Marginalia
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Como una lupa minuciosa y fractal, los cuentos de este libro gravitan sobre la ciudad y su gente escudriñando no solo los más raros rincones, intersticios urbanos de concreto y acero, repletos de extrañeza y difícil belleza; sino hacia el interior de quienes los crearon, habitaron y les dieron sentido; fauna urbana de pintoresca catadura que lo mismo resume la pujanza creativa de un país, que nos muestra su más lóbrega faz, sin caretas, ni afeites, ni emboscadas nostálgicas; solo crónica cruda, vivida y por vivir. Santo Domingo respira en estas líneas. Aquí están sus temores, sus vicios, su folclore, sus taras de polis caribeña y brutal, su obscuro humor… Hay mucha literatura aquí. Textos como pistoletazos; cápsulas de sentido que estallan en las narices del lector; esquivos y fugaces paisajes apenas entrevistos como a través de una ventana que se cierra de pronto, con siniestro chasquido, dejándonos un gusto de violencia, de hondura, y de cruenta verdad.
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Marginalia - José Arias Almánzar
Prólogo
A manera de esas viejas fotografías a las que les alcanzamos a ver un gesto que nos arrastra irremediablemente por los laberintos de la memoria, En Marginalia José Arias nos presenta un conjunto de relatos e impresiones de la vida citadina de Santo Domingo, así como de los espacios por donde hoy los turistas consumen el paisaje y a sus habitantes.
Aquellos que en los años ochenta deambulábamos dentro de los muros de la Ciudad Colonial, conocida por sus asiduos como La Zona, en este libro nos reencontraremos con personajes y espacios que José, con la brevedad de un relámpago, nos ilumina con la concisión de su prosa certera, informativa y, en este caso, evocadora.
Estas historias nos obligarán a revisitar los contralugares de la ciudad; aquellos espacios donde, desde la marginalidad, se han construido otros discursos alternativos, y, por qué no, a recordar rostros y trozos de diálogos perdidos en la memoria urbana. La fauna de La Zona desfila por estas páginas: artistas, intelectuales, personajes pintorescos, a la que luego se añadirán los turistas en busca de un paraíso sexual.
En La Cafetera de Glaem Parls, antaño lugar de reunión de escritores, artistas y exiliados españoles de la época franquista, a través de unos trazos, José contrapone el histórico lugar con el tiempo actual y hace mención de personajes de La Zona entre los que destaca el maestro José Cestero, figura inconfundible de la vieja arteria comercial El Conde:
(…) en La Cafetera de los inmigrantes republicanos del caf é molido y los libros que nadie compra ni importan; del maestro Cestero siempre distra í do en el sendero de su memoria, de su sombrero de paja como veleta del Conde por donde soplan todos los vientos (p. 43).
No vaya a creer el lector, sin embargo, que aquí encontrará lugar para la nostalgia. No. El ojo crítico del escritor también registra las incidencias que tuvo la violencia de Estado de los doce años de Joaquín Balaguer (1966-1978); los avatares políticos mundiales; las tendencias ideológicas y filosóficas, y el impacto de la cultura popular en la juventud dominicana de los años ochenta:
En el Drake’s fuimos testigos, por el ojo de la cerradura, de la erosión de la Unión Soviética, el derrumbe del Muro de Berlín y la libertad sexual en los escenarios de la Madonna material girl; a escuchar los reggaes de Police, el existencialismo de Dire Straits y a Silvio detrás de un unicornio azul decacarao
e irremediablemente perdido para siempre. Sé de lo que hablo (p. 67).
A las historias de la vida citadina José además suma una serie de relatos, en la que se cuentan las relaciones de pareja entre visitantes y turistas europeas con jóvenes dominicanos. En Macarena en Las Terrenas, la mirada imperial de La Maca, española que trabaja para una ONG en Santo Domingo, se impone sobre Tadeo; una especie de sanki panki ilustrado que revierte la narrativa colonial: Tadeo De Jesús siempre se anulaba, no se defendía ante la avalancha de reclamos de
civilidad y
orden. Su novia imponía un colonialismo doméstico que, según sus criterios, contribuiría a hacer la vida más llevadera en la jungla de Santo Domingo
. (p.92).
