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Hechizo Gitano: Segunda Edición
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Hechizo Gitano: Segunda Edición
Libro electrónico229 páginas3 horas

Hechizo Gitano: Segunda Edición

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Una anciana Gitana de feria y su fantasmal grupo de ayudantes, parecieran entender los miedos y frustraciones de Joaquín. Gracias a ellos, el joven inicia un extraño viaje al pasado, como observador; planeando entre las nubes. Dónde la unificación de dos coronas buscan cambiar por siempre la ideología de vida de la península ibérica. Entre la imposición de la nueva doctrina cree entender; el por qué, y que tan grave es su problema.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento11 jun 2020
ISBN9781506532684
Hechizo Gitano: Segunda Edición
Autor

Marino Favela

Marino Favela nacido en el estado mexicano de Sinaloa en 1967. Autor de “sobre ruedas”.

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    Hechizo Gitano - Marino Favela

    Copyright © 2020 por Marino Favela León.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Información de la imprenta disponible en la última página.

    Fecha de revisión: 06/10/2020

    Palibrio

    1663 Liberty Drive, Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    CONTENTS

    Prólogo

    Uno

    Dos

    Tres

    Cuatro

    Cinco

    Seis

    Siete

    PRÓLOGO

    S ERÍA EL TRAJÍN DE UNA sociedad normal lo que afecta el desarrollo mental en un jovencito, quien desde muy pequeño aprendió a defenderse hasta de su propia sombra. Una serie de acontecimientos a temprana edad le marcan psicológicamente de por vida desorientándolo que al paso del tiempo le parecieran ayudara blindarsus sentidos de posibles culpas, hasta llegar al punto de eximir su accionar como una manera legal del poderse liberar de un hechizo adquirida en otra vida. Con una gran convicción que hace dudar al mismo análisis psicológico. Dónde posibles culpas mezquinas en vidas pasadas vengan a estropear la tranquilidad de un opuesto joven.

    U NA DE LAS PERSONAS QUE sin duda ha influido en mi manera de pensar ha sido mi madre doña Ramona León Niebla. Tanto que rescatar. Una mujer de roble a quien desde muy chiquillo la compare con aquellas mujeres de largos faldones que recorrían los pequeños cuartos de las galeras que nos eran asignados como familia de un jornalero en las pizcas del algodón. Las gitanas que amedrentaban con su sola presencia a todo aquel ser que se encontraran de frente. Mi madre las admiraba y nunca recato en hacérselos saber cuándo compartía su café con ellas… Tal vez algo quedó atrapado en mi inconsciente de las largas pláticas entre ellas cuando era un chiquillo, y sin saberlo han salido a flote en esta novela a golpe de dedo. Como un reconocimiento al pueblo Gitano, y al mismo tiempo a mi madre va dedicado este libro…

    Marino Favela León

    UNO

    S EIS SALONES DE CLASES, DOBLES, haciendo con ello doce aulas escolares, sobre la entrada principal el temido para muchos; un recinto de aspecto medroso, resaltando en lo alto de su pared visible una angosta y alargada ventana, la cual aun sigue esperando el ansiado vidrio que venga a cubrirla, por el momento las telarañas hacen su función, es un pequeño cuarto pero de acometido múltiple que se anuncia con grandes letras sobre su única puerta. Dirección, sería más justo escribir. Bodega con el solo abrir su puerta e introducirse unos pasos se percibía que entre sus cuatro paredes no solamente descansaban artículos escolares, seguramente más de una promiscuidad de adolescente y más de algún secreto inaceptable para la sociedad de algún profesorse escondía entre todos aquellos artículos.

    Un proyecto de construcción edificado conscientemente para formar con su estructura una gran letra U, resaltando con ello una plazuelita empedrada a la sombra de árboles que los lugareños llaman pingüicas sin faltar los frondosos tabachines donde cada lunes se le dan sus respectivos honores a la bandera tricolor. Los barandales que cierran la gran U muchos de ellos doblados intencionalmente, eran sin duda la entrada y salida de perezosos jóvenes buscando en algunos días evitar la regañada de una furibunda anciana por su arribar tardío, o solamente los días más comunes ganar un poco de tiempo.

