Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Documentos de un encuentro
Documentos de un encuentro
Documentos de un encuentro
Libro electrónico761 páginas9 horas

Documentos de un encuentro

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

El libro documenta el encuentro que tuvo lugar en el año 1882. Pero
también los textos que le anteceden y le siguen a lo largo de una década.
El intercambio espiritual y amistoso entre Nietzsche y Rée en los años
anteriores a su encuentro con Lou v. Salomé coincide con una fase de la
evolución de Nietzsche que él mismo ha llamado su «librepensamiento».
Nietzsche manifestó que Lou v. Salomé le hizo frente en sus respuestas.
Lou v. Salomé definió su comportamiento: «Era infalible, algo me debía
fascinar en el carácter y las palabras de Nietzsche».
En la época en que se conocieron, Lou v. Salomé escribió que «sólo Rée»
cuenta para ella tanto «humana» como amicalmente.
Los documentos que presenta el texto ponen al lector ante la «vivencia
de Lou» de Nietzsche. La pregunta, al revés, de qué significó la vivencia de
Nietzsche para Lou v. Salomé y su evolución posterior no puede encontrar
respuesta en este libro.
Paul Rée, aún después de haberse separado de Nietzsche y posteriormente
de Lou v. Salomé, continuó siendo siempre el mismo: un moralista, en el
sentido de los moralistas franceses, un pesimista, un positivista y como a él
le gustaba definirse, un ateo.
IdiomaEspañol
EditorialLaertes
Fecha de lanzamiento7 nov 2022
ISBN9788418292804
Documentos de un encuentro
Autor

Friedrich Nietzsche

Friedrich Nietzsche was a German philosopher and author. Born into a line of Protestant churchman, Nietzsche studied Classical literature and language before becoming a professor at the University of Basel in Switzerland. He became a philosopher after reading Schopenhauer, who suggested that God does not exist, and that life is filled with pain and suffering. Nietzsche’s first work of prominence was The Birth of Tragedy in 1872, which contained new theories regarding the origins of classical Greek culture. From 1883 to 1885 Nietzsche composed his most famous work, Thus Spake Zarathustra, in which he famously proclaimed that “God is dead.” He went on to release several more notable works including Beyond Good and Evil and The Genealogy of Morals, both of which dealt with the origins of moral values. Nietzsche suffered a nervous breakdown in 1889 and passed away in 1900, but not before giving us his most famous quote, “From life's school of war: what does not kill me makes me stronger.”

Relacionado con Documentos de un encuentro

Títulos en esta serie (10)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Filosofía para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para Documentos de un encuentro

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Documentos de un encuentro - Friedrich Nietzsche

    Prólogo

    El encuentro al que el presente libro sirve de medio de expresión, tiene lugar en el año 1882. Pero los textos que conducen a él, reflejando su desarrollo se extienden a lo largo de toda una década.

    El intercambio espiritual y amistoso entre Nietzsche y Rée en los años anteriores a su encuentro con Lou v. Salomé comienza con una fase de la evolución de Nietzsche que él mismo ha llamado su «librepensamiento», y en tanto que comunidad espiritual termina con su conclusión.

    Nietzsche encuentra a Lou v. Salomé cuando se dispone a rebasar un «trópico». El final de Sanctus Januarius en La gaya ciencia enuncia este paso. El encuentro coincide pues con un inicio creativo. El nombre que quiere darle Nietzsche a la conquista de Lou está determinado en su origen.

    En este libro se aúnan el destino espiritual y humano de Friedrich Nietzsche bajo una luz sumamente poderosa. Pero hay que señalar también que el encuentro no podía tomar para Lou v. Salomé el carácter que le hubiera sido propio en un momento particular del itinerario de este. El mismo Nietzsche ha confirmado diversas veces que Lou v. Salomé le hizo frente en sus respuestas. Habría que retroceder a una etapa anterior y fundamental de su vida para comprender esta oposición. Más tarde, Lou Andreas Salomé definió con precisión su estado interior y su comportamiento: «Era infalible, algo me debía fascinar en el carácter y las palabras de Nietzsche, que sólo se expresaba raramente entre él y Paul Rée». «Sólo:... siempre desconfié de caminar precisamente en una dirección de la que debía desprenderme para encontrar la claridad. La fascinación y la aversión interior son inseparables».

    Conviene todavía considerar un tercer aspecto biográfico. En la época en que se conocieron, Lou v. Salomé insiste en el hecho de que «sólo Rée» cuenta para ella tanto «humana» como amicalmente. Esta decisión que enriquecería la vida de este con una plenitud que jamás había esperado, se vio confirmada a lo largo de los años que duró su amistad.

    Las convergencias y divergencias entre los destinos que aquí se han perfilado provocan los acontecimientos de los que el libro da cuenta; y los azares, los malentendidos y las intervenciones del exterior aparecen casi como medios dramáticos que aceleran un desarrollo trágico.

    Los documentos que presenta el texto ponen de nuevo al lector ante la «vivencia de Lou» de Nietzsche. La pregunta, al revés, de qué significó la vivencia de Nietzsche para Lou v. Salomé y su evolución posterior no puede encontrar respuesta en este libro. Paul Rée, aún después de haberse separado de Nietzsche y posteriormente de Lou v. Salomé, continuó siendo siempre el mismo: un moralista, en el sentido de los moralistas franceses, un pesimista, un positivista y como a él le gustaba definirse, un ateo. Según palabras de Lou v. Salomé, su pesimismo se vio sometido a una refutación sistemática durante todos los años que duró su común relación amical. Después de la separación, cuya causa es ajena a sus relaciones amicales, fue sin duda confortado por la certeza y la verdad de su intuición. La vida que llevó como médico de los pobres en el Engadina se sostiene sobre una base humana y moral que no podría ser objeto de crítica.

    1875-1885

    [«Aquí ha llegado, para permanecer todo el verano, un amigo de Romundt, persona muy reflexiva y dotada, schopenhaueriana, que se llama Rée».¹ Nietzsche a Rohde, Basilea, 5.5.1873.]

