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Descartes y Spinoza
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Libro electrónico351 páginas4 horas

Descartes y Spinoza

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Spinoza quiere acabar con el misterio que rodea la razón o que le subyace, misterio que hace afirmar a Descartes en la Meditación tercera: "es propio de la naturaleza del infinito que mi naturaleza, que es finita y limitada, no pueda comprenderlo". Es a este racionalismo con sus limitadas capacidades de entender que Spinoza opone un entendimiento capaz de llegar al conocimiento de la unión que la mente tiene con toda la Naturaleza", ya que, a diferencia de Descartes, en cuanto a su naturaleza el entendimiento es el mismo en el hombre que en Dios. He aquí el lugar de una divergencia fundamental entre Spinoza y Descartes. Las preocupaciones de Spinoza son, desde luego, diferentes a las de Descartes: tienen que ver con el hecho de que mientras Descartes teme que el mundo que lo rodea sea un verdadero caos, vacío de la estructura coherente que se esperaba encontrar ahí, Spinoza está atento ante todo al desorden en sí mismo y que traduce su alejamiento del orden racional de la naturaleza. Los siete estudios de este libro se desplazan en el espacio teórico y práctico de esta divergencia.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 oct 2022
ISBN9786287500273
Descartes y Spinoza

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    Descartes y Spinoza - Jean-Paul Margot

    DescartesSpinoza_Taco_Cubierta.png

    © Universidad Nacional de Colombia

    © Universidad del Valle

    © Jean-Paul Margot

    Coordinación editorial: Julián Naranjo Guevara

    Imagen de cubierta: Vista de Delft (1660-1661), Johannes Vermeer

    Wikimedia Commons. Dominio público

    Conversión ePub: Hugo H. Ordóñez Nievas

    Primera edición, 2021

    ISBN

    : 978-628-7500-26-6 (papel)

    ISBN

    : 978-628-7500-27-3 (digital)

    Editado en Bogotá, D. C., Colombia

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

    Soy el único hombre en la tierra y acaso no haya tierra ni hombre.

    Acaso un dios me engaña.

    Acaso un dios me ha condenado al tiempo, esa larga ilusión.

    J.-L. Borges, Descartes, La cifra (1981), en Obra poética completa.

    Barcelona: Codex Aureus, p. 665.

    Bruma de oro, el occidente alumbra

    La ventana. El asiduo manuscrito

    Aguarda, ya cargado de infinito.

    Alguien construye a dios en la penumbra.

    Un hombre engendra a dios. Es un judío

    De tristes ojos y de piel cetrina;

    Lo lleva el tiempo como lleva el río

    Una hoja en el agua que declina.

    No importa. El hechicero insiste y labra

    A dios con geometría delicada;

    Desde su enfermedad, desde su nada,

    Sigue erigiendo a dios con la palabra.

    El más pródigo amor le fue otorgado,

    El amor que no espera ser amado.

    J.-L. Borges, Baruch Spinoza, La moneda de hierro (1976),

    en Obra poética completa. Barcelona: Codex Aureus, p. 594.

    Contenido

    1. […] hace mucho tiempo que tengo en mi espíritu una cierta opinión […] Consideraciones acerca de la Primera meditación, at ix-1, 16

    2. Descartes y los límites de la razón

    3. Platón y la moral de Descartes

    4. El yo moral de Descartes: resolución y generosidad

    5. El proemio del TIE (§ 1-17): itinerario y conversión

    6. La categoría filosófica de modelo en Spinoza

    7. Libertad y necesidad en Spinoza

    Créditos editoriales

    Índice analítico

    Índice onomástico

    Jean-Paul Margot

    Doctor en filosofía (Universidad de Ottawa). Profesor titular jubilado del Departamento de Filosofía y profesor distinguido de la Universidad del Valle (Cali, Colombia). Entre sus trabajos sobre filosofía moderna cabe destacar: Baruc Spinoza, Tratado de la Reforma del Entendimiento y otros escritos, Estudio preliminar, traducción y notas de Lelio Fernández y Jean-Paul Margot, Madrid, Tecnos, 1989 (segunda edición, 2007); La modernidad. Una ontología de lo incomprensible, Cali, Universidad del Valle, Editorial Facultad de Humanidades, 1995 (segunda edición revisada y corregida, Cali, Programa editorial Universidad del Valle, 2004; primera reimpresión, 2010); Modernidad, crisis de la modernidad y postmodernidad, Barranquilla, Ediciones Uninorte, 1999 (segunda edición revisada y corregida, Cali, Programa editorial Universidad del Valle, 2007; segunda reimpresión de la segunda edición, 2010); Estudios cartesianos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filosóficas, 2003; Ensayos filosóficos, México, Porrúa, 2011; Perspectivas de la Modernidad. Siglos xvi, xvii, xviii

