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Errar por Amor. Hijo de la noche
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Errar por Amor. Hijo de la noche
Libro electrónico465 páginas6 horas

Errar por Amor. Hijo de la noche

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Los Brown son una familia acaudalada que vive en Denver, los Estados Unidos de Norteamérica a finales del siglo XIX. Charles Brown Wells es el patriarca, a quien después de enviudar, lo acompañan sus dos hijas, Sophi y Lissy y la servidumbre entre la que se encuentra la criada Ayne, de quien se cuenta una historia cuyo origen se remonta a Cuba. Aunque es un padre amoroso, su ambición es más grande y pretende que su fortuna crezca a partir del matrimonio de sus hijas con hombres con mucha fortuna. Su pasado también ha estado marcado por el interés, realizó una unión ventajosa con la ingenua Helen que murió de una forma misteriosa.
IdiomaEspañol
EditorialRUTH
Fecha de lanzamiento15 ene 2023
ISBN9789593141352
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    Errar por Amor. Hijo de la noche - María de los Ángeles Padrón Cabrera

    Portada.jpg

    Edición: Dulce María Sotolongo Carrington

    Corrección: Rayman Vega

    Diseño de cubierta: Rafael Lago Sarichev

    Realización: Lino A. Barrios Hernández

    Ilustración de cubierta: Francisco Blanco, Blanquito

    © María Padrón Cabrera, 2021

    © Sobre la presente edición:

    Ediciones Cubanas ARTEX, 2021

    ISBN Ebook formato ePub: 9789593141352

    Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

    Sin la autorización de la editorial Ediciones Cubanas

    queda prohibido todo tipo de reproducción o distribución de contenido.

    Ediciones Cubanas

    5ta. Ave., no. 9210, esquina a 94, Miramar, Playa

    e-mail: editorialec@edicuba.artex.cu

    Telef. (53) 7204-5492, 7204-0625, 7204-4132

    Índice

    Sinopsis / 5

    Prefacio / 6

    Libro I

    La familia Brown / 10

    Temeridad / 33

    Amigos / 47

    Amor o dinero / 59

    Juliette y Charles / 77

    Represalias / 94

    La tía Allisson / 114

    Exacción fatal / 134

    El olvido / 147

    Hijo de la noche / 154

    Quimera de amor / 165

    Ocaso / 183

    Última voluntad / 254

    Sobre la autora / 274

    Sinopsis

    «El que ama sufre, el que sufre lucha y el que lucha gana, precisamente en la pareja hay que luchar siempre para ganar en alegrías, en proyectos, en fin… en la vida». Son las palabras del párroco que dan inicio a esta novela, frases que resumen la esencia de esta historia de amor.

    Los Brown son una familia acaudalada que vive en Denver, los Estados Unidos de Norteamérica a finales del siglo xix. Charles Brown Wells es el patriarca, a quien después de enviudar, lo acompañan sus dos hijas, Sophi y Lissy y la servidumbre entre la que se encuentra la criada Ayne, de quien se cuenta una historia cuyo origen se remonta a Cuba. Aunque es un padre amoroso, su ambición es más grande y pretende que su fortuna crezca a partir del matrimonio de sus hijas con hombres con mucha fortuna. Su pasado también ha estado marcado por el interés, realizó una unión ventajosa con la ingenua Helen que murió de una forma misteriosa. Su pensamiento se resume en «la pasión no resuelve los problemas».

    A la hermosa mansión llegan un día un padre y su hijo en busca de trabajo. Entre otras cosas son empleados como jardineros ¿sembrarán espinas o rosas?

    Por otro lado en Nevada vive la tía Allisson, Ojos de Águila, acompañada de los indios en un lejano paraje, después de ser víctima de la ambición de un hombre que la ha obligado a exiliarse en su propio país, «la vida le había puesto delante muchas murallas y ella sola había aprendido a derribarlas». En un momento de esta historia será una pieza clave que cambiará el destino de los Brown.

    Después de muchas intrigas y conflictos nacerá el Hijo de la noche. Podrá el amor triunfar después de tanta oscuridad o pasaran muchos años para que los protagonistas de esta saga puedan por fin tener un final ¿feliz?

