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Auras para todos

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Un grupo de amigos se reúne periódicamente.
La ocasión es buena para hablar con profundidad, temor y cuestionamiento sobre el rumbo que toma hoy nuestra humanidad.
Marcada por el ritmo de las estaciones y días festivos, los camaradas se juntan y cada vez cocinan un delicioso plato de la tradición hispana.
¿Qué pasará con el futuro?

Miguel José Ibáñez Guillén. Nacido en Llíria (Valencia) en 1962. Licenciado en Derecho y estudios de Postgrado por la Universidad de Valencia. Empleado público jubilado, titular del Cuerpo de Gestión Procesal y Administrativo del Ministerio de Justicia. Ha desempeñado los cargos de presidente, vicepresidente, vocal, secretario y vicesecretario en instituciones públicas y civiles. Coordinador en publicaciones de revistas escolares. Autor de ensayos narrativos sucesivos y relatos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento31 dic 2022
ISBN9791220136594
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    Buen libro, tipo ensayo, con multitud de citas acertadamente traidas a colacion con cada tema.

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Auras para todos - Miguel José Ibáñez Guillén

CAPÍTULO PRIMERO EVOLUCIÓN 

Rafael tiene el pelo negro, es de corpulencia normal, gustándole vestir camisa, pantalón de tiro bajo elegante y chaqueta parka clásica. Ademar suele utilizar polera y jersey con cierto carácter, disfrutando de una figura delgada y pelo marrón. Modesto, de aspecto ordinario, luce un pelo rojo claro y le agrada llevar vaqueros y abrigos casuales. La fachada de Manases es de buen porte, su pelo es negro y de estado natural, con cierto estilo de vestimenta a lo urban classics. Domicio goza de una estampa joven, con pelo de color moreno, le priva ataviarse con jeans combinados, suéteres oscuros y cazadoras distintas.

¿Qué les une? Parte de su historia. Todos son nacidos en el mismo pueblo del levante valenciano, cuyo censo sobrepasa los veinticinco mil habitantes. La educación en su infancia lo fue en la misma escuela. Tres de ellos tienen estudios superiores. Todos han contraído matrimonio y han tenido hijos. Están ocupados a jornada completa, dos como trabajadores por cuenta ajena, uno como autónomo y dos como empleados públicos. Llevan concurriendo dos décadas. Tienen una amistad entre ellos muy cincelada, labrada por los años que se conocen y tiempo convivido.

Llegó el viernes final de mes, día en el que habitualmente se reúnen, y encontrándose ya en plena armonía y regocijo alrededor del hogar, que muy hábilmente había prendido Domicio, a Rafael se le ocurrió comentar una circunstancia que le chocó bastante, como consecuencia de la reordenación que estaba practicando unos días antes en su pequeña biblioteca.

—Por casualidad encontré un suplemento de hace cinco años de un periódico de tirada nacional, donde se resumía a grandes rasgos los episodios más notables de nuestra sociedad en los pasados veinticinco años. Pasé algún tiempo hojeando sus titulares, y tuve la sensación de que no es el mismo, el interés que mostraban los editores por los temas de actualidad en aquellas épocas, con el que muestran por las cuestiones actuales, y que en ocasiones nos dan a conocer los medios de comunicación de masas más o menos fugazmente, según convenga. La percepción que tuve fue que las materias divulgadas entonces estaban argumentadas con más cachaza que las actuales.

Creo que hemos cambiado un poco. Todo sucede de una manera más dinámica y se profundiza menos en el planteamiento y en la explicación. Y la multitud no se para a pensar sobre todo esto, sino que vive y va a la suya.

Atiende poco a los artículos de opinión, y considera todo aquello que no le sea práctico para ella, como monsergas. Podríamos resumirlo en una expresión muy común entre nuestros adultos mayores: La gente, hoy día, solo sabe que vivir, y con la que yo cada vez comulgo más. Quizá sea así, porque de otra manera nos volveríamos locos con esta vorágine de acontecimientos que se suceden a diario.

—En esencia somos iguales —apuntó Ademar—, somos personas, comemos, nos desplazamos, vemos mucho deporte y espectáculos, hablamos y no solucionamos nada, todo sigue casi igual. Mira si es así, que, a mi madre, que tiene setenta y seis años, y que hace ya veintisiete que le detectaron artritis reumatoide, todavía no existe ningún medicamento que la ciencia haya descubierto para curarla. Tenemos unas políticas públicas, que pese a las muchas metas y objetivos que se marcan, poco se ha avanzado en algunos asuntos, entre ellos, en temas de impacto ambiental.