    (Jean-Paul Margot y Mauricio Zuluaga eds.), Cali, Programa Editorial Universidad del Valle, 2011.

    Presentación

    El presente libro consta de siete estudios. El primero muestra que al omitir el adjetivo vetus en la traducción francesa de la primera de las Meditationes de prima philosophia, el lector se ve privado de un epíteto que remite a la idea de omnipotencia divina y a la distinción entre potencia absoluta y potencia ordenada en Ockham y otros posescotistas. Lo que está en juego en el debate acerca de la vieja opinión de que Dios es quien puede todo y por quien he sido creado tal como soy afincada en la mente de Descartes es la cuestión de la relación entre el Dios engañador y la doctrina de la creación de las verdades eternas.

    El segundo estudio considera que, solidaria con la renovación de su relación con la ciencia y con el redoblamiento que ella misma afirma de la exigencia de la racionalidad, la filosofía accede con Descartes a la disposición explícitamente libertaria de la conciencia filosófica. Esta descubre el querer de su propia libertad. Presiente que su saber esencial, en tanto que conciencia filosófica, es precisamente el saber de su propia libertad, a reserva de circunscribir la esfera del saber filosófico moderno propiamente dicho. En el orden epistemológico, ella se define por la naturaleza derivada de la ratio, es decir, por el alcance limitado del saber humano, de la ciencia humana. En el orden especulativo, ella se define por el hecho de que la razón filosófica emigra fuera de la morada tanto del saber antiguo de la totalidad de lo que es, como del saber teológico a la que el pensamiento medieval la había asociado.

    El tercero busca establecer que para Descartes el alma no solo es una e indivisible, sino que las funciones antaño atribuidas al alma sensitiva están ahora subordinadas al entendimiento y a la voluntad, facultades principales de un alma razonable. Desde que Platón expusiera la concepción tripartita del alma, es usual la representación de un combate entre dos principios distintos y antagónicos del alma. Para Descartes, al contrario, el alma es única en el hombre, en tanto que razonable: fuerzas vegetativa y sensitiva, que dependen del cuerpo, son absolutamente diferentes del alma racional. El espíritu, mens, o alma razonable es en el hombre una sustancia cuya esencia toda o naturaleza sólo consiste en pensar, y la diversidad de las maneras de pensar (modi cogitandi) no implica división alguna en el alma misma.

    El cuarto encuentra que, en los albores de la Modernidad, Descartes reflexiona sobre la felicidad volviendo al De vita beata de Séneca. Al llenar sus cartas con consideraciones que saca de la lectura de Séneca, Descartes inicia una correspondencia con la princesa Elisabeth que se centra en la definición del Soberano Bien, tema clásico de la Antigüedad, de los medios para obtenerlo y de su relación con la felicidad. En ella se aprecia el papel determinante de la resolución y de la generosidad en la constitución de la subjetividad moral de Descartes.

    El quinto analiza el proemio del Tratado de la reforma del entendimiento. Este narra el itinerario de quien empieza a orientarse en el pensamiento para escapar a la insatisfacción que le procuran los bienes comúnmente buscados y a la incomodidad de las afecciones que no lo dejan tranquilo. Narra la experiencia de la conversión filosófica de Spinoza y describe los motivos del desasosiego que lo han determinado a tomar la decisión de entregarse a la búsqueda del bien verdadero, de la felicidad. Para ello es necesario emprender la reforma del entendimiento y establecer, a la vez, una nueva institución de la vida y un perfeccionamiento eventual de la naturaleza humana.