    Prefacio

    Conversando con un lector apasionado, de esos que por muy difícil o agobiante que resulte un libro, prefieren adentrarse en sus páginas y llegar al final, me expresó que:

    Cada libro es como si fuera un mundo diferente, algunos con sutileza logran despertar en el lector, quizás imperceptiblemente, un apego al recuerdo o una sensación de nostalgia, ante momentos que al parecer han quedado guardados en la historia, nos hacen soñar, e incluso hasta logran sacar a la luz pasajes ―gratos o ingratos― ya olvidados, porque aunque no los hayamos vivido, alguien los vivió por nosotros o los oímos contar por nuestros abuelos, o nuestros padres, o por terceras personas, esos son los momentos que guarda la historia, que unos piensan que deben quedar atrás, pero resulta necesario recordarlos.

    Ellos nos ayudan a traer al presente instantes que parecen dormir en el recuerdo o quizás en el tiempo, porque hay ocasiones en que si no conocemos el pasado, no aprendemos a valorar y hacer más llevadero el presente que tenemos, ni nos esforzamos porque el futuro sea mejor.

    La presente saga de cuatro novelas que hemos denominado «Errar por amor», está conformada por cuatro libros: El hijo de la noche, Orígenes, Venganza Mortal y Encuentros. Tienen como denominador común el amor con todos los sentimientos que lo han acompañado desde que el mundo es Mundo: la pasión, los celos, el odio, la traición, y lo que hace falta para desarrollar un argumento a finales del siglo xix y principios del xx, primero en los Estados Unidos de América, donde indios, negros, mulatos, luchaban por encontrar un espacio en la naciente república en que aún se sentían los escarnios de la esclavitud y los indígenas originales de esa tierra eran considerados hombres salvajes siempre destinados a ser los malos de las películas.

    El protagonista, siendo muy niño en unión de su «padre», ambos de origen ¿mexicano?, con una nueva identidad y motivados por una situación personal, se ven obligados a marchar al exilio, convergen varios factores que se interrelacionan y nos permiten caracterizar desde el punto de vista social la etapa final del siglo xix.

    Podrá acercarse a estas páginas como cuando mira o escucha una tele-o radio-novela. Cada capítulo lo dejará sediento, al punto de no poder dejar la lectura siempre pensando qué pasará con sus personajes favoritos. ¿Triunfara el bien sobre el mal?

    En Orígenes se abarca todos los acontecimientos con que se encuentra el personaje principal al retornar a su país de natal para dar cumplimiento al último pedido en su lecho de muerte del que fuera su padre de crianza, afloran hábitos, tradiciones, costumbres, idiosincrasia, y hasta matices religiosos que bifurcan la esencia de los personajes que aparecen, de la realidad, pero que en sentido general llevan implícito ubicar al lector en los rasgos de la cubanía del momento y a lo que se ve vinculado el personaje principal al llegar a su país en la década de los años treinta.

    Venganza Mortal, se identifica con la inserción de los dos principales personajes que han vividos todo un amor que resiste los embates del tiempo ―Sophi y Andrés― y en virtud de los cuales giran todos y cada uno de los dramas que se abordan, en los acontecimientos históricos y sociales por los que atravesaba Cuba como nación, comienzan a insertarse en una sociedad que resulta un caos para el pueblo y para las clases sociales más pobres, a las que solo las mueve los sentimientos de solidaridad humana, y en medio de todo lucha por un objetivo ya trazado: lograr alcanzar su venganza.

    Finalmente en Encuentros, que constituye el desenlace de todo el tema abordado desde el primer título, se da una solución a cada conflicto a través de los personajes creados, muchos de ellos obedecen a situaciones reales, otras son fruto de la imaginación, pero sin alejar al lector del momento histórico al que se quiere llevar con toda sutileza.

    Se desarrolla la obra entre rivalidades de familias, algunas de ellas haciendo uso de métodos nada ortodoxos para alcanzar ventajas económicas superiores a sus posibilidades, mientras que en otras de posiciones más humildes solo se destacan sentimientos de amistad, camaradería, gratitud, respeto, valentía y amor al prójimo. Se aborda la violencia de género, de raza, de clase social que se manifiesta en los diferentes escenarios tratados.

    Con estas novelas hemos querido homenajear a Félix B. Caignet y aquella famosa obra El derecho de nacer, que según la crítica especializada, abrió el camino al gustado género de la telenovela en el mundo.

