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Prensa, democracia y libertad
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Libro electrónico637 páginas7 horas

Prensa, democracia y libertad

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Prensa, democracia y libertad es un libro siempre actual porque pone en íntima relación tres elementos fundamentales para enfrentarse a la comunicación: la libertad de los medios y de los ciudadanos como garantes del buen funcionamiento de la democracia. De una forma sencilla y agradable destaca en sus líneas la necesidad de que los profesionales de los medios de comunicación, los periodistas, tengan la formación adecuada para desempeñar su trabajo sin ceder a presiones empresariales o del poder gubernamental. Además se presentan los principios que sustentan los orígenes del periodismo español y su evolución a través de diversas empresas de comunicación, académicas y políticas al hilo de la vida de su autor. Antonio Fontán es una de esas figuras señeras que merece letras de oro en el libro de la historia de la prensa española por su actividad como periodista, por ser director de empresas de comunicación y maestro de periodistas. Entre sus actividades destaca la difícil etapa en la que dirigió el diario Madrid, un lugar de convergencia de reporteros, escritores, políticos y profesores de significación democrática, donde logró una heroica defensa de la libertad de expresión bajo la dictadura franquista que terminó con el cierre del diario en noviembre de 1971.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 jun 2017
ISBN9786071651112
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    Prensa, democracia y libertad - Antonio Fontán

    ANTONIO FONTÁN (Sevilla, 1923 - Madrid, 2010) combinó en su vida profesional tareas de responsabilidad en los campos del periodismo, la política y la universidad. Ejerció como catedrático de Latín, realizó una intensa actividad periodística como promotor y director de revistas (La Actualidad Española, Nuestro Tiempo y posteriormente Nueva Revista de política, cultura y arte) y dirigió el Instituto de Periodismo de Pamplona. Más tarde sería director del diario Madrid. Con la llegada de la democracia, fue el primer presidente del Senado y ministro de Administración Territorial con Adolfo Suárez. Su actividad periodística fue aplaudida por el International Press Institute en el año 2000 al otorgarle el reconocimiento como uno de los cincuenta héroes de la libertad de prensa. También su contribución al restablecimiento de la monarquía y la democracia en España fue premiada por el rey don Juan Carlos con el título de Marqués de Guadalcanal en el año 2008.

    PRENSA, DEMOCRACIA Y LIBERTAD

    ANTONIO FONTÁN

    Prensa, democracia y libertad

    Edición a cargo de

    EDUARDO FERNÁNDEZ

    Primera edición, 2017

    Primera edición electrónica, 2017

    © 2017, Fundación Marqués de Guadalcanal

    © 2017, Fundación Studium

    © 2017, de la edición, Eduardo Fernández

    D. R. © 2017, Fondo de Cultura Económica de España, S.L.

    Vía de los Poblados, 17, 4º-15; 28033 Madrid

    www.fondodeculturaeconomica.es

    editor@fondodeculturaeconomica.es

    Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

    Diseño de cubierta: Mutāre, Procesos Editoriales y de Comunicación

    Fotografía de cubierta: imagen de una vidriera en la que aparece la antigua sede del diario Madrid, en la calle de General Pardiñas esquina a Maldonado. Actualmente se encuentra en la sede de la Fundación Diario Madrid

    Maquetación: Composiciones RALI, S.A.

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-5111-2 (ePub)

    Hecho en México - Made in Mexico

    SUMARIO

    Prólogo. Antonio Fontán, precursor de la Ciencia del Periodismo

    Nota introductoria

    PRESENTACIÓN DE ANTONIO FONTÁN

    LA PRENSA Y LA MISIÓN DEL PERIODISTA

    EL DIARIO MADRID Y MI EXPERIENCIA COMO DIRECTOR

    LA TRANSICIÓN: DE LA LEY DE PRENSA A LA LIBERTAD

    ALGUNAS NOTICIAS SOBRE ANTONIO FONTÁN

    ÍNDICE DE ARTÍCULOS DE ANTONIO FONTÁN

    Índice general

    PRÓLOGO

    ANTONIO FONTÁN, PRECURSOR

    DE LA CIENCIA DEL PERIODISMO

    Siempre que se prologa un libro se perciben una serie de agradables sensaciones. En primer lugar, el nacimiento de un nuevo libro acompaña una especie de ceremonia social de puesta en escena, que hace partícipe de su presentación también al prologuista ante los futuros lectores. En segundo lugar, el autor del prólogo une su nombre al de los autores y protagonistas para siempre y, en este caso, mi sensación ya no es simplemente agradable, sino sublime. Se trata de textos de mi admirado y querido Antonio Fontán, editados por otra persona a quien también quiero y admiro: su discípulo Eduardo Fernández, quien, con un eficaz equipo de colaboradores, ha dado cuerpo a un dificilísimo proceso de recopilación, selección y edición de los textos que forman parte de la obra de Fontán. Se incluyen, además, opiniones de prestigiosos profesionales tanto de la política como del periodismo, los cuales cuentan con mi admiración y mi cariño y, en la mayor parte de los casos, también conozco. Me dispongo por lo tanto a cumplir un encargo con un entusiasmo muy superior al que suele acompañar habitualmente mi condición de prologuista.

