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Tras la huella del monstruo femenino: Sirenas, brujas y otros personajes demoníacos en el arte y la literatura
Tras la huella del monstruo femenino: Sirenas, brujas y otros personajes demoníacos en el arte y la literatura
Tras la huella del monstruo femenino: Sirenas, brujas y otros personajes demoníacos en el arte y la literatura
Libro electrónico360 páginas4 horas

Tras la huella del monstruo femenino: Sirenas, brujas y otros personajes demoníacos en el arte y la literatura

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El concepto de lo monstruoso revela las conductas, cualidades y pulsiones que una cultura tema y reprime porque vulnera la pervivencia de su sistema hegemónico. Ahora bien ¿de qué manera se ha configurado ese otro yo, doblemente degradado por su condición de mujer? ¿Cómo se ha representado lo monstruoso femenino en el arte y la literatura?Con base en este par de interrogantes, el presente libro explora las construcciones del sujeto monstruoso femenino desde la mirada de investigadores especializados en diferentes disciplinas, mostrado un amplio panorama de la representación y transformación de las brujas, las sirenas, las fantasmas y otros personajes fantásticos y demoníacos en distintas épocas y expresiones artísticas. Partimos de la hipótesis de todas las sociedades han construido alguna concepción del monstruo femenino inspirada en aquello que les resulta aterrador en la mujer, y lo han representado en distintas manifestaciones culturales. Asimismo, esta suposición ha orientado, en el imaginario colectivo, el carácter slavaje o irracional de las mujeres con el fin de controlar sus cuerpos y limitar sus capacidades. Este libro explora de manera crítica los mitos y representaciones que han asentado estas creencias a lo largo del devenir histórico.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 ago 2023
ISBN9786075479620
Tras la huella del monstruo femenino: Sirenas, brujas y otros personajes demoníacos en el arte y la literatura

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    Tras la huella del monstruo femenino - Alfredo Hermosillo López

    Introducción

    Alfredo Hermosillo

    Centro Universitario de Tonalá

    Universidad de Guadalajara

    Aaron Rosenberg

    El Colegio de México

    En Los anormales (2000), Michael Foucault define lo monstruoso como la categoría simbólica y estética que transgrede el orden moral socialmente institucionalizado. Entendido así, el monstruo es el otro, el salvaje, el transgresor, el que encarna todo aquello que debe permanecer oculto, lo que no debe verse pero ha salido a la luz. Este otro es, en realidad, muy parecido a nosotros, aunque en un modo degradado, y en esta particularidad de ser a la vez familiar y extraño radica lo temible de su condición y la nuestra. Podemos afirmar, por lo tanto, que el temor a la alteridad que no debería manifestarse constituye el origen del monstruo como antítesis del orden moral. De este modo, el concepto de lo monstruoso revela las conductas, cualidades y pulsiones que una cultura teme y reprime porque vulneran la pervivencia de su sistema hegemónico. Ahora bien, ¿de qué manera se ha configurado ese otro yo doblemente degradado por su condición de mujer? ¿Cómo se ha representado lo monstruoso femenino en el arte y la literatura?

    Con base en estos principios y este par de interrogantes, el presente libro explora las construcciones del sujeto monstruoso femenino desde la mirada de investigadores especializados en diferentes disciplinas, mostrando un amplio panorama de la representación y transformación de las brujas, las sirenas, las fantasmas y otros personajes fantásticos y demoníacos en distintas épocas y expresiones artísticas. Partimos de la hipótesis de que todas las sociedades han tenido alguna concepción del monstruo femenino, de lo que resulta aterrador en la mujer y que han representado en distintas manifestaciones culturales. Asimismo, de que esta relación ha marcado, en el imaginario colectivo, el carácter salvaje de las mujeres, su irracionalidad y la necesidad de domesticarlas para controlar sus capacidades productivas y reproductivas. Es nuestra intención analizar cómo los distintos productos artísticos de culturas tan diversas como la europea, estadounidense, mexicana, japonesa, africana y rusa han representado al personaje femenino para manifestar aspectos que se consideraban negativos y hasta terroríficos en la conducta humana desde el punto de vista moral, religioso y social, en donde resaltan actitudes como la lujuria, la charlatanería y la ira vengativa.

