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Un Baruch para Spinoza
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Libro electrónico401 páginas5 horas

Un Baruch para Spinoza

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Información de este libro electrónico

Baruj Espinosa, un joven mexicano de fe judía nacido en los años sesenta del siglo XX, traba un cruce enigmático con cierto filósofo holandés del XVII que llevaba su mismo nombre, que fue excomulgado por la Sinagoga de Ámsterdam y vilipendiado por buena parte del mundo
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 may 2022
ISBN9786076352762
Un Baruch para Spinoza
Autor

Ezra Bejar

Ezra Bejar, es licenciado en administración de empresas por la UNAM, y maestro en Educación por la UIA. Desde muy joven, tuvo acercamientos con la literatura, pero no se atrevió a conquistarla hasta 2003, asistiendo a distintos talleres literarios y participando en diferentes certámenes, donde obtuvo diversos galardones en cuento y relato breve. En 2006 fue parte de la sexta generación del Laboratorio de Novela y desde este espacio produjo su primera obra: Úrsula en el Jardín de mi Delicias, la que, en 2007, fue finalista del Premio Nacional Juan Rulfo para primera novela. En 2014, con su cuento: Cobija de Mar, consiguió el primer lugar en el certamen nacional El Viejo y la Mar.

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    Un Baruch para Spinoza - Ezra Bejar

    PORTADA_BARUCH.png

    Un

    Baruch

    para

    Spinoza

    Retrato de Baruch D´Spinoza. A partir de un grabado anónimo en cobre (circa 1680), que apareció en algunos ejemplares de su obra póstuma. Esta imagen es considerada la más fiel que existe del pensador.

    Un

    Baruch

    para

    Spinoza

    Ezra Bejar

    © Ezra Bejar

    Diseño de portada:

    VLA

    Primera edición, 2022

    D.R. © Colofón S.A. de C.V., 2022

    Franz Hals núm. 130

    Alfonso XIII

    Álvaro Obregón, 01460

    Ciudad de México

    www.colofonlibros.com

    ISBN Versión Impresa: 978-607-635-272-4

    ISBN Versión Digital: 978-607-635-276-2

    Prohibida su reproducción por cualquier medio mecánico

    o electrónico sin la autorización escrita de los editores.

    A Samuel, Emil y Paul: tesoros personificados en nietos

    Tu hermano gemelo descansa en la tumba y

    ¿te atreves, estando ya muerto,

    a salir luminosa y brillante

    por los cielos azules, oh, luna?

    ¿Por qué no te eclipsas? ¿Por qué no te ocultas?

    Tu eclipse será como el luto

    que diga a las gentes

    el dolor que su muerte te causa,

    tu tristeza, tu pena profunda.

    Avempace

    Zaragoza, Sefarad

    Y entonces, un pequeño judío, de larga nariz y pálida tez,

    pobre, pero satisfecho, pensativo y reservado,

    espíritu sutil y aquejado, menos leído que celebrado,

    escondido bajo la capa de Descartes, su maestro;

    caminando con pasos mesurados, se acerca al gran ser.

    —Perdonádme –dice, hablándole muy bajito:

    pero, entre nosotros, pienso que no existís.

