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Centenario del Partido Comunista Chino: Ensayos en honor a Romer Cornejo
Centenario del Partido Comunista Chino: Ensayos en honor a Romer Cornejo
Centenario del Partido Comunista Chino: Ensayos en honor a Romer Cornejo
Libro electrónico691 páginas9 horas

Centenario del Partido Comunista Chino: Ensayos en honor a Romer Cornejo

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El Partido Comunista Chino (PCCh) es uno de los actores políticos más importantes de nuestro tiempo. Instituido el 23 de julio de 1921 con apenas poco más de medio centenar de personas, un siglo después registraba alrededor de 95 millones de integrantes, lo que lo convierte en el partido político más grande del mundo. El cumplimiento de cien años d
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 jul 2023
ISBN9786075645063
Centenario del Partido Comunista Chino: Ensayos en honor a Romer Cornejo

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    Centenario del Partido Comunista Chino - Eduardo José Antonio Tzili-Apango Cervera Jiménez

    INTRODUCCIÓN

    Eduardo Tzili-Apango*

    José Antonio Cervera**

    EL SIGNIFICADO DEL CENTENARIO DEL PARTIDO COMUNISTA CHINO

    Para quienes estudiamos China —sobre todo China contemporánea— es casi inevitable toparnos con el Partido Comunista Chino (PCCh). Si bien el partido ha estado presente en la vida mundial o el imaginario colectivo internacional desde 1949, año de fundación de la República Popular China (RPCh), el PCCh inició su existencia con su Primer Congreso Nacional el 23 de julio de 1921, a manera de herencia y reacción del movimiento del 4 de mayo de 1919. Se convocó a iniciativa de Chen Duxiu y Li Dazhao, con solo 52 integrantes,¹ en la concesión francesa de Shanghái y en el marco de la turbulenta época de los Señores de la Guerra (1916-1928).

    La primera constitución del partido definió como tarea básica de este organizar y educar a las masas trabajadoras para llevar a cabo la lucha de clases y la revolución socialista, con miras al establecimiento de la dictadura del proletariado, situación que determinó un carácter revolucionario y, por ende, antagónico con otros partidos representantes de otras clases sociales, como el Kuomintang (KMT) (Chen, 1983: 515). Por ello, el PCCh nació luchando contra otras organizaciones políticas chinas y enfrentando el escenario adverso que vivía el país en aquellos momentos.

    Para lidiar exitosamente con los retos que tuvo desde el principio, el PCCh implementó una férrea disciplina basada en la dialéctica ideología-organización (Schurmann, 1968: 18), cuyo primer componente se define como la manera de pensamiento característico de una organización, y cuyo segundo componente se puede entender como el instrumento racional conformado para la acción. De esta forma, la ideología del partido se formó a partir de las tesis marxistas-leninistas de la lucha de clases para eliminar el control imperialista y feudal de China —situación que fue la tarea a corto plazo bajo Chen Duxiu (1923-1927)—, mientras que la organización para materializar los fines ideológicos se concentró en el fortalecimiento de las bases populares de poder político entre el proletariado, el campesinado y los soldados (Chen, 1983: 517).

    Como resultado del Primer Frente Unido (1924-1927), el PCCh se separó del KMT y pasó de tener 130 integrantes en 1922 a 60 000 en 1927, consolidando un ejército y un partido disciplinados, además del control territorial de varias áreas en China (Chen, 1983: 526). Sin embargo, después de las violentas purgas de comunistas en Changsha, Guangzhou y Shanghái en 1927, el partido enfrentó tiempos difíciles, reduciendo sus integrantes a 10 000 para finales de ese año, y salvándose solo por la fortaleza de la ideología diseminada en todos los órganos del Partido (Chen, 1986: 169).

    Parte fundamental de dicha ideología, surgida a finales de la década de 1920 e inicios de 1930, fue la llamada línea de masas (群众路线 qunzhong luxian) y el apoyo organizacional en el campesinado. En aquellos momentos, Mao Zedong, como arquitecto principal de esta ideología, empezaba a figurar ya como un líder importante del PCCh, contrarrestando la influencia de los llamados 28 bolcheviques.² Aunado a esto, en 1931 se había fundado el Soviet de Jiangxi-Fujian, intentona del ejercicio de gobierno del PCCh, establecido precisamente por Mao Zedong. Otro personaje que adquirió preeminencia en este proceso —incluso más que Mao— fue Zhou Enlai, quien se puso al frente del partido después de iniciada la Larga Marcha en 1934, y de la Conferencia de Zunyi en 1935.

    Sería al finalizar la Larga Marcha en 1935, con la reorganización del Partido en el norte de China, cuando Mao expondría la teoría de las contradicciones (矛盾论 maodun lun), la cual habría de convertirse en la principal ideología para la organización del PCCh. Cabe recordar que la teoría de las contradicciones es considerada como la sinización del pensamiento marxista-leninista, o la adecuación de la teoría occidental a las características chinas (Xu, 2015). Esto es muy importante, ya que caracterizaría la conformación de China como potencia mundial. Ochenta años después de haber sido publicada, la teoría de las contradicciones de Mao Zedong se sigue estudiando en China, particularmente en el PCCh (Tian, 2019; Wei, 2019; Xing, 2008; Xu, 2015).

    El significado del centenario del Partido Comunista Chino —según lo anterior— bien podría radicar en su continuidad ideológica y organizacional. Por un lado, su ideología, que inició con el pensamiento de Mao Zedong y que se ha ido refinando con posteriores aportaciones de otros grandes líderes chinos,³ ha fortalecido la capacidad de acción del partido y lo ha ido adecuando a nuevos tiempos y nuevas coyunturas. Por otro lado, su organización ha mantenido un sentido y una acción con base en la continuidad ideológica, situación que le ha permitido conducirse en la realidad política china y en la internacional; además de dar paso al aprendizaje de dicha realidad para formular otros tipos de pensamiento acordes a las coyunturas.