    El sexto pregunta ¿por qué construye Spinoza un modelo de naturaleza humana? Este modelo remite a la imbecillitas, es decir, a la debilidad de mi propia naturaleza. Es en ella que se enraíza la necesidad de producir la noción de perfección que hace falta para constituir un método. Puesto que los hombres son incapaces de sustraerse a las leyes de la naturaleza y que nacen ignorantes de las causas de las cosas, el Método es necesario para que la "idea del hombre como modelo (exemplar) de la naturaleza humana" no sea una idea abstracta y universal que dependa de la imaginación, sino una idea verdadera que dependa del poder ontológico del entendimiento.

    El séptimo señala que la homogeneidad de la Naturaleza, concebida como un todo racional, y la universalidad del método se implican en Spinoza. Del principio de la unidad de la sustancia, o sea de la unidad de la Naturaleza tomada como Natura naturans y Natura naturata, se sigue que no puede existir un método que preceda al conocimiento filosófico. Ahora, si el carácter indisociable de la filosofía y del mos geometricus es efectivo, se debe a la total inteligibilidad para el hombre de la esencia de Dios y de las cosas, ya que de ella se sigue que el conocimiento verdadero, es decir, adecuado, procede del todo a las partes. La filosofía de Spinoza se presenta como un intelectualismo íntegro, una doctrina de la necesidad y de la libertad. Mas, podemos preguntarnos: ¿no hay aquí una contradicción entre necesidad y libertad? ¿Será que la filosofía de Spinoza es incoherente? O, dicho en otros términos, ¿es posible para el hombre actuar dentro de un determinismo tan estricto?

    Santiago de Cali, febrero de 2020

    Abreviaturas de las obras de Spinoza

    tie

    = Tractatus de Intellectus emendatione; traducido como Tratado de la reforma del entendimiento. Los números de los parágrafos son de la edición de C. H. Bruder, Lipsiae, 1843-1846.

    kv

    = Korte Verhandeling van God, de Mensch, en deszelus Welstand; traducido como Tratado breve.

    Ejemplo de citación:

    kv

    ,

    ii

    , cap. 26, 3 = Parte 2, cap. 26, § 3.

    ppc

    = Renati Des Cartes Principiorum Philosophiae. Traducido como Principios de la filosofía de Descartes.

    cm

    = Cogitata Metaphysica. Traducido como Pensamientos metafísicos.

    E = Ethica Ordine Geometrico demonstrata.

    A continuación se especificarán:

    1, 2, 3,… = antecedidos por E = los numerales se refieren a las partes de la obra.

    Ax. = axioma.

    P. = proposición.

    Def. = definición.

    1, 2, 3,… se refieren a los axiomas, definiciones, proposiciones, etc.

    D. precedido por P seguida de un numeral = la demostración de la proposición.

    C. = corolario.

    S. = escolio.

    Post. = postulado.

    L. = lema.

    Exp. = explicación.

    Praef. = prólogo.

    Ap. = apéndice.

    Def. Af. = las definiciones de los afectos de la parte 3.

    Ejemplos:

    E1P32C2: primera parte, proposición 32, corolario 2.

    E4P45S2: cuarta parte, proposición 45, escolio 2.

    E1Ap: primera parte, apéndice.

    E3Def1: tercera parte. Definición 1.

    ttp

    = Tractatus Theologico-Politicus. Traducido como Tratado Teológico-político.

    tp

    = Tractatus Politicus. Traducido como Tratado político.

    Ep = Epistolae. Traducido como Correspondencia.

    1. […] hace mucho tiempo que tengo en mi espíritu una cierta opinión […] Consideraciones acerca de la Primera meditación, at ix-1, 16

    Dios no puede privarse de su omnipotencia (Deus non potest se omnipotentia sua exurere).

