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De Hadas, Duendes Y Otras Hierbas Aromáticas
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De Hadas, Duendes Y Otras Hierbas Aromáticas
Libro electrónico142 páginas2 horas

De Hadas, Duendes Y Otras Hierbas Aromáticas

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Información de este libro electrónico

Cuando an eran nios, Pedro y Rafael, sin proponrselo, cuelgan un columpio de una nube y con ello provocan el acoso de un grupo de duendes obsesionados con descubrir en uno de ellos un secreto que los propios nios desconocen.

El pacto de amistad que sellarn con sangre la noche en que se conocieron los vuelve a reunir ms de diez aos despus como dos jvenes adultos ahora escogidos por las hadas para cumplir una noble misin.

Un libro misterioso, una biblioteca rodeada de plantas albaca, la armadura de Sir Lancelot, un monstruo de cinco cabezas y huestes de amazonas forman parte de esta odisea que arrastrar a nuestros valientes muchachos hasta los lmites de lo desconocido e inexplicable, ms all del amor y de lo material; en un contorno donde tendrn que batallar con seres intangibles pero letales que los acosarn desde mbitos vedados a los sentidos del comn de los mortales; donde para sobrevivir debern no solo confiar ciegamente uno en el otro, tambin debern invocar la ayuda de benefactores con inslitos poderes.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento30 oct 2013
ISBN9781463366223
De Hadas, Duendes Y Otras Hierbas Aromáticas
Autor

Juan Benoit Prado

Juan Benoit Prado Nació un 26 de diciembre en la casa no. 223 de la calle Del Pescáo en el humilde corregimiento de Juan Diaz, en las afueras de la ciudad de Panamá. Es el menor de los cinco descendientes del matrimonio formado por Juan B. Benoit Gómez (QDDG) mecánico de aviación y Lucía G. Prado de Benoit (QDDG). Se graduó de Bachiller en Letras en el Instituto Nacional de Panamá, para luego estudiar por cinco años en la Escuela de Francés, de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional. Después de una modestamente exitosa carrera en la banca local, emigró a los Estados Unidos en donde actualmente reside. Su primera obra, la novela corta (o cuento largo) titulada “De Hadas Duendes y Otras Hierbas Aromáticas” fue publicada en octubre del 2013.

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    De Hadas, Duendes Y Otras Hierbas Aromáticas - Juan Benoit Prado

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    DE HADAS, DUENDES

    Y OTRAS HIERBAS

    AROMÁTICAS

    Juan Benoit Prado

    Copyright © 2013 por Juan Benoit Prado.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 24/10/2013

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    Fax: 01.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    494640

    ÍNDICE

    Prólogo. El Pacto

    Capítulo Uno. El Amo de La Clave

    Capítulo Dos. El Guerrero

    Capítulo Tres. La Convivencia

    Capítulo Cuatro. La Delatora

    Capítulo Cinco. El Umbral

    Capítulo Seis. El Retorno

    Capítulo Siete. La Batalla

    Epílogo. Las Cicatrices

    A mi Hermana Graciela

    Un amigo es un ser increíble,

    Alguien que comparte tu silencio,

    Alguien

    Que disfruta tu alegría,

    Alguien maravilloso en quien pensar.

    Autor desconocido.

    PRÓLOGO

    El Pacto

    Es una típica mañana de verano tropical; uno de esos días en que el sol, más que bendición de vida, parece un castigo del cielo. En un remanso de uno de los muchos afluentes del caudaloso río Mamonal, un numeroso grupo de niños juega a sus anchas, sin presencia alguna de adultos. Todos los niños son parte de un mismo núcleo familiar el cual vive en un remoto y pequeño pueblo rural separado por más de ciento cincuenta kilómetros del centro urbano más próximo. Es martes de carnaval, y fieles a una tradición que data de tiempos inmemoriales, las pocas acaudaladas familias del pueblo trasladan a los menores a la fincas aledañas para así poder entregarse por completo y sin complicaciones a los desaforados festejos que se celebran en la única plaza del pueblo y sus cuatro calles aledañas, vestidas ahora de petardos, cantos y reinas para celebrar el último día antes del inicio de la cuaresma.