    Es de sobra conocido el extraordinario desarrollo que China ha experimentado en las últimas décadas, y en cuyo centro operacional se ubica precisamente el PCCh. En consecuencia, el centenario del partido adquiere especial relevancia, no solo para los estudiosos de China, sino para quienes estudian cualquier campo de las ciencias sociales, pues la ideología política, las políticas económicas, la relación con las minorías étnicas, el disciplinamiento de la sociedad, la formación de la comunidad imaginada que implica China como Estado-nación, han sido todos procesos sociales en los que el partido ha estado siempre presente. Si asumimos que el siglo XXI será el siglo del Pacífico, y que China será un actor protagonista, entonces es correcto pensar que el estudio del Partido Comunista Chino es una prioridad para comprender mejor tanto a China como a la realidad contemporánea.

    Esta breve introducción sobre el significado del centenario del PCCh se ha enfocado en el análisis de sus primeros años. ¿Cómo se puede estudiar este tema tan importante para entender la realidad contemporánea? En principio parecería que la mayor parte de los documentos están en idioma chino. También hay una enorme cantidad de información en inglés. Pero, para los que usamos la lengua española como idioma principal de comunicación y queremos saber acerca del PCCh en el poder, tenemos la enorme suerte de contar con la obra de Romer Cornejo.

    EL SIGNIFICADO DE LAS CONTRIBUCIONES DE ROMER CORNEJO

    La presente obra colectiva tiene dos objetivos primordiales. El primero es contribuir al estudio del Partido Comunista Chino a cien años de su existencia. El segundo, más importante, es ofrecer un homenaje a Romer Cornejo, quien ha posibilitado el conocimiento sobre la historia y la importancia del PCCh en el mundo hispano. En este libro participamos varias personas que fuimos estudiantes o colaboradores del profesor Cornejo.

    Romer Cornejo estudió la licenciatura en Historia y Ciencias sociales en el Instituto Universitario Pedagógico de Caracas, y posteriormente la maestría en Estudios de Asia y África del Norte con especialidad en China en el Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México, con la tesis La construcción del socialismo en China 1949-1969. En ese mismo centro obtuvo una plaza permanente como profesor-investigador, ha desarrollado la mayor parte de su trabajo académico y ha formado a generaciones de estudiantes especialistas en China.

    La extensa contribución del profesor Cornejo al conocimiento sobre China es variada, pero fundamentalmente se concentra en el estudio del sistema político chino y en la relación entre China y América Latina, especialmente los vínculos sino-mexicanos. Ha realizado también extensos análisis sobre la economía, la historia y la sociedad de China y Taiwán.

    Es posible afirmar que el significado de las contribuciones del profesor Cornejo se basa en el análisis crítico y empírico de China, trascendiendo las visiones —usualmente occidentales— maniqueas sobre el país asiático. Se trata de estudiar China desde la misma China. Esto ha permitido fomentar la idea del país asiático como actor complejo, y la conciencia sobre los claroscuros en sus procesos internacionales, políticos y sociales. Quienes han sido estudiantes del profesor Cornejo seguramente recordarán su preocupación por reflexionar sobre los discursos políticos de los líderes del PCCh, sobre los documentos y políticas del gobierno chino, sobre los datos económicos de China y sobre la materialización de las acciones del Estado chino en el plano internacional, más allá de leer los argumentos de otros autores en torno a algún fenómeno de interés académico en esta línea. Esto podría parecer un quehacer obvio en el análisis serio de los fenómenos sociales, pero lo más difícil de proponer interpretaciones y ofrecer argumentos sobre la realidad social, y en este caso sobre China, es la formación de un criterio crítico propio, cuestión que el profesor Cornejo se ha preocupado por sembrar.

    Regresando al tema del Partido Comunista Chino, cabe destacar que el profesor Cornejo ha subrayado la utilidad de analizar la autodefinición de las élites políticas chinas sobre su propio papel en el país asiático y en el mundo, situación que, a su vez, define la identidad del PCCh. De este modo, el sistema político chino se caracteriza por su carácter reivindicativo (Cornejo, 2014), es decir, como un sistema cuya raison d’être tiene el objetivo existencial de retomar la riqueza y el poder perdidos durante el siglo de la humillación (1839-1949), y en general recuperar la antigua gloria de China. Ello ha permitido el uso del miedo político por parte del Partido Comunista —sobre todo en los primeros años de existencia de la República Popular China— para afianzamiento de su autoridad política (Cornejo, 2012), ya que la construcción del nuevo Estado se basó en la identificación de amenazas —reales o imaginarias— que podrían perjudicar los logros alcanzados por la revolución, los cuales tendieron a beneficiar a la sociedad china en comparación con el estado social anterior, sobre todo en lo concerniente al reparto de tierras y al desmantelamiento de la sociedad patriarcal tradicional. Por último, el sistema político chino se ha caracterizado también por un constante proceso de institucionalización y apoyo en el Estado de derecho, que lejos de provocar una democratización al estilo occidental, en realidad legitima el autoritarismo del Partido Comunista Chino, pues mantiene la hegemonía política del PCCh como una constante inalterable (Cornejo, 2008).

    EL CONTENIDO DE ESTE LIBRO

    El capítulo inaugural de esta obra, del pensamiento de otro gran estudioso de China, Xulio Ríos, se concentra precisamente en analizar lo que él denomina La metamorfosis del comunismo en China. En este tenor, el autor identifica continuidades y conflictos en la trayectoria histórica del PCCh, a saber, la idea de redención de la nación, la búsqueda de desarrollo y bienestar, la insistencia de la búsqueda de un camino propio para tales fines, las tensiones entre la primacía de la ideología frente a las necesidades económicas, el estilo de dirección y liderazgo del partido, las contradicciones entre defensa del igualitarismo y su minimización.

