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El Soltero
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Libro electrónico132 páginas1 hora

El Soltero

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Título: El Soltero Subtítulo: Retrato de un Alma Libre

En "El Soltero: Retrato de un Alma Libre", seguimos los pasos de un enigmático poeta radicado en Nueva York, cuyo espíritu errante lo lleva a explorar diferentes culturas y entornos a lo largo de su viaje por el mundo. Desde los bulliciosos callejones de la Gran Manzana hasta los efervescentes círculos artísticos de Berlín, este solitario soñador se encuentra inmerso en un torbellino de emociones contradictorias. A través de sus ojos, experimentamos la exaltación de la creatividad y el tormento de la melancolía, mientras lucha con la soledad que acecha en los márgenes de su existencia.

Con una pluma que se sumerge en las profundidades de la psique humana, el autor teje una narrativa con matices emocionales que exploran la naturaleza de la ambición, el atractivo del éxito y los límites de la autenticidad. A medida que el poeta se ve envuelto en los placeres efímeros que el dinero puede ofrecer, se enfrenta a preguntas trascendentales sobre la verdadera esencia de la felicidad y la autenticidad en un mundo que a menudo se encuentra en constante cambio.

"El Soltero: Retrato de un Alma Libre" es una exploración conmovedora y reflexiva sobre la complejidad del ser humano, su lucha por la identidad y la búsqueda de significado en un universo en constante evolución. Este relato cautivador invita a los lectores a sumergirse en las profundidades de la condición humana y a reflexionar sobre los intrincados lazos entre la soledad, la creatividad y la búsqueda de la autenticidad en un mundo impulsado por el éxito y la opulencia.

IdiomaEspañol
EditorialSincerium
Fecha de lanzamiento23 oct 2023
ISBN9798223476313
El Soltero
Autor

Andrés Barreda

Andrés Barreda Noriega, nacido en Lima, Perú en 1983, es un célebre poeta y autor de múltiples libros tanto en español como en inglés. Ha recibido prestigiosos premios, entre ellos el de Caballero de los Andes. Actualmente radicado en Lima, Barreda se dedica activamente a la literatura y a la pintura, habiendo obtenido reconocimientos y elogios en ambos campos.

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    El Soltero - Andrés Barreda

    Prefacio

    En una ciudad un tanto perdida en el tiempo, quién sabe si este hombre, que tiene muy pocas buenas costumbres, encontrará el amor.

    Su profesión es la de un varón romántico, un poeta, un artista que tras las letras vive y muere por un amor que aún no encuentra, como si estuviese enamorado de sí mismo, pero en versión literaria, pues no es amor propio lo que siente, no, es una búsqueda permanente de amor y aun, hasta el día de hoy, solo ha encontrado enamoradas y noches pasajeras de sudor y sexo, pero no tiene hijos ni hijas, ni mucho menos una pareja estable.

    Su profesión lo hace viajar por el mundo, y si, conoce mujeres bellas, y es un honor al beso francés, pero no sé qué pasa con su mente, que el amor verdadero es espantado o quien sabe, aún no ha llegado.

    El soltero del cual les hablo, se llama Javier, tiene apellido sí, pero solo lo usa para firmar sus libros, los cuales son muchos debido al extremo tiempo extra que hasta le ha quitado tener una familia.

    Como se imaginarán, a falta de pagos escolares y pañales, el hombre, a su corta edad, amontona una mediana fortuna que lo hace vivir siempre en primera clase, en cuanto lugar se quiera dirigir.

    Solo tiene tres reglas en su vida: no roba, no le pide nada a nadie, y no se droga. Tiene miedo a alterar su karma y su mente, pues las drogas podrían llevar un poema en dirección opuesta, y es lo que menos desea, en lugar de esto, es un galán, siempre soltero, siempre disponible, y nunca tímido.

