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Las mesas de plomo
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Libro electrónico79 páginas59 minutos

Las mesas de plomo

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Las mesas de plomo reúne una serie de artículos en torno a la historia y los problemas del periodismo: desde los precursores ingleses, en el siglo XVII, hasta algunos temas periodísticos del nuevo continente, sin escasear las referencias a España, Francia, Estados Unidos e Hispanoamérica, y los distintos géneros de publicaciones lo mismo noticiosas que literarias o políticas, salpicado todo con la gracia anecdótica que caracteriza la escritura de Alfonso Reyes.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 ene 2018
ISBN9786071654809
Las mesas de plomo
Autor

Alfonso Reyes

ALFONSO REYES Ensayista, poeta y diplomático. Fue miembro del Ateneo de la Juventud. Dirigió La Casa de España en México, antecedente de El Colegio de México, desde 1939 hasta su muerte en 1959. Fue un prolífico escritor; su vasta obra está reunida en los veintiséis tomos de sus Obras completas, en las que aborda una gran variedad de temas. Entre sus libros destacan Cuestiones estéticas, Simpatías y diferencias y Visión de Anáhuac. Fue miembro fundador de El Colegio Nacional. JAVIER GARCIADIEGO Historiador. Ha dedicado gran parte de su obra a la investigación de la Revolución mexicana, tema del que ha publicado importantes obras. Es miembro de las academias mexicanas de la Historia y de la Lengua, y de El Colegio de México, que presidió de 2005 a 2015. Actualmente dirige la Capilla Alfonsina. Reconocido especialista en la obra de Alfonso Reyes, publicó en 2015 la antología Alfonso Reyes, “un hijo menor de la palabra”. Ingresó a El Colegio Nacional el 25 de febrero de 2016.

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    Las mesas de plomo - Alfonso Reyes

    ALFONSO REYES

    LAS MESAS DE PLOMO

    Primera edición, 1957

    Primera edición electrónica, 2017

    Diseño de portada: NOMBRE APELLIDO

    D. R. © AÑO, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

    Comentarios:

    editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-5480-9 (ePub)

    Hecho en México - Made in Mexico

    Índice

    LAS MESAS DE PLOMO

    I. Los precursores ingleses

    II. El periodista Daniel Defoe

    III. Los ensayistas del siglo XVIII

    IV. El periodismo inglés en el siglo XIX

    1. El desarrollo industrial

    2. El siglo del progreso

    3. The Times

    4. Algunas evoluciones importantes

    V. Inglaterra y los Estados Unidos

    VI. Dos aspectos recientes

    1. Un panorama americano en 1918

    2. Un punto de vista inglés por 1918

    VII. Páginas complementarias escritas años más tarde

    1. Generalidades

    2. Orígenes del periodismo español

    3. El periodismo literario español en el siglo XVIII

    4. El periodismo de la España romántica

    5. El primer periódico porteño. (Primer artículo)

    6. El primer periódico porteño. (Segundo artículo)

    LAS MESAS DE PLOMO

    I. Los precursores ingleses

    TODA historia del periodismo alude, in mente, como a un prototipo, al periodismo de lengua inglesa. Éste se halla tan al centro del cuadro, que su solo examen nos conduce hasta las cuestiones más palpitantes. Pero antes de llegar a lo más importante del asunto, conviene que recordemos lo más curioso.

    John Chamberlain —corresponsal de sir Dudley Carleton, que era embajador del rey Jacobo I— puede considerarse como el abuelo simbólico de los periodistas ingleses. Sus cartas dan una pintura de la vida londinense a principios del siglo XVII. Como él, había otros privados, escogidos entre la gente de letras, cuya misión era mantener a los gobernantes al tanto de los sucesos y rumores. En estos remotos orígenes, el periodismo, si así se le puede llamar desde entonces, ni era público ni se valía de la imprenta. Las cosas comienzan siempre por no ser lo que son. El género se confunde aquí con los albores de la literatura política moderna.

    Pero no sólo los gobernantes, también los simples mortales se han interesado en todo tiempo por las noticias. En torno a los grandes hechos de armas, como la victoria de los ingleses sobre los franceses en Azincourt (año de 1415), se había producido una efervescencia epistolar —cartas de noticias, cartas de inteligencia— que es ya como el verdadero embrión del periodismo. Y aquí, en los orígenes del periodismo, se reflejan las vicisitudes postales de la época.

    Después se imprimen unos romances o unos como romances en que se da cuenta de los últimos acontecimientos patéticos, género de que todavía quedan rastros —puesto que no es privativo de Inglaterra, sino que Inglaterra nos sirve como ejemplo general del proceso— en los pliegos de aleluyas, tragedias y relaciones de España y en los corridos de México. Y por 1622 comienzan a circular pequeñas crónicas impresas, llamadas novelas, y corantos, inspiradas en otras semejantes que habían empezado ya a publicarse en el continente. Así las de Archer y Bourne. Éstas no llevan ningún nombre o enseña especial, porque el nombre sólo aparece con la competencia, para distinguir unas publicaciones de otras. Los corantos no eran más que simples papeles de noticias, sin la menor pretensión de comentario editorial. Las más de las veces se reducían a meras traducciones de las noticias continentales.

    Puede decirse que, durante el siglo XVII, la prensa inglesa tiene dos enemigos natos: la Iglesia y el Estado. Aquélla teme de la prensa la propagación de los errores; a éste le amedrentan las probables incitaciones sediciosas. Ben Jonson, uno de los padres del teatro inglés, cuya poco airosa conducta en la guerra de los Países Bajos había sido revelada por uno de aquellos corantos, ridiculiza en sus farsas a los autores de relaciones y crea en torno a ellos un mal ambiente que tardó algún tiempo en disiparse.

    Entre unos y otros azares, los corantos quedan definitivamente prohibidos por los años de 1641 a 1642; pero les suceden los diurnalls, o semanarios de noticias, que se compraban por algo menos de dos reales y que, aunque se llamaban libros, sólo constaban de 16 páginas. Entre los nombres que solían adoptar, abunda el de Mercurio, mensajero celeste; y así hay el Mercurio Cándido, el Mercurio Áulico, el Mercurio Académico, el Mercurio Bélico, el Mercurio Cívico, el Mercurio Británico, el Mercurio Pragmático, el Melancólico, el Dogmático, el Frenético, y hasta alguno en lengua francesa, como Le Mercure Anglois. Claro que también salieron algunos anti-Mercurios. (Aún vive, en París, la revista Le

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