Gramáticas de la injuria: Aproximaciones literarias
Por José Luis Barrios y Joseba Buj
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José Luis Barrios
José Luis Barrios es filósofo e historiador del arte, especialista en estética, crítico de arte y curador, es profesor investigador de tiempo completo en la Universidad Iberoamericana y profesor de asignatura en el Posgrado de Historia del Arte de la UNAM. Ha sido profesor invitado a la Universidad de Cambridge, a la Universidad de Davis California, a la Universidad Católica de Chile, entre otras. Su trabajo gira en torno a las relaciones entre arte, estética y política desde la perspectiva de la Teoría crítica y el Posestructuralismo. Ha sido curador de exposiciones en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM, el Museo Nacional de Arte (MUNAL), El Laboratorio de Arte Alameda y del Pabellón de México en Venecia 2011. Fue director de 2000 a 2008 de la influyente revista CURARE.
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Gramáticas de la injuria - José Luis Barrios
Gramáticas de la injuria
Gramáticas de la injuria
Aproximaciones literarias
José Luis Barrios y Joseba Buj
(coords.)
UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA CIUDAD DE MÉXICO.
BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGERO
D.R. © 2021 Universidad Iberoamericana, A.C.
Prol. Paseo de la Reforma 880
Col. Lomas de Santa Fe
Ciudad de México
01219
publica@ibero.mx
Versión electronica: Julio 2021
ISBN: 978-607-417-802-9
Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.
Hecho en México.
Digitalización: Proyecto451
Índice de contenido
Portadilla
Legales
Palabras introductorias
Lenguaje de la injuria y subversión en El beso de la mujer araña
Escrituras sin archivo. Ficción teórica y duelo público en Cristina Rivera Garza
La reina sin reino. Vulnerabilidad, martirización, monolingüismo y despertar injurioso de una mujer quechuahablante a través de una pieza de periodismo narrativo
De pulsiones, subversiones y nombres. Homosexualidad, injuria y blasfemia (por una contrateología del nombre)
Políticas de la filosofía en Judith Butler y su partisanismo del lenguaje
Dialéctica de la interrupción: del exilio a la diáspora. Activaciones de la injuria como discontinuidad en la obra literaria de Angelina Muñiz-Huberman
Bibliografía
Palabras introductorias
Joseba Buj
El libro que hoy damos a la imprenta, como tantos otros trabajos de las líneas de investigación, que sobre estudios críticos
sucesivamente, bajo la forma de distintos proyectos –La representación y sus límites, 2009-2011; Políticas y potencias de lo (in)representado, 2012-2014; Violencia y exclusión, el problema de la nuda vida, 2015-2017, y Cuerpo, diáspora y exclusión, 2016-2019–, ha financiado y financia la Dirección de Investigación de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, ha abrevado en las discusiones sostenidas en el seno de este singular locus amoenus académico que ha resultado ser el seminario de los miércoles
.
Este foro, al que, con la salvedad de sus grandes maestros e inspiradores (José Ramón Alcántara, Karen Cordero, Ilán Semo, José Luis Barrios, etcétera), muchos acudimos por primera vez en calidad de alumnos, se ha convertido no sólo en un gran agenciador
de conocimiento teórico y conciencias incisivas —a través de los arduos debates en los que las categorías son emplazadas críticamente, violentadas y forzadas a desplazarse, propiciando el surgimiento de nuevas herramientas epistemológicas—, sino también en una auténtica fábrica de investigadores profesionales. Prácticamente, toda aquella dispar y tímida primera generación de estudiantes —y digo dispar porque, más allá del interés por el saber, era poco lo que unía a sus integrantes por razones de origen y procedencia social—, aparte de haber fincado los cimientos de una amistad inclaudicable, conforma hoy un cuerpo transdisciplinario (antropólogos, historiadores, historiadores del arte, filósofos, abogados, críticos literarios, comunicólogos…) de académicos adscritos a las más prestigiadas universidades del país. Y el seminario de los miércoles
no ha dejado de asombrarla.
A ese éxito formativo contribuyó, no me cabe duda, la generosidad de los maestros que desde las primeras publicaciones, posicionándose en la horizontalidad de una perspectiva incluyente, abrieron, como se puede constatar en la ya larga lista de productos que han visto la luz, la posibilidad de que los estudiantes templasen su voz como investigadores acompañando a sus mayores. Hoy replicamos con orgullo esta práctica originaria y originante; dos son los alumnos que hicieron este viaje (de escritura) con nosotros: Amanda Patricia Castañeda Merizalde y Juan Luis Loza León.
