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Osvaldo Hurtado visto por sus contemporáneos
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Libro electrónico739 páginas10 horas

Osvaldo Hurtado visto por sus contemporáneos

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"Entre 1960 y 2019 el Ecuador ha sufrido una profunda transformación en la política, la economía y la sociedad. En Osvaldo Hurtado visto por sus contemporáneos, Nick Mills, historiador norteamericano, vinculado a nuestro país desde 1962, recrea momentos importantes de este proceso a través de las voces de algunos de sus protagonistas.

Son treinta y siete entrevistas realizadas, entre 2013 y 2015, a familiares, colaboradores, académicos, periodistas y políticos relacionados con Hurtado. El resultado es un interesante e ilustrativo mosaico multifacético, rico en matices, íntimo y hasta controversial, no solo referido al personaje, sino también a las luchas políticas, los golpes de estado, a decisiones discutibles como la «sucretización» y otros entretelones que varían desde lo divertido hasta lo sorprendente.
El libro termina con un ensayo revelador del propio Osvaldo Hurtado, donde reflexiona sobre su vida personal y pública, su pensamiento y sus decisiones, descubriendo así hechos, datos y pensamientos jamás revelados antes."
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 may 2022
ISBN9789942779144
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    Osvaldo Hurtado visto por sus contemporáneos - Nick Mills

    PRIMERA PARTE

    Entrevistas

    FAMILIA

    Hermanos*

    Edith (E)

    Nació en Riobamba en 1942. Trabajó en labores administrativas de la PUCE. Se dedica a manualidades artísticas: taraceado, alfombras, bordado y marquetería.

    María (M)

    Nació en Chambo en 1930. Por problemas de salud no completó la secundaria. Se vinculó con el trabajo de Monseñor Leonidas Proaño, obispo de Riobamba. Presidente (con su esposo) del Movimiento Familiar Cristiano de Riobamba (1967-1969). Presidente nacional de las mujeres Demócrata Cristianas (1979-1981). Presidente de la organización latinoamericana de mujeres demócrata cristianas MUDCA (1981). Trabajó en el Instituto Nacional del Niño y la Familia INNFA (1981-1984).

    Raúl (R)

    Nació en Chambo en 1934. Director alterno del BID (1981-1984). Consejero provincial de Pichincha (1992-1996). Diputado por la Provincia de Pichincha (1998-2002). En el sector privado ha ocupado cargos de Gerente general y ha sido miembro de directorios de sociedades de los sectores comercial, industrial y financiero.

    NM: ¿Cómo era su familia cuando ustedes eran pequeños?

    M: Cuando éramos jóvenes nuestra familia no era rica pero teníamos para vivir. No nos faltaba el alimento, el vestido, la educación, la salud. Papá trabajaba en la agricultura. Madrugaba para ir a la pequeña hacienda. No teníamos vehículo, iba en bus de Riobamba a Chambo. Ahí le esperaban con el caballo e iba a la hacienda. Regresaba entrada la noche. Mamá era muy dulce, la típica mamá de esa época, muy dedicada a los hijos. Siempre recuerdo su preocupación por nosotros. Tratando de que tengamos lo necesario. Nos inculcaron la solidaridad. Por eso creo que hasta ahora la tenemos entre hermanos.

    Osvaldo, el penúltimo de los hijos, un niño alegre, juguetón. De lo que recuerdo. Iba caminando a la escuela de los Hermanos Cristianos, a unos dos kilómetros de distancia. Iba en la mañana y volvía a almorzar. Luego a las 2 de la tarde y volvía al atardecer. Osvaldo era buen estudiante, nada especial tampoco. Luego la secundaria en el Colegio San Felipe. Ese sí quedaba cerca de casa. Igual, un estudiante normal. Jugaba básquet.

    R: El entorno familiar se distinguía por la severidad de mi padre y su obsesión por dar a sus hijos el mejor nivel de educación posible. El buen comportamiento, la responsabilidad, la honestidad, la moral, las buenas costumbres fueron valores que se empeñaron en transmitirnos. A la hora del almuerzo papá nos hacía leer, por turno, el Manual de Urbanidad de Carreño. Nos tocó vivir la niñez y la primera juventud en una época en que era muy raro ver circular un automóvil por las calles. Se cocinaba con leña, no se conocían las neveras, peor la televisión. Nos daban algunos centavos de mesada con los que comprábamos en la plaza de San Alfonso los populares granizados, hechos con hielo del Chimborazo, transportado a lomo de burro en enormes bloques cubiertos con paja para mitigar el deshielo.