    Era la escuela primaria que inició su construcción al inicio de un sexenio de un prometedor gobernador, pero olvidada por su benefactor después de conseguir su estatus político. Obras que quedaron amuralladas siendo protegidas de una posible rapiña por una barda bien reforzada a la espera de las promesas del próximo sexenio. Gracias a la nostalgia que produce el haber sido un día pobre y seguramente a algún sentimiento de culpa escondido entre el inconsciente. Un adinerado narcotraficante local plano en manos lideró la construcción. Para beneplácito de políticos corruptos, aunque el pueblo sepa realmente quienes terminaron la obra, en el registro quedarán ellos cómo los responsables de cumplir a la ciudadanía con lo prometido… entre armas de grueso calibre; picos y palas, tomó figura una escuela en aquella marginada colonia, algo retirado de la ciudad. La cancha de fútbol quedó justo detrás de la barda.

    Una lluviosa mañana siguiendo la línea ya imaginaria del campo de fútbol junto a la larga tabla que fungía como la banca, amaneció un coche desdeñado con la característica de sus luces delanteras ocultas. La sangre seca esparcida por su interior bien se podría confundir con el fango que cubría gran parte de su caparazón. Nadie se atrevió por el momento siquiera acercarse. Al día siguiente desaparecieron sus llantas, y así sucesivamente fueron desapareciendo cada una de sus partes hasta quedar reducido en chatarra. Los cortes de segueta al oxidado metal seguían, era sin lugar a duda su inevitable desaparición total de la faz de la tierra. Por el momento servía de refugio a todo aquel que buscará evitar los rayos solares antes o después de un partido de fútbol.

    Un grupo de chiquillos juegan alrededor de lo que un día fue un lujoso auto Ford LTD Landau cuatro puertas sedan 1975. Una caravana de pesados camiones atrae su atención, con una curiosidad mezclada de frustración observan como cada uno de aquellaspintorescas y pesadas unidades se van posesionando del campo de fútbol.

    Una gran lona es extendida sobre el caliente suelo del mediodía al mismo tiempo que una guapachosa melodía proveniente de las cuatro bocinas adheridas sobre la cabina de uno de los más raidos camiones se apodera de la calma de los alrededores. Unas mujeres aparecen entre la polvareda provocada por tanto bullicio meneando sus largos faldones se apresuran aventando sobre la lona gallinas con sogas atadas a sus patas.

    Uno de aquellos hombres de aspecto rudo con un silbido y señas, le pide al grupo de chiquillos se acerquen, provocando que la mayoría de ellos inicie una alocada huida. Dos, aceptaron la invitación mientras parte del grupo a la distancia les implora el no hacerlo, las historias contadas sobre aquel grupo nómada a quien se le conoce como Los Húngaros o los Gitanos es sin duda atemorizante. Haciendo caso omiso a los reclamos de sus amigos se presentan ante aquel hombre y de inmediato aceptan sin titubear la oferta de trabajo. Tendrán que rociar con un apestoso químico todas las dobleces y parches de la gran lona, por mientras esperan divertidos a que las gallinas entre aleteos y ridículos brincos acaben con la colonia de chinches que sin permiso alguno se posesionó de la gran lona. Pompa en manos después de retirar a las aves de corral inicia su trabajo. El mareo quedará en secreto, con rápidos parpadeos y largas aspiraciones de aire se tendrá que quitar. Imposible dar muestras de debilidad. El vaso por rebosar con una fría limonada ayudó a que el malestar pasara.