    Antonio Fontán fue un hombre polifacético y profundo, que se aplicó con el máximo rendimiento a la Universidad, a la política y al periodismo. Sin embargo, de las tres actividades, de la que se sentía más protagonista, más cercano y a la que dedicó sus mejores ilusiones fue, indudablemente, a la del periodismo. Es por ello que lo llevó a sus otros dos ámbitos de actividad. Hablaremos brevemente de ambos itinerarios.

    En primer lugar, los marcos políticos y jurídicos en los que se desarrollan las doctrinas y las actividades informativas, lo que hemos llamado en la academia la macroestructura informativa, dibujan en todo el mundo actual panoramas extraordinariamente diversos, aunque responden en esencia a las sempiternas y clásicas Four Theories of the Press, de Siebert, Peterson y Schramm, cuya primera traducción al español de la editorial Fondo de Cultura Económica (encargada también de la publicación de esta nueva obra) suprimió en su edición una de las teorías —precisamente la que blanden hoy en España los representantes del partido político Podemos como la manera más adecuada de tratar los medios de comunicación—, y que los autores identificaron como la teoría «comunista-soviética», separada de la «autoritaria», la «liberal» y la de «responsabilidad social».

    Un principio político determinado condiciona un marco legislativo y jurídico concreto. En estos momentos se podría decir —siguiendo por otra parte el mapa de la entrada de la Freedoom House of the Press—, que los diferentes intervencionismos o limitaciones parciales a la libertad de información dominan el panorama internacional. Es interesante precisar, sin embargo, que no queda demasiado definida la libertad de información frente a la libertad de expresión o la libertad de empresa informativa. Los principios periodísticos anglosajones no hacen demasiado énfasis en esta diferencia, y es precisamente por eso por lo que queda demasiado desdibujada la profesionalidad de los periodistas. La libertad para ellos es un punto de llegada, una Stazione Termini, y por eso cuando el resultado no les termina de satisfacer hay que recurrir a los comités.

    El periodismo se podría reconocer simplemente como la forma de identificar una actividad profesional, la de los periodistas. Porque en el periodismo hay muchas actividades profesionales y todas ellas son importantes, pero hay que considerar sin duda como prioritaria, como sustancial, la de los periodistas. Sin periodistas no puede haber periodismo, su presencia es ingrediente indispensable y desde luego predominante. Pero —ya lo dijimos desde la Asociación de la Prensa de Madrid hace unos años— sin periodismo no hay democracia, por lo que es muy fácil concluir el silogismo afirmando que sin periodistas no hay democracia. Así de claro, así de rotundo: los periodistas se deben considerar como un bien social imprescindible, por eso resulta tan importante su formación, tanto en el aspecto ético y deontológico, como en el aspecto técnico y pericial, para poder así ejercer una profesión de tal transcendencia social que necesariamente debe ser titulada y colegiada. Antonio Fontán nunca polemizó sobre esta cuestión, simplemente se limitó a darla por supuesta.

    Hay muchas fórmulas para definir el periodismo y la mayor parte de ellas son brillantes, ingeniosas, divertidas, mordaces o simplemente descriptivas, pero si diéramos por válida la que yo acuñé —una más— podríamos considerar de forma bastante definitiva la enorme importancia que se le debe otorgar a la actividad puntual de cada periodista. Esa definición, de la que tuve que partir para poder elaborar la teoría de la especialización del periodismo, es la siguiente: Intermediación profesionalizada para la comunicación eficaz de la información con pertinencia social.

    Comunicar con eficacia la información con pertinencia social es por tanto la labor que la sociedad delega en los periodistas, por eso se les debe exigir profesionalidad, es decir, responsabilidad y por tanto libertad; sentido de la ética y de los valores; y habilidad y pericia. La información que tiene pertinencia social define los contenidos, marca la agenda mediática, y eso en el periodismo especializado no lo hace el editor, ni el director, ni mucho menos el dueño del medio, lo hace el periodista encargado de esos contenidos. Él selecciona, decide y emite la información, convirtiendo esa información en noticia.

