Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Dados
Dados
Dados
Libro electrónico418 páginas5 horas

Dados

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Dados

 

Con un futuro incierto entre call centers, trabajos mal remunerados, recolectar cerezas en el campo de California, su desarraigo como inmigrante argentino en México desde niño, mujeres, y una orgullosa ebriedad cualesquiera que sean los alcances de esta palabra, Mirco Contrutti -álter ego del autor- se embarca de un momento a otro en un breve viaje al sur de México y regresa a Argentina. 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jul 2021
ISBN9798215053201
Dados
Autor

Marco Sbornia

Todo lo que podrías saber sobre mí está en mis libros, nunca supe hablar de mí más que de esa forma. Por ejemplo, cuando en una entrevista de trabajo o algo por el estilo me preguntan, “¿Cómo se definiría en 3 palabras?”, me matan, no puedo. No me parece que las cosas puedan ser así de reductibles ¿verdad? Supongo que de alguna forma toda mi literatura es una crítica a eso. Escribo cosas desde los 18 o 19 y tengo un montón de relatos que estoy por publicar y una gran cantidad de poemas, pero nunca lo hice para nadie, sólo para mí. Cuando lo haces de esa forma es difícil ¿sabés?, rompes con lo políticamente correcto y es una cuesta arriba constante, pero no me importa, nunca me importó. Los analistas literarios dividen a la literatura en un montón de categorías pero para mí sólo hay dos: la buena y la mala. La buena es la que sale de las tripas y la mala…bueno pues, no sé, supongo que toda esa  que hay por ahí de vampiros, talismanes, historias de amor cursis con galanes, esa que mezcla política, erotismo vacío, historias plomizas que no te endulzan un café… No tiene porqué ser así sabés, en verdad la literatura puede ser como Broadway. No es que en mis historias no haya sexo, pero no es el centro de todo, sólo algo más que te puede pasar. Ahora, cuando sos un lector te das cuenta que la buena literatura se acaba, la diversión se acaba, me pasa todo el tiempo, hasta que encuentro una obra perdida de un escritor confiable o algún buen escritor que no conocía. creo que se me ha vuelto como un deber perpetuarlo por mí mismo, no queda más. Bueno la verdad es que siempre lo hice para mí, como una forma de entretenimiento o algo, eso es todo, ¿hay mejor garantía que eso? No lo creo.

Relacionado con Dados

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Dados

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Dados - Marco Sbornia

    1

    El sol me daba en la cara cuando estaba a punto de entrar a Mi Oficina a media mañana. Entré, pedí una cerveza y me senté en la barra. Miré hacia afuera entre las puertas pivoteantes. Podía ver el edificio con la empresa de jabón en polvo por teléfono del lado de enfrente. Ahí tenía que ir yo. Así es, jabón  en  polvo  por   teléfono. Un trabajo de mierda de aquellos. Sentí un escalofrio que me recorrió la espina dorsal. No quería ir a ese lugar. Maldito edificio de espejos jodidos.

    El cantinero trajo mi cerveza y di un trago.

    Me vino a la mente la imagen de los mamones del piso. Venían ahí con sus culos con hemorroides en un colectivo desde dos horas de distancia y después todavía se hacían los optimistas. Se decían no sé qué sonseras positivas para ponerse la diadema telefónica y pasarse en la silla giratoria moviéndola de izquierda a derecha, hablando al aire durante ocho horas seguidas. Parecían contentos. Cuando traían sillas ergonómicas lo disfrutaban como si fuera un logro propio. Esos tipos parecían inmunes a permanecer en jaulas. Así se realizaban en algo. Eran las respuestas que encontraban en la sopa de letras. Teletrófono. Ese fue el primer nombre para el teléfono, ¿feo nombre, eh? Maldito teletrófono de mierda jodido de las pelotas. Por lo menos ahí estaba Mi Oficina, resplandeciente entre el asfalto y la anhedonia. Aparte del cantinero por la mañana siempre había tres o cuatro tipos desempleados que fingían ir al trabajo en sus casas. Nenes que lloraban. Esposas que reclamaban. Casas hipotecadas que hablaban. Años y años, lustros, décadas, una vida entera en un túnel sin luz nunca al final. Ojos de una infinita, cósmica tristeza irremisible. En silencio. Eran como bueyes. Miraban como bueyes embotados ante todo lo que les asombraba.