    Voltaire

    Sobre Spinoza

    Índice

    La Haya, una hora antes del evento

    Baruj

    Edmundo

    Sarita

    Pilar

    Juan

    La Haya, cuarenta minutos

    antes del evento

    Sibila

    Muis

    Cheque

    Sultán

    Levy

    Baruch

    La Haya, media hora antes del evento

    Caín

    La Eleutherópolis

    Espinosa

    Uriel

    Jerem

    Isabel

    Ámsterdam

    La Esnoga

    Mijael

    Descartes

    Lekkere

    Felicidad

    Fortuné

    Ouderkerk

    Rijnsburg

    Voorburg

    Rebekah

    Holanda

    Aboab

    El Wallen

    París

    La Haya, quince minutos antes del evento

    Pascal

    Clara

    Victoria

    Nissim

    Anís

    La Haya, diez minutos antes del evento

    Libertad

    La Haya, dos minutos antes del evento

    Menassé

    Califa

    La Haya, poco después del evento

    La Haya, una hora antes del evento

    Estoy ansioso, a qué negarlo. Observo a distancia el sitio donde Baruj cavó aquel boquete en 1981, me queman las ganas por ir hasta allá y olisquearlo. Será posible que de ese orificio aún emane algún resquicio del aroma que mi amigo entonces anunció. U otra, aproximarme a la urna mortuoria que tengo enfrente y con el mismo fin aspirarla a modo. Pero imposible, la excavación se blinda con una gruesa malla plástica y la urna es custodiada por cuatro escoltas gigantes. Ni hablar, tendré que resignarme. Por lo pronto, requiero sosiego. Puede que Victoria me necesite más tarde si hoy las cosas no salen como ella espera. Con la espalda bien erguida y a cuatro tiempos, como Baruj indicaba debía hacerse, inhalo y exhalo pausadamente. Así, hasta que por fin consigo equilibrarme…

    El jardín contiguo a la Nieuwe Kerk[1] está repleto. Me planto cerca del sepulcro que hasta hace poco muchos creían guardaba los restos de Baruch Spinoza. La fosa reabierta semeja una vieja llaga que jamás cicatrizó. A su lado yace la piedra grabada que le servía de cobija. Sobre ésta no cabe un pedruzco más. Quienes llegaron primero depositaron ahí el símbolo de su solidaridad, los demás colocan sus ofrendas en dos enormes tambos de plástico que se ubican cerca. Aquí ya no cabe un alfiler, la gente que no encontró lugar en este sitio se acomoda en la Plaza Spuiplein, frente a la iglesia. Gracias a varias pantallas gigantes, todos podrán seguir el acto. Ambos lugares están vigilados a tope, el olor a policía se percibe a leguas…

    Consulto mi reloj, casi las once de la mañana. El evento dará inicio en una hora. Estoy escéptico, aunque debo admitirlo, la posibilidad existe. Puede que hoy, en este jardín, ocurra lo inusitado...

    Es 15 de marzo de 2009, la fecha en el calendario hebreo equivale al 19 de adar de 5769. Conforme a éste, hoy se conmemora el 332 aniversario de la muerte de Spinoza y el primero de mi amigo. Observo el escenario, es magnífico. No hay letreros que propugnen consignas ni carteles que difundan quimeras, en cambio, por todos lados se ven flores hermosas y caras animadas. Qué injusticia, Baruj tendría que estar aquí, de no haber sido por él, nada de esto existiría…

    Hace frío, la gente se cubre con ropa gruesa. En cuanto a mí, traigo puesta la chamarra herida de Baruj, se la pedí prestada a Victoria. Quiero, le dije, que de alguna forma tu tío esté presente en el evento, ya luego enviaremos la prenda al Museo de Memoria y Tolerancia en Jerusalén…

    Adyacente al sepulcro apócrifo, se ubica la tribuna que usarán los oradores. Flanqueándola hay una mesa vestida con la bandera de Holanda y encima de ésta descansa la urna que guarda los recién hallados restos del filósofo, un cuadro dorado que enmarca su retrato considerado más fiel, numerosos ramilletes de lindas flores y el santo teléfono rojo, que de sonar, marcará el triunfo de Victoria. Bienaventurado aparato, está acondicionado con un altavoz y permanecerá expectante todo el tiempo que duren las palabras. Repicará sólo si la llamada proviene del Gran Rabinato Sefaradí de Israel. Poca cosa, quisiera equivocarme, pero no veo luz en el túnel. Dudo tanto que ese traste colorado quiera resonar el día de hoy…

    El barullo es intenso. No entiendo pizca de holandés, pero sé que la opinión está dividida. Unos le apuestan a que ese aparato hoy no sonará, otros aseguran que los sumos sacerdotes de Israel finalmente cederán y que la absolución del hasta ahora excomulgado, será pronto escuchada por el mundo. Por mi parte, ya lo dije, desconfío…


    [1] Iglesia Nueva (holandés).

