Bitcoin: Todo dividido entre 21 millones
Por Knut Svanholm y nonymous
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Información de este libro electrónico
De forma brillantemente sencilla, Knut Svanholm, se embarca en una exploración de cómo pensamos, nuestra relación con el tiempo, el dinero y el valor, y cómo están fundamentalmente entrelazados en cada uno de nosotros. Con Knut al frente, viajamos a través de la economía, la teoría de juegos, las matemáticas, la alquimia, la filosofía y la violencia para llegar finalmente al cambio de paradigma social más crítico de la sociedad, bitcoin. Un nuevo origen, un punto cero.
En su libro, Svanholm no solo aborda cómo funciona bitcoin y nuestra relación simbiótica con él, sino que va más allá. Con su magistral dominio de las metáforas y los ejemplos, aborda las preocupaciones más acuciantes de nuestro tiempo: la inflación, el cambio climático, la deuda perpetua y el consumo derrochador, y nos ayuda a comprender cómo las soluciones miopes que ofrece el dinero fíat fracasarán inevitablemente. Lleva a los lectores de la mano, y les muestra cómo bitcoin está lejos de ser una amenaza; es la respuesta. El comienzo de una nueva sociedad civilizada.
Todo dividido entre 21 millones - Una idea, convertida en meme, convertida en algo más. Este libro te ayudará a comprender las fuerzas subyacentes a la hiperbitcoinización para desbloquear el potencial de este maravilloso descubrimiento disruptivo. Un verdadero peregrinaje que nos guía a través de estos fascinantes tiempos y nos lleva a la reclamación de nuestra alma, tiempo y existencia espiritual, presentando un antídoto al actual nihilismo fíat.
Con su perspectiva y sus ideas únicas, Knut Svanholm encuentra una forma verdaderamente hermosa de explicar este cambio de paradigma global de proporciones sin precedentes en un libro tan sencillo y fácil de leer que te dejará con hambre y con ganas de leer aún más.
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Bitcoin - Knut Svanholm
Bitcoin: Todo dividido entre 21 millones
T
odo
dividido entre
21 millones
Traducido por @nonymous
©
Todos los derechos reservados.
Traducción: @nonymous
Edición: @nonymous y Gonzalo Coelho
Imagen de la llave del infinito creada por @FractalEncrypt
Diseño de la tapa: Niko Laamanen
Composición tipográfica: Gonzalo Coelho
Impresión y distribución: Konsensus Network
ISBN
978-9916-697-83-2 Tapa dura
978-9916-697-84-9 Tapa blanda
978-9916-697-85-6 Ebook
https://konsensus.network
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PRÓLOGO
Todo es primero una idea, que compite por nuestra atención, acciones y tiempo. Una idea aleatoria para reunirme con alguien a quien solo había conocido a través de Twitter, Knut Svanholm, se convirtió en la más increíble velada de cena, copas y tocar la guitarra con nuestras familias en el sur de España. Se formó una conexión instantánea y profunda. Estas interacciones nos cambian, a menudo sin que nos demos cuenta. Sea como sea, sospecho que fue solo el comienzo de una larga amistad que empezó con una idea.
Somos máquinas de ideas. Buenas ideas, ideas mediocres, malas ideas... todo nuestro mundo está hecho de ellas. Una matriz de pensamientos gobierna la forma en la que interactuamos con los demás, nuestra economía y nuestro(s) sistema(s) de gobierno. La silla en la que estás sentado compitió contra todas las demás ideas, formatos de sillas y empresas que crearon sillas para llamar tu atención y conseguir la compra. Algo parecido a lo que ocurre con el coche que conduces o el smartphone que utilizas. La libertad de expresión es una idea. También lo es el comunismo. Nos aferramos tanto a nuestras ideas que a menudo nos definen. Debido a esto, son poderosas para unirnos, dividirnos… o controlarnos. Nosotros elegimos qué ideas son correctas para nosotros, y la vida refleja esas elecciones.
