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Nietzsche actual: reflexiones ineludibles sobre un clásico intempestivo
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Libro electrónico387 páginas5 horas

Nietzsche actual: reflexiones ineludibles sobre un clásico intempestivo

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Este libro retoma aquel empuje crítico del pensamiento nietzscheano en cuanto efecto de turbulencia: para agitar así las bases de aquello erigido como comunidad pretendidamente civilizada, ordenadora del mundo y constructora de futuro.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 may 2022
ISBN9786074178593
Nietzsche actual: reflexiones ineludibles sobre un clásico intempestivo
Autor

Pablo Lazo Briones

Pablo Lazo Briones es doctor en filosofía por la Universidad de Deusto, Bilbao, España. Es autor de los libros: Crítica del multiculturalismo, resemantización de la multiculturalidad (Plaza y Valdés, 2010); Interpretación y Acción. El sentido hermenéutico del pensamiento ético-político de Charles Taylor (Ediciones Coyoacán 2007); La frágil frontera de las palabras. Ensayo sobre los débiles márgenes entre literatura y filosofía (Siglo XXI Editores, 2006). Es cocoordinador y coautor de los libros colectivos Slavoj Zizek. Filosofía y Crítica de la Ideología (UIA, 2012), Corporalidades (UNAM/UIA, 2010) y Ética, Hermenéutica y multiculturalismo (UIA, 2008), Tradujo el libro de Richard Bernstein, El Giro Pragmático (Anthropos, 2014). Sus principales líneas de investigación son la filosofía política, la hermenéutica y la filosofía de la cultura. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel 1.

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    Nietzsche actual - Pablo Lazo Briones

    Imagen de portada

    Nietzsche actual.

    Reflexiones ineludibles sobre

    un clásico intempestivo

    Nietzsche Actual.

    Reflexiones Ineludibles Sobre

    Un Clásico Intempestivo

    Paula Arizmendi y Pablo Lazo

    (coordinadores)

    Universidad Iberoamericana

    UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA CIUDAD DE MÉXICO.

    BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGERO

    D.R. © 2022 Universidad Iberoamericana, A.C.

    Prol. Paseo de la Reforma 880

    Col. Lomas de Santa Fe

    Ciudad de México

    01219

    publica@ibero.mx

    Versión electrónica: abril 2022

    ISBN: 978-607-417-859-3

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

    Hecho en México.

    Digitalización: Proyecto451

    ÍNDICE

    Prefacio. Un Nietzsche para el siglo XXI. Germán Cano

    Prólogo. Nietzsche actual. Reflexiones ineludibles sobre un clásico intempestivo. Paula Arizmendi y Pablo Lazo

    Primera sección. Nietzsche hoy: apuntes sobre una filosofía y un estilo intempestivo

    Nietzsche,s Kitchen. Prolegómenos para una filosofía de la alimentación. Ángel Octavio Álvarez Solís

    Breve nota sobre el estilo aforístico de Friedrich Nietzsche. Carlos Mendiola Mejía

    Verdad, estilo y delirio en la escritura de Nietzsche. Reflexiones a partir de Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Pablo Lazo Briones

    La pasión del conocimiento. Crescenciano Grave

    ¿Cómo Nietzsche supera el nihilismo y deviene antinihilista? Gonçal Mayos

    Segunda sección. Nietzsche y los interlocutores del (¿ayer?) mañana

    Deleuze, lector de Nietzsche. José Ezcurdia

    Preplatónicos y la verdad de los milesios: Nietzsche und die Nullzeit der Philosophie. Panagiotis Deligianakis

    Así habló Maquiavelo: potencia agónica y política desviada en tiempos de pasiones tristes. Dante Ariel Aragón Moreno

    Nuevos sentidos políticos a partir de Nietzsche. Silvia L. Gil

    Entre el velo y la pasión del conocimiento. Nietzsche como pensador de transición. Germán Cano

    Bibliografía

    Semblanzas

    PREFACIO.