    Baruj

    La misma noche en que falleció mi amigo, la página del Café de… publicó la nota:

    El duelo nos aqueja. Baruj Espinosa ha muerto.

    Votaciones suspendidas hasta nuevo aviso.

    Bajo la triste noticia asomaba el último pensamiento que, de su homónimo, mi amigo había seleccionado para acompañar el proceso de votación semanal:

    La venganza es el deseo que nos empuja, a causa de un odio recíproco, a perjudicar a aquél, que movido por un mismo sentimiento, nos ha hecho daño.

    Baruch D’Spinoza

    Edmundo

    La tarde es húmeda, gris, usual para un día de otoño en la Ciudad de México. Desde el mediodía empezó a llover y los nubarrones vaticinan que por hoy el sol ya no asomará. El tránsito en la Condesa, insufrible. Las calles encharcadas, las coladeras vomitando excesos. Miro el reloj, las cinco y media. Aún cuento con algo de tiempo para llegar puntual a la cita que hice con Victoria. La concertamos en el panteón, poco después del entierro de Baruj, Necesitamos hablar, flaco, dijo ella, La muerte de mi tío me tiene muy embrollada. Pedí me adelantara algo, su devolución fue desconcertante, Te habrás dado cuenta de que la fecha hebrea en que murió tu amigo, es la misma en que se fue del mundo su homónimo, no tengo que decirte que igual pasó con sus nacimientos… Demandé me dijera algo más, apenas si soltó prenda, Necesito que me digas todo lo que sepas de la vida de mi tío, ya hablaremos luego, cuando acaben los siete días de guardar…

    Desde el asiento trasero del taxi, intento culminar el palíndromo que empecé anoche. Es frecuente que los insomnios me lleven a buen puerto, ayer, sin embargo, el intento no cuajó. Ahora hago esfuerzos, pero es inútil, el nerviosismo del chofer me impide concentrar. Trato de atenuar su impaciencia, le hago notar que el taxímetro está corriendo, A qué tanta tensión, amigo. El hombre levanta la mano, supongo que compra el mensaje, pero su intermitente golpeteo sobre el peluche azul que cubre el volante, indica que sus impulsos lo rebasan. Voy a sugerirle un ejercicio de relajación, su gruesa voz se me adelanta, Oiga, estamos a dos cuadras de onde va, lo puedo dejar aquí, capaz que pa llegar nos tardamos otra eternidad. Acepto la propuesta, guardo papel y pluma, pago el servicio y antes de apearme abro mi paraguas…

    La entrada al Foro Lindbergh se exhibe ante mis ojos. Cerca de aquí se conocieron los padres de Baruj. Fue a finales de los cincuenta, cuántas veces habré escuchado esa historia, Sarita, la madre de mi amigo, a fuerza de repetirla sin cansancio, consiguió que no se me escapara detalle…