    Al paso de los minutos aunado al esfuerzo colectivo de aquellas personas formó una sala de cine con base a uno de los camiones diseñado para proyectar desde una ventanilla ese maravilloso rayo de luz, que al tocar la gran pantalla blanca da vida a grandiosas historias de valor que envuelven con sus tramas, ya sean románticas de amor o desamor a su audiencia, quienes ajenos a sus frustraciones diarias las viven sentados sobre rústicas bancas de madera a la intemperie de noches estrelladas.

    Las bromas dan confianza, el par de chiquillos ayudan en lo que pueden. Nada que ver con las historias que han escuchado acercas de aquellos personajes. Uno de los muchachos se atreve a preguntar.

    –- ¿Húngaros o Gitanos? Una levantada de hombros y una mueca en la boca le da la respuesta. -–. ¡Mexicanos! Una jovencita le contesta. Vaya que es hermosa. Ojos grandes de un verde oscuro penetrante. De los dos mancebosa quien apodan el zurdo pareciera ser el líder, un larguirucho y flaco chiquillo de mirada atrevida golpea sin disimulo con su codo las costillas de Joaquín; su acompañante, quien pareciera indiferente a la gente que lo rodea con su mirar fijo en aquella joven damisela. Con su risa pícara se presentó como Ximena ante los jovencitos.

    –- Nomás falta que empieces a babear, pendejo.

    Después de ese día en cada atardecer antes que el sol desaparezca; las cuatro bocinas interfieren a los comunes sonidos del crepúsculo, aventando notas musicales al aire. Ese mismo aire que ciertos días suele ser impregnado del humo que baja del vertedero municipal. La marcha de zacatecas es el son sin duda más repetido, a su término dará inicio la función. Ximena ahora con un ayudante se encarga de darle forma a los algodones de azúcar girando un palillo haciendo se enrede sobre si los hilos azucarados que flotan en su base, unos días de color azul y en otros de un rosado pálido. Solamente los fines de semana se le permite usar los dos colorantes. El par de chicos felices de formar parte del cine ambulante en cada función reciben una comisión al ayudar a vender, y lo más beneficioso para ellos. Cuidar que nadie ingrese arrastrándose por debajo de la lona, lo más gratificante de todo, ver las peliculas gratis.

    –- Esta chula la Ximena, y ...el comentario del zurdo queda a media. La chica pide la ayuda de Joaquín, el azúcar está bastante alto dentro del camión que funge como bodega. La linterna en manos de la jovencita se apagó instantes de quedar a solas.

    Entre costales y cajas Joaquín sintió la sensación más extraña nunca experimentada al rose de su cuerpo. Cuando sus labios se encontraron dejándole en su boca un inolvidable sabor a miel. La tersa piel de su entre pierna quedó atrapada por siempre en sus manos. Después de aquella tarde casi noche se aprovechaba cualquier excusa para estar lejos de ciertas miradas, algunas veces detrás de una puerta, las más comunes escondidos entre la gente, o de plano tras cualquier pared. Cuando se besaban, cuando esos besos sabían a miel. Una mañana desaparecieron, sin previo aviso levantaron su campamento y así sin más se marcharon. Entre la basura que quedará regada Joaquín busco y busco sin éxito, algún recuerdo de Ximena.

    Aun a pesar de estar a finales del ciclo escolar la escuela primaria donde Joaquín cursa su sexto año está sin clases. Pero eso no impide que un grupo de jóvenes estudiantes se reúnan esa mañana en el campo de fútbol justo detrás de la barda de la escuela. Las secuelas del campamento gitano aún quedan a la vista. A nadie pareciera importarle los largos suspiros de Joaquín. Dos grandes árboles de tabachin que crecieron uno a la par del otro sirven de portería; conectados, a una altura prudente con una larga madera la cual pierde su batalla diaria ante la fuerza de la gravedad, inclinándose en su centro, al lado contrario la portería desapareció. Al igual que la chatarra del coche olvidado. Portería que sería pintada por algún artista incomprendido, sobre la pared de ladrillo.