    La autora

    Libro I

    La familia Brown

    I

    Corrían los días finales del mes de abril, atrás quedaban los vientos de cuaresma, el clima en las tardes resultaba agradable; la brisa se convertía en portadora indiscreta de la ligera fragancia de las rosas. Los tulipanes y las hortensias relucían desde algunos jardines sus vivos colores ante la vista de cuantas personas transitaban por las amplias aceras en dirección a la avenida principal donde se iniciaban los preparativos para celebrar los días que anunciaban la llegada de la primavera, en que la mayoría de los chicos y chicas hacen nuevas amistades con la promesa de volver a encontrarse al año siguiente.

    Algunas hojas y flores secas caídas de los árboles, quedaron rezagadas como recuerdo del invierno pasado, siempre de lo viejo queda algo, pero ahora son arrastradas ligeramente por la brisa, los álamos comenzaron a florecer y en fila, uno al lado de otro, posaban como fieles guardianes a la entrada de las viviendas existentes en el lugar.

    Las aves han dejado de emigrar y disímiles de ellas comienzan a anidar en las ramas de los árboles, todo es reflejo de que se aproxima el quinto mes del año, el mes de mayo, mes de la alegría, de las flores, mes preferido por los novios para contraer nupcias, y… ¡llegó la primavera!

    Era domingo, la misa de esa semana estuvo dedicada a la necesidad de repudiar las malas acciones, el párroco John Maurice dio lectura al Salmo No. 37 de la Biblia, expresando:

    Aléjate de la maldad y haz lo bueno,

    y tendrás un lugar donde vivir,

    pues el señor ama la justicia

    y no abandona a quienes le son fieles.

    Y terminó esa mañana advirtiendo a sus feligreses sobre la necesidad de llevarse bien como hermanos, como una única familia.

    Terminada la misa, a media mañana se celebró la primera boda entre dos jóvenes que eran asiduos a asistir a la iglesia, ella delgada y de rostro muy pálido, el chico un poco más bajo de estatura, un poco más grueso pero con cara de ángel y aspecto provinciano. Al final el párroco terminó diciendo a los recién casados. «El que ama sufre, el que sufre lucha y el que lucha gana, precisamente en la pareja hay que luchar siempre para ganar en alegrías, en proyectos, en fin… en la vida».

    Aquellas frases quedarían grabadas en la mente de todos los allí para enfrentar a su modo la vida, porque aunque se cometan errores en el amor, allí está el perdón para superarlos y, eso solo se lograría con el tiempo.

    El señor Charles Brown Wells, regresaba de la iglesia, lugar al que había asistido desde horas tempranas en unión de sus hijas, no sin antes haber dejado algunas orientaciones de cómo se distribuiría el trabajo entre la servidumbre de la mansión y que debía estar terminado para su regreso:

    ―La mañana estará agitada y ese maldito cura Maurice cuando dice a hablar y dar sermones es como si no acabara nunca ―comentó dirigiéndose a Ayne sumido en el mayor disgusto―. Tú te encargarás de todo como siempre, recuerda que esta tarde tendré visita.

    ―¿Y puedo saber señor quién o quiénes vendrán?

    ―Quién o quiénes, no, vendrán los de siempre Ayne, los señores Peter y Kiro.

    ―Pero señor, ellos no son nuevos para esta casa.

    ―Lo sé Ayne, pero vendrán con un tal Mostello, que tiene aspiraciones de abrir cerca de aquí un negocio de buenos muebles y de tejidos que le reportaran buenas ganancias a la ciudad y quiero ser el primero en contactarlo, tendré abiertas las puertas del Paraíso.

    ―Pero…

    ―Por favor mujer, no seas imprudente, no sé por qué te doy tantas explicaciones, cumple mis órdenes y nada más.

    Por eso la mañana estuvo agitada, en la casona Ayne se movía de un lugar a otro, se lavaron con extremo cuidado las escaleras y pasamanos de acceso a la planta superior, los amplios ventanales con sus vitrales, se colocaron nuevas cortinas y se pulieron los candelabros de plata y las lámparas.

    De regreso a la mansión el señor Brown en unión de sus hijas, lo esperaban sus inseparables amigos, aquellos con los cuales había planeado cada negocio desde muy jóvenes y ahora ante el nuevo horizonte debían planear cómo enfrentar las cosas en lo adelante y sacar buen provecho.

