Tienes que ser feliz (y tu perro, también)
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Dejemos de fingir que no sentimos nada y que la vida es un Instagram gigante.
Hablemos de cómo se comporta tu perro.
Si te fijas, todo se centra en lo que hace y lo que deja de hacer.
Y en lo que debería hacer o debería dejar de hacer, según la opinión de quienes te rodean. La lupa está puesta sobre tu perro.
Y cuando no miran a tu perro, es porque te miran a ti. La vigilancia cae entonces sobre tus acciones, sobre lo que haces y lo que deberías hacer.
Y de ahí no se pasa.
Pero ¿qué ocurre si damos unos pasos atrás, y colocamos la lupa en otro sitio?
¿En dónde?
En quienes te rodean. En la tele. En los grupos de redes sociales. En los vídeos de YouTube.
En tus vecinos. En la gente que no te conoce de nada pero sabe educar a tu perro mucho mejor que tú.
En todos esos.
En la sociedad, en conjunto.
Si haces eso, si amplías la visión hasta abarcarlo todo, verás el comportamiento de tu perro de una manera muy diferente.
Cuando entiendas esto, mirarás a tu amigo con otros ojos. Y vuestra relación mejorará radicalmente, sin que tengas que educarlo, entrenarlo, corregirlo o controlarlo a cada paso.
Y de eso va este libro.
Habla de ti, habla de tu perro, pero sobre todo habla de emociones y de una sociedad que solo te permite mostrar una: alegría.
Las demás, te las callas. Y tu perro, también.
Irene Pérez Piñel
Licenciada en Medicina Veterinaria en el año 2000, trabaja desde esa fecha ejerciendo clínica de pequeños animales. Especializada en Comportamiento y modificación de problemas de conducta, convive con huskies desde 1995, y desde hace unos años, también con galgos (adoptados).Aficionada al mushing, la nieve y la montaña, y a cualquier actividad que pueda realizar con sus perros.
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Tienes que ser feliz (y tu perro, también) - Irene Pérez Piñel
Índice de contenido
UNA PRESENTACIÓN RÁPIDA
Y UNA DECLARACIÓN DE INTENCIONES
PONGAMOS LA BASE
EMPECEMOS CON DEFINICIONES
ALEGRÍA
TRISTEZA
ASCO
IRA/RABIA
MIEDO
RESIGNACIÓN
RESILIENCIA
CURIOSIDAD
PREOCUPACIÓN
PACIENCIA
EXPECTATIVAS
CALMA
SEGURIDAD
CONFIANZA
(IN)CERTIDUMBRE
CONTROL
EMPATÍA
PRESIÓN SOCIAL
CONCLUSIONES
Recomendaciones
UNA PRESENTACIÓN RÁPIDA
Cuando el individuo siente, la comunidad se resiente (Un mundo feliz, Aldous Huxley)
Escribo esto porque quienes leyeron mis anteriores libros me acosaban pidiendo otro.
Bueno, vale, es mentira. No me acosaban, me preguntaban muy amablemente por correo electrónico que para cuándo el siguiente.
Me puse a pensar, ¿y qué cuento yo ahora sobre perros?
Y no se me ocurría nada que fuera realmente útil y práctico.
Por eso no he escrito un libro sobre perros. No. Este libro no va de la especie canina. Este libro habla de ti. De mí. De tu primo, tu vecina del quinto, y del presentador del telediario.
Este libro trata de emociones, primarias, descarnadas, antipáticas, de esas emociones que no reconocemos como nuestras, porque no quedan bien en ninguna red social.
Esas emociones que nuestros perros detectan como detectan el sonido de la puerta de la nevera cuando se abre.
Y luego las van contando por ahí, los muy bastardos, a todo el que quiera escuchar.
No sé si esto te ayudará a conocerte mejor o no, te dará algo en lo que pensar, o lo terminarás y pasarás a ver la serie de moda en Netflix sin darle más vueltas.
Tampoco sé si tengo razón en algo de lo que viene a partir de ahora, o te estoy colando un batiburrillo de psicología low cost propia de los libros de autoayuda que estoy vilipendiando entre líneas.
Solo sé que vivimos en un mundo que niega muchas de las emociones que nos abruman, y que nuestros perros han venido a poner un poco de orden en todo este asunto.
Y quería que lo supieras.
Porque comprender mejor a tu perro y sus conductas pasa, inevitablemente, por entender mejor tu mundo emocional y remover y mirar en sitios donde no te apetece mirar.
Pero si no miras y ventilas un poco, jamás conseguirás descifrar lo que tu perro ha venido a contarte, ni entenderás la ayuda que te está ofreciendo.
Vamos allá.
Y UNA DECLARACIÓN DE INTENCIONES
En este libro puede que no haya mucho lenguaje inclusivo.
Es más, aunque mi público es mayoritariamente femenino, y en mis correos diarios (que puedes recibir apuntándote en comunicacionyrespeto.com) uso siempre este género, aquí paso bastante del asunto.
Pondré el género que me salga según escriba, y listos.
Si eso te ofende, mejor no sigas leyendo, porque eso es lo menos ofensivo que voy a hacer.