—Realmente es como dices —retomó la palabra Rafael—, todavía no existe cura para las enfermedades autoinmunes, pero yo aceptaría un poco de evolución en la colectividad, en general, porque, por ejemplo, a ti que te gusta tanto el fútbol, hace unos años solo veías un partido a la semana como mucho, y ahora tienes contratado los servicios televisivos que te permiten las nuevas tecnologías, así como las aplicaciones inteligentes, y ves todo el deporte que quieres. Algo hemos avanzado.

Domicio seguía asando la carne y el embutido, dado que estaban elaborando esa gran complacencia gastronómica típica de las tierras valencianas llamada

torrada, que consiste en asar carne de cordero, con embutidos de buena calidad como longaniza, morcilla y chorizo, a poder ser, con indicación geográfica protegida, porque en la época en que se encontraban, finales del mes de octubre, ya resultaba apetecible manducar consistentemente.

—Yo creo que los dos tenéis razón —intervino el cocinero—, muchas veces el pensamiento, en lo que respecta a la naturaleza humana, se mantiene inalterable, tal como seguir con hábitos adquiridos, ideas o pensamientos transmitidos de padres a hijos que estos han interiorizado desde pequeños, ideario político inculcado como huella inconsciente, y muchos más que son muy difíciles de cambiar porque forman parte de nuestro ser y comportamiento, sin que nos demos cuenta. Pero también hay que reconocer que la ciencia avanza que es una barbaridad.

—Sencillamente ahora estamos en un nivel superior —precisó Modesto—, vivimos mejor y más tiempo, tenemos estupendos médicos, soberbios ingenieros, empresas relevantes en sus sectores, excelentes construcciones residenciales y viajamos a diestro y siniestro. Tenemos hospitales de lujo, carreteras fantásticas, trenes superveloces con levitación magnética, móviles con tecnología de vanguardia, aviones hipersónicos, y mucho más. Por tanto, nada tiene que ver el pasado con el presente y menos aún con el futuro. Gozamos de entornos actuales mejores que los de hace cuarenta años. Los servicios municipales, provinciales y nacionales trabajan incansablemente para dar mejor calidad de vida al ciudadano. Los denominados países occidentales gozan de una gran riqueza, bienestar y mejoras tecnológicas. Vete tú a saber dónde llegaremos, pues no hace mucho ya se ha conseguido, entre otros muchos descubrimientos, identificar a los neoantígenos, empezando con ello a elaborar vacunas que estimulen nuestro sistema inmune para reaccionar contra cierto tipo de canceres, y coyunturalmente podemos hablar también de la confirmación de la posibilidad de habitar algunos planetas y exoplanetas. Por decir solo algunos de los cientos de ejemplos posibles. El pasado está superado gracias a la universalización de todos los avances.

—Está claro —dijo Manases—, Modesto tiene razón, hoy día todo es progreso gracias a la ciencia y tecnología, si bien lo único que mejoran poco son los sueldos.

Rafael afirmó y dirigiéndose a Modesto y a Manases manifestó:

—Por lo que veo vosotros creéis que actualmente el talento de las personas es superior al de las personas de antes, y que la globalización es la solución a todos los males que la sociedad ha tenido desde su existencia. Decís, deduzco por lo que os he oído en más de una ocasión, que ahora se vive mejor, que la tecnología enanza al hombre y las revoluciones ya no tienen objeto. No obstante, os preguntaré algo: ¿creéis que los inventores de la rueda, del inodoro, de la bombilla incandescente, de la máquina de vapor, del teléfono, del autobús, del ibuprofeno, del fax, amén de cientos y cientos más, no tenían talento?

Claro que sí. Pensáis que el ingenio es superior en estos instantes, pero a mi entender lo que pasa es que hoy día somos muchas más personas en el planeta. Puede que debido a la existencia de más intelectuales nos lleve a que los inventos sean muchos, pero creo que algunos deberían ser menos deseables porque un montón de ellos son fallidos después de su aplicación y otros solo buscan una rentabilidad económica, excepción hecha de Internet y unos pocos más. Lo que importa es ganar dinero rápida y fácilmente en beneficio propio y menos en interés general. Os pondré un ejemplo, que resultó ser una invención de unos cuantos perspicaces dentro de este mundo globalizado, y que es la deslocalización de empresas, cuyo único objetivo es abaratar costes. ¿Es esa una cosa que nos hace ser mejores, vivir mejor, y avanzar en sociedad?