    Recuerdo un coloquio con periodistas económicos que yo moderaba. En el turno de las preguntas del público, uno de los asistentes se dirigió a un redactor jefe de la sección de economía de un importante periódico nacional y le reprochó con cierta impertinencia el caso omiso que había hecho a sus reiteradas peticiones de que publicara una noticia de su empresa, desoyendo incluso la sugerencia del propio director de la publicación. El afectado insistía una y otra vez con la noticia, «porque la noticia…», y ya el periodista le interrumpió diciéndole tajantemente: «Por favor, no insista usted con su noticia porque lo único que es noticia en mi sección es lo que yo decido publicar por el interés de mi audiencia». «Lo que yo decido», lo que cada periodista decide, eso es lo que marca la información pertinente, siempre que esa decisión sea precisamente una decisión profesional tomada en favor del interés social y del derecho de todos a recibir información veraz. El Fontán político siempre lo asumió, lo respetó y lo defendió. Nada que ver con la situación actual del panorama informativo político en España, en el que ni los debates son debates, ni las entrevistas son entrevistas, ni las ruedas de prensa son ruedas de prensa.

    Una vez más se cierne sobre la libertad informativa la amenaza permanente del control, de la desconfianza, de la instrumentalización. Lo mismo que cuando los políticos de turno empezaron a desconfiar de los periodistas después de la Segunda Guerra Mundial —«son tan importantes los medios, que no se los podemos dejar sin más a los periodistas»—, y empezamos con los Comités Éticos, los Consejos Permanentes, los Controles Cívicos, y demás. Curiosamente, es lo mismo que está pasando ahora con Internet y con las redes sociales, las cuales son tan importantes que algo habrá que hacer para evitar abusos, desmanes y barbaridades, sin reparar en la exigencia de profesionalidad de las informaciones pertinentes, la de los periodistas libres y responsables que asumen el papel de intermediación, evitando la falacia de confundir la libertad de información con la libertad de expresión.

    Por eso la solvencia y la credibilidad de un determinado medio o soporte están garantizadas por sus periodistas, por sus profesionales. El periódico Madrid era, en definitiva, lo que eran sus periodistas, y eso lo sabía y lo practicaba de forma rigurosa y constante Antonio Fontán, sin más control que el de su propia responsabilidad, su propio criterio. En las redes se practica la libertad de expresión básicamente, y de igual modo que hay vulgaridades, groserías y falacias escritas en las puertas de los WC, las hay y las habrá cada vez más en las redes sociales. Con todo, para mí lo más grave es que desde determinados medios se programe sus contenidos contaminando permanentemente con las ocurrencias y los exabruptos de usuarios de las redes sociales, o sencillamente que su preocupación por la información social pertinente nazca exclusivamente de la curiosidad por lo que están diciendo las redes.

    Descubrir y defender la profesionalidad y la independencia de los periodistas es fundamental en ese futuro incierto que dibuja la comunicación periodística de los próximos años: eso Fontán lo supo inculcar en los políticos de la Transición. No en vano, el artículo 20 de la Constitución, que puede considerarse para muchos como la derogación de la ley de prensa, esa ley que acabó con su querido Madrid, expresa entre otras cuestiones la de la exigencia de un reconocimiento de la profesionalidad para los periodistas cuando reclama legislaciones concretas sobre Cláusula de Conciencia y Secreto Profesional. Legislaciones que —hay que reconocerlo— hasta ahora han sido bastante fallidas y desde luego insuficientes. La defensa de la libertad de información exigirá sin duda un tejido jurídico nuevo y mucho más decidido, siempre y cuando —claro— los principios políticos que los iluminen apuesten de verdad por ella. Defender la libertad es ante todo preservarla de cualquier condicionamiento, manipulación, control o cortapisa real o virtual a la que se sienta sometido un periodista cuando vaya a ejercerla.

    El otro itinerario del que teníamos que hablar al referirnos a Fontán es el que lleva el periodismo a la universidad, el conocimiento empírico al conocimiento científico. Tenemos aquí el esfuerzo creativo y riguroso de Antonio Fontán en la Universidad de Navarra, con la creación del antecedente próximo de la facultad de Ciencias de la Información, que entraría en vigor en España a principios de los años setenta del pasado siglo, como consecuencia de la Ley Villar Palasí, con tres centros universitarios pioneros: el de la Complutense de Madrid, el de la Autónoma de Barcelona y el de la Universidad de Navarra. Fontán era catedrático de filología clásica, de latín, pero su vocación periodística le llevó a ejercer el decanato primigenio de la nueva facultad, a la que se aplicó con vocación y con ilusión de neófito.

    Las críticas a este movimiento siempre han estado presididas por un injustificado temor a la pérdida de libertad a la hora de ejercer bajo el posible requisito de una determinada titulación universitaria. Esta crítica solo es justificable si se contempla con criterios antiguos, mirando hacia atrás. Los vinos nuevos siempre han necesitado odres nuevos y, desde luego, los marcos políticos y jurídicos a los que nos hemos referido antes no favorecen nada este hecho. Por otra parte, una extendida visión romántica y gremial de la profesión ha hecho mantener la denominación de «oficio», vinculándola en exceso y demasiado tiempo a sus comienzos de ejercicio empírico y a los ámbitos redaccionales de las empresas periodísticas, sin reparar en que la diferencia fundamental entre el ejercicio de una profesión o un oficio estriba en la toma de decisiones entre el diseño y la ejecución.

