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Memorias de esperanza: las luchas de las mujeres en la guerra civil de Guatemala
Memorias de esperanza: las luchas de las mujeres en la guerra civil de Guatemala
Memorias de esperanza: las luchas de las mujeres en la guerra civil de Guatemala
Libro electrónico422 páginas6 horas

Memorias de esperanza: las luchas de las mujeres en la guerra civil de Guatemala

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Con el propósito de hacer una relectura de “las grandes gestas heroicas”, la autora rompe con los paradigmas establecidos de la guerra de Guatemala e historiza a partir de la memoria de las mujeres.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 ago 2023
ISBN9786078931118
Memorias de esperanza: las luchas de las mujeres en la guerra civil de Guatemala
Autor

Anelí Villa Avendaño

Anelí Villa Avendaño es investigadora del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Historiadora feminista y Doctora en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Realizó un postdoctorado en el Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana. Co coordinadora del grupo de investigación Memorias y corporeidad rumbo a procesos emancipatorios, adscrito a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Sus principales líneas de investigación son Memoria histórica, Teología de la liberación, Sociología de la esperanza, Violencia política en Guatemala y Argentina, e Historia contemporánea de las mujeres.

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    Memorias de esperanza - Anelí Villa Avendaño

    Portada

    Memorias de esperanza

    Memorias de esperanza

    Las luchas de las mujeres en la guerra civil de Guatemala

    Anelí Villa Avendaño

    UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA CIUDAD DE MÉXICO.

    BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGERO

    D.R. © 2023 Universidad Iberoamericana, A.C.

    Prol. Paseo de la Reforma Número 880

    Col. Lomas de Santa Fe

    Ciudad de México

    01219

    publica@ibero.mx

    Primera edición: junio 2023.

    ISBN: 978-607-8931-11-8

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

    Hecho en México.

    Digitalización: Proyecto451

    Versión: 1.0

    Índice de contenidos

    Portadilla

    Legales

    Agradecimientos

    Prólogo. La esperanza de largo alcance

    Introducción

    Capítulo 1. Los hilos de las memorias

    Capítulo 2. Creando nuevas utopías

    Capítulo 3. La ilusión del triunfo

    Capítulo 4. La esperanza a pesar de la violencia

    Capítulo 5. El fin de la guerra, caminos de transición

    Epílogo. El fin de la guerra: reflexiones a la luz de la distancia

    Conclusiones

    Bibliografía

    Anexo 1. Tipología de las actoras

    Anexo 2. Relación de las actoras

    Anexo 3. Líneas de vida de las mujeres

    A todas las mujeres cuya palabra fue silenciada

    Agradecimientos

    Esta obra solo fue posible por las redes de solidaridad, afecto y trabajo que se van tejiendo a lo largo del tiempo y que permiten sostener la vida. En primer lugar quiero agradecer a Manolo Vela Castañeda la cuidadosa revisión y guía que me permitió convertir mi tesis doctoral en este libro, gracias por la confianza y todo el apoyo brindado en este proceso, ha sido un gusto trabajar a su lado. También agradezco a la Universidad Iberoamericana por la beca otorgada, gracias a la cual pude llevar a buen término esta obra y en especial al equipo del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas quienes me acogieron para realizar mi estancia postdoctoral y me brindaron un espacio de resguardo ante los complejos tiempos pandémicos. A Silvia Soriano Hernández, que además de prologar este libro ha acompañado mi proceso académico por ya varios años, toda mi admiración y cariño. A Paula Irene del Cid y María José Rosales por tender los puentes para acercarme a estas maravillosas mujeres. Un especial agradecimiento al Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica, CIRMA, y a su directora Thelma Porres, quien con su memoria prodigiosa me supo orientar con gran atino en el universo archivístico del centro.

