Schelling-Heidegger: Inicio, abismo y libertad
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Schelling-Heidegger - Fernando Pérez-Borbujo
Fernando Pérez-Borbujo
Jacobo Zabalo Puig
Carlos Girón Lozano
Schelling-Heidegger
Inicio, abismo y libertad
Herder
Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Ciencia e Innovación, en el marco del proyecto de investigación Schelling-Heidegger: Angustia y abismo en la filosofía contemporánea (FF12017-83269-P).
Diseño de la cubierta: Purpleprint creative
Edición digital: Martín Molinero
© 2022, Fernando Pérez-Borbujo Álvarez, Jacobo Zabalo Puig, Carlos Girón Lozano
© 2022, Herder Editorial, S. L., Barcelona
ISBN: 978-84-254-4682-5
1.ª edición digital, 2022
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com).
Herder
www.herdereditorial.com
Índice
PRÓLOGO
1. LA HERENCIA DE SCHELLING EN HEIDEGGER
Fernando Pérez-Borbujo
1.1. El giro (die Kehre) en el marco del proyecto heideggeriano
1.2. La filosofía del «inicio» en el pensamiento de Schelling
1.3. Inicio, abismo y libertad en el giro heideggeriano
1.4. Schelling y Heidegger: dos paradigmas confrontados
2. MAQUINACIÓN Y METAFÍSICA DEL PODER (UNA MEDITACIÓN DESDE LA CRISIS)
Jacobo Zabalo Puig
2.1. Una entrevista póstuma (Prólogo)
2.2. Aportes a la filosofía. Acerca de la «verdad del ser»
2.3. Contra la utilidad del poder. La historia como utopía
2.4. Existencia y fundamento en Schelling: la crisis del mal y el libre albedrío
2.5. «Captarse sobre el propio abismo». El salto y otras metáforas
2.6. Salvación y condena del poetizar (Hölderlin, Kierkegaard, Nietzsche)
2.7. La crisis que somos (a vueltas con el Humanismo)
3. FILOSOFÍA DEL EVENTO: PREGUNTAR POR EL ABISMO DESDE EL PENSAR Y EL POETIZAR
Carlos Girón Lozano
3.1. La importancia de la pregunta
3.2. El preguntar, el salto y la libertad
3.3. El preguntar de los Aportes: el ser, la verdad y el lenguaje
3.4. Poetizar y pensar: creación e instante como vuelta al comienzo
BIBLIOGRAFÍA SELECTA
NOTAS
INFORMACIÓN ADICIONAL
Prólogo
El presente volumen nos aproxima al misterio del silencio de Heidegger durante la década de 1936-1944, justo en plena Segunda Guerra Mundial, cuando se gesta el famoso giro (Kehre) de su filosofía. En ese período Heidegger se encuentra confrontándose con el pensamiento de Nietzsche —el último metafísico, cuya voluntad de poder caracteriza la esencia de la Gestell tecnológica occidental—, y la poesía de Hölderlin, en la que aletea el ocaso de los dioses y la espera del último Dios.
En ese contexto del final de la metafísica, marcado por la muerte de Dios y el advenimiento del nihilismo, frutos de una concepción del ser identificado con la idea, con la pura presencia intelectiva, que olvida el mundo de la vida y de la facticidad real, emerge la nueva filosofía de Heidegger, marcada por sus famosas lecciones sobre el evento (Er-eignis): Aportes a la filosofía. Acerca del evento (1936-1938), Meditación (1938-1939), La historia del ser (1938-1940), La superación de la metafísica (1938-1939), Sobre el comienzo (1941), El evento (1941-1942), Las sendas del comienzo (1944). En realidad, no se trata de siete lecciones independientes, sino de una meditación única que da vueltas en torno a la cuestión fundamental: el inicio. El inicio es la piedra angular del nuevo pensamiento posmetafísico que restaurará la historia del ser, superando su olvido. Dicho inicio, al que se llega por un salto en el que desempeña un papel fundamental la libertad, inaugura una nueva forma de pensar y poetizar, plasmada en la formulación heideggeriana de la cuaterna (Tierra-Mundo-Dioses-Hombres), como forma de un habitar que se opone firmemente a la planetización de una tecnología deshumanizadora que solo busca el dominio del mundo.