    Eché una ojeada a las mesas por el espejo. Ni una chica. A veces había una que otra. Sólo los toros castrados. El cantinero era tartamudo y se llamaba Enrique. Dejé el tarro de cerveza vacía en la barra.

    -Poneme otra Enrique por favor.

    Enrique fue por otro tarro, lo llenó del barril, lo puso encima de la barra y sacó el tarro vacío. Pelo pincho como cepillo de alambre, moreno, ojos negros, aletas de la nariz ensanchadas, granos por toda la cara, medio enano. Un goblin feo de cojones. También tomaba un trago junto con todos. Por lo demás no importaba mucho que fuera o no fuera tartamudo porque soltaba palabra y media cada año bisiesto.

    Para la hora de la comida empezaban a entrar los oficinistas del edificio Kalos. El edificio Kalos, un edificio con aires de sofisticación en el primer cuadro de Monterrey, con algunas empresas monstruosas adentro. Compañías de seguros, una embajada o dos, despachos de arquitectos o de abogados con peces gordos, o de constructoras, o de cobradores, o de políticos, o de políticos dueños de constructoras, o de políticos dueños de cobradores o de abogados. Transnacionales de jabón en polvo por teléfono y por el estilo. Espléndidos tipos. Su barullo. Respuestas lo que se dice: acertivas. Acertividad, esa era su palabra favorita. Algún día serían ricos siendo acertivos y conseguirían pasarse el dinero por el culo y después comérselo. Se plagaba el ambiente. Era la hora a la que yo me largaba. ¿A quien se le había ocurrido la fabulosa idea de vender comida ahí? Le rentaban el espacio a una señora que venia con bandejas de comida entre las 12 y las 3. El plato del día. Había cerveza y la comida era buena, todo justo enfrente. Todos salían ganando. Entonces entraban todas esas mujeres y hombres que parecían recién salidos de empaques de juguetería.

    Donde yo trabajaba era un outsourcing. El outsourcing era lo de estos tiempos. Te subcontratan adminístradoras de recursos humanos a las que las transnacionales les pagan para que se hagan cargo de sus empresas, ¿entonces qué? Entonces no estás contratado exactamente por esa empresa, con el tabulador de salarios de esa empresa, sino por la que te contrató, que es una insignificante casi fantasma administradora de personal. Contrato: uno eventual y otro de planta. El eventual sólo para los primeros seis meses.  Meten el anterior a la trituradora y al séptimo te entregan el de planta. Seis meses menos de tu antigüedad en la empresa por si acaso. La suma de cada uno de los empleados es algo de sangre... Todos lo sabíamos, en Estados Unidos exactamente el mismo trabajo, la misma empresa, lo pagaba 7 veces más y además había menos inflación. Así que ya tenías el ánimo lo suficientemente decaído como para todavía querer convencer a nadie absolutamente de nada ¿verdad? Lo único cierto es que te exprimían el coco bastante y te pagaban menos que nada. Por lo menos en un trabajo de obrero no te pedían sonreír todo el tiempo

