Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

En el vientre del tiempo
En el vientre del tiempo
En el vientre del tiempo
Libro electrónico243 páginas3 horas

En el vientre del tiempo

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

¿Qué harías si un día, de repente, encontraras la manera de volver a tu pasado? ¿Aprovecharías la oportunidad que se te brinda y visitarías la época en la que no eras más que un ingenuo y feliz niño? Este es el caso de Antonio, quien en su viaje descubre que sus recuerdos en la neoyorquina Pequeña Italia no son tan claros y una verdad de gran relevancia para su presente -y a la vez futuro- le es revelada.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento31 oct 2023
ISBN9788411816298
En el vientre del tiempo

Relacionado con En el vientre del tiempo

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para En el vientre del tiempo

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    En el vientre del tiempo - Juan Carlos Echeverri Arango

    1500.jpg

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Juan Carlos Echeverri Arango

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1181-629-8

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    .

    A mi querida hermanita Matilde, a quien agradezco todo lo bueno en mi vida, una mujer que hasta el día de hoy ha logrado conservar todos los rasgos que más admiro: gratitud, respeto, inteligencia e incondicionalidad, y sobre todo que ha logrado despertar el afecto, el amor y la ternura que siento por ella.

    A mi hermano Luciano, crecí con él, y lo seguía como una sombra, tratándolo de imitar, y a quien respeto profundamente. A mi sobrino Juan José que como el ser más joven entre nosotros, hoy nos acompaña para ayudarnos a ubicar en la modernidad de un mundo en constante cambio, y a mi querida esposa Alexandra, quien ha sido gran motivadora y crítica imparcial para la elaboración de este y muchos escritos más.

    A todos ellos muchas gracias por estar siempre e incesantemente animándome a escribir.

    PRÓLOGO

    Existe en Manhattan, Nueva York, un barrio conocido como Little Italy o la Pequeña Italia. Este debe su nombre a los inmigrantes italianos que lo poblaron en sus orígenes. Su extensión llegaba hasta Worth Street, Houston Street, Lafayette Street y el Bowery. No obstante, hoy tan solo ocupa unas tres cuadras de Mulberry Street.

    La Pequeña Italia, pues, podría definirse en sus inicios como un pueblo napolitano que tuvo auge gracias a su agrupamiento comercial, en el que varios italianos emprendieron en bares y restaurantes dedicados a atender al turismo.

    Este es uno de los escenarios más importantes donde se desarrolla la historia que Juan Carlos Echeverri nos narra con suspicacia y versatilidad, un viaje al pasado que traerá consigo grandes revelaciones que repercutirán de manera inmediata tanto en el presente como en el futuro.

    Que las líneas que Echeverri ha escrito con tanto mimo no sean menos que un absoluto disfrute para sus lectores.

    María Jiménez

    INTRODUCCIÓN

    Inhalamos y exhalamos tiempo, todo el tiempo. Inhalamos y exhalamos vida, toda la vida. Casi sin darnos cuenta de que este nos controla, constante y totalmente. El asombroso tiempo siempre nos está confrontando, es como un persistente y sutil ultimátum, un recordatorio que nos advierte que todavía tenemos la oportunidad de continuar. El diario memorándum de que solo somos consumidores indiferentes de tiempo y vida, un aviso de que eso que creemos es de mi propiedad, en realidad no lo es, es prestado, y que el todopoderoso señor tiempo se queda o se va cuando lo desea, así es el omnipotente e inmortal tiempo. Un inestable emocional que quita y da cuando lo desea; sin embargo, siempre está proporcionando oportunidades a quien las quiera aprovechar, el descontento del bipolar e irresistible tiempo es porque pocos le dan el valor y la importancia que se merece.

    Los viajes a través del tiempo existen, siempre han existido, el poderoso tiempo se deja abusar.