    UN NIETZSCHE PARA EL SIGLO XXI

    (1)

    Germán Cano

    Hoy la inagotable atracción por Nietzsche parece oscilar entre la constatación de los peligrosos excesos del siglo XX –¿no fue un peligroso militante cultural?, ¿una tentación funesta para el pensamiento emancipador?– y una urbanización liberal de su filosofía artista en un plano académico no pocas veces políticamente inocua. Demasiada hybris para el pensamiento liberal y escaso compromiso con las abstracciones emancipatorias y sus categorías de totalización para la tradición marxista. Sin embargo, como ha destacado Alain Badiou, llama la atención que, en la funesta década de 1990, todos los filósofos reactivos de Francia se unieran para declarar la guerra a Nietzsche y a su influencia. La venganza contra mayo del 68 cristalizó en un libro manifiesto, Por qué no somos nietzscheanos, recibido de manera favorable en un claro contexto de restauración política europea neoliberal. Y, sin embargo, podemos hoy preguntar: ¿Nietzsche educa aún en el siglo XXI? ¿No está su buena nueva demasiado próxima a una confianza literaria cuyo marco pedagógico está en trance de desaparecer? ¿Qué dice Nietzsche a nuestro futuro o, más bien, a nuestra imposibilidad de pensar el futuro?

    Como ha comentado Mark Fisher, puede que la tesis de Fukuyama de que la historia ha llegado a su clímax con el capitalismo liberal haya sido muy criticada, pero se la sigue aceptando, aunque sea en el plano de nuestro inconsciente cultural.

    […] hay que recordar que la idea de que la historia había llegado a destino no tenía solamente acentos triunfalistas, ni siquiera en la época en la que Fukuyama presentó su tesis. El mismo Fukuyama advertía que su radiante ciudad neoliberal soportaría la amenaza de los espectros, aunque pensaba en espectros nietzscheanos más que marxistas. Ciertamente, algunas de las páginas más anticipatorias de Nietzsche son aquellas en las que describe la sobresaturación de historia de una cierta época, que puede llevarla a ejercer una peligrosa ironía consigo misma, como escribió en las Consideraciones intempestivas, y finalmente al cinismo, más peligroso todavía. (2)

    2

    Sin duda, como los espectros de Marx y Freud, cada vez más invocados por un presente desorientado, el de Nietzsche es interesante tanto por lo que abordó en contaminación con los problemas tóxicos de su época como por su recepción, que atraviesa el llamado corto siglo XX. Más que maestros de la sospecha, los tres fueron educadores complejos de nuestra encrucijada.

    Por ejemplo, ¿pueden entenderse las vanguardias artísticas sin Nietzsche? Evidentemente no. Tampoco las luchas culturales y las nuevas gramáticas del malestar. Nihilismo llamó a este punto y aparte. Este análisis del malestar resuena con nuevos ecos en nuestra era pandémica donde fenómenos como el trumpismo no pueden entenderse al margen del célebre diagnostic de el último humano. Hoy nos acercamos a quien sintió el campo de batalla de un cambio de época con la misma curiosidad que nuestros antepasados, pero conocedor de sus funestos abusos y recortes hermenéuticos, para convertirlo en una suerte de viagra para la impotencia de sectores sociales resentidos con los desafíos de la modernidad. Hannah Arendt, discípula y amante del mago de Messkirch, se llegó a preguntar con perspicacia por qué el preferido del pueblo en la Alemania nazi dejó de ser Chaplin para convertirse en Superman.

    ¿Qué había pasado? En la situación de crisis en Weimar, el repliegue histórico empezaba a recelar del pequeño clown y su inclasificable vagabundeo. Aunque Nietzsche no se cansó de hablar con desprecio del lector egocéntrico perezoso, ¿su retórica eufórica no terminó siendo seductoramente halagadora del peor señor que vivía en cada humillado por el cambio de época? Si se enfatiza que hablaba para pocos y para nadie, ¿no sedujo a muchos, incluso demasiados? No podemos olvidar tampoco cómo dos laboratorios privilegiados de su recepción, Weimar y el 68 francés, son todavía para nosotros dos espejos históricos desde donde nos miramos para comprender nuestras perplejidades.