    Los capítulos dos y tres se basan en traducciones de cuentos chinos que ofrecen una valiosa contextualización histórica y social de China bajo el dominio del PCCh. El primero, de José Antonio Cervera, se apoya en el cuento Mi abuelo el cristiano, de Zheng Xiaolü, que narra la historia de Liu Hongfu, quien experimenta los rápidos acontecimientos de la historia de China desde la época de los Señores de la Guerra hasta la época de la Reforma y la Apertura. La vorágine de cambios hace caer al personaje en tal problema existencial que llega a convertirse al cristianismo, distanciándose así de la sociedad en que vive. El cuento sirve como justificación para dar un panorama general de la historia de China en el último siglo. El siguiente capítulo, de Liljana Arsovska, es la traducción del cuento La temática del invierno de Wang Meng —autor que, por cierto, también ha sido objeto de reflexión del profesor Cornejo (1986)—. En dicho cuento se explora el viraje desde la discusión de un tema trivial —los beneficios de bañarse en las noches o en mañanas—, a la controversia sobre un tema fundamental, las formas de proceder ante la Reforma y la Apertura. Este cuento es una segunda y más acabada versión de la traducción elaborada también por Arsovska (2013), publicada también en Arsovska (2018).

    El cuarto capítulo, de Víctor Elías Miranda, se enfoca en analizar el papel del PCCh frente a dos crisis: la guerra civil contra los nacionalistas —que en un momento dado supuso un riesgo de extinción del propio partido— y la Covid-19. En cuanto al primer episodio, el autor asevera que el PCCh fomentó la idea de que era el único capaz de enfrentar las crisis a las que llevaron los nacionalistas y los japoneses, pues esto permitió la movilización de las masas, la consolidación del liderazgo de Mao Zedong y la continuación del camino revolucionario. En cuanto al segundo episodio, el autor expone de qué manera se ha conducido el partido para lidiar con las repercusiones negativas de la Covid-19, sobre todo en el ámbito internacional, al fomentar la idea de que China es un país respetuoso de las instituciones internacionales.

    El quinto capítulo, de Germán A. Patiño Orozco, se enfoca en el estudio de la gestión gubernamental en materia digital, que el autor adjetiva como multifacética, dinámica, compleja, discrecional y operativamente fraccionada. Para desarrollar su análisis, el autor describe la organización gubernamental sobre el espacio digital, expone la trayectoria histórica de la evolución de la estrategia digital del gobierno chino, y demuestra la manera en que dicha estrategia ha sido desafiada por la coyuntura y por algunos sectores sociales dentro de China. Patiño argumenta que, al final, el interés central del PCCh es procurar el control del contenido informativo para fines de estabilidad político-social y, sobre todo, de seguridad nacional.

    El sexto capítulo, de Raquel León de la Rosa, versa en torno al análisis del papel de la clase empresarial dentro de la estructura del Partido Comunista Chino. La autora argumenta que este sector ha desempeñado un papel fundamental, sobre todo después de la formulación de la Teoría de las Tres Representatividades de Jiang Zemin, en cuanto a legitimar la apertura económica de China, además de contribuir a la adaptación del país asiático a los procesos de globalización, al control del Estado-partido en las dinámicas económicas y a la internacionalización de las empresas paraestatales y privadas chinas.

    El séptimo capítulo, de Francisco J. Haro Navejas, trata sobre la búsqueda de mayor visibilidad y acceso al poder político de la mujer en China. El autor argumenta que, a pesar de la revolución en el país asiático, el PCCh ha formado un sistema vertical patriarcal que ha inhibido el fortalecimiento de la presencia política de las mujeres, ello a raíz de particulares interpretaciones de la historia y de la asignación de papeles a los integrantes del partido. Haro Navejas se apoya en los conceptos de masculinismo y rectificación de los nombres para consolidar su análisis.

    El octavo capítulo, de Itzel Martínez Ruiz, se concentra en explicar la importancia de Hong Kong para el Partido Comunista Chino, misma que, en palabras de la autora, radica en que la región administrativa especial es un elemento esencial para el continente debido a que la estructura de su sistema económico y político garantizan buena parte del acceso que China necesita a los mercados internacionales y funge como una región con un inmenso significado estratégico. La autora identifica varias fases de involucramiento del PCCh en la isla a lo largo de los cien años de existencia del partido, caracterizando, el final del texto, la importancia de los levantamientos populares en Hong Kong en los últimos años para el partido.

    El noveno capítulo, de Eduardo Oviedo, se enfoca en explicar las acciones externas de China, en el contexto de las tensiones sino-estadounidenses, a partir de las experiencias históricas de las políticas exteriores de Bismarck, Guillermo II y Richelieu. En este sentido, el autor ofrece una tipología con base en dichas experiencias: política exterior conservadora, revisionista parcial, revisionista total y antisistémica, argumentando que las acciones internacionales del PCCh tienden a presentar similitudes con algunos de estos tipos de política exterior.

    El décimo capítulo, de Priscila Magaña-Huerta, versa sobre el análisis de los principios de la política exterior china, el confucianismo y el excepcionalismo del país asiático, ello con miras a establecer la relación entre estos elementos que, a juicio de la autora, da origen al poder suave de China como política de Estado. De esta forma, Magaña-Huerta advierte que comprender cómo se establece esa relación permitiría formular explicaciones que conciernen a las características y condiciones específicas de China y de su política exterior.

    En el siguiente capítulo, Eduardo Tzili-Apango ofrece lo que él denomina como un texto introductorio para el estudio del Departamento de Enlace Internacional del Partido Comunista Chino. El autor argumenta que en habla hispana no existe ningún análisis sobre este órgano del partido, el cual ha estado sumamente presente en importantes procesos internacionales que involucran a la República Popular China. En consecuencia, Tzili-Apango brinda una revisión de la literatura existente sobre el tema —toda en inglés—, para después analizar la historia de ese órgano a partir del estudio del papel de sus directores, y finalizar con un análisis sobre el papel del Departamento de Enlace Internacional bajo el régimen de Xi Jinping.

    La relación entre la República Popular China y las comunidades de migrantes de los llamados chinos de ultramar es el tema del décimo segundo capítulo, de Mónica Cinco Basurto. La autora elabora un análisis de la trayectoria histórica de la relación entre la RPCh y las diásporas chinas hasta llegar a la integración de la Oficina de los Asuntos de los Chinos de Ultramar del Consejo de Estado al Departamento del Trabajo del Frente Unido, dependencia administrada directamente por el Comité Central del PCCh. Cinco Basurto reflexiona primero sobre el concepto de diáspora y la terminología oficial con la que el Estado chino se refiere a las comunidades de chinos de ultramar. Después, la autora se concentra en el análisis histórico, hasta la Reforma y la Apertura, para continuar con el análisis de la relación contemporánea.