    Friedrich Nietzsche a Paul Rée en París (Basilea, 22 de octubre de 1875)

    Querido doctor: me alegró tanto leer sus Observaciones psicológicas² que no pude tomar en serio su Incógnita de la muerte. Recientemente encontré dicho escrito al hojear una serie de novedades literarias e inmediatamente reconocí algunos de los pensamientos que le son propios, y a Gersdorff³ le sucedió lo mismo, todavía recientemente este me citaba: «poder compartir el silencio equivale a un mayor signo de amistad que el poder compartir una conversación, como decía Rée».⁴ Usted continúa estando presente en mi recuerdo y en el de mis amigos y teniendo en las manos su valioso manuscrito,⁵ nada me resultó más doloroso que la obligada renuncia a escribir cartas a causa de un fuerte dolor en los ojos.

    Lejos de mí alabarle o abrumarle con cualquier tipo de «esperanzas» que yo pudiera tener en su persona. ¡No! Si jamás llegara a publicar otra cosa que estas máximas⁶ tan edificantes y si esta obra fuera realmente la póstuma, tanto mejor: cuando se ha alcanzado tal grado de independencia, se tiene derecho a pedir que le dejen a uno en paz con alabanzas y esperanzas. Únicamente quisiera advertirle que en el caso de que tuviera intención de publicar, puede usted contar siempre con mi editor, señor E. Schmeitzner en Schlosschemnitz. Se lo digo sobre todo, porque lo único que no me ha gustado de su obra ha sido la última página⁷ en la que los títulos del señor Hartmann van desfilando uno tras otro; creo que los escritos de un pensador no deben mezclarse con los de un pseudopensador, ni siquiera en la última parte.

    Con mis mejores deseos para su salud y el ruego de que acepte amablemente mi agradecimiento por haberse decidido a publicar sus máximas, con lo que habrá mostrado que el bienestar espiritual del prójimo le preocupa,

    soy y quedo suyo

    Friedrich Nietzsche

    Paul Rée a Friedrich Nietzsche en Basilea (París, rue Cochin 7, 31 de octubre del 75)

    Querido profesor: en vano busco las palabras para describir la alegría que me ha proporcionado su carta. También me alegro de que no haya podido ver la exteriorización de mi alegría: ya que hubiera visto a un hombre dando saltos en su habitación como un sátiro y gesticulando como un loco. Había dos motivos para esta alegría: en primer lugar, usted me llegó a ser tan querido en Basilea y al mismo tiempo lo había colocado tan alto que me sentía casi desconsolado ante la imposibilidad de acercarme más a usted como hubiera querido (y todo por mis numerosas niñerías, ¡pero así son a veces las cosas!). No podía perdonarme el haberme comportado sin tacto. (La sentencia:⁸ quien siente haberse comportado sin tacto, no nos lo perdona jamás —irrumpió entonces al reflexionar sobre mí mismo—). Desde entonces he pensado muy a menudo en usted, lamentándome una y otra vez de no poderle considerar como un amigo. Pero desde ahora lo haré si esto no le disgusta. Luego, la aprobación que expresa su carta me resulta tan extraordinaria, tan sumamente valiosa: me han llegado varias alabanzas y críticas sobre mi libro, pero por una parte venían de personas que no podía considerar críticos competentes, por otra las relaciones personales me hacían sospechosa tanto las unas como las otras y uno mismo es ciertamente el mejor, pero también el peor crítico que puede existir. Sólo a partir de hoy tendré plena confianza en mí mismo.

    Adiós por esta vez. ¡Cuánto deseo que todo le vaya bien! Por favor salude cordialísimamente al señor Overbeck⁹ y a Gersdorff de parte de su reconocido y adicto Paul Rée

    [Breve visita de Paul Rée a Basilea. Faltan las cartas preparatorias.]

    Paul Rée a Friedrich Nietzsche en Basilea (Berlín, 21.2.76. Universitatsstr. 4, 11)

    Querido y distinguido amigo: Siento nostalgia y realmente debería estar disgustado con usted ya que me ha quitado el gusto por la soledad. Pues si debía acostumbrarme desde hace tiempo a guardármelo todo, la soledad me parece solitaria ahora que veo la posibilidad de decírselo todo. Quisiera aclarar algo enseguida. No he podido ni recientemente desprenderme de una cierta timidez e inhibición ante usted. Ello es debido, al menos en parte, al miedo de hacer o decir algo que pudiera perjudicarme ante sus ojos. Pero es insoportable. Primero porque pierdo una parte de la alegría que siento frente a su presencia y después porque esta actitud hace que parezca ficticio y afectado ante el que querría considerar —si se me permite decirlo— como mi mejor amigo. No —por pequeños y miserables que sean mis pensamientos y sentimientos—, estoy decidido a escondérselos tan poco como a mí mismo. Es mejor que vea lo que le disgusta que esconderle lo que podría disgustarle. Tengo un concepto tan elevado de su amistad que supongo me seguirá teniendo afecto a pesar de la pequeñez y mezquindad de mis pensamientos; por lo que a mí respecta, obtengo la extraordinaria ventaja de poder mostrarme abierto y espontáneo —así podré apreciar plenamente su amistad— (un singular análisis, en efecto). Pero durante todo el viaje de vuelta, sentía que había todavía algo entre usted y yo; al seguir investigando vi que se trataba precisamente de esto y que no había otro medio de eliminarlo que con una franca conversación. ¡Oh sí, siento nostalgia de Basilea y todavía quedan tantas cosas generales y personales para discutir! Pero todo debe aplazarse para más tarde —un futuro lleno de esperanza, en el cual, si, queridísimo amigo, únicamente quisiera concederse algo de sosiego y no tuviese que leer muchas cartas tan curiosas como estas, ciertamente que se repondrá del todo—.¹⁰ ¡Quiéralo Dios!, ¡o quien quiera que sea! Con mis mejores saludos, de los que ruego transmita algunos a sus apreciadas damas;¹¹ salude también a Overbeck cordialísimamente de su

    fiel amigo

    Paul Rée

    Evidentemente no pretendo una respuesta. Sin embargo, ¡me gustaría tanto saber cómo se encuentra!

    [Paul Rée desde Stibbe a Friedrich Nietzsche en Basilea, seguramente poco antes de la fecha que indica la carta siguiente con la mención de un nuevo encuentro o de una visita (Mi viaje).]