    Sin embargo, Nietzsche no fue un fascista, ni un Incel nostálgico, tampoco un posmoderno aligerado de herencias históricas. Más bien fue alguien que, como Marx, se tomó en serio la dialéctica de la modernidad; y había que habitar sus tensiones. Marshall Berman lo vio bien en un libro espléndido: Todo lo sólido se desvanece en el aire. Hay algo que no se ha enfatizado lo suficiente: Nietzsche no es sólo –y no tanto– un destructor, un martillo, un killer del cristianismo, sino alguien que por tomarse muy en serio su herencia entendía que debía inventar algo a su altura para volver a apasionarse y confiar en el mundo.

    Su particular Proyecto HombreÜbermensch– parte de una premisa: más que de ideologías combatidas desde una razón depurada de afectos hay que desintoxicar al último humano, nosotros, de adicciones tóxicas que debilitan nuestros cuerpos. Éstos son ecos del materialismo de Spinoza, que valoraba en gran medida. Por ello su búsqueda materialista de la salud pasa por cuestionar aquellas doctrinas pastorales que seducen a los individuos identificando carencias en el deseo y tratando de colmarlas ficticiamente. La clave del cuidado del alma sana reside en tomarse a sí misma como una potencia virtuosa que, sobre todo, es desviada por ilusiones, las cuales, descuidándonos, amenazan con debilitarnos. En realidad, sólo un enfermo obligado a cuidar de sí como Nietzsche podía entender la enfermedad –añadida de forma artificial por poderes ajenos de separar a la fuerza virtuosa de lo que ella puede, de adiestrarla en la derrota. En Aurora, al evocar a Marco Aurelio, señala: "El botiquín de batalla del alma. ¿Cuál es el remedio más poderoso? La victoria".

    Encontramos en su reflexión enferma todo lo que hoy nos asedia: 1) el destronamiento de la masculinidad por una nueva sensibilidad feminista, una cuestión hoy acuciante a tenor del diálogo crítico entre el feminismo de la igualdad y el feminismo de la diferencia; 2) la identificación de la tentación populista, un problema que abordó en primera persona tras su compleja desintoxicación del romanticismo wagneriano; 3) el ocaso de la sociedad disciplinaria durante la década de 1960 y los problemas políticos de gobierno; 4) las nuevas singularidades poshumanas, y 5) la lucha entre el principio de realidad y el del placer. ¿No necesitamos una nueva relación con la naturaleza, la interna y la externa, como muestra la crisis ecológica? ¿Debemos inventar algo a la altura de nuestra herencia histórica que nos haga ser algo más que cansados epígonos del realismo capitalista? Algo que hoy se nos olvida: Nietzsche nunca dejó de amar a Prometeo como modelo de su programa cultural de futuro, como Marx en otras claves políticas.

    3

    Una forma clásica de acercarse a Nietzsche es percibir su posición como un simple crítico ilustrado del prejuicio de la moral que plantea la dicotomía entre la tutela moral y el llamado espíritu libre. El problema de esta lectura es que pierde algo importante: la ambivalencia de la moral. Es cierto que para Nietzsche hay una flagrante incompatibilidad entre ésta y el hombre libre, ilustrado, pues éste ya no puede actuar movido por la obediencia a la tradición, sino por otros motivos distintos, entre los que se incluye el cuidado de sí individual. Bajo este punto de vista, la moral es una amenaza y un obstáculo para que el ser humano pueda alcanzar su máxima dignidad. Ahora bien, la revelación históricamente tardía de este carácter parasitario de la moral, su aparición como problema en virtud de su creciente e irreversible falta de legitimidad y poder ha de ir acompañada, en sus inevitables herederos, de una comprensión agradecida como escalera cultural, un error o cadena (en su doble sentido de continuidad y opresión) que sirve para salir de las exigencias groseras de las demandas de una naturaleza perdida de forma irreversible.