    En el décimo tercer capítulo, Michelle Calderón García examina los métodos de propaganda política en la campaña Resistir la agresión estadounidense, ayudar a Corea. La autora revisa la experiencia del Partido Comunista Chino en la movilización de las masas, las características del trabajo ideológico y los motivos estéticos para la búsqueda de apoyo popular. Para lo anterior, Calderón García hace referencia a carteles, eslóganes y publicaciones periódicas aparecidas en el Diario del Pueblo durante la Guerra de Corea (1950-1953).

    Fernando O. Hernández Sánchez brinda un estudio sobre los vínculos entre la República Popular China y el Sureste Asiático durante la Guerra Fría en el capítulo décimo cuarto. El autor identifica dos tendencias generales en las relaciones. La primera se caracteriza por el distanciamiento y la sospecha, en parte por las diferencias ideológicas entre China y los países de Asia Sudoriental, y en parte por la política de contención estadounidense que estableció un cerco ideológico en esa parte del mundo. La segunda tendencia se caracteriza por el acercamiento y el establecimiento de mecanismos de cooperación, situación que se ha fortalecido en las últimas décadas.

    Milton Reyes Herrera, autor del décimo quinto capítulo de este libro, propone un acercamiento a las relaciones entre China y Sudamérica por medio de la descripción e interpretación de la mediación del PCCh en torno a dichas relaciones. El autor se concentra en dos temas: el desarrollo de los vínculos con pares político-institucionales —partidos políticos— y la conexión con organismos regionales y subregionales sudamericanos. Reyes Herrera considera que los intercambios partido-partido, en las relaciones China-Sudamérica han desempeñado un papel fundamental en la promoción de las relaciones birregionales.

    Andrés Raggio analiza la historia de las diferentes relaciones entre China y Uruguay desde la fundación de la República Popular China hasta el 2020 en el capítulo décimo séptimo. El autor identifica cinco etapas en dichas relaciones, al tiempo que busca categorizar la periodización. Raggio brinda un capítulo con base en el estudio de documentos oficiales, consulta de fuentes secundarias y entrevistas en profundidad, resaltando la dificultad de obtener información oficial antes del establecimiento de las relaciones diplomáticas. En el capítulo décimo octavo se presentan algunas obras publicadas por el profesor Romer Cornejo.

    Este esfuerzo colectivo por comprender mejor el trayecto de cien años de existencia del Partido Comunista Chino es un resultado directo de la influencia del profesor Cornejo. Como ya se mencionó, las y los autores hemos colaborado de una u otra forma con él, y en ese proceso hemos aprendido mucho sobre China a partir de su método crítico y empírico. No nos queda más que agradecer sus enseñanzas, esperando que este libro sea una de las principales herencias intelectuales del profesor Cornejo al conocimiento del sistema político de China contemporánea.

    REFERENCIAS

    Arsovska, Liljana (2013). Vidas. Cuentos de China contemporánea. México: Centro de Estudios de Asia y África/ El Colegio de México.

    ________ (2018). La temática del invierno. Letras de Chile, 16 de mayo; en: <https://www.letrasdechile.cl/home/index.php/cuentos/516-la-tematica-del-invierno.html>.

    Chen, Jerome (1983). The Communist Movement to 1927. En The Cambridge History of China, vol. 12: Republican China 1912-1929, parte 1, editado por John K. Fairbank, pp. 505-526. Cambridge: Cambridge University Press.

    ________ (1986). The Communist Movement 1927-1937. En The Cambridge History of China, vol. 13: Republican China 1912-1929, parte 2, editado por John K. Fairbank y Albert Feuerwerker, pp. 168-229. Cambridge: Cambridge University Press.

    Constitution of the Communist Party of China (2017). China. org., 24 de octubre; en: <http://www.china.org.cn/20171105-001.pdf>.

    Cornejo, Romer (1986). Nuevas perspectivas para la literatura china. Estudios de Asia y África, XXI (4): 673-677.

    ________ (2008). El sistema político en la encrucijada. Las perspectivas del cambio. En China. Radiografía de una potencia en ascenso, coordinado por Romer Cornejo, pp. 207-270. México: Centro de Estudios de Asia y África/ El Colegio de México.

    ________ (2012). El Partido Comunista en el poder. Una revisión de los primeros años. En China. Estudios y ensayos en honor a Flora Botton Beja, coordinado por Romer Cornejo, pp. 163-204. México: Centro de Estudios de Asia y África/ El Colegio de México.

    ________ (2014). El sistema político de China: algunas reflexiones sobre su naturaleza y perspectivas. Jiexi Zhongguo. Análisis y pensamiento iberoamericano sobre China, 11: 4-10.

    Lee, Ming T. (1968). The Founders of the Chinese Communist Party: A Study in Revolutionaries. Civilisations, 18 (1): 113-127.

    Schurmann, Franz (1968). Ideology and Organization in Communist China. Berkeley y Los Ángeles: University of California Press.

    Tian Chenshan (2019). Mao Zedong, Sinization of Marxism, and Traditional Chinese Thought Culture. Asian Studies, 7 (1): 13-37.

    Wei Mi (2019). Mao Zedong’s Theory of Social Contradiction and the Socialist Construction of China in the New Era. Conferencia en Proceedings of the 2nd International Conference on Contemporary Education, Social Sciences and Ecological Studies (CESSES, 2019). Atlantis Press. Doi.org/10.2991/ cesses-19.2019.224.

    Xing Bensi (2008). 读懂《实践论》和《矛盾论》 [Comprendiendo Sobre la práctica y Sobre las contradicciones]. China Executive Leadership Academy Yan’an, 3 de marzo; en: <http://www.celay.org.cn/info/1037/1765.htm>.

