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Un ojo pequeño asomado por la rendija
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Libro electrónico246 páginas2 horas

Un ojo pequeño asomado por la rendija

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"Un ojo pequeño asomado por la rendija" es el nombre del resultado de un arduo trabajo realizado por las psicólogas bolivianas y especialistas en el tratamiento de psicotrauma EMDR, Marjorie Vázquez Hurtado y Analie Coronado López, en el que revelan las insondables consecuencias del maltrato que sufre una persona en la difícil etapa de la infancia y que va a determinar su desarrollo personal; pero también es una luz de esperanza al explorar y compartir en estas líneas las posibilidades de la psicoterapia para cerrar viejas heridas y restaurar la armonía y la paz interior.

El libro relata concretamente la experiencia de Anat, una mujer con muchos traumas que se gestaron en sus primeros años de vida y que se manifestaron de distintas maneras a lo largo de su existencia. Su historia muestra cómo los seres humanos, a veces, vamos por este mundo en calidad de sobrevivientes, pasando las diferentes etapas del desarrollo sin darnos cuenta que ahí dentro hay heridas que permanecen abiertas y cómo nos arrastramos en el día a día con ellas a cuestas, con el dolor consiguiente. La tristeza surge de tanto en tanto sin que sepamos por qué hay ahí adentro algo que nos detiene, que nos frena, que no nos permite desarrollar nuestro potencial a plenitud.

La infancia y juventud de muchas personas ocurren, desafortunadamente, en condiciones adversas, donde la violencia y las humillaciones sufridas se implantan como información en su psique, almacenándose de manera disfuncional, distorsionando sus percepciones y socavando su autoestima. Vázquez y Coronado demuestran, sin embargo, de una manera poética y a su vez realista, el proceso de desconexión con aquellos traumas y las maneras de sanación amorosa que le permitieron a la protagonista abrir un camino ante tanto dolor.


En palabras de Paula Moreno, reconocida especialista en psicoterapia infantil y especialista en psicotrauma, "Un ojo pequeño asomado por la rendija" es un llamado a tomar consciencia a nivel individual y social respecto de nuestra responsabilidad y compromiso con la infancia. Sabiendo que la arquitectura del cerebro de los niños y las niñas puede verse modificada por la falta de cuidados amorosos en sus primeros años de vida, prevenir el maltrato se convierte entonces en una prioridad, que nos invita a apostar por una crianza basada en un trato amoroso, digno y generoso.

Alfredo Rodríguez Peña
EDITOR

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 abr 2022
ISBN9798201741570
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    Un ojo pequeño asomado por la rendija - Marjorie Vázquez Hurtado

    A Mami Bertha, por su compasión, su amor y por construir en mí redes de memoria positiva, a Mami Tencha, por ser otra sobreviviente, a Guti, Nico y Cadú, por acompañarme pacientemente en este proceso; a mis hermanos y a todos los adultos y niños que me enseñaron mucho en la vida.

    Marjorie

    ––––––––

    A mi padre, Fernando, por dejar su fuerza en mí; a mi madre, Juliana, maestra de amor y edificación ante la adversidad; a mi hija, Fernanda, promesa de amor cumplida; y a mis hermanos, redes seguras y fuertes.

    Analie

    Nuestra gratitud

    En el proceso de construcción de este libro, son muchas personas a las que debemos agradecer por su apoyo y acompañamiento en esta hermosa experiencia:

    A la valiente Anat, protagonista de esta obra, quién brindó con generosidad su historia, a ella toda nuestra admiración y cariño. Gracias por enseñarnos que se puede resignificar el dolor y compartir esperanza.

    A nuestro gran editor, Alfredo Rodríguez Peña, quien creyó desde el inicio en este proyecto, nos acompañó con sabiduría, sensibilidad y equilibrio. Fluyó en la misma corriente y nos ayudó a transmitir de manera impecable todas las ideas; sin duda, su profesionalismo fue de gran aporte.

