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El Mundo De Billiam: Un Viaje La Ex Unión Soviética Se Transforma También En Un Viaje Fantástico Por La Revolución De La Conciencia Y La Conciencia De La Revolución
El Mundo De Billiam: Un Viaje La Ex Unión Soviética Se Transforma También En Un Viaje Fantástico Por La Revolución De La Conciencia Y La Conciencia De La Revolución
El Mundo De Billiam: Un Viaje La Ex Unión Soviética Se Transforma También En Un Viaje Fantástico Por La Revolución De La Conciencia Y La Conciencia De La Revolución
Libro electrónico581 páginas8 horas

El Mundo De Billiam: Un Viaje La Ex Unión Soviética Se Transforma También En Un Viaje Fantástico Por La Revolución De La Conciencia Y La Conciencia De La Revolución

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Es la vivencia de un joven cautivado por el romanticismo de la Revolucin Sandinista que acababa de triunfar en Nicaragua en 1979 y exiga que sus futuros cuadros se prepararan tcnica y profesionalmente para poder defenderla de los enemigos que la acechaban. Es as como emprende un viaje a la antigua Unin Sovitica con el objetivo de estudiar y prepararse pero ese viaje coincide con los grandes acontecimientos que cambiaron el mundo fue el fin de un siglo de grandes convulsiones y el inicio de un nuevo siglo de grandes esperanzas para la humanidad. La cada de la Unin Sovitica no fue casualidad y en este relato a travs de un cuento ameno de las experiencias vividas como estudiante se van desentraando los problemas que conllevaron a su desintegracin. En ese entonces el mundo estaba polarizado en dos grandes corrientes ideolgicas cuyos mximos exponentes eran la Unin Sovitica y los Estados Unidos, y todas las relaciones internacionales estaban tensionadas por la guerra fra que se genero despus de terminada la Segunda Guerra Mundial y era auspiciada por estas potencias. El termino de capitalismo y comunismo fue muy generalizado y satanizado tanto que en la mayora de las guerras regionales y conflictos entre pases salan a relucir los estigmas que evocaban a cruzadas libertarias en defensa del comunismo por un lado o en defensa del capitalismo por el otro, sin que los pueblos tuvieran la libertad y oportunidad de saber a ciencia cierta que significaba una cosa y la otra, hasta que el mundo cambio, se acabo la guerra fra y comenz una nueva era. En el mundo de Billiam, este joven nos lleva por el fascinante mundo de la historia donde va desentraando las verdades ocultas del sistema socialista de la Ex Unin Sovitica y mostrndonos el candor, humildad y verdadero corazn del pueblo multitnico sovitico, de los rusos, ucranianos, moldavos, bielorrusos, siberianos, etc.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento2 ago 2013
ISBN9781463362546
El Mundo De Billiam: Un Viaje La Ex Unión Soviética Se Transforma También En Un Viaje Fantástico Por La Revolución De La Conciencia Y La Conciencia De La Revolución
Autor

William Pavón López

William Alberto Pavón López, nacido en la ciudad de Managua , Nicaragua, el 5 de Octubre de 1963. Sus padres Arnoldo Pavón Sánchez y su mama Odili López Barberena. Fue educado en colegios religiosos, su primaria la curso en el colegio Don Bosco de la congregación Salesiana y la secundaria en el Colegio Centro América de la orden Jesuita en Managua. Después de terminar la secundaria viaja a la Ex Unión Soviética en el año 1983 para estudiar ingeniería eléctrica matriculándose en el Instituto de Aviación Civil de Kiev (KIIGA), capital de la Republica de Ucrania, donde logra terminar sus estudios y regresa a Nicaragua en el año 1990. Ya en Nicaragua trabajo para la Fuerza Aérea en el área de mantenimiento eléctrico y laboratorio de instrumentación y equipos automáticos de aviones y helicópteros durante un tiempo y después pasa a trabajar a la Universidad Nacional de Ingeniería de Nicaragua como profesor en el área de Ingeniería Eléctrica. Logra desempeñar varios cargos entre ellos el de Decano de la facultad de Electrotecnia y computación desde 1994 a 1998. Su pasión por la docencia hizo que combinara la práctica profesional y consultorías con la docencia e investigación, participando en organizaciones de profesionales y en eventos internacionales. Ha recibido cursos de actualización profesional en México, Suecia y España entre otros, ha trabajado en proyectos de Subestaciones Eléctricas, Centrales Eléctricas, Líneas de Transmisión y Sistemas de Distribución. Actualmente se desempeña como consultor.

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    El Mundo De Billiam - William Pavón López

    Copyright © 2013 por William Pavón López.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2013913245

    ISBN:            Tapa Dura                     978-1-4633-6256-0

             Tapa Blanda                   978-1-4633-6255-3

                         Libro Electrónico            978-1-4633-6254-6

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Fecha de revisión: 26/07/2013

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    ventas@palibrio.com

    488315

    Contents

    Capítulo I       VIAJE A UN PAÍS DESCONOCIDO

    REMEMBRANZAS DE UN VIAJE

    EL DESTINO FINAL

    LA PREPARATORIA

    HACIENDO AMIGOS

    EL PRIMER DÍA DE CLASES

    EL APRENDIZAJE DEL IDIOMA

    Capítulo II       PRIMEROS AÑOS

    INGRESO A LA UNIVERSIDAD

    LAS CLASES EN LA U

    LA VIDA EN LA CIUDAD

    EL MUSEO DE LA GUERRA PATRIA

    MIS AMIGOS CUBANOS

    LAS BRIGADAS DE SOLIDARIDAD ESTUDIANTILES

    Capítulo III       CHERNOBYL

    LA SOMBRA DE LO INESPERADO SE APROXIMA

    EL ACCIDENTE EN LA UNIDAD 4

    LA PRUEBA FATAL

    RESULTADOS LETALES

    EFECTOS CONTRA LA SALUD

    CASO CURIOSO

    Capítulo IV       AFGANISTÁN

    El SERVICIO MILITAR

    MI AMIGO AFGANO

    UN POCO DE HISTORIA AFGANA

    ESTADO DE LA ECONOMIA

    LA ENTRADA DEL EJÉRCITO SOVIÉTICO EN AFGANISTÁN

    EL FIN DE LA REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DE AFGANISTÁN