    El flechazo ocurrió un domingo muy soleado, flaquito, cuando bien quitadas de la pena, una amiga y yo paseábamos por el Parque México en nuestras bicicletas. Ahí íbamos las dos, a dale y dale muy contentas, pero de repente mi amiga acelera y al intentar alcanzarla, zas, que tropiezo, azoto y me rompo la mano, qué vergüenza, aquí tus ojos, con dieciocho años encima y ya por entrar a la universidad, berreaba en el suelo como una niña indefensa. Quise levantarme, pero no podía, mis lloros seguían, y tanto barullo atrajo a un hombre guapísimo y refinado, quién era, no lo vas a creer, ni más ni menos que Pedro Infante, el galán, con otros dos señores, veían si el Parque México les daba para filmar la escena de una película. Te imaginarás aquello, al mirarlo quedé embobada, pero la mano me punzaba horrores y el llanto exigía salir. Entonces él, todo delicadeza, se inclinó, secó mis lágrimas con un pañuelo suavecito y empezó a cantar, Amorcito corazón... La gente pronto hizo bola y en eso que aparece el papá de tu amigo, guapísimo, todo vestidito de blanco, con veintitres años encima y su maletín negro en la mano. Se presentó como doctor, ofreció auscultarme. Le abrieron paso, me revisó y no tardó en diagnosticar, Te rompiste un par de falanges, hay que sacar una radiografía, seguro vas a necesitar un yeso, mientras te voy a entablillar, descuiden todos, yo me ocupo…

    Infante aprobó al espontáneo, Bravo, muchacho, se ve que vas a ser una eminencia, estás casado, No, qué va, apenas estoy haciendo el internado, Ah, pues mira la suerte que tienes, esta chamaca está a todo dar, a lo mejor te la envió el cielo, eh, cuídala –y guiñando el ojo el artista tomó camino...

    Y para qué negarlo, flaco, el doctorcito, que luego iba a ser el papá de tu amigo, me atrajo al instante. Parecía un ángel, con su bata blanquísima y su nombre bordado con letras azules al costado: Doctor Miguel Espinosa. Me traía de un ala, él inmovilizaba mi dedo y a mí se me hacía agua la boca, pero no, Mundito, Cupido no impidió que mis alarmas se dispararan, Cuidado, Sara, este galán no es judío…

    Listo, informó el voluntario, Ahora te sentirás mejor, cómo te llamas, Sara, Sara Maya, agradecí las atenciones y en automático instalé un témpano de hielo entre los dos, Qué amable ha sido usted, doctor, ahora debo irme a casa, mi novio me está esperando. Era la eterna perorata de mi madre la que me hacía poner en guardia, Cuándo te vas a casar, Sarita, cualquier buen muchacho de la comunidad daría todo por ti, qué esperas, estás preciosa, para qué se quieren más estudios, deja esa universidad angusiada[2] y ya cásate, de qué se trata, sabia de mis ansias te quieres hacer… Me levanté, sacudí mi ropa, miré hacia todos lados, Qué haces, puedo hacer algo más por ti, preguntó el doctor, Oye, y por favor, háblame de tú, acaso me ves muy anciano, No, es que una amiga… anda en otra bici y quién sabe dónde se metió, Descríbemela, ahorita te la encuentro. Me encargó su maletín, trepó a mi bicicleta y cuando mi amiga y él regresaron, insistió en acompañarme. Tenía que ser amable, accedí. Acarreó mi bici y en cuanto llegamos a casa, sin importarle el supuesto galán que me esperaba, entró y le soltó a mi mamá su recomendación, Hay que sacarle una radiografía a su hija, señora, quiere que la acompañe, tengo aún algo de tiempo… Mamá percibió que en las palabras del doctor había algo más que mero interés por mis falanges y lo bateó con elegancia, Gracias, joven, es usted muy amable, pero sabe, será mejor que se vaya a hacer sus cosas, es domingo, aquí está mi marido y a unas cuadras está la Central Quirúrgica, ahí la vamos a llevar. Miguel se quedó sin palabras, mi mamá puso una barra de chocolate en sus manos, le palmeó la espalda y lo condujo hasta la puerta…

    Antes de irse, el bateado pidió mi número, Te llamaré al rato para saber cómo sigues. A mamá no le gustó mi reacción, pero no pudo impedir que Miguel apuntara en su libreta el teléfono de la casa…

    No pasaron ni tres horas, el galán empezó a marcar, después a mandar flores. Quería que saliéramos y aunque me costaba trabajo, conseguía darle largas…