    Paul Rée a Friedrich Nietzsche en Basilea (Stibbe, Tuczno, Prusia occidental. 30 de mayo del 76)

    Mi querido y muy apreciado amigo: Descubrir una región del globo, un cometa u otra cosa puede ser lamentable, pero ¿qué dice usted ante el descubrimiento de un hombre?¹² Un hecho tal me ocurrió hace ocho días entre las doce y la una del mediodía. Se trata de un joven de 19 años, con un alma fogosa, de noble apariencia, ojos brillantes y una profunda receptividad para todo lo grande en cualquier dominio, especialmente en música. Pero en el fondo, este ser extraordinario es un filósofo —cosa que todavía me alegra más—. También usted lo verá, pues ya le he pintado Basilea con tan bellos colores que arde en deseos de conocerla. ¡Aunque ya no podrá ser este verano! De todas maneras, no le escribo por esta razón, por importante que pueda ser, sino porque quisiera saber si sigue encontrándose bien de salud. ¡Ojalá!

    Desgraciadamente mi viaje no es seguro. Probablemente me veré obligado a acompañar a mi papá,¹³ que se ha puesto enfermo, a un balneario. En cualquier caso, el encuentro con personas afines constituye mi ideal y seré todo lo egoísta que haga falta para que este se realice al precio que sea, más pronto o más tarde. Dicho sea de paso, en serio, ¿no encuentra grave mi parcialidad?, ¿y no habría medio quizá de disiparla un poco? Espero que su trato me vuelva algo artista —que me helenice un poco—, ¿o es esto imposible? Tengo el sentimiento de que algunas cosas en mí aún podrían madurar de encontrar luz y calor.

    Le adjunto una descripción interesante de nuestro maestro,¹⁴ ¡la divina grosería!, realmente sería lamentable que faltara algún detalle en su imagen. En Schopenhauer todo radica en la conciencia que existe de ser diferente de los otros, y en el sentimiento de su extraordinaria personalidad. Se consideraba como un dios encarnado al igual que Empédocles¹⁵ —¡y tenía razón!

    Afectuosos saludos, mi querido amigo

    de su Paul Rée

    Paul Rée a Franz Overbeck en Basilea (Stibbe, Tuczno, Prusia occidental. 21 de junio del 76)

    Querido profesor: Permítame incomodarle con una carta precisamente en un momento en el que arte y vida le deben tener sumamente ocupado —el arte por los ensayos de Bayreuth y la vida por su inminente matrimonio—. Por eso quiero ser breve. Hace ya bastante tiempo escribí a Nietzsche y como todavía no me ha contestado temo que esté enfermo, o como espero ¿ocupado por Bayreuth? Por favor, tenga la bondad de comunicarme cómo se encuentra. De Romundt¹⁶ también hace tiempo que no sé nada. Su última carta era bastante desconsolada. Parece estar extraordinariamente ocupado pero no satisfecho con sus actividades. Creo que sigue pensando en Basilea como un paraíso perdido —y tiene razón pues en el fondo está hecho para enseñar filosofía—. Si a fin de cuentas no le iba muy bien Basilea, el motivo radicaba más en la presión exterior de las circunstancias que en su propia naturaleza. Espero que todavía pueda retornar a la filosofía.

    Yo mismo avanzo lentamente con mi trabajo,¹⁷ ¡el diablo sabe lo que acabará saliendo!

    Que le vaya muy bien, le saluda cordialmente

    su adicto Paul Rée

    [Friedrich Nietzsche desde Basilea, alrededor de los últimos diez días de junio de 1876, a Paul Rée en Stibbe con la perspectiva de un encuentro en Bayreuth.]

    Paul Rée a Friedrich Nietzsche en Basilea (Stibbe, fines de junio/principios de julio de 1876)

    Dos palabras solamente, querido amigo, para comunicarle mi alegría por su buen estado de salud, que parece desprenderse de su carta, y porque le veré de nuevo en Bayreuth. Ya escribí a Overbeck pues quería organizar mis planes de viaje para el balneario de tal manera que me permitiesen seguidamente visitarle a usted si su salud me lo autorizaba. Nada me retiene ahora para ir a Bayreuth, donde espero presentarle a mi joven filósofo Heinrich von Stein, este es su nombre, cosa que ciertamente le alegrará mucho.

    Siento más que reconozco, que tiene usted grandes proyectos. Me abandono a la esperanza de que me podrá utilizar como un soldado, que seré capaz o llegaré a serlo de consagrar mi actividad a la misma causa por la cual usted lucha, ¡Dios lo quiera! ¡Hasta Bayreuth!

    De todo corazón

    su fiel y adicto Paul Rée

    Paul Rée a Friedrich Nietzsche en Basilea (Wangerooge, 22 de julio del 76)

    Mi distinguido amigo: Fácilmente puede encontrar un público mejor para su obra,¹⁸ pero con dificultad encontrará uno más reconocido que Romundt y yo. Nos hemos sumergido en sus pensamientos en una isla, en un lugar donde se oye el rugir del oleaje en la orilla —verdaderamente una música adecuada a su obra—. ¡Qué servicio nos ha hecho; y a toda la humanidad! Por desgracia, puedo suponer que muchos consideraron el festival de Bayreuth de una manera tan bárbara como yo; y que sólo hasta ahora no han comprendido confusamente su enorme significado para la cultura de todo un gran pueblo. Pero, el que ha oído su voz, debería ser sordo de espíritu para que esta no penetrara en lo más profundo del corazón. ¡Este debe comprender, amar, admirar! Romundt nos ha leído El anillo del Nibelungo, de tal manera que debo a Wagner, a usted mismo y a Romundt algunas de las horas más conmovedoras de mi vida.

    ¡Cuánto me alegra volver a verlo! No puedo decir más por hoy pues todo análisis detallado perjudicaría mi emoción, ya que tampoco su libro pertenece a la esfera del hombre teórico;¹⁹ ¡para comprenderlo requiere ser sentido como los cuadros, las estatuas y la música!

    Le saluda cordialísimamente

    Su Paul Rée

    [Participación de Nietzsche en los ensayos de El anillo del Nibelungo (primer festival de Bayreuth). Huida a Klingenbrunn (Selva de Baviera) antes del ensayo general, a fin de superar «la decepción sin límites de este verano». A instancias de su hermana, llegada mientras tanto a Bayreuth, vuelve para la primera representación oficial del Oro del Rin. Encuentro con Rée que acompaña a Nietzsche a Basilea²⁰ el 27 de agosto y desde allá a su madre a Montreux en septiembre. Desde Montreux hace un viaje a Bex, en el cantón de Waadt. Nietzsche, al que se le había concedido un año de permiso por motivos de salud, llega a Bex²¹ el uno de octubre. Estancia con Rée hasta el diecinueve.]