    LA INJUSTICIA DE LAS INJUSTICIAS

    Capítulo V       EL COMUNISMO

    MI PROFESORA DE COMUNISMO

    EL COMUNISMO CIENTIFICO

    LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

    NECESIDAD DE UN NUEVO ORDEN SOCIAL

    EL CARÁCTER DE LA REVOLUCIÓN

    ADAM SMITH Y LA RIQUEZA DE LAS NACIONES

    MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA

    EL MARXISMO

    EL LENINISMO

    EL LIBERALISMO

    DIFERENTES PENSAMIENTOS, DIFERENTES DOCTRINAS

    Capítulo VI       LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

    LA VIDA SIGUE IGUAL

    LA INVASIÓN A LA UNIÓN SOVIÉTICA

    LA BATALLA POR SMOLENSK

    EL SITIO A LENINGRADO

    LA DEFENSA DE MOSCÚ

    Capítulo VII       LA DERROTA DE LA ALEMANIA NAZI

    LA CONTRAOFENSIVA

    LA LIBERACIÓN DE UCRANIA

    LA LIBERACIÓN DE BIELORRUSIA

    LA TOMA DE BERLÍN

    LA CAPITULACIÓN DE ALEMANIA

    Marshal Zhukov (1896 – 1974)

    Capítulo VIII       EL TOTALITARISMO Y LA DEMOCRACIA

    LA NIEBLA EN LA NOCHE

    EL CENTRALISMO DEMOCRÁTICO

    LA REVOLUCION SOCIALISTA DE OCTUBRE DE 1917

    TROTSKY, EL PRÓXIMO LÍDER

    LA COLECTIVIZACIÓN DE LA AGRICULTURA

    LA PLANIFICACIÓN DE LA ECONOMÍA

    LA POLÍTICA DEL TERROR DE STALIN

    LA NKVD O POLICÍA POLÍTICA

    Capítulo IX       LA PERSECUSION

    LA SITUACIÓN SE ESTABA PONIENDO DIFÍCIL

    LA LEY SECA

    LAS CLASES DE COMUNISMO CIENTÍFICO Y LA PERESTROIKA

    LA PERSECUSIÓN DE LAS VOCES DEL PUEBLO

    BORIS PASTERNIAK Y EL DR. ZHIVGO

    SOLZHENITSYN Y EL ARCHIPIELAGO GULAG

    ANDREI SAJAROV Y LA BOMBA DE HIDROGENO

    Capítulo X       LA EVOLUCIÓN

    LOS CENTROS DE ESTUDIOS

    LA LANCHA VOLTEADA A ORILLAS DEL DNIÉPER

    LOS HÉROES DE LA REVOLUCIÓN

    DOS MUNDOS

    LOS TRABAJOS PARA SOBREVIVIR

    LA NUEVA FAMILIA

    LOS ESPÍAS NOS ACECHAN

    LOS TRABAJOS EN LA ESTACION DE TRENES

    EL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA

    Capítulo XI       LA PERESTROIKA

    EL PREÁMBULO DE UNA CAÍDA ANUNCIADA

    MIJAIL GORBACHOV

    EL COMPLOT CONTRA NIKITA KRUSHOV

    LA ERA DEL ESTANCAMIENTO

    LA PERESTROIKA

    LA GLASNOST

    LA CAÍDA DEL COMUNISMO EN LOS PAÍSES DEL ESTE

    LA DESINTEGRACION DE LA URSS

    EL NUEVO ORDEN INTERNACIONAL

    Capítulo XII       EL RETORNO AL CONTINENTE

    LLEGANDO A LA META FINAL

    DE VUELTA A LA HISTORIA

    LA LUCHA DE SANDINO

    LA REVOLUCION SANDINISTA

    LA CONTRARREVOLUCION

    LOS ACUERDOS CON LA CONTRARREVOLUCIÓN

    LA GRAN LECCION

    ADIÓS AMIGOS, ESTO SE ACABÓ

    Capítulo I

    VIAJE A UN PAÍS DESCONOCIDO

    REMEMBRANZAS DE UN VIAJE

    Hace muchos años, cuando en Nicaragua triunfó la revolución que derrocó a la dictadura somocista, viajé a la Unión Soviética, donde hice mis estudios superiores. Más de cincuenta mil personas murieron en las ciudades bombardeadas por la aviación y en los combates del pueblo alzado en armas, hasta lograr el triunfo revolucionario que trastocó los cimientos de la sociedad. El país quedó devastado, y pese a tanto dolor y destrucción, la población se organizó y con alegría y entusiasmo participaba en las innumerables tareas que demandaba la reconstrucción. Era triste recordar a tantos amigos y conocidos que cayeron en la lucha, con quienes compartimos alegrías, sueños, e ilusiones, y que nunca disfrutarían la libertad conquistada. En su memoria, los muchachos de entonces sentíamos la obligación moral de defender lo que tantas miles de vidas había costado.

    La revolución que llevó al pueblo al poder, necesitaba numerosos técnicos y especialistas, comprometidos con las causas sociales, para sacar a Nicaragua del atraso y la pobreza a que durante cincuenta años la sometió la dictadura. Con esa finalidad, el gobierno sandinista envió a miles de jóvenes a otros países, a estudiar carreras profesionales en todas las áreas del conocimiento Las tareas eran inmensas y los jóvenes nos integrábamos a ellas con gran entusiasmo, porque sabíamos que vivíamos un acontecimiento histórico, y no queríamos perder la oportunidad de ayudar a nuestra Patria. Además, teníamos sed de conocimientos y una inmensa disposición para aportar lo mejor de nosotros, incluso emular el nivel de sacrificio de quienes dieron sus preciosas vidas sin pedir nada a cambio.