    Un par de domingos después nos volvimos a encontrar. Fue en el mismo parque. Paseaba por un sendero con mi buen yeso en la mano, él me atajó y habló con tanta dulzura que no pude rechazarlo. Fuimos a una nevería cercana, platicamos horas y cuando buscó mis labios se me puso la piel de gallina. Me costó, no lo niego, pero reprimí el ardor. Ahí estaba mi angelito preventivo, Cuidado Sara, cuidado… Decidí ser honesta, Miguel, no tenemos la misma religión, comprende… No hubo manera de hacerlo desistir, Jamás renunciaré a ti por eso, Sara, grábatelo…

    Evité nuevos encuentros, pero él no daba su brazo a torcer. Pasó un mes, llegó mi cumpleaños. Nunca supe cómo se enteró, pero el mero día y en plena madrugada, me trajo serenata. Hubieras visto eso, flaco, mi mamá salió a la calle en bata y sin mucha diplomacia le dio aire, Sarita no está, doctor, yo le paso sus felicitaciones, gracias por el detalle, ahora, por favor, váyase…

    Miguel no le creyó, pero evitó hacer alboroto. Al lado del mariachi que contrató en Garibaldi, desfiló triste y compungido por la avenida Ámsterdam…

    Al día siguiente me buscó y encontró en la cafetería de la universidad platicando con unas amigas. Le rogué se fuera, no hubo argumentos que lo hicieran desistir, No me voy sin ti, ni hoy ni nunca, tú dirás, no tengo prisa. Y, flaco, no sé si fueron sus palabras o el tono en que las dijo, pero el caso es que doblé. Entonces empezaron las salidas a escondidas, las mentiras y el maldito sentimiento de culpa. Mamá sospechaba y su acecho era constante, Usted es judía, señorita, qué le pasa, olvídese de una vez por todas de ese doctorcito, o acaso quiere que la mandemos a vivir a Nueva York, con la tía Regina. Y quizá te sorprenda, Mundito, pero el tolerante de la historia fue mi papá, él era quien a cada rato calmaba la tormenta,

    Por la fuersa no es el kamino, Zimbul, en un punto a Sarika le vendrá el meollo y soltará a este doktor, deskudia, tu isha nunka va a deshar el djudaysmo…

    A mi padre no le urgía que me casara, no lo pregonaba, pero estaba orgulloso de que su hija fuera universitaria, él, en Turquía, apenas si había terminado la primaria y ya después, y a su manera, se ilustró de forma autodidacta. Era un hombre abierto y pensante, pero en su esquema, no cabía la posibilidad de que su hija se casara con alguien que no fuera judío…

    Una tarde me invitó a comer en un restaurante muy elegante, platicamos de todo y cuando llegamos al filoso tema, contrario al estilo autoritario y amenazador de mamá, me dejó hablar. No le convencían mis argumentos, pero mantuvo abiertos sus oídos, Miguel no profesa ninguna religión, papá, pero aceptará que el judaísmo se lleve en nuestra casa, te juro que nunca voy a dejar nuestras raíces, él no hará conversión, pero me apoyará en todo, lo ha prometido…

    Y sí, sin hacer mayores aspavientos, mi padre me pidió que lo reflexionara y lo hice, pero tú sabes, flaco, corazón mata razón y un domingo en que Miguel me invitó a la sinfónica de Bellas Artes, decidí soltarme. La orquesta tocaba, Miguel notó que Mozart ponía vidriosos mis ojos. Al salir y mientras comíamos en una cantina del centro, golpeó la mesa, Basta, Sarita, fuguémonos… En ese momento pude ver el halo de luz en sus ojos y mi voluntad ya no tuvo freno. Cuando por la noche llegué a casa, mamá me esperaba en la sala, Dónde te metiste todo el día. No la engañé, la disputa subió de tono y en un momento perdí la cordura, Mira, mamá, para acabar ya con esto me voy a fugar con Miguel. La dejé con la palabra en la boca y me fui a encerrar a mi cuarto. No pasó un minuto, oí cómo papá la llamaba a su recámara. Me acerqué a la puerta, pude oír cómo discutían. Todavía hasta hoy resuenan en mis oído las palabras de mi padre,