    La casa de los Brown quedaba al final de la calle en el lateral derecho de la inmensa avenida donde se iniciaban los preparativos de las fiestas de mayo. La familia gozaba de una posición financiera bastante ventajosa, diez años atrás habían llegado para ocupar la amplia casona que fuera propiedad de los suegros de Charles que habían levantado con la venta de bienes raíces, y a la cual este último le realizaría a su gusto obras constructivas de acuerdo a sus ambiciosos proyectos.

    La rodeaba un muro de aproximadamente dos metros de altura que había mandado a levantar el pasado año luego de su regreso de Europa y Asia, donde había viajado por placer el primero y por negocios el segundo, siempre en unión de sus hijas, luego de la muerte violenta de su esposa Helen, que había dejado profundas huellas en su carácter y en las niñas.

    Había convertido la casa a la vista de todos en una fortaleza con un gran portón de madera a la entrada, en el que relucían dos inmensas aldabas en forma de dos puños que eran pulidas cada fin de semanas por el jardinero, al que le habían encomendado entre sus funciones aquella otra, y que desde hacía unos días había abandonado el lugar, sin que se supiera de su suerte. El entorno daba la impresión de tratarse de dos mundos, el del interior de la mansión y el de afuera.

    Dando cumplimiento a sus órdenes, esa semana se habían hecho cambios en la casa, de los aposentos que ocupaban las niñas en el lateral derecho del segundo piso, fueron trasladadas sus pertenencias al lado opuesto con vista hacia el amplio jardín, donde quedaba a la vista el gran estanque de peces, rodeado de flores y de un fino césped; las habitaciones del señor Brown quedarían al lado opuesto al de sus hijas, y aquellas que en vida ocupaba la señora Helen quedaron convertidas en un amplio y privado salón, que sería utilizado en la preparación y educación de sus hijas, al ser el lugar destinado a la práctica de música, clases de piano, de pintura, y de baile, debido a su privacidad.

    Dio la orden de colocar en el lugar un piano, como aquellos que se utilizan en los conciertos y que fuera traído desde París, un arpa traída desde la India y una amplia mesa de cedro bien pulida estilo Luis XV en la que se depositaron algunas partituras; dos sofás; uno para cada una de sus hijas, sin que una utilizara el de la otra, debían respetar sus pertenencias entre sí; unas mesitas con jarrones y flores, unas cortinas de seda y encajes, y algunos que otros muebles dispersos en el salón.

    Las pertenencias de la madre de las niñas pasaron al desván donde nadie las vería, según había ordenado ―esa era la mejor forma de matar los recuerdos y que los momentos vividos junto a Helen quedaran en lo más oscuro de un abismo, al que él no llegaría jamás porque estaba predestinado a ser un hombre fuerte ―según había dicho―. La llave del lugar quedó encima de su escritorio en su despacho, ubicado al lado de la biblioteca, así le sería más fácil y rápido tener acceso a cualquier información o documento.

    Así en la primera planta de la mansión se ubicarían la biblioteca, el despacho, un salón de reuniones, un gimnasio donde a su gusto practicaría esgrima y ajedrez junto a sus amigos y una sala de estar, donde había mandado a ubicar una mesa de juegos, un largo mostrador con copas y algunas botellas de bebidas, dos mesas con sus sillas de alto espaldar, unos amplios butacones y dos sofás que combinaban con las alfombras que había adquirido en su último viaje por las zonas del Mediterráneo.

    El resto de la vivienda estaría destinada a las habitaciones de los huéspedes, salones para fiestas, habitaciones muy pequeñas para los criados y el resto de la servidumbre, ubicadas estas últimas al fondo del inmueble detrás de la espaciosa cocina formando un apéndice de la edificación principal.

    Un inmenso comedor con una mesa ovalada alrededor de la cual se alineaban doce sillas al estilo renacimiento español, con dos mesas auxiliares junto a la pared, donde los sirvientes depositaban las vajillas y alimentos para ser servidos; una amplia sala con diversos muebles, mesitas, jarrones y finas cortinas.