    Todas las profesiones han tenido el mismo itinerario intelectual. De un nuevo conocimiento, de una nueva actividad, de una nueva necesidad, siempre han surgido dos líneas de desarrollo: una puramente empírica, basada en el conocimiento práctico, y otra de especulación y profundización teórica aplicando conocimientos próximos o análogos. El periodismo se sustenta en una experiencia práctica y en un planteamiento teórico inicial basado en la sociología. Casi todas las teorías sobre el periodismo tienen su origen en el conocimiento del orden social, en una nueva sociedad de masas a la que atendía en sus requerimientos informativos, una actuación práctica en la que se unían las tres libertades: la de expresión, la de información y la de empresa informativa.

    Los viejos pioneros del periodismo integraban la tecnología de la vieja imprenta en las tres libertades y exhibían sobre todo un peculiar valor, un notable arrojo. Pero hoy los planteamientos teóricos ya han evolucionado, y así como la medicina no se confunde con la anatomía, ni se identifica con ella, sino que la integra; la información y la comunicación no se pueden confundir con la sociología. El conocimiento del cuerpo humano se hace imprescindible para poder curar, del mismo modo que el conocimiento del cuerpo social se hace imprescindible para comunicar, pero la ciencia de la comunicación ya se ha independizado de la sociología hace mucho tiempo. ¿Qué ocurre con el periodismo? Lamentablemente, los ámbitos académicos no han evolucionado, y es muy frecuente todavía en la mayor parte de las universidades del mundo encontrarnos con el journalism, fuera del ámbito teórico de Mass Comunication Research.

    En España, las escuelas de periodismo existentes desaparecieron con la creación de las facultades y desde el principio nos vimos obligados a unir la formación teórica con la formación práctica. Este sencillo hecho hubiera tenido que plantear un tipo de facultad diferente, con un grado de experimentalidad mucho mayor, y no el absolutamente inexistente de unas facultades que no se consideraron así. Curiosamente, esto desencadenó una estéril polémica insistiendo en una ridícula separación entre teóricos y prácticos, entre periodistas profesionales y teóricos de la comunicación, con argumentaciones descalificadoras para ambos por parte de los otros. Los teóricos despreciaban el trabajo empírico ramplón de los «practicones» y los profesionales ridiculizaban y huían de los discursos vacíos y alejados de la realidad periodística de los teóricos por su falta de aplicabilidad.

    Antonio Fontán siempre lo tuvo claro, no se puede separar una actividad práctica del periodismo de una investigación y una especulación teórica del mismo, en ámbitos académicos del máximo rango como corresponde con unos saberes y una actividad complejos y decisivos para lograr sociedades libres, democráticas y maduras. La universidad así, para él significaba respecto del periodismo, un lugar donde ubicar sus estudios prácticos profesionales, un ámbito puramente administrativo, como ocurría —y sigue todavía ocurriendo— en la mayor parte de las universidades norteamericanas. No, la creación de las facultades ponía de manifiesto la necesidad de un nuevo enfoque en el que la ciencia del periodismo formara parte de las nuevas Ciencias de la Comunicación como un corpus teórico y científico absolutamente independiente.

    Este enfoque sigue siendo innovador y exigente, y coloca los estudios sobre periodismo en el rango académico más elevado, orientando desde él la necesidad de configurar el ejercicio de la libertad de información en torno a una garantía de formación, de conocimientos y de ética completamente exigente y al máximo nivel académico y científico. Cuestión diferente y poco pertinente en estos momentos resulta la excelencia de los planes de estudio de los centros universitarios y su desarrollo posterior. Aquellas tres primeras facultades españolas pronto fueron ocho, uniéndose a los estudios de periodismo las universidades del País Vasco, de Santiago de Compostela, de Sevilla, la Pontificia de Salamanca y el CEU de Valencia. El incremento posterior ha sido exponencial, y desde el año 2000 hasta ahora se han creado en España más de sesenta nuevas facultades en sendas universidades públicas y privadas.

    La aparición del Espacio Europeo de Educación Superior, los llamados «Planes de Bolonia», y su posterior evolución nos han llevado a grados de periodismo de cuatro años que tendrán que verse reducidos a tres con toda seguridad, dejando las viejas licenciaturas de cinco años como referencia pasada de unas titulaciones que permitían el ejercicio con ciertas garantías de profesionalidad. Los másteres son ahora las alternativas que se plantean para la complementariedad en la formación universitaria de los futuros periodistas, sin tener todavía muy pensado si pudiera plantearse uno específico de acceso a la profesión al estilo de los graduados en derecho.