    Los seres vivos que tienen el soberano poder de pensar, cuando quieren y a la hora que quieren se desplazan, y hacen recorridos por el tiempo de su propio universo, pueden ir con toda seguridad a su pasado sabiendo qué sucedió, de igual forma pueden ir a su futuro con la inseguridad de lo que pueda suceder. Y pueden estar en su presente para cambiar el pasado y estabilizar el futuro. El absoluto y dominante tiempo seguirá eternamente brindando oportunidades a quien las quiera tomar.

    .

    No se sabe cómo el todopoderoso señor tiempo enmiende sus errores, dicen que tiene el poder de curarlo todo, toda clase de heridas, igualmente aseguran que es una muy valorizada moneda de pago, con la que también se cancelan complicadas deudas.

    Siendo así, me doy cuenta de que esta imperiosa esencia lo es todo. Sin embargo, nunca he escuchado que el omnipotente señor que hace mover las agujas del reloj se equivoque, mucho menos que cometa errores. No sé si el todo poderoso, amo y dueño de las horas y los minutos conmigo se haya confundido, y ahora quiere corregir y remediar su traspié, también es posible que se distraiga y deje pasar algunos eventos sin su aprobación. Pero, como yo, nadie se atrevería a contar algo tan asombroso e increíble, de cualquier forma creo que este paciente y resistente poso de sabiduría está convencido de que nadie lo creería, el sabio inmortal lo sabe, y juega conmigo como un gato con su ratón. Lo hace de una forma insospechada. Lo puedo llamar de muchas formas: equivocación, despropósito, absurdo, y creo que humanamente no encontraría una explicación razonable, yo me quedo con la ingenua teoría de que el eterno quiere corregir una injusticia, por lo tanto, esta maravillosa oportunidad, aunque incierta, es una extraña situación que debo explotar.

    Mi nombre es Antonio Morabán Castillo, nombre completo tomado de mi padre adoptivo, don Manuel Antonio Morabán Castillo. Tengo cincuenta y cinco años de edad, gerente y propietario de Industrias Morabán, fabricante y exportador de maquinaria agrícola a nivel internacional.

    He vivido de manera irremediable, apegado a la realidad, mi realidad. Una verdad que me posiciona de forma tangible y material en el escenario de los negocios, universo en el que me desplazo siempre próspero. Razón por la cual debo estar siempre alerta, atento a los cambios que afectan directa o indirectamente mi profesión, desde lo económico y social, hasta lo cultural. Todos esos cambios que impone la presente y mórbida sociedad del dinero, cada día en constante evolución. No me puedo dar el lujo de perder dinero y tiempo, soñando despierto. No es saludable para los negocios, menos para mi empresa.

    Esta rara experiencia realmente parece un juego del destino, sucederme esto a mí, yo que soy un hombre escéptico, quizás esta actitud me ha dado buenos resultados en el mundo de los negocios, pero admito que para mi vida personal ha sido un completo fracaso, y como una especie de prueba de vida, hoy, secreta e inexplicablemente me sucede algo increíble, algo asombroso, estoy seguro de que si se lo cuento a alguien nadie lo va a entender, a mí me está ocurriendo y todavía no lo puedo creer, yo mismo creo que estoy loco de atar, pero así como es de sorprendente, es igual de apasionante e interesante para mí.

    Estoy al final de mi camino, recorriendo lo que cualquiera llamaría el umbral de mis más íntimos deseos, y no puedo dejar escapar esta impensada pero encantadora oportunidad.

    Es así como todavía no logro comprender cómo resulté involucrado en esta indescifrable odisea. Es sorprendente, me veo atravesando y regresando cincuenta y cinco años en el tiempo, y aún no consigo entender qué es lo que me hace merecedor de esta extraña, pero placentera para mí, una ventajosa oportunidad.

    Esta inexplicable experiencia me brinda el generoso acontecimiento de encontrarme con mis padres, y conmigo mismo. Puedo visitar el barrio y la ciudad donde crecí, soy hijo único, eso creo, y no sé si sentirme feliz o triste.