    mientras te desgraciabas. Ah pero esos mamones se sentaban en las mamparas y descolgaban la diadema como si se tratara de un lanzamiento olímpico. Daba la impresión que se sentían muy orgullosos de portar el gafete que decía Agente con su foto y su nombre abajo. El caso es que en México conseguir un empleo como dependiente, o sea uno no cualificado y ganar una plata considerable era imposible. Trabajar como dependiente o en cualquier trabajo no cualificado se reducía a no ganar más de $400 dólares al mes. Trabajar en un call center era horrible, pero era lo más fácil de conseguir si querías un sueldo un poco más elevado por un trabajo no cualificado. Sólo tenías que poner <> y <> en el internet y siempre había algo mejor pagado por un trabajo no cualificado en alguna de esas páginas para trabajos. Por lo demás no había ningún trabajo de agente de gobierno raso que superara los $350 dólares al mes. Correos, edificios administrativos etc. ¿Cómo puede alguien que se precie jactarse de ser un vendedor? No niego que las opciones se te cierren y simplemente lo tengas que hacer, ¿pero hacer el idiota? Esos tipos lo ovacionaban. Carrera de chupaculos. Incluso había chupaculos que se habían hecho ricos por chupar culos, iban impartiendo por ahí la palabra motivacional de los chupaculos. Lo que se dice Chupaculos Profesionales. Yo podía conseguir muchos de esos trabajos cualificados, había cursado cuatro años en la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Nuevo León y eso me daba algunas chances, pero no quería un trabajo cualificado. Trabajos cualificados: sabía de que iban, ser un ejecutivo de algo, trabajar en oficinas, un office-boy... Ser supervisor de alguna tienda o convertirse en supervisor o en gerente. Que lata, todos arañándose por subir un escalafón. Se dicen así mismos tiburones o no sé qué. Unos tontos del culo. Yo no quería ser ni supervisor, ni gerente, ni nada de eso. No me interesaba andar ahí picándole el culo a nadie. Según ellos te convertías

    en alguien, pero más bien te convertías en algo. Un Entusiasta Administrativo, digamos, ¿quién lo había dicho? Ah sí, Dosto. Prefería mil veces un trabajo de cuidador, paseando perros, almacenista, lavaplatos, hacer el taxi, peón etc. Así no había que defender la camiseta o lo que fuera. Convencerse a si mismo de la camiseta de la empresa para sonar más convincente. Yo sólo quería ser escritor y seguir deslizándome. Pero era lo que había.

    Eran fácil de conseguir, esos trabajos en los call centers. Te recontrataban en un pispás incluso si te corrían por cualquier cosa. Yo siempre renunciaba antes del año, me tomaba un tiempo y volvía para que me recontrataran. Era como quedar en un bucle.

    Una vez me había, ¿cómo se dice? chiflado un poco. Había que contestar esas llamadas sin parar. Sin parar una-tras-otra. Era: entrabas a las 9:00am beep-beep llamadas una tras otra una tras otra una tras otra tenías el primer break a las dos horas digamos 11:00am aprox. de 10 minutos EXACTOS, regresabas beep-beep llamadas una tras otra una tras otra una tras otra hasta la 1:30pm aprox. una hora de comida regresabas beep-beep llamadas una tras otra una tras otra una tras otra hasta la 4:30 aprox. otros 10 minutos de break EXACTOS y después hasta las 6:00   una   llamada   tras   otra    SIN  PARAR  ¡Eso es degradante para cualquier ser humano!   Ese maldito beep-beep en tu cabeza taladrándote el cerebro. Una-tras otra-llamada recibiendo voces con quejas desde un mundo maravilloso y vos repitiendo scripts de contestaciones espléndidas. Te pedían sonreir con la voz "¡Sonrie! ¡Tienes que sonreír al hablar! ¡En tu voz tiene que notarse una sonrisa!" Bueno, carajo, yo ni aunque que me acabara el enjuague bucal. Supervisores que hablaban de optimismo. Era la época en la que me encontré con Schopenhauer y  Nietzsche...Ciorán, Erasmo de Rotterdam, Hamsun, Cortazar, Rimbaud, Baudelaire, Henry Miller, Sherwood Anderson...Te voy a dar tu sonreir hijo de puta, pensaba yo. Hasta que un día se me   botó   la   canica   por   completo y me puse a colgar  todas   y  cada  una   de   esas llamadas. Días y días colgando llamadas... Hasta que, como era de esperarse, me pillaron. Esos dias no hubo nada para esos clientes, ni soluciones ni planes telefónicos con más internet ni   nada, sólo irse a tomar por culo. Esa fue la peor, daba muestras de un desprofesionalismo total, ¿y qué? Ellos estaban acabando con mi psique. ¡Pero no importaba! No importaba nada, no importaba cuantas veces te hubieras salido ni porqué te hubieran corrido, sabían perfectamente lo que pasaba, sabían quien estaba ganando ahí. Un año en un lugar como ese era suficiente para que te volvieras un perfecto subnormal alienado. Lo veía todo el tiempo, pasaban por el aro. Más allá de cualquier cosa había un momento en el que yo sencillamente no lo soportaba más y estallaba.