Otro ejemplo lo tendríamos en los alimentos transgénicos. ¿Son buenos o malos para la humanidad? ¿Lo importante es la mayor productividad y la resistencia a plagas o realmente lo que importa a sus inventores y divulgadores es la explotación y gestión de su patente sin importarles el cambio de la actividad metabólica de nuestros organismos, así como las consecuencias alergénicas tras su consumo? ¿Qué tal si hablásemos de los tóxicos ambientales y sus aplicaciones? ¿Sabéis que impiden al cuerpo regularse por sí mismo y por tanto le dificultan para recuperarse de una posible intoxicación o enfermedad? Dañan irremediablemente el sistema inmunológico del individuo. Atacan de manera silente e implacable.

Modesto rápidamente saltó de nuevo a la palestra:

—Amigo mío, creo que tu prédica ha sido un tanto irreflexiva. No podemos estar en contra de todo lo que signifique avance. Bien quieres que si te rompes una pierna te lleven a un hospital y te atiendan rápidamente, o si tienes una infección viral te curen eficazmente. Que si tienes que ir a otro Estado existan aviones que te transporten en el menor tiempo posible. Esa integración internacional que tú criticas, que hace que el mundo esté cada día más interconectado, es la que hace que las empresas tiendan a expandirse más allá de sus fronteras nacionales y crear riqueza a nivel cosmopolita fortaleciéndose al mismo tiempo en su capitalización y buscando menos costes empresariales. Se ha convertido en un concepto con significado de mundialización, en tanto en cuanto supone interconectar procesos tecnológicos, políticos y económicos entre todos los países del planeta.

—¿Te parece pues justo que bajo el pretexto de evitar gasto fabril e incluso decir que con ello se ayuda al desarrollo de otros países menos industrializados a despegar de la pobreza, los empresarios cierren empresas en nuestra nación para abrir otras a continuación en países poco desarrollados o emergentes? —replicó Rafael—. Perdona, a mí me parece que no es correcto, pues ese traslado de producción debería hacerse si uno quiere realmente expandirse, ayudar, aumentar la riqueza del país donde se encuentra, en fin, crecer y al mismo tiempo ayudar a la economía mundial y al bienestar de la humanidad, siempre que no cerrase sucursales o la empresa misma en la nación de origen, porque si no, por el contrario, lo único que busca es beneficio propio y nada más. Le importa poco las personas, su país, el bienestar social, y lo que va a conseguir con ello, sin que se dé cuenta, es perjudicarse a la larga. Y está claro, dado que, si tu actividad industrial o comercial no revierte, en parte, en beneficio para la comunidad y ésta se deteriora, puede llegar un momento que todo el dinero que hayas ganado, después y en tu lugar de origen, donde has crecido, donde vives, donde has tenido hijos, donde tienes propiedades, donde tu arraigo es más fuerte, ya no te valga, pues la moneda se haya depreciado, las posesiones, sobre todo inmobiliarias, ya no tengan valor y comiencen las revueltas sociales. ¿Qué tendrá entonces esa persona que optó por cerrar empresas en su lugar de origen y llevarlas a otro lugar del mundo, cuando tenga que emigrar hacía sus nuevos paraísos?

Ese desceparse emocionalmente puede que le suponga a la larga un importante coste a su salud. Sin duda alguna, los revestidos de auctoritas deberían advertirles que en ese supuesto podría llegar a hacerse efectivo un viejo refrán popular que dice que, A río revuelto ganancia de pescadores, y que, por consiguiente, se vayan aplicando el cuento. Pero dicho esto, te aclararé que yo no estoy en contra de que la humanidad avance, aunque lo que digo es que tiene que hacerlo racionalmente y no tan aceleradamente. La llamada interdependencia económica, que es lo que ha provocado un nuevo concepto de macroeconomía, ha hecho surgir nuevas teorías en las que se han basado esos nuevos desafíos empresariales, que a mi entender no son más que un nuevo concepto de capitalismo.

—Puede que eso sea como dice Rafael —precisó Manases—, pero no creo que interese a mucha gente, lo cierto es que el progreso, los adelantos en general, la aproximación económica entre países, eso no lo para nadie, y además no creo que sea bueno el que se pare. Tenemos nuevos mercados donde acudir, está todavía por delante el despabilo total del gigante, China, y el de su vecina, la India. También África, a quien podemos destinar nuestra producción, nuestros avances en electrónica, venderles nuestras ideas, podemos hacerles despertar de su letargo, claro, si no acabamos con ellos antes con tantas intervenciones e injerencias que les practicamos a nivel político, militar y económico. La dimensión mundial de las cosas es imparable. La economía va toda unida y a nadie le interesa que exista ninguna depresión económica ya bien sea por una hiperinflación o por una deflación.

