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Budismo: Iniciando el Camino hacia la Verdad
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Libro electrónico193 páginas1 hora

Budismo: Iniciando el Camino hacia la Verdad

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Principalmente, se aboga por cesar nuestra búsqueda de la felicidad en todo aquello que sea externo, mundano o material y que comencemos dicha búsqueda de manera introspectiva. Este texto pretende exponer las primeras y más básicas enseñanzas que dio el Buda en base a las cuales se edifica el Budismo: Las Cuatro Nobles Verdades. El propósito es abrir la puerta del estudio y de la práctica del Budismo a todos aquellos que pudieran estar interesados en transformar su vida de una manera permanente para volverse seres humanos conscientes, maduros independientes, responsables y libres; en otras palabras, en tomar el primer paso hacia la verdadera e inmutable felicidad.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 mar 2023
ISBN9798215039281
Budismo: Iniciando el Camino hacia la Verdad

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    Budismo - Salvador Choussy García Prieto

    Introducción

    Como latinoamericano que soy, conozco a la perfección nuestra tendencia a hojear, apenas, el prefacio o la introducción de un libro. Sin embargo, es muy importante para mí que usted lea con atención estas hojas antes de adentrarse en el texto. Prometo ser breve.

    Lo escrito en este libro no es una producción de mi intelecto. Bien desearía yo poseer una onza de la sabiduría necesaria para que de mi mente se originara un análisis tan profundo y veraz de los seres humanos, de su modo de operar y de la vida en general. El presente trabajo es más bien resultado de mi mejor esfuerzo por interpretar las enseñanzas que dio el Buda Siddhartha Gautama hace más de dos mil quinientos años y que, desde entonces, han sido trasladadas de maestro a discípulo.

    Aproximadamente en 1969, su santidad Rangjung Rigpe Dorje, el decimosexto Karmapa, decidió que era el momento propicio para que las enseñanzas se abrieran paso en Occidente. Gracias a un karma excepcionalmente bueno, las personas que asumieron tal cometido lograron —con su trabajo y dedicación— hacer llegar las enseñanzas y transmisiones a un pequeño país ubicado en Centroamérica: El Salvador, mi tierra natal. Fue gracias a ellos y al plan universal que me inicié en el camino del budismo tibetano.

    Luego de varios años de estudio y práctica, en 2009, la comunidad budista tibetana salvadoreña me concedió el increíble honor de dar las primeras charlas del Curso de Introducción al Budismo Tibetano. Dicho curso, que ahora se imparte a lo largo del año, está diseñado y dirigido a quienes tengan interés en embarcarse en el camino del budismo.

    Así, el principal objetivo de este texto es desarrollar, según mi interpretación, las enseñanzas que algún día me fueron proporcionadas por mis maestros.

    En la vida existen maestros de maestros. Por eso, deseo dedicar este libro —de manera especial— a mis dos principales gurús: mi esposa Mimi y mi hija Juliana. Asimismo, a todos aquellos incansables bodhisattvas1 latinoamericanos.

    Finalmente, en mi largo y extenuante, pero por demás gratificante, camino como budista existen tres personas a las que les debo una gratitud que jamás podré expresar en simples palabras. El XIV Kunzig Shamar Rinpoche, a quién con mucho orgullo puedo llamar mi principal maestro, por haberme dado el tesoro más preciado que se puede dar y a Eduardo Herrera, mi principal profesor, maestro y muy preciado amigo por su fe en mi trabajo, por su guía espiritual y personal y por su paciencia.

    Asimismo, un caluroso y afectuoso agradecimiento desde lo más profundo de mi corazón a toda la comunidad de práctica Centro Himalaya por su confianza tanto en mí con en nuestro proyecto.

    Es importante que, al leer este libro, se tenga en cuenta que se trata de mi interpretación personal de las preciosas enseñanzas que hoy moldean mi vida. Por ello, ruego al lector que cualquier error o incongruencia que pudiese encontrar me sea atribuida a mí, y no a las enseñanzas ni a mis maestros. Extiendo, de antemano, mis más sinceras y humildes disculpas cuando esto ocurra.

    Espero que el presente texto contribuya a que quienes lo lean, y atesoren las enseñanzas en su mente y en su corazón, se liberen del sufrimiento y vivan una vida consciente, plena y llena de gozo y significado.

