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Rastros y huellas en las fronteras de la psicoterapia sistémica: Tomo I - Rastros
Rastros y huellas en las fronteras de la psicoterapia sistémica: Tomo I - Rastros
Rastros y huellas en las fronteras de la psicoterapia sistémica: Tomo I - Rastros
Libro electrónico661 páginas46 horas

Rastros y huellas en las fronteras de la psicoterapia sistémica: Tomo I - Rastros

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Rastros y huellas en las fronteras de la psicoterapia sistémica es el fruto del trabajo clínico y formativo del autor. Esta obra está compuesta por la recopilación de las publicaciones que ha realizado entre los años 1996 y 2022.
Este primer volumen, subtitulado Rastros, refleja su activa participación en redes sociales, reuniendo los posts publicados en la web durante los últimos tres años. En estos posts se recogen lecturas, párrafos extractados, ideas y reflexiones en torno a muy diversos temas (masculinidad y paternidad, feminidad y maternidad, la pareja, ética y psicoterapia, educación y crianza, psicoterapia, diagnóstico y medicalización, entre otros). Estos Rastros nos permiten conocer cómo el autor entiende la psicoterapia y la intervención psicosocial, subrayando sus filias y fobias; pueden verse reflejadas sus preferencias, ya sea en torno al pensamiento filosófico, ético o epistemológico, ya sea en torno a la teoría o la praxis de la psicoterapia; sus enojos, su vehemente defensa de algunas posiciones o su justificado rechazo de otras. Es un espacio donde ha volcado sus reflexiones y profundizado en ellas, donde ha revisado sus opiniones y, por ende, ha buscado nuevos horizontes con los que orientar su trabajo futuro.
A pesar de definirse como psicoterapeuta sistémico; porque el marco sistémico-relacional es el lugar donde dice sentirse más cómodo, defiende que esta posición de comodidad conceptual no está reñida con su interés por transitar otros espacios, donde confluyen inevitablemente ideas diversas y planteamientos contradictorios. De ahí que manifieste que le gusta cultivar una posición liminar, habitar en zonas fronterizas, porque son los lugares donde se facilita el surgimiento y mantenimiento de posiciones críticas, antitéticas y desprejuiciadas. Son esas zonas de incertidumbre natural, que en algunos momentos le inquietaron, las que a la postre se convirtieron en el más fértil terreno donde cuestionar y romper concepciones y "verdades" establecidas. Dice el autor: "La ventaja de lo fronterizo consiste en hacernos vivir obligados a conciliar, confluir e integrar distintos criterios, distintas lenguas, diferentes concepciones del mundo. Lo fértil está inscrito en la obligada interconexión, en la inevitable integración de las diferencias".
Por esto, los Rastros a las que se refiere el título han surgido en las fronteras de la psicoterapia sistémica, en los límites conceptuales entre diferentes abordajes terapéuticos, entre lo sistémico y el psicoanálisis; presentes en muchos de sus textos. Nos permite habitar un espacio de confluencias entre lo social, lo filosófico, lo antropológico y lo psicológico, amplificando nuestro pensamiento y nuestra mirada, permitiéndonos abandonar terrenos caducos e invitándonos al riesgo de experimentar la incertidumbre natural que supone transitar espacios inciertos, para así pensarnos de otras formas, desde otros prismas, en ese terreno de nadie y de todos donde surgen nuevas posibilidades, otras visiones de lo que vivimos y de quienes somos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 may 2023
ISBN9788411810319
Rastros y huellas en las fronteras de la psicoterapia sistémica: Tomo I - Rastros

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    Rastros y huellas en las fronteras de la psicoterapia sistémica - Juan Miguel de Pablo Urban

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    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Juan Miguel de Pablo Urban

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1181-031-9

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    Agradecimientos:

    A Pilar Cabrera, por dar luz y sentido a la portada de este libro, autorizando el uso de su obra: ¿Más pastillas azules?

    A mis seguidores/as y amigos/as en redes sociales por alentarme a seguir escribiendo con sus likes, comentarios y cuestionamientos.

    A mis alumnas/os y pacientes por alumbrarme nuevos caminos.

    A Hans Sotelo Konnertz por su dedicada revisión del texto y por sus anotaciones para mejorarlo.

    A mi familia por soportar pacientemente mi actitud absorta y mis autoexilios.

    Prólogo general

    «La muerte absoluta (el no ser) es no ser oído,

    no ser reconocido, no ser recordado»

    (Bajtín, 1979/2011, p. 324)

    Rastros y huellas en las fronteras de la psicoterapia sistémica es el fruto de cuarenta años de trabajo clínico y formativo. Esta obra que presento está compuesta por la recopilación de las publicaciones que he venido realizando entre los años 1996 y 2022. De una parte, he recogido los artículos de temática clínica que he publicado a lo largo de este periodo, y que se encuentran desperdigados en diferentes revistas especializadas o en capítulos de obras colectivas. A este bloque, que conforma la segunda parte del libro, la he llamado Huellas.

    De otra parte, he querido reflejar mi participación en redes sociales, reuniendo los posts publicados en la web durante los últimos tres años —básicamente en Facebook, Instagram o en los blogs de la Editorial Letrame destinados a la difusión de los libros publicados—. En estos posts se recogen lecturas, párrafos extractados, ideas y reflexiones en torno a temas que me son especialmente queridos. A este bloque, que conforma la primera parte del libro, la he llamado Rastros.

    Por lo tanto, Rastros y Huellas hacen referencia a los dos tipos de señales, sin contar con los libros publicados, que permiten conocer la forma en que entiendo la psicoterapia y la intervención psicosocial, visualizar mi desarrollo profesional a lo largo de los años y, cómo no, subrayar las patentes filias y fobias con las que convivo. En este material pueden verse reflejadas mis preferencias, ya sea en torno al pensamiento filosófico, ético o epistemológico, ya sea en torno a la teoría y la praxis de la psicoterapia; mis enojos, mi vehemente defensa de algunas posiciones o mi justificado rechazo de otras. En estos momentos, cuando ya pasé la sesentena, quería permitirme un espacio donde poder volcar las reflexiones que me suscita mi recorrido profesional, revisar mis opiniones o posiciones y, a la postre, buscar nuevos horizontes con los que amueblar mi vida en los próximos años. El libro que tiene en sus manos es el resultado de ese proceso. Añadir que, aunque lo que escribimos siempre es un ejercicio autorreferente, creo puede ser de utilidad para el lector, en especial para quienes se dedican al bello oficio de la psicoterapia.