    Luego del almuerzo el señor Charles Brown Wells, se retiró al despacho en compañía de sus amigos el señor Peter Búfano y el señor Kiro Matsumoto, los acompañaba el señor Gianni Mostello, quien pretendía instalarse en la ciudad, abrir un negocio de muebles y tejidos importados desde Italia, y cuyos precios ofrecerían ventajas para el señor Brown y sus amigos a cambio de algunas ventajas aduanales. Las niñas salieron al jardín en unión de la niñera y correteaban alrededor del estanque.

    ―¡Arriba amigos míos! ―expresó Brown cerrando la puerta tras de sí, acomodándose en la butaca tras el escritorio desde donde tomó un tabaco, que luego de cortar su extremo con una pequeña guillotina ubicada encima del mueble, encendió dirigiendo al aire amplias bocanadas, extendió uno a los presentes y continuó hablando― necesitamos hablar de negocios, creo que estoy algo ansioso, debemos tomarnos nuestro tiempo, ha sido un día agobiante, esas pequeñas son incansables, principalmente Lissy; y ese cura me ha dejado casi loco con tanto sermón, metiéndose en lo que hay que hacer o no con el dinero, hablar de malvados, de malhechores, no sé, a veces ni lo entiendo, empieza por una cosa y termina en otra, hasta trató de dar consejos del amor y de la familia, precisamente él que no conoce de eso, siempre liga las cosas para al final siempre sacar unos pesos.

    Peter Búfano, extremadamente alto y muy delgado, de piel muy blanca, cabello oscuro al que adicionaba grandes cantidades de aceites alisadores de peinar, para impedir despeinarse con facilidad, de ojos azules, escasos de pestañas y alrededor de los cuales se visualizaban a simple vista unas profundas sombras oscuras, pómulos sobresalientes debido a la extrema palidez de su rostro y una cicatriz desde la comisura inferior del lado derecho del rostro hasta el lóbulo de la oreja en forma de óvalo, como resultado de un accidente sufrido en la travesía de una pequeña embarcación, cuando intentaba lanzar al mar un cargamento de mercancías comprometedoras, y que por orden del señor Brown pretendían entrar al país, la pequeña embarcación fue abordada por las autoridades, y al tratar de abandonarla y lanzarse al mar en su afán de escapar y llegar a nado a la costa cercana, su rostro fue alcanzado por una esquirla de madera, que dejó su huella para siempre en el rostro del hombre. Se levantó para encender el tabaco y se encaminó hacia la ventana desde donde visualizaba parte del jardín y del estante, dejando de escuchar por unos instantes las quejas del señor Brown quien prosiguió su conversación.

    ―Verdaderamente fui a la iglesia porque Ayne estaba al frente de los acomodos y la limpieza, no contaba con la celebración de la boda de Nanette y ese provinciano, por cierto, sus padres son dueños de grandes extensiones de tierra y buen ganado allá en Oklahoma, no sé qué hace en estos lugares. Y luego estas niñas son incansables, a veces deseo estar fuera de esta casa mayormente, casi no me queda tiempo para mí, en cualquier momento las mando a España, Inglaterra o Francia a cualquier lugar hasta la mayoría de edad, para que estudien.

    ―No diga eso señor, ni hable así de sus hijas ―dijo Búfano sin dejar de mirar por la ventana― mire que hace tiempo usted no compartía con ellas y además hace mucho tiempo que usted no venía a misa. La familia que usted tiene es digna de admirar, ciertamente, tiene usted una familia hermosa, las niñas son divinas― habló pensando en su soledad ―dentro de ocho o diez años estoy seguro que causaran sensación en los salones y fiestas― continuó diciendo sin apartarse de la ventana.

    Abajo las niñas no dejaban de correr alrededor del estanque, una de complexión muy delgada, poco más alta que la otra parecía ser la mayor de las dos, tenía cabellos rubios y rizados, vestía una bata blanca combinada con unas listas azules, de amplios pliegues, medias blancas, calzaba zapatos negros; la otra más pequeña, de cabello negro, ojos marrones, vestía una bata color rosa que llegaba hasta sus rodillas, de risos ligeros que salían desde abajo de las axilas, medias y zapatos blancos, el cabello recogido en dos trenzas largas que caían sobre su espalda.