    Llegar hasta aquí implico la cuidadosa lectura y revisión a cargo de muchos ojos y manos, que en distintos momentos pusieron su dedicación y trabajo para mejorar este documento, por ello agradezco a Norma García, Amelia Nava, Paola Vargas, Marte Tunheim, Gabriela Miranda, Martha Patricia Castañeda, Morna Macleod y Sergio Tischler.

    Doy gracias también por todo el amor que me rodea y sostiene, a mi familia de sangre y de corazón por su amor incondicional, Ada, Miguel, Auribel y Rodrigo son mi ejemplo de congruencia, de tenacidad y mi aliento de libertad. A mi familia elegida, por las esperanzas compartidas de hacer de este un mundo más justo donde quepan muchos mundos: Bea, Pao, Uvi, Ina, Rotmi, Tania, Mar, Nahui, Patxe, Ana, Vale, Carla, Pablo, Azul, Irékani, Arturo, Luis, Almandina, Claudia, Nancy, Sandra, Ale, Tatiana, Paulo, Gaby, Caro, Lucy, Flor, gracias porque su estar en mi vida hace que todo esto valga la alegría. A Marte, le agradezco con el corazón en la mano por su presencia certera y su amor que me hace florecer cada día.

    Y por sobre todo agradezco a las mujeres que me compartieron sus palabras, sus historias, sus luchas y sus sueños, espero encuentren aquí un aliento de esperanza.

    Anelí Villa Avendaño

    Sigo las pistas de la existencia del alma, hago anotaciones del alma… El camino del alma para mí es mucho más importante que el suceso como tal, eso no es tan importante. El cómo fue no está en primer lugar, lo que me inquieta y me espanta es otra cosa: ¿qué le ocurrió allí al ser humano?, ¿qué ha visto y qué ha comprendido? Sobre la vida y la muerte en general. Sobre sí mismo, al fin y al cabo. Escribo la historiografía de los sentimientos… La historia del alma… No se trata de la historia de la guerra o del Estado, ni de la vida de los héroes, sino de la del pequeño hombre expulsado de una existencia trivial hasta las profundidades épicas de un enorme acontecimiento.

    Svetlana Alexiévich, La guerra no tiene rostro de mujer.

    Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose.

    Julio Cortázar, Rayuela.

    Prólogo

    La esperanza de largo alcance

    Porque la gente recuerda. Cada quien a su manera, cada quien unas cosas sí, porque las sabe, y otras no, porque no las sabe o se le han olvidado. Cada quien unas cosas primero y otras después, y otras al mismo tiempo.

    Fernando del Paso, José Trigo.

    Algunas de las ideas que me brotan de la lectura de este libro y que, como señala la propia autora, dejan líneas abiertas para reflexionar, considerar, profundizar, cuando pensamos en la esperanza, la memoria, las mujeres, la guerra, el sentido de los recuerdos y tantos tópicos más que forman la trama de las páginas que siguen. Prologar este libro es motivo de alegría.

    Cuando Svetlana Alexiévich se lanzó en su ambicioso proyecto de conversar con mujeres que participaron desde diversas trincheras, en las filas soviéticas, durante la llamada Segunda Guerra Mundial, afirmó, entre otras aseveraciones, que muchas de ellas lo que querían era olvidar; pareciera que esa conclusión no necesariamente es el sentir de tantas otras, y lo que sin duda se desprende de los testimonios que publica es que las formas de vivir la guerra y de recordarla son muy diversas; el antes, el más tarde, el ahora, son pautas que combinan malestares con bienestares, añoranzas con tristezas, esperanzas truncas, modificadas y renovadas.

