Prosas para leer en la silla eléctrica
Por Gonzalo Arango
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descubrió el secreto, quitándose el pellejo del lobo de utilería: era una oveja disfrazada. Una oveja, no un santo para sacar en carnavales, con panderetas y lábaros de cartón, o solo un gran poeta de la palabra y de la vida, que es mucho más y mucho menos que eso.
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Prosas para leer en la silla eléctrica - Gonzalo Arango
Noyores
EL STRIPTEASE DE LO PROHIBIDO
Penétrate de esta idea: el mundo es un montón de basuras. Sobre estas basuras los hombres representan sombras, sobras, cáscaras de huevo, andrajos, restos de zanahoria y col… Entonces nunca más te dejarás sorprender, nunca más llegarás a perder tus ilusiones.
Son frases del poeta Strindberg que parecen escritas en una alcantarilla por un nadaísta alemán. Es que la Belleza se aburría de muerte en los altares oficiales y vino a vivir en los subterráneos, huyendo de esa luz de la realidad donde todo está prostituido. Abajo comparte una fangosa oscuridad que al menos tiene de pura ser auténtica, y donde la salvación es lo de menos.
La Belleza no podía ser indiferente a estas rebeliones que hace ya medio siglo vienen desplazando las viejas verdades del arte por verdades nuevas; y en un sentido menos ambicioso, lo absoluto por lo provisional.
La querida Minerva, diosa de la Sabiduría, de la que fuimos devotos un tiempo, hoy apesta con su mal aliento. Nuestro ateísmo estético exige una deidad menos tiránica que sea capaz de comprender nuestros escepticismos sin condenarnos; una diosa humana, menos severa, en fin, que sea capaz de reírse de su propia divinidad, que tolere, sin hacernos reos de insurrección, el maravilloso crimen del arte