Reality Death Show
Por Alejandro Soifer
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El reality show La Casa se está desarrollando con su aburrida normalidad: pequeñas rencillas, enemistades, provocaciones y la búsqueda del Gran Premio. Pero entonces un grupo comando terrorista ingresa en La Casa y nada será como antes. Las peleas y enemistades previas pasarán a ser un recuerdo feliz en comparación con la locura caníbal y ultra sangrienta que se desencadena sin previo aviso y sin que nadie pareciera querer hacer nada para detenerla. ¿Quiénes son los terroristas? ¿Qué buscan? ¿Por qué están haciendo una carnicería que se transmite en directo por la TV? Los protagonistas de La Casa deberán decidir si vale la pena morir para encontrar alguna respuesta.
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Reality Death Show - Alejandro Soifer
Copyright © 2022 by Alejandro Soifer
© De esta edición: Undercover Books
Segunda edición: enero de 2023
Todos los derechos reservados.
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con autorización de los titulares de la propiedad intelectual.
Participantes del Reality Show La Casa
Mujeres
Ariana: Relacionista pública. Forma parte del grupo de Las Doncellas.
Julia: Entró en La Casa para hacerse famosa y trabajar como vedette. Tiene un pasado doloroso como prostituta. Forma parte del grupo de Las Doncellas.
Inés: Junto a Nicolás forman el grupo de Los Tortolitos
Paola: Aliada de Carlos con quien forman el grupo Los Amargos. Sueña con ganar el premio para comprar un campo y cultivar una granja orgánica.
Ruth: Abogada de buena posición. Tiene una relación casi maternal con David a quien tomó como protegido
desde que entraron en La Casa. Fuera de la casa está de novia con Oscar. Forma parte del grupo de Las Doncellas.
Mónica: Mujer de fuertes convicciones religiosas, entró en La Casa para intentar reconectarse con Dios. Fuera del Reality la espera Rubén, su marido.
Margarita: La primera fusilada
del programa, es decir, la primera expulsada del Reality Show por el voto del público. Eran amigas con Ruth.
Hombres
Enrique: Parte del grupo de Los Quilomberos. Tiene un secreto que no quiere que sus compañeros de grupo sepan.
Nicolás: Junto a Inés forman el grupo de Los Tortolitos.
Gastón Gato
: Obrero de la construcción. Parte del grupo de Los Quilomberos. Entró en La Casa para ganar el premio y reconquistar a su ex esposa Marita Coco. Está enamorado de Inés pero ella lo rechazó.
David: Joven poeta y soñador, algo inseguro y sentimental. Entró en La Casa buscando relacionarse sexualmente con una mujer por primera vez en su vida y conseguir fama para que le publiquen sus libros de poesía. Enamorado en secreto de Ariana.
Carlos: Hombre de mediana edad, se considera a sí mismo la voz de la experiencia
dentro de La Casa. Está aliado a Paola con quien forman el grupo Los amargos. Tiene dos hijos por quienes quiere ganar el dinero de la competencia: Martín y Pedro.
Manuel: Es un muchacho sensible del barrio acomodado de Palermo. Nunca antes de entrar en La Casa había salido tanto tiempo de su casa. Parte del grupo de Los quilomberos.
José: Ex miembro del Reality Show. Fue el segundo en ser expulsado de La Casa.
El grupo de los siete
Vikingo
La Agente Escoli
El Agente Molder
La Tortilla
El Urugayo
La China
El Agualeche
Primera parte
Luz y cámara
Ariana sintió el calor del mediodía en el jardín de la casa mientras contemplaba aburrida las aguas calmas de la piscina que apenas se movían empujadas por la suave brisa de la tarde.
A su lado, Julia intentaba dormir, cerrando los ojos atrás de los anteojos de sol.
—Que aburrido todo esto... desde que estoy acá no pude depilarme con cera. —dijo Ariana y Julia abrió un ojo.
—Sí. Está complicado – y volvió a cerrar el ojo.
El día estaba pesado. Los participantes del Reality Show La Casa
se habían abandonado en cualquier lado, dejándose llevar por el tedio que los derrumba en una falta total de impulsos.
Julia pensó que la idea de hacer cualquier cosa, mover su cuerpo por cualquier motivo, en ese momento, era ridícula.
—Que pocas ganas de hacer cualquier cosa que tengo.
—Ni hablar boluda... la verdad es que se siente todo así, como que no da para hacer nada ¿no? —respondió Ariana.
—Sí.
La puerta del jardín se abrió y Enrique salió de la casa, caminó hasta donde estaban las muchachas acostadas en las reposeras.
—Me voy a meter un rato en el agua ¿vienen?
—No.
—No. Me la estoy pasando fenomenal acá —completó Ariana —no olvides de sacarte el micrófono antes de entrar.
—Oquei.
Enrique, al borde de la piscina, se sacó la remera, la apoyó en el pasto y puso un pie adentro del agua.
—Che, ¡Pero que fría que está! —gritó.
—¿Y qué querías? —respondió Julia.
—Y nada, mínimamente que esté un poquito tibia. Con este sol de mierda me vas a decir que no se calienta el agua.
—Sos medio bruto vos eh —dijo Ariana —¿Acaso nunca fuiste una playa?