    Como es de suponer, los desplazados chicos se las ingenian para divertirse a su manera y disfrutar a sus anchas los breves y únicos días de asueto adulto que el carnaval les brinda una vez al año. Cada niño espera impaciente su turno para instalarse en el centro de una vieja rueda de automóvil atada con una soga larga a un enorme mangotero, para luego balancearse una y otra vez hasta tomar impulso suficiente para saltar del columpio y caer en la mitad del charco en medio de una zambullida que entre más aparatosa, más admiración merece entre los que observan.

    De pronto se oye a lo lejos el retumbar de fuertes explosiones, los niños silencian de pronto el bullicio y miran todos en dirección del pueblo de donde ahora se levanta una espesa columna de humo gris; sus miradas se congelan por algunos instantes hasta que Herminio, el mayor y cabecilla del grupo comenta:

    Se toparon las dos tunas de los culecos

    Pero esta vez parece que fue más bravo que el año pasado agrega Pedro, el de menor estatura y más delgado del grupo.

    Y cada año será peor Agrega Herminio. Hasta el día que cuando volvamos al pueblo no encontremos piedra sobre piedra.

    ¿Qué gusto hallaran los grandes pregunta otro de los niños en pelearse en las calles por cuatro días, si el miércoles, con el cuento de las cenizas, se encuentran en la iglesia y disque olvidan todos los insultos que se dijeron durante los carnavales?.

    De entre medio de los matorrales aparece de pronto otro niño; hermoso como una aparición celestial, su piel blanca como la leche contrasta con el rosado intenso de sus mejillas. Un par de enormes ojos grises y abundante cabello más negro que el peor de los pensamientos lo convierten de inmediato en el foco de atención de toda la pandilla. Herminio presiente su liderazgo en peligro y reanuda el juego pero se opone hostil a que el recién llegado se lance de la llanta. Los otros niños siguen jugando y el desconocido se aleja a cazar camarones en otro remanso del mismo rio.

    Poco después, con un tímido hola, Pedro se acerca al nuevo chico. Ambos sonríen víctimas de una inmediata y arrolladora empatía y sin más palabras comienzan a chapotear entre piedras y algas. Pedro comenta al otro niño cuanto le gustaría tirarse de la rueda, pero sus primos no lo permiten; ellos piensan que es muy torpe y podría ahogarse; Pedro ha tratado mil veces de persuadirlos diciéndoles que, hace un par de semanas, su padre le había enseñado como nadar, pero ellos no le han creído. Ambos suspiran al unísono, hermanados por semejante "tragedia", cuando de pronto sus miradas coinciden en un mismo punto; entre la maleza se asoma la curvatura oscura de una rueda de automóvil. Ambos se miran, sonríen en pocos minutos se están lanzando al rio desde su propio columpio.

    Sus carcajadas y gritos de alegría llegan hasta el grupo y Herminio boquiabierto los señala; todas las miradas convergen ahora en el lugar donde juegan Pedro y su nuevo amigo. Por un momento todos quedan paralizados ante el inusual fenómeno. La rueda desde la cual se lanzan los nuevos amigos pende atada a una soga cuyo extremo opuesto se pierde en el medio de una nube blanca. Perturbados ante lo inexplicable, Herminio y los otros niños huyen despavoridos. Lamentablemente, el prodigio no fue visto solamente por los asustados primos; a una prudente distancia, otro testigo, de corta estatura y largos y canosos bigotes, se escabulle entre los matorrales.

    Llegado el ocaso, los nuevos amigos se encaminan de regreso a casa, pero de pronto un extraño ruido en el monte capta su atención; la curiosidad infantil, carente por desdicha de temor o malicia, los lleva a tratar de atrapar a lo que imaginan puede ser un mapache o quizás una liebre; ambos chicos comienzan a internarse en el bosque sin percatarse de que una noche sin luna cae sobre ellos inexorablemente. De pronto los amigos detienen la marcha, a lo lejos pueden ver el resplandor de una fogata; se acercan cautelosos para descubrir que alrededor de la hoguera, sentados y distraídos cada uno en lo suyo, se encuentran tres hombrecillos con barbas y cabello tan largos como enmarañados. Los extraños sujetos visten mamelucos de colores brillantes con botones de piedras semipreciosas que resplandecen con la luz de la llama. Son duendes susurra Pedro y de inmediato toma a su amigo del brazo para tratar de alejarse de allí si ser vistos, pero al volverse otros dos hombrecillos bloquean la única ruta de escape.

