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Todo lo que hay que saber de Arqueología
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Libro electrónico317 páginas3 horas

Todo lo que hay que saber de Arqueología

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Información de este libro electrónico

Esta es una obra de arqueología para aquellos que no tienen ni idea de arqueología.

¿Alguna vez te has preguntado cómo vivieron las civilizaciones antiguas? ¿Qué ropa usaban o qué objetos tenían? ¿Qué sabes de la maldición de Tutankamón? ¿Estás seguro que los romanos construyeron ese puente en tu pueblo? ¿Qué tienen que ver los dinosaurios y la arqueología? ¿Crees que todos los profesores de arqueología usan sombrero fedora, látigo y se pelean a puñetazos contra soldados nazis?

La respuesta a todas estas preguntas, y muchas más, la podrás encontrar entre las siguientes páginas. Desde una firme base científica y con la experiencia acumulada de los autores, dos arqueólogos con muchas excavaciones a sus espaldas, descubriremos que la arqueología es mucho más entretenida y alocada de lo que nos imaginábamos.

Mediante anécdotas amenas, un tono divulgativo y un humor ácido, nos sumergiremos en excavaciones arqueológicas donde encontraremos hallazgos fascinantes como huesos, palacios enterrados, sarcófagos e incluso cámaras secretas, pero también nos toparemos con coches con quince esqueletos en el maletero, un montón de cajas repletas de cráneos romanos en la terraza de un piso en Jaén o un expolio de película de una fragata española. Esta obra nos permite acercarnos a la faceta más cotidiana de una ciencia tan mitificada como desconocida.
IdiomaEspañol
EditorialLid Editorial
Fecha de lanzamiento27 ene 2022
ISBN9788418965173
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    Todo lo que hay que saber de Arqueología - Vicente Barba Colmenero & Alberto Fernández Ordóñez

    PRÓLOGO

    Playmobil que representa a un arqueólogo. Fotografía de los autores.

    Este libro está escrito por dos arqueólogos. Se habla de aspectos concretos, curiosos y poco conocidos de la arqueología. Los autores son profesionales de la arqueología e intérpretes del patrimonio. Entre ambos acumulan más de 62 500 horas de vuelo y gran parte de los trabajos arqueológicos que ambos han realizado han sido como equipo.

    Vicente lleva más de veinticinco años trabajando como arqueólogo, terminó la licenciatura de Humanidades en la Universidad de Jaén en el año 1996 y es doctor en Patrimonio Arqueológico, pero, desde el primer año de carrera, ya estaba participando en excavaciones y prospecciones arqueológicas. Alberto terminó la licenciatura en Humanidades en Jaén en el año 2004. Desde entonces, ambos han trabajado conjuntamente en más de un centenar de intervenciones arqueológicas, la mayor parte de ellas centradas en la provincia de Jaén, pero también en gran parte de Andalucía e incluso en Egipto. Han trabajado como autónomos; han dirigido una empresa de arqueología; han sido contratados como arqueólogos en distintas administraciones; han trabajado como asalariados en diferentes empresas; han dado clases en másteres universitarios, charlas y conferencias; han participado en congresos internacionales y han organizado eventos arqueológicos; han escrito numerosos artículos científicos y de divulgación; han realizado visitas guiadas, talleres para escolares y adultos… y un largo etcétera. Se podría decir de ellos que «han tocado todos los palos» de la arqueología.

    Este libro está escrito en primera persona, ya que las experiencias que se narran y se cuentan son personales. La mayor parte de estas experiencias fueron de forma conjunta, pero otras son reflexiones personales acerca de esta increíble profesión. La vida de estos dos arqueólogos está llena de anécdotas, curiosidades y vivencias que han quedado plasmadas en este libro de una manera amena, didáctica y rigurosa. A nivel profesional, se podría decir que son unos auténticos conocedores de la arqueología: han bajado y subido del infierno en varias ocasiones; han descubierto tumbas intactas en el Egipto faraónico; han excavado en basureros actuales en busca de algún indicio arqueológico; han examinado piedras míticas e, incluso, en una ocasión —por encargo de un cliente— han tratado de localizar el escondrijo de una virgen que fue ocultada durante la guerra civil española.

    Los autores han huido de formalismos profesionales en su redacción para que la lectura resulte fluida. A través de las historias que se narran en este libro, se pretende mostrar una profesión increíble que todos identificamos por diversos personajes hollywoodenses, pero que a la vez es muy lejana y desconocida para el común de la población. Se trata de un libro destinado a los amantes de la arqueología, a los que deseen conocer esta profesión de una manera divulgativa, pero desde la base científica y el conocimiento acumulado por esta pareja de arqueólogos durante años de trabajo.