    A la maestra Paula Moreno, quien nos honró con su gran desprendimiento y voluntad al aceptar realizar el prólogo, esto denota no solo su gran capacidad como profesional, sino la integridad y vocación que trasmite siempre en cada una de sus intervenciones.

    Tuvimos ojos sabios y sensibles, creamos un grupo focal que fue implacable. Vertieron su opinión y sugerencias objetivas en la construcción del libro, su solidaridad y compromiso solidificó nuestro objetivo. ¡Gracias por su tiempo, su dedicación y por su generosa y acertada retroalimentación!

    Por su apoyo, a los amigos y amigas que aguardaron hasta el final para ver con alegría nuestro fruto nacer.

    A nuestras familias, por su acompañamiento incondicional y por sostenernos en momentos de flaqueza; cedieron horas de nuestro tiempo juntos en pro de este fin maravilloso.

    Y, finalmente, a cada uno de nuestros pacientes. Gracias por su valentía y decisión de buscar la sanación; eso nos per- mite todos los días ser testigos de buenas y nuevas historias, mientras afirman nuestra vocación de servicio.

    ¡Gracias!

    Marjorie y Analie

    Prólogo

    Para encontrar hay que buscar. Es la frase más sencilla y profunda que me hayan enseñado en los inicios de mi carrera. En el trabajo con la infancia que ha sufrido o está sufriendo malos tratos, el papel del operador de salud es activo. Esto significa que su accionar se desplegará no sólo en el consultorio sino también abarcando la intervención social y contextual. Este modo de intervenir implica una búsqueda de información precisa que le permita garantizar un ambiente seguro para ese niño o niña. La seguridad en el contexto requiere de una toma de decisiones en función de la evaluación de los factores de riesgo que pueden vulnerar sus derechos.

    En este libro, las autoras muestran cómo una falta de registro desde los distintos actores sociales, respecto de los indicadores de maltrato infantil, repercute en las consecuencias a corto, mediano y largo plazo en la vida de las personas.

    Trabajar con adultos que han sufrido situaciones de malos tratos en sus infancias requiere de profesionales formados en la temática del trauma y del impacto de este en su desarrollo. Las intervenciones clínicas que están enmarcadas en este paraguas del trauma, abren la puerta a la manera de preguntar, a la manera de rastrear la sintomatología y a la manera de llevar adelante la intervención clínica y socio ambiental.

    El maltrato emocional es una de las variantes que mayor impacto tiene en la salud psicofísica de las personas. Este mismo se encuentra en la base de todos los otros tipos de malos tratos.

    Se define como aquellas conductas de hostilidad verbal crónica en forma de insulto, burla, desprecio, crítica y amenaza de abandono y constante bloqueo de las iniciativas de interacción infantil (desde la evitación hasta el encierro), por parte de cualquier miembro del grupo familiar hacia el niño o niña. También constituyen maltrato emocional aquellas conductas de negligencia emocional, en donde los niños o niñas no son vistos por los adultos cuidadores. Cuando sus necesidades emocionales no son tenidas en cuenta o no existen adultos disponibles física y /o emocionalmente en su crianza.

    Dice Judith Herman: El niño atrapado en un entorno abusivo se enfrenta a la formidable tara de la adaptación. Debe buscar una manera de preservar el sentimiento de confianza en personas en las que no se puede confiar, seguridad en una situación insegura, control en una situación que es terriblemente impredecible, fuerza en una situación de impotencia. Sin poder protegerse a sí mismo, debe compensar las falencias del cuidado y protección del adulto con los únicos medios que dispone, con un sistema de defensas psicológico inmaduro (Herman Judith, 1992. Trauma y recuperación) [1]

    El maltrato emocional suele estar invisibilizado por varios motivos:

    Las familias no buscan ayuda.

    Los profesionales no están formados en la detección del maltrato infantil, ni en la manera de intervenir.

    No hay una concientización respecto del tema.

