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Esperanza Cuando La Noche No Acaba
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Libro electrónico240 páginas3 horas

Esperanza Cuando La Noche No Acaba

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Información de este libro electrónico

A sólo noventa millas del mundo civilizado, "La Isla" es como una gigantesca prisión custodiada por guardias armados y rodeada por un peligroso mar infestado de tiburones.  Sus habitantes son rehenes de un gobierno tiránico y brutal que los mantiene en la más absoluta miseria.  La única esperanza es escapar de la Isla, pero el precio a pagar suele ser muy alto.  Sólo uno -de cada cuatro que intentan escapar- logra llegar a la otra orilla… con vida.

Esperanza: Cuando la Noche No Acaba no es fruto de la imaginación, es la historia real de cinco jóvenes que decidieron desafiar al destino.  

Narrada por un afortunado sobreviviente, Esperanza es un llamado a la reflexión para aquellos que se sientan a esperar a que las cosas pasen; ellos son presa fácil del infortunio..

Escrito en un formato de novela, este libro viene ilustrado con fotografías únicas tomadas por los miembros de la expedición durante la travesía.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 nov 2021
ISBN9781732955011
Esperanza Cuando La Noche No Acaba

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    Vista previa del libro

    Esperanza Cuando La Noche No Acaba - Roberto Morales

    ESPERANZA

    Cuando la Noche No Acaba

    Perseverancia es la fuerza capaz de transformar un sueño en realidad.  Roberto Morales

    Copyright © 1995 Roberto Morales

    Derechos reservados

    ISBN-13: 978-1-7329550-1-1

    Dedicatoria

    Este libro está dedicado a todas esas personas que persiguen un sueño, y -a pesar de las adversidades y el tiempo- no cejan en su empeño por alcanzarlo.

    Y muy en especial a aquellos que lo entregaron todo. . . y nunca llegaron.

    En Homenaje

    A los voluntarios de la organización Hermanos al Rescate (Armando Alejandre Jr., Carlos Costa, Mario de la Peña y Pablo Morales) asesinados cuando sus avionetas Cessna Skymaster fueron derribadas por aviones MIG 29 de la fuerza aérea cubana en febrero 24 de 1996.

    Agradecimientos

    A Dios, por concederme la gracia de una segunda oportunidad.

    A mi madre, María del Carmen, de quien heredé el coraje y la perseverancia.

    A mi hermana, Zady, por su ayuda y complicidad.

    A mi hermano, Carlos.  Sin él, esta historia nunca hubiese ocurrido.

    A Gonzalo, Estela, la tía Titi, Yeney, Diany, Ramón y Reinaldo quienes auxiliaron en la fuga.

    Al señor Arturo Cobo, presidente y fundador del Hogar de Tránsito para los Refugiados Cubanos (Casa del Balsero).

    A mi esposa, Ericka.  Sin su apoyo incondicional, este libro no hubiese visto la luz.

    A mis hijos, Alexa y Robert.  Ellos son mi recompensa.

    A picture containing watercraft, transport, sailing vessel Description automatically generatedDiagram Description automatically generated

    Diseñado por Roberto.  Nota: 1:20 representa la escala del dibujo original.  Este gráfico ha sido reducido por propósitos de edición.

    1 - La Última Hora

    Lunes, mayo 24 de 1993.   Playa de Boca Ciega, al este de La Habana, Cuba.

    -¿No crees que deberíamos esperar a mañana?- dice Roberto mientras examina el borrascoso firmamento.

    Las nubes parecen huir despavoridas de la tormenta que se avecina por el este.  El canto del tempestuoso viento ha espantado los sonidos habituales de la noche.  Las partículas de arena pegan como diminutos proyectiles en el rostro de quien ose enfrentar el avance de la invisible fuerza.  El olor a salitre está por doquier.  Es inútil tratar de escuchar los grillos, andar las calles en busca de vida nocturna e incluso esperar que el ruido de los autos interrumpa una conversación.  La cadenciosa música de las olas en la playa se ha tornado en el rugir de una fiera que embiste ferozmente toda la costa norte de la capital.

    Roberto, de 26 años, es trigueño.  Su menuda figura de 5,6 pies de estatura y unas 135 libras de peso enmascara sus cualidades físicas.  Entre sus pasatiempos favoritos están el deporte y la lectura.  Sin embargo, no es el tipo de lector tradicional.  No es una persona que disfruta la lectura como entretenimiento.  Apenas dos títulos de ficción han pasado por sus manos, unas 400 páginas en total.  Su pasión son las ciencias: física, matemáticas, astronomía, filosofía y psicología.  Cualquier publicación o artículo del cual emane algo que aprender llama la atención del joven.  Esa es su pasión; poseer un arsenal de respuestas para las inesperadas preguntas que a menudo le lanzan sus amigos.  Es por eso que estos lo llaman afectivamente el filósofo.