No obstante, la laguna que este breve opúsculo viene a colmar es la de la ignorancia que hasta la fecha teníamos de la importancia que la filosofía media de Schelling —su ensayo sobre la libertad, al que Heidegger dedicará dos lecciones (1936 y 1941), y Las edades del mundo— ha tenido para la elaboración heideggeriana de esta filosofía del evento (Er-eignis), en cuanto filosofía del «verdadero inicio». La cuestión radical de un inicio que preceda y funde al pensamiento, no meramente pensado, sino efectivo y real, constituirá la base para la reflexión de Heidegger en torno a la Naturaleza (phýsis) como Verdad (alétheia), la cual permitirá entender la historia del ser no como un puro progreso de una autoconciencia esclarecida, como en Hegel, sino como la interacción entre una libertad originaria del ser y la libertad humana. El hombre es interpelado, en cada época histórica, por un desvelamiento del ser que lo mueve a corresponder libremente, pulsando el espíritu de la época, y sintonizando con ese acontecimiento único que en cada época se desvela bajo una forma diferente, que se recrea variándose, obligando al hombre a pensarlo siempre de nuevo. Para ello el hombre debe arriesgar y confrontarse con el abismo, con lo carente de fundamento, con lo que se encuentra más allá del ser y de lo ente. Todo principiar, todo iniciar refiere a ese misterio de una libertad confrontada con lo abismático, lo abisal, que lo obliga a un salto, a una ruptura, a un verdadero iniciar. Este principio está orientado, tanto en Schelling como en Heidegger, hacia el fin, hacia un horizonte de sentido que polariza toda acción iniciadora. En el inicio resuena ineludiblemente el fin, como ya nos recordó el poeta T. S. Eliot, pues todo iniciar es un ponerse en marcha hacia un fin orientador e invocador. Inicio y fin, alfa y omega vertebran internamente esta trinidad (inicio, abismo y libertad) en la que se gesta la filosofía del inicio en Schelling y Heidegger.
Ofrecemos al lector, pues, una breve guía para adentrarse en uno de los desfiladeros más fecundos y fascinantes de la filosofía: el que une la filosofía oculta de Schelling (1809-1827) con el famoso giro (Kehre) de la filosofía heideggeriana (1936-1944).
1. La herencia de Schelling en Heidegger
Fernando Pérez-Borbujo
Pourquoi y a-t-il quelque chose plutôt que rien (¿Por qué hay algo y no más bien nada?)
L
EIBNIZ
¿Cómo hacer tal justificación sino sabiendo lo que se llega a pensar en este tratado aislado de Schelling? Y, sin embargo, damos ya por supuesto que este tratado aislado alcanza la cumbre de la metafísica del idealismo alemán.
H
EIDEGGER
Por eso montadas allí alrededor / se hallan las cimas del tiempo, y los más amados / viven cercanos, y exhaustos sobre montañas muy separadas.
H
ÖLDERLIN
Heidegger ha dominado de modo hegemónico la filosofía del siglo XX. Desde el eco inicial de Ser y tiempo (1927), durante el período de entreguerras, hasta la Carta sobre el Humanismo (1945), como respuesta a la propuesta humanística del existencialismo sartreano, en la posguerra, la influencia de Heidegger no ha hecho sino ir extendiéndose —en gran parte debido a sus discípulos confesos (Arendt, Jonas) e inconfesos (Sartre, Vattimo, Foucault, Derrida, Agamben, Sloterdijk, Han)— durante todo el siglo, a la par que las tareas de edición de sus lecciones, sus conferencias y sus escritos no publicados, en el marco de su obra completa, nos han permitido ir «deletreando a Heidegger».
Primero conocimos al Heidegger fenomenólogo y ontólogo, centrado en la reflexión en torno al Dasein en referencia a la muerte, preocupado por la historia y la metafísica; después, al Heidegger crítico de la técnica e inspirador de gran parte del pensamiento de la Escuela de Frankfurt; posteriormente, al pensador de la obra de arte y de los poetas; así como aquel que reflexiona sobre el espacio y llega a formular su famosa teoría de la cuaterna, claramente inspirado por sus lecturas, que empezaron a ver la luz, de Nietzsche y Hölderlin. Ese mismo Heidegger fue el que nos legó sus consideraciones en torno al habla como casa del ser, y sus reflexiones metafísicas en torno al lenguaje en sus últimos años, claramente conectados con su reformulación de lo que significa pensar.