    La intervención crítica elegida para dar respuesta a las interrogantes que constituyen el eje de este libro, está basada en diversos postulados teóricos, que transitan de la categoría analítica de género, la historiografía cultural desde una dimensión epistemológica transdisciplinaria, transhistórica y política, el análisis literario, la literatura comparada y la teoría del monstruos feminine propuesta por Barbara Creed (2015) al estudio del modelo mítico a partir de la perspectiva mitoanálitica de Gilbert Durand (2012).

    Es importante destacar que el libro es el resultado de un verdadero esfuerzo en conjunto, en el que los coordinadores definimos los mecanismos para lograr la articulación de los diversos capítulos dentro del referente conceptual explicado anteriormente. En un primer momento, nos dimos a la tarea de lanzar una convocatoria dirigida a especialistas de diferentes campos de estudio, cuyo trabajo conocíamos por estar relacionado de algún modo con la temática elegida. Recibimos, en primera instancia, un total de dieciocho propuestas. De ellas, resultaron elegidas las once que integramos en este volumen, seleccionadas por la relevancia de su análisis en temas de diversa y amplia trayectoria histórica y profunda imbricación con el tejido sociocultural en múltiples contextos. Cabe decir que, para asegurar el proceso de arbitraje a doble ciego, cada uno de los coordinadores evaluó únicamente los trabajos cuya autoría desconocía. Después de este primer filtro, los capítulos se asignaron a evaluadores externos para ser dictaminados. Una vez con los dictámenes en mano, tomamos decisiones en conjunto acerca de los textos elegidos y la estructura de la publicación. Finalmente, el libro completo también fue dictaminado por los evaluadores de la editorial bajo el proceso a doble ciego.

    ***

    El primer capítulo, La bruja o los demonios de la razón, de Georgina Aimé Tapia González, aborda la persecución europea de las brujas utilizando la categoría analítica de género y da inicio al tema de la monstruosidad femenina desde una perspectiva que, aunque suele parecer lejana en términos de cronología, proviene de raíces culturales cercanas e incluso familiares. A partir de este marco de referencia, presenta argumentos sobre la misoginia en la persecución de las brujas, analiza la conformación de la mujer-bruja en el Malleus Maleficarum e indaga en los conocimientos y oficios de las mujeres acusadas de brujería. Aimé demuestra que las mujeres han sido culturalmente dibujadas en términos negativos, pues han sido concebidas por numerosos y notables pensadores y filósofos como la alteridad radical ante el varón, que se ha equiparado a sí mismo con lo humano. En esta manera de entender lo femenino están, a decir de la autora, las bases de la violencia de género. Tras responder la pregunta ¿quiénes fueron realmente las brujas y qué lecciones nos dejan para la comprensión de los fundamentos históricos de la violencia de género?, aparece otra pregunta ineludible: ¿qué existe detrás de la violencia feminicida que prevalece en nuestras sociedades y durante ciertos periodos ha adquirido la intensidad de una epidemia hasta representar una de las principales causas de muerte para las mujeres?

    El capítulo Brujas, gatos y demonios: revisión histórica de la postura religiosa y del imaginario colectivo en la Edad Media, de Jessica Marcelli y Mariana Bueno, analiza el momento histórico de los siglos XI al XIV en que la mujer se percibe como bruja, el gato como maligno y, en conjunto, ambos como seres diabólicos. Tras analizar los documentos que tratan aspectos de la herejía y la hechicería a lo largo del periodo medieval, las autoras ponen en evidencia el papel de la Iglesia cristiana en la consideración de la mujer como un ser irracional y de carácter salvaje que es necesario domesticar para ser controlada. Cristina Castellano, por su parte, estudia las representaciones que acompañaron la expansión de la memoria de una bruja emblemática, Juana de Arco, quien fue quemada en la hoguera acusada de hereje. La autora tiene el propósito de comprender cómo evoluciona la representación de lo monstruoso femenino en un caso concreto, y cómo se ejecuta la transposición de los valores a lo largo de los siglos. Así pues, al analizar los debates y relecturas históricas del personaje y su vinculación con la cultura y las artes desde una perspectiva transdisciplinaria, transhistórica y política, en el capítulo El triunfo inacabado de las brujas se muestra la manera en que la transformación de la memoria colectiva, por medio del tratamiento de un símbolo, conlleva un cambio de mentalidades.