    Tras tantos viajes de ida y vuelta entre los diferentes enfoques y abordajes psicoterapéuticos, me defino al final como psicoterapeuta sistémico; porque el marco sistémico-relacional es el lugar, el traje, en el que me he llegado a sentir más cómodo. Quiero aclarar que esta posición de comodidad conceptual y técnica no está reñida con mi interés por transitar las zonas fronterizas, los espacios compartidos donde confluyen inevitablemente ideas diversas y planteamientos contradictorios.

    Me gusta cultivar la posición liminar —en su significado etimológico de fronterizo (del latín: limen, frontera)—, es decir, vivir en las zonas fronterizas, porque habitar estos espacios facilita el surgimiento y mantenimiento de posiciones críticas, antitéticas y desprejuiciadas. Son esas zonas de incertidumbre natural, las que en algunos momentos me inquietaron o angustiaron, las que a la postre fueron el más fértil terreno donde cuestionar y romper concepciones y «verdades» establecidas. La ventaja de lo fronterizo consiste en hacernos vivir obligados a conciliar, confluir e integrar distintos criterios, distintas lenguas, diferentes concepciones del mundo. Lo fértil está inscrito en la obligada interconexión, en la inevitable integración de las diferencias.

    Por esto, los Rastros y las Huellas a las que me refiero, las pistas que aparecen en este texto, han surgido en las fronteras de la psicoterapia sistémica, en los límites conceptuales entre diferentes enfoques o abordajes terapéuticos, entre lo sistémico y el psicoanálisis humanista o el psicoanálisis relacional; presentes en muchos de mis textos. Permitirnos habitar un espacio de confluencias entre lo social, lo filosófico, lo antropológico y lo psicológico, amplifica el pensamiento y la mirada, nos facilita abandonar terrenos caducos y arriesgarnos a las incertidumbres para pasar a pensarnos de otra forma, desde otros prismas.

    En ese terreno de nadie y de todos surgen otras posibilidades, otras visiones de lo que vivimos. De ahí que, como señalo en las introducciones de los dos volúmenes del libro, podrá comprobarse cómo es central, en mi modo de abordar los diferentes temas, una constante búsqueda de integración y de confluencia, una obsesiva necesidad de entendimiento y de colaboración entre las diferentes disciplinas, conceptos y técnicas de intervención.

    Rastros y huellas en las fronteras de la psicoterapia sistémica es, al final, fiel reflejo de un estilo personal, de mi propia historia, donde siempre he buscado el acercamiento entre las posiciones disímiles, donde he privilegiado la duda y el cuestionamiento ante las certezas sólidas.

    Puedo haber cometido muchos errores, puede que haya sido, en ocasiones, en exceso ingenuo; que haya sido vehemente en la expresión de algunas de mis convicciones, que haya creído estar en posesión de alguna verdad o, a lo sumo, en la creencia de tener claro el camino por el que debía transitar. Con el tiempo, todo puede ser más relativo, menos denso, más fácil.

    Espero que este texto pueda ser útil para el lector, que algo de lo que he escrito en estos años, permita una reflexión, un cuestionamiento, una duda… para que, en ese terreno fértil y angustioso de la incertidumbre, germinen otras ideas, otras palabras y otras miradas.

    En Cádiz, a 17 de enero de 2023.

    Introducción

    «… la única forma aceptable

    es excavar en uno mismo

    hasta encontrar el mapa»

    (Mario Benedetti, 1978-1979.

    Extracto tomado de Rastros, en Botella al Mar, p. 134).

    En el año 1981, paseando en Sevilla por librerías de segunda mano, tropecé con un librito de Ernesto Sábato titulado Apologías y rechazos.¹ Había leído con anterioridad otras obras del autor: El Túnel, Sobre héroes y tumbas y Abaddón el exterminador, pero, en este caso, me sorprendió no encontrarme con una novela sino con la recopilación de siete pequeños ensayos donde brillaba su pensamiento humanista sobre ética, política y educación, donde se podía observar el espíritu crítico y la lucidez de Sábato ante temas muy diversos. Aquel título había nacido fruto del empeño de algunos amigos del autor para que recogiera en un libro algunos de sus escritos, publicados y diseminados en diferentes medios y fechas.

    Salvando las distancias con quien esto escribe, la idea que dio razón al libro de Sábato supuso una invitación a pensar este texto, el que ahora tiene entre sus manos, en los mismos términos. La fórmula consistiría en recoger todos los rastros posibles de mi participación y colaboración en redes sociales (básicamente Facebook e Instagram, así como en los blogs de las páginas web de mis publicaciones) así como en los medios de comunicación (prensa y radio) en los últimos años. Me permito, pues, tomar prestada la idea del insigne autor argentino para dar forma y fondo a este texto.

    Es preciso reseñar que, habitualmente, mis posts en redes sociales suelen ser el eco directo de mis lecturas y de mis reflexiones; enfados, entusiasmos, acuerdos, filias y fobias. Al final, tomando la voz de Sábato, de mis apologías y de mis rechazos. Para dar un cierto orden a los textos y pensamientos vertidos en las redes y otros medios, he procurado agruparlos en torno a una serie de ejes temáticos, porque inevitablemente estas filias y fobias de las que hablo, se repiten constantemente, reflejan mis intereses en la vida y en el trabajo, en la elección de determinados párrafos en mis lecturas, en las temáticas centrales de los artículos y libros que he venido publicando. Cada uno de esos temas, de estos rastros agrupados, que pueden encontrarse en la web, han conformado un capítulo en este libro, aunque existen evidentes convergencias e interconexiones entre ellos. He buscado poner orden y organizar el material de forma que, al lector, le resulte más cómodo, fácil y entendible. De ahí que el subtítulo que presenta esta primera parte del libro sea Rastros (Recopilación de posts 2020-2022).