    Dice Eric Hobsbawm, en su amplísima obra Historia del siglo xx, que en toda América Latina existieron grupos de jóvenes entusiastas que se incorporaron a las luchas de guerrillas, de antemano condenadas al fracaso, con la excepción de Colombia y Centroamérica y la razón, según señala, reside en el apoyo campesino que tuvieron estas estructuras armadas, pero por supuesto aclara que (salvo las FARC colombianas) no es que fueran planeadas por el movimiento campesino, sino llevadas a las zonas rurales por jóvenes intelectuales de clases medias urbanas. Esto, sin duda, les confirió a esas organizaciones un cariz particular. Lo que ahora podemos afirmar como sobresaliente en estas experiencias, son los episodios sangrientos donde las víctimas mayoritarias fueron las poblaciones civiles, involucradas o no, simpatizante con alguno de los bandos enfrentados o ignorantes de los motivos de una guerra, cuyos alcances no eran del todo precisos, como seguramente sucede con cualquier conflagración con una narrativa que se fue adaptando, modificando o confundiendo de acuerdo a razones desconocidas y a menudo poco claras. Comisiones van y vienen, en aras de desentrañar causas, acciones, verdades, con voces testimoniales como parte de un esfuerzo por develar y comprender los tiempos cruentos.

    Esta experiencia guerrillera y las diversas formas de enfrentarlas, condujo a múltiples violaciones a los derechos humanos, así como a largos años de violencia y a posteriores procesos que llevarán a la paz deseada. Esos momentos siguen presentes en muchas generaciones que, o bien los vivieron, o bien los heredaron. Somos los hijos de la guerra, suelen decir algunos jóvenes. También los abordajes de ese pasado han ido transitando de instantes de glorificar, negar o tergiversar, como de confrontar versiones contradictorias. Por eso, el plural de las memorias que se construyen y reconstruyen de forma cambiante y variable. Dubitativas e inciertas.

    Son dos los ejes a los que remite el título del presente libro: memorias y esperanza, uno en plural y el otro en singular, después constatamos que se acota a las mujeres y al escenario guatemalteco de la guerra interna. Las memorias tanto individuales como colectivas deben ser valoradas como constructos subjetivos donde lo objetivo está presente. Como dice Paul Ricoeur, esa dimensión veritativa de la memoria y por tanto de la historia.

    Guatemala es un país donde la tragedia se ha vivido en tiempos lejanos y cercanos, cómo no recordar a aquellas niñas que murieron en un incendio en el año del 2017, en el sitio que debía ser su refugio, y la falta de justicia que acompañó a este acontecimiento aciago. El asesinato de un obispo después de presentar un informe que recogía las atrocidades de los años de guerra, otro de los episodios que colocó a la nación centroamericana en magnos titulares y que atrajo la atención de propios y extraños. Pero también hemos visto a multitudes congregadas en las calles denunciado la corrupción, pidiendo renuncias y castigo a los responsables de la catástrofe política y económica. A familiares de personas desaparecidas buscando aquí y allá, exigiendo saber. Guatemala es el país en el que Anelí Villa encuentra la pasión para desarrollar su oficio de historiadora.

    Un aspecto que la autora no pierde de vista es la diversidad propia del ser mujer, y por ello realiza una interesante tipología de ellas, aclarando los cruces existentes en las identidades femeninas, así como los que se dieron en sus formas de militar. Las memorias contempladas como herramienta de sanación en cuerpos tatuados por violencias múltiples, no siempre visibles. Villa Avendaño apuesta por una narrativa histórica despojada de las grandes gestas heroicas, privilegiando esa memoria cotidiana, vivida en lo excepcional, en juego por mantener la vida.

    Ir al pasado —por muy reciente que sea y por muy doloroso que se viviera— es seguir un camino inverso que no siempre es transitable. Como todo acontecimiento social, la mirada multifactorial es fundamental para ese ir y venir del presente al pasado. La fragmentación de los lazos sociales es resaltada a pesar de colocar a la esperanza como el eje, esto debe leerse como integral en las complejidades del vivir.