En estos casi dos lustros, la experiencia formativa y epistemológica desplegada ha sido plural y proteica. Un hilo conductor la ha alimentado, sin embargo. Mediante una singular articulación del postestructuralismo francés y de la teoría crítica francfortiana se ha indagado, acicularmente, en diversos índices discursivos que dan cuenta de las violencias materiales en las que se apuntala el capitalismo tardío de nuestros días. Cuerpos violentados, desplazados, explotados, expoliados: nuda vida que, en el sistema de enunciación, tiene clausurado cualquier tipo de irrupción, vida que no merece la pena ser llorada. En una proliferación discursiva que, sometiendo vesánicamente a sus patrones la producción y la cognición de lo real y reduciendo a éstos todo rasgo singularizante de la vividura subjetiva, día con día angosta más la posibilidad de hallar hiatos, contradicciones y condiciones de posibilidad que abran paso hacia, y permitan pensar, esa materialidad fuerana que, refutada, es conditio sine qua non para echar a andar los engranajes de la maquinaria que la recusa, hemos querido activar ciertos vórtices en el adentro discursivo que auspicien su quiebre, que lo desautomaticen y, así, allanen el terreno para la incursión singular de nuevos paradigmas subjetivos, de bisoñas y alternas vivencias cognitivas: lo único, lo irreductible, lo distinto, lo que siempre intenta ser, sin éxito, reconducido y sojuzgado.
De más está decir que, en el curso de nuestra pesquisa, amén de la categorización filosófica, la estética ha desempeñado un papel capital. Porque si nos han preocupado las dinámicas de la representación y los lenguajes subrepticios que subyacen en ellas, las gramáticas estéticas devienen el único sistema comunicativo que, de manera explícita, no prevé una lectura autorreferencial y supuestamente universalizable, esto es, circunscrita a los límites de su propia representación y con una carga semántica unimisma. La gramática estética mide su efectividad en la capacidad de afectación foráneo/corporal. Es decir, sus mecánicas internas se urden en razón de una exterioridad irreductible a dichas mecánicas. Y su significación da noticia, más que ningún otro lenguaje, de un imposible conato de universalización de las actualizaciones singulares de la experiencia en ella prevista. En virtud de lo argumentado, un sitio propicio para cavilar el quiebre discursivo conjeturado y anhelado han de ser las gramáticas estéticas: por la residualidad material/singular que de seguida comprometen. O quizá, habría que argüir, ciertas gramáticas estéticas: porque, en razón de su naturaleza estructural compleja, los lenguajes estéticos pueden ser incoados como dispositivos que, alineados a la inercia totalizante del tardocapitalismo, busquen articular el control de lo sensible, esto es, ordenar cierto registro de lo corpóreo para que ocupe una determinada posición, para que se comporte de una determinada forma (afecta, en nuestra época desdichada, a los ramales especulativos del valor de cambio), es decir, que se produzca desde una sola dimensión domesticada en el todo histórico/social. Son de nuestro interés, entonces, ciertas gramáticas que proponen una relación de archivo maldita
en el ámbito de lo estético, es decir, aquellas que exacerban el catalizador singularizante e irreductible materialmente hablando que, de suyo, posee como condición de posibilidad este sistema comunicativo.
De lo precedente, se induce el giro hacia lo literario que intentamos en los textos que siguen (aun cuando lo literario ya había aparecido en otras publicaciones del seminario, no había ocupado un sitio preponderante en dichos productos). Porque lo literario es el lugar en el que el lenguaje (natural) se comporta estéticamente (recordando a Maurice Blanchot: en el espacio literario, el lenguaje abandona la función comunicativa que le es consustancial para comunicar otra cosa, la activación de un pathos, de la afectación marginal que va originando todo acto afirmativo de los ethos cultural/humanos en el mundo). Porque el lenguaje (natural) es el metasistema al que se traducen y —en cierto modo entonces— en el que acontecen y se registran todos los actos comunicativos y materiales: epistemológicos, económicos o estéticos. Porque el descentramiento estético del lenguaje (natural) será, entonces, un descentramiento de todo el metasistema (mimético/representativo) que es la cultura.
Si el comando de nuestra investigación nos ha conducido, como ya he señalado, a la búsqueda de quiebres discursivos que desarticulen las violencias de la representación cultural en nuestra coyuntura, el uso estético del lenguaje —si pensamos desde las coordenadas de la estética maldita, no domeñada, aludida— que va a introducir lo literario prestará particular atención a los lugares lingüísticos en los que la cultura ejerce y registra con especial énfasis dicha violencia, justamente al apropiárselos y redimensionarlos desde una óptica descentrada. El espacio lingüístico de la injuria resultará, en este sentido, muy feraz: para desplazar categorías, para despejar el camino hacia los parajes materiales de lo afectivamente marginado, de lo indecible, de lo incierto, de lo indeterminado, para traer a colación índices de revulsión estéticos y políticos que trastoquen la cultura toda.
