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Gilles Deleuze. Las políticas minoritas en resistencia
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Libro electrónico252 páginas4 horas

Gilles Deleuze. Las políticas minoritas en resistencia

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En este libro se recupera la potencia y el talante disruptor del pensamiento de Gilles Deleuze. Con el instrumental de la filosofía contemporánea, se ponen en juego las posibilidades de múltiples políticas minoritarias que se resisten a la Política totalitaria. Las políticas minoritarias siempre son manifestación de un debilitamiento del ámbit
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento31 ene 2022
ISBN9786074176247
Gilles Deleuze. Las políticas minoritas en resistencia
Autor

Pablo Lazo Briones

Pablo Lazo Briones es doctor en filosofía por la Universidad de Deusto, Bilbao, España. Es autor de los libros: Crítica del multiculturalismo, resemantización de la multiculturalidad (Plaza y Valdés, 2010); Interpretación y Acción. El sentido hermenéutico del pensamiento ético-político de Charles Taylor (Ediciones Coyoacán 2007); La frágil frontera de las palabras. Ensayo sobre los débiles márgenes entre literatura y filosofía (Siglo XXI Editores, 2006). Es cocoordinador y coautor de los libros colectivos Slavoj Zizek. Filosofía y Crítica de la Ideología (UIA, 2012), Corporalidades (UNAM/UIA, 2010) y Ética, Hermenéutica y multiculturalismo (UIA, 2008), Tradujo el libro de Richard Bernstein, El Giro Pragmático (Anthropos, 2014). Sus principales líneas de investigación son la filosofía política, la hermenéutica y la filosofía de la cultura. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel 1.

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    Gilles Deleuze. Las políticas minoritas en resistencia - Pablo Lazo Briones

    PRÓLOGO

    Pablo Lazo Briones

    DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA,

    UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA

    1. LAS POLÍTICAS MINORITARIAS EN RESISTENCIA

    En el medio de las descreencias frente a la política, tan extendidas como múltiples en nuestras sociedades contemporáneas, parecería que ningún discurso sobre la acción pública, filosófico o no, tendría legitimidad o siquiera validez. Cualquier cosa dicha en o frente a la política estaría de antemano descartada como ingenua, intrascendente o, peor, como amañada y en contubernio con el sistema de cosas en el que tiene predominio esa misma política.

    Según esta visión, todo acto individual de intervención en el ámbito público quedará absorbido de antemano por el discurso homogeneizador y uniformante de la Política Mayor, incluso los actos de disidencia que pretenderían luchar contra sus instituciones establecidas, contra el sistema jurídico que las respalda, contra los actores políticos que la encarnan. La Política Mayor impediría, al tiempo que la absorbe y la anticipa, toda política menor. Y toda política menor no tendría más remedio que jugar el juego de la Política Mayor; es decir, el juego de su lenguaje de trascendencia abstracta y su manejo, siempre amañado, siempre ideológico, de conceptos como libertad, igualdad, democracia, ley, institucionalidad, quedando inalteradas las circunstancias concretas de injusticia, desigualdad, fascismo, ausencia de institucionalidad legítima.

    ¿Es posible salir de este callejón sin salida al parecer inescapable? La apuesta de Gilles Deleuze transita de la crítica de la Política Mayor a la potencialización de las políticas menores para probar que existe, en efecto, una alternativa al juego de anticipación, absorción e inutilización de la primera sobre las segundas. Esta alternativa consiste en hacer evidente la verdadera potencia de lo menor frente a lo Mayor, su capacidad de desviar e invertir el sentido abstracto del lenguaje de trascendencia al poner en juego un plano de inmanencia contingente en el que se vuelve inefectivo.

    De este modo, de las políticas menores se puede decir lo mismo que Deleuze afirmó de la literatura menor en su ensayo sobre Kafka: no son menores en el sentido de minusvalorar su importancia o su influencia en el ámbito público; al contrario, son menores porque ponen en juego los asuntos individuales más acuciantes de las minorías para agrandarlos en el microscopio de la denuncia, de su importancia en el ámbito de una enunciación colectiva que repercute como potencia de un pueblo. (1) Esta potencia siempre latente de enunciación colectiva que se anida en el lenguaje minoritario, será explicada como un agenciamiento maquínico del deseo, que no puede caer en el juego de anticipación y absorción del lenguaje trascendente de la Política Mayor sencillamente porque, en su multiplicidad y contingencia, es imprevisible, incalculable e incodificable de antemano. Las políticas menores escapan a todo axioma de estabilización y normalización política o económica, administrativa o burocrática, policiaca o institucional, debido a que sus códigos y las acciones encarnados en ellos son esencialmente nómadas, inestables, siempre creativos.