    Este punto es decisivo, porque apunta a que Nietzsche no entiende simple e ingenuamente que exista una oposición entre el espíritu libre y la moral, como si el primero pudiese desligarse con facilidad, emanciparse, liberarse de la segunda. Esto es importante: no hay liberación de la moral, como no hay liberación del poder que no sea una recaída en la impotencia como demuestra, para Nietzsche, el funesto ejemplo revolucionario de Rousseau, un contramodelo fundamental para él para subordinar la política a una suerte de medicina social. De ahí los límites del liberalismo, pero también del socialismo –la clase imposible–, toda vez que ambas concepciones no comprenden de manera adecuada la relación entre la libertad y el poder. No entienden, por su óptica antimédica, el problema cultural de la importancia del cuidado médico de la libertad, la hybris del cuidado de sí.

    [...] hybris es nuestra actitud con respecto a nosotros, –pues con nosotros hacemos experimentos que no nos permitiríamos con ningún animal, y, satisfechos y curiosos, nos sajamos el alma en carne viva: ¡qué nos importa ya a nosotros la salud del alma! A continuación nos curamos a nosotros mismos: estar enfermo es instructivo, no dudamos de ello, más instructivo aún que estar sano, ... quienes nos ponen enfermos nos parecen hoy más necesarios incluso que cualesquiera curanderos y salvadores. Nosotros nos violentamos ahora a nosotros mismos, no hay duda, nosotros cascanueces del alma, nosotros problematizadores y problemáticos, como si la vida no fuese otra cosa que cascar nueces, justo por ello, cada día tenemos que volvernos por necesidad, más problemáticos aún, más dignos de problematizar, ¿y justamente por ello, tal vez, más dignos también... de vivir? (3)

    Reparemos en esta hybris orientada a desgarrar de forma inmisericorde tanto el velo de la moral –esa costumbre naturalizada por el paso del tiempo– como el velo de la subjetividad. Desde este paso, la moral se des-vela como una gramática del dolor que hoy pierde sentido, una ilusión adictiva que nos permite amar y confiar, pero también una tradición que ordena ya sin razón. Esto es, un tejido cultural de valores inconscientes que se han hecho cuerpo en nosotros funcionalizando socialmente nuestra singularidad en aras de la comunidad; un velo antropológico de relaciones sociales; un manto que termina de olvidar su procedencia coactiva, y una escalera disciplinaria –la cadena cultural– que nos permitió, en su día, la posibilidad cultural de salir de la naturaleza y hoy se revela como contraproducente para crear posibilidades de futuro. De ahí que el nuevo educador sea, en lo básico, un desintoxicador, y la práctica filosófica habite en una molesta, ofensiva e incómoda clínica de rehabilitación. El Proyecto (sobre) Hombre de Nietzsche parte de una pregunta capital: ¿cómo combatir el síndrome de abstinencia que la pérdida de la moral, y la muerte de Dios, supone para nosotros?

    Los textos de Nietzsche actual constituyen un cuestionamiento lúcido, auténtico, heterodoxo, para repensar la propia categoría de actual que ostenta Nietzsche desde hace más de cincuenta años […] Nietzsche actual pretende construir un diálogo que haga las veces de puente y de meta para una reflexión abierta, libre de presupuestos de autoridad o preconcepciones de idolatría de una figura de lo clásico. […] Incluso tal actitud dialogante nos apertrecha de la pleitesía dogmática del mismo Nietzsche cuando no se toma como pensador, sino como personaje de una interpretación clásica nietzscheana empobrecida. En tal caso –que sería el más frecuente en nuestros medios académicos de vulgarización del pensamiento– la exégesis dogmática nietzscheana actúa contra el mismo Nietzsche. (4)

    Cierto es lo asentado en el Prólogo. Hoy podemos ser antinietzscheanos –y en cierta medida, ¿cómo no serlo?–, pero, desde luego, difícilmente seremos ya prenietzscheanos. Este volumen, editado por Pablo Lazo y Paula Arizmendi, aspira en lo básico a seguir con este diálogo necesario e inconcluso.