    Paul Rée a Friedrich Nietzsche en Basilea (Montreux, 22 de sept. del 76)

    Mi querido, querido amigo: Acabo de regresar de Bex y le envío el fruto de mi trabajo,²² que Köse[r]litz,²³ al que ruego transmita mis mejores saludos, le puede explicar detalladamente. El hotel parece muy grande, muy caro y muy poco confortable; de tal manera que es preferible la villa des bains.

    ¿Cómo se encuentra? Pienso tan a menudo en Basilea y soy tan feliz con su amistad. Pero ya no le conviene leer más. Mamá le saluda muy afectuosamente y yo con toda el alma.

    su fiel Paul Rée

    [Invitación de Malwida v. Meysenbug²⁴ a Nietzsche para pasar su año de permiso en Italia, bajo su cuidado. Nietzsche marcha de Bex el diecinueve de octubre con Paul Rée. En Ginebra se les suma un alumno de Nietzsche, estudiante de Derecho en Basilea, Albert Brenner.²⁵ De Génova a Nápoles hacen la travesía en barco. A continuación se reúnen con Malwida v. Meysenbug en Sorrento (llegada el 27.10), donde esta había alquilado la villa Rubinacci. Rée y Brenner permanecieron allí hasta el 10 de abril. Nietzsche hasta el ocho de mayo de 1877.]

    Paul Rée a Franziska Nietzsche en Naumburgo (Sorrento, 6 de nov. del 76)

    Muy estimada señora: Hace ya tiempo que me hubiera tomado la libertad de proporcionarle un breve informe sobre el trébol de cuatro hojas de Sorrento, si tan sólo hubiera tenido cosas realmente agradables que comunicar. Pero el viaje, cuyas molestias tanto por mar como por tierra podían haber hecho enfermar a una persona sana, con mayor razón debilitaron a su señor hijo, hasta tal punto que las consecuencias fueron bastante desagradables. Hace cuatro o cinco días se ha presentado un cambio tan alentador, que desearía que estuviera aquí para que viera lo animoso que camina por las montañas, sin cansarse o sin sentir molestias. El aire es aquí muy refrescante —a pesar de que en los últimos días no ha parado de llover—. Nuestras habitaciones dan al mar; delante de las puertas hay hermosos campos de naranjos; resultan agradables a los ojos y suavizan su deslumbrante luz. A todo eso hay que añadir una calma perfecta y una exquisita alimentación, gracias a la afectuosa solicitud de la señorita von Meysenbug.²⁶ En estas condiciones se puede resistir la enfermedad: aquí se da por vencida. Hoy ha empezado su hijo la cura del rapé a fin de estornudar, así se atacará la enfermedad desde todos los ángulos. Los Wagner se marcharon ayer,²⁷ cosa excelente ya que se está más libre, especialmente por la tarde, y podemos acostarnos antes. Algunos días nos preocupó la falta de estufas, que los buenos italianos afectando más calor que el que realmente hace, no habían puesto por ninguna parte. De todas maneras, conseguiremos como sea chimeneas o estufas, sólo para él y la señorita von Meysenbug, para formar un cálido nido. ¡Quiera el cielo regalarnos el pleno restablecimiento de su hijo para Navidad! Si todo continúa como hasta ahora, podemos esperarlo así. También ha empezado a dictar la Quinta consideración intempestiva,²⁸ que por lo demás ya está terminada. ¡Bien, tengamos esperanza! «y aún resuena tanto el invierno, que la primavera ha de llegar!».²⁹

    Se despide, querida señora, en afectuosa devoción su

    Dr. Paul Rée.

    Paul Rée a Elisabeth Nietzsche en Naumburgo (Sorrento, 11 de nov. del 76)

    Muy estimada señorita: Por encargo de su hermano me permito enviarle una pequeña crónica del sur de Italia en general y en particular de Sorrento. Respecto a Italia del sur, tiene en común con Alemania del norte el frío, y se diferencia de esta en que sus habitantes no tienen estufas. Sorrento, en especial, ¡es tan bello! —nuestros balcones dan a campos de naranjos, detrás se divisa el mar azul y en la otra orilla se yergue Nápoles—. Si fuera paisajista no acabaría nunca de describirlo. Pero como felizmente para usted no soy pintor, hablaré de la mayor curiosidad de Sorrento, a saber, de su hermano. En este momento está sentado en la habitación caldeada y dicta a Brenner su Quinta intempestiva. Tiene buen aspecto (moreno) y en los últimos ocho días se ha restablecido extraordinariamente —los sufrimientos le atormentaban antes con más frecuencia— a pesar de que un repentino dolor de estómago provocado por una excitación, interrumpió su restablecimiento.

    El día está distribuido de la siguiente forma: a las 7 de la mañana su hermano bebe leche, bebida que le sienta especialmente bien. Después del té dicta algo y a continuación pasea habitualmente hasta la hora de comer. La comida es siempre simple y sustanciosa, gracias a los cuidados de la señorita v. Meysenbug, dama inteligente y de bondad angelical. Después de la comida gran siesta general, a continuación, paseo en común. Su hermano, en estos últimos tiempos, ha podido pasear incluso dos horas por senderos de montaña. Sin duda esta es la causa principal por la que le han desaparecido los dolores de cabeza después de la última crisis, breve pero muy violenta. En cuanto a la cura del rapé, no va tan bien. No consigue estornudar pese a que hemos probado con el tabaco más fuerte. Hoy sopla siroco y por consiguiente hace una temperatura de invernadero. Por lo demás ya le he comentado que podía hacer bastante frío y exigiremos categóricamente a nuestra patrona una estufa. Sólo el gran salón, que se vuelve inhabitable cuando sopla el viento del norte, puede calentarse y únicamente con una simple chimenea.

    ¡Ojalá pueda mantenerse estable la salud de su hermano! La primavera que empieza aquí en enero y los baños de mar, terminarán por restablecerle.

    Adiós, apreciada señorita. Salude por favor cordialmente de mi parte a su madre de su muy adicto

    Paul Rée

    [Elisabeth Nietzsche desde Naumburgo a Paul Rée en Sorrento, con comentarios sobre sus Observaciones psicológicas, quizá en la Navidad de 1876.]

