Julio Romero de Torres: entrevistas y confesiones (1899-1930)
Por Rafael Inglada
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Julio Romero de Torres es una de las personalidades artísticas más complejas e intrigantes que protagonizaron la escena cultural española en las primeras décadas del siglo XX. Lo cierto es que siempre interesó a la prensa. Diarios y revistas ilustradas publicaban continuamente noticias sobre su vida y su obra. Artículos, entrevistas y reportajes sobre el pintor cordobés arrojan una luz poco usual o atípica que nos acerca más a su ámbito personal. Las propuestas pictóricas de Julio Romero de Torres mantienen un delicado equilibrio donde conviven la sensualidad, la crítica social, el costumbrismo estético, el postromanticismo de la época y una mirada singularísima y llena de matices indescifrables. El editor, poeta y biógrafo Rafael Inglada ofrece en este volumen una rigurosa recopilación de aquellas publicaciones que aparecieron en su época y que se han conservado hasta nuestros días. Las veinticuatro entrevistas, fechadas entre 1899 y 1930 aquí recogidas, reflejan temas variopintos que manifiestan los intereses de entrevistador y entrevistado, convirtiendo esta obra uno de los trabajos más reveladores sobre Julio Romero de Torres y algunos de sus contemporáneos, la vida de los artistas de entonces y el ambiente periodístico de aquellos años en España. De sumo interés es la segunda parte del libro, una Adenda en la que se transcriben treinta y una cartas y noticias publicadas entre 1906 y 1929. A través de ellas conocemos mejor al hombre y al amigo que al pintor, su esfera más íntima y sus principales preocupaciones artísticas y personales.
Rafael Inglada
Rafael Inglada (Málaga, 1963). Poeta, biógrafo y editor. Se inició en el mundo de la poesía con Biografía (1984), con prólogo de Carmen Conde, y en 1986 recibió el XI Premio Ricardo Molina de Poesía por La senda jaque (1987). Ha recopilado las obras poéticas de Julio Aumente (2005), de Francisco Giner de los Ríos (2008), de Rafael León (2009), de Pablo García Baena (2021) y de Edgar Neville (2021). Autor de biografías como Alfonso Ponce de León (1906-1936) (2001), Biografía de Pablo Picasso (2007) o Paraíso y ocaso. Vida de Rosario Pino (2019), en el ámbito de los trabajos de carácter recopilatorio destacan Málaga, 1901-2000: un siglo de creación impresa (2009), Cántico 2010 (2010), Gerardo Diego en ABC (1946-1986). Artículos y entrevistas (2011), 500 españoles y Picasso (2014), Federico García Lorca. Manifiestos, adhesiones y homenajes (1916-1936) (2015), Conversaciones con Antonio Machado. Caminos sobre la mar (2017), Palabra de Lorca. Conversaciones y entrevistas completas (2017) o Conversaciones con Picasso. El arte no es la verdad (2020), año este en que fue Premio Málaga de Investigación por su biografía, aún inédita, El mármol disidente. Vida de la actriz Rita Luna.
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Julio Romero de Torres - Rafael Inglada
SOBRE EL AUTOR
Rafael Inglada (Málaga, 1963). Poeta, biógrafo y editor. Se inició en el mundo de la poesía con Biografía (1984), con prólogo de Carmen Conde, y en 1986 recibió el XI Premio Ricardo Molina de Poesía por La senda jaque (1987). Ha recopilado las obras poéticas de Julio Aumente (2005), de Francisco Giner de los Ríos (2008), de Rafael León (2009), de Pablo García Baena (2021) y de Edgar Neville (2021).
Autor de biografías como Alfonso Ponce de León (1906-1936) (2001), Biografía de Pablo Picasso (2007) o Paraíso y ocaso. Vida de Rosario Pino (2019), en el ámbito de los trabajos de carácter recopilatorio destacan Málaga, 1901-2000: un siglo de creación impresa (2009), Cántico 2010 (2010), Gerardo Diego en ABC (1946-1986). Artículos y entrevistas (2011), 500 españoles y Picasso (2014), Federico García Lorca. Manifiestos, adhesiones y homenajes (1916-1936) (2015), Conversaciones con Antonio Machado. Caminos sobre la mar (2017), Palabra de Lorca. Conversaciones y entrevistas completas (2017) o Conversaciones con Picasso. El arte no es la verdad (2020), año este en que fue Premio Málaga de Investigación por su biografía, aún inédita, El mármol disidente. Vida de la actriz Rita Luna.
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JULIO ROMERO DE TORRES Y LA PRENSA, UN INTERÉS COMPARTIDO
Julio Romero de Torres (Córdoba, 1874-1930) siempre interesó a la prensa. Diarios y revistas ilustradas publicaban continuamente noticias sobre su vida y su obra, y ese interés permanece noventa y un años después de su muerte.