    ¿Pero qué tenemos aquí? pregunta uno de los enanos y ambos se acercan a los niños de manera amenazante, pero de pronto se detienen en vilo al oír otra voz que grita con autoridad imponente: No los toquen. Y luego, suavizando el tono hasta lograr un fingida y burlona dulzura, agrega: !Son mis invitados!

    Los insólitos anfitriones sientan a los niños al otro lado de la fogata, los duendes los miran con recelo evidente; luego de un breve silencio, el más viejo les habla, les comenta que presenció sus juegos en el río y trata de averiguar de quien fue la iniciativa de colgar la rueda y cómo lo logró. Los chicos intercambian miradas con una mezcla de sorpresa y complicidad reflejadas en sus rostros cual si ignorasen por completo de lo que hablaba el duende. En verdad no fingían del todo, ambos ignoraban que aquel columpio que los había entretenido hasta el ocaso, pendía sólo de la fantasía.

    No sabemos de lo que Ud. habla contestó Pedro, nosotros no…

    No mientan grita el duende visiblemente irritado, A los de estirpe de hadas no les está permitido mentir!

    ¿Estirpe de hadas? Interrumpe otro duende. Pero si no hay hadas por estos parajes desde hace años.

    Era bien sabido que las hadas habían sido confinadas hace mucho tiempo; sólo así las fuerzas del mal lograron mantenerlas alejadas de sus predios ya que estos bondadosos seres resultaban un estorbo en la ruta de las tinieblas al mundo de los mortales. Los demás duendes comienzan a platicar entre si pero el líder, en brusco gesto, levanta uno de sus brazos. Un incómodo silencio volvió a reinar sobre el lugar, interrumpido sólo por el craquear de la leña que ardía en la fogata. El líder se incorpora y camina hasta una pila de hojas secas de donde extrae un viejo y pesado libro con páginas de bordes irregulares y cubierta de cuero de cabra, abre las dos hebillas de plata de las correas del cierre y ojea varias de las páginas amarillentas hasta encontrar el pasaje que buscaba. Entonces entrega el libro al único duende con gafas y le pide que lea en voz alta el párrafo que le indica: "… pero mientras exista fantasía y niños que las quieran soñar, habrá esperanza para las hadas. Al igual que la del mal, la semilla del bien jamás se extinguirá, pues ha de ser que un hijo de las hadas escapará de este cautiverio y el día señalado aparecerá entre los mortales. Sus poderes serán igual que los de sus antepasados, pero permanecerán latentes hasta que el dolor de lo irreparable despierte la naturaleza sobrehumana de su corazón. Entonces, sólo entonces, descubrirá su verdadera misión: reabrir la puerta de los sueños que ahora separa las hadas de su antiguo reinado sobre los niños de todas las edades por toda la tierra."

    Sólo uno de ustedes dos pudo haber atado a una nube el otro extremo de esa cuerda agrega el líder y necesito saber quién fue para…guiarlo hasta su noble misión.

    La mentira brillaba como dos tizones ardientes en los ojos del duende. Los otros enanos se miraban entre si, sin lograr entender la inusitada condescendencia del líder.

    ¿Por qué no les damos a beber el elixir de los duendes? Sugiere el enano con gafas. Sólo el escogido podrá tolerarlo, el otro se convertirá en salamandra. Al escuchar esto, los chicos se miran aterrados y sin previo acuerdo echan a correr. !Torpe grita el líder al duende con gafas Tenemos que detenerlos, si escapan, las hadas volverán y estaremos perdidos.

    Los chicos corren desesperados sin rumbo fijo, sus manos agarradas y los ojos aterrados; los duendes los persiguen a corta distancia cuando de pronto escuchan la voz de un adulto que grita el nombre de Pedro. Los chicos se detienen y pocos pasos de ellos los duendes también lo hacen, cautelosos ante la presencia de un adulto. "Es mi

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