Meshac: Una Historia de la Fidelidad de Dios

Por Freddy Chasi

Meshac: Una Historia de la Fidelidad de Dios,narra la historia de la travesía de un perrito de raza castellano que, a sus setenta y siete años de vida canina, sale con una pareja de misioneros rumbo al sur de los Estados Unidos. Muchas sorpresas los están aguardando tan pronto ponen sus pies fuera del territorio neutral que los guía a las calurosas

• Idioma: Español
• Editorial: Weaver Inspirations
• Fecha de lanzamiento: 1 ago 2022
• ISBN: 9781940050065

Freddy Chasi

Acerca del Autor Freddy M. Chasi, nació en Quito, Ecuador, S.A. Se mudó a los Estados Unidos en el 2012. Ahora vive en Denver, Colorado de donde se graduó de la Universidad Metropolitana de Denver con un título en Manejo de Negocios. Actualmente persigue una Maestría en Gestión Empresarial en la Universidad de Colorado. Sigue experimentando la mano de Dios sobre su vida y experimentando su fidelidad día tras día.

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Meshac

Meshac

Una Historia de la Fidelidad de Dios

Freddy Chasi

Rocky Mountain Publishers

Meshac

Copyright © 2022 Freddy Chasi

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Paperback: 978-1-940050-05-8

E-Book: 978-1-940050-06-5

First paperback edition August 2022

Edited and translated by Mary Ann Garrett

Cover art by Amy Garrett Weaver

Weaver Inspirations DBA Rocky Mountain Publishers

Reconocimientos

Dedicatoria

A la memoria de Enrique Chasi Cando, mi padre y mentor, que nunca dejó de confiar en mí y me enseñó a confiar en Dios; y a mi amada mamá, María D. Guasumba, que con su ejemplo, fortaleza y espíritu indomable me ha enseñado más que cualquier universidad, con todo mi amor.

Homenaje A Mi Papá, Enrique Chasi Cando

Eran las cinco de la mañana. Mi padre se despedía para salir a su trabajo en el cual se había empleado por más de treinta y cinco años. Nos despedíamos de él y religiosamente le pedíamos la bendición para ese día. Con mucha reverencia mi padre repetía sobre cada hijo por dos veces consecutivas: «En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que Dios te bendiga», para luego salir de la casa cuando apenas empezaba a rayar el alba.

Tan pronto miraba que su sombra se perdía por las ramas de unos matorrales cercanos corríamos a acostarnos en la cama para dormir treinta minutos más. Habíamos estado despiertos desde las 4 de la mañana. ¿Pero que hace un niño de siete años despierto a esa hora? En ese momento era mi pregunta, la cual no tenía una respuesta. Cuando la voz alta y profunda de mi padre entraba a mis tímpanos, no había otra opción que saltar de la cama y correr al sitio que mi padre había designado para la búsqueda de Dios. Por más de dieciséis años, si bien lo recuerdo, no faltó ni un solo día sin que mi padre me levantara cada mañana para tener nuestro devocional familiar. Muchas veces le pedí que nos dejara dormir unas horas más, o traté de convencerle que era un día especial y que todos deberíamos dormir unas horitas más, pero ninguno de mis argumentos pudo contra la determinación de mi Papá.

En esos años de estar en la presencia de Dios, gracias a mi padre, aprendí a confiar en Dios, a pedir la dirección de Dios, a entender que no hay guerra que sea imposible de ganar con oración. Entendí que Dios no te da todo lo que quieres sino lo que necesitas. Aprendí a amar a Dios y a buscarlo con pasión... esa pasión que hacía que mi padre se levantase muy de madrugada y tuviese una larga conversación con su Dios. Muchas veces lo escuché desde la otra habitación llorar en la presencia de su Dios mientras entregaba a El sus pensamientos, emociones, y su hombre natural (naturaleza humana). Depositó todo en las manos de aquel que entendía sus debilidades, pero, sin embargo, lo aceptaba tal y como fue.

Vivió ochenta y tres años, de los cuales cincuenta los dedicó a su Dios, su esposa, y sus hijos sin fallar a ninguno de ellos. Fue mi maestro silencioso porque no siempre me habló de lo que debía hacer, sino que lo vivió y de ahí aprendí a vivir.

Aún lo miro en mis sueños, de rodillas y con lágrimas en sus mejillas, orando por todos los que conocía y aún por los que no conocía, por los que le amaban y más aún, por los no le amaban. Lo más impactante es que sus oraciones aún me