    El libro está dividido en dos bloques. El primero de ellos y más extenso se dedica a descubrir la profesión del arqueólogo, sus retos, metodologías y peculiaridades. A través de diferentes capítulos, se van desgranando diversas cuestiones relacionadas con la arqueología y aquellas disciplinas sobre las que se apoya el trabajo arqueológico. En ellos se dará respuesta de forma clara, y con una pequeña dosis de humor, a las continuas preguntas que, a lo largo de todos estos años, hemos escuchado hasta la saciedad. Para aquellos que se acercan a una excavación diciendo que, desde siempre, les ha encantado todo el tema de la arqueología y la historia y, a los cinco minutos, preguntan si la cultura islámica es más antigua que los romanos. A todos ellos, en definitiva, va encaminada esta obra, como respuesta a esas dudas y preguntas que se tienen acerca de esta profesión.

    El mundo de la arqueología está lleno de curiosidades y de falsos mitos que se han dado por válidos durante mucho tiempo. Por ello, el segundo bloque se centra en esclarecer en la medida de lo posible algunas cuestiones que han generado cierta controversia a lo largo del tiempo, aunque es cierto que en ocasiones resulta muy complicado discernir entre el mito y la realidad. Además, se muestran algunas experiencias personales que los autores han vivido en primera persona, algunas inverosímiles, pero completamente ciertas.

    Finaliza esta obra con una amplia bibliografía arqueológica en la que el lector podrá profundizar con mayor detalle en este apasionante mundo. Resulta imposible recopilar todas las obras escritas en materia de arqueología, ya que la producción en este sentido es inabarcable. Cada día aparecen nuevas publicaciones y artículos de investigación, que aportan nuevas interpretaciones, abren nuevos horizontes y dan a conocer recientes descubrimientos. Son innumerables las publicaciones de carácter científico que ven la luz a diario, tanto a nivel de la arqueología en general como centradas en yacimientos concretos o, incluso, sobre todas esas disciplinas de las que se habla en el primer bloque. Aquí se incluye tan solo un breve listado de las que los arqueólogos consideran fundamentales, hasta el punto de que algunos de ellos son considerados casi como «Libros Sagrados del arqueólogo» y, sin ellos, no podría entenderse la arqueología tal y como se concibe hoy en día. A estas obras fundamentales de arqueología se añaden algunas otras que han servido de base para la redacción de este libro.

    De este modo, a través de las vivencias profesionales y personales de estos dos arqueólogos, vamos a descubrir cómo la arqueología forma parte de la historia que, cada uno de nosotros, construimos día a día.

    Imagen aérea de un dolmen de época prehistórica, excavación arqueológica en la Balsa del Cadimo en Jaén. Fotografía de los autores.

    BLOQUE

    PRIMERO

    ¿QUÉ ES LA ARQUEOLOGÍA?

    Carretilla vaciándose en la intervención arqueológica del Proyecto Qubbet el-Hawa (Egipto), Universidad de Jaén. Fotografía de Patricia Mora.

    LA ARQUEOLOGÍA,

    LA MÁQUINA DEL TIEMPO

    Es curioso, pero cuando te preguntan a qué te dedicas y contestas que eres arqueólogo, la mayor parte de las personas dicen: «¡Anda, mi vocación frustrada! Yo de pequeño quería ser arqueólogo». Yo los miro con cara de incertidumbre y digo: «¿En serio?» Yo en realidad nunca pensé en ser arqueólogo de pequeño: quería ser bombero, policía, incluso médico, pero jamás se me pasó por la cabeza estudiar historia y muchos menos después de memorizar la interminable lista de los reyes godos en el bachillerato. Esta conversación es algo que normalmente se repite a menudo y es porque realmente todos llevamos un arqueólogo dentro; a todos nos encanta descubrir tesoros ocultos de civilizaciones desaparecidas. Desde que Steven Spielberg ideara la saga de las aventuras de Indiana Jones, todos hemos querido ser ese intrépido y apuesto arqueólogo que se enfrenta al bien y el mal, en pro de la historia, derrotando a un sinfín de enemigos que quieren destruir nuestro pasado. Pero la realidad cotidiana del arqueólogo es que no deja de ser un trabajo más, como cualquier otro, pero en este caso muy concreto: se precisa un gran conocimiento histórico; saber coordinar un gran equipo de personas; utilizar las herramientas precisas; combinar las técnicas necesarias en cada momento, saber interpretar, etcétera… Al igual que lo hace cualquier persona en su profesión como, por ejemplo, el cocinero que dirige un restaurante, que además de conocer los productos, debe coordinar a los jefes de sala, los sumilleres, los camareros y los pinches; dominar el uso de utensilios y herramientas muy precisas; y combinar diferentes técnicas para elaborar un plato que quede estéticamente apetecible y rico.