    Parte 1

    El intento de suicidio

    Quien sabe porqué, uno duda tanto, parece que la noche es muy larga para ser verdad, las copas de cristal se rompen, en mi soledad solo encuentro refugio en un vino tinto muy añejo y en este cuarto alquilado en nueva york.

    Desde aquí tengo buena vista, lo sé, pero al verla tantas veces, ya no me importa, borracho como un loco, solo como un lobo de mar en el pacífico, enfrento mis propios miedos. Mi realidad.

    Me gustarían tantas cosas que para qué mencionarlas, no las tengo, solo yo, mis tres botellas de vino francés, mi botella de whisky escoses, y una prostituta que ya se quiere ir, sin haber acabado bien su trabajo.

    No encuentro mucho sentido a esta vida, ya estoy viejo para fiestas de 15 y empezar de nuevo, estoy anciano para comenzar cualquier otra cosa, lo único que se me ocurre empezar es la reencarnación. La puta se fue, no me importa, estoy solo, decadente, Nueva York es una ciudad que te puede elevar mucho, pero te puede curtir el hueso como un fósil, sin agua para los pobres y pistolas para los matones. En ese pensamiento cojo de mi cajón un revólver, y le pongo una sola bala, jugaré una ruleta rusa a tres disparos, si muero, seré feliz, y si sobrevivo, será un comienzo que tal vez, me lleve también, a la felicidad.

    Primera bala, solo un click, nuevo ruletazo, segunda bala, click, nada. Me tomo un sorbo de vino, y un buen cigarro, de los mejores que encontré en la tabacalera de la esquina, esperando que mi propia pistola, mi juez, me dicte sentencia con esta tercera bala, puede que sea el final, o el comienzo, pero era momento de dedicarle un tiempo a la reflexión.

    Soy poeta, es lo único que sé hacer bien, reconocido en todo el mundo culto, mi nombre suena por frases como: el hijo de la madre que nunca parió, o, el significado de la muerte ausente de un niño no nato y varias rimas más, ¿pero me hacen a mí? Si me dan dinero, las mujeres se arrastran a veces a llantos y muchas veces de solemne sonrisa cuando me leen y releen. Pero yo estoy solo, y si yo no me voy a extrañar, tal vez sea mejor pasar a esa enorme lista de artistas suicidas, como Van Gogh o el de Nirvana, joven muy talentoso que acabó su vida de dolor con un disparo, o tal vez el cómico de los poetas muertos, con él iré a hablar al más allá, pero si me quedo, buscaré lo que me falta, y lo buscaré por todas partes, encontraré a quien dedicarle mis poemas, una virgen tal vez, que nunca haya abierto sus piernas, tal vez iré a los trópicos a buscar una mujer pura, como Gauguin... Click.... Nada.

    Entonces la vida comenzó de nuevo para el joven Javier, se encendió un cigarrillo y miró el parque, decidió bajar a verlo, a caminar un poco en su ebriedad, el viento frío lo haría calmar las penas, después de todo, la soledad no mata, solo aburre.

    En el ascensor, no había nadie, él tenía en mente encontrarse con un ángel mandado por Dios para encontrarlo en el ascensor, pero no fue así, no hubo gente, ni siquiera un anciano para que le dé un consejo, y entonces lo entendió: esto era problema suyo, y no de los demás.

    El clima abajo era fresco, noche de primavera, ya eran algo de las 2 de la madrugada y solo podía ir a un bar, las discotecas eran demasiado alegres para su gusto, los bares tenían ese enigma bohemio que tanto le gustaba, un bar tranquilo, sabía exactamente cual.

    El bar de las madrugadas tristes

    Al entrar se sintió más tranquilo, como si los problemas se disiparan con la música, sonaba un poco de chill out en el ambiente, le ofrecieron una mesa, pero fue directo al bar haciendo caso omiso al mozo de la entrada, había un buen lugar, las chicas lo rodearon, lo reconocieron, en nueva york ser una celebridad tiene esa desventaja, todos te reconocen, sabían que era una especie de Andy Warhol en chiquito, una potencia que se esperaba mucho de él en un futuro cercano, pero Javier solo quería tomar una botella de vino, tal vez invitar una copa a alguien, pero era parte del cliché ser un escritor borracho, y él era un hombre de costumbres.