    Se atribuye el maltrato a costumbres familiares o sociales.

    Minimización de las consecuencias del maltrato emocional frente a otros tipos de malos tratos.

    El maltrato emocional suele presentarse como experiencias difíciles de asir, de describir. Las personas encuentran dificultades a la hora de dar cuenta de ellas. En este libro, las autoras han podido, junto con el testimonio de la paciente, darle visibilidad a este sufrimiento en toda su dimensión.

    El trauma relacional puede ser uno de los traumas que se desliza de generación en generación, haciendo estragos en cada uno de los miembros familiares: creando un manto que impide percibir esas consecuencias, anestesiando a las personas en su sentir, en su pensar, en sus creencias y en sus sensaciones corporales como correlatos emocionales. Se convierte entonces en una responsabilidad profesional poder arbitrar los medios que sean necesarios para que esa cadena transgeneracional de trauma se interrumpa.

    El trabajo con los vínculos relacionales será el corazón de la intervención. El trauma relacional genera en las personas sentimientos de desconfianza básica, desregulación en sus emociones y poca asertividad en sus conductas. Muchos modelos terapéuticos basan sus intervenciones clínicas en estos pilares: la regulación emocional, la ampliación de los recursos, el trabajo en los vínculos y la elaboración de las situaciones traumáticas.

    Uno de los componentes que colaboran con la intención de aliviar este sufrimiento reside en conocer las maneras en que el maltrato infantil afecta el desarrollo del cerebro, y cómo este impacto se traduce en la vida de esos niños, niñas y adolescentes y cómo se cronifica a lo largo de la vida de las personas.

    El maltrato infantil es un problema social complejo que necesita actores coordinados para intervenir en cada una de las aristas de dicha problemática. El trabajo en un equipo interdisciplinario se convierte en una de las herramientas esenciales, ya sea en el abordaje de la infancia como con los adultos que han sufrido estas situaciones en sus primeros años de vida.

    Me gustaría rescatar un concepto que las autoras detallan y que considero esencial en el abordaje clínico con personas que han sufrido experiencias traumáticas: los tutores de resiliencia.

    El tutor de resiliencia es aquella persona que, en el encuentro con el otro, lo acompaña de manera incondicional, convirtiéndose en un sostén, administrando confianza e independencia por igual, a lo largo del proceso de resiliencia, sin saber si su relación resultará o no significativa y transformadora para el otro (Rubio,Puig, 2015).

    Durante todo el libro se despliega tanto el sufrimiento de la paciente como las formas que va tomando el amor en su vida. Desde una abuela que cumplió ese rol de tutora de su resiliencia, como la presencia incondicional de la terapeuta que acompañó ese proceso de sanación.

    Adentrarnos en el libro permite recorrer las sensaciones y emociones que inmediatamente aparecen cuando nos ponemos en los zapatos de la paciente. Como si fuera la historia de un libro que nos lleva a la tristeza, a la indignación, a la frustración, a la venganza, a la injusticia, a la comprensión, a la bondad y al amor. Pero no es una historia de un cuento, sino la más cruda realidad. ¿Será en este contexto que la resiliencia cobra fuerza?

    La resiliencia no es una condición innata, sino que se construye en base al vínculo con otra persona, en donde las cualidades de este vínculo hacen que el otro pueda acercarse a su dolor tomado de la mano y se anime a explorar esos momentos más oscuros en compañía de un terapeuta comprometido, amoroso, que genere las condiciones hábiles junto al paciente para mirar ese sufrimiento y transformarlo.

    La resiliencia se sostiene en la creencia acerca del potencial de esa persona y en su capacidad de sanar. Esto implica un cambio rotundo en el rol del terapeuta; uno que pueda estar consciente de su propio triángulo de conciencia y desde allí acompañar a este ser humano, sin buscar nada a cambio, sin imponer lo que cree que debe ocurrir.