    Descartes a Regius, junio de 1642. (

    at iii

    , 567, 24-25)¹

    Permitan pues que su pensamiento, durante un breve tiempo, salga fuera de este mundo para acceder a otro totalmente nuevo, que yo haré nacer en su presencia en los espacios imaginarios (

    at xi

    , 31, 22-25). Todos conocemos este texto que abre el capítulo

    vi

    de El mundo y cuya lectura muestra que el mundo totalmente nuevo, que se despliega en el espacio imaginario de la fábula, permite dar cuenta de nuestro mundo, el verdadero mundo, como dice Descartes. Conocemos menos esta otra fábula de la Primera meditación: "Tal vez haya aquí personas que preferirán negar la existencia de un Dios tan poderoso (potentem), antes que creer que todas las demás cosas son inciertas. Pero por ahora no les hagamos resistencia, y supongamos, en favor suyo, que todo lo que se ha dicho aquí de Dios es una fábula (Sed iis non repugnemus, totumque hoc de Deo demus esse fictitium)" (

    at ix-1

    , 16;

    at, vii,

    21, 19-20)². Pero, ¿por qué Descartes supone que todo lo que se ha dicho aquí de Dios es una fábula? Permítanme responder con otra fábula. Supongamos que tenemos una sola versión de las Méditations métaphysiques, la traducción del Duc de Luynes de las Meditationes de prima philosophia³, publicada en 1647, que fue revisada y corregida por Descartes, y a la que siguió la traducción de las Objeciones y Respuestas por Clerselier. ¿Tendríamos, entonces, las mismas Segundas y Sextas objeciones y respuestas? No lo creemos. Ciertamente,

    […] conviene tener en cuenta, como lo señala el traductor al francés de las objeciones y las respuestas, que el propósito de esa traducción no era propiamente hacer el texto accesible al público en general, ya que Descartes consideró siempre que su escrito era para lectores muy atentos, capaces de seguir exigentes argumentaciones conceptuales. La traducción buscaba librar el texto de sus adherencias al vocabulario y a la conceptualización propias de la Escuela, y abrirlo a quienes no estuvieran habituados a esas formas escolásticas de hacer filosofía. (Díaz, 2010, en Descartes 2010, p. 11)

    Es verdad que, como lo indica el librero al lector en el aviso impreso en la primera edición (1647) y en la segunda (1661), Descartes creyó deber esta segunda (scil. impresión) a la favorable acogida de tantas personas que, habiendo ya degustado sus nuevos pensamientos, parecían desear que se les quitase la lengua y el gusto de la Escuela, para adaptarlos a los de ellos (

    at ix

    -1, 2). Sin embargo, no es seguro que el librero, quien es probablemente Pierre le Petit, impresor de la primera edición, tenga del todo razón cuando alaba la calidad de esta versión.

    Se encontrará que esta versión es en todo sentido justa, y tan religiosa, que nunca se ha apartado del sentido del Autor. Yo podría asegurarlo sólo con el conocimiento que tengo de la brillantez de espíritu de los traductores, quienes no habrán de equivocarse fácilmente. Pero tengo también otra certeza más auténtica, y es que ellos (como era justo) le han reservado al Autor el derecho de revisión y de corrección. Él lo usó, pero más para corregirse él que para corregirlos a ellos, y sólo para aclarar sus propios pensamientos. Quiero decir que, habiendo encontrado algunos lugares que él consideró que no los había hecho lo suficientemente claros en Latín para toda clase de personas, él ha querido aclararlos aquí mediante algún pequeño cambio, que se reconocerá fácilmente si se confiere el Francés con el Latín. (

    at ix

    -1, 2-3)

    En efecto, cuando se confiere las dos versiones de las Meditaciones metafísicas, se observa a veces que lejos de esclarecer sus propios pensamientos en latín, Descartes los oscurece por medio de algunos pequeños cambios en francés. Tal es el caso de la opinión de un Dios que puede todo que Descartes tiene en la Primera meditación. Recordemos los dos textos que son el objeto de nuestras consideraciones. El latin dice: "Verumtamen infixa quaedam est meae menti vetus opinio, Deum esse qui potest omnia, et a quo talis, qualis existo, sum creatus (Sin embargo, en mi mente se halla afincada una cierta vieja opinión de que Dios es quien puede todo y por quien he sido creado tal como soy)" (

    at

    vii

    , 21, 1-3). El francés dice: "Toutefois il y a longtemps que j’ai dans mon esprit une certaine opinion, qu’il y a un Dieu qui peut tout et par qui j’ai été créé et produit tel que je suis (Sin embargo, hace mucho tiempo que tengo en mi espíritu una cierta opinión de que hay un Dios que todo lo puede, y por el cual he sido creado y producido tal como soy" (