    Xu Quanxing (2015). On Practice and On Contradiction: The Inspiration behind the Sinicization of Marxist Philosophy. Social Sciences in China, 36 (2): 48-68. Doi.org/10.1080/ 02529203.2014.968347.


    * Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco.

    ** Centro de Estudios de Asia y África, El Colegio de México.

    ¹ Existen varias interpretaciones sobre cuántos miembros fundadores existieron, yendo de 50 a 57 personas. Para un excelente estudio sobre los perfiles de los miembros fundadores, véase Lee (1968).

    ² Cabe recordar que los 28 bolcheviques fue un grupo que estudió en la Universidad Sun Yat-Sen de la Unión Soviética entre las décadas de 1920 y 1930. Entre sus miembros más prominentes estuvieron Wang Jiaxiang, primer director del Departamento de Enlace Internacional del PCCh, Yang Shangkun, presidente de la RPCh durante la década de 1980, Xu Yixin, quien trabajo en el Ministerio de Relaciones Exteriores hasta la década de 1990, y Wang Shengrong, por muchos años miembro del Ejército Rojo —primero— y del Ejército Popular de Liberación, fallecido a inicios del siglo XXI.

    ³ Teoría de Deng Xiaoping, Teoría de las tres representatividades de Jiang Zemin (véase el capítulo de León de la Rosa en este sentido), Teoría del enfoque científico de desarrollo de Hu Jintao y Pensamiento de Xi Jinping sobre socialismo con características chinas para una nueva era (Constitution of the Communist Party of China, 2017).

    LA METAMORFOSIS DEL COMUNISMO EN CHINA¹

    Xulio Ríos*

    INTRODUCCIÓN

    Cumplido su primer centenario, el Partido Comunista de China (PCCh) nos ofrece una trayectoria verdaderamente digna de análisis y estudio. Fundado en 1921, acumula más de 70 años en el ejercicio del poder en un país de magnitudes, en muchos sentidos, nada fáciles de gestionar. A pesar de haber sufrido crisis importantes y también de ser responsable de innegables desastres, siempre ha salido airoso de las más duras pruebas, como si para ello tuviera a su disposición un antídoto. Para algunos, esa capacidad de superación de las dificultades pudiera radicar en su resiliencia, su disposición a adaptarse y a evolucionar con los tiempos, aunque sin perder de vista sus referentes esenciales. Para otros, es fruto de un pragmatismo que todo lo sacrifica en aras de preservar su mayor vocación, mantenerse en el poder a toda costa y cueste lo que cueste, incluso al precio de desnaturalizar su propia identidad. Lo cierto es que la propia pervivencia del PCCh y sus mutaciones constituye un interesante tema de reflexión y los matices pueden llegar a ser de tal relevancia como los argumentos principales, ya nos refiramos al trazo grueso o al trazo fino.

    CONSTANTES Y CONFLICTOS

    Hay en la trayectoria del PCCh algunas constantes que a nadie escapan. Distinguiría, en primer lugar, la redención de la nación. El componente nacionalista es perfectamente reconocible como nervio estructural de la identidad del PCCh. En esencia, surge como expresión del antiimperialismo (también del antifeudalismo) y como alternativa orgánica para que China pueda alcanzar una vía de superación de la inexorable decadencia que la asoló a partir de mediados del siglo XIX. Esa identidad patriótica del PCCh, ab initio de definición programática internacionalista y proletaria, se traduce en la legítima aspiración a recuperar la significación de China en el concierto internacional y su reconocimiento como país grande, habilitándole, en consecuencia, espacios de relevancia y responsabilidad acordes con su estatus.

    En segundo lugar, la búsqueda del desarrollo y del bienestar. Desde su fundación, el PCCh es plenamente consciente de la inmensa situación de atraso de su país con respecto a las naciones más avanzadas del mundo. La superación de la pobreza y el logro de un bienestar elemental, lo que se conoce en el argot oriental como sociedad modestamente acomodada, forman parte de su vademécum de origen que se inscribe en una orientación fundacional de signo socialista.

    En tercer lugar, la insistencia en establecer un camino propio para alcanzar sus objetivos. Cierto es que la Internacional Comunista apoyó los primeros pasos del PCCh tras su fundación, influyendo de forma significativa en la conformación de su liderazgo y en sus decisiones políticas. No obstante, lo cierto es que desde el primer momento hubo otros enfoques y resistencias internas en gran medida capitalizadas por Mao Zedong, que a la postre, en la reunión de Zunyi (1935), acabó por imponer un liderazgo indispuesto para aceptar sin más las consignas elaboradas en el exterior y que el PCCh, como destacamento nacional del movimiento comunista internacional, debía aplicar casi sin rechistar (Gernet, 1991). La búsqueda de una vía original para desarrollar el país, construir el socialismo y llegar al comunismo ha influido de forma sustancial en la cristalización de diversas iniciativas políticas en el curso de la historia del PCCh.

    Por otra parte, en las diferentes etapas históricas del PCCh, han surgido motivos de conflicto que claramente han partido aguas entre unos y otros sectores o líneas. Por su trascendencia política y práctica, significaré cuatro elementos. En primer lugar, la importancia de la lucha de clases o, dicho de otra forma, el sempiterno debate sobre la cuestión de la primacía de la ideología o de la economía como eslabón principal para alentar el desarrollo del país y construir un país socialista. Todo el periodo maoísta ha estado condicionado por los altibajos de esa contienda interna. Las sucesivas campañas ideológicas y convulsiones interiores en los primeros lustros que siguieron a la fundación de la República Popular China han tenido por guía esencial y eje irrenunciable la creencia dominante de que el impulso de la lucha de clases facilitaría el aislamiento de los enemigos de la revolución y, por lo tanto, su desarrollo impetuoso y acelerado. La exacerbación de la lucha de clases, confundiendo amigos y aliados con enemigos, tuvo importantes costes para el PCCh y el país, y en buena medida explica la naturaleza antitética del denguismo cuando expresamente sitúa la construcción económica por encima de la ideología aun sin renunciar, ni mucho menos, a ella.

