Afectación y delirio. Deseo, imaginación y futuro
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José Luis Barrios
José Luis Barrios es filósofo e historiador del arte, especialista en estética, crítico de arte y curador, es profesor investigador de tiempo completo en la Universidad Iberoamericana y profesor de asignatura en el Posgrado de Historia del Arte de la UNAM. Ha sido profesor invitado a la Universidad de Cambridge, a la Universidad de Davis California, a la Universidad Católica de Chile, entre otras. Su trabajo gira en torno a las relaciones entre arte, estética y política desde la perspectiva de la Teoría crítica y el Posestructuralismo. Ha sido curador de exposiciones en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM, el Museo Nacional de Arte (MUNAL), El Laboratorio de Arte Alameda y del Pabellón de México en Venecia 2011. Fue director de 2000 a 2008 de la influyente revista CURARE.
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Afectación y delirio. Deseo, imaginación y futuro - José Luis Barrios
UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA CIUDAD DE MÉXICO.
BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGERO
[LC] N 72.S6 A64.2016 [Dewey] 701.03 A64.2016
Afectación y delirio: deseo, imaginación y futuro/ José Luis Barrios, Coord.; Alejandra Rivera, Jorge Torres, Karen Cordero, Eliza Mizrahi, Sofía Carrillo, Edwin Culp, Roque Alarcón, Roberto Barajas, Ixchel Lozano, Jorge Alberto Arreola. – México: Universidad Iberoamericana Ciudad de México, 2016. –publicación electrónica – ISBN: 978-607- 417-434- 2.
1. Arte y sociedad. 2. Comunicación y cultura. 3. Crítica de arte. 4. Representación (Filosofía). I. Universidad Iberoamericana Ciudad de México. Departamento de Filosofía. II. Barrios, José Luis, Coordinador.
D.R. © Universidad Iberoamericana, A.C.
Prol. Paseo de la Reforma 880
Col. Lomas de Santa Fe
Ciudad de México
01219
publica@ibero.mx
Primera edición: 2016
ISBN: 978-607-417-434-2
Todos los derechos reservados. Cualquier reproducción hecha sin consentimiento del editor se considerará ilícita. El infractor se hará acreedor a las sanciones establecidas en las leyes sobre la materia. Si desea reproducir contenido de la presente obra escriba a: publica@ibero.mx
Índice
Presentación
José Luis Barrios
Antesala
El huevo y el ojo: una exploración al delirio, la perversión y la mirada a través de la Historia del ojo de Georges Bataille
Alejandra Rivera
El lugar del delirio en el pensamiento de Kant
Jorge Torres
Delirio, lenguaje y escrituras
Lenguaje, delirio y denuncia en Woman on the Edge of Time de Marge Piercy
Karen Cordero
Delirio: inquietudes negativas.
Ensayo sobre La colonia penitenciariaa de Franz Kafka
Eliza Mizrahi
Estructura y psicosis en Textos y poemas de Ulises Carrión
Sofía Carrillo
Hacerse el tonto: el tiempo de lo inacabado en Optimistic vs. Pessimistic de Oskar Gómez-Mata
Edwin Culp
Espacios e imágenes del delirio
Las fábulas negras: violencia y vida desnuda de niños y adolescentes en el cine y la literatura de mediados del siglo xx
Roque Alarcón
La vigilancia como delirio en la obra de Rafael Lozano-Hemmer
Roberto Barajas
Imágenes-sonoras: Dialogue and Demolition
Ixchel Lozano
Brain–collateral damage / Laboratory of affection
Jorge Alberto Arreola
A manera de epílogo
El genio o la locura: entre el hurto y el sinthome
José Luis Barrios
Presentación
El título que nos convoca es el tercer tomo del trabajo que durante más de tres años se ha realizado en la línea de investigación Estudios críticos de la cultura: la representación y sus límites.
A partir de la idea deleuziana de que los sistemas de representación y enunciación son una relación entre deseo y significación, en Afectación y delirio: deseo, imaginación y futuro se abordan las relaciones entre el delirio y la imaginación y sus implicaciones en los sistemas simbólicos de la cultura. Con base en la categoría del delirio como forma de afectación del lenguaje, los ensayos de este libro abordan sus implicaciones epistemológicas, políticas, estéticas y culturales.
En conjunto, los capítulos que componen este trabajo construyen un argumento que escala desde las consideraciones epistemológicas y estéticas —por medio del abordaje de diferentes formas de enunciación y representación cultural— para proponer una visión crítica de la cultura contemporánea. Estos análisis se despliegan a través de la relación del delirio con el cuerpo, el lenguaje y la violencia.