    Las políticas minoritarias siempre son manifestación de un debilitamiento del ámbito de lo Político con mayúscula, porque son al mismo tiempo un debilitamiento de aquella ontología que pretende hablar del Ser como uno trascendental con las categorías de necesidad, sustancialidad y universalidad abstractas, separadas de lo político como acción concreta. El debilitamiento de la Política Mayor es ya un debilitamiento de la ontología de la trascendencia porque, para Deleuze, lo político no está separado del ámbito inmanente del ser; el acto concreto en el que es alcanzada la potencia creativa del ser es también el acto en el que las minorías políticas se pronuncian y luchan por su forma insustituible de ser; esto es, el acto siempre distorsionante o subversivo de frente a (o en los intersticios de) lo Mismo como categoría uniformante. Su efecto de subversión altera la Identidad como axioma.

    Ahora bien, toda política menor posee un elemento creativo, estético, que le es inherente. Al ser distorsión de un estado de cosas igualador pone en juego un desarreglo de los códigos y de las acciones legitimantes que se equipara a una creación de nuevas condiciones en el espacio y en el tiempo de una sociedad, una creación de nuevas relaciones en el entorno de la vida en su concreción, que se propone entonces como obra de arte. Esto es, de una vida que se recrea a sí misma y por ello siempre está en resistencia. En la famosa conferencia con el tema de la creatividad en el cine, dictada por Deleuze en La Fémis (Ecole Nationale Supérieure des Métiers de l’Image et du Son) en París en 1987, dice al propósito: ¿Cuál es el acto de habla que se va elevando por el aire, mientras que su objeto está pasando por debajo de la tierra? La resistencia. (2)

    Gilles Deleuze propone esta idea como consecuencia de una reflexión sobre el cine, la comunicación y la obra de arte, y su intención es dejar en claro que el cine y la verdadera obra de arte en general no son un acto de comunicación en el sentido estandarizado; es decir, no son instrumentos de codificación que tienen la función de normalizar y controlar las acciones en el medio social difundiendo las informaciones mediática y políticamente aceptadas, sino justo lo contrario, su efecto/afecto es desestabilizar los códigos y los dispositivos disciplinarios de control (en el sentido que los describió Foucault) al poner en juego una nueva relación tiempo-movimiento si se trata de cine, o línea-color si se trata de pintura o, como la literatura de Kafka, un uso de los tropos del lenguaje que rompen con el lenguaje habitual y magnifican la condición menor de un pueblo; es decir, su efecto/afecto es siempre el de la resistencia. La decodificación de los códigos sociales que constituyen las políticas menores equivale así a una máquina de guerra en resistencia, cuya dinámica es estético-política, creativa y disruptiva de lo social, y lo uno por lo otro.

    Pero este acto de habla propio de las políticas menores, propio de las colectividades en resistencia, es potenciado como una voz que se eleva por el aire al tiempo que su objeto está pasando por debajo de la tierra. Se trata, pues, de una voz que actúa en la superficie inmanente de las condiciones de vida, mediando la denuncia que se eleva y se hace oír creativamente, con las condiciones soterradas y silenciadas que son el objeto de esa denuncia. Aquí, como en muchas otras partes de su obra, Deleuze aboga por una acción horizontal, tanto más potente en su capacidad de transformación cuanto menos se pronuncia verticalmente, ya sea por un sustancialismo que por lo bajo quiere fijar las condiciones de existencia paralizándolas, ya sea por un idealismo que por lo alto hace abstracción de sus condiciones materiales tornándolas abstractas. La acción de las políticas menores es la propia de la contingencia de las mesetas, de la vida nómada que nunca puede ser fijada ni manipulada, de los significantes moleculares que se recrean siempre al nivel de tierra y encarnan grupos concretos y múltiples de lucha política.