    1. Este texto es derivado del trabajo previamente publicado en https://www.elsaltodiario.com/el-rumor-de-las-multitudes/un-nietzsche-para-el-siglo-xxi.

    2. M. Fisher, Realismo capitalista (Buenos Aires: Caja Negra, 2017), 15.

    3. Genealogía de la moral III, 9.

    4. Pablo Lazo y Paula Arizmendi (Coords.), Nietzsche actual. Consideraciones ineludibles de un clásico intempestivo (Ciudad de México: UIA, 2021), 18-19.

    PRÓLOGO.

    NIETZSCHE ACTUAL.

    REFLEXIONES INELUDIBLES SOBRE UN CLÁSICO INTEMPESTIVO

    Paula Arizmendi y Pablo Lazo

    ¿Son los clásicos algo necesario? Ante esta pregunta mucha de la tradición esgrimirá un rotundo ¡sí!: es necesario como fundamento, como aprendizaje, como piedra de toque para construir conocimientos a partir de allí, aseverarán. Aún más tajante será la opinión de algunos otros: los clásicos lo han dicho todo, somos una nota a pie de página y no haría falta sino descifrar lo que ellos ya habían vaticinado. ¿No serviría el clásico para mirar a través del espejo y descubrir en su figura nuestro reflejo, como si todos fuéramos transparentes? Pero, ¿somos eso, un reflejo de la figura hercúlea de esa estatua que es el clásico? ¿Somos una representación de lo clásico o lo clásico es una representación nuestra, o ambas?

    He ahí una consecuencia cruel que no suele agradarnos demasiado: justamente, uno de los más acuciantes problemas de los clásicos surge al repensar cualesquiera manifestaciones o reverberaciones de estos monstruos sagrados. Cuando se cavila sobre el clásico, cada vez que se le menciona, suele aterrizarse en una cierta devoción que, casi de forma inevitable, va alejándonos de su noción original, un escalón cada vez, hasta llegar a no poder observar casi nada. Porque al tiempo que se le da importancia y se le enaltece, también se le remata, se le petrifica, se le transforma en un fantasma y en un esperpento, y, quizás, también nos transformamos en lo mismo nosotros con ellos. Así, el propio concepto de clásico sería ya un clásico, pero en el sentido de que no es capaz de mentar lo importante en verdad de dicha noción: lo inclasificable, lo insondable, lo que no es posible decir sin malentenderlo. ¿Y cómo sería posible revolverse en contra de esto, subvertir la misma tradición que lo anquilosa todo? ¿Cómo volverlo vivo, cómo alejarlo de su tumba e infundirle un espíritu ligero, un mohín pícaro, un movimiento danzarín?

    Frente a esta visión imperante, habría que apuntar otras preguntas, quizá más interesantes y no siempre mencionadas a la hora de enfrentarse a un clásico, que casan con algunas perspectivas nietzscheanas: en primera instancia, ¿cómo quiebra un pensador la tradición filosófica? ¿Y cómo lo clásico quiebra a un pensador? El criterio agonístico, profundamente nietzscheano, puede ayudarnos a comprender otras aristas y, tal vez, a decirlo de otra manera. En esta tónica, los ensayos reunidos en este libro, cada uno bajo su propia perspectiva crítica, responden esta doble pregunta que podemos hacernos hoy frente a la filosofía nietzscheana. La primera indica la labor de sospecha permanente, de desarticulación e incluso de demolición de un edificio teórico y cultural que se ampara en su propia reiteración de valoraciones y convenciones tradicionales. Es la labor de filosofar con el martillo que Nietzsche llevó a cabo. La segunda pregunta indaga por el camino inverso: lo considerado clásico en la filosofía tendría la potencia de desarticular al pensador y quebrar sus argumentos, la fuerza de poner en tela de juicio sus propias acusaciones y reivindicar una reflexión que vuelve una y otra vez, asegurando un sentido de verdad.