    La metodología, el marco teórico y los antecedentes de la investigación son las líneas que ocupan las primeras páginas. Así como también, desde un comienzo se advierte la particularidad de este libro, cierto es que sobre la Guatemala que conocemos después del derrocamiento del presidente electo Jacobo Árbenz, existe una abundante bibliografía que, como bien señala la autora, misma que realizó una sistemática y profunda revisión historiográfica, prevalecía la violencia como el eje articulador que miraba preponderantemente el genocidio y la barbarie que le acompaña, con ese horror difícil de expresar. Si bien el objetivo de esas publicaciones era fundamentalmente la denuncia tan necesaria, la propuesta de Villa Avendaño es enfatizar las perspectivas de emancipación que se dieron en esos años cruentos. De allí el título del libro y su novedoso contenido.

    En un escenario bélico, ciertamente se resalta el creciente número de muertos y las víctimas suelen verse más en lo cuantitativo que en lo cualitativo. El proyecto, que no necesariamente era conocido por aquellos que se involucraron en él, conlleva sentimientos que pueden permanecer, cambiar o desparecer cuando la derrota se instaura. Al argumentar las razones sobre mirar desde una perspectiva feminista la guerra vivida en Guatemala, nos señala la autora que dado el protagonismo que tuvieron en ciertas actividades, que implican la conservación de la vida en, repito, momentos particularmente violentos, es que ella afirma que las mujeres son el sostén de la esperanza. Así es como la autora va construyendo una demostración que sustenta su aseveración primera, a través de varias fuentes.

    Una de las apuestas de la autora es resaltar la contribución que la subjetividad tiene en las miradas hacia el pasado, cargadas de un sesgo de género, desde la forma en cómo se interroga a la historia hasta en el manejo y la selección que se hace de las fuentes, conduciendo a una interpretación subjetiva. Imposible no remitirnos a Carlo Ginzburg y sus minuciosas investigaciones sobre éstas y las formas distintas de cuestionarlas para descubrir algo distinto, para reconstruir con un esfuerzo de inteligencia lo que pasó.

    Conviene no perder de vista que en Guatemala, a diferencia de Cuba y de Nicaragua en la década de los ochenta, se recuerda desde la derrota. La paz negociada no condujo a que alguno de los actores involucrados cantara victoria, la que por décadas formó parte de las promesas desde el Estado y desde los grupos rebeldes; aniquilar a los subversivos o patria o muerte. De allí que el malestar en la sociedad, en su conjunto, sea una constante y desentrañar la esperanza sobre el desasosiego sea un reto.

    Recordar las motivaciones de esa lucha para recobrar el aliento perdido, para entender, descubrir y expresar lo que puede considerarse como mantener viva la esperanza. Son los aportes de la investigación feminista lo que permite a la autora afirmar que contó con las herramientas para historizar lo que poco se miró en la historiografía que revisó. Uno de los desafíos a enfrentar era romper los sesgos de género que permean en investigaciones convencionales.

    Cuando de guerras se trata, la pérdida de vidas no solo es inconmensurable, sino que, a pesar de las cuentas, es también incompleta. En este caso, hay que añadir que hay vidas a las que se destina más tinta que a otras, por múltiples razones en las que no ahondaremos, pues no es el objetivo de la presente investigación. Me parece muy importante traer a la palestra la reflexión que incorpora Francisco Goldman en su interesante investigación sobre el asesinato del obispo Juan Gerardi, a propósito de los recuerdos, el paso del tiempo y la incidencia que hechos posteriores tienen en la forma de recordar y el matiz fundamental que no debe perderse de vista. Señala que, cuando las personas que estuvieron en cierta reunión clave contaron lo que recordaban de esa tarde, enfatizaron, naturalmente, detalles que, en retrospectiva, parecían cargados de premoniciones.

    Mucho de lo que encontraremos en las páginas de este libro remite a aquella frase de Maurice Halbwachs a propósito de que la historia no es todo el pasado, pero tampoco es todo lo que queda de ese pasado, en otras palabras, añade el francés, paralela a una historia escrita, está una historia viva, tras la que Anelí Villa dirigió sus pasos, buscando en lo aparentemente desaparecido, o bien en lo olvidado.