    Búfano mordió el tabaco que minutos antes al entrar al despacho, el señor Brown le había ofrecido tanto a él como a los demás. Una ligera brisa penetró por la ventana movió la cortina y el rayo de sol del atardecer que filtró en la estancia, dejó entrever un diente de oro que el hombre exhibía en el colmillo derecho del lado en que había recibido el golpe que le marcó definitivamente el rostro.

    ―¿Cree usted?―preguntó el señor Brown, volviendo a acomodarse en la butaca que ocupaba tras el escritorio y volvió a alzar el rostro hacia el techo para dejar escapar de su boca una bocanada de humo.

    ―Sí, son hermosas, principalmente Sophi, creo que cuando llegue el momento, seré su gran admirador, me recuerda mucho a su madre, con su estilo, sus ojos, su cabello, de verdad señor… son bellas.

    El señor Brown se puso en pie y se acercó a la ventana, en el propio momento en que una de las pequeñas, la más alta, arrebatara de los brazos de la otra una muñeca y la lanzó al estanque. La niña comenzó a llorar desconsoladamente, saliendo desde el interior de la casa la niñera tratando de calmarla y lograr el entendimiento de ambas hermanas.

    Brown sonrió, elogiando la actitud asumida por la niña que ante los reclamos y regaños de la niñera se cruzó de brazos, en posición desafiante:

    ―Es terrible esa Lissy ―dijo― me enorgullezco de ella, es tan temeraria como yo, sabe bien lo que quiere, creo que tendrá muchos éxitos en la vida. ―Lissy miró hacia la ventana, sabía que era observada por su padre y que este aprobaba su actitud, por lo que lanzó un beso al aire seguido de un saludo con la mano derecha.

    ―Sí, pero la otra es muy dulce ―continuó Búfano― esos ojos y sus labios…― fue interrumpido por el señor Matsumoto, quien se había acomodado en uno de los sofás del lugar, cruzando las piernas, abriéndose los primeros botones de la camisa al tiempo que retiraba la corbata, dejando ver en su pecho grabado un tatuaje de una serpiente con dos alas.

    ―Se parece bastante a su madre, principalmente en su trato con la servidumbre ―expresó― la semana pasada cuando marchaba al internado se comía a besos a la criada Ayne …¿es así cómo se llama esa negra o no?

    El señor Brown asintió con la cabeza, mientras Matsumoto continuó:

    ―¿Por cierto Charles, ya les contaste todo lo relacionado con la muerte de su madre? ―Brown negó rotundamente con la cabeza―, pues creo que las chicas deben conocer ese secreto, debes contarles lo que viste, solo eso, al menos así, pienso que eso te propiciaría ciertas ventajas…

    ―No, no es necesario, por lo menos por el momento ―interrumpió Charles, recorrió con la mirada a sus amigos Peter y Kiro, para luego fijarla en esta ocasión en el señor Gianni Mostello, que aún permanecía en silencio.

    ―Recuerda que yo no tuve nada que ver con eso ―explicó Búfano.

    ―Sí pero estabas allí y sabes bien lo que ocurrió, de todas formas no hay nada que hablar sobre eso, los bienes son míos y de las niñas, yo me ocupo del bien de ellas, creo que no les falta nada, no pensé que fuera así, además pienso que con el tiempo cuando sean más creciditas sabrán luchar, para eso las he preparado, la vida amigos míos no es color de rosa y ustedes lo saben bien, ahora por favor cambiemos el tema, dejen esos comentarios que no conducen a nada bueno y dediquémonos al negocio y analizar cómo nos encaminaremos de ahora en adelante, las cosas se están poniendo un poco feas, hay muchos inversionistas, todas las personas en el mundo de hoy pretenden ser empresarios y eso hace que los que menos tienen desaparezcan y se impongan los poderosos, los más fuertes, creo que en el mundo si logramos consolidar nuestro patrimonio pronto nos abriremos caminos en el comercio con propietarios de otros países, incluso hasta en la propia Europa, la vida se nos volverá puro negocio y eso da muchas ganancias, tendremos el poder en nuestras manos.

    El señor Búfano abandonó la ventana, para ocupar uno de los butacones cercanos al sofá en el que se encontraban Matsumoto y Mostello.