    Ya abasta Zimbul, se keren muncho, el manzebo se va a azer un doktor echo y derecho, es de buena famiya, espanyola, el padre murió en la guera sivil, era republikan, en la su kasa no ay reliyión dinguna, a ma deskudia, tu isha y muestros futuros inyetos andarán por el kamino djudyo, ansina manke él no se torne de los muestros…

    Aunque la situación le era difícil, papá mantenía la calma. Amaba sus raíces, su esencia estaba comprometida con el judaísmo, pero nada en el mundo le haría perder a su hija…

    Días después hubo cónclave familiar, la reunión duró horas, me sentía dentro de un juicio sumario. Mamá argumentaba y contraargumentaba, mis hermanos me veían con desprecio. Afortunadamente papá no me defraudó,

    Antes ke nada está mi isha, si Sarika kere esposarse kon este manzebo, ke lo haga en la ora buena, esto sí, la su kasa será enteramente djudya, eya me lo yura…

    La noche en que mis padres y la mamá de Miguel se conocieron, se habló del tema y mi pretendiente sin rodeos reiteró su compromiso, Descuiden señores, estoy completamente de acuerdo en que Sarita se ocupe de transmitir la religión de ustedes a los hijos que tengamos, no me convertiré al judaísmo porque soy agnóstico y la cosa me viene de familia, pero no estorbaré, por el contrario, cooperaré en todo lo que pueda, por lo que sé, siendo Sarita judía, de acuerdo con sus leyes, nuestros hijos en automático serán judíos. Papá escuchó esas palabras, abrazó a su futuro yerno y luego destacó la circunstancia,

    Sabesh vosotros ke el vostro alkunya[3] es djudyo, egzstió un sabio muy grande en la Olanda del sieklo xvii, ke en vida lo portó orguyozo, podrá ser ke abesh eskuchado de Baruch D’Spinoza, sus azendentes eran sefaradim, vaya, djudyos ke moraron en la Espanya por munchos sieklos, ansí, asta ke los reyes katólikos los echaron a la mar, sabrán vosotros de los sefaradim...

    Hombre, señor mío, contestó la que iba a ser mi suegra, Mire usted que por lo menos un tercio de los españoles llevamos sangre sefardí en las venas, hasta esa Teresa de Ávila, que los persignaos hicieron santa, era más sefardita que su poeta Yehuda Haleví, muchos de mis compatriotas esconden la cabeza como avestruces, pero vaya que yo lo sé, por cierto, el indiviuo ese que usté ha mencionao no me es desconocío pa na, mi marío admiraba mucho al tal Barú Spinoza, pobrecillo de mi esposo, idealista hasta los huesos, cayó en la Guerra Civil Española defendiendo la causa republicana…

    Y ya viste, flaco, al final la horrible suegra acabó amando al odiado yerno, ya luego no dejaba de alabarlo, Miguel es un gran muchacho, mi hija se sacó la lotería…

    La historia que cruza por mi mente, convoca a esa otra que también Sarita tanto machacaba, Flaco, te conté alguna vez cómo decidimos el nombre de tu amigo…

    Tenía siete meses de embarazo, mi padre quiso saber cómo se llamaría la criatura, Bueno, papá, si es varón, se llamará como tú, y si es hembra, como mi mamá, se los íbamos a decir. El viejo sonrió complacido, ladeó la cabeza, soltó la petición,

    Keridos míos, si la kreatura ke vos viene les naziera barón yámenlo Baruch, nombre muy elustre para un inyeto mío: Baruch Espinosa Maya, mira grande buenaventuranza, indemás ke el su padre yeva el mismo nombre del papá de akel savio: Mijael…