    Nos entreteníamos con juegos tradicionales, con los amigos del barrio, en el parque, la vereda, la calle o el patio de la casa. La rayuela, el balero, las canicas, las cometas, los marros, las escondidas, el trompo y la gallina ciega eran nuestros juegos. Teníamos pocos juguetes: carritos y muñecas de plástico eran la novedad de la época. Fuimos muy aficionados a la lectura: Julio Verne, Emilio Salgari y Mark Twain fueron nuestros autores favoritos. En las noches, cuando íbamos a pasar las vacaciones en Chambo, en donde no había electricidad, teníamos que leer a la luz de una vela o de una lámpara de kerosén. La revista chilena El Peneca, que traía historias por capítulos, se convirtió en la disputa semanal de quien primero la tenía. Las historietas y relatos que semanalmente ofrecía, llenos de misterio y suspenso, hacían de los sábados el día más esperado.

    Anualmente toda la familia participaba de una cabalgata hacia una propiedad pequeña de mis padres que era cultivada por el «partidario». Atravesábamos la plaza del pueblo, camino a la propiedad ubicada a algunos kilómetros de distancia. Íbamos a presenciar la cosecha del maíz, recibir el cincuenta por ciento de la producción y a disfrutar del almuerzo ofrecido por el «partidario»³, hecho a base de cuyes asados al carbón, papas con salsa, habas tiernas, choclo y chicha de jora. Mi madre era un estupendo jinete. Montaba a la antigua sobre el llamado gancho, una especie de galápago en el que la mujer se sentaba con las dos piernas colocadas a uno de los costados del animal.

    Nos trasladamos a vivir en Riobamba por empeño de mamá, no solo en busca de una educación de mejor calidad, sino para tener un entorno social más amplio. Nuestros padres hicieron esfuerzos permanentes para que tengamos las mejores oportunidades de superación en todos los aspectos de la vida.

    NM: ¿A Osvaldo le interesó la política?

    M: Sí. Siempre le gustó la política, desde chico. Cuando estaba en el colegio se pasaba repasando discursos. Daba la vuelta al corredor de la casa imitando a Velasco Ibarra. Pienso que eso heredó de papá, que oía todos los noticieros, las transmisiones del Congreso Nacional. Por consiguiente, los oíamos nosotros. Nos terminó gustando. A mí me gusta hasta ahora oír el Congreso. Aunque nunca militó en un partido, papá era muy político. Siempre estaba hablando de política, criticando a los gobiernos.

    Estaba en el colegio de los Jesuitas, imagino que tenía unos 13, 14 años. En esa época había mucha inquina de la Iglesia católica con respecto a otras religiones. Había venido un grupo de protestantes a hacer su labor en Riobamba, en una carpa. Y los sacerdotes y los profesores del San Felipe pidieron a los alumnos que fueran a protestar y a tratar de sacarles de la ciudad. Osvaldo había dicho: «Yo no voy».

    NM: ¿No era rebelde cuando chico?

    M: No, es muy humano. Debe haber tenido unos 14 años cuando mamá tuvo un accidente de tránsito y quedó muy mal. Le dio derrame cerebral, tuvo rotura de una pierna y quedó imposibilitada para caminar. Osvaldo salía del colegio el rato del recreo para ir donde mamá a sacarla al sol, porque papá estaba trabajando en la hacienda. Yo ya estaba casada y vivía en otra ciudad y los otros hermanos estaban en Quito, en la Universidad. Osvaldo se preocupaba mucho en ayudar sin hacer alarde de ello. Y ese puede ser el punto de lo que ustedes decían que por culpa de él mismo no lo reconocen como es y no lo valoran, porque no pregona lo que hace. Es su temperamento.

    NM: ¿Y las relaciones entre los hermanos? ¿Se peleaban?

    R: No recuerdo que hayamos tenido peleas violentas. Tomaduras de pelo, bromas pesadas que llegaban a sacarnos de casillas, sí. Eran frecuentes. Nunca llegamos a los golpes. Tampoco compartíamos nuestros sentimientos. Osvaldo era reservado y tímido. La timidez de Osvaldo, unida a su formalidad en las relaciones familiares y sociales, ha hecho que se le vea como un ser frío y poco comunicativo. Tiene amores y sentimientos pero no los comunica, ni los demuestra.

    E: No sabe cómo comunicarlos.

