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No te suelto la pata: Rescatando seres sintientes
No te suelto la pata: Rescatando seres sintientes
No te suelto la pata: Rescatando seres sintientes
Libro electrónico145 páginas1 hora

No te suelto la pata: Rescatando seres sintientes

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Información de este libro electrónico

Relatos que recuperan la crónica de rescates de perros abandonados y maltratados en Mendoza, Argentina.
Este recorrido por historias reales representa una buena fuente de reflexión sobre un estado clave de nuestra sociedad: la violencia que se ejerce sobre las formas de vida y sus derechos, en este caso, contra las que, aunque tengan voz, ella no puede alegar ni decodificarse dentro del lenguaje humano.
No te suelto la pata. Rescatando seres sintientes de Carmen Díaz no es una estrategia de la ficción literaria.  Es más bien un espejo que nos refleja las carencias en el vasto universo de la vulnerabilidad de la vida.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 sept 2022
ISBN9789874931450
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    No te suelto la pata - Carmen Díaz

    Agradecimientos

    Quiero expresar mi agradecimiento a todos los amigos que me apoyaron en este proyecto desde sus inicios; sobre todo, en el momento más difícil, que fue cuando perdí más de sesenta hojas escritas. Muchas gracias a los que me alentaron a seguir.

    En especial, estoy muy agradecida con Fabián Arnáez, Leandro Rodríguez y Adrián Barón, por brindarme la oportunidad de abrir cuentas en sus respectivos Consultorios para Animales No Humanos desprotegidos, sin hogar. Eso ayudó a que cientos de perros y gatos salvaran sus vidas. Los que no lo lograron, porque tuvieron pronósticos reservados y graves, se fueron de este mundo contenidos por todo nuestro grupo en una internación y no murieron abandonados en la calle.

    Quiero expresar mi reconocimiento a los abogados que me asesoraron en determinados casos, ya sea por denuncias o por situaciones legales inherentes a las diferentes causas. Especialmente menciono a Laura Valente, quien fue una gran guía en este proceso lleno de aprendizajes.

    También quiero recordar en este lugar a las voluntarias que contribuyeron en algunos rescates, a las que me secundaron en casos complicados, a las que aportaron medicación, a las que compartieron las publicaciones.

    Doy las gracias a la sociedad mendocina que contribuyó con su aporte solidario, ya sea con dinero, ferias, rifas, venta de ropita en beneficio. A todos quienes hicieron, desde su lugar, un mundo mejor para estos seres sintientes que tanto amamos.

    Destaco, además, a mi querida peluquera canina Elizabeth Díaz, por su colaboración desinteresada al darles dignidad a tantos perros rescatados del abandono.

    Por último, estoy muy agradecida con quienes se suman a dar tránsitos de corazón, un gran mérito para ellas. Gracias por sus tiempos, por sus cuidados, por el amor que han dado a cada uno de esos animales.

    Aclaración editorial:

    Las fotografías de estas crónicas que referencian imágenes de rescatados son capturas instantáneas, tomadas por la autora y otros como testimonio del estado al momento del rescate y de su recuperación.

    Dada la distancia en años de algunos de los casos, no hemos podido obtener los originales sino las imágenes que circularon por las redes sociales. Hemos tratado de obtener su mejor calidad de impresión.

    Algunas de las reflexiones que me guían

    Cuando rescatas un animal herido y ves su transformación, es cuando sientes que tu alma está en la más alta de las vibraciones.

    Los Animales No Humanos son seres sintientes, sujetos de Derecho. Nunca los prives de su alimentación ni de agua, que son indispensables para su supervivencia.

    Dejar tu perro atado, impedido de ejercer su libertad, te hace un ser despreciable.

    El objetivo de rescatar un animal de la indiferencia es darle una buena calidad de vida. No permitas que vuelva a caer en la que tuvo.

    Hasta que no hayas rescatado un animal que esté sufriendo, nunca sabrás lo que se siente al verlo recuperado.

    CIROCCO

    Hacía días que andabas sin rumbo fijo por las diferentes calles asfaltadas de un barrio popular de la Ciudad de Las Heras, en Mendoza. Según los vecinos, no eras de la zona. Nadie conocía ni tu más mínimo dato. Ni tenías nombre. Pero por vos empecé este camino.

    Una vecina que seguía sus pasos logró encontrarlo, le tomó una foto y la publicó en una red social. La imagen impactaba a simple vista, era la verdadera cara del sufrimiento. Observarla causaba un sinfín de sensaciones a cualquiera con la menor sensibilidad. Él necesitaba de unas manos amigas que le brindaran ayuda verdadera y responsable. Del lado derecho, su rostro aparecía abierto y sangraba. Pero se escondía tanto de la gente del lugar como de nosotros. Lo peor era que, mientras más días pasaban, sus posibilidades de supervivencia se acortaban: con esa herida profunda no podía alimentarse ni tomar agua. El miedo lo llevaba a ocultarse, e imagino que por el olor que despedía lo ahuyentaban. A eso se sumaba el dolor incontrolable de la herida.