    El Buda

    ¿Quién es este mítico y enigmático personaje cuyas enseñanzas practican más de cuatrocientos millones de personas en todo el mundo?

    Sé que en la actualidad hay miles de narraciones de la vida del Buda histórico. Muchas de ellas pretenden ser exhaustivas y respetar los datos históricos respaldados por los descubrimientos arqueológicos modernos. Otras, un tanto más tradicionales, están enmarcadas por una bella reseña fantástica repleta de acontecimientos sobrenaturales, y llenos de colorido e impresionantes hazañas.

    No obstante, el propósito de este capítulo es exponer los eventos más trascendentales de la vida de este ser humano (probablemente el primer ser humano de la historia), sin nombres complicados ni hazañas mágicas, de modo que sirva como punto de partida para el desarrollo de sus enseñanzas.

    Hace poco más de dos mil quinientos años, el territorio que hoy conocemos como la República de la India estaba dividido en diversos estados gobernados como monarquías. El rey de cada estado ejercía el poder soberano sobre el territorio y sobre todos sus habitantes. El mando era transmitido hereditariamente de padre a hijo.

    En uno de estos estados, ubicado en el noreste de la entonces India —hoy, sur de Nepal—, en un pueblo actualmente llamado Lumbini, la reina de esta pequeña monarquía soñó que un elefante blanco de seis colmillos se introducía en su cuerpo por su costado derecho y plantaba en su vientre una flor de loto. A la mañana siguiente la reina estaba encinta.

    El rey, al conocer el sueño por boca de su consorte, mandó a llamar a sesenta y cuatro sabios para que lo interpretaran. La unánime conclusión fue que el príncipe que estaba por nacer se convertiría en un monarca sin precedentes que haría crecer su territorio y sus riquezas, o se convertiría en una persona de un desarrollo espiritual excepcional sin precedentes.

    El príncipe nació, y le otorgaron el nombre de Siddhartha Gautama. Su madre falleció siete días después de su nacimiento. Como es de suponer, el padre decidió que el príncipe se convirtiera en un gran monarca —no en un guía religioso—, por lo que, en atención a la predicción de los sabios, decidió tomar todas las medidas necesarias para orientarlo por ese camino, evitando su desarrollo espiritual.

    Esta convicción llevó al padre a tomar disposiciones muy drásticas: cercó con altos muros el palacio y sus zonas aledañas, y se encargó de que dentro de la zona demarcada solo existiera la belleza, abarrotando el palacio con las más hermosas mujeres y las más bellas plantas y flores. Únicamente se permitía el ingreso a personas jóvenes, sanas y bellas, de tal forma que en la mente del príncipe esta utopía fuera su realidad y no hubiese cabida a cuestionamientos que lo llevasen por un camino espiritual. Así creció el pequeño Siddhartha, rodeado de todo el lujo y la comodidad imaginables, alejado del menor indicio de la existencia del sufrimiento.

    Cuando Siddhartha tenía nueve años de edad, el reinado celebró el inicio de la cosecha. El rey permitió al joven acompañarlo a las festividades. El padre, en medio de la algarabía de los festejos, perdió de vista a su pequeño hijo, quien tranquilamente caminó por primera vez en soledad y se sentó con las piernas cruzadas a observar el evento.

    El inicio de la cosecha se celebraba con un trabajador que araba una porción de tierra como símil de la temporada. Siddhartha observó profunda y detenidamente el evento, y su mente se enfocó en aquella maravillosa visión del hombre y su cometido. En este estado, sintió una profunda serenidad y una alegría diferente a las que estaba acostumbrado.

    Al notar la ausencia de su hijo, el rey lo observó sentado, completamente absorto e inmutable. Alarmado, fue por él y lo incorporó a la felicidad mundana de los festejos.

    A medida que Siddhartha crecía, mostraba increíble facilidad para dominar todo cuanto se le presentaba. Sus maestros intelectuales eran rápidamente superados por la sabiduría innata del príncipe. De igual manera, quienes lo instruían en quehaceres físicos y deportes se sorprendían por la capacidad de asimilación del joven, pues lograba la perfección sin mayor entrenamiento.

    A la

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