    La cuerda se aflojaba cada vez más y yo vivía en una jodida pensión. Las pensiones son lugares habitados por ex-hombres, y yo también había sido un hombre alguna vez.

    2

    En la empresa de jabón en polvo me daban una lista de nombres con un script que tenía que leer llamada tras llamada durante ocho horas. Llegaba a primera hora de la mañana y empezaba:

    -Buenos días, ¿me podría comunicar con el señor Pallafox?

    -Dígame

    -Buen día, señor Pallafox, ¿ha oído hablar de un jabón en polvo tan bueno que arranque la grasa de los trastes y sirva para la ropa también?

    -¿Eh? ya veo. Oh sí sí claro qué sí, suena muy interesante ¿eh?

    Tono de colgado: ¡pi! ¡pi! ¡pi!

    Y después otra vez de la misma lista:

    -¿Buen día con la señora Sepúlveda?

    -Sí, ella habla ¿QUIÉN ES?

    -Buen día señora Sepúlveda, ¿ha oído hablar de un jabón en polvo tan bueno que arranque la grasa de los trastes y sirva para la ropa también?

    ¡pi! ¡pi! ¡pi! ¡pi!

    -Buenos días, ¿Con el señor Sánchez?

    -¿Sí?

    -Señor Sánchez, buen día: ¿ha oído hablar de un jabón en polvo tan bueno que arranque la grasa de los trastes y sirva para la ropa también?

    -¡OIGA, NO ME TOME EL PELO!

    ¡pi! ¡pi! ¡pi! ¡pi!

    Hasta que después de un rato alguno te prestaba atención, no mucha, algo así como medio minuto entonces:

    ¡PI! ¡PI! ¡PI! ¡PI!

    Y así todo el puto día hasta que en algún momento caía algo.

    Realmente te aniquilaba el espíritu. Algo medular. Por eso era que los que perduraban ahí  no podían ser otra cosa que moldes vacios de cabezas huecas informes. Ya entendía, era como si necesitaran una forma de algo y así se la proveían, por eso estaban tan contentos, ahora tenían Forma.

    Estaba harto de aquello, pero por lo menos estaba teniendo suerte. Demasiada. La empresa se llamaba Fab, una transnacional con sus oficinas centrales en la India o en Houston o no sé donde carajo. Algo así. Lo mismo que otro jodido call center. Mamparas de no más de un metro y medio x un metro y medio una al lado de la otra y eso es a lo que le dicen estación. Estaciones con diademas para que te conectes al vórtice del VACÍO. Ahora el trabajo se había hecho sencillo para mí y la cosa de ir a Mi Oficina cada vez era más frecuente. Teníamos derecho a un par de breaks de 10 minutos. Los primeros días tomaba una birra durante el break y regresaba a la estación para quedarme ahí durante todo el día haciendo llamadas a prospectos. Pero de pronto empecé a tener suerte y ahora también iba a Mi Oficina durante la hora de la comida y por la tarde a la hora del segundo break, mucho más de 10 minutos, y los ratos que pasaba en la estación se hacían cada vez más cortos. No importaba, porque las ventas del jabón en polvo por teléfono salían y las cosas se estaban dando ¿no? Así que desde hacía algo así como un mes iba de chulo. Me daba de alta por la mañana nada más que para que se registrara mi llegada y después bajaba a Mi Oficina a tomar unas cervezas. Regresaba a la estación como a eso de las 12:00, hacía un par de llamadas y me iba de nuevo para regresar nuevamente  a eso de las 3:00pm a Mi Oficina. Otro par de llamadas y regresaba una vez más. La verdad es que yo no hacía nada por vender, tal vez todo radicara justo en el hecho de que el alcohol me estimulaba otra frecuencia mental(? Podía ser. No me lo explicaba ni nadie ahí pero el caso es que con tres o cuatro llamadas caían el par de ventas que los demás no podían hacer en varios días.  Los mamones optimistas me contemplaban inquietos de un lado al otro de la silla giratoria retorciéndose como sabandijas. Veían cómo entraba con cierto aliento alcohólico, caían esas dos o tres ventas y después salía sin que el supervisor me dijera absolutamente nada. Me sentía orgulloso de mi mismo, como si estuviera colándosela al sistema.  