    -¡¿Estás loco?!  Mientras más tiempo pase, mayor es el peligro de que nos agarren. -le recuerda Gerardo.

    Gerardo, de 27 años, se distingue claramente por su cabello rubio, casi albino.  Su grueso metal de voz complementa su medio-alta estatura y fuerte complexión física dándole al joven una apariencia atípica que lo diferencia del resto.  Roberto y Gerardo son mejores amigos desde la infancia, ambos crecieron juntos.  Gerardo, quien es hijo único, ve en Roberto el hermano que nunca tuvo.  Los dos jóvenes cursan el cuarto año de recreación turística en el Instituto Superior de Cultura Física de La Habana.  Ambos son especialistas en deportes de orientación en el terreno y en el uso del mapa y la brújula.

    Los jóvenes están parados de espaldas al viento para evitar que la arena se les meta en los ojos y boca mientras conversan.  Roberto vuelve a elevar su mirada.  Una afilada curva plateada se asoma -alguna que otra vez- entre las agitadas nubes avisando que la Luna comienza su fase de Cuarto Creciente.

    -¿No decía el almanaque que esta semana tendríamos Luna Nueva? –pregunta el joven.

    -Eso decía. –responde Gerardo.

    -Que mierda, ni siquiera en el almanaque puedes confiar. –Roberto respira profundamente y mueve la cabeza en un gesto de negación- Tienes razón, tiene que ser hoy. ¡Regresemos con el grupo! Al tiempo que ambos comienzan a andar.

    Ellos habían escogido esta noche porque –según el calendario- comenzaría la fase de Luna Nueva, es decir, la luna no se iluminaría y la noche sería muy oscura.  La realidad, sin embargo, es otra.  Debido a un error de impresión en el calendario, la fecha escogida ha coincidido con el inicio de la fase de Cuarto Creciente.  Por consiguiente, las noches venideras serán cada vez más claras y peligrosas para sus planes.

    Los jóvenes son parte de un pequeño grupo que se ha reunido para una ocasión especial.  La clandestina reunión tiene lugar en una pequeña casa de la calle 440.  A sólo una cuadra de la desolada playa, la modesta vivienda batalla contra el tiempo por conservar la desgastada pintura blanca que ha cubierto por décadas sus paredes de ladrillos.  En algunas esquinas de las paredes externas, la cubierta de cemento se ha perdido dejando al descubierto los pequeños bloques rojizos de barro cocido.  Aún se puede leer el número 105 junto a la puerta de entrada a pesar de que un prietuzco y añejado óxido corroe las delgadas láminas metálicas que lo conforman.  A simple vista, no hay nada especial en esta casa.  Ella puede fácilmente pasar inadvertida a la vista de los transeúntes.  Sin embargo, para el grupo de cinco personas que temporalmente se ocultan en su interior, esta casa se ha convertido –por los últimos dos días- en una cómplice silente de sus secretos planes.

    Simultáneamente, en el portal de la vivienda, otro grupo de siete personas (compuesto por un hombre, cinco mujeres y una adolescente) se encarga de vigilar las áreas adyacentes para evitar que agentes del gobierno sorprendan a los jóvenes que en el interior se reúnen.  Además de observar, los integrantes del grupo fingen un ambiente festivo y casual.  La música proveniente de una pequeña radio-reproductora junto a la puerta y las habituales improvisadas bebidas crean la cobertura perfecta.  Todo es parte de un plan cuidadosamente concebido por Roberto.

    Son poco más de las nueve...

    Dentro de la modesta casa rentada, a oscuras para no levantar sospechas, cinco jóvenes están a punto de concluir el ensamblaje de una pequeña y rústica embarcación.  Dicha embarcación ha sido trasladada hasta allí en piezas.  Esta balsa (como comúnmente se le llama a este tipo de embarcación) será el vehículo para una expedición de ida sin regreso hacia nuevas tierras en búsqueda de un sueño.  Esperanza –como ha sido bautizada por ellos- es el resultado de un trabajo que por casi dos años los jóvenes han venido realizando secretamente.