    De una manera incomprensible y absurda, puedo encontrarme con amigos de la infancia, esa que había olvidado completamente, y sin imaginarlo con el amor de mi vida, un amor que no recordaba, un amor que creí no existía, algo que nunca creí poder sentir. Se me presenta de una forma mágica la posibilidad de conocer a mis amigos cuando eran niños, es todo un espectáculo, ahora yo soy solo un adulto, espectador de mi propia infancia, muy adulto diría yo, estoy tan espantado y atemorizado, que no sé qué pensar.

    Todo tiene un comienzo

    Antonio es un próspero hombre de negocios, con un pasado oculto y confidencial, solitario, a pesar de que tiene acompañantes femeninas ocasionalmente, nunca se casó, ni se enamoró, extrañamente cada que una dama le llamaba la atención un raro sentimiento lo paralizaba, como si una conciencia sombría lo obligara a guardarle fidelidad a algo o a alguien, pero nunca ha podido aclarar ese ilógico sentimiento. De un metro ochenta y cinco centímetros de estatura, de contextura atlética, pese a su edad, trigueño, con un corte militar, una quijada marcada y cuadrada, ojos azules, muy serio, nunca ríe. No se sabe cómo ni por qué, y mucho menos cuándo en su atormentada vida haya perdido ese tesoro que todos poseemos, y cargamos como en monedero, para obsequiar a las personas conocidas y hasta a las desconocidas también las alegres sonrisas.

    Le gusta viajar, insatisfecho y decepcionado ha conocido el mundo entero, desconfiado e incrédulo, está en un momento de su vida en que lo ha visto casi todo, y casi nada lo impresiona. Está planeando jubilarse y vivir de sus abundantes logros, del mismo modo, quiere establecerse y relajarse en un lindo y cómodo sitio, preferiblemente cerca del mar, y retirado de todo, en un lugar silencioso.

    Pero antes quiere hacer un último viaje de aventura, con seguridad a tierras latinoamericanas, espera poder ir a un sitio que visitó hace bastante tiempo ya, cuando era joven, un viejo caserío llamado San Vicente, a casi cuatro horas de distancia de Buenos Aires, Argentina, donde pasó momentos interesantes.

    Recordaba que Allí, con grata sorpresa en aquella época, se encontró con un viejo y querido amigo de la infancia, al que no volvió a ver después de la preparatoria. Extrañado al verlo, conmovido lo saludó con afecto, le preguntó: «¿Qué haces en la Argentina?», el hombre le contestó que además de visitar algunos familiares se encargaba de algunos negocios turísticos, a Antonio siempre le pareció que su amistad con él era muy particular, pues este era un hombre único, con características especiales. Ya que durante los años adolescentes demostró ser astuto e invencible, su velocidad y agilidad mental eran inalcanzables, Antonio lo admiraba con cierta suspicacia, pues lo conocía y sabía de lo que era capaz, no podía colocar toda su confianza en él.

    Antonio desconocía el verdadero valor de su amigo, algo de lo que se enteraría en un futuro próximo.

    Este hombre que trabajaba en las sombras, completamente anónimo, no debía revelar su verdadera identidad, por su propia seguridad y la de Antonio; sin embargo, en esa ocasión se vio obligado a dejarse ver de Antonio debido a que agentes de un gobierno extranjero aliado, con falsa información, buscaban un hombre con las características de Antonio, información que le había llegado a Pepe en último momento. No disponía del tiempo para dejarlo llegar al hotel y comunicarle del riesgo que corría, mucho menos para hacérselo saber por medio de una nota codificada como era la rutina, entonces, arriesgando su anonimato debía alertarlo en persona.

    Pepe, astutamente al despedirse de Antonio, le dijo que no perdiera de vista su pasaporte, porque confundidos entre los turistas se encontraban ladrones que se especializaban en robar documentos vitales para los viajeros, con el fin de pedir excesivos rescates por su devolución. Antonio, alarmado, en seguida miró en sus bolsillos, descubriendo un papel extraño y desconocido, que se hallaba en el bolsillo de su chaqueta, una pequeña nota de advertencia que contenía información valiosa, había sido implantada con sutileza por Pepe mucho antes de que inevitablemente Antonio lo viera y lo saludara. Esta improvisada nota en código le informaba que debía estar alerta por qué elementos de otra agencia podían estar tras él, Antonio intrigado se preguntaba quién había colocado aquel papel en su bolsillo, pensaba que Pepe no pudo ser, pues solo le había dado la mano y se alejó, Antonio en aquel momento se concentró en la nota y se marchó hacia el hotel.