    Soy consciente de que el resultado final es voluntariamente polifónico, porque intento apoyarme y expresarme a través de otras voces, de las palabras de otros autores y autoras, palabras que me incitan a la reflexión, al cuestionamiento y a una praxis crítica sobre el pensamiento y sobre los hechos que acontecen. Escuchar esas diversas y múltiples voces me permite, tras tomarlas prestadas, construir un producto final y presentarlas ante los lectores, debidamente matizadas, analizadas o interrelacionadas. Quiero ser sincero, solo recojo lo que me interesa, me inquieta, me llama la atención o sustenta mis ideas y mi forma de entender o de acercarme a los fenómenos que observo.

    A modo de ejemplo, comienzo reflejando una de estas publicaciones, pertinente con lo que vengo comentando en esta introducción. La fórmula que usaré en todo el libro consistirá en poner un pequeño título junto a la fecha en que el post fue publicado, seguido del texto en cuestión. Después me permito realizar un análisis o reflexión más pormenorizado, reflejando aquellos comentarios que el tema suscite. A modo de ejemplo:

    Sobre lo que pienso y escribo (20/01/2022)

    Cuando pienso y escribo sobre cuestiones que me interesan, y vuelco las conclusiones en mis artículos, en mis libros o en los posts que voy desgranando en las redes sociales (como este mismo); tengo presente que el resultado de esas reflexiones es un producto primordialmente polifónico (Bajtín, 1979). ²

    Nunca sé cuánto de lo que emerge desde mí, en estos procesos reflexivos, es realmente mío, es fruto de mis lecturas, de imágenes antiguas, de la conversación con mis colegas profesionales, mis pacientes o mis amigos, de la participación de mis alumnos/as en formación.

    Con el tiempo descubrimos que somos trozos de historias, prestadas o regaladas por otros que son rearmadas de nuevo en un bucle eterno. La aparente o deseada originalidad de nuestras producciones queda desarbolada y, sorpresivamente, vamos a encontrar «nuestras» palabras o ideas en los lugares más insospechados, en labios desconocidos, en tiempos pretéritos.

    La polifonía hay que asumirla y respetarla, porque existe como el espacio social y vital desde donde nos nutrimos y desde donde construimos ideas e imágenes.

    Nuestra labor consiste simplemente en colocar la mirada desde el enésimo ángulo, supuestamente novedoso para nosotros, aunque probablemente viejo para muchos otros.

    En cualquier caso, persistiendo en mi confesión, he de aclarar que no soy consciente ni tengo garantías de cuál va a ser el resultado de este proceso. Ruego al lector que me acompañe sin prejuicios, aprenderemos juntos de esta experiencia que nació, en parte, tras mi último periodo vital de bulimia lectora. Me explico, suelo leer con fruición y esta afición devoradora, que me acompaña por épocas y de forma cíclica, es la causante de un exceso recopilatorio de notas y comentarios. Lo cíclico de este proceso tiene que ver con que, en contraste, durante otros periodos de mi vida puede no apetecerme leer absolutamente nada o mis lecturas solo se centran y focalizan en un autor determinado, en un tipo de narrativa o en un tema específico.

    Volviendo al texto que nos ocupa: cuando leo, suelo anotar aquellos párrafos o aquellas ideas que me interesan especialmente, que me inquietan o que me tocan emocionalmente con mayor intensidad. Este sistema de notas me resulta natural, es el que he venido utilizando en el trabajo previo a cada una de mis publicaciones, ya sea en forma de artículos técnicos en revistas especializadas ya sea en forma de libros.

    La diferencia ahora radica en que, algunos de estos párrafos seleccionados y de estas anotaciones, las comencé también a compartir y a comentar, en forma de posts, en las redes sociales y en los blogs de las webs de mis publicaciones en Editorial Letrame. Con el paso del tiempo, cuando el volumen y profusión de posts publicados ya era excesivo; y ante los comentarios de algunas personas interesadas en ellos, apareció la posibilidad de recopilarlos y darles forma en un único soporte. Al reunirlos y ordenarlos, para la elaboración de este libro, he descubierto cierta estructura, no consciente, que me habla de mí mismo y, a la par, confirma mi interés persistente por ciertos temas, así como mi rechazo visceral ante determinadas cuestiones. Volvemos a las filias y fobias, a las «apologías y rechazos». Desde el punto de vista formal, estos posts agrupados por temáticas, los he engarzado dándoles un orden discursivo a modo de exposición, aderezados de comentarios, reflexiones, ampliaciones y/o profundizaciones conformando un texto que desarrolla sus argumentos en torno a los diferentes temas de los que se trate en cada caso. Esta extraña miscelánea se descubre, a veces caótica, por el natural amasijo de ideas y comentarios de la que proviene; en otras ocasiones, sorpresivamente ordenada y organizada; en cualquier caso, siempre buscando que la línea discursiva ofrecida recorra las cuestiones que se abordan y permita una reflexión en el lector.

    Si supiera algo… (21/10/2020) ³

    «Si se supiera algo de lo que se va a escribir, antes de hacerlo, antes de escribir, nunca se escribiría. No valdría la pena.

    Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiésemos —solo lo sabemos después— antes, es la cuestión más peligrosa que podemos plantearnos. Pero también la más habitual.

    La escritura: la escritura llega como el viento, está desnuda, es la tinta, es lo escrito, y pasa como nada pasa en la vida, nada, excepto eso: la vida» (Marguerite Duras).

    Dicho esto, paso a describir los diferentes capítulos o líneas temáticas que han resultado de este análisis y organización de los posts publicados. Intentaré explicar el orden que he seguido y sus motivos, por si esto ayuda a la lectura y comprensión del texto.

