Las oceánicas
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Obra teatral que estrenó en 2021 en el Cultural Morán en la Ciudad de Buenos Aires.
En un cuarto de hotel en Mar del Plata, dos jóvenes compañeras de colegio pasan su estadía mientras asisten a una convención de poesía. Sutilmente tocadas por el universo de Alfonsina Storni y Alejandra Pizarnik, cultivan un micromundo de intimidad apocalíptica y florida, a resguardo de los vaivenes y asperezas del exterior. Altivas y torpes, brillantes y oscuras las poetas se atraen y repelen casi hasta el hartazgo. Es de noche cuando, de un modo espontáneo, un joven empleado del hotel ingresa a la habitación. La cofradía de esta amistad empieza a hacer agua y la playa misma va apoderándose de la habitación hasta casi inundarla. Las incipientes poetas se descubrirán fallidas, incompletas o simplemente jóvenes. En el camino íntimo e intransferible del propio deseo, construirán su modo único de habitar el mundo.
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Las oceánicas - Rubinstein Lucila
Prólogo
La poesía de un cuarto lleno de zapatos: sobre
Las oceánicas, de Lucila Rubinstein
por Mariano Saba
Pervive en esta obra la fugaz lucidez que nos atraviesa en la adolescencia: un talento inusitado para hacer del padecimiento gesto de rebeldía, búsqueda del goce, despertar. El verdadero hallazgo en Las oceánicas es que ese despertar de la experiencia se entronca con el despertar
mismo de la poesía personal. Si te ponés a pensar posta, ¿de qué mierda sirve escribir? De nada. Por eso es imprescindible
, dice Milne y lo poetiza todo como defensa creativa. Y si Borges es uno de los padres de la literatura argentina, es lógico que estas hijas irreverentes –herederas inequívocas de Storni– le recen al vate justamente un padrenuestro laico, pidiéndole genialidad en su divinidad
canónica para rematar la oración con un amén-struar
que ironiza toda la plegaria. Porque la apuesta radical que nace del vínculo entre Muriel y Milne es el que se define en el despertar de un juego poético: Alfonsineábamos. Jugábamos a escribir sobre la muerte o por la muerte o simplemente porque somos mujeres
.
La inusitada jugarreta que la adolescencia le hace a la muerte es tenerla de compañera y a la vez saberla lejana: en ese momento tan particular de crispación y encanto, el deseo se transmuta a cada paso en experiencia, sí, y por eso invita una y otra vez a la sublimación poética. ¿O acaso no es la adolescencia el lapso de la vida donde más florecen los poetas; donde todos los escritores querríamos ser justamente eso, poetas y nunca dramaturgos o narradores? Poetas furiosos, de retórica persuasiva y enamorada y feroz, empujados por la impunidad que da el saberse belleza viva, promesa plena, indefinida potencia de un futuro cuyo sentido es el de todos los futuros y el de ninguno en particular. La coherencia es para la gilada
, se dice en esta obra, y con la precisión de esa frase nos marca la lejanía de aquel tiempo, del tiempo de la expectativa incoherente y genial, el tiempo de estas protagonistas que son puro presente de vertiginoso descubrimiento de sí mismas y del mundo, y de la diversidad de cuerpos de ese mundo.
La verdadera Castra es la coherencia. ¿Qué no daríamos por reconstruir esa fe tan impune en la eternidad, en la poesía, en la amistad: esa creencia en el pasa-tiempo que la adultez pierde entre la pesada bruma de su infierno rutinario?
Lo nostálgico tal vez sea que la autora decide mostrarnos en esta historia un asomarse al abismo donde lo ideal se torna real y fractura –¿por primera vez?– la ingenua euforia de lo desconocido. Y cuando una obra es sincera, el impacto es claro: una bofetada poética en la mejilla impasible de una realidad que se creía inmodificable. Después de la poesía nada será lo mismo: frente a la escollera de Alfonsina, se multiplicarán los zapatos-ofrenda; caerán los delfines de acrílico sin romperse ya (una fragilidad elástica distinta a la de Tennessee Williams); y el mar –el mar sobre todo– podrá adivinarse adoctrinado
en el vórtice mecánico de un lavarropas.
Es probable que escribir una obra de teatro sea similar a entrar con un martillo en un cuarto oscuro a cumplir con la difícil misión de dar en el