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Ojos muertos
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Libro electrónico94 páginas1 hora

Ojos muertos

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Información de este libro electrónico

Raquel no vio el coche venir provocando que estuviera a las puertas de la muerte.  
Su verdadera pesadilla empezará recuperándose del accidente. Un ser impío y malvado que se alimenta de las entrañas de enfermos, la acechará a ella y a su entorno para llevárselos a la fosa donde descansan sus restos malditos. 
Raquel no volverá a dormir tranquila jamás.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 sept 2020
ISBN9788408232544
Ojos muertos
Autor

Verónica Vázquez

Verónica Vázquez nació en Santiago de Compostela en 1978. Tiene formación y experiencia en secretariado, pero su verdadera pasión siempre ha sido el cine y la literatura. Fan, sobre todo, del género de suspense también siente fascinación por el cómic de terror clásico considerándolo un arte exquisito. Le gusta escribir sus historias como si de una película se tratara. Dotada de gran imaginación, en el año 2020 publica dos novelas de suspense en el sello Click Ediciones, que pertenece al Grupo Planeta. En 2022 también publica en el Grupo Planeta La sombra de Marcos, esta vez en formato audiolibro. En 2023 comienza a realizar colaboraciones con microrrelatos de terror en la revista literaria Hojas Sueltas de Aldo Ediciones. En abril del 2023 gana la convocatoria de relatos en la revista Lo Desconocido con el relato de terror El pasillo. En junio del mismo año, la productora Teatro Robótico del Misterio dramatiza en audio su relato de terror: Infectados ¡Corre! Actualmente reside en Alicante, España. Síguela en sus redes sociales: Instagram: Veronicavazquez_escritora Facebook: Verónica Vázquez (El miedo es mi tinta) Twitter: @veronicav1978   Obras publicadas: -LA SOMBRA DE MARCOS *Libro digital (ebook) (2020) Grupo Planeta/Click Ediciones -OJOS MUERTOS *Libro digital (ebook) (2020) Grupo Planeta/ Click Ediciones. -LA SOMBRA DE MARCOS *audiolibro (2022) Planeta - ¡ESTÁN DENTRO! (2023) *Microrrelato en revista literaria Hojas Sueltas/Aldo ediciones. -EL PASILLO (2023) *Relato corto de terror publicada en el mes de abril en la revista LO DESCONOCIDO. - ¡CORRE! (2023) *Relato corto de terror dramatizado en audio por la productora TEATRO ROBÓTICO DEL MISTERIO.

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    Ojos muertos - Verónica Vázquez

    Enciende rápido la luz, Ojos Muertos quiere cenar.

    Capítulo 1

    1819

    ¡Asesino de niños! ¡Asesinooo! Las gentes del pueblo rodeaban al hombre que tenía una soga abrazando su cuello. Estaban en medio de la plaza en un lugar perdido de Asturias. Era un gélido 10 de noviembre de 1819. Se decía por el pueblo que ese hombre practicaba la brujería y la magia negra, y que los niños que mataba eran para rituales satánicos. La sangre de inocentes en esos rituales era muy codiciada.

    El acusado era herrero. Un hombre rudo y solitario con aspecto desgarbado. Nunca creció ni un solo pelo en su cabeza. Cuando le preguntaban su nombre jamás contestaba. Había llegado de otras tierras hacía años. Le llamaban simplemente «herrero». Tenía graves problemas de asma que le afectaban en su vida. Los habitantes del pueblo sabían cuándo se acercaba, por su respiración forzada y chirriante. El herrero pensaba que con magia negra se curaría, pero lo único que consiguió fue perder el juicio y empezar la masacre.