Los poderes fácticos y políticos ya se cuidarán, y muy mucho, de que eso no suceda. Únicamente nos podría llevar a esto, indefectiblemente, situaciones extremas que solo se podrían dar con la llegada de un brote epidémico, con focos incontrolables por todos los continentes, de una guerra química, biológica o nuclear, de un cataclismo o de una tormenta solar, con resultados de gran destrucción.

—Vale —se puso a rebatir de nuevo Rafael—, recordar que la civilización Maya tan grande, tan avanzada, tan organizada, pero también con grandes diferencias sociales, otrora tan esplendorosa, casi desapareció de la faz de la tierra debido no solo al cambio climático y la falta de agua, sino también debido a las luchas intestinas (militares) por el poder económico (hoy día también sería tecnológico) y político. Las revueltas sociales, o crisis de cualquier tipo, llámense como se llamen, pueden hacer cambiar de parecer a los individuos de una sociedad, y precisamente en los tiempos en que vivimos, la falta de organización y buen liderazgo podría llevarnos a una situación que no sería deseable. Los mayas eran una civilización importante en el mundo, habitaban como pueblo organizado en una región determinada y acotada, pero hoy día tendemos a la no existencia de civilizaciones por separado y diferenciadas por regiones, sino a que todos pertenezcamos a una única civilización mundial avanzada, que no tribal. Los medios de comunicación, los poderes económicos y políticos y la ciencia, nos están uniendo como un mundo integrado, hasta el punto de que, si se produce una debacle económica de cualquier índole en una parte del globo terráqueo, casi de inmediato se sufre su consecuencia en el resto de las otras partes del planeta, e igualmente si se produce una crisis político-social en una parte del mundo, repercute en el equilibrio de la diplomacia mundial. Como ya avanzaba hace treinta años mi profesor de física, don David, parece que ya no somos ciudadanos nacionales sino más bien ciudadanos del mundo. Él mismo, lejos de su tierra, cuando le preguntábamos los alumnos que de dónde era, nos respondía: Señores, no me pregunten más, soy ciudadano del mundo. Realmente era un avanzado a su tiempo.

Modesto, después de que un pequeño silencio impregnara el aire, haciendo uso de nuevo de la palabra, quiso resumir:

—Quizá, y con esto no le quito la parte de razón que creo tiene Rafael, la gente padezcamos un mal común, y es que en los tiempos que vivimos, suframos todos exceso de información y defecto de entendimiento. Tenemos que aprender más a saber percibir, luego pensar y, por último, al menos, intuir una deducción. En todo caso, el plantearse una ralentización razonable, ante un desaforado avance de la tecnología, no vendría mal. Otra cosa son los progresos científicos y los médicos que, contra mejores y rápidos resultados se obtengan, mejor.

Domicio dirigiéndose a Ademar le dijo: 

—Las chuletas están de muerte y el embutido no te digo. ¿Has puesto el vino en la mesa? Hay dos botellas de tinto en la despensa que traje de mi último viaje a las tierras altas. ¡Llama al orden a todos estos y va, a la mesa que se enfría! ¡Rafael, Modesto, Manases, ¿alguien trajo el pan rústico?

Modesto contestó: 

—Sí, lo he traído yo, es del horno Casa Tino, y el panadero me ha dicho que lo ha hecho exclusivamente para nosotros, le ha puesto molienda de trigo, centeno y poca sal. Es de categoría especial, ya veréis que bueno está, yo ya lo he probado.

Ademar colocó en cada plato dos trozos de chicha y una pieza de cada uno de los enfundados con su correspondiente yesca de pan. Ademar era buen colaborador en las faenas de preparación del papeo, pero en cuanto a la elaboración de cenas estaba en su fase de principiante casi eterno.

Una vez todos sentados, Domicio con gesto jocoso les conminó: 

—Cuidado, no os queméis la punta de la lengua que la carne está aún muy caliente, dejar que se enfríe un poco. Esto es como la política, no os avalentéis, que la premura, muchas veces no es buena consejera. 