    Esos pensamientos me absorbían cuando esperaba el avión en el aeropuerto de Managua, recién bautizado Augusto C. Sandino, nombre del héroe nacional que entre 1927 y 1934 combatió la intervención norteamericana en Nicaragua hasta ser asesinado por Anastasio Somoza García, el fundador de la dictadura. Mi mama estaba triste y apesarada, porque su hijo se marchaba por muchos años, pero al mismo tiempo estaba contenta, porque yo tenía la oportunidad de estudiar en el exterior, y coronar una carrera, que por nuestras condiciones económicas era casi imposible realizar. No quería pensar en la idea de que no podría ver a mis padres durante seis años, tiempo que durarían los estudios, además, para no arrepentirme a última hora de emprender el viaje que tantas sorpresas me podía deparar. Sabía que en esos seis años podía ocurrir cualquier cosa, incluso no volverlos a ver. ¡No sé por qué razón las despedidas son tan tristes!

    El avión de la línea soviética AEROFLOT despegó del aeropuerto a la hora indicada, y en el momento que alzó vuelo una lágrima brotó de mis pupilas, como dando el ultimo adiós, con todo el amor y la ternura que sentía por mis padres y hermanos. Primero volamos a La Habana, Cuba, donde hicimos escala por dos horas. Yo llevaba puesta una camisa ligera, típica de nuestro pueblo, tipo guayabera, que me había obsequiado mi madre, comprada en Masaya, la cuna de las artesanías, que usualmente se usan en países tropicales como el nuestro. Este tipo de ropa me sirvió mucho en Cuba, porque cuando llegamos a La Habana había un calor de los mil diablos, tanto, que al bajarnos del avión creí que me desmayaría, y al caminar por la pista sentía que se me derretían las suelas de los zapatos.

    Luego salimos de La Habana, y proseguimos nuestro viaje rumbo a Shannon, Irlanda. Durante el vuelo todos, jóvenes eufóricos, cantábamos canciones revolucionarias, la mayoría de los pasajeros éramos estudiantes nicaragüenses que íbamos a Moscú. El avión remontó el vuelo desplazándose silenciosamente entre las nubes y dejando una estela blanca en el cielo delatando su paso; desde lo alto miraba el océano inmenso y a veces se perdía la vista cuando atravesábamos las nubes inmensas. El cruce del océano lo sentí una eternidad. Era maravilloso saber que estaba a miles de metros de altura, sorprendido y maravillado por constatar las maravillas de la tecnología que hacían que el hombre fuera capaz de volar. Sentí perder la noción del tiempo, y una que otra vez me encontré sumido en los pensamientos, recordando a mi familia, a los seres queridos, a los amigos, a todos los que conocía e incluso hacía memoria de los que no tuve la oportunidad de conocer, pero que sabía que eran nuevos vecinos en el barrio, en la universidad, en todos lados, porque ahora me parecía interesante recordar esos rostros, esas expresiones, esas miradas familiares llenas de vida y alegría. Todo me parecía una eternidad, me sentía extasiado de tener esa experiencia maravillosa de viajar por primera vez en un avión, y sobre todo, realizar un viaje cruzando el Atlántico.

    Estaba en mis cavilaciones cuando por la ventanilla divisé el aeropuerto de Shannon al cual nos aproximábamos. Era un paisaje muy bonito que sólo lo había visto en películas, verdor por todos lados, era una inmensa estepa verde llena de pequeños lagos y canales, no miré árboles, pero sí todo era verdor y niebla. Eso me decía que el lugar era frío.

    Viajamos a finales de agosto. Nunca imaginé que al llegar a Irlanda la temperatura estaría a 13 grados centígrados, lo suficiente como para congelarme, y en efecto, cuando descendimos y caminamos por los túneles que se acoplan al avión, sentí que el frío me mordió todos los huesos, la carne se me puso de gallina en un dos por tres, pero con mucho disimulo caminé como que no había pasado nada. Le sonreía a todo mundo y caminaba mas rápido moviendo las manos para no congelarme, hasta que llegué a las instalaciones del aeropuerto. Ya adentro recuperé la vida nuevamente, fue hasta ese momento que caí en la cuenta de que estaba en problemas porque no había empacado ningún abrigo.

    Recorrí por un buen rato las tiendas del aeropuerto, los duty free, vitrinas inmensas llenas de todo tipo de productos y artículos de lujo que nunca habían visto mis ojos, anteojos lindísimos, ropas, vinos, licores de todas las marcas del mundo, caramelos, chocolates, galletas, todo tan bonito lleno de colores y luces, era como haber llegado al paraíso o al cielo. Ese primer encuentro con el nuevo mundo me dejó sorprendido, yo había visitado lugares grandes de comercio en mi país donde se vendía de todo, tales como el Mercado Oriental en Managua, el mercado de Masaya, pero no me imaginaba que existiera algo así en la tierra, tan nítido.

    Partimos nuevamente, dejando atrás el aeropuerto de Shannon y ese mundo de ensueños que acababa de ver; ese primer encuentro con lo desconocido me había gustado y eso me despertaba más la curiosidad de lo que vendría después. Pensaba que si Rusia era como lo que había visto en Irlanda, pues ese era el sacrificio más lindo que haría en mi vida y estaba dispuesto a hacerlo de forma voluntaria y por el tiempo que fuera necesario.

    El viaje duró más o menos catorce horas de vuelo continuo, pero si le sumamos el tiempo de las escalas creo que en total fueron unas dieciocho horas. De Shannon volamos directo a Moscú, a ese mundo desconocido, que en mi país se estaba poniendo de moda hablar de él, de los rusos, del comunismo, y de muchas otras cosas que se decían de ese país, que durante muchos años, en el régimen de Somoza fue prohibido mencionarlo, y mucho menos hablar en público.