    El primer capítulo hace referencia al tema de masculinidad y paternidad, intentando ampliar algunos aspectos que ya presenté en El ciclo de Andros: masculinidad, paternidad y psicoterapia (De Pablo, 2021) y en un artículo, publicado con posterioridad, titulado Dilemas de la masculinidad y la paternidad (De Pablo, 2022a). Es un capítulo amplio y profuso en aportaciones ya que, al ser el tema sobre el que he venido profundizando en los últimos tres años, me dediqué especialmente a las lecturas y reflexiones ligadas a los presupuestos formulados en el libro.

    El segundo capítulo, en justa correspondencia, está dedicado a la feminidad y la maternidad. Me propuse acercarme, de una forma similar a como lo hice con la masculinidad, a los dilemas de lo femenino en parte debido a que las personas asistentes a mis seminarios, tras conocer mis trabajos sobre masculinidad, así me lo solicitaban. La idea que subyace es: ¿cómo sería este ciclo de lo identitario de género en el ámbito de lo femenino?, o ¿en qué aspectos se pueden verificar diferencias o semejanzas entre los ciclos vitales de desarrollo entre ambos géneros/sexos? Este es el capítulo que tiene una mayor extensión en el libro porque, en la medida que fui profundizando, fueron apareciendo multitud de cuestiones que me inquietaron y me interesaron de forma especial.

    En el tercer capítulo, como resultado de la descripción de los posibles itinerarios de desarrollo más saludables presentados en los primeros capítulos, tanto en el ámbito de lo masculino como de lo femenino, vamos a centrarnos en los derechos de los hijos, pero desde una perspectiva algo diferente y novedosa, es decir, vamos a focalizar el tema intentando quebrantar algunas de las afirmaciones que suelen hacerse habitualmente y que representan clásicos ejemplos de buenas prácticas de crianza; aunque, en realidad, son el fiel reflejo de las presiones e imposiciones que provienen de los modelos hegemónicos dominantes en nuestra cultura (socioeconómicos, sociales, culturales, religiosos y de género).

    Derivado de las observaciones realizadas en lo que respecta al sexo/género en los primeros apartados, el cuarto capítulo pretende indagar en los principios conceptuales que se manejan en referencia a la existencia de géneros y/o de sexos diferenciados (o no), las influencias biológicas y culturales que están presentes en la adscripción a un género concreto, en la elección de una orientación sexual o en la construcción de una identidad de género determinada.

    El quinto capítulo, a modo de derivación natural de lo que se ha venido planteando en los anteriores, se centra en la pareja. Sustentado inicialmente en el texto de Fascinación y desilusión. Psicoterapia sistémica de pareja (De Pablo, 2019), en este capítulo se exponen genéricamente algunos de los presupuestos principales desarrollados originalmente en el libro, para después detallar una serie de cuestiones que han de valorarse cuando hablamos de la pareja. Estas cuestiones están presentadas en forma de anatemas, es decir, desarrollan brevemente algunos planteamientos que suelen aparecer habitualmente excluidos, apartados o que son considerados incorrectos en la conformación o relación de una pareja. Planteados en forma crítica, se recuerda que existen determinadas cuestiones que deben ser integradas en la visión natural de la pareja a pesar de que, desde la perspectiva impuesta en nuestra cultura, no se consideren como idóneas ni adecuadas para un buen funcionamiento relacional en las parejas.

    En el capítulo seis me embarco es una de mis filias más señaladas, aquella que hace referencia al encuadramiento de la psicoterapia como espacio ritual donde poder facilitar un acompañamiento sano durante las transiciones naturales del ciclo vital individual y familiar. Se centra en mi interés por abandonar la perspectiva del modelo médico y su consonante visión psicopatológica, y acercarnos al entendimiento de las dificultades emocionales no como enfermedades, sino como formas de expresión individual/familiar de los dramas sociales en los que cada individuo o sistema familiar está inserto. Aquí se presenta la psicoterapia como un espacio que cumple las funciones que correspondían, en otros tiempos, a los ritos de paso o de transición en muchas culturas, a través de una propuesta de la psicoterapia desde una perspectiva más social y antropológica, en detrimento de la visión derivada del modelo médico, que es la que prevalece desde hace muchos años en la salud mental.

    Los capítulos siete y ocho pretenden, de una parte, reconocer la influencia de la posmodernidad en la psicoterapia y visibilizar sus efectos, así como el reflejo que este fenómeno ha supuesto en muchos ámbitos diversos. De otra parte, se pretenden señalar también los efectos nocivos de este nuevo paradigma y sus consecuencias individuales, sociales, culturales y políticas. Para hacer un adecuado análisis de esta situación se propone un ejercicio crítico y reflexivo que deriva, a la postre, en una propuesta ética de la psicoterapia y de la posición del profesional, del/a psicoterapeuta.

    En consonancia con lo planteado en el párrafo anterior, es decir, como resultado de la suma de la visión de los trastornos emocionales como fruto de los dramas sociales así como de la necesidad de una posición crítica y ética de los profesionales de la salud mental, el capítulo nueve está dedicado a cuestionar el psicodiagnóstico clínico como instrumento y a la farmacología como fórmula de intervención prevalente para responder las necesidades de los individuos y de las familias que padecen trastornos emocionales. En síntesis, se pretende poner en duda la adecuación del modelo médico y la concomitante medicalización de la salud mental como fórmulas para atender a las crisis que se derivan de las dificultades surgidas en los procesos de desarrollo social y emocional de los individuos y de las familias.

    El capítulo diez, se centra en la psicoterapia como proceso, partiendo ahora de mi primer libro Psicoterapia individual desde una perspectiva sistémica integradora (De Pablo, 2018), se exponen ciertas cuestiones, a mi parecer importantes, que deben ser consideradas cuando hablamos de psicoterapia. La psicoterapia no es una cuestión ideológica —no existe una única forma correcta de entender la psicoterapia—, de igual forma, la psicoterapia no es una cuestión meramente técnica, es decir, no se basa en tener un inventario de técnicas de intervención, por el contrario, las técnicas son simples herramientas que solo tienen sentido desde un trabajo integral de coparticipación que es coconstruido entre paciente y terapeuta, entre familia y terapeuta. Lo que conforma el sistema terapéutico es una mixtura relacional entre las personas que están presentes en el desarrollo y en el espacio de la actividad psicoterapéutica. Para ello se destacan una serie de ideas, de afirmaciones, que pretenden subrayar el proceso de cambio desde la coparticipación de los distintos sujetos, así como de las implicaciones que supone poner en funcionamiento la disponibilidad y la emocionalidad de los diferentes participantes, incluyendo por supuesto al terapeuta.