Manases abrió una de las botellas de vino y sirvió el preciado líquido en los vasos y todos comenzaron a comer, previo brindis propio de la tierra, que propuso con antelación: Salud y fuerza en el canuto -que era un tubo, hecho de cuero, especie de bolsa, donde se guardaban las monedas a principios del siglo veinte-. En la comida salió un nuevo tema, el fútbol, claro, y es ahí donde Ademar es un verdadero avezado.

Ya con un ambiente más distendido y finalizada la cena comenzaron su también habitual partida de cartas que duró aproximadamente hasta la una hora y treinta minutos de la madrugada. Quedaron todos en verse de nuevo al mes siguiente, en fecha y horario tradicional. 

Domicio fue el primero en abandonar el lugar.

—Os quiero aquí a todos, sanos y salvos, y sin haber tenido que salir ilesos de ninguna desgracia, la próxima convocatoria. Así que cuidaos el máximo posible.

Buenas noches.

CAPÍTULO SEGUNDO ANÁLISIS ANTES DE ACTUAR 

Esta vez habían quedado en cenar una buena paella valenciana. Domicio se hizo cargo del reparto de faenas y adjudicó a cada uno de ellos un quehacer. Modesto traería el pan, Manases el agua, la cerveza y el café, y él mismo compraría el arroz, pollo, conejo, tomate y verdura. Rafael sería el encargado, como especialista que es, de la elaboración. Gustaban todos ellos de comer casero y no por encargo en casas de comidas, bares o restaurantes. Les parecía que eso quedaba bien para reuniones familiares amplias e incluso las de trabajo, pero pensaban que cuando se reúnen amigos o amigas debe ser algo más íntimo, que te permita ir vestido como quieras, tratar de lo que te apetezca sin que nadie ajeno a la reunión pueda oír o interpretar inconvenientemente tus palabras, sin tener que elevar la voz, jugar a las cartas, al dominó o cualquier otro juego de mesa.

Por la época del año en que se encontraban, noviembre, Domicio ya advirtió que podría hacer frío y que no quedaba mucha leña para echar a la chimenea por lo que Ademar se hizo eco y se acordó de traer una garba de sarmientos gruesos.

Rafael puso primero a sofreír la carne en la paellera hasta que estuvo dorada, a continuación, añadió las judías verdes, los judiones y el tomate natural triturado, rehogándolo todo junto durante unos tres o cuatro minutos.

Agregó tres litros de agua y una ramita de romero, dejándolo a hervir durante diez minutos. Seguidamente, previa retirada del trozo del arbusto aromático fue añadiendo progresivamente el arroz de la variedad albufera, cuya característica principal es que una vez cocinado se mantiene consistente, dándole al principio unos minutos de fuego fuerte y con posterioridad rebajando la potencia, a fuego medio, hasta un total de diecisiete minutos de hervor del arroz.

La velada prometía, el ambiente era idóneo para solazarse, y empezaron a hablar de todo hasta que un tema se impuso a los demás: la movilización social. La frase que captó la atención de todos fue una primera que pronunció Modesto.

—Las huelgas políticas están prohibidas por la Constitución. Nadie puede convocar una huelga general con la intención oculta de derrocar a un gobierno concreto. La orientación política lo debe ser de los ciudadanos, nunca de los sindicatos, aunque estos evidentemente, los constituyen personas. Esta que hemos vivido recientemente se le ha tratado de calificar por los medios informativos como histórica, porque ha habido una afluencia de más de tres millones de personas en todo el Estado. Y yo digo: una nación que tiene casi cincuenta millones de personas, de las cuales unos nueve millones pueden ser menores de edad y otros siete pueden ser personas de avanzado estado de edad, nos quedan como potenciales manifestantes más de treinta millones. Por tanto, el calificarla de histórica, no debe serlo por la acepción que se le quiere dar de por su trascendencia, sino solamente porque es un hecho que figurará en los anales de la historia como un dato más. Hubiera sido realmente importante si hubieran sido catorce millones, por ejemplo, los que hubiesen salido a las calles a reivindicar sus intereses. Qué menos.

Rafael intervino:

—Estoy de acuerdo con lo que nos has dicho, Modesto, pero tengo que añadir más. Cuando se produce una convocatoria de huelga general, sea por quien sea, y solo se moviliza a los suyos, ésta no triunfa. De hecho, nos tenemos que dar cuenta que ni tan siquiera haya finalizado la misma ya se entra en guerras de porcentajes de asistencia, por lo que la reivindicación no resulta efectiva. Los motivos, causas o razones de ese

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