Individualmente, nuestros pensamientos y acciones forman nuestra propia realidad, y colectivamente se unen y forman nuestra realidad compartida. Desde nuestra estrecha visión de lo que consideramos una representación precisa del mundo, no vemos que los demás viven en una realidad completamente diferente que también consideran precisa. Podemos ver fácilmente en los demás dónde sus ideas pueden estar obstaculizándolos, pero fracasamos completamente en ver lo mismo en nosotros mismos. Estamos tan seguros de nuestras ideas que lucharemos por protegerlas, sustituyendo el razonamiento y la lógica por la emoción para demostrar nuestro punto de vista, lo que permite que nos engañen fácilmente. En nuestro intento de defender nuestras ideas a cierto nivel, pasamos por alto las incongruencias naturales a nivel básico que podrían estar impulsándolas. Un ejemplo es creer simultáneamente en el libre mercado y abogar por que los bancos centrales proporcionen liquidez para proteger los precios de los activos o el mercado de valores. Nos cuesta atar cabos y ver la disonancia cognitiva.
No podemos predecir cuándo una nueva idea o verdad derrumbará nuestro conjunto de creencias anteriores y las sustituirá por algo que funciona mejor. Lucharemos contra algo durante años, solo para cambiar de opinión por completo en un instante. Una vez que lo vemos, no podemos dejar de verlo. Peor aún, desde nuestra nueva comprensión, podemos ridiculizar a otros que no pueden ver la nueva verdad. El proceso tarda tiempo, a menudo generaciones, en extenderse por todo el mundo. A menudo imagino lo que la sociedad le pareció a Galileo. Al mirar el cielo nocturno, se dio cuenta de que la Tierra giraba alrededor del Sol, pero eso fue considerado absurdo y herético para la Iglesia y la enseñanza católica.
Independientemente de la época, estas ideas
son la fuerza y la conciencia individual y colectiva de la humanidad. Compitiendo por encontrar formas mejores, mejoran la experiencia humana como resultado. Se podría considerar que estas ideas son un aprendizaje. Nuestra inteligencia como especie siempre ha sido, y es hoy, fundamentalmente un crecimiento colectivo de la información impulsado por esta competición de ideas.
Caóticas, confusas, desordenadas. Las nuevas ideas deben competir con las creencias previas que se han afianzado en nuestras mentes. Nos dejamos llevar por ellas poco a poco y, como hacemos predicciones a partir de nuestra realidad actual, nos resulta difícil imaginar cómo un pequeño cambio puede afectar a otros. Por eso, cuando una idea desafía una creencia que teníamos anteriormente, hay una alta probabilidad de que la ignoremos o la combatamos en lugar de investigarla por sus méritos.
En economía, ese proceso describe la Destrucción Creativa, un término paradójico acuñado por primera vez por Joseph Schumpeter en 1942 para describir cómo funciona el capitalismo en un libre mercado. Los empresarios innovan y crean valor para la sociedad, y ese valor obtenido por la sociedad también suele destruir
el antiguo poder monopólico o la idea
. El antiguo monopolio suele ignorar o combatir la nueva idea. Este proceso y su importancia están en el centro de cómo han evolucionado las economías modernas y han dado lugar a la mayoría de los beneficios para la sociedad que hoy damos por sentado. Los nuevos ganadores se vuelven tan valiosos que perturban el poder o las estructuras de mercado existentes. Impulsados por un flujo casi constante de emprendedores innovadores con ideas audaces y el capital que las respalda que desafían el statu quo y solo tienen éxito si
crean valor para la sociedad (nosotros).
Para que el proceso funcione, el fracaso es fundamental. Tanto para los emprendedores y el capital en aquellos cuyo negocio no funciona, como para los negocios tradicionales que se ven perturbados por ellos, si su innovación aporta un mayor valor a la sociedad. Y si bien el fracaso es duro, evitarlo es mucho peor porque altera el delicado equilibrio del libre mercado. Lo que empieza siendo una intervención aparentemente pequeña acaba convirtiéndose en una forma distorsionada de capitalismo, llevando a una intervención y un control cada vez mayores para proteger a todo el mercado del colapso. La falsa estabilidad es sustituida por una creciente inestabilidad a medida que las verdaderas señales del mercado se evaporan y las construcciones sociales decaen. En este camino, no solo se pierde el libre mercado.