    Y sí, las cosas ocurrieron tal cual. El bebé fue varón y le dimos el gusto a mi padre. Hubo sólo una solicitud. Miguel pidió que el nombre de su hijo se escribiera con jota. Así, para que suene fuerte, como debe ser en buen castellano, Baruj…

    Qué momentos, flaco, mi padre estaba feliz y su júbilo se acrecentó cuando se dio cuenta del empate. A tu amigo se le ocurrió nacer en la misma fecha hebrea en que el filósofo holandés lo hizo,

    Alavado seya, mazal[4] bueno ke tenga la kreatura…


    [2] Mugrienta (judeoespañol).

    [3] Apellido (judeoespañol).

    [4] Suerte (hebreo).

    Sarita

    La esquina que forman Ámsterdam y Teotihuacán, da fe que he llegado a mi destino. Me encuentro justo frente al pórtico de la casa de dos pisos, estilo colonial californiano, que por muchos años, fue el hogar de los Espinosa Maya. Repaso su fachada, compruebo que las marquesinas electrónicas dispuestas en ambas esquinas, presentan trunco el nombre del establecimiento. Por ahora, el Café de… carece de apellidos…

    Antes de cruzar la entrada, respiro pausado a cuatro tiempos. Repito el ejercicio varias veces, consigo por fin aminorar la congoja que me invade. Sé que dentro ya no encontraré a mi querido amigo… La lluvia amaina, cierro el paraguas, un buen chubasco me moja. Son los viejos ahuehuetes que se plantan frente a la casa quienes lloran. Subo la mirada, los saludo mano en alto, no tarda en volver a mí la voz de Sarita…

    Flaco, sabías que en los treinta todo por aquí era un bosque, la cantidad de árboles que había era inmensa, por donde volteabas veías verde… Siempre viví en la Condesa, aquí nací en 1934, aquí he pasado los mejores y peores momentos de mi vida, y aquí un día me voy a morir. Esta casa es mi tesoro, Edmundo, mis padres lograron hacerse de ella con grandes esfuerzos y la arreglaron con esmero, querían que su hijita mexicana llegara a un hogar bonito y, mírala, les quedó preciosa, no te parece. Pero no te creas, fue difícil, mis padres emigraron de Turquía a principios de los veinte, estaban ya casados, pero no llegaron juntos, primero vino mi papá, buscaba una mejor vida para la familia, la guerra del catorce había dejado en ruinas a su patria y como fuera tenía que sacar adelante a la prole y, bueno, por fortuna logró su cometido, con gran esfuerzo y coraje, años después pudo traer a mi mamá y a mis dos hermanos. Ya luego llegué yo, en esta casa nací, me hice mujer, profesionista y esposa. Cuando Miguel y yo nos casamos, seguimos viviendo por el rumbo, rentamos un departamentito cerca y allí llegó primero Miriam y tres años después tu querido amigo. Y sí, pues la familia crecía y mis papás se preocupaban, por eso cuando Baruj nació decidieron dejarnos la casa e irse ellos a nuestro departamento. Hubieras visto eso, la insistencia de mi padre no paraba,

    Ya abastó, a ké tanta abladera, a mozotros esta morada ya mos keda grande, tómenla vozotros y ke seya en la ora buena…

    Aceptamos al final, pero pusimos una condición, nosotros seguiríamos pagando la renta del departamento…

    La aguda voz de una muchacha me saca del ensueño en que he caído, Perdón, señor, me permitiría pasar. Pido excusas, me hago a un lado y siguiéndola ingreso al salón principal del establecimiento…

    El lugar está a reventar, el bullicio es intenso. Me dirijo hacia la mesa de costumbre, mi pecho se contrae en cuanto captura el olor a buen café y el agradable perfume de las frescas flores naturales dispuestas dentro de originales vasijas. Un mesero pasa a mi lado, carga una charola repleta de buenos platos. Siento apetito, ordenaré algo de comer en cuanto me encuentre con Victoria…