    Vuelvo a Goldman, a propósito de quienes no recuerdan y las explicaciones que giran en torno a esos olvidos. En un momento en que se interroga a posibles testigos del crimen del obispo Gerardi, no hay respuesta y dice Goldman que nadie pudo saber si fue por el alcohol consumido y las drogas que utilizaban que borraron los recuerdos, o que no recordaban simplemente por miedo. ¿A cuántos de los testigos en los múltiples episodios sangrientos de nuestro continente el miedo borró lo que miraron?

    Al valorar a la esperanza como algo en cierta forma imaginado, como aspiración, como intangible pero definible, o como dijera Virginia Wolf en su novela Orlando, las ilusiones son al alma lo que la atmósfera es a la tierra. Vista así, como aquello que nos mantiene vivas. Así como cuando la misma Wolf se interroga sobre que quizá solo podemos creer en aquello que no vemos. Lo intangible y a veces no narrado.

    Reconocer y reconocerse son imágenes de relaciones que aparecen en la lectura de este libro. De acuerdo con Umberto Eco debemos contemplar el reconocimiento, ya sea de un objeto o de un acontecimiento, sin importar si se produce por la naturaleza o por la acción humana, si es intencional o accidental, como un hecho en un mundo de hechos, cuando el destinatario lo entiende como la expresión de cierto contenido, y esto lo menciono porque reconocer ese episodio de la historia de Guatemala, como un acontecimiento producido por seres humanos donde las mujeres también incidieron, es también expresarlo.

    En las líneas donde Anelí Villa precisa, a propósito de su lugar situado, se nombra y coloca en el marco de su investigación y del proceso enunciativo que conlleva todo trabajo propio. La propuesta de la interseccionalidad resulta sugerente en este tipo de indagaciones por múltiples razones. La diversidad propia de las mujeres no puede contemplarse, si se deja de lado la diversidad característica de la América Latina en general y de Guatemala en particular.

    Slavenka Drakulić incorporó múltiples reflexiones sobre las mujeres violentadas en una guerra más en Como si yo no estuviera (España: Anagrama, 1999), afirmando que cuando una mujer se percata de que es cautiva de los soldados agresores, comienza a querer recordar trivialidades que la ubiquen en su pasado, como el piso de su escuela, pero no lo logra, y se interroga si la razón puede ser que ha comenzado a olvidar su pasado o si está apareciendo algún tipo de defensa contra el horror que le espera; a veces pregunta si es bueno recordar o es más fácil sobrevivir si olvida que alguna vez se tuvo una vida normal. Incluso llega a considerar que las palabras sobran al no encontrar las que podrían expresar esa realidad. Drakulić expresó que el olvido en los casos de esas mujeres secuestradas por soldados, alejadas de su realidad cotidiana, de su familia, de su entorno, para ser violentadas por esos hombres armados, es la clave de su supervivencia.

    La violencia de género propia de las guerras que, aunque se condene, prevalece en los escenarios convulsos en los que no siempre es posible marcar una línea divisoria entre las víctimas. Es interesante la definición de José Carlos Agüero a propósito de la guerra en Perú, al destacar que la victimización es a veces una estrategia política para alcanzar la justicia y otros bienes tan escasos. De allí que aquellos que han sufrido violaciones a sus derechos humanos lo aprenden y se adaptan apropiándose de los lenguajes del derecho internacional para usarlo en su propio beneficio. ¿Por qué nos sorprende?, se pregunta Agüero, si sabemos que antes de ser víctimas ya eran excluidos.

    Cierro estas reflexiones recuperando nuevamente a Hobsbawm cuando considera que uno de los fenómenos más característicos y extraños del fin del siglo xx es contemplar que los mecanismos sociales que atan la experiencia actual con la de generaciones anteriores se caracterizan por cierto intento de destrucción del pasado, lo cual otorga a las y los historiadores (puesto que una de sus tareas consiste en recordar lo que otros olvidan) una gran trascendencia. Es una de las apuestas que celebro de esta publicación.