    Lo poco que recuerdo que se decía era que en Rusia convertían a los viejos en jabón; que a temprana edad le quitaban los niños a sus padres, para enviarlos a internados especiales de donde salían convertidos en robots; que los lavados de cerebro eran la especialidad de la casa; que todo mundo vivía en constante terror; que todos eran espías, y especialistas en todo tipo de armas. Sabía que durante la dictadura en Nicaragua era delito ser comunista; que fácilmente te acusaban de comunista y la guardia somocista te encarcelaba y torturaba, hasta obligarte a confesar algún delito inexistente, o que delataras a todos tus compañeros.

    Siempre me preguntaba porqué razón en el mundo había tanta maldad, porqué teníamos que vivir peleando los hombres contra los hombres, los países contra los países, y los hermanos contra los hermanos, y así de estarme cuestionando, porqué la historia de la humanidad se encuentra escrita con tanta sangre. En esos pensamientos estaba cuando me invadió un sueño profundo durante el vuelo, miré que me encontraba en un lugar desconocido, como en una habitación con una sola puerta, pero sin ventanas, y en una esquina estaba un hombre vestido todo de negro y con sombrero también negro, como el de los agentes secretos de las películas americanas, el tipo me miraba, yo también le miraba, pero por alguna razón ni el ni yo nos hablábamos, yo sabía que su mirada era interrogativa, como queriéndome preguntar algo, pero no se atrevía, al cabo de un instante sentí una sensación extraña, un escalofrío recorrió toda mi espina dorsal, me sentí paralizado, el terror me invadió y carcomió todas mis entrañas, el corazón me comenzó a latir apresuradamente y se apoderó de mí un presentimiento de que conocía a esa persona, y que el también me conocía, después de un momento al fin logró hablar y me dijo:

    - Cuando se abra esa puerta sólo uno de nosotros podrá pasar.

    Luego me desperté sobresaltado, y al abrir los ojos me di cuenta que continuaba en el avión, el ruido de las turbinas me lo confirmó y más me agradó ver a la aeromoza, que amablemente me preguntaba si deseaba comer algo. Ya estábamos cerca de llegar a Moscú. Aunque la pesadilla que tuve me mantuvo tenso un momento, logré tranquilizarme y no dejar que mis pensamientos me jugaran una mala pasada queriendo adivinar esa sentencia que me había dicho el misterioso hombre en el sueño.

    Pues bien llegamos al aeropuerto, el piloto de la nave nos comunicó en varios idiomas que habíamos arribado a la ciudad de Moscú, capital de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y que la temperatura alcanzaba los dieciocho grados centígrados; bien, pensé, un poco más caliente que en Shannon.

    Pasamos por migración y el oficial detrás del mostrador me preguntó muchas cosas después de ver mi pasaporte y lo único que pude responder era: –Da, da- que significa si y era la única palabra en ruso que había aprendido durante los cursos de idioma ruso que nos impartieron en Nicaragua antes de partir.

    No hubo tal bienvenida, ni fiesta de llegada, ni nada; nos fueron a alojar a unas residencias estudiantiles, que estaban vacías en no sé qué parte de Moscú. Me imagino que por ser tiempo de vacaciones no hallamos a nadie. Pasamos unos tres días en aquel sitio sin saber dónde estábamos ni adónde iríamos.

    Una tarde salí solo de las residencias estudiantiles y caminé por sus alrededores, para conocer un poco la ciudad. Logré llegar a una autopista impresionante, de seis carriles a cada lado y con pocos vehículos. En el centro, un gran bulevar, que se desplazaba a lo largo de la autopista lleno de árboles, con andenes y monumentos por todos lados, era como un parque en el centro de la pista. Ahora que recuerdo, los árboles eran de manzanas y estaban llenos de frutas, corté un par de manzanas hermosas de un color verde tierno y muy dulce. Después de caminar un buen rato por el bulevar me encontré un árbol lleno de frutos grandes, en principio creí que eran manzanas rojas, de un rojo encendido que llamaba mucho la atención. Esperé un momento a que nadie pasara por el lugar, para cortar unas cuantas de esas maravillosas frutas y probar qué tal eran, y me fui a sentar a una banca lejos de ahí, mire a mi alrededor que nadie estuviera cerca y mordí la primera fruta a toda prisa. Mi sorpresa fue muy grande, porque la supuesta manzana no era manzana ni nada parecido, un sabor amargo, como la hiel, colmó mi boca y garganta, y todo mi ser se llenó de un amargo que me cambió el color del rostro entre blanco, verde, celeste y morado. Después de un buen rato me recuperé de la sorpresa y del mal sabor, en principio sentí una profunda vergüenza de que alguien me hubiese visto cortando esas frutas y viéndome comerlas, por eso, en cuanto pude me alejé de ese lugar lo más pronto posible. Nunca supe qué tipo de frutas fueron esas, me imagino que han de haber sido de algún tipo de árbol ornamental y que sus frutos no eran comestibles, tal vez sólo sirven de adorno, o para atrapar incautos como yo.

    EL DESTINO FINAL

    Después de tres días en Moscú, nos reunieron para informarnos cuál era nuestro lugar de destino; nos dividieron en varios grupos, y aunque no supimos los criterios de selección, todo indicaba que el número de prsonas de cada grupo estaba en dependencia del cupo que disponían en las Escuelas Preparatorias de destino. Me tocó la dicha de compartir esa experiencia con un grupo de siete estudiantes nicas, a quienes nos informaron que teníamos la suerte de ir a cursar estudios preparatorios a la ciudad de Kiev, la capital de la República de Ucrania, una ciudad muy bella, al nivel de las mejores ciudades europeas, como París, Praga, o Bilbao.

    El viaje en tren fue interesante. Nos ubicaron en compartimientos para cuatro personas, con literas para cada uno y colchones muy suaves, pero lo que más me llamó la atención fue la blancura de las sábanas, de un blanco tan intenso como el papel, o las hostias de la misa dominical, que con el frío que se sentía en la calle te invitaban a acostarte inmediatamente y sumergirte en un profundo sueño, como recompensa del viaje agotador. El tren partió a eso de las nueve de la noche, y después de dejar las luces de Moscú, penetramos a una oscurana, tan negra y espesa que la podías cortar con tijeras. Conversamos un poco y nos hacíamos preguntas de cómo sería la ciudad a la cual nos dirigíamos, ¿sería grande o pequeña, o una gran ciudad parecida a Moscú, o un pueblo pequeño? Realmente estábamos muy mal orientados en cuanto a información se refería. Creo que después de un rato de deliberaciones para ver quién tenía la mejor imaginación de lo que nos esperaba, nos dormimos poco a poco, hasta que uno de nosotros se quedó hablando solo.