    Atraco en la mesa de costumbre, advierto que mi anfitriona no está. Hago por localizarla, es Juan, el segundo de a bordo, quien viene a mi encuentro, Cómo ve, don Edmundo, Victoria tuvo que ir a rescatar su nave, se estacionó en doble fila y un grullero se la llevó a un corralón, al rato regresa, lo anduvo localizando, pero no logró contactarlo, pidió que en cuanto usted llegara le marque al celular, siéntese a esperarla, qué le sirvo. Agradezco la oferta, informo que será después, Vagaré libre un rato por acá, Juan, al rato le pediré algo. El muchacho asiente, se aparta. Busco en mi celular, me doy cuenta, está apagado. Lo activo y al instante descubro que he perdido varias llamadas, todas son de Victoria…

    Marco el número, su voz suena agitada, Ay, flaco, qué pena, me agarraron en curva, necesito mucho el coche, podrás esperarme, urge que hablemos, aprovecha el tiempo para leer, si no traes nada contigo, busca algo en el salón librería. Asiento, me dirijo hacia el salón sugerido, en el camino me topo con la singular cúpula de yeso al centro de la casa, hago un alto, la observo con repetido placer: es de estilo mudéjar, parece evocar algún rincón de la Alhambra…

    Reanudo la marcha, pronto me encuentro con el letrero dispuesto en la entrada del salón librería:

    Hay multitudes libres y las hay también sojuzgadas. Las libres se orientan más por la esperanza que por el miedo, las sojuzgadas más por el miedo que por la esperanza. Aquéllas procuran cultivar la vida, éstas simplemente evitar la muerte. aquéllas procuran vivir para sí, éstas subsisten por voluntad del vencedor.

    Baruch D’Spinoza

    Spinoza, vaya enjuague el que tuvo mi amigo con este personaje. Seguro que el desconcierto de Victoria pasa por esa estación... Inmerso en mis elucubraciones, voy hasta un estante que oferta diversas revistas. Examino posibilidades, me encuentro con un ejemplar que captura mi atención: Exoteria… anuncia un artículo que me desbalancea: Cábala hebrea y Palíndromos. Nexos insospechados. Voy a la sinopsis de la entrega, mi razón queda aún más revuelta: Hay ocasiones en que las emanaciones de la cábala hebrea (sefirot), se manifiestan en el mundo terrenal a través de frases o números palindrómicos…

    Intrigado con lo que acabó de leer compro la revista. Para repasar el artículo decido regresar a la mesa de costumbre. En ruta me cruzo con el pasamanos de roble americano de la escalera que conduce al primer piso, recargo mis brazos en su madera. Arriba está el departamento que Victoria le acondicionó a mi amigo, Para que cuando vengas a México estés cómodo, querido tío. Subo la mirada, descubro que la puerta de ese espacio está acongojada. No es para menos, el noble inquilino que apenas hace ocho días la accionaba, jamás volverá a hacerlo. Respiro hondo, pausado y a cuatro tiempos. Recupero el aliento, reinicio el trayecto. En el camino compruebo el buen gusto de los cuadros colgados en las paredes y la delicadeza de muebles, lámparas, espejos y objetos dispuestos aquí y allá. Hago un nuevo alto, observo a la gente que llena el lugar, lo reitero, los amantes de la libre expresión y la democracia aman ya este sitio a rabiar. Lo que ha sucedido con el Café de… es un acto de prodigio. Apenas si abrió sus puertas hace catorce meses y hay que ver cómo rebulle, me pregunto qué será de él ahora que mi amigo se ha ido para siempre…

    Recupero el paso, poco antes de llegar a mi destino, me asalta la acuarela blanco y negro que hace algún tiempo trajo Baruj de Israel. La resguarda un marco dorado, ocupa un buen lugar

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