Recuerda que el libre mercado se compone de estas ideas. Ellas son nosotros. La suma de nuestros pensamientos y acciones que intentan diferenciarse de otras ideas, con la intención de aportar valor a los demás. Forman la economía porque elegimos estas nuevas ideas, o no, en función del valor que nos aportan. Podemos elegir limitar las ideas, suprimirlas, destruirlas en nombre del control, pero al hacerlo, limitamos a su vez nuestro propio potencial.
En un nivel de abstracción superior al del libre mercado, estas acciones también forman el sistema por el que nos regimos: permitir la proliferación de ideas. Cuando metemos la mano en los libres mercados para controlarlos, los desvirtuamos. En el corto plazo, con el telón de fondo de la competencia por el empleo, el crecimiento y la protección de los mercados, estas decisiones suelen ganar elogios del público y asegurar los votos. Son populares, pero en el fondo hacen que algunas personas, industrias o países ganen injustamente a costa de otros. Podría ser favoreciendo a una empresa en detrimento de otra a nivel nacional o en naciones que protegen sus industrias vitales de la competencia. No importa. La protección del mercado se extiende y se intensifica a medida que roba al libre mercado tanto la mano de obra como el capital. Las malas inversiones aumentan. Estructuralmente, esas opciones deben alejarse de nuestras elecciones y dirigirse hacia una consolidación cada vez mayor del poder. Aunque esto pueda parecer una negligencia deliberada o una mala intención, el motor principal no es más que un sistema con bucles de retroalimentación negativa que se refuerzan y que intentan proteger el statu quo y salvar el sistema, el cual, de lo contrario, fracasaría. Una mayor centralización del control para intentar evitar el inevitable colapso interfiere aún más en el libre mercado. A medida que los participantes en el mercado entienden cómo se juega, más corren para obtener su parte del beneficio. A medida que las distorsiones aumentan, la gente literalmente vota por la eliminación de sus derechos y libertades individuales en favor de la protección del Estado y la centralización. Están plenamente convencidos de que el libre mercado es el culpable del aumento de la desigualdad, la división y el caos social, a pesar de que estas son consecuencias previsibles de abandonarlo.
Por eso bitcoin es una idea tan importante. La historia demuestra que si el dinero se puede controlar para dar una ventaja a unos sobre otros, alguien lo hará. Al eliminar esa capacidad, bitcoin proporciona una transición de un sistema incapaz de arreglarse a sí mismo, a un sistema que puede hacerlo. Un puente desde un sistema en camino hacia un futuro distópico, a un futuro de esperanza.
A medida que la red emerge, cuanta más gente la utiliza y construye sobre ella, continúa aumentando su valor para todos los demás, acelerando la adopción. Claro, los primeros en bitcoin tienen más riqueza, como debería ser en un libre mercado en el que se adelantaron a los demás, pero lo más importante es que no tienen más poder. Con el tiempo, la única manera de acumular más bitcoin es proporcionando valor a otros, medido por ellos, en un libre mercado. La coerción se sustituye por la cooperación a medida que la gente se da cuenta de que el control de los demás a través de una red monetaria como bitcoin requiere pagarles en bitcoin y, por tanto, perder el control.
La caída de precios por extensión del valor que aportamos a los demás se convierte en algo natural. Esto se acelera a medida que la tecnología sigue haciendo más de nuestro trabajo. Los incentivos se alinean cuando miramos hacia atrás con perplejidad por haber vivido alguna vez en un sistema en el que los precios se manipulaban para subir. Nos damos cuenta de una verdad que estaba oculta a nuestra vista. Abundancia en el dinero = Escasez en todo lo demás, y a la inversa, Escasez en el dinero = Abundancia en todo lo demás. O, como Knut tan elocuentemente describe…
Todo dividido entre 21 millones.
Sucede con el tiempo, como todas las nuevas ideas que compiten con las antiguas. Caótico, confuso, desordenado. Pero sospecho que es inevitable a medida que más personas llegan a comprender su valor. El valor aumenta y se hace más difícil de ignorar. Porque la verdad es que el sistema somos nosotros. Cada una de nuestras acciones cuando elegimos, a su vez, cambia nuestro mundo. Así es como las ideas que antes no podíamos ver se convierten en realidad. Persona a persona.