    A eso de las siete de la mañana pasó el camarero del vagón repartiéndonos té caliente, en unos vasos de cristal con una base metálica decorada, como soporte para que no se movieran de la mesa por los vaivenes del tren y no se cayeran y rompieran. El camarero nos dijo que nos preparáramos, que pronto llegaríamos, y eso nos levantó el ánimo, terminamos de prepararnos, y riéndonos de alegría nos empujábamos unos a otros.

    Después, con el tiempo, esos viajes me fueron tan familiares, que los recuerdo con nostalgia, pero en ese momento todo me resultaba sorprendente, de una experiencia tan acogedora e interesante. Ahora que era de día, se podía observar bien la campiña llena de cultivos por todos lados, no había sitio donde no estuviera sembrado, ya sea de cebada, trigo o centeno. De vez en cuando pasábamos por pequeños pueblos, muy parecidos entre sí, con una pequeña estación del tren en la cual se notaba gente esperando el primer tren o el tren lechero, como le llamábamos nosotros al tren que hacía paradas de pueblo en pueblo, recogiendo a la gente que por las mañanas se desplazaba a sus centros de trabajo en la ciudad, y por las tardes regresaba a sus casas en los caseríos. En esos momentos no me podía imaginar que esos lugares acogedores tenían historias tan dramáticas, como las que vivieron durante la segunda guerra mundial, cuando casi desaparecieron por completo esos caseríos, producto de esa encarnizada guerra en la que murieron millones de personas.

    ¿Cómo podía imaginar que esos lugares llenos de trigo en su momento fueron grandes campos de batalla, donde en vez de las ruedas de los tractores eran orugas de las máquinas de guerra que las trillaban? Cada lugar cuánta historia encierra, y qué tan desapercibido pasan a veces a nuestros ojos por los sitios que recorremos. ¡Cuánta historia guardan las vidas de los pueblos, y en todos los lugares siempre es igual: hermanos contra hermanos, unos contra otros, hombres contra hombres, con consignas diferentes, intereses diferentes, puntos de vista diferentes, y en nombre de la razón y el derecho, se pisotea la razón y los derechos de otros.

    Miraba el campo a través de la ventanilla del tren, a cuyo monótono desplazamiento y peculiar sonido te acostumbrás terriblemente después de cierto tiempo, hasta sentirlo parte de tu persona. Abstraído apreciaba cómo los árboles y las señalizaciones se perdían en la distancia, y en ese letargo volvieron a mi mente las escenas del sueño que tuve en el avión, las imágenes del cuarto donde estaba, y vi al hombre que me miraba y observaba la puerta, sin atreverse a salir ni a moverse, y sin saber porqué, yo tampoco intentaba ir hacia la puerta, o quizá parecía que no debía, o si debía no podía, no sé que sucedía, aunque algo en mi interior me decía que tenía que salir, que no podía quedarme encerrado, y tampoco sabía porqué estaba esa persona ahí, ni porqué tenía que salir por esa puerta. La imagen era muy intrigante. En determinado momento el cuarto y el tipo desaparecieron de mi mente, y me quedé pensando en la causa de ese sueño, en su significado, en lo que me quería decir. Me encogí de hombros y traté de pensar en otras cosas. Entonces, el lento avance del tren nos indicó que habíamos llegado a nuestro destino: Kiev.

    Kiev es una ciudad muy linda y acogedora, donde la belleza parece aflorar en todos sus rincones, llena de árboles, jardines, parques y áreas verdes; parecía sumergida en un bosque encantado, con monumentos que le daban un aspecto característico. Cuenta la leyenda que fue fundada por unos hermanos vikingos que llegaron navegando por el caudaloso río Dniéper, que baña la ciudad y la divide en dos, y sus más de cuatrocientos metros de ancho permiten la navegación comercial y turística por toda la región. La población, de origen caucásico, es alta, de pelo rubio y ojos azules, muy simpáticos, sobre todo las damas, muy lindas, que durante el verano visten sus trajes típicos y ropa ligera, y en invierno lucen impresionantes, con los abrigos que las protegen del inclemente frío.

    Nuestros guías en Moscú nos habían informado que al llegar a la imponente ciudad de Kiev nos esperarían en la estación de trenes, y luego nos llevarían a nuestro albergue, pero nada de eso ocurrió. Cuando el tren detuvo su marcha no nos atrevíamos a bajar, por miedo a perdernos entre la multitud que corría de un lugar a otro; unos, buscando cómo alcanzar los trenes que partían, otros, porque llegaban a su destino. En esa gigantesca estación a diario convergen miles de ciudadanos procedentes de todas las ciudades de Ucrania, y de países vecinos, de poblados de toda la república, y de gente que se desplaza a otras partes de la imponente Unión Soviética. Dentro de la estación encontramos cafeterías, enormes salas de espera, comercio, una estación de Metro, áreas de bodegas, centros de almacenamiento, restaurantes, etc., como una ciudad dentro de otra, un lugar que no duerme y mantiene su actividad durante toda la noche. Desde allí se puede viajar hasta Kamchatca, la ciudad más alejada de la Unión Soviética, ubicada a orillas del estrecho de Bering, que por el lado de Alaska separa a este país de los Estados Unidos.

    Cuánta gente desplazándose, y nosotros paralizados, con la boca abierta, viendo que ese mar de gente no terminaba; entonces decidimos bajar, cargamos nuestros equipajes y descendimos del tren, ese aire fresco que me dio en la cara aún no lo puedo olvidar; era una suave brisa helada que refrescó mi rostro, y que en vez de frío me dio una sensación de paz y tranquilidad.