    2. DEVENIR POLÍTICO EN LOS INTERSTICIOS DE LA POLÍTICA

    En la filosofía política francesa se ha discutido, en las últimas décadas, sobre la diferencia entre la política y lo político. De forma general, la política es descrita como el gran medio macroeconómico, jurídico y policiaco del capitalismo, que correspondería a la esfera biopolítica en la que han sido alcanzadas y manipuladas todas las acciones individuales, y los efectos de control sobre los cuerpos, las relaciones sociales de todo tipo y las decisiones públicas están entreveradas de forma viciada con las tendencias de un mal llamado parlamentarismo democrático, espurio en la medida que es la cara pública de las tendencias del mercado y de los intereses de empresas trasnacionales. En cambio, por lo político se entiende en general un ámbito libre de manipulación e influencia, en el que los grupos sociales deciden según sus voluntades y expresan sus exigencias de derechos cuando los consideran lacerados o mal atendidos por el Estado; en resumen, lo político es el ámbito en el que la pluralidad y la diferencia se manifestarían precisamente en contra de la política. (3)

    Ahora bien, justo en este carácter de oposición frontal y binaria entre la política y lo político podemos señalar una exageración y una artificialidad teórica, y es precisamente donde la apuesta de Deleuze por las políticas minoritarias puede aportar una alternativa de acción menos artificiosa, más efectiva. Para muchos filósofos contemporáneos, sólo sería posible la acción de resistencia en la oposición al ámbito de la política explorando los modos de organización y lucha en los cuales los colectivos sociales denuncian las perversiones y las manipulaciones económicas sobre la vida pública, las ideologizaciones y las corruptelas políticas, y defienden sus derechos legítimos al oponerse frontalmente. Esto es, la resistencia es tanto más posible en cuanto traza una frontera perfectamente definida de lo político respecto a la política, en cuanto establece de forma frontal y definitiva el binarismo entre los dos ámbitos.

    Pero al querer reservar impoluto e independiente el ámbito de lo político sólo se consigue hacer una nueva abstracción de él y, esto es lo más grave, se inutiliza su potencia real de acción al aislarlo de toda institución establecida, de toda operación financiera, por más coludida que se quiera con el poder, y de todo poder establecido por más totalizador o biopolítico que se describa. La acción de resistir, la sublevación al poder, no se hace desde fuera de su ámbito, sino en la interacción constante en el filo de la doble configuración del sujeto-sujetado que se resiste. Esto lo explicó suficientemente Foucault, y después, siguiéndolo, Deleuze y Guattari construyen la apuesta de una resistencia fractal, siempre móvil, contestataria del poder en el ámbito mismo del poder. Pero esto tampoco quiere decir que la resistencia se hace desde dentro del poder absolutamente, transigiendo con el sistema normativo y macroeconómico de nuestras democracias parlamentarias. Si no es desde fuera ni desde dentro la acción de resistencia consigue el despliegue de su potencia en la frontera, en los intersticios del poder, en los que se define lo político sólo en su interacción combativa con la política.

    Para Gilles Deleuze no hay potencia efectiva si no es accionada en el devenir otra cosa de lo que se es, es decir, de aquello que tiene la presunción de ser con estabilidad metafísica última, trascendente. En este sentido, entre muchas posibilidades de tal transfiguración inmanente, habla de devenir mujer, de devenir animal o de devenir indio. (4) En relación con la diferencia de los ámbitos de lo político y la política que se debate en la filosofía política actual, puede explorarse la potencia del devenir deleuziano como un elemento para esquivar el binarismo entre ellos, es decir, su confrontación como si fueran dos realidades enfrentadas e inconciliables, y por lo tanto de las que se derivaría una suerte de sublevación que sólo se queda en uno de los ámbitos —lo político— sin jamás dejarse tocar por el segundo —la política. Al explorar la potencia del devenir más allá de este binarismo artificial se abre la posibilidad de una resistencia política intersticial, es decir, que actúa permanentemente en los intersticios entre la política y lo político, y por tanto no se pierde en los actos y las manifestaciones de una sublevación efímera o, si se prefiere, puede prolongarse como resistencia permanente en distintos y complejos juegos de organización y liderazgo de grupos disidentes.