    Comenzaron a desaparecer niños de sus hogares de noche. Nadie se explicaba lo que estaba pasando. Solo desaparecían los niños que estaban enfermos con décimas de fiebre en sus camitas. Una madrugada, un vecino salió tarde de la taberna con unas buenas jarras de cerveza en su estómago. Reparó sorprendido en cómo el herrero llevaba en los brazos un bulto que se le escurrió en el suelo. Se acercó sigiloso a observar más de cerca. Era un niño vestido con su pijama. El herrero volvió a levantarlo y lo introdujo en su casa. Escuchó al pobre niño llamar atemorizado a sus padres. El vecino asustado alertó a todo el pueblo. Entraron a la fuerza en la casa del herrero con palos y rastrillos. Lo que vieron dentro fue aterrador. El niño que había secuestrado estaba colgado boca abajo, sujeto de los pies con unas cadenas negras. Caía sangre de una herida abierta de su tripa en una cuba de madera; estaba desangrándose. Había otros cubos grandes alrededor; estaban manchados de sangre. Encontraron una puerta entreabierta que conducía a una habitación cubierta de sal. Debajo de una lona blanca salada yacían los cuerpos de otros niños. Algunos estaban ya momificados. Todos tenían una herida abierta en sus tripas a la altura del ombligo.

    Descolgaron al pobre Agustín con un hilo de vida y lo sacaron de esa habitación del mal. Lo llevaron corriendo a la casa de Federico, un médico que vivía cerca. Los padres no podían aguantar la angustia de ver a su hijo moribundo.

    Atraparon al asesino, que se había escapado por una ventana trasera. Le dieron una paliza hasta dejarlo inconsciente. Decidieron juzgarlo ellos en la plaza. Querían hacer justicia y lo harían al día siguiente tan pronto amaneciera. No querían esperar más.

    El asesino, del que no se supo nunca su nombre, les advirtió amenazante antes de ser colgado:

    —¡Juro que volveré para mataros a todos!

    A los pocos segundos su cuerpo empezó a balancearse sin vida. Ante el estupor de las gentes, los ojos del asesino se tornaron blancos, sin pupila. Totalmente abiertos. Como si mirara fijamente. Denotaban amenaza. El hombre que lo colgó decidió tapar su cabeza con un saco en el momento en que un relámpago encendió el cielo nublado. Empezó a llover abruptamente.

    Alguien escribió con el dedo «ojos muertos» en esa tela que cubría su cabeza. Lo hizo con la sangre de un cerdo que se había sacrificado esa semana para hacer chorizos y morcillas.

    Lanzaron su cuerpo a una fosa apartada del pueblo. Era donde tiraban la basura y los restos de animales y entrañas. El hedor resultaba inaguantable. Escupieron encima con desprecio y maldijeron el cadáver. Quemaron todo lo que había en esa fosa. Ardió durante horas hasta tornarse todo cenizas.

    Agustín, el niño al que salvaron, se volvió callado e introvertido. Él no quería salir de casa ni siquiera para ir al colegio con sus amigos. Cada vez estaba más asustado. Hablaba del hombre flaco y huesudo con un saco en la cabeza. Decía que olía muy mal y que respiraba muy fuerte.

    Los que enfermaban acababan muriendo y las gentes decidieron abandonar ese pueblo. Incluido Agustín con sus padres. Todos pensaban que el herrero, Ojos Muertos, había vuelto de esa fosa.

    Capítulo 2

    Raquel

    En la actualidad

    Raquel era una mujer muy escéptica. No creía en nada relacionado con el mundo de la parapsicología. Pero ese frío enero en Madrid pasaría algo en su vida que le haría cambiar de mentalidad, dándole una visión y una percepción más amplia del mundo.

    Desde ese momento jamás volvería a dormir tranquila sin tener un interruptor de la luz pegado a ella que le diera un poco de seguridad. Aun así, al cerrar los ojos, aguzaba los oídos por si escuchaba en la noche esa respiración profunda. Quería olvidarse, pero eso se le quedaría grabado a fuego. No volvería jamás a ese hospital donde moraba Ojos Muertos. Ignoraba que la maldición ya estuviera extendida.

    Ella era una mujer con carácter. Le gustaba decir las cosas bien dichas. No se amilanaba por nada. Lo único que le daba miedo era la enfermedad y el dolor. Le gustaba quitar importancia a todo para ser más feliz. Era de las que pensaban que todo tenía arreglo menos la muerte. No era especialmente guapa, pero tenía ese algo que llamaba la atención en las distancias cortas. Quizás una personalidad atrayente.

    Raquel tenía el pelo negro y rizado. Pero no le gustaba. Habría querido tenerlo liso y rubio. Casi lo prefería blanco del todo. Le daban envidia esas chicas de pelo lacio. Se pasaba la plancha, pero le duraba liso muy poco. Cada vez

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