La sátira a los intelectuales pequeños burgueses con ínfulas de revolucionarios, y a los que José califica como la comemierdería culturata
, dan a este libro un tono satírico poco común en la literatura dominicana. En La peñita, observa: Pisito para leer a Gramsci en arrebate de niños bien que juegan a la locura y a la muerte, sin dejar a un lado la tarjeta de crédito para que Visa y MasterCard compren todo lo demás
. (p.20).
Tras tres decenios en distintas redacciones dominicanas, la formación periodística de José se impone en este libro a través de su cuidado por contextualizar los relatos. La inclusión de notas al pie y un índice de personajes e instituciones revela su interés por informar y documentar a los lectores. Sin dudas, con este libro, José Arias se suma a la mejor tradición de la literatura urbana dominicana y podría considerarse como uno de nuestros principales cronistas urbanos contemporáneos.
Zaida Corniel (Escritora)
Dreams
Sí, te encantaba bailar Dreams de Fleetwood Mac en la pista central del club. Sola, solita, sin nadie. Disfrutabas dar vueltas y más vueltas con tu vestido de arandelas negras y zapatillas pastel, al mejor estilo de Stevie Nicks. Todos y todas, como se dice ahora, derretid@s
ante tus nalgas de oro que algún día serán entregadas en santo matrimonio al hijo del dueño del bufete de abogados Pepillo & Pepillitos Asociados; un siglo de experiencia jodiendo al país.
Te aseguro que se mueren por tocarte. Todos deliran por esa delgadez bien compartida de arriba abajo. Huelen tus feromonas a distancia sin saber que estás tan drogada como siempre, pero no tanto como aquella vez cuando vomitaste sobre la mesa del Club Naco. Tus padres celebraban tu ingreso a la Pucamaima1. En la prehistoria del prestigio, ingresar a la uni de Agripino2 era echar vainas para la élite insular y parejera.
Entonces, la UASD pasó de ser el Alma Máter de la guardia universitaria trujillista a refugio de comunistas
, y en todas sus calles se ondeaban banderas rojinegras acompañadas de las consignas Balaguer asesino
; "Fuera la Gulf &Western". Las calles universitarias olían a sangre y a goma quemada por culpa de las ocupaciones militares ordenadas por don Elito. Ahora da igual esa vaina, no tienes nada que ver con ese pasado. Ahora bailas a Fleetwood Mac. Mañana te suicidarás. Le dirás a tu amado progenitor que se vaya él y todos a la mierda y que te dé lo tuyo en vida, que te importa un coño este país de ladrones perfumados y chopas3 en televisión; que te vas al fin del mundo huyendo de la maldita insularidad partida en dos: allá los pobres negros hediondos y acá los negros claritos pero sumisos y sodomizados hasta donde le dicen cirilo4, que nunca se atreverán a vomitar sobre la mesa de honor del autoritarismo, tan capaces de desfilarle de nuevo a Trujillo si volviera a nacer.
I’m free
Los drogos pobres de los 70’s, como Chuflai, residían en cuarterías malolientes, de niños gritones sin camisa y minicolmaditos donde solo cabía el dependiente.
Chuflai era un gran nini manganzón que vivía con su mamá en una cuartería al final del Conde, en el trozo de calle que hoy está destinada a la clase media y a los turistas amantes de las tardes sabatinas en las terrazas de sus restaurantes. Ya saben: el cafecito, la copa de vino y la pizza para toda la familia. Pues esa hostelería arrogante era hace cincuenta años una cadena de cuarterías de mujeres y hombres sobreviviendo a puro coñazo. El hacinamiento y el bajo
a mierda marcaban las vidas de esas familias que compartían chismes, sanes5, borracheras y apagones, antes de que fueran desalojados como perros sin dueño.
Chuflai era