    Polimorfismo y tentación en «Hänsel y Gretel». El embrujo de lo aparente, escrito por Gustavo Esparza, analiza la naturaleza polimórfica de la bruja en el cuento, ya canónico desde hace siglos, de los hermanos Grimm, manifestada en tres variaciones de este ser: (a) como madrastra (die Stiefmutter); (b) como mujer milenaria (die steinalte Frau); (c) como bosque oscuro (der Wald). El autor describe el enfrentamiento en distintos planos entre los hermanos y la bruja, finalizando con la victoria de Gretel sobre ella, con lo cual se revela el carácter dinámico e intercambiable de la esencia mágica. El conjunto resalta el carácter complejo de estos seres y su imposibilidad para fijar una sustancia específica que los defina. En ese mismo orden de ideas, Ethel Junco y Claudio César Calabrese analizan, desde la perspectiva de Gilbert Durand, el tratamiento de la historia original de La bella durmiente del bosque junto a los mitos de base para relacionarla con los discursos reinventados que proponen un mito superador. Su capítulo Escenarios para el pensamiento actual: cine y mitoanálisis, a propósito de la cinta Maléfica: Dueña del Mal, demuestra que el antagonismo bien-mal se resuelve dentro del arquetipo mítico de la madre ancestral, de su amor sublimado y de su poderío indiscutible que sigue en circulación hoy día. 

    Desde una perspectiva similar, Luis Alberto Pérez-Amezcua y María Teresa Orozco López estudian la representación de las mujeres en la serie web Diablero, en la que se encuentran personajes femeninos que cubren un espectro diverso, desde los que cumplen un papel secundario y por tanto únicamente instrumental hasta los que adquieren una agencia fundamental que los torna estructurales, pues la historia misma depende del rol que desempeñan las brujas o las diableras. Los autores analizan, asimismo, el modo en que algunos mitos son reelaborados y actualizados en un contexto de sincretismo que pretende recuperar la mística prehispánica y la une a la mitología cristiana. El capítulo culmina con la certeza de que no hay un tema de mayor actualidad en la agenda democrática mexicana que el de la lucha por los derechos de las mujeres, y de que las legítimas demandas de seguridad, equidad y justicia que han realizado exigen la crítica del rol que la producción cultural les ha asignado o atribuido en diferentes medios, pues muchas veces implica estereotipos no favorables.

    Por su parte, en Tras la huella de la Llorona y esas crónicas que asustan, Rosa María Spinoso sintetiza los imaginarios que giraron en torno a la construcción cultural de la Llorona como una leyenda heredada y adaptada en la América colonial. Desde esa problemática, la autora sigue las huellas del monstruo femenino por excelencia de los mexicanos; lo hace desde la historia cultural y a partir del estudio de las deidades mesoamericanas que la originaron (Cihuacoatl, las cihuateteo y las tzitzinime) y las descripciones asustadoras que hicieron de ellas los cronistas de la conquista.

    El capítulo de Roberto Monforte Dupret "Las rusalkas y su presencia en la obra literaria de A. S. Pushkin" describe la génesis, fisionomía y atributos primigenios del monstruo femenino quizá más representativo de la cultura eslava en la actualidad, para después ahondar en el origen del interés del gran poeta ruso hacia estos seres mitológicos y analizar los rasgos propiamente literarios de este personaje. De este modo descubre, por un lado, qué características del personaje mitológico original conserva y, por otro, con cuáles características específicas y singulares enriquece esta figura mitológica en sus obras siguiendo las convenciones o premisas literarias de su época.