    Las retas se conforman de equipos con cinco jugadores de campo y un portero, donde las apuestas de dinero llegan dependiendo de las edades de los jugadores. Es muy temprano para que se junten. El zurdo, un imperativo nato con su fascinante imaginación propone jugarse las sodas en una cascarita, un partidito de fútbol, tres para tres en una sola portería. Isidro y Joaquín son parte de su equipo. Patines, el único gordo y de más edad del grupito fungirá como el portero; dejando en claro, que recibirá su soda con pan por esa acción. Será porque está de por medio unas monedas, o será por el orgullo propio. Ninguno de los bandos regala nada. Y el portero, bien ganada su soda con pan.

    Mientras descansan ingiriendo sus respectivas gaseosas dentro de un salón de clases, el zurdo les enseña lo último que acaba de descubrir. Sería la primera vez que fumaron marihuana, no sin antes escuchar atentos las indicaciones del experimentado joven.

    Sus exageraciones en sus pláticas nunca pasan desapercibidas.

    –- Anoche los perros aullaron hasta la madrugada.

    Unos asistieron con sus cabezas, aunque no los hayan escuchado, no quieren que los demás se enteren que en sus casas los mandan a dormir muy temprano. Isidro no los escucho.

    –- Mi ma’ dice que los perros ven la muerte. Un tío que no conocí se puso lagañas de su perro en los ojos para poder verla.

    Más de uno de aquellos chicos se dejó llevar por su narrativa.

    –- Se suicidio colgándose de un árbol.

    –- Pinche zurdo ¿es que nunca piensas cambiar, cabron?…

    –- De verdad, ¿dime tú? ¿Quién podría aguantar, el estar viendo a diario a la huesuda?

    Deciden ir al vertedero. Desde la llegada del cine ambulante no habían vuelto. Ya era tiempo de regresar tal vez se pueda juntar y vender algo de papel, cartón, metales, o simplemente encontrarse, algo desde revistas, ropa, o cualquier cosa que sirva para divertirse.

    El basurero municipal semi-escondido de la población entre los cerros cercanos a la colonia, de no ser por las grandes fumarolas que algunos días asfixia las colonias adyacentes pasaría desapercibido. Ya en las afueras el polvoriento camino al vertedero municipal cruza entre algunas rústicas casas donde el ingenio de sus dueños se pone a prueba ante la necesidad económica. Por lo regular la mayoría de esas casas cubiertas de lámina de cartón bañadas de un tipo de químico de color negro. Cuchillo de dos filos, lo que ayuda a conservarse al calor y al agua, pero que las convierte presa fácil de la propagación de fuego, viviendas que vienen siendo terminadas por cualquier tipo de material que ayude a cubrirlas, donde las notas musicales acompañadas de gritos de inconformidad escapan por entre un sinfín de resquicios de sus paredes; sin sentido para muchos, pero un sentimiento de bienestar al acallar a la fea sensación de la miseria que las asfixia. Los gritos ahogados de sufridas amas de casas.

    Para Joaquín eran largas y agotadoras horas de caminar en compañía de sus inseparables amigos, había aprendido a llevar consigo su garrafón lleno de agua para aminorar lo acalorado del viaje pues era muy común que en ocasiones se llevaran el dia completo. Ninguno del grupito de aquellos niños cruzaba la barrera de los trece años de edad. Más en su mirada ya no se reflejaba la inocencia de ser tan solo unos chiquillos, la mentalidad en cada uno de ellos sin darse cuenta era la misma: o aprendes a la primera o te chingas peligrando a servir de burla, y de un sinfín de abusos por parte de los más mayorcitos del grupo.

    Aun a pesar de que el nada misericordioso astro rey diera una pausa y con ello dejará de fustigar con sus inclementes rayos calentando a las tímidas y escasas corrientes de aire, convirtiendo al polvoso suelo en un inmenso comal dispuesto, listo para cocinar. Lo que ocasiona que ningún bicho osara en atreverse a salir de su madriguera. al grupo de chiquillos pareciera no importarles las inclemencias típicas del periodo climático.

