Modernidad mediática mexicana: Cine, humor y masculinidades
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Apela este título, asimismo, a una comprensión de nuestro país y de nuestra historia que, así se trate de una comunidad remota en donde una radio trasmita saludos entre rancherías y conceda complacencias musicales, el emisor y receptor de ese proceso se vuelven conscientes de que los medios de comunicación masiva y los medios masivos de comunicación comunican modernidad: modos, estilos de vida, nuevas costumbres y tradiciones, más la consabida e inevitable modificación de hábitos. La preservación y mantenimiento de ellas mismas, su difusión y divulgación. Su discusión, análisis y crítica. Su eventual caricaturización y hasta su ridiculización. Burla y mofa, aspectos de nuestra cultura local que existen aunque ocasionalmente se les soslaye.
Las masculinidades, como tema de estudio, le temen o tratan de evadir el asunto del humor, pues la cultura humorística pone de cabeza el orden del mundo a niveles absurdos. Sin embargo, todos lo saben: hasta en los asuntos más serios y de mayor gravedad, surge el humor para intervenir en la autorregulación. En el contraste o contrapunto se da el alivio a tensiones. El consuelo que produce la risa permite el relevo de energías para volver irremediablemente a lo serio, lo productivo: el trabajo.
En ese sentido, este texto forma parte de una investigación sobre cultura audiovisual, para disfrute de los estudiantes universitarios –especialmente, sudcalifornianos– que estudian la licenciatura en comunicación y público en general sensible a estas causas.
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Modernidad mediática mexicana - Rubén Olachea Pérez
Contenido
Introducción
Glosario
Nota sobre metodología
Crisis de contenidos en la cultura audiovisual
La pantalla a juicio
El flujo televisual
Humor burlesco y la elocuencia de la vulgaridad
La confrontación
Burlas y veras
El acento local: lo sudcaliforniano
Una cuestión baladí: de México para el mundo
Un extenso epílogo: La risa de la Malinche
¿Quién diablos es Juliette?
El otro sueño americano
Roma
El día comenzó ayer
Bibliografía
Referencias electrónicas
Referencias filmográficas
Acerca del autor
Hitos
Portada
Introducción
Un título tan ambicioso como Modernidad mediática mexicana: cine, humor y masculinidades es tentativamente sano que se dé en un volumen breve que abra la discusión. Nacimos modernos y excéntricos: desde el águila sobre el nopal hasta la 4T, la x
de México y el mestizaje. Aunar a la modernidad mexicana el adjetivo mediática nos sitúa históricamente tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y la necesariamente optimista continuidad civilizatoria. Como telón de fondo abstracto, aparece el cine educando a todos: analfabetas y letrados, en educación sentimental y lúdica. Apela este título, asimismo, a una comprensión de nuestro país y de nuestra historia que, así se trate de una comunidad remota en donde una radio trasmita saludos entre rancherías y conceda complacencias musicales, el emisor y receptor de ese proceso se vuelven conscientes de que los medios de comunicación masiva y los medios masivos de comunicación comunican modernidad: modos, estilos de vida, nuevas costumbres y tradiciones, más la consabida e inevitable modificación de hábitos. La preservación y mantenimiento de ellas mismas, su difusión y divulgación. Su discusión, análisis y crítica. Su eventual caricaturización y hasta su ridiculización. Burla y mofa, aspectos de nuestra cultura local que existen aunque ocasionalmente se les soslaye. Vaya que no es un proceso fácil de encarar, o de reprimir, ni de superar sin sacrificios. ¿Acaso estemos destinados a experimentarlo repetidamente? Ojalá no.
Reparo en las 3M del título: modernidad mediática mexicana. Tres son también sus ejes relacionados entre sí como carrizos al arroyo o juncos al riachuelo: no se trata de que sean mutuamente excluyentes. Por ejemplo, que sin cine no haya humor o diversidad en el comportamiento de los hombres. Para el investigador es evidente que el cine es un medio en el que, por excelencia, se han reproducido los comportamientos de las masculinidades. Las representaciones del charro y del macho mexicano cantando alegremente al calor de unos tequilas hará palidecer la cornucopia de estereotipos asociados con los actuales videos del reguetón. El comediante sabe que su labor es ardua, porque todo suele ser extraoficial en el humor.