La fama hegemónica de Heidegger se vería empañada en los años ochenta por la sospecha de su siempre negada, y nunca declarada, filiación al nazismo en la época del Rectorado (1933), la misma que ya fuera objeto de polémica entre sus discípulos judíos (Arendt y Jonas) justo después de la guerra en el momento de su desnazificación y rehabilitación,¹ manchara su recuperada imagen pública a raíz del libro de Víctor Farías,² el cual volvía a traer a la luz ese pasado inconfeso y de todos sabido. Pero será en nuestro tiempo, a raíz de la publicación de los Cuadernos negros, en 2014, que en su testamento establecía que se publicaran al término de la edición de sus obras completas, a modo de extraña y polémica confesión final, cuando resulte innegable la clara afiliación, breve pero convencida, de Heidegger al Partido Nazi.³
La sombra de Schelling, sin embargo, ha sido mucho menos conocida, más oculta y sibilina, pero yo diría que más alargada. Los inicios del siglo XX estuvieron marcados por el dominio hegemónico de la derecha y la izquierda hegelianas. Hegel fue la figura de referencia para los pensadores fascistas y marxistas y, paradójicamente, dicho predominio de Hegel dejó a su eterno contradictor, Schelling, a la sombra. Es en la década de los años cincuenta, justo con la posguerra, cuando los pensadores franceses e italianos empiezan a interesarse por Schelling como gran crítico del panlogismo racionalista de Hegel: Jean F. Courtine, Vladimir Jankélévitch, Luigi Pareyson, Massimo Cacciari. Menos conocida, pero no menos persistente, es la herencia oculta que Schelling ha ejercido en todos los grandes pensadores del siglo XX: Jaspers, Blumenberg, Kerényi, Habermas, Derrida, Foucault, Deleuze, Vattimo, Žižek, Agamben, Trías, Sloterdijk, Han.
Dicha influencia no es sino la herencia de una mucho más visible, rica y compleja durante el siglo XIX, en autores como Schopenhauer, Hartmann, Rosenzweig, Bakunin, Engels, Burckhardt o Nietzsche.⁴ Destacado es el caso de Kierkegaard, cuya huella en el joven Heidegger ya es notable y conocida.
La pléyade de pensadores influenciados por la disparidad de aspectos de su pensamiento (su crítica a la Modernidad, a las nociones a priori kantianas de espacio y tiempo, su Filosofía de la Naturaleza, de la Mitología y de la Revelación; su crítica a la Razón absoluta, su reivindicación de la libertad y la voluntad, etc.) es incontable, así como los dominios, tanto en las ciencias de la naturaleza como en las humanas, en los que podemos encontrar su impronta e influencia. La riqueza, la complejidad y la variedad de temas de su filosofía han sido una cantera de motivos para la mayoría de los pensadores de los siglos XIX y XX.
Hasta ahora, empero, no era conocida la influencia, clara y palpable, de Schelling en el pensamiento de Heidegger. La razón de dicha ausencia radica en que solo tardíamente (en alemán, en los años ochenta se empieza a formular la teoría de la Kehre heideggeriana) se ha ido conociendo una serie de escritos inéditos de Heidegger, la mayoría lecciones, perteneciente al período de la Segunda Guerra Mundial (1936-1946), que tan solo han sido editados recientemente. Se trata de un período de silencio e introspección en el que, mientras se libra una de las batallas más feroces y encarnizadas de la humanidad en la esfera pública, Heidegger libra la lucha más singular de un pensador con toda la tradición occidental, con la historia de la metafísica desde los inicios del pensar hasta él. En dichos textos, junto con la presencia palmaria de Hölderlin, Hegel y Nietzsche —cuya influencia ha sido objeto de estudio y análisis en los últimos treinta años—, aparece ahora, con nitidez, el papel fundamental y decisivo de la lectura heideggeriana de los libros pertenecientes a la filosofía media de Schelling.
Como intentaremos mostrar, ese encuentro de la aventura del pensamiento heideggeriano con la filosofía media de Schelling fue determinante para el giro (die Kehre) de su pensamiento. Dicho encuentro tuvo lugar de un modo espontáneo y natural como parte del proyecto heideggeriano de avanzar en la historia de la filosofía, moviéndose alternativamente hacia atrás y hacia delante, combinando la lectura de los antiguos con los modernos, en su intento por alcanzar una comprensión más clara y profunda de la historia de la metafísica. La alternancia de dicho movimiento parte de las últimas lecciones de Marburgo dedicadas a Kant y Leibniz (1927-1928), para proseguir posteriormente en Friburgo con la lectura metódica y lineal de Kant, el idealismo alemán (Fichte, Schelling, Hegel) en 1928-1931, para saltar de allí a Aristóteles, Platón, Anaximandro y Parménides (1931-1933), recomenzando de nuevo con Kant y Schelling, integrando esta vez a Nietzsche y Hölderlin (1935 y 1942), para volver de nuevo, en una coda final, al ensayo de la libertad de Schelling (1941) y a Parménides y Heráclito (1941-1942).
