En 1935, cuando las SS ya se habían convertido en una de las fuerzas más poderosas y oscuras del Tercer Reich, quedaba constituida, por obra y gracia del Reichsführer, la Studiengesellschaft für Geistesurgeschichte, Deutsches Ahnenerbe, o «Sociedad para la Investigación y la Enseñanza de la Herencia Ancestral Alemana», más conocida como Ahnenerbe a secas. Aunque rodeado de un aura de oficialidad, el instituto era una organización pseudocientífica que no tendría reparos en manipular la prehistoria, la historia y la ciencia alemanas en pro del sueño racial de las SS, hasta llegar a realizarse bajo su bandera algunos de los más atroces experimentos de la Alemania nazi.
Sus miembros darían a conocer sus hallazgos mediante la publicación de artículos en revistas, exposiciones y congresos supuestamente científicos, lo que dotaba a la organización de una apariencia de seriedad, fundamental para obtener financiación de importantes sectores económicos alemanes. El denominado «Círculo de Amigos del Reichsführer» era una fuente capital de ingresos para las SS y Himmler haría uso de esos fondos para la nueva institución; sin embargo, necesitaría mayor financiación para llevar a cabo algunas empresas verdaderamente ambiciosas, como varias expediciones al extranjero rodeadas de un gran secreto.
Una gran mayoría de altos cargos del partido nazi y de las SS consideraba las obsesiones raciales de Himmler meras extravagancias, mientras que una gran parte de los historiadores dedicados a su figura le prestaron poco interés –o incluso despreciaron– su manía por el pasado y la arqueología, que consideraban mera charlatanería, un sinsentido que poco o nada influiría en el devenir de la Alemania nazi. Craso error. Como ha señalado acertadamente la investigadora canadiense Heather Pringle, a través de las expediciones y excavaciones que patrocinaría la Ahnenerbe, el Reichsführer-SS, el arquitecto de la Solución Final, «planeaba lisa y llanamente utilizar a los altos y rubios hombres de las SS, junto con una selección de mujeres, para volver a engendrar científicamente una cepa aria pura».
A través de una ciencia asesina, y llevando hasta el límite sus obsesiones por el pasado mítico, Himmler, el burócrata más terrible del siglo XX, pretendía instruir a los miembros de la Orden Negra en el saber, la religión y las prácticas agrícolas de sus antepasados, de forma que, en su visión sesgada de la evolución histórica, pudiera «invertir el proceso de decadencia» en el que creía, como Hitler, que se hallaba inmersa