Interés demostrado en el texto «Pintó la mujer morena», de Francisco Ayala, para quien el pintor es «un querido fantasma de mi adolescencia, que una y otra vez regresa», expresando en este sugerente texto momentos en los que su apreciación del pintor oscilaba entre la admiración y casi el olvido.
[Diario El País, 23 de diciembre de 1993.]
Y en el de Octavio Paz en «Memoria de una fascinación», emotivo recorrido sobre la fascinación compartida entre Julio Romero de Torres y el poeta mexicano Ramón López Velarde sobre el nombre de Fuensanta.
[El País Semanal, 3 de mayo de 1987.]
Este libro presenta una cuidada selección de textos de, y sobre, Romero de Torres, de sumo interés, porque a veces una entrevista aporta contenidos que no recogen los historiadores del arte, pero nos acerca al hombre y al pintor y, como consecuencia, a Córdoba, la ciudad de sus sueños.
No siempre las fechas y los datos que aparecen son coincidentes y los motivos de esta discordancia son desconocidos, máxime cuando algunas de estas diferencias se basan en datos aportados por el propio pintor y, como dice Rafael Inglada en su introducción, «¿Dónde comienza la verdad de las palabras del entrevistado y donde finaliza la nota inventiva y perspicaz del escritor de prensa de turno? Jamás lo sabremos».
Partiendo de esa premisa destaca la confesión, en 1919, a Ramón Martínez de la Riva, «Ocho años pasé en el extranjero que me sirvieron para curarme del extranjerismo que a tantos ataca en España. Cuando vi que, en arte, como en tantas cosas, estamos a bastante más altura que ellos torné a la patria con una gran fe», largo periodo fuera de España que no concuerda con la documentación relacionada con sus trabajos. Y puede vincularse a lo manifestado en 1920 a Enrique Estévez, cuando dice que estuvo ocho años sin pintar y tras viajar a París, Roma y Viena retoma la pintura con La musa gitana, presentada a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1908.
Ambas declaraciones son incompatibles pues, en esos años de supuesta inactividad, pinta, entre otros, Mal de amores, Aurora roja, las alegorías de las artes del Círculo de la Amistad de Córdoba, los murales de la parroquia de Porcuna (Jaén), La siesta, Pereza andaluza, Mujer a la puerta de un jardín, Vividoras del amor, Noemí y sus hijastras, Regreso del hijo pródigo, numerosas ilustraciones para revistas o algunos carteles de la Feria de Córdoba.
Dudas replanteadas cuando declara a José Montero Alonso, en 1924, cómo, tras guiar su padre, Rafael Romero Barros, sus inicios en la pintura, «llega un periodo de desaliento artístico, dejo de pintar y estoy, durante esos diez años, apartado de los lienzos y entregado a una vida bullanguera. Pero, al cabo de ese periodo de tiempo torno a la paleta y los pinceles, ya con decidido entusiasmo». De ser correctas estas afirmaciones y fechas, como ya escribí en 2008, sorprende que, si hacia 1895 vuelve a la pintura tras diez años de casi total abandono, cuando contaba once años estuviera dedicado al flamenco y a las juergas en tabernas. Posiblemente pasó unos años de lógica desorientación juvenil, pero cuesta creer que se dedicara a actividades poco apropiadas para esa edad, existiendo constancia de obras documentadas en esos años.
En las veinticuatro entrevistas fechadas entre 1899 y 1930, conoceremos aspectos del maestro cordobés muy positivos y que pueden sorprender a muchos. Reflejan temas variopintos que manifiestan los intereses de entrevistador y entrevistado que nos llevan a distintos aspectos de su vida y su obra y la de algunos de sus contemporáneos.
Las descripciones de su casa cordobesa y sus estudios en Córdoba y Madrid, sus paseos por Córdoba y detalles de su extensa familia, su vida en Madrid, las tertulias a las que asiste y los amigos que frecuenta, las expectativas no cumplidas en sus primeras estancias madrileñas que él identifica con la incomprensión de su pintura en la capital. El detalle de viajes a Tánger y diversas ciudades europeas y las frustradas intenciones de viajar a Nueva York o trasladarse a vivir a París en 1929. Y, desde luego, el trascendental viaje a Argentina en 1922, con la tremenda repercusión de su exposición de Buenos Aires en la prensa porteña o su visita a la rotativa del diario La Nación.