    Un segundo elemento tiene que ver con la construcción del partido y especialmente con el estilo de dirección y liderazgo. Es sabido que el desarrollo del maoísmo se construyó históricamente en torno a un creciente culto a la personalidad de quien simbolizó la Revolución china. El Gran Timonel, que condujo a la victoria a las huestes revolucionarias, con el paso de los lustros, fue cercenando la influencia de rivales e imponiendo, con el apoyo de aduladores, un poder personal que dañó severamente la institucionalidad orgánica del PCCh y sus principios de funcionamiento. La reacción a tal proceder que, tras su muerte, supuso el denguismo puso el énfasis en la recuperación de la normalidad, en la rehabilitación de los injustamente condenados, la institucionalización de un liderazgo colectivo, la disposición de reglas formales e informales para afrontar desde las jubilaciones a los procesos de sucesión y, en suma, el fortalecimiento de una vida partidaria seriamente aquejada por los vaivenes experimentados en el periodo precedente.

    Una tercera cuestión a considerar es la defensa y minimización del igualitarismo en lo social. Inseparable de la preeminencia ideológica en la vertebración del socialismo chino, la defensa del igualitarismo es una de las características del maoísmo, expresada tanto en la plasmación de alternativas como las comunas populares, o el temor obsesivo a promover procesos de enriquecimiento que pudieran derivar en la conformación de grupos sociales hostiles a la revolución. Por el contrario, el denguismo admitió, sin ambages, que en la etapa primaria de la construcción del socialismo se debía admitir que unos se enriquecieran antes que otros (al igual que unas regiones antes que otras), y fomentó la iniciativa individual y de abajo hacia arriba, sin perjuicio del arbitrio de mecanismos compensatorios y de solidaridad que contribuyeran a la prosperidad común (Deng, 1987). El denguismo desterró el igualitarismo, tanto como su praxis exacerbó a la postre las desigualdades. Al abrir la ventana, además del aire puro, también entran las moscas, decía Deng Xiaoping; no obstante, no llegó a calibrar la magnitud de los efectos indeseados, que tanto escandalizarían, como resultado de la aplicación de la fórmula primero eficacia, después justicia.

    Una última cuestión que pesó en el desarrollo histórico del PCCh es la relación con el partido padre. La ruptura del cordón umbilical es una cuestión que se resuelve en dos tiempos y que, como bien es sabido, pesó como una losa en el movimiento comunista internacional, especialmente en los años sesenta y setenta del pasado siglo. Como ya se dijo, el PCCh contó con el auxilio soviético en los primeros años de su existencia. El apoyo de la Internacional Comunista se tradujo en una influencia sustantiva en el rumbo político del partido, ya hablemos de las relaciones y la colaboración con el nacionalista Kuomintang o las propias tácticas revolucionarias, en especial la significación del mundo rural y urbano en la gestación de la revolución (Gernet, 1991). El liderazgo de Wang Ming personificó esa divergencia entre los adeptos a las tesis soviéticas frente a quienes insistían en partir de la propia realidad para hallar la vía adecuada y adaptada a las condiciones locales. En la decisiva reunión de Zunyi, en plena Larga Marcha tras la derrota de la República Soviética de Jiangxi, Mao logró aunar una voluntad mayoritaria en torno a su criterio. El vocablo soviético desapareció a partir de entonces de las proclamas revolucionarias que daban cuenta de los avances del PCCh. No obstante, a pesar de un breve paréntesis de esperanza, esos desencuentros entre el PCCh y el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) lastrarían su relación tras el triunfo de la revolución, manifiestos tras el XX Congreso del PCUS o a la vista de las exigencias militares de Nikita Jruschev a Mao. Y subsistirían incluso tras la última pendencia, con la pugna ideológica y por la influencia política en las luchas revolucionarias de muchos países del Tercer Mundo en varios continentes. Esta cuestión de la ruptura del cordón umbilical es de gran importancia en la trayectoria del PCCh, por cuanto incide en la determinación para explorar una senda propia (y subsiguientemente, de mayor acierto que la seguida por el social-imperialismo soviético), pero igualmente para rechazar cualquier forma de hegemonismo que tanto afectaría a la dimensión partidaria como estatal.

    Pese a los motivos de conflicto que establecieron bifurcaciones claras en la línea política del PCCh, es constatable también la existencia de una intersección amplia en el conjunto del sistema partidario a partir de la defensa de una serie relevante de posiciones comunes. Hasta ocho podríamos destacar.

    En primer lugar, la defensa del papel preeminente del PCCh. Erigido en clave estructural del sistema político, el PCCh cata-liza y moviliza los principales recursos del país. Es garante de la unidad y de la estabilidad. Como partido de gobierno, su presencia y nivel de ocupación social no admite parangón. Formado por una élite integrada por cuadros bien preparados, en la práctica su burocracia se conforma como un neomandarinato cuya promoción es deudora de la vieja meritocracia adobada ahora con juegos de influencia que sustancian los diferentes clanes con proyección en el liderazgo.

    El PCCh ha sobrevivido a importantes crisis, tanto internas (desde el Gran Salto Adelante o la Revolución Cultural a los sucesos de Tiananmen en 1989, por ejemplo) como internacionales (el desmoronamiento de la Unión Soviética y del socialismo real). Las claves de esa supervivencia son inseparables del propio éxito general del proceso auspiciado a partir de 1978, pero también desde 1949 a pesar de sus altibajos. Cualquier reforma política en China tiene como premisa básica su contribución al fortalecimiento del PCCh.

    En segundo lugar, en lo ideológico, el rechazo del liberalismo político. La diatriba contra la liberalización burguesa es compartida tanto por el maoísmo como por el denguismo y también por el xiísmo actual, los tres grandes estadios que conforman el devenir histórico del PCCh en este aspecto (Ríos, 2018). Quienes imaginaban que el denguismo, por apostar por una cierta liberalización económica, acabaría por ceder ante la influencia liberal occidental pasaron por alto la defensa numantina de los cuatro principios fundamentales (el camino socialista, la dictadura democrática popular, la dirección del Partido Comunista de China y el marxismo-leninismo y el pensamiento de Mao Zedong) en los que él insistió como complemento de las cuatro modernizaciones (industria, agricultura, defensa y ciencia y tecnología).