    R: Es frío, muy cerebral. Siempre fue así. Demasiado racionalizadas las relaciones personales y sociales. Si repugna a la razón o no tiene lógica, no hay que aceptar lo que dice la noticia o lo que alguien afirma, por importante que sea. La consecuencia de este comportamiento ha sido el que la fría racionalidad ahogue los sentimientos. La motivación racional en la mayoría de los casos no da resultado. El argumento racional no mueve a la gente, es lo emocional lo que la motiva.

    E: Pero, en cambio, demuestra solidaridad, preocupación por los demás. En casa de Osvaldo tuvieron una empleada doméstica que se llamaba María. Era una indígena que vivía cerca de la hacienda. Papá la trajo muy joven para que ayudara a mi mamá cuando ya vivíamos en Quito. Cuando se casó Osvaldo, le cedió la empleada. Fue María a trabajar con Osvaldo. Esta muchacha, una campesina, casi analfabeta, vivió prácticamente en la casa de Osvaldo como un miembro más de la familia. Luego de varios años salió y con sus ahorros se ha convertido en una pequeña empresaria. Tiene, de lo que sé, una muy buena casa en un buen barrio. Claro que ella es una persona de mucha capacidad, inteligente y muy trabajadora. Pero Osvaldo le formó y le ayudó para que saliera adelante. Tiene panaderías. Sé que tiene al menos dos sucursales y ha surgido. Osvaldo fue muy solidario con ella, procurando que fuera una persona útil para ella misma y para la sociedad.

    NM: ¿Qué deportes le interesaban?

    M: Jugaba básquet, era del equipo de básquet del colegio. Y le encantaba montar en bicicleta. Por eso dos veces se cayó y se rompió el labio, una vez a un lado y la otra vez al otro lado. Se rompió el brazo también.

    R: Le llevé directamente donde el médico sin pasar por la casa, porque papá no estaba y no quería que mamá se enterara del accidente. Osvaldo mantuvo el control de sí mismo a pesar de que sangraba muchísimo. El médico dijo que había que coser, Osvaldo resistió tranquilo. Yo estuve a punto de desmayarme al ver cómo la aguja perforaba el labio partido. Tuve que retirarme a buscar un asiento.

    Osvaldo tuvo una especial preocupación por lo social, motivado tal vez por el contacto con los trabajadores de la hacienda y la gente pobre del campo. Nunca estuvo comprometido con lo que hoy se conoce como la ideología del neoliberalismo, sino todo lo contrario, se inclinaba hacia los principios de la doctrina social de la Iglesia.

    NM: ¿Él conocía la doctrina social de la Iglesia siendo tan joven?

    R: No era extraño conocerla, algunos jesuitas españoles, profesores del colegio San Felipe, la divulgaban entre pequeños grupos de alumnos. Tal vez fue ese el origen que más tarde le motivó a vincularse con la Democracia Cristiana.

    NM: ¿Qué pensó la familia cuando siendo estudiante universitario se metió a la política?

    M: Yo estaba casada y vivía en Riobamba. En un viaje que hicimos juntos a Quito conversamos en el bus de sus inquietudes políticas. Me encantaba, esa es la verdad. Me dijo: «Tienes que afiliarte al partido». Y de hecho nos afiliamos con mi marido. Me encantaba su forma de ver el país, su convicción de que la política tiene que ser diferente, no debe servir para buscar el lucro personal, sino para sacar al país adelante. Y sobre todo la democracia. Convencido de que la única forma en que crezca un país es en un régimen democrático. Luego se involucró en la lucha por el retorno a la democracia, después de unas dictaduras consecutivas que hubo. Entiendo que conoce que le tomaron preso en el Retén Sur. Eso nos enteramos por mi hijo Patricio, que era como el hermano menor de Osvaldo, o sea, le llevaba a todas partes. Él estuvo presente cuando le tomaron preso y fue siguiéndole para saber a dónde lo llevaban. Y nos enteramos de que le llevaron a un centro de detención en el sur.

    Fue tremendamente duro para toda la familia por las circunstancias tan deprimentes y peligrosas que había en esa prisión. Por coincidencias de la vida, ahí trabajaba como policía un hijo de un exmayordomo de la hacienda de mis papás. El nombre le tengo tan presente: Juanito Vallejo. Con él nos mandaba sus papelitos diciendo que le lleváramos útiles de aseo, desinfectantes, escoba, trapeador, para medio tener aseado eso. ¡Ah! y de la comida. «Que no me traigan comida especial. Tráiganme comida normal, pero en ollas, para compartir con los presos». Y me acuerdo de que Margarita y yo estábamos paradas en la puerta del retén, junto con las mujeres y madres de los presos comunes, esperando que asome el Juanito para hacerle pasar con él lo que habíamos traído.