    Las autoras muestran el modelado en la paciente a través del cultivo de una mirada compasiva al servicio de crear una vida compasiva. Donde sus acciones estén bañadas de las cualidades de la compasión: fortaleza, amabilidad, autocompasión, sabiduría.

    Dice Judith Herman (1992): Una sensación segura de conexión con personas que se preocupan por ti es el cimiento del desarrollo de la personalidad y cuando se rompe esa conexión la persona pierde el sentido básico de su yo... Los acontecimientos traumáticos destruyen los vínculos entre el individuo y la comunidad. La solidaridad de un grupo proporciona la mayor protección contra el terror y la desesperación, así como el antídoto más fuerte contra la experiencia traumática[2]

    El libro da cuenta de una manera poética y a su vez realista del proceso de desconexión y las maneras de sanación amorosa, donde la conexión con el ser humano confiable y la conexión con un mundo más seguro, permitieron abrir un camino ante tanto dolor.

    Es, al mismo tiempo, un llamado a tomar consciencia a nivel individual y social respecto de nuestra responsabilidad y compromiso con la infancia. Sabiendo que la arquitectura del cerebro de los niños y las niñas puede verse modificado por la falta de cuidados amorosos en sus primeros años de vida. Prevenir el maltrato se convierte entonces en una prioridad, apostando por una crianza basada en los buenos tratos.

    Paula Moreno

    Terapeuta infantil y familiar

    Supervisora y facilitadora EMDR

    Terapeuta formada en Mindfulness

    Buenos Aires, Argentina

    www.paulamoreno.org


    [1] Herman, J. (1992), Trauma y recuperación. Cómo superar las consecuencias de la violencia, Ed. Espasa

    [2] Rubio, JL. Puig, G. (2015), Tutores de resiliencia. Dame un punto de apoyo y moveré mi mundo, Ed. Gedisa

    Introducción

    VIDAS CON PROPÓSITO

    El trauma no tiene por qué ser una condena de por vida. De todos los trastornos capaces de atacar al cuerpo humano, el trauma quizá sea, finalmente, reconocido como beneficioso. La curación del trauma produce transformación capaz de mejorar la calidad de vida

    Peter Levine, Médico biofísico y Doctor en psicología. (Levine Peter, 2012, p.24)

    Todos los días, los psicoterapeutas especializados en trauma trabajan con la intención de acompañar a los pacientes en el camino de la restauración de sus vidas. En esta intención de sanar existe, principalmente, la voluntad del que quiere ser sanado y la preparación, capacidad y humanidad de quien quiere ayudar a sanar.

    Uno de esos días llegó a consulta psicológica una hermosa mujer de 49 años, que, por razones de privacidad, llamaremos Anat. Se presentó a terapia como lo hace la mayoría de las personas, al borde del colapso; su cuerpo le avisaba que era momento de pedir ayuda. Por muchos años luchó por mantenerse entera, trató de olvidar y dejar que el tiempo, que lo sana todo, haga su trabajo; pero eso para esta vida no era suficiente. El tiempo no lo cura todo y ella lo sabía.

    Las primeras entrevistas del proceso terapéutico son de mucha importancia. Ponerse en contacto con la historia de una persona es lo más parecido a la restauración de una casa en ruinas: con muchos golpes y muchas adversidades que desestabilizan el sistema emocional del paciente.

    Inicialmente es importante evitar el colapso. Es necesario buscar recursos de manera colaborativa para apuntalar juntos su estabilidad emocional; luego, hay que entender lo que pasa para buscar soluciones y estructurar un camino a la sanación. La mirada del paciente será siempre la guía para tomar decisiones; ambas partes deben recordar de quién es el camino.

    En las entrevistas de evaluación con Anat, se detectaron muchísimas experiencias de vida consideradas traumáticas y de las que sobrevivió; tuvo una crianza carente en todos los sentidos y con violencia continua manifestada en todas sus formas.