    La figura de Antonio Fontán es un referente obligado a la hora de estudiar alternativas. Su preocupación por la formación de los periodistas ha dejado un enorme bagaje al que tendremos que acudir sin duda si queremos acertar con las propuestas. En su afán por llevar el periodismo a los más altos niveles de relación con el ámbito universitario, consiguió un acuerdo de la Fundación Diálogos, que él presidía y que ahora me honro en presidir yo, con la prestigiosa Fundación Nieman de la Universidad de Harvard, para el desarrollo de la calidad del periodismo como ciencia y como profesión.

    Un periodismo de calidad es un presupuesto obligado y ambicioso con el que Antonio Fontán, estuviera donde estuviera, quiso siempre contar. Por eso es muy pertinente que recordemos la ilusión con la que, desde la Fundación Diario Madrid, quiso proyectar su amado proyecto del periódico que expresaba lo mejor de su visión práctica del periodismo, con nuevas iniciativas y proyectos que desde esta Fundación de la calle Larra se están planteando continuamente en la búsqueda de mayores cotas de calidad y solvencia para la profesión periodística. Así, por ejemplo, el premio de dicha Fundación, el Premio Diario Madrid de periodismo, va año tras año profundizando en todos y cada uno de los atributos de ese periodismo de calidad con el que se intenta en cada convocatoria rememorar la figura de Fontán. El último premiado ha sido el prestigioso periodista mexicano Juan Villoro, quien en su discurso quiso hacer un paralelismo entre el periódico Excélsior de Julio Scherer y el diario Madrid de Rafael Calvo Serer, dirigido por Antonio Fontán.

    Dijo Villoro en esa ocasión: «Un venturoso azar me ha traído ante ustedes para recibir un premio que celebra la libertad de expresión. Lo dedico a mis compañeros de trabajo en México, que se han negado a cerrar los ojos enfrente del horror y han tenido la valentía de descubrir, aún en medio del espanto, historias de comprensión y solidaridad. Las buenas noticias no son noticia, dice el aserto. Contra este lugar común, los resistentes periodistas mexicanos confirman que en tiempo de terror la felicidad es una forma de rebeldía. Capaz de disentir, el periodismo se ejerce como una forma de placer incluso en las situaciones más extremas. Ni el golpe a Excelsior ni el cierre del diario Madrid anularon esta vocación inquebrantable».

    En ese mismo acto, tomó la palabra para clausurar el ministro de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España, D. Íñigo Méndez de Vigo, quien aludió a unas palabras de Antonio Fontán que se podrán considerar en este libro una aportación previa a todo su contenido posterior y que sintetizan de un modo magnífico su pensamiento, con el que «debemos ser gente modesta, dijo Fontán. La prensa, los medios de comunicación, no son un cuarto poder, ni debemos aspirar a que lo sean y mucho menos creer que lo son. Debemos ser testigos y no jueces. Tenemos que servir a la sociedad que nos lee o nos escucha y no alzarnos sobre ella, ni mucho menos querer dirigirla. La opinión es algo que debe argumentarse con razones graves y fundadas. El ejercicio del periodismo exige una ética, una responsabilidad profesional y una base cultural seria. Los valores éticos universales, los de la verdad, el bien, la justicia, la solidaridad o la fraternidad humana deben considerarse como los principios inspiradores de la profesión periodística».

    La figura de Antonio Fontán relucirá largo tiempo en muchas y variadas actividades de la cultura, la política o la filología, pero sin duda donde a él le gustará más ser recordado es en lo que hizo con el periodismo y en lo que dijo sobre él. Este libro constituye un magnífico instrumento para hacerlo. Gracias a los autores por su trabajo y gracias una vez más al maestro, Antonio Fontán.

    JAVIER FERNÁNDEZ DEL MORAL

    Catedrático de Periodismo Especializado

    Universidad Complutense de Madrid

    Miembro del Patronato de la Fundación Diario Madrid

    NOTA INTRODUCTORIA

    Este libro recopilatorio responde a un deber de justicia y de reconocimiento al maestro Antonio Fontán por parte de los periodistas y comunicadores, políticos y académicos que hemos aprendido de su magisterio y disfrutado de sus consejos durante largos años. Presentamos en él gran parte de aquellos artículos suyos en los que se recoge el fundamento y la esencia de todo su pensamiento sobre la prensa, la libertad de expresión y la misión del periodista.

    Nuestro trabajo ha consistido en una investigación y selección de casi 40 artículos publicados, pero diseminados en revistas, prensa, artículos de libros y textos sobre la Transición democrática y referidos al nacimiento, desarrollo y función de la prensa en el ámbito académico y profesional. Todos ellos ilustrados con datos históricos, anécdotas, personajes e instituciones que desglosan el origen de la prensa ilustrada en una especie de radiografía de la historia del periodismo español, desde sus primeras aportaciones de 1952 hasta sus últimos trabajos de 2009. Hemos incluido la referencia del año y el lugar en los que fue publicado cada uno de ellos, aunque no nos ha sido posible en todos los casos mantener el orden cronológico en aras de favorecer el temático. Existe, sin embargo, una laguna de información en cuanto a sus artículos académicos durante su intensa etapa dedicada a la dirección del diario Madrid y su posterior actuación política (entre los años 1964 y 1988). Aquí hemos suplido la ausencia de estos con artículos periodísticos y conferencias.