    La disciplina arqueológica avanza a un ritmo acelerado que supera cualquier otro momento de la historia. Todos los días vemos titulares en periódicos o redes sociales donde se cuentan nuevos descubrimientos. Todos hemos escuchado historias extraordinarias como la del descubrimiento más increíble de la historia de la humanidad. Cuando, el 26 de noviembre de 1922, Howard Carter, en el interior de la tumba de Tutankamón, miró a través de un pequeño orificio. Mientras trataba de alcanzar el interior con la única ayuda de una vela que sostenía con la mano extendida, contempló que, tras ese muro, había una sala repleta de objetos: oro, muebles, estatuas, joyas… El conde de Carnarvon, que era el mecenas de las excavaciones desde hacía años, tiraba de la mochila de Carter y saltaba con impaciencia.

    —¿Qué ve?, ¿Qué ve? —preguntaba con inquietud, a lo que Carter respondió la célebre frase:

    —Veo cosas maravillosas. 

    Bueno, es muy posible que no ocurriera así, yo lo dudo mucho. Siempre he querido imaginarme aquel momento dentro de la pequeña tumba del faraón Tutankamón. De hecho, las dos veces que he tenido la oportunidad de visitarla, me he imaginado esa escena y he tratado de hacer la reconstrucción de los hechos. El pasillo de acceso a la tumba es estrecho e inclinado. En el interior hace un calor agobiante y, cuando excavas en esa situación, el polvo se mezcla con el sudor. Teniendo en cuenta que, en 1922, no había luz eléctrica en el Valle de los Reyes, hay que sumar el calor que provoca el humo de las velas. No me extraña nada que cuando Carter consiguió abrir un pequeño orificio en la pared, el estrecho corredor estuviera lleno de gente expectante; todos apelotonados, inquietos, los operarios recogiendo los escombros y Carnarvon intentando ver algo, «¿qué ve?, ¿qué ve?», a lo que Carter debió responder con la célebre frase que luego repetiría años más tarde otra gran faraona: «¡Si me queréis, irse!».

    No niego que la arqueología tiene una parte de misticismo, de romanticismo, de fascinación, y es por ello que cada vez aparecen más aficionados —o seudoarqueólogos con una formación escasa— que pretender descubrir mitos tan célebres como el de la Atlántida, la tumba de Nefertiti o creen haber averiguado la conexión de las pirámides con otros planetas del universo. Sus investigaciones suelen ir acompañadas de buen material audiovisual y superproducciones con historias convincentes, pero tienen un fallo enorme: no siguen los parámetros básicos científicos de la disciplina de la arqueología.

    Cada día nos sorprende un nuevo hallazgo y un gran número de excavaciones y yacimientos se hacen públicos. La arqueología es una disciplina relativamente moderna, que ha estado resguardada largo tiempo bajo el paraguas de las universidades: esos lugares donde se forja el conocimiento. Pero los tiempos han cambiado, el conocimiento arqueológico no solo proviene de las universidades o de los centros de investigación más punteros; un gran número de arqueólogos y arqueólogas autónomos y empresarios, así como administraciones comarcales y municipales han incorporado en las últimas décadas a arqueólogos entre su personal, realizan investigaciones arqueológicas, resuelven problemas urbanísticos y organizan el patrimonio arqueológico de una manera coherente. La arqueología se ha convertido en una profesión; en una manera de gestionar y comprender nuestro pasado, nuestro patrimonio. Los arqueólogos no solo investigan cavando la tierra, sino que trabajan junto a un gran número de profesionales, que han hecho que, en esta última década, la arqueología haya virado desde las teorías empíricas y analíticas —desde lo erudito y lo académicamente encapsulado— hacia el valor, el uso y el disfrute social del patrimonio arqueológico. Estos trabajadores autónomos también han contribuido a reforzar o desmentir teorías arqueológicas. De hecho, gran parte de los trabajos arqueológicos de las dos últimas décadas se han realizado desde el ámbito profesional de la disciplina.