A ratos escribiré palabrotas o insultos. Que oye, pueden ir dirigidos a mí misma, pero nunca se sabe.
Puede que sea políticamente incorrecta, también. O no, ya lo iré viendo según escriba.
También puede que me meta con gente a la que no conozco, que juzgue a quien no debo, o critique a quien no se lo merece.
Pediría disculpas por ello, pero me da pereza.
Eso sí, sin acritud, si alguien se da por aludido y se quiere tomar una revancha, tiene vía libre por mi parte, faltaría más.
Y después de esta declaración de intenciones, que coloco aquí para dejar claros los términos de nuestra futura relación (que durará mientras leas este libro, luego cada uno por su lado), empiezo.
PONGAMOS LA BASE
El verdadero problema de la humanidad es el siguiente: tenemos emociones del paleolítico, instituciones medievales y tecnología propia de un dios (Edward Osborne Wilson)
Igual te has fijado, o igual no. En los últimos años los libros de autoayuda triunfan.
Especialmente los que hablan de cómo ser feliz, cómo tener éxito (en lo que sea), cómo ser más guapo, más listo, más delgado o leer libros más rápido que nadie.
Todos apuntan a lo que debes hacer para conseguir objetivos que ansías, que te harán destacar y ser, bueno, definitivamente feliz.
Pero todos cometen el mismo error.
Están destacando precisamente aquello de lo que careces. Se ceban con todo aquello que tú crees que es tu fracaso personal, y luego lo amplifican.
Así que el mensaje subliminal de esos libros, de esos consejos, de esas corrientes de felicidad y éxito perpetuos es: eres una fracasada, un inútil, una inadaptada, un lerdo. Espabila.
Y esa fijación solo sirve para recordarte aquello que te falta, aquello que crees que deberías tener y no has logrado, aquello que deberías ser y no consigues ser.
Y si levantas la vista de ese libro que estás leyendo sobre cómo ser mejor amante, mejor anfitrión, mejor amigo o mejor sexador de pollos, igual te das cuenta de que la sociedad amplifica ese mismo mensaje hasta la náusea.
No eres válido.
No estás a la altura.
No triunfas lo suficiente, no te quieren lo suficiente, no ganas suficiente dinero, no eres lo bastante guapo, delgado, alto, rico, popular.
Espabila.
Así que está claro que tu camino hacia la felicidad edulcorada y llena de arco iris, piruletas y unicornios rosas pasa por hacerte plenamente consciente de lo feo, pobre, tonto, gordo, bajo, impopular o simplemente triste que eres.
Sentir el hueco emocional que esto deja en tu interior.
Y… llenar ese hueco, que es como un gran agujero negro, con objetos.
De todo tipo.
Cuanto más grandes, más caros, más nuevos y más extraños, mejor.
Ya estás atrapado.
Serás feliz cuando llenes ese vacío interior.
Y llenarás ese vacío interior con objetos.
Venga ya.
Pues la verdad es que nos lo hemos tragado.
Y puede que esa sea una de las razones por las que los perros nos acompañan, en lugares tan disfuncionales y hostiles como las ciudades occidentales del siglo XXI.
Para recordarnos quiénes somos, cómo nos sentimos, de dónde venimos en realidad, y hacernos poner los pies en el suelo.
Y es que pasa algo extraño. Los vacíos emocionales de los perros, si los tienen, no se llenan con objetos.
Se llenan siendo perros.
Claro que, a menudo, nuestra inercia es tan fuerte, que en lugar de que el perro actúe como contrapeso, resulta que lo arrastramos a nuestra vorágine emocional.
Y entonces es cuando aparecen los problemas de comportamiento
.
Y por si eso fuera poco, la sociedad actual ha fomentado un modelo de vida idílica ideal donde solo pasan cosas bonitas en lugares bonitos con gente bonita
, que tiene su máxima exposición en las redes sociales.
O sea, te están enseñando, a todo color y con filtro Aesthetic, que todo eso que no tienes y que ansías tener, no solo existe.
Es que lo tiene tu vecino, tu compañero del curro, y hasta tu ex.
Todo el mundo menos tú.
El resultado es que hay demasiada gente pensando que la vida debe brillar, ser alegre y divertida, a todas horas.
Y que sentir emociones clasificadas como negativas
, como la culpa, el miedo, la ira o la tristeza, está mal.
Que esas mierdas no hay filtro que las arregle.
Pero resulta que la vida, la real, la que está pasando a tu alrededor mientras le pones corazoncitos a la foto de esa persona a la que odias, es diferente.
Es real.
Y en esa vida, emociones como el miedo, la ansiedad, la tristeza, no son negativas.
Son necesarias.
Son útiles.
Y por eso, precisamente, existen.
Son imprescindibles para crecer, para evolucionar, para mejorar como personas.
Porque nadie se molesta en cambiar nada cuando está tumbado bajo un cocotero, con una copa llena de un extraño líquido azul con sombrillita, mientras una arena blanca y un mar turquesa ocupan el fondo de su Instagram.
Nadie.
Es necesario que