    Toda su obra escrita, basada en su experiencia como intelectual, periodista, formador de periodistas y director de medios de comunicación, logra dibujar una imagen de la prensa atractiva, rica y coherente, ya que, en el fondo, todas sus actividades periodísticas ofrecen una interesante concepción del hombre y su capacidad comunicativa, así como una encarnación de los principios generales en las situaciones históricas que comprenden la realidad y trascienden las necesidades concretas. Del mismo modo, todas sus empresas editoriales, desarrolladas durante casi sesenta años, responden a un mismo proyecto. La Actualidad Española, Nuestro Tiempo, el diario Madrid o Nueva Revista de Política, Cultura y Arte son un modo de hacer periodismo que refleja su perfil de empresario con una enorme capacidad para dirigir equipos y demuestra su carisma moderado y su personalidad humanística y dialogante. Esto ya no solo es periodismo, sino verdadera psicología empresarial. «Para que haya equipo es preciso primero que haya un espíritu en torno al cual se cuaje la realidad humana y material de los hombres que la integren. Para ello hacen falta ilusión y confianza. Y aquí es donde aparece otro elemento fundamental e indispensable de una revista que va a lanzarse al mundo: la del hombre que la hace».¹

    Con este libro hemos querido cubrir un doble objetivo: en primer lugar, recoger y ordenar todos los artículos relacionados con la prensa y el periodismo publicados por Antonio Fontán y, en segundo, rendir homenaje a su persona y a su obra por medio de los testimonios de numerosos profesionales, compañeros y amigos. El contenido se divide en cuatro grandes bloques:

    1)    La prensa y la misión del periodista. En este capítulo se incluyen algunos estudios académicos sobre las revistas ilustradas, los inicios de los estudios de periodismo en España y la misión del escritor. Es una recopilación que resume la concepción de la prensa y la experiencia de Antonio Fontán como director de medios de comunicación desde 1952 hasta 2009. Algunos artículos aquí contenidos, como «Periodistas en la Universidad» y «El origen de los estudios de periodismo en Navarra», pueden parecer redundantes porque fueron escritos para explicar el origen de los estudios de periodismo con motivo de diversos aniversarios; sin embargo, responden a encargos para distintas publicaciones y, en cierto sentido, se complementan. En el segundo de estos artículos se desarrollan mucho más los temas apenas esbozados en el primero, aunque lógicamente se repiten algunos datos.

    2)    El diario Madrid: mi experiencia como director. Aquí presentamos la historia y el desarrollo del diario Madrid desde la visión del director a través de artículos, conferencias y algunas intervenciones públicas. Este capítulo recopila la información más importante desarrollada por Antonio Fontán sobre dicho tema e incluye una conferencia inédita («A quince meses del cierre, un libro: Madrid, página 3») que puede servir para reforzar y situar en su contexto el ambiente que se vivió en la presentación del libro Madrid, página 3 en la librería Turner de Madrid, y que añadimos como un complemento documental a la introducción que encabeza el artículo «El Madrid y su página 3» que de otra forma sería muy difícil localizar. También hemos reproducido algunos de los artículos más representativos del diario Madrid («La reaparición del Madrid», «Tres años de ley de prensa», «El pluralismo político», «Adiós»…) para que el lector pueda hacerse cargo del tono y contenido político de algunos de los editoriales firmados por Antonio Fontán. En el caso de los artículos «Por los aires» y «En memoria de Luis Valls», publicados en el diario ABC, nos parece que, aunque aportan poca información novedosa sobre el diario Madrid, sirven para completar toda la producción escrita de Antonio Fontán sobre el tema y, además, para aclarar la posición de su autor con respecto a Luis Valls, con una emotiva necrológica que ofrece un interesante contrapunto a la visión que se da de él como presidente de FACES en el artículo «El Madrid y su página 3». Finalmente, para concluir este apartado, hemos escogido el artículo «En los noventa años de El Sol», porque describe magistralmente un episodio de la historia del periodismo español antes de la guerra que ayuda a entender la historia del diario Madrid y el origen de la actual sede donde trabaja y desarrolla numerosas actividades relacionadas con el mundo del periodismo, la cultura y la edición editorial la Fundación Diario Madrid.

    3)    La transición de la ley de prensa a la libertad. Recoge artículos y conferencias que abordan, desde una perspectiva más política, la ley de prensa y la importancia de esta durante la Transición; la descripción del golpe de Estado del 23F; un resumen de sus ideas liberales sobre periodismo y algunos de sus últimos artículos sobre géneros periodísticos; los problemas de las nuevas tecnologías y los nuevos retos de la comunicación. Resulta especialmente interesante la opinión política de un periodista que luchó por la libertad de expresión durante la etapa franquista hasta el cierre del diario Madrid y que, posteriormente, durante la Transición democrática, pasó a la arena pública para amparar todas las ideas que previamente había defendido con la pluma.