    Kiro Martsumoto de origen asiático había abandonado su país, para ir en busca de las Américas por fortuna, de la cual se había hecho en un corto tiempo al contraer matrimonio con una acaudalada finlandesa, la que falleciera a los dos años de forma misteriosa heredando este toda la fortuna, que luego acrecentó en sus negocios junto a Charles y Búfano.

    Había acompañado a Charles en sus viajes al Asia y actuaba en representación de los negocios de este en dicho hemisferio. Era más bien de estatura normal, aparentaba unos cuarenta y tres o cuarenta y cinco años, arrogante, de complexión fuerte, pecho musculoso y de mirada evasiva, por lo que como dijera Ayne, se desconocían los secretos de su alma.

    ―Oiga, creo que usted es uno de esos hombres que piensan en grande ―expresó Mostello.

    ―Claro amigo, hay que pensar en grande, porque decía mi padre que el que piensa en grande, obtiene ganancias en grande ―respondió Charles y sonrió.

    ―Pero, señor creo que debemos concentrarnos en lo que debemos hacer y a lo que vinimos aquí ―expresó el señor Gianni, luego se dirigió a Charles.―Oiga señor Brown, debe ser usted más cuidadoso con su vida personal, ahora bien en cuanto al cargamento de tejidos, puedo decirle que llega la semana próxima, a más tardar creo que el martes, espero que en el despacho del vapor estén personas conocidas por usted, entre la carga vienen algunos objetos de valor que conviene no se sepa que entrarán al país por esa vía, después podremos ajustar los precios, no será necesario el pago de aranceles.

    II

    Mientras en el despacho se desarrollaban los referidos acontecimientos, y los hombres trataban de llegar a un consenso en cuanto al desarrollo y destino futuro de los negocios, Ayne ―quien a la muerte de la madre de las pequeñas decidió quedarse al cuidado de las mismas― pudo apreciar que algo andaba mal, atravesó el jardín hasta llegar cerca del lugar donde se encontraba la menor de las niñas al tiempo que preguntaba con la mayor ternura:

    ―¿Me pueden explicar qué ha pasado para que Sophi esté llorando con ese sentimiento? ―preguntó al mismo tiempo que enjugaba las lágrimas de la niña.

    ―Es que Lissy tiró mi muñeca al agua ―trató de explicar la niña entre sollozos al tiempo en que señalaba al interior del estanque donde flotaba la muñeca ya con el pelo y el vestido deshechos.

    ―¡Liszt Mary, Liszt Mary!, ¿qué voy a hacer contigo muchachita?, a ver me puedes decir ¿por qué pasó eso?

    ―Quería que le diera mi muñeca para operarla, y no quise, me la quitó y la lanzó al agua ―continuó explicando la niña entre sollozos.

    ―Mira Ayne, empezaré por decirte en primer lugar, que me llames Lissy, como lo dijo mi padre, y en segundo lugar te diré que no me regañes por gusto, yo le dije a Sophi que me diera la muñeca y no quiso ―dijo Lissy cruzando los brazos sobre el abdomen, luego agregó― nunca que le pido algo me lo da, tengo que quitárselo a la fuerza y entonces empieza a llorar.

    ―Eso no puede ser así Lissy ―le advirtió Ayne― ella es tu hermana menor y no debes maltratarla así, tienes que ayudarla, preocuparte por ella, estoy cansada de decírtelo.

    ―Por eso como soy la mayor, estoy cansada de decírselo, ella tiene que hacerme caso, hacer lo que yo diga, así lo dice mi papá ―se defendió Lissy.

    ―Bueno, dejen eso y vayan a reposar el almuerzo ―Ayne tomó de la mano a Sophi, y entraron a la casa seguida de Lissy quien miró a la ventana del despacho de su padre, y al observar que este junto a uno de sus amigos la observaba desde lo alto, tiró un beso al aire y saludó agitando la mano derecha sobre su cabeza.

    III

    Ayne Smith Valle era una mujer alta, negra, fuerte, ojos pardos, cabello esponjoso, cara redonda, labios finos, rostro que en su conjunto parecía haber salido de algún altar donde se rendían honores a las amadas diosas africanas...