    Paul Rée a Elisabeth Nietzsche en Naumburgo (Sorrento, 25 de dic. del 76)

    Muy apreciada señorita: El nuevo año debe parecerse a un paisaje italiano: aire suave, cielo sereno, frutos dorados. Las buenas profecías de mi última carta no se han realizado por completo —el absurdo dolor ha reaparecido nuevamente y a pesar de que pasa ratos tranquilo, es realmente trágico que pase malos días—. Nuestras esperanzas están puestas en la primavera y en el mar. Aunque como he dicho antes, exceptuando estos malos días —que no son como los de antes—, va decididamente mejor.

    Pero ahora quiero contarle, señorita, lo que sucedió ayer.³⁰ Se nos dijo que arriba había albañiles y que no podíamos subir. Por la noche, cuando subimos —con toda ingenuidad para leer a Tuddides³¹ al que ahora nos dedicamos— entramos en la habitación que parecía un verde jardín, con lámparas aquí y allá, de suerte que tenía un aspecto mágico, idílico. Sobre la mesa, la buena señora von Meysenbug había dispuesto un regalo encantador para cada uno de nosotros, con su correspondiente verso. Su hermano recibió un abanico que usa siempre para protegerse del fuego de la chimenea y un gorro rojo, que según Brenner le asemeja a un turco o a un tártaro, acompañado de los versos siguientes: «Protege la frente del amigo, lugar de tan nobles pensamientos, para que su boca los proclame a menudo, para la salvación del mundo». Su hermano dijo que hacía precisamente un año, aquella misma noche, había disfrutado su último período de salud y que el día siguiente había sido terrible; que esperaba que este año fuera a la inversa pues el día anterior había tenido el último período de enfermedad. Ya ve que se encontraba bastante bien y por ello cogí al vuelo sus palabras para escribirle a usted. ¡Me ha causado una alegría tan grande su carta! En especial por la raya tachando el capítulo dedicado a las mujeres.³² Realmente tiene usted razón —yo aún voy más lejos y tacho todo el libro—. Es demasiado parcial. ¡Ah!, los moralistas son personas terribles: se alegran de todo lo malo que pueden encontrar en una persona y luego lo expresan de la forma más cáustica y mordaz posible, sólo para suscitar admiración por su sutileza. Es por ello por lo que siempre se debe añadir o quitar algo de lo que dicen. Naturalmente que el efecto producido en el lector es lo más importante, lo que más se desea conseguir es que este se dedique también a observar, que no haga suyos los pensamientos pero sí la dirección que estos siguen —lo cual a veces le causará placer—. Sin embargo, me he roto la cabeza pensando en que pasaje he podido hablar de admiración femenina y pese a ello no lo he podido encontrar.

    Hasta la vista, muy apreciada señorita. Transmita también a su señora mamá, los deseos de felicidad más afectuosos de

    su adicto Paul Rée

    Paul Rée a Elisabeth Nietzsche en Naumburgo (Sorrento, 1 de feb. del 77)

    Muy apreciada señorita: Hace tiempo que quería enviarle nuevamente otra crónica, máxime cuando mi última carta, si no recuerdo mal, debía ser estúpida, cosa que ocurre cuando uno es fiel a sus propósitos: de hecho, en un mundo tan variable como el nuestro, no se pueden tener propósitos, y si se tienen, no hay que ser fiel a ellos. (...).

    Bueno: hubiera podido escribir hace tiempo sino hubiera deseado tanto hablarle de un período ininterrumpidamente positivo y no demasiado corto. Pero en el intervalo siempre sucedía algo que no era bueno. A pesar de todo, hemos calculado, hace poco, que en seis semanas sólo han sido malos dos días, muchos fueron buenos (sobre todo a principios de enero) y el resto, si no estuvo libre de dolor de cabeza, no fue demasiado violento. Bruscamente, en los últimos tiempos ha aumentado la miopía en un ojo: es parecido a un centelleo, que hace que las letras se entremezclen. Pero su mismo hermano cree, y estoy en verdad convencido, que esto es pasajero y se debe a un enfriamiento. También yo estoy pasando una situación semejante desde hace uno o dos días; es una suerte de migraña que termina por desaparecer. Su hermano no ha leído ni ha escrito nada; no hay que temer que el ojo sea atacado. Nos dio una gran alegría la traducción que nos llegó ayer. La señora Baumgartner³³ ha realizado una verdadera obra maestra. Cada lectura nos asombra de nuevo; según su hermano, varios pasajes suenan mejor en francés que en alemán. Ciertamente que el tono satisfará a los franceses pues volverán a encontrar aquí aquella energía y fuerza de pensamiento y de la expresión que tanto aprecian en Lamartine y Rousseau. Benoni³⁴ nos ha entretenido de la manera más agradable en los últimos tiempos, por lo que deposito la gratitud profunda de la colonia en los pies de la venerada donadora. Este libro interesa profundamente tanto por lo histórico (Carbonaris) como por lo personal. También figura Mazzini³⁵ en él con el nombre de Fantasio (no es la historia de su vida, sino la del mismo Ruffini). ¡Sería magnífico si usted, apreciada señorita, se reuniera con nosotros, como quinto elemento, como quintaesencia! ¡Seguro que hay señoras que viajarán hasta aquí! ¿Sabe que se va de Berlín a Roma en tres días? De todas maneras, cuando regrese a Alemania me tomaré la libertad de hacerle una visita a Naumburgo. Por favor transmita a su señora madre, los saludos más cordiales. ¡Su hermano envía las mejores expresiones!

    Su adicto

    Paul Rée

    Disculpe, por favor, el papel; pero es el mejor que hay en Sorrento.

    Paul Rée a Franz Overbeck en Basilea (Sorrento, 10 de febr. de 1877)

    Querido profesor: Como penitente me dirijo hoy a usted... pero antes que nada quiero contarle algo sobre Sorrento y sus habitantes, ya que como me dijo Nietzsche, hace bastante tiempo que no ha escrito a Basilea. La estancia aquí, con el aire del mar y de la montaña, su calma y su ausencia de actividad intelectual, le han hecho mucho bien. Sólo ha tenido dos días malos desde fines de diciembre hasta hoy, los otros has sido buenos o por lo menos no ha habido ninguno molesto.

    Es verdad también que la vida está organizada de forma muy sana: dormir mucho, algo de lectura en voz alta, buena alimentación, paseos... Hace poco un ojo, con el que hasta ahora aún veía de manera regular, sufrió de pronto un empeoramiento. Pero el mismo Nietzsche cree que es un estado pasajero, lo que también cree Schiess,³⁶ al que ha escrito por este motivo. ¡Esperémoslo! La temperatura es tan benigna que hace tres semanas que tomo baños de mar, y uno se pone ropa interior de lana para protegerse del calor más que del frío. Ya sufrimos todos, por anticipado, la nostalgia que se adueñará de nosotros cuando nos encontremos de nuevo bajo el cielo nublado de Alemania. En todo caso no es un estado desagradable, del cual se desearía la no existencia...

