. Posteriormente, para seguir con mi formación nos trasladamos con mi madre a Montevideo donde cursé el liceo, preparatorios y luego mi profesión en comercio exterior. Desde muy temprana edad comencé a viajar por el mundo de la mano de la literatura y especialmente de la poesía. Ella me enseñó el universo amplio y espiritual que vive y nos acompaña en nuestro paso por la vida. Por mi actividad profesional vinculada al comercio exterior viajé por muchos países residiendo en algunos de ellos como Argentina, Brasil, Paraguay y España. Afortunadamente, todos ellos me han brindado amigos a quienes recuerdo y quiero y enseñanzas que han enriquecido mi espíritu. Desde hace 20 años resido en España, pero disfrutando gracias a Dios de mi país todos los años y cada vez que tengo la oportunidad de volver...
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Reflexiones poéticas - Edgardo Pascual Naya
Prólogo
He llegado a escribir este segundo libro gracias a la poesía, gracias a la posibilidad que me han dado las letras y a la necesidad de compartir aquello que ellas generan en quienes las leen y la sienten. Influido por la poesía he construido, he disfrutado y disfruto desde hace algunos años de un espacio en las redes sociales donde me enriquezco gracias a una interacción amplia, amiga y reconfortante. En las páginas utilizo el seudónimo Diego Bruzzone (nombre de mi abuelo). Una manera de recordarlo, de traerlo a la vida y que me acompañe en mi humilde trova.
Las letras también pueden generar lugares constructivos desde donde se puede cultivar la reflexión, la amistad y el encuentro.
Afortunadamente estas plataformas me han permitido crear mi humilde mundo poético con contenidos propios, y me han llevado también a encontrar en la multiplicidad de publicaciones verdaderos oasis literarios. Lugares que invitan a leer, escribir y a disfrutar de enriquecedores encuentros que las letras siempre procuran.
La poesía me ha enseñado a encontrar emociones dentro de sus conceptos, sentir lo que dicen sus versos más allá de lo que expresan y apreciar cómo se extienden los horizontes comprensivos en cada uno de nosotros gracias a la mágica connotación que encierran las palabras.
Los mensajes que recibo me han permitido valorar a aquellos seres que hacen saber sus experiencias existenciales a otros seres de forma totalmente generosa, con el fin de ayudar y ayudarse.
Son personas buenas que alientan a sus semejantes compartiendo sus emociones vitales. Ellos tan solo pretenden reconfortar a sus congéneres y para ello honran la vida con lo mejor de sus vidas.
Siento que es la forma silenciosa como se mantiene el bien, como perdura y como vencerá al final de los tiempos al mal y todo esto a pesar del mucho ruido y el mucho daño que este siempre hace.
He compartido con cada uno de ellos el fundamento de vivir.
Vivir es extender las manos para encontrarnos en el fugaz paso por la existencia con nuestros semejantes y con nosotros mismos.
Este libro es un homenaje a todos esos compañeros de viaje que han tomado la existencia como una lección y han alcanzado la sabiduría y la comparten enseñando, instruyendo y haciendo al mundo mejor con sus palabras, con sus espíritus amables y con sus hechos.
Siento que son muy importantes, no solo porque aprendieron el valor de cada instante, sino porque también han conocido el valor de la amistad, del amor, del adiós y de la orfandad. Ellos han comprendido la importancia de reconocerse en un mundo de extraños y el placer de aproximarse a pesar de las lejanías, los dogmas y las ideologías.
Agradezco poder interactuar con estas almas sensibles que tanto me han aportado y me aportan y porque sus testimonios me han hecho saber quiénes son sabios de verdad.
Son sabios los que nunca participaron en el juego de la culpa, ni como víctimas ni como victimarios, ni como cómplices ni como responsables. Los que aceptan la fortuna o el infortunio como una dación de la vida, y desdeñan medrar a costa del sibilino sufrimiento de culpar a los demás para perdonar su incapacidad o para obtener con ello ventaja o caridad.
Son sabios los que encuentran su vocación, los que transforman los pocos bienes que les dio la vida en dones y con ellos ponen en marcha sus sueños y sus acciones. Los que imponen su osadía y su esfuerzo a la crítica insidiosa, al argumento de la impotencia que no es más que el disimulado alegato que se hace a favor de la indolencia.
Enseñan los que van por la vida contemplando el camino y su vera, aquellos que meditando hallan sus reflexiones más reveladoras y las honran. Los que postergan los juicios ajenos para construir desde su conciencia su propia sentencia y su propia identidad, sin miedo a la crítica y sin tener que inclinarse ante nadie por cobardía o por interés. Aquellos que perdonan su debilidad y disfrutan su pequeñez y como consecuencia aprenden a ser piadosos con los demás.
Adiestran quienes, mirando la grandeza del universo y contemplando su misterio e infinitud, son justos con la obra de la divinidad. Ellos advierten la grandeza de un Creador, sus infinitos dones, sin importar su nombre, naturaleza, discutido principio o enigmáticas razones.
Son sabios aquellos que responden consecuentemente a las señales del bien. Ellos pueden traducir y actuar ante el misterioso mandato del altruismo, porque consiguen oír el recado eterno de la benevolencia, que sigue repitiéndose ante nosotros a pesar de tantas perversiones, egoísmos, vanidades y desilusiones.
Son sabios y maestros quienes descubren en el transcurso de su vida el placer de la renuncia, el valor de lo imprescindible, de la estrechez y, tras descubrirlo, perdonan su anterior soberbia, codicia o atormentada avidez. Ellos conocen la riqueza de la continencia y en la búsqueda de la felicidad aprendieron que esta no se encuentra en la acumulación de bienes ni en distintos destinos, sino en el tránsito y en la predisposición a recorrer todos los caminos sin pesadas cargas y con una sonrisa en el alma y en los labios.
Enseñan