    Mientras tanto, en Japón, la figura del fantasma femenino ha ganado relevancia desde la antigüedad. Textos tan antiguos como el Genji monogatari (antes de 1021), anunciaban la presencia de espíritus vengativos, tópico que fue ganando adeptos a lo largo del periodo Edo, donde la presencia de los 生霊 [ikiryō, espíritus vivos] y de los 死霊 [shiryō, fantasmas muertos] fue visible en una importante cantidad de producciones culturales. Con este tema están relacionados los capítulos El motivo de la venganza en el periodo Edo, de Marcos Hiram Ruvalcaba Ordóñez, y "¡Ella es una yōkai, matémosla! La violencia contra la mujer en Tōno Mōnogatari" de Teresa García Bustos. El primero analiza la figura del fantasma femenino vengativo a partir de la figura de Oiwa, uno de los fantasmas más populares, protagonista de la obra 四谷怪談 [Yotsuya Kaidan] (1825). Partiendo de los postulados de la teoría del monstruos feminine, propuesta por Barbara Creed (1993), Ruvalcaba Ordóñez establece cómo el concepto 恨み [urami], que engloba el rencor, el odio y el deseo de venganza, se constituye como un tópico para construir la figura femenina en la literatura japonesa, instaurando así una identidad desprendida de los roles tradicionales de género en el Japón de Edo. El segundo capítulo analiza, desde una perspectiva de género, las representaciones de los yōkai 妖怪 (‘seres sobrenaturales’) femeninos kamikakushi 神隠し (‘oculto por un dios’) y kitzune 狐 (‘zorro’ o ‘zorra’), en cinco relatos provenientes de la aldea de Tōno, Japón, compilados en el libro titulado Tōno Monogatari 遠野物語 (Las leyendas de Tōno) por el etnólogo japones Yanagita Kunyo 柳田 國男 (1875-1962), en 1910. Las leyendas seleccionadas comparten a los dos sujetos narrativos antes referidos, quienes son violentados de diversas formas por varones que los encuentran en el bosque o cerca del río. Con base en el contexto social e histórico de la mujer japonesa se explicará por qué estos seres son agredidos. Además, se visualizará cómo dichos comportamientos violentos en contra del sexo femenino son elementos didácticos, que funcionaban para enseñar a las féminas las consecuencias al romper con los roles de género. De acuerdo a lo anterior, la investigación ofrece una nueva lectura a este texto fundador de los estudios etnológicos japoneses, donde se resalta su parte didáctica y la carga negativa que ésta expresaba para la mujer.

    El capítulo final Matándome suavemente: la figura femenina sobrenatural y la atracción peligrosa en el este de África de Aaron Rosenberg, indaga la naturaleza del miedo social en cuanto al poder de producción y reproducción femeninas en varios contextos socioculturales a través de cuentos y otros textos populares que circulaban y siguen circulando entre los miembros de varias comunidades en el este de África. Al mismo tiempo el estudio considera las implicaciones de la ausencia de representaciones de lo mismo en textos académicos que se autodefinen como repositorios de la totalidad de comunidades africanas de esta zona del continente. Las preguntas centrales de este capítulo son: ¿Cuáles son las representaciones que se hacen significantes para estas poblaciones en cuanto a los personajes que encarnan el concepto de la atracción sexual en cuerpos femeninos? ¿Qué papel juega lo sobrenatural en la definición de estos seres bastante variados que no siempre se definen como puramente humanos? Finalmente, ¿cuáles son las implicaciones socioculturales que podemos observar e inferir a través de estos textos alegóricos y las imágenes de género y de la sexualidad que proponen? Para responder a estos interrogatorios, el autor considera una selección de obras cuyos modos de circulación están, muchas veces, fuera del ámbito de lo que se puede considerar la literatura formal en el sentido occidental, pues pertenecen a formas tales como cuentos orales/aurales y canciones de origen swahili, ganda, kamba y luo contenidos en algunas colecciones de cuentos.

    Con una selección tan diversa de investigaciones acerca de lo monstruoso femenino, esta colección pretende proveer un punto de entrada a la constelación de complejidades socioculturales de género y de las justificaciones igualmente enredadas que se utilizan para escudar las creencias y concomitantes prácticas de misoginia que florecen y permanecen en un sinfín de textos y contextos en cada espacio geo-cultural del globo. Nos es claro que las intervenciones aquí representan una selección extremadamente limitada de los posibles enfoques de estudios de representaciones de las mujeres en obras creativas y sus implicaciones en términos sociohistóricos. Esperemos, entonces, que la trayectoria establecida en esta compilación pueda servir de brújula para la búsqueda, exploración y explicación de casos análogos en otros sitios y dentro de otras tradiciones expresivas del mundo para facilitar la consideración y discusión de estas realidades tan problemáticas y contundentes.

    Referencias

    Creed, Barbara. 1993. The monstrous-feminine. Film, feminism, psychoanalysis. Sidney: Routledge.

    Durand, Gilbert. 2013. De la mitocrítica al mitoanálisis. Figuras míticas y aspectos de la obra. Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México.