Jeff Booth, Marzo 2022
PRELUDIO
Imagina a cualquier especie avanzando por el camino desde la vida en las cavernas hasta los viajes interestelares. ¿Cómo lo harían? Érase una vez, había una especie así. Un tipo de primate que amaba categorizar las cosas, etiquetarlas y ponerlas en pequeñas cajas ordenadas. Se llamaban a sí mismos humanos
y a otros primates simios
. Más tarde descubrieron que comparten la mayor parte de sus genes con estos simios. Estos humanos afirmaban estar vivos
y ser conscientes
, a pesar de que no podían definir claramente estas palabras. Experimentaban el tiempo y teorizaban sobre su relación con las otras dimensiones que conocían, es decir, las tres dimensiones espaciales. Sin embargo, no habían descubierto qué era el tiempo ni cómo valorarlo correctamente. Algunos asumieron que tenían una cantidad limitada de él en esta Tierra y se comportaban en consecuencia. Algunos ni siquiera se preocuparon de pensar en el tiempo y actuaron como si fuera un recurso abundante. Algunos creían en uno o varios seres sobrenaturales. Algunos pensaban que algunos humanos tenían el derecho divino de gobernar sobre otros. Ninguno de ellos sabía cómo funcionaban las cosas realmente. En un esfuerzo inicial por organizar el tiempo entre ellos, inventaron una nueva forma de considerarlo. Empezaron a intercambiar tiempo por bienes de consumo. Llamaron trabajo
a esta nueva forma de interactuar con los demás. Poco después, se dieron cuenta de que podían darse cosas a cambio de otras. Podían comerciar entre ellos. Tres cabras por una vaca, por ejemplo. También podían especializarse en diferentes habilidades y ayudarse mutuamente intercambiando favores. De este modo, podían contar con que su vecino hiciera su parte y permitir que la sociedad se formara y creciera. Un corte de pelo podía intercambiarse por una tarde cuidando niños, por ejemplo. Poco después, alguien señaló que no hay una manera fácil de dividir una vaca en tres partes. Al menos no si se pretende mantenerla viva durante el proceso. Además, nadie (excepto quizás los monjes) quería medio corte de pelo.
Esta falta de divisibilidad en la mayoría de los bienes y servicios planteaba un problema, sobre todo para los que solo disponían de una cabra o una vaca. Por lo tanto, los humanos tuvieron que inventar una forma de saber qué pertenecía a quién. Ya fueran vacas o cabras, cortes de pelo, ollas o lanzas. Así surgió el libro de contabilidad. Un libro de contabilidad es un libro o colección de cuentas en el que los humanos registran transacciones. Los hallazgos históricos señalan que los libros de contabilidad son el primer tipo de escritos con números que los humanos produjeron. Estos libros de contabilidad permitían a las sociedades primitivas saber quién poseía qué y a quién se debía qué. Los primeros libros de contabilidad conocidos son tablas pictográficas. Los mesopotámicos los utilizaban hace más de 5.000 años.
Otra cosa que los humanos inventaron para llevar la cuenta de la propiedad fue el token
. Comenzaron a intercambiar tokens, como conchas marinas o piedras preciosas, que representaban un valor determinado. Estos tokens eran un fenómeno muy local al principio. Con el paso del tiempo, las monedas forjadas de metales preciosos sustituyeron a estas primeras formas de dinero. Al principio, solo eran piezas de un metal concreto de un peso determinado. Muy pronto, el autoproclamado gobernante de una zona geográfica solía reclamar el derecho exclusivo a emitirlas. Por lo general, se trataba del mismo sociópata que, en su día, robó toda la tierra a tus antepasados. El rey.
Las monedas tenían muchas ventajas sobre otros medios de expresar valor. Proporcionaban un medio de cambio a la gente, y mantenían su valor bastante bien a lo largo del tiempo. Parecía que a la gente le gustaban los metales preciosos. Era fácil llevar la cuenta de ellos y de quién poseía qué en el pueblo. Además de esto, ofrecían una excelente unidad de cuenta para el emisor. Este sistema funcionó bastante bien durante bastante tiempo. Hasta que a alguien se le ocurrió la idea de recortar pequeños trozos del borde de las monedas para recuperar el metal precioso. Esto beneficiaba al que recortaba porque la moneda seguía manteniendo su valor a ojos de otras personas, y el que recortaba podía vender también el metal recuperado. Así, para él, cada moneda pasaba a valer un poco más. Este