    -¿Cómo lo haces?- preguntaba Jimmy.

    Jimmy, un pibe de piel perlada con ojos verdes, bigotillo de leche y cabeza demasiado redonda, de unos veinticinco años.  

    -Sólo es suerte-le decía yo. Siempre le contestaba lo mismo. Me placía decirles eso porque ellos se sentían muy confiados en sus habilidades de vendedor y de todo -y no estoy exagerando cuando digo que eran todos-, estaban haciendo carrera no cabía duda, eso era a lo que más le daban importancia en la vida. Quedaban shockeados, con el labio belfo. Me carcajeaba por dentro viendo como se les rompían los esquemas mentales.

    -¡NADA es suerte!-decía Jimmy.

    El chico me miraba con los ojos como platos. Se acercaba para oírme hablar.

    -Esa venta cayó y sabes que no dije nada extraordinario.

    -¿Qué le dijiste la otra vez?! ¿Qué si no quería echar un polvo?!

    ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!

    -¡Y VENDIÓ! ¡Lo vi con mis propios ojos!

    No les gustaba cuando yo decía que era suerte jaja. Eso lo esperaban de alguien que estuviera fracasando, pero no de alguien que lo estuviera consiguiendo, porque echaba por tierra la ley de probabilidades. Querían que sacara un plumon y una pizarra, entonara la voz o algo y dijera Mirá,  es un rayito mental aquí y aquí.

    Yo estaba en llamada:

    -¿Entonces va a querer una dotación de DIEZ CAJAS?

    Casi todos arrastraron la silla hacia afuera de su mampara. Yo también me asomé arrastrando la silla para atrás y les guiñé un ojo. Se metieron de nuevo con rictus exasperado. ¡Contemplen! ¡Contemplen al gran Mirco Contrutti, experto en culos!

    -Sí, en polvo, en polvo. A domicilio, sí, así es. ¿Cómo dijo, VEINTE?

    Todos se asomaron de nuevo.

    -Veinte cajas Ajá...bien, bien, claro...

    Terminó la llamada. Al final habían sido 35 CAJAS. En el piso era todo inquietud para los andobas. Todos eran estúpidos menos yo. Entonces se ponían a darse el coco con cómo mejorar una sonrisa en el alma.

    3

    Del otro lado de la avenida venia Roc saliendo por las puertas giratorias del Edificio Kalos. Roc también era escritor. Blanco, delgado, con algunos aretes en la cara, nariz afilada, ojos aceitunados, castaño. Era de Barcelona y nos habíamos conocido en Los Angeles cuando iba por la temporada de cereza. Le habían prometido una vacante en la redacción del periódico El Norte que todavía no se concretaba o algo y había venido para Monterrey. Había leído un par de cosas de él y no lo hacía mal. Yo había conseguido esos empleos en la empresa de jabón en polvo. Había conseguido el de Roc también por una vacante que había visto anunciada en una vitrina adentro del edificio. El muy hijo de puta había colado en un puesto en el que sólo tenía que capturar datos en una computadora. Nada de dar la cara. No me desagradaba conocerlo. Llegó hasta Mi Oficina y empujó las puertas pivoteantes. Se me quedó viendo con cara de circunstancia.