    Foucault, Michel. 2000. Los anormales. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

    La bruja o los demonios de la razón

    Georgina Aimé Tapia González

    Universidad de Colima

    Culturalmente dibujada en términos negativos como puede leerse sin concesiones en numerosos pasajes del Antiguo Testamento, pasando por los textos médicos y científicos del mundo clásico, hasta la consolidación del aristotélico-tomismo, la mujer ha sido concebida como la alteridad radical ante el varón, que se ha equiparado a sí mismo con lo humano. Concebida como más cercana a la naturaleza que a la cultura, al cuerpo que al espíritu y a las emociones que a la razón, la fémina ha representado a lo largo de la historia los misterios ocultos y el caos originario del vientre de la Tierra. Connotados pensadores y filósofos —con muy pocas excepciones— han contribuido a crear una imagen grotesca, incluso, terrible de la mujer, la cual está en las bases de la violencia de género: animal enfermo, varón mutilado, amoral, carente de lógica (Castellanos 2005, 48, 49 y 75)¹. En palabras de Edith Stein, ésta ha sido equiparada con el demonio del abismo (1998, 110).

    Considerando lo anterior, el binomio mujer-bruja no representó grandes dificultades en su conformación; sin embargo, el término mismo de «bruja» junto con el enunciado «la persecución de brujas», delata una claridad perversa en el uso del lenguaje, tan reacio por lo general cuando se trata de visibilizar a las mujeres. Claridad, porque aquí se hace referencia explícita a la presencia femenina, y al mismo tiempo perversa, porque su reconocimiento está vinculado con los elementos más degradantes. Las brujas, las perseguidas, las procesadas, las torturadas y las asesinadas fueron mayoritariamente mujeres. Algunos hombres también sufrieron una suerte análoga, pero su número fue, por lo general, menor (sobre la discusión al respecto, véase Sallmann 2005; Méndez 2008). En este caso, «la persecución de brujas›› incluye también al ‹‹brujo››: tratándose de ‹‹las siervas del diablo», el lenguaje podía permitirse generalizar en femenino.

    Con excepción de los trabajos realizados por investigadoras vinculadas con el feminismo —algunos de los cuales han sido esenciales para el desarrollo de este capítulo—, el examen de la persecución de brujas desde un enfoque de género sigue siendo silenciado en la historia hegemónica. Aunque numerosos estudios argumentan la existencia de sexismo y misoginia en el destino que corrieron las personas acusadas de brujería durante la Modernidad, este tema está ausente en la mayor parte de los manuales escolares, y en el imaginario colectivo prevalece la asociación de las mujeres con el mal.

    Entre los artículos publicados en castellano en la última década destacan tres principales líneas temáticas: los estudios de caso de mujeres acusadas de brujería tanto en Europa como en las colonias asentadas en América (Torres 2011; Gallardo 2011; Fargas 2016; Canuto y Serrano 2018); investigaciones con perspectiva de género sobre la historia de las brujas y sus representaciones sociales (González Alvarado 2014; Méndez 2018); y análisis feministas sobre el valor simbólico de las brujas históricas para mostrar la continuidad de una lógica misógina vigente en la actualidad: discriminación por género y edad, violencia obstétrica, medicalización de los cuerpos de las mujeres y representaciones artísticas subversivas de las brujas y otros monstruos femeninos (Colanzi 2014; Betata 2014; Pedrosa 2018; Hernández, Vispe y García 2019).

    En este contexto, el objetivo del presente capítulo es abordar el tema de la persecución europea de brujas durante los siglos XV a XVIII utilizando la categoría analítica de género. Para ello se retoma la doble definición de Joan W. Scott: el género es un constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y el género es una forma primaria de las relaciones significantes de poder (Scott 1990, 44). Este concepto constituye el marco de referencia a partir del cual se desarrollan los siguientes apartados desde una mirada feminista: el primero presenta un breve panorama sobre la misoginia en la persecución de brujas; en el segundo se analiza la imagen de la bruja adoradora del diablo en el Malleus Maleficarum, considerado el tratado denomológico más influyente durante estos siglos; el último apartado indaga en los conocimientos y oficios de las mujeres acusadas de brujería, así como en su incopatibilidad con la ciencia moderna y las nuevas formas de organización social. La tesis aquí defendida es que la aniquilación sistemática de las brujas se enmarca en un complejo de violencias interrelacionadas —contra las insurrecciones campesinas ante el naciente capitalismo; la reducción de la Naturaleza a materia explotable; la esclavitud y expolio de los pueblos colonizados— que guarda algunos paralelismos con la situación actual. Como se argumenta en las conclusiones, la principal contribución del presente es mostrar las continuidades históricas entre la persecución de brujas en la Modernidad europea y el recrudecimiento de la violencia feminicida —y ecocida— que delinea el rostro del siglo XXI.

