En 2016 sucedía algo impensable: Donald Trump se alzaba con la presidencia de EE UU. El candidato del Partido Republicano llegaba al Despacho Oval gracias a un equipo de personajes sin escrúpulos que utilizaría el espionaje masivo, el potencial de las redes sociales y las cloacas de internet para convencer a un electorado golpeado por la crisis económica y la falta de expectativas. Su mentor político sería Steve Bannon, antiguo miembro del Tea Party e impulsor de la alt-right (derecha alternativa), modelo a seguir de partidos políticos de la ultraderecha de nuevo cuño.
CIBERSOLDASOS
Casi al mismo tiempo en que Trump se convertía en comandante en jefe de EE UU, en parte por la colaboración de hackers vinculados al Kremlin (según reveló una sucinta investigación del FBI), un enigmático cibernauta que respondía al nombre en clave de «Q» comenzó a difundir la existencia de una gran conspiración orquestada por los demócratas para socavar los planes del nuevo líder. Entre los millares de seguidores de aquel «ciudadano anónimo» se dan la mano conspiracionistas de todo tipo, desde defensores del terraplanismo a negacionistas del coronavirus, de milicianos de extrema derecha a telepredicadores, agoreros y ex militares.
Las proclamas de aquel «patriota en la sombra» y otros miembros de la «derecha alternativa», y las declaraciones de un Trump que no aceptó la derrota en las siguientes presidenciales, crearon un estado de crispación que desembocó en el asalto al Capitolio en enero de 2021. Más de un año después, Joe Biden no ha conseguido unir a los estadounidenses, en un escenario internacional mucho más complejo por la actuación rusa en Europa.
El fracaso de sus políticas han fortalecido de nuevo a Trump: dos de cada tres votantes republicanos creen que le robaron las elecciones. Y a ello se suma el complejo escenario geopolítico internacional: la invasión rusa de Ucrania (que Trump ha calificado de «magnífica», puntualizando, en su habitual tono de confrontación, que si él hubiese estado en la Casa Blanca, ésta no habría sucedido) y la desastrosa salida de la tropas estadounidenses de Afganistán, dejando a su suerte a millones de ciudadanos que habían colaborado con su gobierno frente a los talibanes, no hace