    Es admirable que, a pesar de la adversidad, Anat consiguió convertirse por sus propios medios en una persona con ganas de servir a los demás. Este propósito sincrónico con su terapeuta surgió durante el proceso, a partir de la idea de compartir las experiencias de dolor, pero también las de esperanza, del sanador y el sanado; es por ello que decidieron escribir esta hermosa experiencia.

    Para este fin se trabajó en equipo con Marjorie Vázquez, psicoterapeuta EMDR y además formada en arte, para narrar la historia de Anat, tomando su testimonio de una manera respe- tuosa y empática, dándole voz a cada una de sus experiencias.

    Analie Coronado, como su psicoterapeuta EMDR, asume los análisis técnicos de la historia y la narración de algunas experiencias vivenciadas en el espacio terapéutico, con el consentimiento de la paciente.

    Las tres mujeres emprenden un camino de análisis profundo y compromiso para aportar a la sociedad, para que muchas personas sepan que hay una salida después de la adversidad. Por otro lado, este reto se constituyó en una gran oportunidad, para que las terapeutas puedan explicar y ayudar a entender el mundo del trauma, su impacto connotaciones e intervención.

    El camino iniciaba, el vínculo colaborador entre paciente y terapeutas también.

    Algunas consideraciones teóricas previas

    PSICOTERAPIA EMDR

    Explorar la motivación y las razones de los síntomas y conductas es un proceso delicado que debe realizarse con una actitud de sensibilidad y honesta curiosidad.

    Joyanna Silberg, especialista en trauma y disociación infantil. (Silberg J., 2021, p.13)

    Anat, como tantos otros pacientes, buscó ayuda especializada para enfrentar los fantasmas del pasado que todavía la asechaban. Pese a saber que sus experiencias de sufrimiento eran parte de un tiempo lejano, aún la golpeaban y bloqueaban en edad adulta, sobre todo en el relacionamiento familiar.

    Ella se convirtió en una mujer profesional, madre y artista que se sobrepuso al dolor por sus propios méritos. Sin embargo, en la soledad de sus pensamientos todavía sentía inseguridad, no creía en ella y, de tanto en tanto, aparecía el miedo a perder el control.

    Racionalmente era consciente que todo el daño recibido en la niñez había pasado, pero sus recuerdos, al parecer, no querían dejarla ir. Su cerebro inundado de estrés desde su vida temprana, aún la hacía estallar en ira, llanto y las emociones parecían desbordarla, a pesar de que, aparentemente, ya tenía todo para ser feliz.

    Un sobreviviente de experiencias traumáticas, por lo general, presenta dificultades o problemas en el transcurso de su existencia. Estas secuelas se manifiestan con síntomas emocionales perturbadores como tristeza, ira, angustia, pánico; puede manifestar cogniciones o pensamientos distorsionados en relación a sí mismo y de las demás personas; muchas veces se mira con poca valía, interpreta el mundo como una amenaza a la que enfrenta huyendo o luchando. En ocasiones, hasta se bloquea y no puede responder adecuadamente a las diversas situaciones que, normalmente, para otras personas no son un problema.

    Las interpretaciones y emociones negativas activan comportamientos inadecuados o desadaptativos y, muchas veces, síntomas físicos como temblor, presión en el pecho, falta de aire, confusión, dolores de cabeza. Pueden también presentarse enfermedades psicosomáticas como gastritis, alergias, enfermedades coronarias, diabetes y fibromialgia, entre otras. El malestar psicológico, cognitivo y/o físico afecta la calidad de vida de las personas en casi todas sus dimensiones sociales, familiares y laborales.

    El sobreviviente del trauma psicológico tiene, sin embargo, la oportunidad de buscar la resolución de sus conflictos a través de psicoterapia, un procedimiento científico que interviene en la esfera psicológica y que, ante la expresión de malestar emocional, cognitivo o comportamental, busca el restablecimiento de la persona hasta lograr su bienestar.

    Una de las terapias especializadas

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