    Los dos perros que por lo regular los siguen, por esta ocasión decidieron echarse bajo la sombre de un árbol de limón con sus lenguas fuera de sus hocicos; jadeando, con su par de orejas levantadas, atentos a sus movimientos, pero sin la más mínima intención de acompañarlos, aun a pesar de los insistentes silbidos que los invitaba a unirse a aquella expedición.

    El grupo de mozalbetes muchachos corren y brincan entre los montones de desperdicios de basura; hechos, a lo largo del camino por algunos inconscientes choferes quienes no pensaban gastar más combustible para llevar sus nada agradables cargas al final de su recorrido.

    Cada uno de los chiquillos armados con sus respectivas resorteras, las bolsas de sus pantalones abultadas, repletas de piedras de arroyo, y no cualquier piedra; eso sí, las más redondas que se pudieran encontrar. Nada pareciera escapar removiendo los posibles escondites de sus próximas víctimas. ¿Cómo qué? Cualquier cosa que se mueva, o por el simple gusto de reventar botellas de vidrios. En esta ocasión un gran y perezoso sapo es obligados a salir de su escondite al ser literalmente inundado su refugio de un líquido tibio procedente de alguna pícara vejiga de uno de aquellos muchachos, rápidamente es atrapado dentro de un envase vacío de vidrio, se cierra la tapa tras él, y es lanzado con toda la fuerza que un chamaco por demás travieso pueda tener, intentando aventar lo más alto posible. Mientras el resto de los chicuelos se preparan con sus resorteras apuntado al objetivo, las piedras destrozan al envase antes que toque el suelo. Los fragmentos de vidrio se entierran en el cuerpo de aquel desafortunado bicho, quien tuvo la nada envidiable suerte de toparse con aquel grupo de pequeños homosapiens del siglo veintiuno. Para luego ser bombardeado con toda una lluvia de piedras; esta vez no nada más de resortera…

    Joaquín observa a sus amigos, todos acusan heridas, pudieran ser cortadas, raspones o moretones y algún ojo morado de uno de los tantos pleitos ocurrido entre ellos mismos. Lo raro seria verlos limpios; sin heridas. Por lo de las peleas era lo mejor que podían hacer… arreglar sus diferencias a trompadas; y eso sí, lo más lejos posible de casa, evitando de esa manera la gran ridiculez de ver a sus madres enseñando sus no tan sexis calzones a los divertidos transeúntes mientras se desgreñan entre ellas. Pleitos entre mujeres que de nada servían, según algunos ancianos pues al paso de los días se les divisaba charlando entre ellas como si nada hubiera ocurrido… ¿o por qué no?, pudiera ser una buena terapia para aquellas afligidas mujeres esclavas de su propio destino. Pero toda una gran vergüenza acompañada de burlas y posibles complejos de identidad para sus pequeños vástagos.

    Una gran humareda se mueve al ritmo que el aire imponga, lo que provoca que tanto lasaves de rapiña como gaviotas y de un sin fin de pequeños pájaros se mezclen entre sí en sus desordenados vuelos, dándole una sinfonía de sonidos al lugar, dondeel color blanco negro domina a toda la gran bandada de aves allevantar su vuelo; intentando, ponerse a salvo de aquel sofocante humo sin la más mínima intenciónde abandonar aquel jugoso ytraicionero regalo que el animal dominante les ofrece.

    Grandes cerros de basura aparecen y desaparecen entre la gran cortina oscura, los cuales son revueltos por decenas de personas de todas las edades. A quienes se les conoce como los pepenadores. Un solo vistazo basta para que aquel grupito de muchachos descubra los montones de basura fresca. Impulsados cada uno de ellos por su espíritu competitivo se abalanzan entre empellones buscando cualquier cosa, lo que sea; pero eso sí, que sea algo mejor de lo que se encuentren los demás.

    El

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