    at

    ix

    -1, 16). Mientras que el latín habla de una "vieja (vetus)" opinión afincada, anclada (infixa), en la mente de Descartes, el francés subjetiviza el "vetus de la opinión. Quisiéramos mostrar que al omitir el adjetivo vetus", el lector de la versión francesa de las Meditaciones metafísicas se ve privado de un epíteto que remite claramente a la idea de la omnipotencia divina y a la distinción entre potencia absoluta y potencia ordenada en Ockham⁵ y otros post-escotistas. Los filósofos y los teólogos de las Segundas y Sextas objeciones bien lo sabían. Quisiéramos mostrar también que lo que está en juego en el debate acerca de la opinión así evocada es la cuestión de la relación entre el Dios engañador y la doctrina de la creación de las verdades eternas.

    Lejos de ser una ficción retórica o de ser hipotética⁶, esta opinión está fundada en razón. La vieja opinión no es otra que el primer artículo del Credo —Credo in unum Deum patrem omnipotentem creatorem caeli et terrae— con la cual Descartes prosigue con la pregunta por el fundamento (Margot 2010, 21-31), que había iniciado en tres cartas de abril y mayo de 1630 al padre Mersenne en las que se ocupaba de la doctrina de la creación de las verdades eternas⁷. Como lo muestra F. Alquié (1950, 87 ss.), Descartes filosofa a partir del conocimiento de la omnipotencia divina y a partir de la convicción de que todas las verdades dependen de la voluntad de dios, porque es Él el que creó las verdades eternas.

    […] las verdades matemáticas, que usted llama eternas, han sido establecidas por Dios y dependen enteramente de él, lo mismo que todo el resto de las criaturas, escribe a Mersenne el 15 de abril de 1630. En efecto, decir que estas verdades son independientes de él es hablar de Dios como de un Júpiter o Saturno y someterlo a la Estigia y a los destinos. De ningún modo tema, se lo ruego, asegurar y publicar en todas partes que es Dios quien ha establecido estas leyes en la naturaleza como un rey establece leyes en su reino. Ahora bien, no existe ninguna en particular que no podamos comprender, si nuestro espíritu se aplica a considerarla, y todas ellas son mentibus nostris ingenitae (innatas en nuestro espíritu), como un rey que grabara sus leyes en el corazón de todos sus súbditos, si pudiera hacerlo. Por el contrario, nosotros no podemos comprender la grandeza de Dios aunque la conozcamos. (

    at

    i

    , 145, 7-22)

    Dios engañador y genio maligno no tienen ningún sentido en metafísicas como las de San Agustín, Santo Tomás, Malebranche o Leibniz: […] nada hay que se oponga a Dios en sí mismo, ya se considere su bondad o su verdad, porque en el entendimiento divino no cabe falsedad alguna⁹. No podría haber un error en el intelecto divino: Dios es la verdad, y nuestras verdades son eternas en la medida en que están en la sustancia inteligible de Dios.

    Aquí y allá, claro está, Dios es fuente de verdad; en la teología clásica, lo es como entendimiento; en la teología cartesiana, lo es como voluntad. Tanto en el segundo caso como en el primero, el que el entendimiento de Dios coincide con su voluntad no atenúa la diferencia, puesto que la coincidencia lleva a consecuencias opuestas. Ahora bien, no nos preguntamos si un entendimiento es o no veraz: la veracidad incluye una intención que le incumbe a la voluntad; pero es normal cuestionarla cuando lo verdadero está a merced de la buena voluntad. (Gouhier 1978, 259)¹⁰

    Puesto que un entendimiento divino necesariamente es veraz, solo cuando Dios es tomado como voluntad puede plantearse el problema del engaño divino.