    Silvia Soriano Hernández

    Mayo, 2021

    Introducción

    El propósito de esta obra es hacer una relectura de la historia reciente de Guatemala, a partir de las mujeres que lucharon por un país mejor. Se trata de una nueva perspectiva que visibiliza la subjetividad política de quienes se esforzaron por mejorar las condiciones de vida de su pueblo; aquellas que desde sus acciones cotidianas y sus militancias fueron el sostén de las movilizaciones sociales que cuestionaron los gobiernos autoritarios y las estructuras de poder. A partir de las memorias de estas mujeres se construyó una historia invisibilizada y pasada por alto en los recuentos tradicionales.

    Desde la perspectiva de la esperanza se muestra cómo las mujeres afrontaron el duro proceso histórico de la guerra civil (1), generando herramientas que les permitieron mirar la posibilidad de un futuro distinto. El estudio se realizó en tres niveles: micro, meso y macro, lo que permitió tener un panorama amplio del caso. En este sentido, aporta al conocimiento y la visibilización de la participación política de las mujeres, no solo en este contexto concreto, sino en otras experiencias latinoamericanas, contribuyendo con una metodología que sumó elementos de la teoría crítica, la metodología feminista y los enfoques decoloniales.

    Es un trabajo novedoso que busca romper con los paradigmas establecidos en torno a la guerra de Guatemala, atravesados por una fuerte carga de género, priorizando los relatos masculinos que enfocan su atención en lo bélico y heroico (2). Estos paradigmas estigmatizaron la participación de las mujeres, colocándolas en el papel de víctimas e incluso de víctimas en segundo grado o secundarias, relegando su agencia política e impidiendo con ello una compresión profunda e integral de este periodo histórico. Historizar la guerra a partir de la experiencia de las mujeres posibilitó pensarla desde otra lógica, visibilizando todo el andamiaje organizativo.

    Parto de la propuesta de Silvia Federici (3), quien sugiere que hacer la lectura de la historia desde las mujeres y con perspectiva feminista permitirá complejizar la visión del pasado a través de nuevos hitos históricos, mirando tanto los mecanismos de reproducción del sistema como el sostenimiento de las resistencias y luchas contra la dominación. No se trata de subsanar un vacío, sino de hacer un replanteamiento histórico en el que las mujeres sean concebidas como eje de análisis, sin que esto signifique —valga aclararlo— la exclusión de los hombres.

    Desde esta mirada planteo que, ante un escenario atroz como fue el de la guerra de Guatemala, las mujeres tuvieron un papel clave para el mantenimiento de la vida en sus múltiples dimensiones: física, material, emocional y espiritualmente. Es decir, fueron ellas quienes garantizaron el sustento cotidiano, mediante la alimentación, la partería y los cuidados. También fueron quienes articularon las redes de apoyo dentro y fuera del país, quienes aportaron sus saberes heredados durante el refugio, las que dieron aliento en los tiempos en que el desaliento apremiaba, y quienes se lanzaron en primera fila a buscar a sus seres queridos, movidas por el amor filial, cuando comenzaron las desapariciones.

    A lo largo de la historia, las mujeres han sido las más perseguidas y castigadas con saña, ya que se les ha concebido como las reproductoras esenciales de la vida, no solo por la procreación, sino por el sostenimiento mismo de lo cotidiano, con todos los costos que implican para su vida.

    Por otro lado, mirar la guerra desde las mujeres, permitió cuestionar la naturalización de las opresiones y señalar su reproducción, aún dentro de las organizaciones revolucionarias que, pese a buscar la trasformación de las estructuras socioeconómicas, tenían pocos o nulos cuestionamientos al sistema patriarcal, e incluso funcionaban como sustento de dichas estructuras. Este análisis resultó sumamente necesario para aportar a la reconstrucción histórica del periodo y aún más para abonar a las luchas contemporáneas en donde se perpetúan las prácticas patriarcales y machistas.