    Como ya anticipábamos líneas atrás, al intentar responder aquellas preguntas –provisionalmente, hay que admitirlo siempre– lo que se intenta en este libro es justo ello: que, siendo un texto académico, salga de la clasificación de la erudición y del academicismo moribundo, que no sea un aburrido discurso de lo-ya-sabido. En suma, que salte por los aires cuando se lean sus textos. ¿Acaso no le hubiese gustado eso al Nietzsche más ilustrado, al que pretendía emancipar a sus lectores, aquéllos del mañana?

    De esta manera, los textos de Nietzsche actual constituyen un cuestionamiento lúcido, auténtico, heterodoxo, para repensar la propia categoría de actual que ostenta Nietzsche desde hace más de cincuenta años: porque repensar la propia actualidad no representaría ya una atrocidad, una afrenta al deseo de Nietzsche, pero, ¿quién podría decir que sabe cuál es? Antes bien, nuestros textos intentan examinar algunos aspectos de una nueva dimensión de la subjetividad, disquisición de raigambre por completo nietzscheana: un examen de nosotros mismos que surge no desde una universalidad ahistórica y totalitaria que pende de una pretensión netamente moderna, sino de una especificidad y un espíritu juguetón. Es una indagación de las estructuras, las voluntades y los contrapesos que nos han traído hasta aquí. Sino ésa sería la aspiración de nuestro filósofo, y ésa es la sola finalidad que nos anima al escribir un texto con tantas dificultades –como suele suceder a todos los hombres, apuntaba Borges– en un tiempo en particular vertiginoso e incierto.

    Y es que, en esta ida y vuelta de la crítica a la tradición clásica y de ésta a aquélla, Nietzsche actual pretende construir un diálogo que haga las veces de puente y de meta para una reflexión abierta, libre de presupuestos de autoridad o preconcepciones de idolatría de una figura de lo clásico. Incluso este ir y venir en la apertura del diálogo entre crítica y tradición clásica pone en juego una operación de interpretación más allá de la veneración y la pleitesía propias de cualquier apropiación dogmática de una posición filosófica. Es más, tal actitud dialogante nos apertrecha de la pleitesía dogmática del mismo Nietzsche cuando no se toma como pensador, sino como personaje de una interpretación clásica nietzscheana empobrecida. En tal caso –que sería el más frecuente en nuestros medios académicos de vulgarización del pensamiento– la exégesis dogmática nietzscheana actúa contra el mismo Nietzsche. Se trataría, así, de una reducción de su pensamiento a formulaciones fáciles y repetitivas, que hacen las veces de instrumentos de aceptación y reconocimiento de quien las recita una y otra vez. Son los salvoconductos de una academia fácil y acomodaticia, perezosa a la hora de reactualizar y poner en sus propios términos incluso la idea nietzscheana de que no hay filosofía si no es en la recreación y distancia respecto a los dogmas que paralizan el pensamiento. En este seguimiento cómodo, utilitario y perezoso de la obra de Nietzsche, pobremente se sigue el mensaje de Zaratustra: Mal se retribuye a un maestro, cuando se permanece siempre su discípulo. ¿Y por qué no deberíais deshojarme la corona? Me veneráis, pero ¿qué ocurrirá si un día se desvanece vuestra veneración? ¡Tened cuidado de no ser aplastados por una estatua!. (5)

    Como se observa en esta cita, el cuestionamiento y hasta el rechazo de estos convencionalismos academicistas es lo defendido en gran medida por los autores de este libro. Sus abordajes operan siempre en la estrategia de resistencia a una consolidación dogmática de lo dicho como aseguramiento y pase de una posición de ventaja, de lo que podríamos llamar una ganancia rentable del pensamiento de Nietzsche. En un texto de juventud, él mismo llama al conglomerado de fórmulas y esquemas abstractos utilizados para tales fines serviles como columbarium de conceptos, es decir, la necrópolis a donde vienen a morir las intuiciones filosóficas que otrora tuvieron una fuerza de transformación de la vida y de subversión de las valoraciones asentadas. O dicho con la metáfora crítica que aparecerá después en Así habló Zaratustra, tal prevalencia de lo clásico es el imperio del espíritu de pesadez que mata toda aventura del espíritu –todo intento de creación y valoración nueva–, pues es la extensión de una actitud nihilista en el medio de lo que llamamos conocimiento.