    NM: Inclusive escribió un artículo sobre las condiciones de la cárcel que luego se publicó en la revista Vistazo.

    M: En la organización de los presos había un jefe, le llamaban «caporal», con quien de alguna manera Osvaldo pudo entablar una relación. Eso le sirvió para evitar que sea objeto de abuso de los demás presos, porque les ponía a raya. Le dio su cama para que Osvaldo durmiera. Muchos no tenían una cama donde dormir. Luego mantuvo contacto con ese caporal. No sé si hasta ahora. Y le apoyó bastante.

    NM: Y con esa experiencia, ¿no quisieron persuadirle de que dejara la política?

    M: Sí, pero Osvaldo nunca ha aceptado eso. Hoy le seguimos diciendo: no te metas. Pero Osvaldo no escucha. Ahora sé que ha aceptado inclusive entrevistas. Le hemos dicho: mira Osvaldo, qué sacas, no sacas nada, te has sacrificado por el país, has hecho todo lo que has podido. Es que él siente la necesidad de hacerlo, yo lo percibo así. Pero en realidad, ¿vale la pena? Creo que fui la última de la familia que me resigné a pedirle que ya no haga nada. Sí, ya ha hecho más de lo que debía. Pero, en fin…

    E: Siempre nos ha preocupado que participe en política. Siempre.

    NM: ¿Y qué pensaron cuando fue candidato a vicepresidente?

    E: Orgullosos y temerosos. Preocupados por la alianza con el CFP. Era un partido muy desprestigiado, era una situación horrible.

    NM: ¿Ustedes le aconsejaron que no se afiliara?

    M: Me enteré cuando ya lo había hecho.

    E: Fue un golpe brutal. Temíamos las consecuencias. La merma de su prestigio.

    R: Ni a papá ni a mamá les hizo gracia. Sobre todo, a mamá. Ellos estuvieron opuestos a que Osvaldo se dedicara a la política. Uno de los pocos miembros de la familia que mostró entusiasmo y apoyo fui yo, porque me gustaba mucho la política. Osvaldo tenía las condiciones para liderar una propuesta de alto contenido social. Del resto de la familia apoyo no hubo, más bien todo lo contrario. Mamá sufrió muchísimo cuando Osvaldo entró en la política.

    E: Mamá se desesperaba, no quería. En la cuestión esta del CFP, Osvaldo fue un poco presionado. Estábamos al tanto de cómo fue el asunto.

    NM: ¿Presionado por quién?

    M: Por el propio partido. Estuve con mi esposo en su casa en ese momento. Le costó mucho aceptar. No quería. Estaban presentes Mauricio Dávalos, Julio César Trujillo y otros. Y le decían: esta es la oportunidad, tienes que hacerlo. Le presionaban.

    E: No quería, porque la alianza era con el CFP. Osvaldo decía: Jaime sí, pero el resto no. Pero terminó aceptando.

    M: Fue una campaña muy bonita. Puedo decirlo porque le acompañábamos por los barrios. No había ese interés por conseguir para mí tal o cual cosa, sino simplemente porque hay que volver a la democracia. Ese era el ideal, la base de la campaña. En todas las reuniones con la gente de los barrios ese era el punto, el retorno a la democracia.

    Recuerdo que tenía una capacidad sorprendente de descansar y recobrar la energía. Íbamos en el carro, salíamos de la ciudad. Se le veía agotado. Se recostaba en el asiento y dormía mientras viajábamos. Cuando llegábamos al nuevo sitio estaba fresquito. Sus discursos no eran los típicos discursos de demagogo, para nada. Eso es lo malo de nuestro país, porque el discurso razonado no pega. Es una cosa que no le nace, simplemente no puede. No quería hacer la payasada de coger a los guaguas y abrazarles. Para mí eso es una cualidad, porque él es auténtico.

    NM: Como presidente tuvo que soportar protestas, amenazas y conspiraciones. Entiendo que hubo momentos en que poco faltó para que cayera el gobierno.