    Ya finalizando, el capítulo once, ahonda en las propuestas que hice sobre la psicoterapia en la edad madura, segunda parte del texto en El ciclo de Andros, engarzándolas con las características que definen este periodo etario, pleno de pérdidas y de declive físico. Se pretende que consideremos todos los elementos que forman parte de las dificultades que han de afrontarse en este momento concreto del ciclo vital, de los miedos naturales que se presentan ante la enfermedad y la muerte.

    Terminamos con un capítulo, el doce, que se centra en destacar algunas cuestiones que se han venido presentando en los medios de comunicación y en las redes sociales, que conectan con otros contenidos ya comentados en los capítulos anteriores como pueden ser: la cultura de la cancelación, la censura y la presión de los modelos económicos y sociales dominantes sobre la opinión pública con sus estrategias de desinformación y manipulación ideológica.

    Esta aparente mezcla de conceptos, a la postre, quedan integrados en una visión ética y de reflexión crítica que la psicoterapia debe contener en su estructura disciplinar y que los profesionales deben asumir para proyectar una voz que recuerde la importancia y la necesidad de cuidar la salud relacional y los efectos que los marcos de relación producen en las vidas de las personas. Espero poder transmitir todo esto de una forma amena, no esencialmente académica, pero confiando en que lo expresado tenga la suficiente solidez como para coadyuvar a un cuestionamiento personal y una orientación productiva en los posicionamientos sociales y culturales de quienes participamos en la psicoterapia.

    Por último, señalar que se ha recogido en el apartado de Notas Finales aquella información publicada en redes sociales y en internet que permite una ampliación de los contenidos presentes en las cuestiones analizadas. Para ello, a través de códigos QR, el lector puede acceder de forma rápida desde su teléfono móvil o tablet, a las entrevistas, artículos o vídeos que se mencionan y que están a plena disposición pública en la red. La idea es incluir, usando los nuevos formatos de acceso a la información, fórmulas más completas y novedosas con las que realizar una lectura combinada y ampliada de los temas tratados.

    Capítulo 1. De la masculinidad y la paternidad

    «… El triunfo del verdadero hombre

    surge de las cenizas de su error…»

    (Pablo Neruda. Extracto tomado de No culpes a nadie).

    Tras la publicación en 2021, de mi libro El ciclo de Andros: masculinidad, paternidad y psicoterapia,⁴ y posteriormente en 2022, del artículo Dilemas de la masculinidad y la paternidad,⁵ donde me ocupaba en reflexionar sobre la construcción de la masculinidad y de la paternidad; y profundizaba en los efectos nocivos del modelo hegemónico de masculinidad; he mantenido una constante atención a las publicaciones que, en diversos medios, se han venido produciendo en torno a estos temas. Fruto de este seguimiento y de mi interés en ahondar en los entresijos de lo que se ha venido en denominar masculinidad o masculinidades, he podido leer prácticamente todo lo que ha sido publicado recientemente, y todo lo que ha caído en mis manos, sobre esta cuestión, posibilitando la subida a la red de continuos posts dedicados al tema, incluyéndolos también en el espacio (blog) que la web del libro⁶ tiene.

    Partimos de una serie de evidencias observables sobre cómo el modelo hegemónico de masculinidad empuja a los varones a la adopción de una serie de actitudes ante el mundo, ante los otros, es decir, lo que se ha venido en denominar masculinidad tóxica. Ejemplo de esta posición es la necesidad de los varones en manifestarse a través de posiciones de fuerza, dureza y competitividad, la frialdad emocional, la no expresividad y el sostenimiento de una actitud homofóbica, entre otras muchas.

    He defendido la necesidad de la presencia de dos procesos para un adecuado desarrollo de la masculinidad y de la paternidad, los he llamado: las heridas y las renuncias (De Pablo, 2022). Procuraré explicarme sobre ambos conceptos en este capítulo.

    Un aspecto de especial importancia en todo esto que venimos comentando tiene que ver con la vivencia narcisista de invulnerabilidad que subyace en los varones que concuerdan con las imposiciones del modelo hegemónico de masculinidad. De ahí que haya destacado siempre en mis presentaciones lo preciso que resulta, para la transición niño-hombre, para alcanzar una masculinidad sana, que se hayan hecho presentes las heridas. Llamo heridas a aquella vivencia dolorosa, del cuerpo o del alma, que muestra a los hombres su fragilidad y vulnerabilidad, que no somos dioses, que somos carne trémula, con fecha de caducidad, vivencias que nos recuerdan nuestra finitud.

    La «herida» en el desarrollo de la masculinidad (03/05/2022)

    En torno a la transición necesaria del varón para una sana masculinidad, he insistido en el concepto de la herida. La herida es la perfecta metáfora que refleja la importancia de reconocernos en nuestra fragilidad y finitud. Esta experiencia aparece de forma natural en la enfermedad física, en la sintomatología emocional y en las relaciones afectivas. El dolor, el miedo y la vergüenza son sus senderos habituales.

    Dice Lutereau (2020)⁷ en El fin de la masculinidad:

    «La vergüenza es un indicador del deseo, de que solo impotentiza aquello que interesa, aquellas situaciones en las que se nos juega algo. Y no se trata de actuar una valentía impostada o un arrojo temerario, sino advertir la cobardía constitutiva del hombre.