—Sí, ¿por?
—Es obvio boludoooo, cuando vas a la playa, a la mañana y durante el día el agua está fría y durante la noche está caliente porque estuvo todo el día bajo el calor del sol. Se calienta durante el día y a la noche está caliente entonces.
—Ah, tenés razón —dijo Enrique y chapoteó con el pie en el agua un rato hasta que se decidió a dar el salto. Se sacó el micrófono, lo puso junto con la remera, dio unos pasos para atrás, tomó carrera y se zambulló de cabeza en la piscina.
Las muchachas habían vuelto a cerrar los ojos y trataban dormir.
—Acá adentro está linda el agua.
No le respondieron.
Adentro de la casa no había movimiento más allá de alguna mosca que revoloteaba sobre los restos del almuerzo desperdigados por la mesa.
En el sofá principal del living, Nicolás extendía su cuerpo apoyando las piernas contra el brazal. Inés dormía junto a él, ocupando el último resquicio de espacio disponible. La sombra de sus cuerpos entrelazados se extendía a contraluz sobre el piso en una figura amorfa.
Gastón pasó por al lado de la pareja abrazada y comentó en voz alta:
—Pero que desvergüenza que tiene alguna gente... —y dio unos pasos dubitativos, sin saber bien a dónde ir.
En el medio del living, sujeto de todas las cámaras enfocadas sobre él, se paró y agarrándose la cadera con las manos, los brazos en escuadra, buscó a ver si encontraba a alguien con quien compartir su bronca.
En una esquina Paola sentada como indio leía aburrida un libro.
—¿Me escuchaste Pao?
—¿Mhhh?
—Que si escuchaste lo que dije —insistió Gastón.
—Ah no, estaba leyendo esto —dijo ella señalando la cubierta del libro que sostenía en las manos.
—¿Y qué es ese libraco?
—No sé, es el más grande que encontré y como estaba aburrida me lo puse a leer un rato.
—¿Y qué tal?
—No sé. Raro.
—Te decía si escuchaste lo que dije.
—No, ¿qué dijiste?
—Dije que alguna gente en esta casa NO TIENE VERGÜENZA —gritó Gastón y el micrófono chilló acoplado.
—Che Gato, dejate de joder... ya sabés cómo es la cosa... ya fue. Olvidate de Inés.
—¿Sabés qué me jode negra? Me jode la gente HIPÓCRITA. Eso me jode.
Paola apoyó el libro en el piso y suspiró.
—Ya fue, dejala ir. No te metas más en la mierda, porque al final vos sos el que se va a terminar jodiendo.
—No, negri, no entendés, ¿sabés qué me dijo Inés cuando me dijo que no quería estar conmigo?
—No le des más vueltas al tema.
Gastón siguió:
—Me dijo, la muy turra, que no pensaba estar con nadie acá adentro, que allá afuera tenía a Piti, su novio desde los dieciocho y que no podía traicionarlo así como así de un día a otro por cualquier tipo que se cruzara acá en la Casa. Y yo la entendí, le dije que estaba todo bien, que me re gustaba y la re quería igual, pero bueno ¿Y ahora? Mirala ahí tirada con ese pelotudo de Nicolás.
—Mirá Gastón... no sé. No le des vueltas al tema. Obvio. Que se yo... Inés podría haber sido un poco más sincera con vos...
— Ya fue negrita, todo bien. Me joden los hipócritas nada más. Me hubiera dicho: No Gastoncho, me gustan los pibes pijos con cara de pelotudos, no los chabones de barrio como vos.
—Pero yo no creo que... además vos tenés a Marita y... —empezó a responder Paola cuando Inés que había estado haciendo equilibrio en el sillón se deslizó y cayó al piso.
El golpe desvió las miradas de Paola y Gastón que no pudo disimular una mueca de satisfacción. Inés, aturdida, abrió los ojos y miró para todos lados y cuando su mirada cayó en el sillón y comprobó que Nicolás había ocupado con su cuerpo todo el espacio, incluso el que había dejado libre en su caída, dijo:
—La puta madre.
Gastón, riendo entre dientes, salió de plano camino al jardín.
—¿Estás bien, Ine? —le dijo Paola.
—Sí. Mas o menos. Me duele el culo boluda, —y se llevó la mano derecha a sus nalgas.
Miró de nuevo al sillón y a Nicolás que roncaba ajeno a todo.
—Che, nene, ¿no viste que me caí?
Nicolás siguió durmiendo. Inés alzó su puño y lo dejó caer con fuerza sobre su panza y le gritó:
—¡Hey! ¡Me tiraste! ¡No me dejaste espacio y me caí por tu culpa!
Nicolás abrió los ojos desorbitados.
—¿Qué pasa?
—¡Pasa que sos un pelotudo nene! —le gritó Inés y se levantó para irse al jardín.
—¿Pero qué le pasa a esa loca? —le preguntó a Paola y ella se rio.
—Nico, tenés que tener más cuidado al tratar con una dama.
—¡Pero si esa de dama no tiene ni el nombre!
—Vamos, no seas así que tan mal no se te ve con ella.
—No dije que estuviera mal, pero tiene esas reacciones de histérica de mierda que me saturan