    -¡Ostia pero qué sorpresa! ¿Qué tenemos aquí, eh? ¡La estrella del momento!

    -Qué dice Rosita.

    -El cotilleo entero.  

    -Soltala.

    -Un tarro, Enrique. Corona por favor. Bueno, verás amigo, esto se jode bastante, te voy a arrebatar un poco el protagonismo.

    -¿Te querés hundir?

    -Lo digo en serio, hay un jaleo contigo ahí dentro.

    -Soltala.

    -¡Tengo una sed...!..., -dio un trago y se limpió los labios- ahhh. Heladio está que bufa, dice que te tomas tiempo laboral para pasarla bebiendo y que

    puede-verte-cada-vez-que-entras-a-alcoholizarte. Estaba echando humo por las narices que eso no se podía hacer, y que no podía ser posible... ya sabes...y que de ahora en adelante iba a tomar el asunto en sus manos y no sé cuanto.

    Heladio Casanova era el gerente de piso y solía tener contacto nulo con los empleados de rangos inferiores como el mío, pero cada nuevo empleado que entraba pasaba el primer día con él a su oficina. Por grupos, junto con tres o cuatro más. Explicaba la función de cada departamento y la empresa en general. El momento agradable, un leve convivio con un fantasma haciéndose el simpático que aprovechaba para preguntar cuales eran tus proyecciones en la empresa, a cuánto tiempo, tu situación familiar y en lo que pudieran escarbar. Un mercenario del recurso humano. Hombrecillo de 1.60 con las lonjas abultadas, culón, calvo, con las patillas peinadas y un bigotito negro de unos 50 años. Se ponía pantalones que le quedaban rabones y apretados y llevaba corbatas de colores que le combinaban con el armazón de los anteojos que siempre era de distinto color, como si eso le diera todo el estilo al muy imbécil. Se juntaba con un grupo de cuñados parecidos a él y siempre andaba por ahí contoneándose y delegando órdenes. Menuda mierda pinchada en un palo, sólo se había quedado en el mismo lugar durante mucho tiempo. Eso pasaba a veces con esa gente, alcanzaba cierta notoriedad y prestigio. Cada tanto nos encontrábamos por el pasillo o en el ascensor y él hacía patente su incomodidad. Yo lo incomodaba. Era de entenderse y a mí que le dieran por el culo. Para empezar ¿QUé clase de tipo se llamaba Heladio Casanova?

    ––––––––

    Pajeándose todo el día en su oficina, Heladio. Un día lo habían oído:

    ¡Damp! ¡damp! ¡damp! Se escuchaba.

    Rosita sintió curiosidad. Rosita era una de esas secres que todo el mundo conoce. La ventana tenía una rendija y ahí estaba Heladio pajeándose.

    -Pss pss.

    Todos se acercaron.

    Lo hacía con frecuencia entonces todos se amontonaban entorno a la rendija y se ponían a ver a Heladio.

    ¡Damp!¡damp! ¡damp!

    Jijijijiji

    -¡Vamos, Heladio, tú puedes!-gritaba alguien de atrás.

    Ni pista, Heladio.

    ¡Damp!¡damp! ¡damp!

    JaJaJa jajaja

    Lo habían grabado y subido a un grupo de whatsapp y ahí andaba por todas partes cascándosela, Heladio.

    En cuanto a mí parece que se había hecho un corridillo de que siempre me iba al bar de enfrente. Yo sabía que los grillos cantaban pero simplemente lo obviaba.

    -¿Y qué carajo es el tiempo laboral?-dije.

    -Como es día de paga se hace el cabrón.