    La puerta se abre y la luz proveniente del portal ilumina la habitación.  Carmen (miembro del grupo de vigilancia) entra en la angosta sala donde -casi en penumbras- los cinco jóvenes trabajan silenciosa y organizadamente en la culminación de la frágil embarcación.

    -¡M’hijo, creo que los han delatado! -dice Carmen con voz baja y temblorosa- hay un policía parado al otro lado de la calle y está mirando para acá.

    Carmen, de baja estatura y constitución gruesa, ya se aproxima a los cincuenta.  Desde muy joven, después de enviudar, en un sistema donde el gobierno es incapaz de garantizar un bienestar social mínimo, Carmen tuvo que enfrentarse a la vida para criar a sus tres hijos (Carlos, Roberto -dos miembros del grupo que partirá- y Zady –quien junto a su madre forma parte del grupo de vigilancia).  Su carácter siempre afable y disposición para ayudar a los demás la han llevado a ganarse el cariño de todos los que la conocen.

    Enmudecidos, los jóvenes se miran unos a otros.  Por unos segundos, el silencio y la incertidumbre invaden el lugar.  Casi dos años de una ardua y secreta preparación están a punto de ser completamente arruinados.

    -¡Pues van a tener que sacarnos de aquí! -Gerardo se expresa en tono desafiante, pero sin alzar la voz.

    -¡Por si acaso, vamos a terminar de amarrar las cámaras... y que sea lo que sea! -sugiere Roberto.

    La angosta sala permanece a oscuras para evitar que los que están dentro sean vistos desde la calle.  En el portal, los integrantes del otro grupo continúan su fingida reunión con el fin de no levantar sospechas.

    -Yo creo que ese policía lo que está es mirando a las muchachitas -la tía Titi (como cariñosamente le llaman) le susurra a Carmen, su hermana.

    La tía Titi es dos años mayor que Carmen.  Su desarreglado y mal teñido pelo rubio y su alta y delgada figura la hacen lucir muy diferente de su hermana.  Sin embargo, sus caracteres son muy similares.

    -¡Ojalá sea eso! -interrumpe Ramón (primo de Carmen) con cierto pesimismo en su voz.

    Ramón, de mediana estatura, en sus cuarenta, es el único hombre que forma parte del grupo de vigilancia.

    -¿Muchachitas, por qué no entran a la casa y se ponen alguna ropa encima? -les sugiere Titi a Zady y Diany, las dos jóvenes que aún se encuentran en trajes de baño.

    Zady es estudiante de cuarto año de ingeniería química.  Sus cabellos son oscuros, largos y ligeramente ondulados.  Sus pronunciadas curvas realzan la estereotípica figura de la mujer cubana.  Diany es novia de Raúl (otro integrante del grupo).  Ella es una hermosa muchacha delgada, de pelo castaño, que cursa el último año de la licenciatura en enfermería.  Ambas están recién entradas en los veinte y poseen una belleza natural que llama la atención de cualquier hombre.

    Las dos muchachas entran a la casa para cambiar sus vestimentas.

    Mientras tanto, en el interior del inmueble...

    Carlos, quien dos años atrás fue el primero del grupo en tomar la entonces descabellada decisión de escapar de la isla en una balsa, termina de atar el último neumático a la estructura de madera que conforma el artefacto a la vez que uno de sus amigos lo ayuda.

    Carlos y su hermano menor, Roberto, son muy parecidos.  No obstante, su estructura física es algo más corpulenta debido al tiempo que –desde temprana edad- ha invertido practicando deportes.  Entre sus deportes favoritos están el béisbol y la pesca submarina.

    -¡Ya está, Esperanza está lista! -anuncia Carlos

    Unos minutos más tarde, Zady y Diany regresan al portal vistiendo camisetas y pantalones cortos.

    Roberto examina cuidadosamente el marco de la puerta por donde deben salir.  La superficie derecha del marco es menos áspera; además, del lado izquierdo se encuentran las bisagras.  La puerta de la casa es más angosta que el promedio, pero es la única salida hacia la calle.  No será fácil pasar aquella estructura de aproximadamente quince pies de largo por cuatro de ancho a través de la estrecha puerta que conduce al portal.  Roberto llega a una conclusión.

    -Tiene que ser de lado, con las gomas pa’[1] la derecha para que no se dañen con las bisagras de la puerta (que están al lado opuesto). -concluye Roberto.

    Los cinco tripulantes definen qué posición ocupará cada cual y la maniobra más efectiva para sacar la pesada carga de la casa en el momento preciso.

