Oración secreta

Por HANNAH MORE

"Señor, enséñanos a orar". Lucas 11:1

 

"El que ha aprendido a orar como debe, ha aprendido el secreto de una vida santa". Wilson

"Cuando reces, entra en tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre, que no se ve. Entonces tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará". Mateo 6:6

La oración es...

la aplicación de la necesidad a Aquel que es el único que puede aliviarla,

la confesión del pecado a Aquel que es el único que puede perdonarlo,

la urgencia de la pobreza,

la postración de la humildad,

el fervor de la penitencia,

la seguridad de la confianza.

La oración es. . .

no la elocuencia, sino la seriedad,

no la definición de la impotencia, sino el sentimiento de ella,

el "¡Señor, sálvanos o pereceremos!" de Pedro ahogado,

el grito de fe al oído de la misericordia.

La adoración es el empleo más noble de los seres creados.

La confesión es el lenguaje natural de las criaturas culpables.

La gratitud es la expresión espontánea de los pecadores perdonados.

La oración es un deseo - es...

no una mera concepción de la mente,

no un esfuerzo del intelecto,

no un acto de la memoria.

La oración es . . .

una elevación del alma hacia su Hacedor,

un sentido apremiante de nuestra propia ignorancia y debilidad,

una conciencia...

  de las perfecciones de Dios,

  de su disposición a escuchar,

  de su poder para ayudar,

  de su voluntad de salvar.

• Idioma: Español
• Editorial: FELIPE CHAVARRO POLANÍA INC
• Fecha de lanzamiento: 27 jun 2022
• ISBN: 9798201671266

Vista previa del libro

Un prefacio

Señor, enséñanos a orar. Lucas 11:1

El que ha aprendido a orar como debe, ha aprendido el secreto de una vida santa. Wilson

Cuando reces, entra en tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre, que no se ve. Entonces tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará. Mateo 6:6

La oración es...

la aplicación de la necesidad a Aquel que es el único que puede aliviarla,

la confesión del pecado a Aquel que es el único que puede perdonarlo,

la urgencia de la pobreza,

la postración de la humildad,

el fervor de la penitencia,

la seguridad de la confianza.

La oración es. . .

no la elocuencia, sino la seriedad,

no la definición de la impotencia, sino el sentimiento de ella,

el ¡Señor, sálvanos o pereceremos! de Pedro ahogado,

el grito de fe al oído de la misericordia.

La adoración es el empleo más noble de los seres creados.

La confesión es el lenguaje natural de las criaturas culpables.

La gratitud es la expresión espontánea de los pecadores perdonados.

La oración es un deseo - es...

no una mera concepción de la mente,

no un esfuerzo del intelecto,

no un acto de la memoria.

La oración es . . .

una elevación del alma hacia su Hacedor,

un sentido apremiante de nuestra propia ignorancia y debilidad,

una conciencia...

  de las perfecciones de Dios,

  de su disposición a escuchar,

  de su poder para ayudar,

  de su voluntad de salvar.

La oración no es una emoción producida por los sentidos, ni un efecto producido por la imaginación, sino una determinación de la voluntad, una efusión del corazón.

La oración es un acto tanto del entendimiento como del corazón. El entendimiento debe aplicarse al conocimiento de las perfecciones divinas, o el corazón no será conducido a la adoración de las mismas. No sería un servicio razonable si se excluyera la mente. Debe ser un culto racional, o el adorador humano no aportará al servicio la facultad distintiva de su naturaleza, que es la razón. Debe ser una adoración espiritual, o carecerá de la cualidad distintiva para hacerla aceptable a Aquel que es un espíritu, y que ha declarado que será adorado en espíritu y en verdad.

El hombre no sólo es un ser pecador, sino también un ser indefenso, y por lo tanto un ser dependiente. Esto ofrece nuevos y poderosos motivos para la oración, y muestra la necesidad de mirar continuamente a un poder superior, a una fuerza mejor que la nuestra. Si Dios no nos sostiene, caemos; si no nos dirige, erramos. Su guía no sólo es la libertad perfecta, sino la seguridad perfecta.

Nuestro mayor peligro comienza desde el momento en que nos imaginamos que podemos ir solos. El que no cree en esta verdad fundamental, la impotencia del hombre, sobre la que se construyen las demás doctrinas de la Biblia -o el que nominalmente profesa asentir a ella como doctrina de la Escritura, pero si no la reconoce experimentalmente-, si no la siente en las convicciones de su propia conciencia despierta, si no lo siente en las convicciones de su propia conciencia despierta, en el descubrimiento de las obras malignas