    Pidió un vino carísimo, de esos que solo piden los grandes millonarios, un vino italiano de la región de Toscana del año 1948, la mejor selección posible, el sommelier se impresionó tanto por su conocimiento en vinos que él mismo fue a la bodega, y le trajo una copa especial para vinos de tremenda calidad.

    Una mujer se le acercó, y le dijo, ¿tú eres el famoso poeta no? Y él le respondió no, yo solo soy un hombre de letras y ella se sintió impresionada por su respuesta, se sentó junto a él y le dijo me gustaría conocerte, yo soy estudiante de postgrado en literatura, y tu nombre ha sido pronunciado en varias charlas sobre jóvenes con talento ¿jóvenes? si, aun te consideran joven en las universidades, teniendo en cuenta que la mayoría de los grandes poetas están muertos, y tú con casi 40 años, si, te llaman joven, me halagas, la verdad solo soy un poeta triste y desordenado, con papeles sueltos en mi mente y orejas de lapicero, y de cuando en cuando, uso un computador para escribir lo que oigo en mi mente, y cuando me piden un libro, desaparece como un torrente tan sanguíneo como la sangre misma, y se va de mi escritorio y pasa a ser libro de noche de varias damas, tal vez como tú, tal vez hombres como yo, o quien sabe, terminen en un baño para ser leído mientras cagan, jajajajajaja me da mucha risa lo que dices, es lo más poético que alguien me haya dicho, y recién me conoces, y lo has dicho sin pensar, eres nato, disculpe señorita, ¿usted es literata, no estamos para alagarnos el uno al otro, sería completamente aburrido, es como que me pidas un autógrafo, estoy bebiendo un vino que es una reliquia, tu compañía es cómoda, lo admito, pero no te comportes como una niña frente a un muñeco, ¿ok?  se quedó sin habla por unos segundos... qué bueno está este vino, los italianos saben hacer las cosas bien, por eso el papa escogió vivir allí, para siempre tomar elixir ¿me dejas probar? ¡mozo, tráele una copa a mi acompañante! ¿tu acompañante?, si, por qué no? Dile a tus amigos que me vas a acompañar a tomar unos tragos, seamos realistas, yo sé quién soy, y tú sabes quién soy, no me preocupa ser soberbio al admitirlo, pero si quieres seguir tomando tragos con tu amiga y tres amigos y hacer bromas, supongo que tontas, te invito a retirarte. De lo contrario, puedes ser mi acompañante, bueno, qué más para una estudiante de literatura de post grado que tomar un vino con él, digámoslo claro, el gran Javier Hernández de la Moncloa.  Acepto, solo déjame ir a avisar que me quedaré contigo.

    Pero ella no sabía que yo estaba deprimido, y que en realidad necesitaba un hombro para llorar, tal vez pensaba que íbamos a hablar de grandes libros y proyectos, pero no, esto iba a ser una simple y triste compañía, sin fuerzas en las letras de ningún poema aún no escrito, ni fuerza siquiera para no poder llorar, sin derramar lágrimas, los poetas somos tristes, he ahí nuestra fuente de pasión.

    Románticos y tristes, pensadores natos, con la fuerza para cambiar el mundo una y otra vez.

    Escribí en una servilleta la siguiente frase, mientras ella miraba con atención.

    El delirio de una noche que fue buena por participación ajena, la tuya. Se hace digna por un hombre que al llorar se hace grande, un poeta.

    Ella se sorprendió, y me dijo estás triste creo, "hace media hora, casi me suicido, jugué ruleta rusa, y como todo, perdí.

    Luego

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