    Y ahora el penitente: quisiera pedirle consejo sobre la cuestión de mi ingreso en la universidad.³⁷ Yo preferiría naturalmente Basilea y Nietzsche también me lo sugirió, pero después de haber reflexionado los pros y los contras, hemos descubierto factores muy negativos especialmente en la persona de Steffensen³⁸ y en mi tesis (quisiera utilizar el escrito, recién terminado, sobre El origen del sentimiento moral, que se basa en el principio de la teoría de Darwin que hace descender al hombre del mono). Querríamos saber qué le parece a usted. Quizá Zúrich es más apropiado porque Wundt³⁹ defiende la línea darwiniana, y además Basilea está tan cerca... Pero por otra parte quizá no es favorable empezar en una universidad suiza. De todas maneras, me importa menos llegar a ser rápidamente profesor que reunir los materiales para una Historia de la conciencia moral, lo cual creo que podría hacer mejor en calidad de encargado de curso. Fuera de Zúrich he pensado particularmente en Jena.

    ¡Perdone la molestia! Nietzsche le envía los mejores saludos. Por favor transmita a su señora esposa las expresiones más afectuosas.

    Su adicto

    Paul Rée

    [Elisabeth Nietzsche desde Naumburgo a Paul Rée en Sorrento. Respuesta a su carta del 1.2.1877.]

    Paul Rée a Elisabeth Nietzsche en Naumburgo (Sorrento, 20 de febrero de 1877)

    Muy apreciada señorita: Perdone usted, si no tiene razón —y por dos veces—, perdóneme por lo tanto dos veces. Parezco tan inmodesto cuando pido una respuesta a cada una de mis cartas y cierto (mi hermana me decía siempre cuando era niño: «di es cierto» y cuando lo decía estaba persuadida de que no mentía), pese a no recibir respuesta no creí que mi carta hubiera sido tachada con un trazo negro, pero después de haberla enviado pensé que debía estar terriblemente mal redactada porque, como ya le he dicho, estaba de muy mal humor.

    Después, señorita, y otra vez es cierto: concedo mucha importancia al juicio femenino, pues su sexo no tiene prejuicios ni sistema. Los hombres o son schopenhauerianos o kantianos o hegelianos —como alguien que lleva gafas verdes lo ve todo verde, alguien que lleve gafas azules lo ve todo azul—. Ustedes, por el contrario, ven las cosas sin ideas preconcebidas, y por lo tanto tal como son. Además, todas las hembras (la palabra «hembra» no debe escandalizarla, pues Cristo la utiliza, y Schopenhauer también en Sobre las hembras —aunque Cristo y Schopenhauer juntos forman un tribunal supremo—) son psicólogas natas, prácticas y luego teóricas. Seguramente que el capítulo «Sobre las mujeres» será muy reformado, caso de que las Observaciones sean reeditadas. De forma paulatina he llegado a un punto de vista totalmente diferente. Sobre esta cuestión, estará usted algo más contenta cuando lea mi próximo escrito que pienso le dará casi entera satisfacción. ¡Hace un día tan bello y azul! Ahora mismo acabo de regresar de un paseo en compañía de su hermano. Hoy se encuentra muy bien, y la sentencia de Schrönn,⁴⁰ según la cual esta afección puede hacer estragos durante años, pero después normalmente desaparece de manera brusca, y la seguridad de que no se trata de ningún tumor en la cabeza sino sólo de unos dolores neurálgicos, junto a los medicamentos de Schrönn..., ha tranquilizado mucho a su hermano.

    Con el saludo más afectuoso

    Paul Rée

    Paul Rée a Elisabeth Nietzsche en Naumburgo (Sorrento, 6 de marzo de 1877)

    Muy apreciada señorita: No sé qué es más agradable, si recibir buenas noticias o darlas; en todo caso estoy tan contento con lo último que le deseo de corazón lo primero. ¡Hace diez días que todo va muy bien; tiene la cabeza completamente despejada y los ojos también han mejorado! Su hermano jamás se había encontrado tan bien aquí, no soy el único en tener confianza, sino que felizmente también él ve que mejorará de forma notable. Ni siquiera un tour que hicimos a Pompeya, donde había tantas cosas por ver (es difícil decir hasta qué punto fue interesante: los cadáveres de los viejos romanos calcinados, casas enteras con magníficas pinturas y estatuas, el foro, el teatro, el templo —todo tan bien conservado que uno puede hacerse perfectamente cargo de la magnificencia de antaño—. Hasta hay frutos, jabón de aquellos tiempos con el que nos lavamos, el mismo adoquinado; la piedra pómez que sepultó la ciudad, etc.) le fue perjudicial, aunque hizo un tiempo peor que el que puedan tener en Naumburgo; hubo una tormenta tal que temimos nos arrojara al mar. «¿Por qué salieron con semejante tiempo?». La mañana fue muy hermosa, y una vez puestos en camino, con el coche en ya marcha, no nos decidimos a volver a casa. A propos de mal tiempo, lo relacionamos siempre con su señor primo Albrecht;⁴¹ lo llamamos (disculpe, ¡por favor!) tiempo de primo.⁴² Pues el infeliz Albrecht ha venido dos veces y las dos veces ha tenido una lluvia tan tropical que ha huido sin poder admirar las bellezas locales (quisimos ir juntos —su primo y yo— al Vesubio, a Capri, a Paestum). A fin de mes debo regresar ¡con harto dolor! ¡Tener que abandonar esta hermosa tierra! (...).

    Sigue haciendo tiempo de pruno. Perdone señorita que esta carta sólo contenga paréntesis. Quisiera aducirle como disculpa que los paréntesis son lo natural cuando se habla y cuando se escribe: ¿cómo podría hacerse de otro modo? Hoy hemos leído un drama de Carl Ritter⁴³ (el pariente de Wagner). Es el primero que ha publicado. Consta de siete actos, el último es verdaderamente malo y los seis restantes quizá también. Sigue haciendo tiempo de primo.

    Afectuosas expresiones. Por favor, transmita a su señora madre los mejores saludos.