    La doctrina de las verdades eternas creadas inaugura el pensamiento metafísico del fundamento y establece un vínculo entre el método, la física y la metafísica, porque hace depender nuestra conciencia lógica, cuyo código es la evidencia matemática, de un Dios omnipotente creador de las verdades eternas. En efecto, en la medida en que las verdades matemáticas, que estructuran lo sensible y lo hacen inteligible, también son creadas, la teoría cartesiana de la creación de las verdades eternas cuestiona el fundamento inteligible del mundo. Con el fin de poder dudar de la evidencia, Descartes debe fingir un Dios engañador, un Dios que actúa directamente in mente y que es capaz de trastrocar nuestra conciencia lógica. Ahora bien, en la punta de la hipérbole Descartes recuerda al lector que tiene en su espíritu "una cierta vieja opinión (quaedam vetus opinio) de un Dios que puede todo (Deum esse qui potest omnia)" por quien ha sido creado tal¹¹ como es. Dominado por la fuerza de las razones, Descartes plantea la cuestión del trastrocamiento de nuestra conciencia lógica por un Dios que no es otro que el Dios nominalista del siglo

    xiv

    . No se trata de una duda retórica. Contra la interpretación de Gueroult, quien quiere liberar tanto a Descartes como a Dios de una omnipotencia divina ligada al genio maligno, y para quien la hipótesis del Dios engañador es una pura y simple ficción, creemos que el tema del genio maligno está ligado a la omnipotencia divina. Porque, si metodológicamente hablando lo impensable aparece bajo la forma del genio maligno, el recurso metodológico solo tiene sentido porque se apoya en una hipótesis metafísica fundada en razón (Margot 2003, 115-126). La ficción del genio maligno, en efecto, debe su poder al hecho de que es reforzada por la hipótesis metafísica del Dios engañador, hipótesis que está fundada en razón a la ignorancia de la naturaleza del verdadero Dios y de mi origen. La ficción del Dios engañador es, por lo tanto, consubstancial al racionalismo cartesiano¹².

    Pura ficción metodológica que mi voluntad somete al examen del entendimiento, el genio maligno está, por el momento de una duda, más allá de lo racional y de lo razonable. Reforzada provisionalmente por la potencia sin límites del Dios nominalista de la vetus opinio, la malignidad del genio puede entonces darle a la hipótesis metafísica del Deus qui potest omnia la radicalidad necesaria para llevar a buen término una duda que, a causa de la cesura instaurada por la doctrina de la creación de las verdades eternas (Marion, 1981), debe alcanzar el fundamento mismo de la racionalidad, el verdadero Dios, y garantizar de esta manera la evidencia modelada sobre la ciencia matemática de las Regulae. Al legitimar la racionalidad de nuestras razones, Descartes legitima también la racionalidad de su Mundo.

    Aunque las exégesis de los textos cartesianos hayan establecido la distinción entre el Dios engañador y el genio maligno, Tullio Gregory considera que

    quizá el contexto histórico en el cual se acostumbraba inscribir la vetus opinio del Deus qui potest omnia habría sido clarificado si se hubiera tomado en mayor consideración un pasaje de las Segundas objeciones en el cual, a propósito del Dios engañador, se hacía alusión a una larga tradición escolástica y se recordaban dos nombres muy significativos, Gregorio de Rimini y Gabriel Biel. (Gregory 1974, 477)¹³.

    El texto de las Segundas objeciones es el siguiente:

    En cuarto lugar, negáis que Dios pueda mentir o engañar (mentiri aut decipere); aunque hay sin embargo Escolásticos que sostienen lo contrario, como Gabriel, el Ariminense y algunos otros que piensan que Dios miente absolutamente hablando, es decir, que significa algo a los hombres contra su intención y contra lo que ha decretado o resuelto (qui putant Deum absoluta potestate mentiri, hoc est contra suam mentem et contra id quod decrevit, aliquid hominibus significare), como cuando, sin añadir condición, dice a los Ninivitas por su Profeta: Todavía cuarenta días y Ninive será destruida, y cuando dice muchas otras cosas que no llegaron a suceder, porque no quiso que tales palabras respondieran a su intención y a su decreto. Porque si endureció y encegueció al Faraón, y si puso en los Profetas un espíritu de mentira, ¿cómo podéis decir que no podemos ser engañados por él? (

    at

    ix

    -1, 99;

    vii

    , 125-126)¹⁴

    La mención que se hace de Gregorio de Rimini, o de Arimini, y de Gabriel Biel, es fundamental, puesto que nos permite inscribir la vetus opinio de Descartes y, por tanto, el tema del engaño divino, en el contexto de la tradición nominalista del siglo

    xiv

    , que insiste particularmente en la omnipotencia divina.

    El tema del engaño divino ocupa un lugar preferente en la

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