    En tercer lugar, la defensa del sistema estatal. Desde su proclamación en 1949, en la estructura institucional de la República Popular China no ha habido cambios relevantes a pesar de las grandes convulsiones y acusados bandazos que ha experimentado la política del país. Tanto el sistema de asambleas populares como el mecanismo de conferencia consultiva política con los ocho partidos democráticos y personalidades independientes, se ha mantenido indemne y con apenas matices que en ocasiones puntuales intentaban ir más allá de su función legitimadora sin al cabo conseguirlo.

    En cuarto lugar, la significación del Ejército Popular de Liberación (EPL) como continuación del que fuera brazo armado del PCCh, instando como mucho una profesionalización que no implique su nacionalización. El partido manda al fusil, decía Mao. El EPL sigue respondiendo a la matriz de su instancia fundadora, el PCCh, el único partido con proyección militante en sus filas, erigiéndose como un segmento de la estructura institucional estrechamente ligado y al servicio de las políticas del PCCh (una de las modificaciones más recientes en este aspecto afecta a la subordinación de la Policía Armada Popular, que ahora depende también del Comité Central del PCCh y no del Consejo de Estado).

    En lo económico, en quinto lugar, la defensa de la propiedad pública como vector esencial de un modelo de construcción económica que, si bien ha cosechado divergencias en relación con categorías como el mercado o la propiedad privada, incluso en cuanto a la significación de lo que es o no es propiedad pública o el sentido último de la propiedad social, tan determinante en los años noventa, siempre ha encontrado en la defensa de la propiedad pública como determinante una coincidencia neurálgica. La propiedad pública se configura, así como un auténtico brazo económico del PCCh que, a través de sus mecanismos organizativos internos, células de militantes y grupos dirigentes interviene en los más variados asuntos asegurándose su control y orientación (Ríos, 2007).

    En sexto lugar, la importancia otorgada al mundo rural. La realidad rural ha sido siempre un componente definitorio de China y clave de su estabilidad. No es extraño, por lo tanto, que año tras año el llamado Documento Nº 1 del PCCh se centre en una temática relacionada con el mundo rural. La población campesina ha sido el soporte (y otras veces la víctima) de la revolución. Sin la contribución de los campesinos, el maoísmo no habría existido. El impulso del denguismo irrumpió a finales de los setenta con las reformas en el campo, con el sistema de responsabilidad por contrato con base en la familia, que después se ampliaría al medio urbano y a todos los ámbitos.

    Recuérdese que Mao basó la implantación y expansión del PCCh en el establecimiento de una alianza sólida con los campesinos pobres, trazando las bases de una alternativa original —diferente a la soviética— al problema de la tierra. En China la tierra fue repartida pero no privatizada, sino cedida en usufructo a las familias. Con ese modelo logró asegurar la pequeña producción familiar sin por ello transformar la tierra en una mercancía y reforzar la soberanía alimentaria del país (Amin, 2013). Desde 2011, la población campesina es inferior a la población urbana por primera vez en la historia china. Aunque el proceso de urbanización en curso reduzca su significación numérica, el medio rural seguirá erigiéndose como un referente cualitativo sustancial, manteniendo una importancia muy superior a la existente en las economías desarrolladas de Occidente.

    En séptimo lugar, la concepción de las nacionalidades minoritarias tampoco ha experimentado variaciones significativas. China adoptó parcialmente el modelo soviético, instituyendo el reconocimiento de la autonomía (no la autodeterminación) de las nacionalidades y un elenco de medidas de discriminación positiva en forma de derechos y privilegios con respecto a la mayoría Han. A lo largo de las últimas décadas, gran parte de las 55 nacionalidades minoritarias han sido sinizadas, pero subsisten problemas graves con algunas como la tibetana o los uigures, principalmente. La política principal en este aspecto está revestida de un amplio consenso en torno al fomento del desarrollo y la eliminación de la pobreza, siguiendo un patrón similar al aplicado en las zonas Han, confiando en que esta evolución ayude a mitigar los problemas de naturaleza identitaria. No siempre ocurre así.

    Por último, la cuestión de Taiwán y la defensa de la reunificación. Tras la retrocesión de Hong Kong y la devolución de Macao, sigue pendiente de solución el problema de Taiwán. Tras los primeros años de tensiones armadas en el Estrecho, la política del PCCh, especialmente tras la normalización de relaciones con Estados Unidos (EE. UU.) durante el maoísmo, la apuesta por la vía pacífica se vio reforzada durante el denguismo. El PCCh nunca renunciará a Taiwán, un asunto que va más allá de la contienda entre el PCCh y el Kuomintang (KMT), o entre la República Popular China y la República de China. Se trata de cerrar viejas heridas y de restaurar la dignidad del país, de superar las huellas de un tiempo de debilidad que cercenó amplias franjas de su territorio. Beijing cedió Taiwán a Japón por el Tratado de Shimonoseki, que puso fin a la primera Guerra Sino-Japonesa. Desde entonces, salvo en el breve periodo entre 1945 y 1949 a instancias del KMT, su control efectivo de la isla fue inexistente. El paso del tiempo, lejos de eclipsar su importancia, la agranda, incidiendo en los peligros de estallido de un conflicto de grandes proporciones en caso de no hallarse una solución pacífica.