    Quince del mes, lo había olvidado.  

    -¿Sabías que los últimos dos meses vendí más jabón en polvo por teléfono que cualquiera en el mundo?

    -¿No estarás exagerando verdad?

    -Mirá este papel.

    Llevaba un reconocimiento que me habían entregado doblado en el bolsillo. Lo desdoblé y se lo mostré a Roc.

    -¿Qué dice? Leelo.

    -Aquí dice que lo estás haciendo bien, nada más.

    -Bueno lo que sea –dije. Doblé de nuevo el papel y me lo guardé en el bolsillo- ¿y qué más?

    -Me parece que te quiere dar una patada en el trasero, no le agradas.  

    -Ah qué se joda.

    De nuestro lado derecho se entreabría un poco la puerta pivoteante y se alcanzaba a ver el edificio.

    -¿Lo ves?

    Heladio miraba fijamente desde atrás de los vidrios de espejo del segundo piso con las manos por detrás.

    -Vaya a saber si no viene el mamón, me parece que se lo está pensando eh. Está caliente caliente...

    -Que venga, acá lo recibimos, ¿no es cierto Enrique?-dije.

    Enrique dijo:

    -Sss, sí-.

    Nos dimos la vuelta hacia la barra y nos centramos en nuestras cervezas. O en nada. Al menos yo. Se hizo una pausa sin decir nada. Me gustaba no

    pensar en nada. Cuando pensaba en algo todo eran preocupaciones: deudas, facturas, insuficiencia de alcohol... Atrás de la barra había una ventana que daba al patio por donde se veía al sur y los 40° grados se sentían.

    -Pero mira cómo se ve la Sierra Madre Oriental, linda ciudad ¿no tío? excepto por los pesados.

    -¿A qué te referís?  

    -Me cago en dios, ¿Pero qué MIERDA les pasa? La gente se te queda viendo fijamente como si nada sin despegarte la mirada y están en todos los rangos sociales ¡Están por todas partes! putos animalitos de la creación.

    -Ah, eso.-dije.

    -¿Ya te habías dado cuenta?

    -Claro. Debe tener un empate con Texas. Mcallen, o algo así.

    -¿Por qué lo dices?

    -Es por Texas, todo esto es como Texas.

    -Qué tocahuevos.

    -Pero yo tengo la fórmula-dije.

    -¿La fórmula?-dijo Roc.

    -Sólo tienes que rascarte las bolas y eso es todo. Pero lleva técnica, es disimuladamente, como si te diera una comezón repentina.

    -Vaya, gracias, ¡Esa sí es información útil!

    -Ahora ya lo sabés pibe.

    De afuera se asomó un linyera. Tenía la ropa que parecía que alguna vez había sido blanca toda grasienta. Cúmulos de pelo aglutinado. Ojos inyectados en sangre. Apestaba al culo de un hipopótamo. Entreabrió la puerta y se quedó viéndonos fijamente con un hipeo. No apartaba la vista y no daba la impresión de que la tuviera perdida. Sólo miraba.

    -¿Qué te clavas?-dije.

    De pronto se despabiló, extendió la mano y dijo:

    -Moneda. Dame moneda. No alcohol ni drogas. Dame moneda.

    -No, nada de eso-dije.

    -Nada de eso-dijo Roc.

    ¿Y a quién le importaba? ¿La gente esperaba que otros no se alcoholizaran o se drogaran? Indudablemente había quien sí. Vigilantes que no sabían ni donde tenían sus propios culos, supongo. Saqué un billete de $20 pesos y se lo di.  

    -Gracias señor.

    -Y oye, apestas a rayos ¿lo sabías, no? ¿por qué no te das un baño en el canal o algo?-dije.

    Eso no le gustó. Dio un manotazo con el billete en mano, se dio la vuelta y desapareció.

    -¡La puta madre Mirco, por qué tienes que ser tan rudo!?

    -¡La concha de la lora Roc, alguien se lo tenía que decir!  