    Existen innumerables trabajos que dan cuenta de este periodo histórico (4). Sin embargo, luego de una amplia revisión historiográfica, puedo afirmar que la gran mayoría de relatos de la guerra se articularon desde la óptica de la violencia, centrándose en el horror, la barbarie y el genocidio que el ejército de Guatemala realizó sobre el pueblo. Estas narrativas, esmeradas en hacer la denuncia de las atrocidades, dejaron un tanto fuera las apuestas emancipatorias que las personas enarbolaron durante estos años.

    Considero que, si bien ha sido preciso narrar la violencia, la represión y el despojo, la historia de la guerra es más compleja que eso. De un lado, por la propia articulación de procesos de lucha y resistencia que merecen ser nombrados e historizados; del otro, por las implicaciones psicosociales que tuvieron estos procesos organizativos, es decir, por lo que implicó para la vida esencial de la gente, y en específico de las mujeres, sumarse a los proyectos revolucionarios.

    Para muchas de ellas, la guerra implicó un tiempo de ruptura, pues les posibilitó salir de los roles tradicionales que las mantenían en lo doméstico, para tomar el espacio público, organizarse con otras y afirmarse como mujeres independientes, fuertes y con una gran capacidad de reinvención.

    Si bien la movilización social y la emergencia revolucionaria estuvieron guiadas por ideales políticos o, en algunos casos, por la más pura necesidad de sobrevivencia, también se movieron por la esperanza, el amor, la filialidad, la ternura y la solidaridad. La derrota militar de estos proyectos dejó una sociedad alicaída cuyas consecuencias aún se sienten en Guatemala. De ahí la importancia de realizar este ejercicio historiográfico para recobrar el aliento perdido, recordando cuáles fueron las motivaciones y las esperanzas de estas personas que lucharon, y que hoy siguen teniendo eco en los contextos latinoamericanos.

    Las sujetas mujeres

    Para realizar esta investigación fue central problematizar el concepto mujer/mujeres partiendo de reconocer que no existe una categoría de mujer universal, sino una diversidad que se cruza por relaciones de opresión, como el clasismo, el racismo y la sexualidad (5); complejizaciones que fueron aportadas desde la teoría de la interseccionalidad del feminismo negro (6). Es decir, parto de no asumir que todas las mujeres vivimos las mismas situaciones de opresión. Siguiendo a Gladys Tzul: no puede existir un femenino abstracto, hay más bien un femenino situado (7). Para el estudio de la guerra fue preciso tomar esto en cuenta, pues la participación de las mujeres luchadoras dentro de las organizaciones revolucionarias estuvo determinada, en buena medida, por su lugar de origen, su pertenencia étnica y su clase social, así como por sus relaciones de parentesco.

    En este análisis es preciso, además, pensar en las críticas de María Lugones (8) sobre el esencialismo en que la categoría mujer puede caer en el estudio del pasado al pensar que la construcción binaria dicotómica y jerárquica de relacionamiento entre los géneros ha sido siempre la misma, justificando y naturalizando la desigualdad, como acertadamente señala Joan W. Scott:

    La historia también crea sus significaciones a través de la diferenciación y de esta manera organiza el conocimiento del mundo en esta dirección. La forma que ha adquirido conocimiento —la destacable ausencia o la subordinación de las mujeres en las narrativas del surgimiento de la civilización, sus particularidades con respecto al hombre universal, su confinamiento en los estudios de lo doméstico y lo privado— indica la existencia de una política que establece y refuerza ciertas prioridades, que reprime a algunos sujetos y concede mayor importancia a otros, que naturaliza ciertas categorías y descalifica otras (9).