    4)    Algunas noticias sobre Antonio Fontán. Este último capítulo pretende ser un sentido homenaje y reconocimiento a la labor periodística de Antonio Fontán. En él hemos recogido algunos de los testimonios sobre su vida publicados tras su fallecimiento, pero precedidos e introducidos por un artículo de alguno de sus colaboradores o amigos, los cuales hemos colocado a modo de presentación del resto de testimonios, ya que pensamos que ayudan a completar la semblanza de don Antonio. Hemos seleccionado cuarenta obituarios de los numerosísimos publicados en prensa, así como otros artículos de profesores, periodistas y amigos aparecidos en diversos medios, y hemos extraído algunas de las citas más representativas que ayudan a completar la semblanza de Antonio Fontán. Nos hubiera gustado reproducir íntegros todos ellos, pero ha resultado enormemente dificultoso y nada viable. Las referencias en prensa las hemos ordenado en tres grandes apartados según se refieran al humanismo, al periodismo o a la política de Antonio Fontán. Hemos añadido, sin embargo, un último apartado para las referencias más personales que describen su modo de ser, así como un índice alfabético de autores y de los artículos escogidos.

    Hemos optado por mantener, en los trabajos que forman este libro, las referencias de espacio y tiempo que aparecen en las palabras introductorias en el caso de las conferencias y discursos, porque ayudan a entender el contexto en el que fueron pronunciados y las personas que se encontraban delante; de esta forma, aparece directamente el autor, sin intermediarios y sin recortes de edición, dotando al texto de mayor cercanía y frescura. En cualquier caso, basta leer la presentación autobiográfica escrita en primera persona para darse cuenta de que este libro es casi como una obra póstuma, porque es enteramente de Antonio Fontán. Él es el autor y todo lo que en él aparece es suyo.

    La mayoría de los artículos que componen esta recopilación ya estaban seleccionados por Fontán desde hacía mucho tiempo para la elaboración de un libro sobre la prensa y, sin duda, él mismo habría actualizado su contenido, eliminado las repeticiones y pulido el estilo con vistas a lograr una mayor coherencia, tal y como pudo hacer en sus últimos proyectos editoriales Letras y poder en Roma (1999) y Príncipes y humanistas (2008). Nosotros, en cambio, tenemos que conformarnos con sacar a la luz sus ideas desnudas, conservadas en trabajos más o menos lejanos, sin arreglar conforme a las nuevas «modas». Gracias al afán siempre presente de Fontán de poner por escrito y publicar sus delicadas aportaciones, «porque la historia es siempre irreversible y, en definitiva, lo que nosotros digamos o escribamos ha de ser el báculo en que apoyarán su vacilante caminar todos los hombres…».²

    Son muchas las ideas interesantes que se desprenden de estas páginas, como resultado de un deseo de su autor hecho realidad, por lo que queremos ofrecer sus sabios consejos a las nuevas generaciones y a la posteridad. Lo que pueda haber de repetitivo o poco vinculado con los problemas actuales de la prensa debe atribuirse más al recopilador que al autor. Algunas reflexiones podrán parecer inoportunas o respuestas a problemas obsoletos, pero sin duda sirven para afrontar los nuevos horizontes a la luz de la experiencia y entender la historia y evolución de los medios de comunicación. Por ejemplo, el desplazamiento de la prensa como competencia informativa ante el surgimiento de la radio o la televisión se repite en la actualidad ante las nuevas tecnologías (internet, redes sociales, etc.) casi en los mismos términos agoreros que predecían el fin de la prensa escrita y, sin embargo, la solidez de esta demuestra hoy ante los nuevos medios técnicos que sigue vigente y que dota a la comunicación de las necesarias bases comunes, sociales, económicas y epistemológicas.

    Es cierto que una larga serie de progresos técnicos ha permitido al hombre moderno superar hasta límites casi increíbles las dos fronteras naturales de la comunicación social: el tiempo y el espacio. Los «irreciclables» veteranos de la galaxia Gutenberg comienzan a plegarse ante el nuevo universo «mediático» de una comunicación ensanchada con tecnologías informáticas. Algo similar tiene su referente en la aparición de las fotografías en la información escrita a partir de la Segunda Guerra Mundial. «Hoy no basta contar los hechos, sino que hay que ofrecer junto al relato el testimonio gráfico, desde que el auge del cine y después de la televisión ha habituado al ojo humano a la imagen en movimiento […] como corresponde al presente estadio de nuestra civilización por la imagen».³