    De regreso al presente

    Eventualmente se comunicaban por medio de cartas escritas en papel, y de lo que Antonio pensaba era ridículo que sucediera en plena era de la tecnología. Pero parece que Pepe, su viejo e infrecuente amigo, se comunicaba mejor de forma escrita, era un hombre de piel oscura, de contextura delgada y atlético, su piel era del color de la Coca-Cola, nariz aguileña, muy conversador, siempre viste de chaqueta deportiva y jeans, cabello ondulado y abundante, de la misma edad de Antonio.

    Precisamente acababa de recibir una expresiva carta de Pepe, en donde le manifestaba sus buenos deseos y le narraba lo acontecido.

    Antonio, te cuento que la última vez que me comuniqué contigo por este medio no tuve la valentía de contarte algo extraño que me pasó cuando visitaba unos inmuebles que se encuentran en las afueras, sobre la zona rural de Buenos Aires, ciudad en la que desarrollo mis operaciones profesionales, pues bien sabes que gran parte de mi gestión laboral depende de estar informado de las propiedades, y terrenos que están a la venta, y, bueno, de casi todo.

    No me atreví a contarte porque sé que no crees en casi nada, y menos en fantasmas; sin embargo, quiero contarte que un amigo que administra una inmobiliaria me contactó para ofrecerme un negocio, me dijo que había unas villas que le gustaría que yo visitara, con el fin de que las tuviera en cuenta para posibles transacciones comerciales, así que saqué el espacio y me dirigí allí.

    Resulta que esas tierras misteriosamente estuvieron ocupadas por unas primitivas familias gitanas, de los que se tiene muy poca información, y de los que poco o nadie sabe de dónde aparecieron.

    Algunos lugareños comentan que surgieron de la noche a la mañana, y que nunca se mudaron, solo fueron desapareciendo, dicen que recién llegados había una escasa población de jóvenes, los que después de algunos años emigraron, al parecer con la esperanza de mejorar su forma de vida, y que solo quedaron los ancianos, los que también empezaron a desaparecer sin dejar huella, nunca se les vio realizar ninguna ceremonia fúnebre, entierro o algo parecido. Que es posible que los hayan enterrado allí mismo, pero queda la pregunta: ¿quién enterró a los últimos? Se evaporaron, no dejaron rastro.

    Relatos supersticiosos del lugar y de los pobladores de estas tierras cuentan que estos ancianos eran magos, maestros de las artes sobrenaturales que habían descubierto el elixir de la eterna juventud, y que como ellos, los ancianos, todos sus jóvenes también emigraron sin dejar huella. Acudí al sitio, y te cuento que de inmediato, cuando toqué aquella tierra, me sorprendió una extraña sensación, sentí un placer inimaginable, noté que todo mi espíritu de adolescente regresaba, era como si tomara el elixir de la eterna juventud del que habla la historia. Te cuento que seguí visitando esas tierras, como un adicto pasé unos cortos días en estos terrenos acampando y descansando.

    Te confieso que me siento un poco insatisfecho y desengañado, pues el placer que aquel lugar me ofrece me ha hecho dar cuenta de que mis ocupaciones no me permiten disfrutar realmente de la vida, de la misma forma, mis demandantes labores no me han permitido volver, pero créeme que el deseo me entusiasma en lo más íntimo de mi ser. Antonio, ya en otra ocasión te comentaré más, por ahora espero que te encuentres bien, y ya estaré en contacto contigo, me despido, mi viejo amigo.

    Con el sincero deseo de enterarse cómo se encontraba su buen amigo, nunca, desde hace muchos años ha dejado de escribirle. En variadas ocasiones Antonio ha tratado de dejar de lado el contacto con Pepe, pero ha sido imposible porque este sigue escribiéndole insistentemente.

