Hace la mímica. Alza la mano y toca una puerta invisible. “Toc, toc. Soy Nicki Becker, de Jóvenes por el Clima de Argentina, y le quiero contar por qué tiene que aprobar este proyecto de ley”. Así recuerda ahora esta chica de veinte años –que parecen muchos menos– cómo con unos pocos amigos del secundario se organizaron para hacer escuchar sus voces (“incidir”, dice) en el lugar en donde se amasan las leyes que después terminan afectando, para bien o para mal, la vida de millones: el Congreso de la Nación. Ella, que alguna vez pensó en ser psicóloga pero que terminó estudiando derecho como su papá; ella, que desde chica se había inclinado por lo social pero más tarde terminó enamorándose de la cuestión ambiental, estaba nuevamente frente a una de las tantas sorpresas de su corta vida: había pasado de la comodidad de ser estudiante a la fiebre, “Fue algo muy por vía de las redes”, ensaya. “Yo estaba en Instagram y justo vi un video de Greta Thunberg y de los jóvenes de Europa llamando a la primera movilización internacional para el 15 de marzo de 2019. Fue hace nada, pero parece un siglo. En ese momento sentí curiosidad por un movimiento que era tan grande en Europa y que yo acá no veía, ni siquiera entre mis amigos involucrados en estas cuestiones. El cambio climático era un tema del que no se hablaba en la escuela, no se veía en los medios de comunicación y por eso pensé que era raro. Entonces, como estaba de vacaciones, me puse a leer. Y a leer, y a leer. Así fue como di con el sitio de Naciones Unidas. Decía que la crisis climática es un tema de derechos humanos y desde ese momento comencé a entender todo de otra manera. Porque hablar de crisis climática no es hablar de osos polares sino de no tener acceso al agua, a la salud, a la vida. Y, mientras más leía, más miedo me daba porque pensaba: ¿Qué futuro voy a tener? ¿Qué planeta voy a heredar?”
ARDIENTE ımpacıencıa
Apr 07, 2022
5 minutos
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