La apropiación estética (maldita) del lenguaje de la injuria en la literatura robora, con enfática contundencia —acaso por el descentramiento u operación fantasmagórica, de segundo orden, que le es intrínseca a los modos de enunciación estética—, aquello que postulara Judith Butler en su obra Lenguaje, poder e identidad (lectura toral en el seminario que precedió a la confección de esta antología textual): que a través de la ocupación del espacio de la injuria y de su resemantización se puede horadar el montaje ideológico/cultural en el que habitamos, que dicha resemantización lingüística contiene el potencial revolucionario para liberar una performatividad otra, resistente, del cuerpo en el mundo, y con ella, la posibilidad de pensar y construir un mundo y un tiempo de justicia.
A esta inquietud responden los textos que en este libro se compilan.
Lenguaje de la injuria y subversión en El beso de la mujer araña
Amanda Patricia Castañeda Merizalde
¿Podría acaso el lenguaje herirnos si no fuéramos, en algún sentido, seres lingüísticos, seres que necesitan del lenguaje para existir?
JUDITH BUTLER (1)
El poder del lenguaje se nos escapa; es complejo describir todo lo que encierra o todo lo que libera. Es posible pensarlo a partir de la creación, las imágenes y alegorías, la memoria guardada en tomos completos, los intercambios de cartas entre amantes y amigos, el silencio, los archivos. Pero ese lenguaje que guarda múltiples sentidos también nos sujeta al nombrarnos y tiene la capacidad de herirnos; sin embargo, a raíz de esa herida, causada por la injuria, que aísla y aliena a los sujetos, puede producirse una reversión a partir de la apropiación. Y es que el uso político del lenguaje es capaz de revertir el sentido y hacer que aquel término que una vez nos lastimó adquiera un nuevo valor.
Si, tal como asegura Judith Butler en el texto Lenguaje, poder e identidad (1997), somos seres lingüísticos, que resultamos heridos por el lenguaje, vale la pena acercarnos a la novela El beso de la mujer araña, del argentino Manuel Puig, para advertir cómo el lenguaje representa ciertos tipos de violencia y heteronormatividad marcados desde el poder y la autoridad en el cuerpo, y cómo los sujetos pueden, a partir de la injuria que los interpela, hacer un uso político del lenguaje y transformarlo, de modo que la interpelación, que en principio hería, se convierte por apropiación en acto político.
Literatura de resistencia
El beso de la mujer araña forma parte de los textos que se publicaron en América Latina con el tema de la represión, la exclusión, las dictaduras y el exilio, hacia finales de la década de 1970 e inicios de 1980, (2) y que abordaban líneas temáticas que algunos críticos de la literatura llamaron ‘de resistencia’ ante las condiciones políticas reinantes
. (3) La obra fue publicada en 1976, año de salida del último régimen peronista, a cargo de Isabel de Perón, y del inicio de la dictadura militar del general Videla.
En medio de ese clima político y social, la obra de Manuel Puig (1932-1990) fue criticada, ya que se decía que sus textos eran "kitsch, cursis, populacheros e, incluso, de mal gusto", (4) además de ser acusado de producir una literatura provocadora y liviana. Según Matei Calinescu, Puig "escribió desde lo kitsch como forma de inadecuación estética y usó conscientemente el mal gusto para subvertir las convenciones del ‘buen gusto’". (5) Sin embargo, se ha llegado a reconocer que su obra produjo una ruptura con la tradición literaria argentina, y además se ganó el aprecio del público y de la crítica, así como el reconocimiento internacional por abordar de manera distinta sobre lo que pasaba en la Argentina y acerca de ese otro marginado del que no se hablaba con frecuencia.
La telaraña y sus voces
El beso de la mujer araña narra la historia de amistad que entablan Valentín y Molina en una prisión de la Argentina en 1974. Se trata de dos proscritos: Molina es un homosexual acusado de corrupción de menores y Valentín un preso político, activista y militante. A lo largo de la narración estos dos personajes, en apariencia muy diferentes, se acercan al compartir sus historias y el tiempo de encierro. En la novela, Puig utiliza recursos kitsch que tienen que ver con lo sentimental, en aspectos relacionados con la selección de películas que se narran, elemento a partir del cual también se revela la influencia que tuvieron el cine y el lenguaje cinematográfico en su obra; además se destacan el uso de letras de boleros, el sentimentalismo y la cursilería, que funcionan como pretextos para subvertir la dinámica lineal de la narrativa y para darles voz a los personajes principales.
Esta es una novela sin narrador, es decir, sin una voz de autoridad, que se caracteriza además por la recursividad y la multivocidad. Puig se alejó de las formas discursivas tradicionales al mezclar de forma constante los diálogos de los personajes con la narración de películas hollywoodenses de los treinta y los cuarenta, junto con letras de boleros, partes policiales, flujos de conciencia y largos pies de página que incluyen teorías psicoanalíticas