    Ni posesivos ni héroes, celosos y vergonzosos, los varones necesitan transitar conflictos específicos en el camino de la masculinización» (p. 96).

    a. Las heridas

    Hablamos, por tanto, de la vulnerabilidad, de la fragilidad como medio a través del cual podremos acceder a una masculinidad saludable. Para explicarme he utilizado habitualmente las referencias míticas⁸ homéricas, concretamente Aquiles, el héroe de la Ilíada. Este modelo de héroe mítico representa lo que he dado en llamar el héroe adolescente, aquel que cree que no puede ser herido.

    El héroe adolescente… (19/02/21)

    «El héroe adolescente, muy presente en las novelas de caballería, en el cómic o en las historias de la mitología, nos describe un varón valiente y audaz que debe realizar una misión sagrada, de hecho, ha estado señalado por la divinidad para ello desde su nacimiento, pero en su demérito no está preparado para asumir el desarrollo y cambio evolutivo personal que implica la culminación de su tarea, no puede ser padre, casarse o fundar una ciudad y dirigirla.

    El héroe adolescente es audaz, valiente, impulsivo y colérico, no se frena ante la adversidad y busca la gloria, la inmortalidad y el reconocimiento. En definitiva, tiene una fuerte presencia de la hybris y, de hecho, a causa de esta será destruido.

    El Aquiles de la Ilíada es un perfecto representante de este perfil. Valiente, osado, furioso, un semidiós, pero a la par innoble, colérico y soberbio. Aquiles prefiere ser recordado como un héroe con honor, como el mejor de los aqueos, antes que morir de viejo y olvidado por todos, por ello morirá joven a causa de su desmesura y de su hybris, que lo hace contemplarse inmortal. El afán de poder está presente en todas sus aventuras» (p. 168-169) (De Pablo, 2021a).

    La infalibilidad como ejemplo de una masculinidad adolescente e inmadura que siempre oculta la fragilidad inherente al varón, su talón de Aquiles.

    Efectivamente, la figura de Aquiles es una metáfora perfecta para describir esta situación del varón concordante con el modelo hegemónico de masculinidad. En diferentes fuentes podemos profundizar sobre las características principales de esta figura mitológica —también presentes en otros personajes como Ayax o Sigfrido— y trabajarla en contraposición con otras figuras heroicas (Ulises, Héctor o Eneas) que presentan características diferenciadas en el modelo de masculinidad.

    En esta misma dirección, en el trabajo de profundización que vengo realizando con posterioridad a la publicación del libro, se ampliaba esta información.

    Masculinidad y «clínica aquileica» (12/04/2022)

    En mi último artículo, Dilemas de la masculinidad y la paternidad, recientemente publicado en Mosaico, describí las características principales del varón concordante con el modelo hegemónico de masculinidad y su referente heroico en la mitología griega: Aquiles.

    Interesado por una entrevista realizada a Lola López Mondéjar,⁹ que reflejé en un post anterior sobre Tinder, (…) empecé a leer su último ensayo, Invulnerables e invertebrados y encontré un párrafo muy interesante que coincide con la tesis que vengo defendiendo sobre los senderos de esta masculinidad concordante. La autora, haciendo referencia a un texto de Zukerfeld y Zonis Zukerfeld (2005),¹⁰ dice: «han conceptualizado una posición subjetiva que llaman aquileica, derivada del mito de Aquiles, que definen como la condición subjetiva que implica una vulnerabilidad equilibrada o compensada por la obediencia a ideales culturales dominantes. Se trata de las personas consideradas socialmente exitosas e invulnerables, que viven los ideales culturales dominantes como egosintónicos, es decir que se identifican plenamente con ellos y los reconocen como propios. Aquiles representa para los autores el invulnerable-vulnerable, y la clínica aquileica sería la que se ocupa de tratar a los vulnerables que se sienten invulnerables, a los mortales que se sienten inmortales. La posición subjetiva aquileica se caracterizaría por un predominio del Yo ideal y del déficit, es decir, del vacío, de lo no constituido» (p. 41) (López Mondéjar, 2022).¹¹

    La evitación de la fragilidad se convierte en la esencia de esta forma de funcionamiento, que además se ve reforzada por situaciones sociales y culturales, y que acaba reflejada en el afán de dominio, en la escalada competitiva, en una falsa grandiosidad, señales indiscutibles de una visión «inmortal» de la existencia humana. Estoy en total acuerdo con Erika Adánez (2022) cuando afirma que: «en definitiva, el androcentrismo supone una lucha ilusoria contra la vulnerabilidad, una defensa maníaca contra la fragilidad humana» (p. 33, Adánez, 2022). Esta perspectiva está perfectamente engarzada con los esquemas socioeconómicos de nuestra cultura. Dice Lynne Layton (2014)¹² que «el neoliberalismo y el neoconservadurismo son primordiales para la producción de diversas formas de grandiosidad que niega la vulnerabilidad y ambos movimientos están marcados por ataques discursivos y políticos a la dependencia y la interdependencia. Ambos están marcados por el fomento de prácticas subjetivas que niegan cualquier conexión entre la psicología individual y la política social. Los argumentos que culpan a la población por su codicia y omnipotencia (o que sostienen que la codicia y la omnipotencia son la naturaleza humana) captan la apariencia de lo que está sucediendo culturalmente, pero, al pasar por alto la fragilidad y la vulnerabilidad contra las que se defienden las formas actuales de codicia, grandiosidad y omnipotencia, no ofrecen soluciones a nuestros problemas individuales y culturales» (p. 12, Layton, 2014).

    Invulnerables e invertebrados. En recuerdo de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad (14/04/2022)

    Si reflexionamos sobre nuestra naturaleza, sobre cómo somos capaces de hacer tanto mal en determinados momentos y en tantas nefastas ocasiones, como ocurre ahora en la invasión de Ucrania, pero de cuya presencia tenemos constancia en todas las épocas y en todos los continentes, sabemos que nuestra existencia puede constituirse moralmente «invertebrada», el «hombre hueco», concepto de López Mondéjar (2022). Esa falta de vertebración moral se une, no por azar, a un afán bulímico por la vivencia de invulnerabilidad, ante la necesidad de disociarnos de nuestra fragilidad, de nuestro dolor, de nuestra corporeidad, y aspirar así a una existencia transhumana inconscientemente «feliz» (el nuevo cyborg).