Los temas artísticos están necesariamente presentes y aquí sus opiniones —que, por cierto, se reserva— sobre el arte de vanguardia y cómo deben transformarse o incluso suprimirse las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, su relación con pintores y escultores y la influencia de los clásicos en su producción, señalando las obras en las que está trabajando y las modelos de sus pinturas.
Aspectos de carácter más personal reflejan su afición por el flamenco trasladado a sus pinturas, mencionando el cante jondo como uno de los amores de su vida, hasta el punto de confesar a Francisco Caravaca que si «me hubiesen dado a escoger entre la gran personalidad de Leonardo de Vinci —por el que siento una admiración tal que lo reputo como el primer pintor de la historia— o la de Juan Breva no habría vacilado. Yo hubiera sido Juan Breva, es decir, el mejor cantaor que ha habido», declaración de 1927 en pleno éxito del pintor que refleja una vez más su singular personalidad. Completa estas aportaciones la falsa anécdota de su estancia en la cárcel, su relación con destacados toreros o sus gustos gastronómicos, llegando a decir qué come y bebe a lo largo del día, además de exponer otros temas de su interés.
Y pausadamente, como paseaba el pintor por su barrio de la Axerquía cordobesa, llega la última entrevista cuando, meses antes de morir, cuenta a Matilde Muñoz cómo debe ser la moda española, opinando que «no hay elegancia más verdadera, de un rango más elevado y más puro, que la elegancia gitana, que viene de los mismísimos faraones»... El flamenco siempre presente, y el simbólico origen de la elegancia gitana en los faraones, demuestra cómo mantiene presente en su vida y su obra vinculaciones históricas de épocas y países diversos. Interés sobre la moda que lo llevó a opinar también sobre si la mujer debía usar la falda corta o larga, decantándose por la corta y justificando la elección.
De sumo interés es la segunda parte del libro, una Adenda en la que se transcriben treinta y una cartas y noticias publicadas entre 1906 y 1929. A través de ellas conocemos mejor al hombre y al amigo que al pintor, aunque el reconocimiento de su arte avale algunas de las peticiones o adhesiones que firma.
El rechazo de sus obras en la Nacional de 1906 provoca una corriente de apoyo a Julio Romero, Antonio Fillol y José Bermejo, resultando una exposición paralela titulada Rechazados por inmoral. En carta al director del Diario Córdoba manifiesta su ofrecimiento a los cordobeses para visitar su estudio y ver las obras que iba a exponer en Madrid en 1912, y en otra a El Defensor de Córdoba expone el deseo de regalar su lienzo de San Rafael a la ciudad de Córdoba en 1923, siendo estas casi las únicas referencias a su pintura.
Política, teatro, cine, fotografía, literatura, música, artes plásticas, escasez de vivienda para intelectuales, viajes y adhesiones a homenajes, premios, banquetes o reconocimientos a él o sus amigos..., todo tenía interés para él, y estas cartas lo demuestran de manera fehaciente, completando lo expresado en las entrevistas.
Dos temas sobresalen aquí por menos conocidos en su biografía: su firma del «Manifiesto de los intelectuales españoles» apoyando a los aliados en la Primera Guerra Mundial y su petición de indulto al rey para Pascasio Ruiz y Valeriano Infante.
Encontrar en estos testimonios a Cervantes, Rubén Darío, Valle-Inclán, el presbítero Antonio Rey Soto, Ricardo de Montis, Ofelia Nieto, Pérez Galdós, Matilde Moreno, Catalina Bárcena, Pepe Walken, Marcos Redondo, Aurelio García Lesmes, Alejandro Mac-Kinlay o Luis de Oteyza, demuestra que no hacía distinciones sobre la fama de quienes respaldaba, unos muy conocidos y otros menos, pero todos dignos de su apoyo. Comprobar el listado de nombres que firman con Romero de Torres peticiones y adhesiones, nos sitúa ante un extenso repertorio de distintos ámbitos de poder en España.
Pero no son estas sus únicas vinculaciones con la prensa. Destaca como ilustrador de revistas gráficas, como el Almanaque del Diario Córdoba, La Unión de Córdoba o La Feria de Mayo en Córdoba, o las madrileñas Gran Vía y Crónica del Sport. Interés también demostrado en los Álbumes para ejercicios de inspiración con numerosos recortes de revistas ilustradas alemanas, francesas e inglesas, junto a postales, fotografías y dibujos originales de Julio Romero de Torres y su hermano Enrique. O igualmente el regalo que, en 1923, los periodistas madrileños hacen a la Asociación de la Prensa de Bélgica de su pintura La niña de las saetas.
Sin olvidar diversas e ingeniosas caricaturas de él y de sus pinturas publicadas en diarios y revistas y la enorme repercusión periodística que tuvo su muerte, con textos de condolencias y