Sirva pues este comentario como una invitación y una incitación al lector para provocar la lectura de este trabajo interdisciplinario de investigación.
José Luis Barrios
Octubre de 2013
Antesala
El huevo y el ojo:
una exploración al delirio, la perversión y la mirada a través de la Historia del ojo de Georges Bataille
Alejandra Rivera
Mirar y ser mirado, nada más común y ordinario, pero paradójicamente, nada más ominoso. La mirada que coloca a los sujetos en la posibilidad de instaurarse como tales deviene como sujeción que se enclava en la elaboración de imágenes, las cuales en el mundo contemporáneo configuran un sistema de significaciones que simultáneamente producen y enajenan formas de subjetivación al interior del sistema maquínico. Dentro de esta máquina, todo lo que se produce debe poseer, como condición, ser susceptible a la mirada, ya sea ésta la que examina, vigila, juzga u otorga el estatuto de verdad.
En este artículo, se partirá de una premisa: es imposible mirar si no es primero con los ojos del Otro,¹ de aquel que todo lo ve; así pues, una experiencia tan plenamente interior siempre da cuenta de un afuera, de una exterioridad que delimita, impone y significa lo que es obligado ver. Las preguntas están en el aire, ¿quién mira a través de nuestros ojos?, ¿qué es lo que se mira en el delirio?, ¿qué miradas producen delirio? Se problematizarán estos cuestionamientos considerando, como Deleuze, que en toda locura hay un tipo particular e intenso de investimento de un campo histórico, político y social
² y en ello discurre la posibilidad de dar cuenta no sólo del sujeto que delira, sino del sistema causante del delirio. Se utilizarán como referentes para la problematización algunos momentos de la novela Historia del ojo³ de Georges Bataille; la intención es descifrar qué formas de producción de la mirada se entrecruzan en los personajes centrales —Marcelle, Simone y el narrador—, al comprenderlos no como personajes, sino como figuras representativas de la relación entre neurosis, perversión y paranoia, asumiendo que el delirio inscrito en la relación significante huevo ojo manifiesta una clara referencia a una significación al mismo tiempo perversa y psicotizante.
Se eligió esta obra batailleana como referente para problematizar nociones lacanianas en tanto que permite rastrear categorías comunes mediante perspectivas distintas. Ambos fueron pensadores críticos, herederos de la tradición filosófica, cultural y política francesa; incluso, ambos confluyeron históricamente en los albores del siglo xx: compartieron influencias, amistades (como Bretón, Dalí y Buñuel) y, por qué no decirlo, parte de su historia se engarza por medio de sus amores y relaciones familiares. Lo cierto es que, más allá de explorar las peculiaridades históricas responsables de sus datos en común, se utilizarán ambos dispositivos en virtud de que tanto Lacan como Bataille expresan cierta heterología del ojo y la mirada⁴ para analizar las condicionantes invisibles y ominosas de la subjetividad.
Los platos están hechos para sentarse: el significante obsceno en la paranoia y la perversión
Žižek expresa que el paranoico tiene la convicción de que está siendo observado durante su actividad sexual. Ve una mirada en donde en realidad no hay ninguna
.⁵ Considero que esta interpretación recupera un elemento importante en la constitución del delirio. La clave para comprender lo anterior radica en discernir que aun cuando esa mirada no forma parte de la realidad, bien puede ser la mirada que observa en la crudeza de lo
Real. ¿Acaso en la paranoia esa mirada es resultante de un delirio?,⁶ la génesis de un ojo especular que discurre y se anuda en la alucinación del sujeto delirante, o es la mirada fantasmagórica del gran Otro, que de hecho observa y dejó una huella, un vacío, una oquedad desde la cual el paranoico construye una mirada delirante que se manifiesta a través de sus propios ojos.
Así, pareciese que hay procesos diferenciables en relación con el delirio⁷ y las maneras como se lo apropia un sujeto que asume y obedece el goce del Otro, el cual se ciñe a ser objeto de observaciones de otro que no está ahí, ese sujeto representa las estructuras de la neurosis; a diferencia de un sujeto que simboliza un régimen perverso, al mismo tiempo productor del delirio, y en el cual fungirá como uno de los muchos ojos del panóptico; a él se encomienda la tarea de salvaguardar la ley del sistema maquínico. Aún más, hay una tercera vía que lleva a considerar, en la producción de imágenes delirantes, la presencia de un otro que establece relaciones disímiles con los significantes para llevarlas hasta sus últimas consecuencias, este último constituye el sujeto de la psicosis. Sólo él es capaz de dislocar las relaciones entre los significantes y en su devenir puede bordear el hueco, la hiancia de lo Real.