    Su muy adicto

    Paul Rée

    [«Telegrama y carta» de Paul Rée desde Basilea a Friedrich Nietzsche en Sorrento, anterior a mediados de abril de 1877.]

    Friedrich Nietzsche a Pau Rée en Basilea (Sorrento, 17 de abril de 1877)

    Estuve solo hasta el viernes⁴⁴ en la villa Rub. Por fin regresó la señorita von Meysenbug. Varios días en cama, siempre mal, hasta hoy. Nada hay más vacío que su habitación sin Rée. Hablamos y callamos mucho sobre el ausente; ayer se constató que sólo nos había abandonado su «apariencia». Por la noche jugamos al tres en raya. No leemos. Seydl(itz)⁴⁵ está en cama. Recíprocamente pudimos cuidarnos «como enfermeros humanitarios»⁴⁶ siempre que no coincidimos en la enfermedad. ¡Mi querido amigo, cuánto le debo! ¡Qué nunca me falte!

    En afectuosa lealtad Su F. N.

    Repetidas gracias por el telegrama y la carta.

    Paul Rée a Friedrich Nietzsche en Sorrento (Stibbe, 30 de abril de 1877)

    Querido amigo: Miles de gracias por su tarjeta. Fue tan buena y tan mala. ¡Qué haya tenido que agravarse su salud! ¡Qué horror! Pero no debo seguir así; he de decirle tantas cosas que se impone adoptar el estilo lapidario para no lastimar sus ojos.

    Los suyos⁴⁷ se encontraban muy bien de salud, sobre todo su hermana, irreconocible en comparación a como estaba en Bayreuth. Creo que no la he tranquilizado demasiado respecto a su estado. Los Overbeck también se encontraban bien. Él ha estado tan ocupado que no ha tenido tiempo de escribir. Han vivido de forma muy retirada y han estudiado a Schopenhauer. Gersdorf(f) ha hecho grandes progresos en pintura.⁴⁸ Aún habla de Nerina como su novia. Por lo demás, decía de sí mismo: «Saúl marchó para buscar una burra y encontró un reino». Sus amigos opinan que puede llegar lejos en la pintura. Tuvo una reseña muy elogiosa, de Hildebrand(t)⁴⁹ hablando del «suave welf» en el Nationalzeitung. Hartmann⁵⁰ se ha definido como autor de la mejor réplica de El inconsciente y la teoría de la descendencia, pero ahora pretende que «las objeciones eran falsas». Paul Schuster⁵¹ ha muerto. Han aparecido dos revistas de filosofía inductiva. Una editada por Avenarius,⁵² profesor de Zúrich. Mi escrito podría aparecer allí. Kym⁵³ reconoce que científicamente no puede objetar nada a mi admisión pero que pone objeciones al hecho de que alguien que niega las diferencias éticas pretenda enseñar a los alumnos —y que se vería obligado a dar parte a la facultad—. Además, Avenarius se mostraba muy hostil a mi llegada: ya tienen un profesor suplente y el propio Av(enarius) teme no obtener un puesto para un colega. Iré a pasar algunos días a Jena. —Romundt es profesor de quinto curso en Osnabrück...

    ¡Cuídese mucho! Me siento tan perdido aquí; no se me ocurre nada. Espero que el tiempo fructifique las semillas que en Sorrento plantó en mi cerebro.

    ¡Un saludo muy afectuoso y gracias!

    Su Paul Rée

    Friedrich Nietzsche a Paul Rée en Stibbe (Sorrento, 7 de mayo de 1877)

    Sí, queridísimo amigo ¡mañana parto también yo! Por necesidad, pues mi estado se ha ido agravando continuamente desde su marcha. Un día de cada tres he estado en cama. Ahora quiero ir a Pfäffers⁵⁴ —que me inspira cierta confianza— por la vía más rápida (por mar). Viajo solo. Envíe por favor las cartas a la lista de correos de Ragaz.

    Parece que no haya nada que me pueda ayudar, los dolores fueron demasiado rabiosos. Su presencia había conjurado algo al demonio de mi pena.

    ¡Qué todo el bien que me ha hecho, tanto viajando como escribiendo le sea pagado cien veces! Confío en Jena como próxima residencia de sus musas.

    ¿Está ya en camino el buen libro?⁵⁵ Cuando lo pienso me invade un sentimiento tal de alegría y bienestar que intuyo la existencia y naturaleza del «impulso no egoísta».

    Si vivo, seremos siempre buenos amigos.

    Al(eksandr) Herzen⁵⁶ pide que se le reenvíe su escrito; era su único ejemplar. Su dirección es: 2 vía Lorenzo il Magnifico, Firenze.

    ¡Adiós, fiel amigo! Transmita mis mejores saludos a mi honorable familia.

    F. N.

    [Elisabeth Nietzsche a Paul Rée en Jena, a principios de junio de 1877. Invitación a él y a Rohde⁵⁷ para realizar una visita a Naumburgo. Rohde era profesor en Jena; Rée trataba de aclarar allá la cuestión de su acceso a una cátedra.]

    Paul Rée a Elisabeth Nietzsche en Naumburgo (Jena, 4 de junio del 77)

    Muy apreciada señorita: ¡Le agradezco de todo corazón su carta y su invitación tan amable! Aceptaría esta con el mayor placer para el domingo próximo, pero a Rohde le ha surgido un imprevisto ¿Podría permitirnos que fuésemos el próximo domingo? Rohde le envía sus mejores saludos y él mismo le escribirá. He admirado también su bonito busto de Wagner.⁵⁸ Queda magnífico en su habitación. Por lo demás, espero poder tratar personalmente con usted cosas concretas y subjetivas, cosas frívolas y cosas nada frívolas.⁵⁹ A condición de que no haga tanto calor como hoy: ¡de lo contrario sólo podremos suspirar y gemir juntos!

    ¡Por favor salude cordialmente a su señora madre!