    Esperamos un rato en la estación, lo suficiente para ver que el tren que nos había traído lo llevaban vacío a su estacionamiento, a esperar su próximo viaje. Caminamos un poco, y no encontramos a nadie que nos indicara qué hacer, por la sencilla razón que nadie nos esperaba. Nos mantuvimos unidos para no perdernos entre la multitud, y después de varias horas de espera -sin hablar ni una palabra de ruso, ucraniano, o inglés- decidimos tomar un taxi que nos llevara a la dirección que en Moscú nos habían escrito en ruso en una hoja de papel. Se la dimos al taxista, mostrándole los pocos rublos que nos habían entregado. Ni corto ni perezoso cogió el dinero y nos hizo señas para que subiéramos al auto y llevarnos a la dirección indicada. Fueron largos minutos de angustia e incertidumbre, pues no sabíamos adónde íbamos. Sin embargo, mientras él hacía su recorrido, yo iba maravillado viendo la ciudad inmensa, llena de edificios de muy bonita arquitectura, los parques con mucha gente tomando sol, caminando, o alimentando a las palomas, mientras nosotros recorríamos calles interminables, sin hablar, sólo mirándonos, esperando con gran paciencia llegar a nuestro destino.

    Por fin llegamos. Era el sitio indicado, pero por cosas que siempre pasan, nadie nos estaba esperando. A los anfitriones soviéticos se les complicó todo el asunto. Por ser época de vacaciones todos los sitios estaban vacíos y el personal disfrutaba sus merecidas vacaciones. Nos alojamos en el edificio de la Preparatoria, de la ciudadela estudiantil Lomonosova, a orillas de la calle Lomonosova, y enfrente de la estación de buses Lomonosova. Para nosotros fue un gran alivio llegar a la dirección esperada y encontrarnos a un panameño que nos dio la bienvenida y nos ayudó a colocarnos en la residencia estudiantil. Por fin había terminado la pesadilla del viaje, y era hora de acostumbrarnos a las sorpresas, pues como dije antes, en la vida no todo sale como uno quisiera, y es por eso que debemos de vivir siempre preparados para los cambios inesperados que nos depara el destino.

    LA PREPARATORIA

    Estábamos hospedados en un edificio grande, de cuatro plantas, que de extremo a extremo ocupaba una cuadra completa. Era bastante sencillo, de color crema, parecía un gran cajón sin matices arquitectónicos y con muchas ventanas; por lo visto fue construido en los años cincuenta, y para esta época se miraba bastante viejo, y no tenía muchas comodidades. Creo que fue diseñado después de la segunda guerra mundial. El primer piso contenía una entrada amplia en la cual había una estancia con muebles, en un extremo, un busto de Lenin, en el otro, una foto del gobernante de turno, Leonid Brezhnev. La foto era grande y estaba adornada de tal forma que más bien parecía el altar de algún santo. Unas cortinas hermosas de terciopelo adornaban las dos grandes ventanas, y enfrente la entrada, cuidada por una señora con cara de pocos amigos, de lentes oscuros y bastante gorda, que todo mundo llamaba Baxtiora. Al inicio pensé que ese era su nombre, pero después supe que baxtior, en ruso, significa portero.

    En el primer piso había una sala de conferencias, un cafetín estudiantil, habitaciones, una sala de estudios, y unos cuartos ocupados como bodega. Los pisos superiores eran destinados exclusivamente para habitaciones estudiantiles, y estaban compuestos por un largo corredor que daba de lado a lado, y en los extremos había grandes ventanales protegidos con verjas sencillas y corroídas. Recuerdo lo chistoso que me parecía ver esos corredores de los pisos, lleno de puertas en sus costados y entrando y saliendo por ellas muchos estudiantes de todas las nacionalidades: rusos, ucranianos, chinos, vietnamitas, coreanos, africanos, latinos, indios, afganos, etc., me daba la impresión de estar en la torre de Babel señalada por la Biblia.

    Los cuartos eran pequeños y no tenían baños, los baños para ducharse estaban en el sótano, y los retretes, en los extremos de los pasillos, un solo local que tenía varios compartimentos pequeños y que en ellos, en vez de inodoros o retretes, había una baldosa con un orificio en el centro, y a la par de cada orificio había un relieve con la forma de huella para los pies, y en un costado una cadena que colgaba para descargar el agua. Bastante extraño para nuestra cultura occidental, pero muy higiénicos desde el punto de vista práctico.

    Cada habitación tenía un radiador cerca de la ventana, que al inicio me llamó la atención, pues yo no sabía para qué se podía utilizar un radiador en las habitaciones, y claro, después me di cuenta que era para la calefacción. Había también otra cosa muy particular, muy interesante y es que cada cuarto tenía un radio de pared, que sintonizaba una única estación y durante todo el día sonaba música clásica, y como era de esperar, nosotros, los estudiantes latinos, la bautizamos Radio Tortura.

    Poco a poco fuimos llegando los nicaragüenses que poblamos aquel albergue ese año y nos fuimos conociendo uno a otro, más que por nuestro nombre de pila, fue por el sobrenombre o apodo con que nos bautizaban en ese lugar. Todos los nicaragüenses fuimos distribuidos en parejas, y si mal no recuerdo, en la primera habitación, comenzando desde el final del pasillo, se encontraba Pepito, que era un empedernido contador de chistes, con el Indio Julián, apodado así por sus características y rasgos indígenas bien pronunciados; luego el Play, bautizado asi por su manía de no parar de hablar, apelativo que le venía por la comparación del accionar de las grabadoras, que cuando le das play queda funcionando hasta que termina el cassette; con Enrique vivía Sergio Cara de Komnata, así le encajaron de cariño el resto de compatriotas, pues en ruso la palabra komnata significa habitación, y como Sergio, que era un muchacho muy aplicado, no salía de su habitación para nada por encontrarse estudiando, pues los compañeros le apodaron así. Todos con su apelativo cariñoso: Risitas, La Morsa, que vivía con Chibolón II; porque también teníamos a Chibolón I, compartiendo cuarto con Patricio; Patamushta, otro apelativo proveniente de otra palabra, que en ruso significa simplemente porque, por ser esa su palabra preferida en las clases de ruso. Patamushta compartía la habitación conmigo.