Georges Bataille juega con estas posibilidades. En Historia del ojo se manifiesta una suerte de anudamiento psíquico entre los personajes que evoluciona hacia la trasgresión y la muer-te, pero que también patentiza la dinámica por la cual el goce⁸ se inscribe de manera distinta en cada uno de los cuerpos. La primera clave se devela al principio de la novela, en donde ocurre la relación erótica que Simone y el narrador llevarán a cuestas. La base de la relación que se convertirá en ocasión para el delirio sucede cuando Simone enuncia una significación delirante, en tanto trasgresora: Los platos están hechos para sentarse —dijo Simone—. ¿Quieres apostar? Me siento en el plato. —Apuesto a que no te atreves— respondí yo, sin aliento.
⁹ Después de esa enunciación, Simone en efecto coloca el plato de leche en el banco y lo ocupa como asiento, mientras mira fijamente al narrador.
Ese momento está inscrito en la dislocación del significante plato con respecto a su significado común. La primera operación de Simone consiste en vaciar de significado el plato para, a su vez, llenarlo de su propio goce. El narrador acude a un momento de desbordamiento psíquico manifestado en su cuerpo, en la excitación que le causa no sólo el cuerpo de su acompañante, sino también la escena trasgresora donde está incluido y a la cual se entrega. Hasta aquí he descrito lo asequible, en la perspectiva de Lacan, a los límites de lo simbólico y lo imaginario, que se tocan y se reconfiguran en el propio cuerpo:
La relación con el propio cuerpo caracteriza en el hombre el campo, a fin de cuentas reducido, pero verdaderamente irreductible, de lo imaginario. Si algo corresponde en el hombre a la función imaginaria tal como ella opera en el animal, es todo lo que lo relaciona de modo electivo, pero siempre muy difícil de asir, con la forma general de su cuerpo, donde tal o cual punto es llamado zona erógena. Esta relación, siempre en el límite de lo simbólico, sólo la experiencia analítica permitió captarla en sus mecanismos últimos.¹⁰
La relación del inconsciente con el significante¹¹ se disloca y, al mismo tiempo, se reinstala en los personajes por medio de sus cuerpos, lo que da lugar a un encuentro delirante y trasgresor; pero cada uno se establecerá en lugares diferenciados respecto al anudamiento entre lo real, lo simbólico y lo imaginario que los imbricará a la postre tras ser autores y espectadores de esta escena de trasgresión de la realidad simbólica.
Se considera que en el acontecimiento erótico significante —los platos están hechos para sentarse— subyace el registro de lo real en virtud de su posterior imposibilidad de representación en el registro de lo simbólico. Al respecto, el narrador explica que a raíz de ese acontecimiento se estableció una relación estrecha y continua, aun a pesar de que nunca hablaron de ese primer encuentro. En la obra de Bataille se describe de esta manera:
Así empezaron entre nosotros relaciones de amor tan estrechas y necesarias que rara vez estábamos una semana sin vernos. En realidad nunca hemos hablado de ello. Comprendo que ella experimente en mi presencia sentimientos cercanos a los míos, difíciles de describir.¹²
La referencia apunta claramente a la imposibilidad de enunciar un encuentro delirante entre dos cuerpos, a la incapacidad para dar cuenta de aquello real que dejó una huella, una hiancia, un vacío grabado en el inconsciente el cual, a su vez, dejó inscrito en el deseo del narrador el poder evocativo del goce que tiene Simone, el cual se deja entrever en la medida que él supone en ella la experimentación de sentimientos similares, en cierta forma indescriptibles.
Otro elemento formador de delirio en el narrador también lo favorece Simone, cuando observa que éste muestra signos de haberse masturbado la noche posterior al acontecimiento con el plato: Volví a casa corriendo, ávido de meneármela aún más. Al día siguiente, tenía ojeras. Simone me miró, escondió la cabeza contra mi espalda y me dijo ‘No quiero que en adelante te la menees sin mí.’
¹³
En este momento puede suponerse la instauración de una mirada invisible que perseguirá al narrador, aquella referida por Žižek en la paranoia, pero que además se inaugura como ley, pues limita y controla el ejercicio de la masturbación del narrador en ausencia de Simone, quien interpela por un goce solitario, pero efectuado en su presencia.
