HISTORIADOR Y ESCRITOR
Si repasamos las relaciones entre la Unión Soviética y China, las dos mayores potencias comunistas de la historia, probablemente nos venga a la memoria la cita clásica: «Así como en el cielo no caben dos soles, en la tierra no caben Alejandro y Darío». Solo que Alejandro y Darío bien podrían ser Jrushchov y Mao, o Deng y Gorbachov, o Pekín y Moscú.
LOS TRATADOS DESIGUALES
Para tratar de entender las tensiones que enfrentaron durante buena parte de la segunda mitad del siglo xx a la URSS y a la República Popular China debemos remontarnos a mediados del siglo xix. La dinastía Qing, que gobernó el país desde mediados del siglo xvii hasta 1912, se vio obligada a firmar una serie de tratados con las potencias occidentales en los que les entregó la soberanía de amplios territorios, sumado a otras muchas cesiones comerciales y políticas, en un momento de máxima debilidad política, económica y militar. Los tratados «desiguales» de Kulja (1851), de Aigún (1858), la convención de Pekín de 1860 y los tratados de San Petersburgo (1881) y Li-Lobanov (1896)