    EXPRESIONES DE EVOLUCIÓN

    La metamorfosis del PCCh se pone de manifiesto en la evolución experimentada en determinadas concepciones que afectan a elementos esenciales de la acción política y en otros ámbitos. A menudo se le acusa de dogmatismo, de incapacidad para evolucionar, etc., pero esto no es del todo cierto. Es el caso significativo, por ejemplo, de la apreciación de la cultura nacional. Los movimientos occidentalizadores de finales del siglo XIX señalaron a la cultura como uno de los factores explicativos de la decadencia patria. El movimiento comunista chino tanto abrazaba el marxismo o el leninismo como renegaba de los movimientos de inspiración civilizatoria propia. Durante el maoísmo, las campañas contra el confucianismo y las creencias y filosofías autóctonas fueron constantes, considerándolas como expresión de la vieja sociedad y que, por lo tanto, debían ser desterradas. Por el contrario, en el denguismo tardío, especialmente en el mandato de Hu Jintao, la reconciliación con la cultura tradicional fue una de las características más destacables, al igual que cierto resurgir religioso, con una mayor tolerancia a propósito de cultos cercanos como el taoísmo o el budismo.

    Las campañas contra Confucio fueron habituales en el maoísmo, pero téngase en cuenta que también la de Abajo con Confucio y sus hijos fue una de las consignas más populares durante el Movimiento del 4 de Mayo. En la actualidad, sin embargo, los institutos Confucio son la punta de lanza del poder blando de China en todo el mundo.

    Ello es expresión de una evolución ideológica singular en la que cada generación es conminada a realizar aportaciones capaces de enriquecer el acervo común. La contraposición típica e intransigente de los primeros tiempos se fue alterando, abriendo camino a una configuración ideológica ecléctica en la que podemos encontrarnos no solo con el marxismo-leninismo, el pensamiento Mao Zedong, el socialismo con peculiaridades chinas, la triple representatividad o la concepción científica del desarrollo sino con el confucianismo o incluso, con mayor fuerza, en el xiísmo, atisbos de neolegismo. La reconciliación con el pensamiento y la cultura tradicional aporta al PCCh un segundo blindaje frente a la influencia del liberalismo occidental, acentuando la raíz singular de su proyecto nacional. El confucianismo aporta una columna vertebral adicional de inspiración moral que favorece el desarrollo de la ética y la responsabilidad personal conforme a cánones locales.

    En el orden político, también deben significarse algunas evoluciones. En primer lugar, frente a la fusión partido/Estado del maoísmo, en el nuevo tiempo abierto con la Reforma y la Apertura, el debate sobre la separación entre ambos fue una constante. Planteada con decisión durante el breve mandato de Zhao Ziyang, y formalmente en agenda en los lustros posteriores, los experimentos en tal sentido han sido cautelosos y limitados. Hoy día, en el xiísmo, dicho debate ha sido sustituido por la repartidirización del Estado, es decir, el proceso inverso, circunstancia que cabe asociar con lo delicado del tramo final que acerca a China a la culminación de su modernización.

    Igualmente, cabe referirse al debate en torno a la democracia (Cornejo, 2008). El maoísmo lo resolvió reiterando el compromiso con la democracia popular y la dictadura del proletariado sobre las clases rivales. En el denguismo podemos apreciar varias etapas: desde la ignorancia inicial en virtud de la existencia de otras prioridades, aunque relajando en la práctica procesos de signo descentralizador y democratizador, al temor de su instrumentalización para debilitar el poder del PCCh y la convicción final de que era necesario alargar la base democrática del PCCh, si bien con tiento. En tal sentido puede destacarse el vigor de los experimentos de democracia directa en el campo durante el mandato de Jiang Zemin, o de utilización del propio partido como base de una exploración democrática durante el mandato de Hu Jintao, quien además dio alas a prospecciones reforzadoras de esta orientación con la conceptualización de la democracia incremental, deliberativa o consultiva.

    Dichas evoluciones no trastocaron una percepción inicial que goza de un importante consenso: en China se aprecia especialmente el valor de la democracia en el ámbito local; no obstante, en una sociedad de sus dimensiones, cuanto más se evoluciona hacia arriba en la pirámide político-administrativa, más importancia se le otorga al mérito y a otras claves como expresión de la competencia y la mejor elección.

    En el xiísmo este debate parece haber retrocedido (Ríos, 2018). La proliferación de nociones de discusiones indebidas o de tabúes temáticos, así como la insistencia en la lealtad y la exaltación de la jerarquía envejecieron de repente la preocupación expresada durante el denguismo por dar pie a procesos de una mayor democratización excluyendo una adaptación mecánica de los modelos democráticos occidentales. No obstante, la democratización de la gestión política y social del país es una preocupación permanente. La apuesta del xiísmo consiste en una puesta al día de la fórmula maoísta de la línea de masas (descender hacia las masas, aprender de sus luchas y subir de nuevo a las cimas del poder). Puede sonar totalmente extemporáneo, pero si el PCCh persevera en el necesario vínculo entre el desarrollo económico y el progreso social, debe instrumentar mecanismos adaptados capaces de generar el consenso que reclaman los objetivos estratégicos señalados para el país. El riesgo de obviar este compromiso se traduce en dar pábulo a rígidas posiciones de defensa de los privilegios partidarios, conformando una organización política esclerotizada y transformada en una institución centrada en el reclutamiento de los responsables de la gestión pública y debilitando, por lo tanto, su capacidad de innovación y cambio. Todo lo contrario de lo que se desea.

    Esta observación podríamos extenderla a la cuestión de los derechos humanos. Durante el maoísmo, contraponiendo los derechos civiles y políticos a los económicos y sociales, el PCCh denunciaba su utilización en la lucha ideológica como instrumento de confrontación entre los países capitalistas y los de obediencia socialista. En el denguismo, aun manteniendo cierta continuidad discursiva se evitó confrontar directamente, una actitud que facilitaba el desarrollo de la inversión extranjera en el país, señalando la importancia de dar tiempo a que primero se efectivizaran los derechos económicos y sociales para abordar después el reconocimiento de los derechos individuales, tanto civiles como políticos. En el denguismo tardío, a esto se dio una vuelta de tuerca sumándose el PCCh al discurso que niega la validez universal de los derechos humanos que Occidente proclama con voluntad mesiánica, ahondando en la excepcionalidad de los valores asiáticos que también deberían ser tenidos en cuenta. El elemento civilizatorio, de profunda base en el continente, acudió en auxilio del PCCh para oponer no ya el tiempo sino un concepto intemporal a la insistente demanda de incorporación del mundo occidental. Esto

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