    Para evitar esto, es necesario pensar al género como una categoría móvil, es decir, como algo dinámico que puede modificarse, sin pretender con ello borrar la desigualdad y la opresión patriarcal vivida históricamente en el cuerpo de las mujeres, pero con la suficiente apertura para tener una lectura compleja de las manera de relacionarnos entre géneros y su funcionamiento en las distintas realidades guatemaltecas. Es decir, poder ubicar las particularidades de las dinámicas comunitarias, de los contextos urbanos, así como al interior de los movimientos sociales y organizaciones armadas; pues si bien reconozco la existencia del sistema patriarcal en todos estos espacios, su forma de configurar las relaciones sociales es distinta entre sí.

    La memoria histórica construida desde las mujeres, que es nombrada por Teresa del Valle como memoria tangencial (10), permite arrojar luz sobre los saberes que ellas guardaron ancestralmente, que pasan por la esfera de lo doméstico y toman el terreno de lo público. Esta forma específica de construir memoria histórica posibilita entender la guerra desde las propias sujetas y tejer hilos más finos sobre aspectos fundamentales como el sostenimiento de la vida física, emocional, material y espiritual. Elizabeth Jelin afirma que también en la forma de recordar existe una marcación de género. Con respecto a lo anterior, destaca lo siguiente:

    Las mujeres tienden a recordar la vida cotidiana, la situación económica de la familia, lo que se suponía que debían hacer en cada momento del día, lo que ocurría en sus barrios y comunidades, sus miedos y sentimientos de inseguridad. Recuerdan en el marco de relaciones familiares, porque el tiempo subjetivo de las mujeres está organizado y ligado a los hechos reproductivos y a los vínculos afectivos (11).

    Por tanto, acudir a sus memorias permitió acceder a las esferas de lo íntimo y mirar desde ahí un discurso histórico distinto.

    Por otro lado, Tzvetan Todorov (12) señala que las mujeres tienen un sentido de lo colectivo que prima por sobre el ego individual. Al respecto, si bien reconozco que esta afirmación tiene base en la realidad y da cuenta de un papel ejercido por las mujeres revolucionarias, que fue sustento de su esperanza en muchos momentos, considero que es necesario problematizar y cuestionar esta afirmación en tanto parte de condicionamientos sociales que hacen a las mujeres responsables del sostenimiento familiar y no necesariamente a características esenciales del ser mujer.

    Finalmente, subrayo los aportes de Lucía Rayas (13), quien plantea la necesidad de pensar en el cuerpo de las mujeres en combate, pues el cuerpo configurado históricamente ha sido el primer vehículo de exclusión para las mujeres y es, al mismo tiempo, el primer elemento a partir del cual se puede subvertir el orden. Plantea en este sentido el concepto de cuerpo vivido, como materialidad a partir de la cual percibimos el mundo y que es al mismo tiempo instrumento para la mediación. El cuerpo es pensado como un sitio en contienda (14), es decir, un espacio en disputa. En este mismo sentido, el feminismo comunitario (15) plantea que el cuerpo es un primer territorio de habitabilidad y de defensa. El cuerpo es también el espacio en donde se alojan nuestras memorias, por tanto, estará al centro de esta narrativa histórica, visibilizando las múltiples dimensiones, físicas, simbólicas e históricas que van configurando su estar y su habitar.

    Memorias de esperanza

    Supimos que no sólo pena y dolor habitaban nuestra lengua, conocimos que hay esperanza todavía en nuestros pechos. Hablamos con nosotros, miramos hacia adentro nuestro y miramos nuestra historia: vimos a nuestros más grandes padres sufrir y luchar, vimos a nuestros abuelos luchar, vimos a nuestros padres con la furia en sus manos, vimos que no todo nos había sido quitado, que teníamos lo más valioso, lo que nos hacía vivir, lo que hacía que nuestro paso se levantara sobre plantas y animales, lo que hacía que la piedra estuviera bajo nuestros pies, y vimos, hermanos, que era dignidad todo lo que teníamos, y vimos que era grande la vergüenza de haberla olvidado, y vimos que era buena la dignidad para que los hombres fueran otra vez hombres, y volvió la dignidad a habitar en nuestro corazón y fuimos nuevos todavía,

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