    - Actuas como si te hubiera tratado mal la vida.

    Me rasqué las bolas.  

    4

    Para ir a recoger cereza a Estados Unidos tenías que dirigirte a unas oficinas en el centro de Monterrey y ellos preparaban todo de forma legal. La cosa era fácil, te tenías que plantar un día entero afuera, hacer una larga y casi interminable cola y listo. Necesitaban alguien que hiciera ese trabajo de porquería, lo que significaba buena paga en poco tiempo. Dos meses y medio bajo el sol recogiendo cerezas y después te regresabas con la guita a México. Unos $8,500 dólares o incluso un poco más. Era horrible, pero era lo que había. Había conseguido algo de dinero así y aunque el desgaste de dos meses bajo el sol era irrecuperable para un hombre por lo menos era breve. No era tan mal trato, pero tampoco podías beber como querías si querias aguantar hasta la próxima temporada. O si bebías como querías no podías comer como querías, ni vestir como querías. Y si hacías todo lo anterior junto, te jodías.

    La cosa en Los Ángeles había sido así:

    Yo era el segundo año que iba a la temporada de cerezas. La temporada había acabado y andaba rondando por los bares del centro como una mosca contra un mosquitero. Ese había sido el último día de recolección y estaba molido, arrastraba los pies. Me acababan de pagar. Por Sunset decía Licores Sabrosos en un letrero neón, parecía tener algunos años. Me pregunté si por alguna chance ahí había estado Bukowski o Fante. Si esa ciudad valía algo para mí era sólo por ellos dos. Entré y me senté en la barra. Tenía una barra concéntrica con unos candiles que daban luz azul encima y había varias personas alrededor en otras mesas. A tres taburetes a mi lado izquierdo estaban sentados una mina y un andoba. La mina tenía la nariz respingada, pelo castaño claro, ojos grandes verdes. Una mina llena de curvas y facciones espigadas. Llevaba un conjunto beige con una falda muy corta y pantimedias. Las nalgas que se le desbordaban por el taburete. Piernas como queso crema empaquetado. Toda una preciosura. Ambos tenían cara como de un mal rollo fatal, estaban discutiendo de algo y cuando yo me senté se habían quedado en silencio. La chica fumaba nerviosa. Los obvié por completo, di un trago a mi cerveza y me quedé mirando al otro lado de la barra con la vista perdida. Me sentía verdaderamente agotado, además había tenido que esperar dos horas para que me dieran el pago. Oí un chapoteo de sonidos humanos saliendo de la boca de una mujer pero no le presté la más mínima atención, no lo decodifiqué en mi mente, sólo oí sonidos sin ningún significado hasta que agucé el oído.

    -Eh, eh, qué tal tío, ¿me escuchas?

    -¿Me hablás a mí?

    -Sí, cómo te va.

    -Bastante jodido.-dije.  

    -¿Por?

    Di una bocanada.

    -Bueno, vos sabés, un día de trabajo duro recogiendo unas malditas cerezas, ¿Vos qué tal?

    -Mal.

    -¿Sucede algo?

    Me buscó la mirada. 

    -¿Sabes qué sucede? ¿Quieres que te diga qué sucede? SUcede QUe este tío ES un GILIPOLLAS.-dijo.

    -Estaba muy buena, tío.-dijo el andoba.

    -SE HICIERON CIENTOTREINTAYCINCO COPIAS DEL CULO DE ESTOS DOS follando, ¡Lo puedes creer!? ¡Todo el Daily se enteró!

    -No lo pude evitar, Lily.

    -¡NO LO PUDISTE EVITAR!? Ostia tío, pues qué te digo, te quedaste sin el curro y Tampoco tienes a la chica: No tienes a la chica, no tienes el curro ¡No tienes nada!

    Silencio.

    -Eso sucede-dijo con voz calmada dirgiendose a mí de nuevo.

    -Ya veo-dije.

    -¿No te importa?-preguntó

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1