    Uno de esos días de típico viento zonda mendocino, fuimos en su búsqueda con una compañera. Resultaba casi imposible avanzar por las oleadas de tierra que nos acortaban la visibilidad. Nuestro afán de encontrarlo era más fuerte que la realidad que teníamos enfrente, por lo que avanzamos esquivando ramas caídas, sin suerte: el perrito había vuelto a desaparecer. Muchos seguíamos el caso a través de las redes, esperanzados de que lo retuvieran e ir a buscarlo con alguna seguridad. Sin embargo, el día menos pensado nos llamaron. Ya lo tenían. Fue un 25 de diciembre y ya muy tarde, faltaban minutos para el día 26 y nos preguntábamos si sería el milagro de Navidad de ese año.

    Por ser una zona riesgosa durante esos horarios, se sumó a nosotras un compañero, con el fin de darnos mayor seguridad. En un lugar determinado nos unimos y partimos los tres en dos autos. La aventura se acercaba. La familia y algunos vecinos nos esperaban. Al llegar, hacía minutos que el escurridizo perro se les había escapado nuevamente. Estábamos decididos a todo o nada, encendimos los celulares, linternas, sogas y comenzamos a buscarlo entre las cunetas. Unos nos dispusimos en el lado izquierdo, otros del lado derecho. Por fin, sentimos a cierta distancia un grito, el grito tranquilizador: ¡Lo tenemos!. Estaba agazapado debajo de un puente. Ya sin escapatoria. Se dejó enlazar y se entregó con esa pureza que caracteriza a los perros. Era mestizo, con alguna mezcla de pitbull. De mediana estatura, joven, color marrón, con algunas cicatrices, costillas marcadas, nariz negra y seca. Sin dudas, su herida estaba en avanzado estado de descomposición, incluso se le había desprendido una parte del tejido. Lo subimos al auto y se acomodó en la parte trasera del asiento, eligió la sábana para echarse. Partimos en los dos autos hacia la Clínica Veterinaria, con las ventanas abiertas porque el olor era nauseabundo, no apto para los que sufren y padecen los olores muy fuertes. A pesar de la distancia, llegamos rápido, el tránsito en ese horario no se hacía sentir. Llegamos cerca de las 2.30 de la madrugada. El veterinario de guardia estaba hablando con alguna gente en la puerta, eso nos daba la pauta de que no había pacientes. Al ingresar y con la luz potente de la sala pudimos apreciar que la cara hervía de gusanos. Sin perder tiempo, el doctor puso en marcha el protocolo para salvar su vida. En esa Clínica tenían como norma identificar el ingreso del animal con un nombre: le puse CIROCCO en honor a mi perrito viejito fallecido. Así obtuve mi primera cuenta para perritos en situación de desprotección. CIROCCO quedó a mi cargo.

    El diagnóstico no era bueno, tenía una gran infección que saltaba a la vista, además de desnutrición y deshidratación. ¡Cuánto tiempo sin comer y sin tomar agua, pequeño! Eso llevó a que quedara internado en estado reservado. Necesitaba una transfusión de sangre para recuperarse de su anemia. Una vez que se le limpió el rostro, le quedó un agujero importante. Los gusanos habían hecho un daño increíble en la piel. Al día siguiente, nos pusimos en campaña para conseguir un perro dador. Este debía cumplir ciertos requisitos: tener las vacunas al día, un peso de 25 kg., estar sano, tener una edad promedio de 8 años. De ser hembra, no debía haber sido madre ni haber ingerido alimentos por lo menos por ocho horas. NEGRO se convirtió en el héroe.

    CIROCO fue transfundido y, paulatinamente, se fue recuperando. Con el transcurrir de los días, comenzó a alimentarse y beber agua por sus propios medios.

    Apenas el caso se publicó en una red social, inmediatamente se hizo viral por el contenido tan fuerte de la historia y por el estado en que había quedado su rostro después de la limpieza. Los gusanos habían comido gran parte del tejido.

    La mayoría de la gente coincidía en que un petardo había destruido la mitad de su cara. Estábamos a fines del año 2012. Con las fiestas tradicionales, la pirotecnia abundaba, a pesar del riesgo que provoca en la salud de cualquier ser vivo. En los perros, por tener el oído con más alcance auditivo, los petardos pueden provocar daños irreparables. Los trastornos de ansiedad conllevan a signos más intensos como salivación, alteraciones gastrointestinales, taquicardia. A lo largo de los años, la pirotecnia se ha ido prohibiendo en diferentes municipios, a través de normativas propias. Lamentablemente, es un flagelo que cuesta erradicar a pesar de las prohibiciones de su uso en la provincia de Mendoza.

    Nunca tuvimos conocimiento real de lo que le sucedió. La historia fue compartida por cientos de cibernautas, a tal punto que se conoció el caso en todo el país. Incluso, llegó a un periodista de un medio gráfico local. Al comunicarse telefónicamente con nosotros, lo primero que preguntó fue si al perrito publicado en mi página le había explotado un petardo en su hocico como a FACHA años atrás. Es decir, que él también coincidía con el resto de las personas. Entonces, mi primer rescatado vía red social se hizo más famoso de lo que ya era. El comunicador le dedicó un importante espacio

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