    Sexismo y misoginia en la persecución de brujas

    ¡Qué otra cosa es una mujer sino un enemigo de la amistad, un castigo ineludible, un mal necesario, una tentación natural, una calamidad, un peligro doméstico, un deleitable detrimento, un mal de la naturaleza pintado con colores!

    Malleus Maleficarum

    La conceptualización de las mujeres como seres «contaminados», «peligrosos», «inclinados al mal», «naturalmente subordinados a los hombres», esto es, la falta de reconocimiento de que las mujeres son personas, ha representado una constante histórica que antecedió a la cacería de brujas y continúa vigente, como lo muestran los feminicidios y todos los tipos de violencia de género². En las raíces judeocristianas del pensamiento occidental abundan ejemplos de una tradición no sólo sexista, sino también profundamente misógina: en el Éxodo, las mujeres son tratadas como mercancías sujetas a la voluntad de los hombres (Éxodo 22, 16); en el Levítico, las frases sobre la impureza de las mujeres durante su periodo menstrual son terribles: La mujer, que cada mes tiene sus menstruaciones, será apartada siete días cuando le vengan (Levítico 15,19). Más adelante: La mujer que sufra flujo de sangre durante muchos días fuera de la menstruación, o a quien le sigue saliendo sangre después de los días de la menstruación durará impura mientras padezca eso como si se tratara de la menstruación (Levítico 15,25). La mujer que menstrua es impura, y todo lo que ella toque o con lo que entre en contacto quedará viciado, contaminado e indigno ante los ojos de Dios. También el flujo seminal del varón y el acto sexual son causa de algún recelo, pero la mujer sangrante, al igual que las enfermedades «vergonzosas» son causa de una impureza más repugnante y prolongada. En estas afirmaciones se destaca la dependencia de las mujeres y sus ciclos biológicos respecto a la Naturaleza, con la que comparten una suerte análoga bajo la dominación masculina.

    De la triste Eva a la temible Lilith, sin olvidar a Pandora, la mujer ha sido concebida como la puerta privilegiada a través de la cual el mal, los desórdenes y el caos han asolado a la humanidad. La maldad de las mujeres ha sido un tópico recurrente en la historia: Comenzó el pecado por una mujer, y por causa de ella morimos todos (Sirácide 25,24).

    Reconocidos varones forjadores de lo que Celia Amorós ha definido como razón patriarcal pretendieron justificar la inferiorización de las mujeres. Esta filósofa desenmascaró la presencia del sexismo en el conjunto de productos culturales que convencionalmente se suelen considerar como filosóficos (1985, 21). En las bases de la ideología sexista del pensamiento occidental, Aristóteles intentó demostrar sobre supuestos científicos la subordinación natural de la mujer al varón. De acuerdo con él, las mujeres son débiles, pasivas, de racionalidad deficientemente desarrollada, en fin, son un defecto de la naturaleza. Como parte del proceso de procreación, el auténtico generador, el principio activo que transmite la forma es el varón, la mujer sólo aporta materia y defecto (Sissa 2005). Para este filósofo, las mujeres son incapaces de amistad y de pensamiento político, actividades ambas exclusivas de los varones virtuosos (Porter 1999). En todo caso, la mayor de las virtudes femeninas era permanecer en silencio dentro del gineceo.

    Tomás de Aquino retomó muchas de las afirmaciones anteriores convirtiéndolas en fundamentos de la teología católica, llegando a borrar el rostro femenino de Dios, sin tomar en cuenta que creó Dios al hombre a su imagen. Sí los creó a la imagen de Dios: los creó hombre y mujer (Génesis 1,26). Estas ideas se defendieron, por ejemplo, en el catarismo, movimiento religioso que reconocía a las mujeres un papel relevante como representantes de Dios en la Tierra, al igual que los hombres, y que fue perseguido con particular crueldad a finales de la Edad Media. De manera similar a la caza de brujas que se desataría más tarde, quienes practicaban el catarismo fueron objeto de persecución y aniquilación (Brenon 2001).

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