En ese proceso de lectura resulta sorprendente la amalgama de autores y motivos, en los que Anaximandro, Aristóteles y Heráclito se anudan con Hölderlin, Nietzsche, Schelling y Hegel. No obstante, la coherencia del camino del pensar heideggeriano es absoluta. La comprensión del papel de la phýsis en conexión con la noción de arché resultará determinante para la comprensión de la verdad como alétheia, en la que desempeña un papel fundamental la libertad en su conexión con el abismo. Dicha comprensión, que constituirá el suelo metafísico del pensar tardío de Heidegger, sería inasequible sin este ir alternativo a la filosofía griega y presocrática, a la par que a la filosofía moderna, que culmina con la filosofía alemana del siglo XIX.
1. El giro (die Kehre) en el marco del proyecto heideggeriano
Fue la salida a la luz de las lecciones sobre el «evento» (Er-eignis) las que permitieron establecer un giro en la filosofía de Heidegger.⁵ El mismo Heidegger, en una mirada retrospectiva, considera las siete obras de este período —Aportes a la filosofía. Acerca del evento (1936-1938), Meditación (1938-1939), La historia del ser (1938-1940), La superación de la metafísica (1938-1939), Sobre el comienzo (1941), El evento (1941-1942), Las sendas del comienzo (1944)— jalones de un camino único hacia una tierra ignota, hacia un nuevo continente de la filosofía.⁶ En realidad, no se trata de siete obras, sino de una meditación única que da vueltas, profundizando en una única idea, que hará estallar todo el camino de Heidegger: el inicio. Dicho inicio lo es tanto de la historia del ser (Geschichte des Seyns) como del pensar. La rúbrica de ese doble inicio —el de la superación de la metafísica que supone salir más allá de ella y superar el olvido del ser; y el del pensar que, ahora hermanado con el poetizar, es un dejar desvelarse la verdad del ser, lo cual implica una subjetividad abierta a la raíz fundante de lo que se da a pensar— es el acontecimiento (Ereignis). Todo el esfuerzo de esa meditación única, silenciosa y singular se dirige a atender a la naturaleza y cualidad de ese acontecer. La raíz alemana de Er-eignis le permite a Heidegger resaltar su carácter de apropiación y singularidad. Ese acontecer, que está teniendo lugar en el pensar heideggeriano de ese período, en medio del fragor de la Segunda Guerra Mundial, en compañía de esos interlocutores de la tradición, reciente y lejana, es un volver a sacar a la luz lo olvidado, lo reprimido: el carácter fundante e inicial del ser.
La filosofía francesa, inspiradora de gran parte del pensamiento contemporáneo, se ha centrado más en el carácter y la naturaleza de dicho evento (Er-eignis).⁷ Sin ninguna duda, el propio Heidegger propició esa lectura, dado el énfasis que pone en el término, que para él implica una fractura, un corte, una discontinuidad irreparable en el curso de la metafísica. Dicha ruptura está fuertemente marcada por sus lecturas del idealismo alemán y del Romanticismo tardío. Hegel, Nietzsche y Hölderlin no pudieron concebir los acontecimientos de su época sino como un hecho determinante en el curso de la historia europea y en el seno de la historia del cristianismo. Bajo la idea de «huida de los dioses griegos» en Hegel, del «ocultamiento de lo divino» en Hölderlin o de la «muerte de Dios» en Nietzsche, solo se trata de pensar ese acontecimiento inédito en la historia de la metafísica, o en la historia del ser.
Será ahora cuando dicha lectura conduzca a Heidegger, como a Nietzsche, a concebir la necesidad de salir del ocaso de la metafísica, de la historia del nihilismo europeo. La historia está determinada por el olvido del ser, propiciado desde Platón por la identificación del ser con lo ente, la presencia y la idea, que irá dando lugar paulatinamente a la transformación de esta voluntad de saber, cierto y seguro, en una voluntad de poder, de dominio, cuya raíz constituye la esencia misma de la técnica en tanto Gestell dominadora y mancilladera del carácter divino y sagrado de la Naturaleza, la Tierra, los dioses y los hombres. Esa historia de la metafísica culmina con el último de los metafísicos, Nietzsche, aquel que, en nombre de la vida y de la voluntad de poder, intentó derrocar el imperio de la Razón, el cálculo y el dominio occidental sin conseguir librarse de la subjetividad moderna que es su correlato. El propio Heidegger, en un discurso ambiguo, ve sus primeras obras, y más concretamente Ser y tiempo (1927), dominado aún por esa historia de la metafísica en la que la subjetividad, de la que porfía en vano en librarse, desempeña un papel central.⁸
Sabemos que Ser y tiempo supuso el esfuerzo