    En ese instante, Carmen entra nuevamente con el aviso que todos ansiosamente anhelan.

    -¡Ya se va!  ¡El policía se va, pero todavía no pueden salir!

    Mientras el policía se aleja lentamente, los cinco jóvenes revisan por última vez todo el equipaje para asegurar que todas las provisiones y equipos necesarios para sobrevivir el peligroso viaje estén en orden.

    -Todo está listo, la brújula, los salvavidas, las mochilas... y Esperanza -murmuran los cinco.

    <<¡Oh, casi se nos queda la botella de petróleo!>> se percata Roberto dirigiéndose hacia una esquina de la habitación, tomando la botella de color ámbar y colocándola en una mochila que está a su lado.

    La botella de petróleo es un frasco ovalado de cristal, color ámbar, que originalmente contenía vino.  El mismo había sido utilizado durante años en la cocina de Carmen para almacenar aceite para cocinar.  Ahora, como contenedor de petróleo, esta botella lleva como tapón una especie de mechero que Carlos hizo con un trozo de saco de arroz.  Roberto tuvo la idea de hacer esta tapa especial para que funcionara como una especie de filtro permitiendo que el combustible se derrame lentamente.  Una vez en alta mar, la botella de petróleo sería atada a la proa de la embarcación por debajo de la línea de flotación.  Roberto había leído que los tiburones tienen un sentido del olfato muy desarrollado, por lo tanto, el joven pensó que el combustible dispersado en el agua actuaría como repelente para estas bestias marinas.

    -¡Ah ... y el tanque?  ¿Cómo vamos a llevar ese tanque? -pregunta Jesús (el quinto miembro del grupo).

    Jesús se distingue por su apariencia árabe debido a su negro pelo crespo y nariz afilada.  A pesar de ser el más joven del equipo, Jesús es el más alto y fuerte con unos seis pies de estatura y 180 libras de peso.

    -¡Oh, no habíamos pensado en eso! -exclama Carlos.

    Dicho tanque contiene diez galones de agua con azúcar prieta o turbinada.  Debido a su alto contenido de carbohidratos y cualidades duraderas, agua con azúcar prieta había sido escogida como el principal alimento para el viaje.  Este tanque plástico, de color blanco semitransparente, es bastante pesado; por lo que el grupo decide hacer un viaje adicional para esconderlo cerca de la orilla.  Ramón y Raúl se ofrecen como voluntarios para esta tarea.  Ambos toman el pesado tanque y abandonan la casa en dirección hacia la costa.

    Raúl _primo de Jesús_ es alto y delgado.  A pesar de que sólo cuenta con 27 años de edad, su cabellera cubierta de canas lo hace parecer el mayor de la tripulación.

    Unos minutos más tarde, el tanque es escondido en unos pequeños arbustos próximos al punto por donde habrán de zarpar.  Una vez hecho esto, ambos regresan a la casa.  Ramón se queda en el portal incorporándose a sus tareas de vigilancia, y Raúl continúa hacia el interior del inmueble.

    -¡Ya, el tanque ya está listo! -Raúl avisa.

    -¡Pues, ponte tu uniforme rápido que nos vamos! -le apuran sus compañeros de equipo.

    Al igual que sus amigos, Raúl se pone un sombrero de guano y un uniforme verde olivo.  Los jóvenes habían acordado vestir unos uniformes militares que Roberto todavía conservaba desde que estuvo en el Servicio Militar Obligatorio cuatro años atrás.  Con esta vestimenta, les sería más fácil pasar inadvertidos en la oscuridad.  Además, durante la travesía, estos uniformes los protegerían de las quemaduras del sol y de la frialdad de la noche.

    Faltan sólo minutos para las 9:30 PM, la hora de la partida.

    La tensa situación puede percibirse en la respiración de aquellos jóvenes que esperan silenciosamente a que Raúl termine.

    -¡Vamos a voltear la balsa y a apoyarla sobre un costado! -dice Roberto.

    La voz de la orden es tan tenue que parece desvanecerse en el silencio.  Sin embargo, esas palabras retumban en los oídos de cada uno de ellos haciéndolos reaccionar como resortes.  Los cinco jóvenes toman sus mochilas, se las ajustan a la espalda y se colocan a ambos lados de la embarcación.

    La balsa, equipada de cuatro remos, dos velas, dos orzas, un timón y seis neumáticos más todas las provisiones, sumaban un total de más de 400 libras.  A pesar de eso, la embarcación es levantada del

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