    Y es tal el avance de las nuevas tecnologías de la comunicación que «sociedades humanas enteras están experimentando el paso brusco, sin transiciones intermedias, de una cultura primitiva a la cultura técnica del siglo XX. Y sobre todos los sectores sociales, sea cual sea la densidad de su educación o de sus tradiciones culturales, se proyectan hoy, sin tregua ni descanso, las seducciones de los periódicos, de la voz o de las imágenes, que enfocan su atención simultáneamente desde todos los rincones del mundo y desde toda la gama concebible de acontecimientos humanos».⁴ Tanto que incluso cabe soñar con la posibilidad del futuro como un mundo nebuloso, de un porvenir imprevisible pero real, en el que el periódico pudiera ser recibido electrónicamente por el lector sobre su mesa de trabajo o en el gabinete de su casa. «El día en el que se convierta en hecho, resultará, seguramente, algo tan distinto de las fantasías actuales como los viajes de los cosmonautas respecto de las imaginaciones de Jules Verne».⁵

    La sagacidad para analizar e interpretar los hechos de actualidad debe ser una de las principales misiones del periodista, de modo que, frente al progreso de los medios técnicos, destaca su función como profesional con «el deber personal y el compromiso social de confirmar la verdad de los hechos que son noticia y de reflejar las opiniones sobre esos mismos hechos y los asuntos de interés público».⁶ Se presenta así a los profesionales de la comunicación y al periodista como un especial observador e intérprete de la realidad, con un profundo respeto por el lector de sus artículos y especialmente dotado para «contarle las cosas como fueron, y contárselas, además, de un modo que le atraiga»⁷ para enfrentarse a la realidad con realismo, objetividad y buena pluma.

    Igualmente, para la existencia de una auténtica libertad de prensa, debe respetarse la independencia del periodista y de los medios de comunicación contra la abusiva intromisión de presiones exteriores: la verdad debe defenderse y difundirse por encima de los poderes políticos o económicos: «no basta simplemente con que estén inmunizados contra la intervención abusiva de la autoridad en su funcionamiento interno, es preciso también que no sean desviados de sus fines naturales por el servicio o la sumisión a intereses privados que pueden resultar antisociales».

    La responsabilidad moral del periodista y su compromiso con la verdad es tan grande que no cabe límite o censura a su ejercicio profesional para expresar libremente ideas políticas o religiosas, sin necesidad de una legislación específica que podría utilizarse desde el poder como órgano manipulador: «una vez más he de repetir que la mejor legislación de prensa es la que no existe. Los medios de comunicación deben ser gobernados por la legislación general, civil, mercantil, administrativa, etcétera, que rige las demás industrias; y la profesión, por ella misma, bajo la inspiración de una especie de press council».

    La prensa entendida en una sociedad democrática como «cuarto poder» surgió con fuerza irresistible durante la Transición política española, en la que desempeñó un papel fundamental para conocer y estrenar la libertad. Antonio Fontán, el antiguo equipo del diario Madrid y otros muchos profesionales fueron capaces de entender la responsabilidad e importancia de la función educativa de la prensa utilizando un lenguaje que era nuevo para la época, haciendo posible el milagro de la Transición desde un sano y confiado pluralismo: «la principal necesidad nacional en el orden político es la democratización del Estado y la auténtica participación en la vida pública de los gobernados, que en un Estado moderno son ciudadanos y no súbditos. El proceso que ha de conducir a una verdadera democracia requiere una renovación, o un replanteamiento, de la organización política que dé su voz a todos y garantice el respeto debido a las minorías en el ejercicio de las libertades amparadas por las leyes».¹⁰

    Desde la Fundación Diario Madrid, que fue una de sus grandes ilusiones y ocupaciones en la última etapa de su vida, supo enarbolar la bandera de la libertad y mantener vivo el espíritu del Madrid a través de los premios de periodismo, las actividades culturales, exposiciones, etc., pero su personal empeño estuvo siempre en revivir ese espíritu para que sirva de fermento a futuros periodistas y no solo como un recuerdo en la historia del periodismo español. Por eso este libro tomó forma gracias a la iniciativa y colaboración del Patronato de la Fundación Diario Madrid y al impulso de su director y patrono delegado, José-Vicente de Juan, quien fuera presidente de la Sociedad de Redactores del Madrid, a quien agradezco especialmente la intención de rescatar el testimonio de un modo de hacer periodismo propio del diario Madrid, encarnado en Antonio Fontán, y transmitir por escrito sus aportaciones al mundo de la prensa. Creo, por tanto, que todos los artículos aquí recogidos sirven muy bien para entender la historia del periodismo español, pero, sobre todo, para calar en ese espíritu del diario Madrid y conocer a una de sus grandes figuras.

    Hace unos años el propio Antonio Fontán, hablando de Rafael Calvo Serer y parafraseando a Bernardo de Chartres, me comentaba que somos como enanos aupados a hombros de gigantes, de forma que podemos ver más cosas y más lejanas que ellos, no por la

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