    Gracias a la arqueología podemos comprender un poco cómo éramos, hace milenios o hace siglos, incluso cómo somos actualmente.¹ Pero la arqueología no es una ciencia exacta, es una ciencia interpretativa; se ayuda de otras muchas ciencias para su desarrollo: la química, la medicina, la física, la biología, etcétera. Es una ciencia que se ocupa de la recuperación, la descripción sistemática y el estudio de los objetos, utensilios y actividades o como nos gusta llamar a los arqueólogos «del estudio de la cultura material». Esto englobaría una idea más amplia, entendida como el conjunto de las relaciones e interacciones que se producen entre el ser humano y un objeto en un tiempo determinado pasado. En un primer momento, la arqueología estaba adscrita a las etapas prehistóricas (ya que de esos periodos no existen documentos escritos, por lo que el arqueólogo ha sido sinónimo de prehistoriador) pero, en la actualidad, la arqueología abarca todos los periodos históricos. Podemos oír hablar de arqueología clásica (la que se ocuparía de Roma y Grecia), arqueología medieval o arqueología reciente e industrial.

    David L. Clarke dijo que «la arqueología no es historia».² En su opinión, la arqueología es una disciplina con derecho propio, donde se procesan y agrupan entidades relacionadas con acontecimientos perdidos. Pero esos acontecimientos —olvidados en un rincón de una cabaña prehistórica, en el interior de una tumba o arrojados a un basurero— conforman los hechos históricos. La unión de todas esas pequeñas entidades conforma el hilo conductor de los acontecimientos y, por tanto, la realidad histórica de un grupo de personas que, en un momento dado, decidieron realizar una acción concreta (cocinar, un ritual, enterrar a alguien, construir un muro, degollar un carnero, arrojar un cántaro a un pozo, etcétera). Pero esta realidad se nos muestra alterada, desplazada normalmente de su posición original, removida por raíces o animales, erosionada, descompuesta o desgastada por el paso del tiempo. Un enorme puzle con muchas piezas que normalmente no encajan. Somos los arqueólogos quienes, a través de una metodología concreta, somos capaces de ordenar, casar y, a veces, resolver. De esta manera se construye la historia, de esta forma se trabaja en arqueología.

    He tenido la suerte de poder trabajar en más de un centenar de excavaciones arqueológicas, tanto en el sur de España como en el extranjero. Como arqueólogo profesional, he investigado prácticamente la totalidad de las etapas cronológicas, desde la prehistoria hasta la actualidad e, incluso, he sido capaz de localizar tumbas intactas en el Egipto faraónico, pero en una ocasión durante una entrevista para un periódico me realizaron esta pregunta:

    —¿Cuál ha sido el hallazgo más importante que has encontrado?

    A lo que respondí:

    —Una olla llena de caracoles.


    ¹ Hay estudios arqueológicos muy interesantes sobre nuestros comportamientos recientes, como en el caso del estudio de residuos y basuras actuales (Molinos, M., Arqueólogos en la feria [Jaén: Universidad de Jaén, 1996]).

    ² David L. Clarke, Arqueología analítica, 2º ed. (Barcelona: Ediciones Ballesteros, 1984).

    Adobes egipcios, localizados en la intervención arqueológica del Proyecto Qubbet el-Hawa (Egipto), Universidad de Jaén. Fotografía de Patricia Mora.

    EXCAVANDO

    LAS BASURAS DEL PASADO

    Como hemos mencionado anteriormente, la mayor parte de nuestro trabajo se ocupa de interpretar acontecimientos perdidos: desechos, cosas olvidadas, construcciones abandonadas, basuras, un enterramiento que fue depositado por un familiar en un lugar determinado o una acción humana que ha dejado una huella en la tierra. La mayor parte de las excavaciones arqueológicas están relacionadas con basuras que, una o varias personas, depositaron en un lugar determinado.

    La arqueología es la disciplina que se ocupa del estudio y recuperación de la cultura material del pasado, es decir, objetos como cerámicas, huesos de animales, restos de semillas, carbones o metales… Esto es lo que los arqueólogos llamamos artefactos. El estudio del contexto espacial y temporal en el cual se sitúa cada artefacto es la principal responsabilidad de la disciplina. Cuando excavamos un yacimiento destruimos; extraemos los sedimentos; sacamos la tierra que ha cubierto durante siglos un sitio arqueológico; cogemos los objetos —los artefactos— y los catalogamos, pero hay que analizarlo todo. Ese es el contexto: un artefacto y todo lo que lo rodea, espacial y temporalmente. Es una pequeña cápsula del tiempo.

    Es fundamental que, en todo trabajo arqueológico, se calibre correctamente la naturaleza de los datos arqueológicos. Es igual de importante tanto lo que se descubre como lo que no aparece. Es decir, los hechos observados de un determinado

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