En otras palabras, la demanda perversa de Simone deviene en la paranoia del narrador, quien una vez mirado por ella, lo gobernará con su mirar, ya sea presente o ausente; esta escena parece evocar cómo se inaugura la instancia del superyó. El delirio de Simone es más bien un delirio perverso anudado con el poder, ese poder que en su excedente (pues trasciende su presencia y ejerce su fuerza sobre el narrador aun en su ausencia) controla el cuerpo y administra el goce del otro, como si enunciara el deseo del narrador y lo instaurara dentro de un régimen del amo y el esclavo, aludiendo a las categorías hegelianas que, por demás está decir, también se leen en el interior del corpus psicoanalítico lacaniano.
Simone ocupa el lugar de lo perverso; de naturaleza distinta al lugar que detona el delirio en Schreber —su padre, quien obsesionado por el control y el orden en la educación de su hijo a través de un sistema punitivo altamente eficaz, deja una marca psicótica en Daniel Paul, quien después será un caso particularmente importante en el estudio de la psicosis y la paranoia para el psicoanálisis—, pero similar en la medida en que ambos inscriben la ley en el cuerpo de los sujetos delirantes que han creado. En la historia de Bataille, Simone es caracterizada de la siguiente manera, por medio de la mirada del narrador:
Simone es simple habitualmente. Es alta y guapa; nada hay desesperante en su mirada ni en su voz. Pero es tan ávida de lo que perturba los sentidos que la menor llamada confiere a su rostro un carácter evocador de sangre, de terror súbito y de crimen, de todo cuanto destruye irremediablemente la beatitud y la buena conciencia. Vi por primera vez esa muda y absoluta crispación —que yo compartía— cuando puso su trasero en el plato. Rara vez nos miramos con atención sino en esos momentos.¹⁴
En su relación con Simone, el narrador acude a una cita con lo irrepresentable, lo inusitado, y que sólo se encuentra en la trasgresión de la carne y del sexo. Simone será la fuente donde se asirá el delirio del narrador para continuar dislocando significantes que lo llevan una y otra vez a repetir el tránsito circulante y constructor de obstinadas fantasmagorías al rededor del hueco dejado por aquello real, la hiancia¹⁵ de esa primera mirada enclavada en el sujeto del delirio.
El huevo y el ojo. La historia de un significante en el delirio
Lacan demuestra que es en el delirio donde la economía del discurso remite de una significación a otra, lo que genera la diferenciz de los significados del orden común:
A nivel del significante, en su carácter material, el delirio se distingue precisamente por esa forma especial de discordancia con el lenguaje común que se llama neologismo. A nivel de la significación, se distingue justamente —hecho que sólo puede surgir si parten de la idea de que la significación remite siempre a otra— porque la significación de esas palabras no se agota en la remisión a una significación.¹⁶
Ello se manifiesta con claridad en la relación que se establece entre los significantes ojo y huevo en la edificación delirante de la Historia del ojo:
Según ella, la forma del ojo era la de un huevo. Me pidió que, cuando saliésemos, rompiese a tiros huevos en el aire, al sol. La cosa me pareció imposible, pero ella me lo discutió, dándome razones satisfactorias. Jugaba alegremente con las palabras, diciendo algunas veces romper un ojo y otras aplastar un huevo, manteniendo razonamientos insostenibles.¹⁷
Es bastante claro que el juego de palabras remite a una significación delirante presente a lo largo de la novela. El hecho de que las enunciaciones de Simone sean delirantes no las deja desprovistas de un sentido, pues pertenecen a un lenguaje particular propio del delirio, donde de acuerdo con Lacan ciertas palabras cobran un énfasis especial, una densidad que se manifiesta a veces en la forma misma del significante, dándole ese carácter francamente neológico tan impactante en las producciones de la paranoia
.¹⁸ Las significaciones que se hilvanan en el sujeto del delirio no son ajenas al lenguaje, pue de él parten, solamente que para quien escucha fuera del delirio tales significantes son alienantes, carecen de una significación articulada con la realidad construida y hasta cierto punto consensuada con los otros desde el registro de lo simbólico.
So pretexto de que el sujeto es un delirante, no debemos partir de la idea de que su sistema es discordante. Es sin duda inaplicable, lo cual es uno de los signos distintivos de un delirio. En lo que se comunica en el seno de la sociedad, es absurdo, como se dice, e incluso harto embarazoso. La primera reacción del psiquiatra ante un sujeto que empieza a contarle disparates,