    Este primer año fue terrible.

    Todos los que llegamos ese año de 1983, y los que llegaron en los años anteriores a nosotros teníamos algo en común, y era nuestra participación, de una y otra forma en el derrocamiento de la dictadura, unos con mayor protagonismo que otros, pero siempre había un común denominador.

    Durante los años setenta, Nicaragua estuvo muy convulsionada y se dio a conocer a nivel internacional por la lucha del pueblo contra la dictadura de los Somoza, que llevaban más de 40 años en el poder. El último dictador fue Anastasio Somoza Debayle, quien tenía en sus manos todo el control político, económico y militar del país. La familia Somoza se mantuvo en el poder gracias a múltiples argucias, pactos, corrupción de los poderes del Estado y sometió al pueblo con las armas del ejército y la policía. En en esos tiempos en el país no existía oposición, porque todo el que se oponía era literalmente eliminado, y sus muertes quedaban en la impunidad. La familia Somoza llegó al poder a base de la traición y el asesinato de nuestro héroe nacional Augusto C. Sandino, y se apoderó del país por más de cuarenta largos años.

    Como dice el refrán popular: no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, igual ocurrió en Nicaragua. La corrupción, la represión, los crímenes y la ignominia, hastiaron al pueblo de tal forma que éste dijo basta y se levantó en armas, y sólo con su coraje y bravura triunfó sobe la dictadura. Los últimos acontecimientos de Nicaragua han sido objeto de estudio de muchos historiadores, que habían tratado de visualizarlos desde diferentes puntos de vista: desde el político-militar hasta el religioso, para tratar de dar respuestas a las tendencias del país, y determinar si las condiciones que existían eran las necesarias para iniciar una lucha armada o no, o si solo era suficiente con la presión internacional para hacer cambiar las cosas a lo interno del país. Todas esas discusiones todavía siguen en el tapete, pero de lo que estoy seguro es que no se podía seguir viviendo bajo el régimen somocista, la vida de la juventud no valía nada, los jóvenes por ser los mas activos opositores al régimen, eran los más perseguidos, las calles y plazas amanecían todos los días con cadáveres de muchos jóvenes asesinados a mansalva por la guardia nacional. Era bastante común ver a las madres y familiares de estos jóvenes llorar y clamar por justicia, una justicia que nunca iba a llegar.

    Las cosas se pusieron color de hormiga en el año 1979. Somoza estaba tan presionado por el pueblo que en su obsesión por el poder ordenó bombardear las ciudades de Estelí, Matagalpa, León, Masaya, y los barrios orientales de Managua. Hasta que llegó el 19 de julio de 1979, fecha en que se conquistó la libertad de Nicaragua, hecho histórico que costó miles de vidas, pero por fin Nicaragua era libre.

    Los jóvenes de entonces nos sentíamos orgullosos por lo que había ocurrido en nuestro país; estábamos llenos de muchas ilusiones y esperanzas, y teníamos mucha confianza en el futuro. Nos sentíamos protagonistas de esa historia en cuyos acontecimientos habíamos participado de una u otra forma.

    Por ejemplo, recuerdo muy bien los relatos que nos hacía Enrique, que era el mayor de todos nosotros, de cómo él se integró a la lucha. A la edad de once años servía de correo entre las casas de seguridad en el barrio Monseñor Lezcano de Managua; por su corta edad la guardia de Somoza no sospechaba de las actividades de este niño que siempre se encontraba jugando en las calles con el objetivo de vigilar los movimientos de la guardia o de los grupos paramilitares que operaban bajo el estilo de una mano blanca.

    En una ocasión, según nos contó, se le encomendó llevar una nota a una de las casas de seguridad ubicada por la iglesia de Monseñor Lezcano, y cuál fue su susto que cuando se aproxima a la casa ve un gentío en los alrededores, con una gran conmoción, la gente que no paraba de hablar y otros de llorar. Como pudo se metió entre la multitud y logró ver, en la entrada de la casa, a su hermana, muerta, con un balazo en la cabeza, sobre un gran manto de sangre que se había esparcido por el piso de la casa humilde.

    Nadie vio nada, y los pocos testigos daban versiones contradictorias: unos decían que el asesino huyó en un carro; otros, que salió corriendo con una pistola en la mano y dio la vuelta en la esquina; aquéllos, que se había suicidado la joven mujer y que dejaba dos niños en orfandad. En fin, la gente no paraba de hablar, y lo menos que pensaban era llamar a la policía. Enrique corrió desesperado a su casa para contarle a su madre lo que había sucedido, pero fue interceptado en el camino por su hermano mayor, quien le indicó que se subiera al vehículo, para alejarse del sitio lo más pronto posible. Desde ese momento comenzó una vida en clandestinidad, viviendo en diferentes barrios, tomando conciencia del tipo de lucha que se estaba llevando para derrocar a la dictadura, y aprendiendo a convivir con el peligro.

    Sergio, otro de mis compañeros, provenía de una familia de la ciudad de Estelí, al norte del país, tenía ciertos recursos económicos y su papa, además de ser muy querido entre los productores de la zona y era conocido por su activa participación cívica en contra de la dictadura de Somoza. Con el tiempo comenzó a apoyar a los guerrilleros que estaban en la montaña combatiendo a la guardia, a quienes proveía de alimentos y medicinas, y les servía de correo; su casa era utilizada en algunas ocasiones como casa de seguridad, y se mantenía siempre activo, participando en las calles con marchas de protesta y manifestaciones en contra del régimen.