    M: Así es. Un día voy a ver a una amiga muy vinculada con el partido y el gobierno, Rita, esposa de Mauricio Dávalos. Y me dice: «Avísale a Osvaldo que en la casa tal, los militares, tales nombres que no recuerdo ahorita, aliados con Febres Cordero, están tramando para botarle a Osvaldo. Ve cómo le avisas». Yo trabajaba con Margarita en el INNFA. Fui al palacio de gobierno que estaba cerca y le conté. Se quedó muy tranquilo y me dijo. «Si me tumban, me tumban» Yo insistí: ¿Y qué va a pasar luego? «Me pueden mandar fuera del país o meterme preso». Caramba, vos sí que eres de hielo, ni te inmutas. «¿Y qué quieres que haga? Yo no voy a hacer nada», me contestó.

    E: Fue en lo más alto de la crisis, cuando estuvieron de huelga los empresarios, los profesores, los trabajadores.

    R: Cuando accedió al poder Osvaldo se creó en el país una reacción fuertemente adversa, movida por Febres Cordero, quien lo acusaba de que haría un gobierno de extrema izquierda, casi comunista. Todos los sectores económicos, representados por las cámaras de la producción estaban radicalmente en contra del gobierno. El sector laboral también participó de una oposición beligerante, apoyado por el partido comunista. Y los medios de comunicación. Apenas terminaron los canales de televisión de pasar la grabación del periódico informe a la nación que presentaba el presidente entraba la grabación de la ácida réplica de Febres Cordero. No es difícil imaginar que Febres Cordero recibía la grabación del informe de Osvaldo con anterioridad.

    A pesar de la feroz oposición, de la grave crisis financiera que afectó a América Latina, de los efectos devastadores producidos por El Niño en caminos, puentes y cultivos de la costa, Osvaldo manejó el gobierno con muchísima sensatez, prudencia y acierto. La apremiante necesidad de recursos económicos para afrontar la crisis le llevó a decretar un incremento de precios a los combustibles, entre otras duras medidas que afectaron a la población. La sucretización, hoy injustamente satanizada, salvó al aparato productivo de una quiebra generalizada que habría puesto en la desocupación a miles de ecuatorianos. Febres Cordero, tan pronto asumió la presidencia, modificó el Decreto de sucretización, eliminando el ajuste cambiario y congelando la tasa de interés, lo que sí conformó un irregular e indebido beneficio concedido a los deudores.

    Osvaldo tomó duras pero necesarias decisiones económicas, siempre cuidando de afectar en el menor grado posible a las clases pobres. Resistió con entereza, tolerancia y alto espíritu democrático la permanente presión de los medios de comunicación, la desmedida oposición de Febres Cordero, los numerosos paros, las beligerantes manifestaciones de estudiantes y obreros que incendiaban llantas en las calles y apedreaban autos. Terminó su gobierno con un país en paz y en franco proceso de crecimiento económico. La inflación había caído a niveles tolerables, el déficit presupuestario era manejable, el desempleo decrecía. Al final logró salir airoso y sacar al país de la crisis. Algo que no ha sido reconocido debidamente. Obama, en Estados Unidos, y varios gobiernos europeos adoptaron medidas económicas de efectos similares a la llamada sucretización y con ello lograron estabilizar sus economías.

    Osvaldo planificaba con su equipo las diferentes políticas y acciones que el gobierno debía emprender, a fin de crear las condiciones necesarias para iniciar un proceso sostenido de crecimiento económico, que distribuya sus beneficios de manera equilibrada y justa a todos los ecuatorianos. Recordando el temperamento de Osvaldo, no se preocupaba en absoluto por comunicar a los ciudadanos su gestión y los éxitos obtenidos. Publicitar las obras ejecutadas y los logros alcanzados en las áreas de salud, educación, vialidad, entre otros, mediante cadenas de radio y televisión, carteles y vallas no estaban en su manera de ser. Gobernó sin aspavientos. No utilizó las facilidades que ofrece el ejercicio del poder y los medios de que dispone para exaltar y engrandecer su imagen pública.

    M: Actuaba, no para contentar a nadie, sino porque tenía que hacerse. Pero no sabía comunicar. Lo contario de lo que pasa en el gobierno actual, que tiene un equipo de marketing político de primerísimo nivel. No se lo identifica como el artífice de la superación de la crisis de inicios de los ochenta. Simplemente toda su capacidad mental y física se centró en sacar adelante al país.

    E: Aparte de ser frío, es severo. Quizás ese sea también un defecto. El no aceptar la mediocridad.

    NM: ¿Cómo reaccionaron ustedes cuando tomó la decisión de separarse de la Democracia Popular, fundar Patria Solidaria y meterse otra vez en una campaña

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