    Dice la autora, en su precioso ensayo Invulnerables e invertebrados: «La acción es (…) la defensa prioritaria de un self grandioso que no soporta la fragilidad y evita percibirla recurriendo de inmediato a un acto que le devuelve la capacidad de agencia y de potencia, y le permite así huir de la vulnerabilidad apenas percibida. La acción sustituye el sentimiento de indefensión, de impotencia y de fragilidad, por el de fortaleza, afirmando la ilusión de invulnerabilidad» (p. 63) (López Mondéjar, 2022).

    Esta evasión de lo vulnerable tiene consecuencias desafortunadas, algunas hacen referencia a la realización de acciones por completo inadecuadas y, en otros casos, a movimientos de huida ante situaciones cotidianas que muestran lo patético de muchas de nuestras actitudes, más aún cuando se pretende mostrar ante los demás una posición de dureza, fuerza y frialdad que no corresponden a la realidad existente en los varones en tanto seres humanos, es decir, se convierte en el ejercicio de una pantomima constante que abomina de la emocionalidad en el hombre. Podemos ejemplificarlo a través de las palabras de Francesco Piccolo (2018), en su novela L’animale che mi porto dentro, cuando hace referencia a la importancia de la mirada y aceptación de los iguales como refugio asegurador que sostiene y previene ante la vivencia de lo frágil y de lo vulnerable en el varón. Dice que «el hombre colectivo, o sea, el fratriarcado, se acaba imponiendo: cada elemento —los privilegios, el poder, la arrogancia y la fatiga del deber— derivan de la colectividad, del grupo de machos. Es más concreto cuando afirma que "una parte de mí es un estereotipo, y este estereotipo se ha consolidado por el uso que hice de él durante los años de la preadolescencia y de la adolescencia entre los demás, para asemejarme a los demás, para hacerme aceptar. Y también para defenderme de los peligros de mis debilidades».¹³

    Hay numerosas señales de este dilema imposible entre la grandiosidad y dureza contra las emociones que suscitan la fragilidad en el hombre, por ejemplo, las dificultades para admitir y afrontar la enfermedad, la conexión vulnerable que se deriva de nuestra corporalidad.

    ¿Por qué los hombres huyen del médico? (16/01/2022)

    Es algo que siempre he experimentado y, en gran medida, lo achaqué a que mi padre tuvo una larga historia de enfermedades, muy dolorosa y crónica. Siendo preadolescente tuve que ir al médico, acompañado por mi padre, a causa de unas fiebres inconstantes. El doctor (el mismo que le atendía habitualmente a él), sin revisarme, me dijo: «¿Quieres acabar como tu padre?». Regresamos a casa y las fiebres desaparecieron mágicamente. Siempre digo que esa intervención fue milagrosa porque, quizás y solo quizás, evitó que tomara una carrera identitaria como enfermo eterno.

    De todas formas, hay aspectos culturales en la negativa de los varones para ir al médico, dice Sinay (2009):

    «El cuerpo del hombre es, ante todo, una herramienta de producción. Tanto en el aspecto laboral como en el sexual o deportivo, lo habitamos y lo acondicionamos en función del rendimiento. Es valiente el que no atiende a síntomas, dolores y decaimientos, aunque con esa negación solo se esté ganando el camino directo a una enfermedad crónica o a una muerte en plena juventud.

    (…) Para un hombre, creo que es útil reiterarlo, estar enfermo equivale a ser vulnerable, a ser débil, a quedar en posición dependiente (del médico, de quienes lo cuidan, etc.), a salir de la cadena de producción (momentánea o definitivamente), a dejar de proveer, a correr el riesgo de ser desplazado y, sobre todo, a enfrentarse con el mayor y el más inconfesado e inconfesable de sus temores: el miedo a la muerte» (p. 151-152)¹⁴.

    De igual forma, como se ha señalado con anterioridad, la fidelidad al modelo hegemónico provoca una serie de conductas, vividas como meramente instintivas, que se justifican o se invisibilizan cuando aparecen en el hombre actual y que, desafortunadamente, muestran cuán delicado es el proceso de construcción de la identidad de género en el varón. En este caso podemos encontrar aquellas actitudes clásicas machistas que, a pesar de los avances y de la conciencia presente para evitarlas, se siguen presentando en toda su virulencia.

    L’animale che mi porto dentro (Francesco Piccolo) (05/02/2022)

    Una pena que no esté traducido al español, Francesco Piccolo ha publicado L’animale che mi porto dentro (2018),¹⁵ no os perdáis esta entrevista de la que extracto este párrafo:

    «Está claro que estamos más preparados a comportarnos de manera bestial. Es la cultura en la que nos hemos educado. Espero que mi hijo tenga una cultura distinta, pero, incluso creciendo en una casa muy diferente a la que tuve yo, mi hijo tiene comportamientos de macho. Los veo todos los días y a veces pienso que no debería tener ninguna razón para ser así. La bestialidad materializa mucho mejor que la capacidad de gestionar los propios sentimientos. Esta impreparación y este dolor llegan en la vida de un hombre de muchas partes. Puede ser porque te deja una chica, o por cualquier otra cosa, pero el dolor en una cultura masculina es insoportable. Si la cultura es la de la conquista, la fuerza, la violencia, la arrogancia…, no estamos preparados para la derrota. Y creo que esto está relacionado con la violencia sobre las mujeres, al menos en su versión más extrema. La manera de reaccionar de la cultura masculina ante sentimientos que no sabe gestionar puede acabar siendo bestial».¹⁶

    De ahí se deduce la necesidad de promover un cambio que permita una construcción de lo masculino que pueda desprenderse del marco restrictivo del modelo hegemónico de masculinidad, tanto en la expresión emocional de los varones como en las actitudes que mantienen respecto al mundo, a la mujer y a otros hombres.