    Las actividades del papa de Sergio fueron descubiertas, porque un tipo somocista que se decía su amigo, parece que por envidia o celos personales, lo denunció, le dijo a la guardia todo lo que sabía, la cosa es que lo puso en la mira de la guardia diciéndoles que había visto movimientos raros en la casa de Sergio y que constantemente entraba y salía gente desconocida, sospechosa y armados. La guardia, con el solo hecho de tener sospechas, ya lo consideraba hombre muerto. En 1978, apareció asesinado de varios balazos en todo el cuerpo. La muerte nunca fue esclarecida y la familia se vio asediada por una cantidad de paramilitares que les seguían a todos los lugares que acudían. Para terminar con esa persecución decidieron un día asilarse en la embajada de México, para regresar a Nicaragua después del derrocamiento de la dictadura.

    HACIENDO AMIGOS

    Serguiei Anatolevich era un joven que estaba estudiando periodismo en la Universidad Roja (la Universidad Estatal de Kiev), ya en los últimos años de la carrera. Como parte de la política de la universidad compartía la habitación con dos estudiantes extranjeros que éramos Nelson y yo, su servidor. Desde el primer día que se presentó y nos conocimos, hicimos muy buenas relaciones amistosas, y además nos ayudo mucho en la comprensión del idioma; muchas palabras populares que no conocíamos se las consultábamos a él, y siempre nos explicaba sus sentidos literales y el de la calle, y cómo se debían entender de acuerdo al contexto y significado que se le pudiera dar. La cosa es que estábamos bien asesorados para efectos del idioma.

    Serguei nos enseñó como usar el autobús para trasladarnos al centro de la ciudad; nos dijo que debíamos comprar unos boletos en los kioscos que por lo general se encontraban en todas las paradas de los autobuses; para nosotros era importante conocer el procedimiento ya que no entendíamos ni papa del idioma y no podíamos leer las direcciones, nos sentíamos más perdidos que perro en procesión, como popularmente se dice en nuestro pueblo. Por eso era importante conocer las paradas de los buses, cuál era la ruta que nos conducía al centro de la ciudad, y cuál nos llevaba de regreso; en qué estación nos debíamos bajar, y en fin, todo lo necesario para poder desplazarnos en la ciudad sin perdernos. También nos enseñó toda la ética de comportamiento dentro de las unidades de buses; de ceder el lugar a las personas mayores, ancianos y mujeres embarazadas, realmente que es muy bonito ver a un joven levantarse del asiento que ocupa, ceder el lugar y ayudarle a un anciano o persona mayor o discapacitada; este tipo de cultura es bueno inculcarla en los jóvenes desde las escuelas, porque es una actitud de respeto y consideración para las personas mayores, y mejora nuestra autoestima al ser útiles a los demás.

    Fue muy divertido aprender a desplazarse por la ciudad, conocer las estaciones del Metro, la forma de abordar los trenes, algo tan elemental que primero uno debe dejar bajar a los pasajeros y luego subir; pero era frecuente ver al inicio que nosotros no dejábamos bajar a la gente, y por temor a perder el tren, en cuanto se abrían las puertas corríamos como locos para abordarlo y en nuestra carrera chocábamos con todos los que tenían que bajar en ese momento, nos parecía que el tiempo que transcurría entre que se abría la puerta y nuevamente se cerraba, era demasiado corto, que las puertas eran muy peligrosas que podíamos perder una mano, un pie o la cabeza misma a la hora que se cerraran. En realidad, al principio me pareció una acción muy peligrosa y nos daba mucho temor.

    Habíamos estudiantes de todos los continentes, de países como: Zaire, Mozambique, Marruecos, Egipto, Angola, Sudán, Palestina, Arabia Saudita, España, Vietnam, Afganistán, Corea, India, Bangladesh, Colombia, Venezuela, Perú, Chile, Bolivia, Ecuador, Brasil, Argentina, Costa Rica, Guatemala, El Salvador, México, Cuba, Puerto Rico, Dominicana, y Jamaica.

    EL PRIMER DÍA DE CLASES

    Por fin llegó el día que teníamos que asistir a clases y para nosotros era un grandioso acontecimiento. Después de estar esperando tanto tiempo íbamos a tener nuestro primer encuentro con lo desconocido, era para nosotros como algo divino, como cuando uno va a la primera cita con la chica de sus sueños, bastante nerviosos y con una gran ansiedad por ver el desenlace final, si realmente nos comportábamos a la altura o si éramos dignos de encontrarnos con esa persona soñada, lo último que uno piensa en esos momentos es fallar y, sobre todo, actuar como se debe en el momento preciso. Tantas eran las cosas que se me vinieron a la cabeza, que basta decir que esa noche no pude dormir. Desde la noche anterior en todos los cuartos de los estudiantes se comentaba sobre el gran encuentro del día siguiente con los profesores; por fin los conoceríamos, después de escuchar tantas cosas de ellos de parte de los estudiantes que recién habían finalizado la prepa el año anterior, y de los demás estudiantes de años superiores: que la profesora tal era muy mala, que le gustaba hacer sufrir a los estudiantes a la hora de los exámenes; y que las pruebas eran orales, y uno tenía que decir las cosas al pie de la letra, si no uno salía mal en todo; que el profesor tal tenía mucha preferencia por ciertas nacionalidades; que a los nicas no los querían; otros, que los nicas eran los preferidos; que la comida en el comedor estudiantil era pésima; que te obligaban a memorizar consignas partidarias; que la religión era prohibida, que si uno tenía una creencia de algún tipo tenía que ocultarla porque de lo contrario era aplazado; que tenía uno que decir que el mejor país del mundo era la Unión Soviética; que el imperialismo yankee era el enemigo de la humanidad, etc.

    Bueno, la cabeza la tenía llena de tantas cosas, y lo único que se me quedaba era recordar un poco a mi familia y que gracias al esfuerzo de ellos yo estaba en el lugar que me correspondía en ese momento, así como también reconocía que muchos de mis amigos habían preferido ir a los frentes de guerra a defender la patria, y eso me atormentaba más, y me decía a mí mismo que no tenía que fallar, que fuera como fuera las cosas tenían que salir bien. En ese momento que estaba a punto de dormirme o que intentaba dormirme, tomé la foto de mi adorada novia, que se había quedado en Nicaragua, y la veía sonriendo, con

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