    Para evitar los binarismos entre lo político y la política se pueden poner en juego las distintas tácticas de los grupos y sujetos minoritarios en el terreno del intersticio que hay entre los dos ámbitos. Concebirlos como enfrentados e inconciliables hace inútil una reflexión sobre la posibilidad de sublevación, ya que no permite pensarla más allá de su manifestación efímera o incidental, ya sea como destrucción anárquica momentánea en un movimiento social violento, ya sea como su mera abreacción o descarga libidinal o, en el peor de los casos, concibiendo la sublevación en la abstracción de una experiencia íntima de los inconformes que fácilmente cae en el romanticismo idealizado de una soberanía del sujeto, sin consecuencias de transformación social.

    3. LOS TEXTOS DE ESTE LIBRO

    Los autores que contribuyen a la composición de este libro escriben desde la perspectiva a la vez crítica y creativa de las políticas minoritarias y de la resistencia en el sentido intersticial que acabamos de describir. Todos ellos están preocupados por la denuncia de las trampas de la metafísica de la Identidad propia de la Política Mayor, así como por las estrategias maquínicas de su desarticulación y la introducción de nuevas relaciones minoritarias que sean la potencia de múltiples acciones en el plano inmanente de la vida.

    En el primer texto, titulado Deleuze: cuerpo y crítica al Estado rehén de la axiomática capitalista, a cargo de José Ezcurdia, se pone de relieve la importancia de la noción de cuerpo en la propuesta ontológica materialista e inmanentista del filósofo francés. Sólo cuando se concibe la noción de cuerpo como eje transversal de inteligibilidad de la obra deleuziana, nos dice el autor, se encuentra la articulación entre ética y política desde la que puede llevarse a cabo una crítica de la axiomática capitalista; sólo desde la inscripción de tal articulación ético-política en el cuerpo se pone de relieve la función y la potencia de lo menor o minoritario, y se hace evidente el lugar que tiene el Estado nacional como rehén del capitalismo. La clave de la recuperación del cuerpo en este sentido ético-político radica, para Ezcurdia, en la averiguación de sus potencialidades como experiencia, como conocimiento intuitivo, que puede dar lugar a emancipaciones éticas y ético-políticas, que son siempre afirmaciones de vida en el plano de inmanencia.

    El ensayo que enseguida escribe Sonia Torres Ornelas, Políticas: variaciones y distribuciones, averigua las relaciones entre lo individual y lo colectivo desde la cartografía problemática de lo político, considerando tanto los flujos en planos de distribución como las líneas entrecruzadas en espacios de variación, con la finalidad de problematizar la tradicional concepción de la subjetividad y los procesos sociales que le son atribuidos, así como para describir la alternativa de devenires minoritarios. Retomando la dinámica deleuziana siempre compleja de las relaciones entre reterritorialización y desterritorialización, mediante las cuales la tierra se vincula con los territorios, la autora explica el espacio intensivo de las discontinuidades que componen los movimientos sociales y políticos, e indaga sobre el caos, siempre fractal y paradójico, al que se remiten. Con este caos como plataforma, el texto apunta a hacer visibles las líneas de fuga que vienen del sur, como potencias de un devenir minoritario revolucionario en el medio de la globalización de una Política Mayor que ya no se sostiene.

    Dante Aragón Moreno nos propone, en su ensayo Antes como farsa, mejor como tragedia: Deleuze y el eterno retorno de la microrrevolución, repensar la crítica deleuziana de la Política Mayor desde la perspectiva del contexto latinoamericano. Poniendo la atención en el sutil análisis de las formas de dominación descritas en cuanto a sus articulaciones complejas entre lo molar y lo molecular, y haciendo evidente la reticencia de Deleuze hacia las explicaciones de la gran Revolución, hacia el fetiche de la Revolución como un cambio cataclísmico e instantáneo de todas las cosas, pone en juego un concepto trágico de revolución, de las revoluciones, en plural. Y lo hace enfatizando el carácter alegre o potenciador de la lucha en estas revoluciones, su potencia siempre creativa que tienen como micropolíticas y microrresistencias. Estas micropolíticas se presentan, afirma, en el medio de lo político material, concreto, no de la Política como institución o legitimación abstracta, lo que quiere decir que se presenta en el plano inmanente de los múltiples deseos del devenir minoritario como máquina de guerra que escapa del juego de la axiomática dominante, política y del capital, y que en su resemantización de las subjetividades las invierte o transvalora, dice siguiendo al Deleuze nietzscheano, para producir otros agenciamientos no sometidos.