    «Ser macho está sobrevalorado» (26/09/2021)

    He visto Cry Macho (2021), la última película de Clint Eastwood. Estaba interesado por conocer la última propuesta del director en torno a tres de sus temas centrales: la masculinidad, la paternidad y la vejez. En mi último libro El ciclo de Andros me dediqué a analizar a fondo los tres. De hecho, hice mención (expresa) de dos obras maestras de Eastwood: Gran Torino y Million Dollar Baby, por mostrar en ellas, de forma brillante, las características y los efectos de la masculinidad tóxica, así como el proceso de transición de niño a hombre, o la importancia de una paternidad sana.

    Este último film no alcanza la excelencia de otros, como es el caso de Gran Torino. Es una película irregular pero interesante para conocer la propuesta de Eastwood a sus noventa y un años. Desde su declive físico, recuerda el patetismo de las absurdas demostraciones de masculinidad de otros tiempos (¿quizás Harry el Sucio?) y apuesta por la dignidad, el honor y la palabra, por el día a día y el valor de lo cotidiano.

    He buscado un fotograma de la película que me pareció perfecto para usarlo de imagen, pero no he conseguido encontrarlo: caminan de espaldas Eastwood, el gallo Macho y el chico mexicano por una carretera… era una excelente metáfora visual, seguiré en su búsqueda.

    Afortunadamente son muchos los ejemplos actuales donde se refleja y afronta este problema, tanto en el cine y las series de televisión como en la bibliografía especializada, donde se critican los efectos y las consecuencias de los modelos dominantes y su reflejo en las relaciones intersexos o en la salud física y mental de los mismos varones. Un excelente ejemplo es la serie de HBO Euphoria, sirva a modo de ejemplo el capítulo 7 de la 2ª temporada (2022), The Theater and Its Double, donde se representa una obra musical en la que se exponen de forma muy gráfica y crítica todos los tics de una masculinidad tóxica.

    La serie Euphoria (26/02/2022)

    Una excelente parodia de la masculinidad hegemónica a través de la serie Euphoria, que recomiendo vehementemente. Todos los mitos de lo masculino confrontados en la expresión incómoda del personaje que los representa. La hipermasculinidad con su innegable y necesaria homofilia.

    Entramos ahora, por tanto, en otro de los elementos importantes a destacar en esta cuestión: la homofobia. Creo que es importante establecer un dilema imprescindible: homofobia versus homofilia. El aspecto homofóbico es constitutivo de la masculinidad tóxica porque como señalé en una entrevista en prensa¹⁷ y que se recoge también en este libro.

    «Ser un hombre no es…» (11/07/21)

    «La identidad de lo masculino saludable, es decir, ser hombre con mayúsculas no consiste en ser macho, ser heterosexual, estar anestesiado emocionalmente y competir para obtener poder. Consiste en asumir la fragilidad y los miedos, afrontar los retos en la vida para, de esta forma, ocupar un lugar digno en igualdad, sembrando en el mundo, en la vida, como padre y facilitando el crecimiento emocional de los hijos o de los proyectos que cada cual desee emprender» (Entrevista Diario de Jerez, 9 de abril de 2021).

    Hay una tendencia marcada en recalcar los elementos homofóbicos de la identidad de lo masculino hegemónico, suficientemente descrito en la bibliografía existente. Como ya señaló Badinter (1992),¹⁸ las tres condiciones que definían lo masculino se articulaban en negativo, es decir, a través de la negación de tres aspectos esenciales: «no ser femenino, no ser frágil y no ser homosexual». Sin embargo, se ha hablado poco en la importancia de lo homofílico en la adecuada construcción de lo masculino, porque es desde la identificación-atracción respecto a otros sujetos del mismo sexo/género desde donde es posible construir una masculinidad no homofóbica. Digamos que el trabajo para invertir esta tendencia se sustentará en admitir la necesidad e importancia de los aspectos homofílicos del varón. El director de cine Lukas Dhont, en una entrevista realizada sobre la realización de su hermosa película Close (2022), afirma: «Para mí, uno de los grandes temas de la película es la masculinidad, y creo que cuando se trata de una amistad entre hombres o entre jóvenes es raro que veamos una fisicalidad o una intimidad sin que el mundo intente inmediatamente ponerle una etiqueta de que es algo más que eso. Tenía este deseo de mostrar una historia de amor en el sentido más amplio de las palabras en un momento entre la niñez y la adolescencia y donde la noción de sexualidad está empezando a entrar en sus vidas, pero no está del todo presente. Cuando busqué otros ejemplos, descubrí que era difícil encontrar historias sobre esta intimidad entre niños y hombres. Y creo que es algo realmente importante de lo que hay que hablar».¹⁹ Este tema es de especial importancia porque la única forma de acceder a una masculinidad saludable es transitando a través de la homofilia natural del varón (también de la mujer), de las relaciones de amor, compañerismo, lealtad y admiración entre hombres.

    La homofilia en la masculinidad (17/12/2020)

    Dice el autor, y estoy totalmente de acuerdo, (…) que: «La construcción de la masculinidad se produce por un proceso de homofilia. Uno tiene unos modelos masculinos que admira y aprecia» (Rodríguez, 2020)²⁰.

    Dicho de otra forma:

    Sobre la expresión amorosa entre hombres (11/01/2022)

    Sigo profundizando en temas de masculinidad-paternidad y ando leyendo a diferentes autores. Entresaco párrafos que realizan una buena descripción de elementos centrales de esta cuestión.

    En el libro Misterios masculinos que las mujeres no comprenden de Sergio Sinay (2009), encontré el siguiente, que describe uno de los grandes prejuicios de lo masculino, la expresión amorosa entre hombres:

    «Nos debemos la experiencia de tratar a otro hombre con cariño explícito y manifiesto para comprobar que eso no nos debilita ni nos hace sospechosos. (…) Ese es uno de los aprendizajes más difíciles, lentos y conmovedores para un varón. Para decirle a otro hombre que lo quiero (que lo quiero con el corazón, de hombre a hombre, con amor viril) sin tener que llamarlo turro, hijo de puta, boludo o lo que

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