Las lecciones de George Steiner
E n su auto-bibliografía (Errata, 1997), George Steiner, quien murió esta semana a los noventa, narra en qué radicó su deseo por la lectura y la interpretación. Por un lado, su compulsión de niño por coleccionar escudos de armas y símbolos heráldicos y, por otro, el estupor que le causaba que cada uno fuera distinto y significara un cosmos de signos nunca abarcable. Ese doble asombro detona en él, un empeño por “aprender a leer, interiorizar la palabra y el comentario, para que, un día, quizás yo pudiera agregar un poco de luz para la supervivencia del texto”. Es desde ahí que Steiner lee, junto con su padre, unas líneas en griego de La Ilíada que lo dejan sin aliento. Es Aquiles que asesina a su enemigo hincado y suplicante:
–Ven, amigo, tú también debes morir. ¿Por qué
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