La contundencia del efecto va desde la leve sonrisa o la entusiasta y contagiosa risa hasta la sonora, estentórea carcajada. Por más mercadotecnia invertida, nunca se sabe –ni en el propio Hollywood– si la película arrasará en taquilla o será un fracaso de crítica, o viceversa. Si obtendrá ambos reconocimientos o ninguno de los dos. El estrellato de una región, el reparto de una producción, están al servicio de un director y su equipo para contar una historia de manera amena, atractiva. No siempre se alinean los astros. Años después de su fracaso, películas dignas de estudio suelen ser rescatadas del olvido. Un caso especial en México es Los olvidados (1950), de Luis Buñuel.
El respetable es el respetable y no suele ser tan predecible como algunos suponen. Más subjetivo es aún el sentido del humor, el concepto de comedia, la trayectoria de los comediantes en relación a sus gracias, sus frases, vestuario, modismos, gestos, lenguaje corporal, bailoteos, acrobacias, manías, tics fingidos, galanura o guapura, simpatía o el look sexy, su melodiosa voz, imitaciones, entonación, acentos, timbre, volumen, coloratura. Su delgadez, gordura o musculatura. La mirada pícara. Calvicie, peinados, pelucas, bigote y hasta lo largo de las pestañas. Maquillaje o pastelazo. Mancuerna, secuaz, compinche, patiño
, pareja de toda la vida. Desmesura o tartamudeo… Además, si se obsesiona e insiste demasiado, se vuelve pesado para el público. Si su vida se vuelve demasiado privada o pública, nunca se sabe del todo qué combinación es lo que vuelve genial a una persona para representar/encarnar el sentido del humor de un pueblo o nación. Misterios que se van solucionando sobre la marcha, la rueda imparable en el paso del tiempo.
Las masculinidades, como tema de estudio, le temen o tratan de evadir el asunto del humor, pues la cultura humorística pone de cabeza el orden del mundo a niveles absurdos. Sin embargo, todos lo saben: hasta en los asuntos más serios y de mayor gravedad, surge el humor para intervenir en la autorregulación. En el contraste o contrapunto se da el alivio a tensiones. El consuelo que produce la risa permite el relevo de energías para volver irremediablemente a lo serio, lo productivo: el trabajo. Posteriormente, ya vendrá el descanso y con él, el placer y la posibilidad de volver a reír. Por supuesto que hay gente amargada y amargura en el mundo. Los estados de ánimo de las personas fluctúan en una dinámica que es difícil estudiar porque es de naturaleza huidiza y poco aprehensible. Quizá haya pocas escenas tan conmovedoras como observar en cámara lenta cuando una persona que ha sufrido muchas penalidades (inventadas o reales) vuelve a esbozar una sonrisa franca hasta llegar a las lágrimas por permitirse volver a sentir con intensidad la gama de emociones que la vida conlleva. Equivale a liberarse, perdonar, a perdonarse a sí mismo. Renacer por un instante, recuperar la capacidad de asombro.
El catálogo de comportamientos masculinos ha incluido al heroísmo y al estoicismo a lo largo de distintas épocas de Occidente, así como a la doble moral y el desenfreno (asociado éste al ímpetu juvenil). El repertorio es amplísimo: el control de las emociones; el sacrificio, la frialdad o indiferencia; la violencia no sólo contra las mujeres sino también hacia el propio género; el respeto a los mayores, a lo sagrado, a la naturaleza, etc. El inventario de gestos cargados de significados es múltiple. Mas es la sexualidad uno de los campos que conviene nutrir de ciencia, como el de la salud mental. La excesiva represión sexual conlleva, gradualmente, consecuencias en el equilibrio mental del individuo. El humor permite, precisamente, restaurar en la cotidianeidad el equilibrio emocional de una persona que se ha visto sometida a fuertes cargas de estrés y alienación (el no ver ni saber qué parte cumple el yo
en los procesos productivos). Por ello, las comedias cinematográficas o meras escenas humorísticas, resultan peculiarmente