    Las relaciones siempre complejas y problemáticas entre Deleuze y Hegel son enfatizadas en el ensayo de Luis H. Cuevas, Teatros del deseo. Nihilismo, carencia y exceso en el pensamiento de Deleuze y Hegel. Es la inmanencia como preocupación primera en ambos filósofos lo que apunta a un tercero que es indispensable aquilatar para entender la amplitud del problema: Spinoza. Ahora bien, desde esta triada compleja a Luis H. Cuevas le interesa resaltar la importancia que tuvo para Hegel, para Spinoza en el trasfondo, pero sobre todo para Deleuze, la experiencia del deseo en su carácter inmanente y la conformación de la historia en cuanto manifestación ético-política. Es una cuarta voz la que reclama nuestra atención en este sentido, y que después dará lugar en el ensayo a una reflexión sobre la crítica de Deleuze a Hegel: Judith Butler y su averiguación sobre la recepción francesa en el siglo XX de la obra del autor de la Fenomenología del Espíritu, recepción sobre todo detenida en su consideración sobre la conciencia y el deseo como su afirmación.

    En el último ensayo que compone este libro, La potencia material del lenguaje en la filosofía política de Gilles Deleuze y Félix Guattari, a cargo de Carlos Béjar, se indaga sobre los vínculos indiscernibles entre el lenguaje y la política, considerando que son las determinaciones pragmáticas del primero las que anudan su relación con toda acción política. Ahora bien, puesto que el problema del lenguaje remite indefectiblemente al problema del cuerpo, el autor propone extender su investigación al trasfondo inmanentista materialista de la ontología de Deleuze y Guattari, y desde esta extensión quiere explicar las determinaciones pragmáticas de la consigna y de los regímenes de signos lingüísticos y enunciados en los que la consigna tiene un papel prioritario. De este modo, la cartografía de explicación, con intereses éticos y políticos, se detiene necesariamente en la teoría estratológica de los autores de Mil mesetas, que da cuenta del plano lingüístico en su potencia —de dominio o de liberación— sobre los cuerpos.

    Los cinco textos persiguen una problematización conceptual en la propuesta de Gilles Deleuze para indicar el camino de una acción en los terrenos ético y político, una acción distorsionante de lo socialmente asentado y normalizado. Es este sentido de hacer filosofía real —y no sólo abstracciones conceptuales— el que fue tan apreciado por nuestro filósofo, y del cual esta obra quiere ser un reconocimiento vivo.

    Este libro es uno de los productos académicos del proyecto Reflexión ética y política sobre la resistencia, apoyado por una beca del Conacyt en su Convocatoria de Estancias Sabáticas al Extranjero 2018-1. Asimismo, fue autorizado por el Comité Académico de la Universidad Iberoamericana como objetivo de investigación de año sabático. Agradezco a ambas instituciones por su invaluable apoyo.

    1. Gilles Deleuze y Félix Guattari, Kafka. Por una literatura menor, Editorial Era, México, 1978, p. 32. Y un poco más adelante: Los tres caracteres de la literatura menor son la desterritorialización de la lengua, la conexión de lo individual sobre lo inmediato-político, el agenciamiento colectivo de enunciación. Dicho de otro modo, ‘menor’ no califica ya a ciertas literaturas, sino las condiciones revolucionarias de cualquier literatura en el seno de la llamada ‘mayor’ (o establecida). Ibid., p. 33.

    2. Gilles Deleuze, ¿Qué es un acto creativo. Conferencia dictada en La Fémis film school, en París, marzo de 1987. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=dXOzcexu7Ks&t=41s (consultado el 15 de agosto de 2018).

    3. Alain Badiou representa una excepción que invierte el uso de estos términos. Para Badiou, curiosamente, lo político sería el ámbito de manipulación y degradación de la vida pública, su contubernio e ideologización en las instituciones políticas y las grandes firmas del capitalismo macroeconómico; en cambio, la política es el ámbito en el que tienen lugar las acciones libres y legítimas de los actores sociales, y por lo tanto es el ámbito

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