    Por otras rutas quieren orientarse los autores de este libro. Las rutas del diálogo crítico en el que lo clásico de la filosofía, y Nietzsche mismo considerado como pensador clásico, se reactualizan en una confrontación y un cuestionamiento constantes que llevan a recrear su obra. Bajo esta óptica, Nietzsche es reinterpretado como el pensador que contrasta las pretensiones de verdad totalitaria de los grandes relatos trascendentes y de una verdad absoluta con la idea del perspectivismo. Un perspectivismo (no muy lejano de la idea de juegos del lenguaje actual) que más bien trata de una deslegitimación de toda pretensión de regulación y trascendencia abstracta, en el sentido de que ya no pretende una fundamentación última y que, además, borra por consiguiente la idea de margen o frontera como dominio de un discurso ya asentado sobre el propio Nietzsche, que se convertiría, en consecuencia, en el mismo fantasma de los demás clásicos. En suma, se trata de abordajes que llevan la trama de los textos nietzscheanos siempre más allá de su propia parálisis y pobreza de interpretación. La fuerza de la interpretación nietzscheana de la óptica del mundo como un mero perspectivismo, y no como la detentación de su sentido y verdad últimos, tiene la consecuencia del constante escurrir de los discursos por debajo de la rendija de la puerta, mientras se pretendía encerrarlos en cubículos asépticos y controlados. Ésta es la aspiración y el talante de los textos que se aventuran aquí por rutas no predispuestas.

    Para concluir, habremos de decir, siguiendo la poderosa metáfora que pone en juego Nietzsche en el prefacio de Más allá del bien y del mal, que los argumentos de los autores que componen este libro luchan por vencer una voluntad de verdad enmascarada en el supuesto de una venerable tradición academicista, es decir, se debaten contra una voluntad de dominio de un campo de saber que se enmascara de verdad fija, trascendente, humanista por sus buenas intenciones y universal por pretender haber alcanzado los hechos del conocimiento. Todo autoengaño respecto a los fines del pensar, toda máscara de temor, resentimiento o prevalencia de un valor dado, se pondrán en entredicho desde las más distintas perspectivas en el libro que el lector tiene en sus manos: la filosofía política, el estilo literario de una crítica filosófica, los hábitos en las formas culturales que continúan una negación del cuerpo y su ruptura mediante la afirmación de las pasiones del cuerpo.

    Nietzsche actual se divide en dos secciones abiertamente fecundas: la primera, sobre los estilos y las formas que constituyen (pues corren paralelos, se contaminan y terminan por hacerse uno) su contenido intempestivo, tan hecho para el mañana; un escrutinio en torno a los hilos sueltos que desde perspectivas heterodoxas ha dejado inconcluso el pensador alemán y que esperan respuestas de una filosofía atrevidamente actual, del futuro. Para muestra, basta un botón: Ángel Álvarez, el primero de nuestros autores, elabora una aguda disección en términos alimentarios del Nietzsche filólogo-filósofo en lucha contra la misma filología, con la finalidad de plantear la posibilidad de una dietética moderna, habida cuenta de que Nietzsche considerara el cuerpo como un artefacto dietético.

    Carlos Mendiola, por su parte, analiza brevemente (¿podría ser de otra manera?) las minucias que se encuentran en el interior del estilo aforístico de Nietzsche, desde la estratagema –acaso también nietzscheana– de extrapolar motivos literarios y biográficos para comprender la urgencia y la precisión del agudo estilo del filósofo alemán.