    Pepe era un hombre formado en uno de los mejores claustros educativos del mundo, había asistido a la universidad de Yale, templo educativo privado y fundado por el clero en el año mil setecientos uno, es la tercera institución de educación superior más antigua de los Estados Unidos, ubicada en New Haven Connecticut, se graduó en letras y literatura, de ascendencia gitana y se expresaba de modo fluido y elegante, se dedicaba a la atención de turistas extranjeros, tenía la facilidad y la habilidad de poder conseguir cualquier cosa que las personas que atendía le solicitaran.

    Cuando Antonio volvió a ver a Pepe, hace ya mucho tiempo, estaban jóvenes, de unos veintiséis años de edad, en uno de sus tantos y secretos viajes a la Argentina, reaparecieron unos originales vínculos de amistad que se creían extintos, pues pasaron muchos años sin saber el uno del otro. Correspondencia que se ha sostenido gracias al esfuerzo de Pepe, quien nunca le perdió la pista y menos dejó de enviar cartas, la distancia no deterioró la particular simpatía de estos dos amigos.

    A Antonio le gustan las antigüedades exóticas, y Pepe esporádicamente le ofrece piezas interesantes, la última fue una sugestiva y colorida estatuilla de los indígenas tehuelches, que habitaron la antigua pampa Argentina en el siglo xviii.

    Antonio quedó muy intrigado y curioso con la historia que Pepe le contó de las tierras que poseían aquellos encantos. A pesar de su incredulidad, siempre ha tenido un intenso interés por lo oculto y misterioso.

    En la última conversación que sostuvieron Pepe y Antonio, raramente esta comunicación se dio vía telefónica, Antonio le comentaba a su amigo que se iba a retirar para dedicarse a descansar, pero que antes quería realizar un viaje con el fin de vivir su última aventura, antes de entregarse al relax y al descanso, pero que se le había convertido en un gran dilema porque todo le parecía aburrido y monótono, que no quería volver a donde ya había estado, Pepe le dijo que no se apresurara, que él le iba a servir de agente de viajes, y que cuando tuviera un destino turístico merecido y apropiado para él lo llamaría, que solo le tenía una condición, Antonio preguntó: «¿A qué requisito te refieres?», Pepe le dijo que cuando le informara del destino turístico no hiciera preguntas, a lo que Antonio respondió que en su momento tomaría la decisión.

    Pasaron los meses, y un día de sorpresa, cuando Antonio estaba empacando los enseres de su oficina, recibió una resumida carta de Pepe en la que le decía que esperaba de todo corazón que se encontrara bien, y que ya le tenía el sitio para su viaje de aventura, que solo tenía que decirle cuándo estaría dispuesto a realizar la deseada expedición.

    Antonio era un hombre bien educado, que tenía un ligero recuerdo de sus padres, pero que si por casualidad los viera no los reconocería. Un día desaparecieron sin dejar huella, quedando solo y desamparado a los ocho años de edad, quien tuvo la suerte de ser adoptado por su vecino y amigo, don Manuel, un hombre viejo de tez blanca y corpulento, quien atento y afectuoso le ofreció ayuda, cuando se enteró de la desaparición de sus padres. Era el propietario de un pequeño granero en la pequeña Italia, un famoso barrio estadounidense llamado así por haber estado poblado en sus inicios por inmigrantes italianos, y en donde Antonio le ayudaba a don Manuel haciendo domicilios, tiempo en el que su padre adoptivo lo obligaba a asistir a la escuela.

    Recuerda que poco tiempo después de graduarse con honores en el instituto casualmente celebraron unas audiciones para enganchar personal con consciente potencial patrio que quisieran trabajar con el Gobierno. Entonces, aprovechó la oportunidad y se presentó. Estos reclutadores, al ver sus excelentes notas académicas y su considerable buen nivel deportivo, no pudieron ocultar su gran interés y admiración, de inmediato tomaron todos sus

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1