    Había nacido en Cuba, sus padres habían sido esclavos, luego de obtener la libertad se instalaron a principios en Camagüey donde se dedicaron a trabajar en el corte de caña con el fin de reunir dinero, pero los prejuicios sociales apenas cambiaron continuaron siendo maltratados, vio golpear a su abuelo hasta morir por los soldados españoles, al este no querer cederle el paso a un soldado cuando pasó cerca de él, lo llamó negro sarnoso, y al mirarlo fijamente dijeron que lo había desafiado y arremetieron contra el hombre para que bajara la mirada.

    Luego de terminada la Guerra de los Diez Años, el país quedó en una situación precaria, que tuvo sus incidencias en muchas familias, principalmente en los campos, entre ellas estaba la de Ayne, al fallecer su madre, y siendo aún muy niña, su hermano Lázaro quedó al cuidado de su abuela paterna, el padre de Ayne, decidió viajar al exterior en busca de trabajo, para entonces la idea era hacia Norteamérica. Muchos eran los marinos que llegaban a las costas cubanas y otros que viajaban para conocer nuevos mundos, decían que en las plantaciones, se ganaba buen dinero y Francisco vio en ello la mejor manera de sacar a su familia adelante y mejorar su situación económica.

    Ayne no quería abandonar a su padre a su suerte, bastante tiempo los había separado la guerra, por lo que quiso viajar junto a él en busca de fortuna con la que ayudaría a sus familiares. En la travesía se hicieron de buenos amigos, entre ellos un señor de etiqueta, como lo llamó su padre, Frederick Gueers Mc Kiley, quien posteriormente les brindó su apoyo, conminándoles a que trabajaran para él, le había simpatizado la chica por su espíritu de guerrera, le recordó a su hija a la que lo unía una relación muy estrecha, pequeña aún, pero muy decidida, juntos habían recorrido algunos países, algunos del sur de América, se deslumbraban ciertas manifestaciones de independentismo y antiesclavismo, lo que comenzó a crear ideas sediciosas en ella, lo que por supuesto entraba en contradicción con el pensamiento de las mujeres de su época.

    Ayne viajó junto a su padre al sur, donde aún se mantenía la esclavitud y se reprimían las sublevaciones. Francisco vio todo aquello arrepentido de haber abandonado su tierra y decepcionado por haber albergado falsas esperanzas comentó a su hija:

    ―Mi ja, abuso no caba, aquí también hombre blanco maltrata a lo negro.

    ―Sí papá, pero aquí es distinto, yo trabajaré para ayudarlo y cuidarlo cuando sea necesario, para que así me dure muchos años, yo lo necesito.

    ―No mi ja, papá suyo tá cansao, no quie seguí en la lucha contra la vida, no tiene fuerza en manos y brazos. Yo no quie seguí siendo clavo, aquí también soy clavo, tanto de lo maltrato, de frío como de lengua que Francisco no tá entendé.

    Los años venideros marcaron el estado de salud de Francisco, lo que unido a su estado de ánimo por no poder regresar a su tierra natal por carecer entonces de los medios económicos propios para garantizar el regreso, e incluso no tener lugar en donde hospedarse teniendo que recurrir en ciertas ocasiones a la iglesia, enfermó y falleció. Frente a la tumba de su padre lloró de tristeza , ¿por qué Dios había escrito letras torcidas?, por qué estableció diferencias entre los humanos ya fuera por el color de la piel, por la posición social o por el dinero?, pero ella no podía hacer nada contra el mundo, ¿qué camino le tocaba encontrar si había quedado sola teniendo por compañía a su fiel perro, aquel que su padre encontró el día que desembarcaron del vapor al llegar a tierra americana, tirado en un rincón muerto de hambre y frío, compartió con el animal un pedazo de pan y chorizo que le quedaba del reservado para el viaje.

    Bautizó su padre el perro con el nombre de Atila, le habían dicho que era un rey guerrero, que luchó incansablemente, allá en una tierra lejana que llamaban Roma, y consideró que eso hizo el animal para sobrevivir, dijo que había ido por azar de la vida a esperarlo en el puerto. Luego de la sepultura del cadáver, ella salió de la necrópolis y Atila se quedó. Tiempo después supo por historias contadas por el propio guardián del cementerio y algunas personas, sobre el perro que a diario entraba cada tarde-noche, y se dirigía a un mismo lugar, ante una tumba, y allí dormía la noche entera, junto a su dueño, al amanecer se iba pero, siempre regresaba. Un día llegó el invierno, entró al campo santo

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