    Su muy adicto Paul Rée

    Paul Rée a Friedrich Nietzsche en Ragaz (Jena, principios de junio de 1877)

    Querido amigo: ¡Querría distraerle un poco pues me temo que Ragaz no sea muy divertido! Pero no tengo existencias ni de filosofía ni de otras cosas interesantes. Me dedico actualmente con tanta intensidad a la filosofía que podría compararme con aquellos que trabajan el oro y la plata sólo para venderla, ya que el metal en sí les resulta indiferente. ¡Qué asco! reconocer esto, sólo puedo contarle algunos chismes. La novia de Rohde es una criatura encantadora, elegante, graciosa, tal vez inteligente y muy enamorada: no digamos más. Rohde estuvo a punto de ser llamado a Heidelberg. Si me quedo aquí⁶⁰ (lo que es muy dudoso) espero poder instrumentalizarlo bien para mi tema. El título ha variado algo: «Prolegómena a una historia de la conciencia moral». Siguiendo con mis chismes: Kuno Fischer,⁶¹ cuya casa compró un fabricante de jabón y cuyo sucesor es Eu(c)ken⁶² se encolerizó y exclamó: «¡mi casa la tiene un jabonero y mi cátedra un embaucador!».

    Ayer estuvo conmigo un tal señor Lip(p)iner⁶³ de Viena. Es de él de quien proviene el paquete recomendado que vanamente esperamos en Sorrento. Contenido: «Prometeo desencadenado». «Tiene hambre de usted», pero no es un hombre apetecible. De la manera más vaga que pude, le di su dirección, pero temo que no podrá escapar a su afanosa búsqueda. También conocía las Observaciones.⁶⁴ Me preguntó si usted y yo teníamos puntos de vista muy diferentes. Creo que respondí bien. Le dije que, efectivamente, usted compartía todos mis puntos de vista, pero que además tenía otros muy numerosos con los que yo no estaba relacionado.

    Rohde y yo próximamente queremos tomarnos la libertad de hacer una visita a los suyos. Le saludo efusivamente

    Su Paul Rée

    Friedrich Nietzsche a Paul Rée en Jena⁶⁵ (Rosenlaui, Hotel, pension et bains,⁶⁶ segunda mitad de junio de 1877)

    A este lugar,⁶⁷ que muestra la pequeña foto, he traído tres libros, algo nuevo de Mark Twain, el americano (prefiero las simplezas de este a las sensateces alemanas), las leyes de Platón y a usted,⁶⁸ querido amigo. Así que soy el primero en leerle en la proximidad de los glaciares; y puedo asegurarle que es el lugar apropiado para considerar la naturaleza humana con una especie de desdén (incluido uno mismo) mezclado a la compasión por el repetido tormento de la vida; y leído con esa doble resonancia, su libro causa un impacto muy fuerte.

    Hay tanta pena superflua en la vida que el dolor debería bastar. Pero a esto se añaden todos los pesares que llevan consigo las opiniones.

    ¿Por qué se siente uno tan bien en la libre naturaleza? Porque esta no tiene ninguna opinión sobre nosotros.

    Por otra parte, cada vez admiro más lo bien que defiende su manera de describir desde un punto de vista lógico. Sí, yo soy incapaz de hacerlo, todo lo más algún suspiro o canto, pero demostrar que se puede sentir un bienestar en la cabeza, de esto es usted capaz, y es cien veces más importante.

    He dejado pasar la paternidad que me atribuye su dedicatoria demasiado amable, con una sonrisa incrédula, casi como si —etc.

    Después de la cura de Ragaz y a pesar del aire maravilloso de la alta montaña, mi salud es dudosa —no sé qué hacer—. Mucho agotamiento y en consecuencia un estado de humor atormentado. Le agradecí tanto su divertida carta —y varias veces al día (hasta tres) desearía tenerlo cerca, pues estoy completamente solo, y de todas las compañías, la suya es para mí una de las preferidas y una de las más añoradas.

    ¡Adiós mi querido amigo!

    Me alegra que Rohde esté cerca de usted,⁶⁹ le será más útil que yo bajo todos los puntos de vista. Créame que soy sincero. Pronto lo sabrá. Eso entre nosotros.

    Queda en pie el encuentro en Aeschi junto al lago de Thun, con la señorita v. M., los Monod⁷⁰ y mi hermana. A partir de mediados de julio. Hasta entonces seguiré en Rosenlaui cerca de Meiringen (Cantón de Berna).

    Paul Rée a Elisabeth Nietzsche en Naumburgo (Stibbe, 17 de junio del 77)

    Muy apreciada señorita: Por favor no crea nada de lo que Rohde le ha dicho acerca de lo innecesario de mi brusca partida.⁷¹ Oí perfectamente lo que le dijo a usted, pues tengo un oído muy fino. ¡No! Realmente debía marchar rápidamente a casa, y antes de lo que pensaba, a no ser por esto no me hubiera privado del placer de realizar una visita a Naumburgo, cosa que tanto me ilusionaba. Heme de nuevo en el desierto Stibbe, donde las montañas más altas son las topineras, y donde no hay otra cosa que campos de patatas, bosques de abetos y cuervos. Si usted me lo permite, en la primera ocasión que surja, me tomaré la libertad de realizar mi frustrada visita —especialmente para aclarar la cuestión de lo frívolo y lo no frívolo.

    Por favor transmita un cordial saludo a su señora madre.

    Su muy adicto Paul Rée

    Malwida von Meysenbug a Paul Rée en Stibbe (Chiavenna, 22 de junio de 1877)

    ¡Qué extraño resulta verme rodeada de montañas altas como el cielo! aunque la vegetación es todavía italiana. Ayer a esta hora aún estaba en Florencia, durante toda la noche viajé hasta Como y esta mañana a las ocho tomé el vapor y por espacio de cuatro horas viajamos por el divino y hermoso lago hasta que finalmente llegué en coche hasta este lugar. Aquí paso la noche pues he de descansar ya que todavía me atormentan insoportables dolores en el brazo izquierdo. Estoy triste, la vida itinerante ya no es para mí. A pesar de ello he de hacerla para ver todavía a los seres queridos, pero las fuerzas ya no me alcanzan y lo pago demasiado caro. Además, me angustian estas altas montañas alrededor mío. No, la naturaleza no tiene derecho a recordarnos la terrible brevedad de nuestra existencia; al menos la mirada debe poder abarcar el infinito, debe sentirse una con el infinito de la vida elemental. En un circo de montañas tan estrecho ya hace tiempo que estaría muerta. ¡Fue divino hoy en el lago! ¡Ah!, que paraísos hay en la tierra y que poco vale el hombre. He visto más de una casita encantadora rodeada de verde y con vistas al lago y a las montañas, y pensaba: ¡si pudiera vivir aquí con Paolo!, pero no solos, no soy tan egoísta; sería preciso otra persona joven, graciosa, un trío escogido. Y me preguntaba lo que satisfacía más al hombre: el arte o la naturaleza, la vida en una ciudad que le ofrece

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1