    En un siguiente artículo, Gonçal Mayos interpreta brillantemente a Nietzsche desde la perspectiva de guerrillas, como un pensamiento crítico-guerrillero que va a contracorriente del nihilismo, y se define como antinihilista, ¡y sin entrar en contradicciones! A partir del análisis del nihilismo en la tradición, y saltando la trampa de la transvaloración nihilista, Mayos identifica uno de los puntos fuertes de Nietzsche: el superar la vivencia traumática del nihilismo, para advenir al transhombre, en la más pura inmanencia y la más pura alegría…

    Montado a horcajadas en una argumentación entre filosofía y literatura, Pablo Lazo discute la relación entre estilo, crítica de la voluntad de verdad y delirio en la obra temprana de Nietzsche. Reconsiderando de forma crítica la afirmación de Alain Badiou acerca de que Nietzsche es un antifilósofo que termina por defender su propia autoafirmación como acontecimiento de división de la historia del mundo en dos mediante una sutura poética, se pone en cuestión el argumento que atribuye esta defensa a su locura, a su lenguaje delirante. Por último, se valora el gesto de desenmascaramiento que un estilo literario hiperbólico ejerce sobre un ideal de racionalidad puramente formal, es decir, el reverso de la crítica de Badiou a Nietzsche.

    El ensayo a cargo de Crescenciano Grave se concentra en la interpretación del carácter subversivo de Aurora, obra preeminente de un Nietzsche maduro consciente del alcance de su propia apuesta por un terreno moral más allá de las valoraciones preconcebidas que pretenden ser el suelo firme de nuestros actos. Esta subversión que se busca en el texto de Nietzsche, a pesar de su alcance transvalorador, no implica un movimiento de extrema violencia, sino de la sutileza y el carácter afirmativo que componen la misma obra revisada.

    La segunda parte del libro, Nietzsche y los interlocutores del (¿ayer?) mañana, entra en un fructífero diálogo con los filósofos-hermanos-pares-contrincantes de Nietzsche: el pensamiento que, desde la heterodoxia, completaes sólo el pensamiento rompecabezas nietzscheanos, dejados adrede sin terminar.

    Poniendo de relieve la relación creativa y crítica entre Nietzsche y Deleuze, el ensayo a cargo de José Ezcurdia se propone rastrear la impronta del primero sobre la filosofía inmanente y antidogmática del segundo. Lo que busca Ezcurdia son los elementos de articulación e interpretación de la lectura de Deleuze sobre Nietzsche como algo más que una fuerte influencia o herencia: lo que se quiere explicar aquí son los nodos de la creación de su apuesta de pensamiento que necesariamente reconfiguran elementos nietzscheanos.

    Panagiotis Deligianakis apunta hacia un periodo en particular oscuro de la vida teórica de Nietzsche: su afición por desentrañar las teorías preplatónicas que, sin dudarlo, conllevan a una sacudida del habitual platonismo academicista. Este texto discurre gratamente sobre la potencia del mito, la fascinación por la lírica y la gnómica esporádica como grado previo de la filosofía lo que, en suma, da paso sin dudar a una cierta intempestiva filología filosófica.

    Para Dante Aragón Moreno la relación de poder y la política encuentra una conexión creativa entre Maquiavelo y Nietzsche, tanto así que se puede pensar desde la transferencia de los recursos críticos entre uno y otro. Las relaciones que provoca el pensamiento de Nietzsche en su resonancia con Maquiavelo siempre ocurren en las relaciones conceptuales que necesariamente se multiplican en un plano de inmanencia, según su conexión de emparentamiento creativo. De este modo, el autor puede sostener que la potencia agónica como lucha permanente de contrarios es lo que genera la relación política.

    Por su parte, Silvia L. Gil se enfrenta al inevitable fenómeno de la violencia, en particular desde contextos como el latinoamericano, en donde va en juego la vida en relaciones desiguales y profundamente asimétricas. Todo ello al calor de una pregunta apremiante: ¿cómo conciliar la filosofía vitalista nietzscheana con la precariedad y la violencia de las sociedades actuales, insertas además en las nuevas lógicas de la extrema derecha en el mundo? Desde perspectivas feministas, que no sólo se piensan

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