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Los árboles: Vida, territorio, paisaje, arte y literatura
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Los árboles: Vida, territorio, paisaje, arte y literatura
Libro electrónico404 páginas4 horas

Los árboles: Vida, territorio, paisaje, arte y literatura

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Singular conjunción multidisciplinar de ciencia, técnica, arte y literatura sobre los árboles y su proyección en el territorio.

Se subraya la naturaleza autotrófica e inmovilidad de los árboles, determinante de su estructura, funciones y reproducción; el estrés que sufren a lo largo de su prolongada existencia; su papel como componentes del paisaje, como motivo pictórico a lo largo de la historia y la alusión de que son objeto en relatos, ensayos y poemas en todo el mundo.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento4 dic 2020
ISBN9788418435232
Los árboles: Vida, territorio, paisaje, arte y literatura
Autor

José Alberto Pardos Carrión

José Alberto Pardos Carrión es doctor en Ingeniería de Montes y en Farmacia. Su actividad profesional ha discurrido por los ámbitos de la investigación y la docencia en un marco forestal, con estancias en centros de investigación de Gran Bretaña, EEUU e Israel; publicación de artículos en revistas científicas (CI) y técnicas, y presentaciones en congresos.La percepción, a través de la visita a museos y lecturas de relatos y poemas, de la omnímoda presencia de los árboles como figura pictórica y literaria, presente también en el discurrir de la vida diaria, le han conducido , no sin cierto temor, a mostrar una visión múltiple de los árboles, con el deseo de contribuir a su mejor conocimiento, valoración y respeto público.

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    Los árboles - José Alberto Pardos Carrión

    Introducción

    En bibliotecas, en librerías, en prensa y otros medios, en el cine, el teatro y la televisión, en exposiciones, el árbol, los árboles, están presente en el lenguaje hablado y escrito; en la pintura, la literatura y otras actividades artísticas: sus imágenes y dibujos, ya desde la infancia, y en la pubertad en cuentos y libros de aventuras; en la edad adulta siguen estando presentes en novelas y reportajes periodísticos; también visibles y respirables en los recorridos en paisajes ignotos; hechos, todos, llenos de situaciones inolvidables, que volvemos a vivir en el recuerdo.

    En el ámbito académico, bajo una perspectiva biológica, los árboles son objeto de encuadre en las muy variadas familias, géneros y especies de la botánica sistemática; ocupa muchas páginas la descripción de las características morfológicas, anatómicas y fisiológicas de las plantas en general; y, en menor grado, la específicamente concerniente a los árboles; y a su comportamiento en el medio, en materias puente, como la ecofisiología. En todas estas disciplinas, sus caracteres son objeto de estudio, con un fuerte componente experimental en las tesis doctorales y publicaciones científicas derivadas.

    Existe también información sobre los árboles en los textos de materias de aplicación técnica para su manejo en disciplinas tales como la selvicultura, la fitotecnia y la arboricultura; textos que, con diferente grado de profundidad, nos acompañan a lo largo de las distintas etapas de nuestra educación y formación, primera enseñanza, bachillerato o similar, y universidad en sus distintos grados.

    Ante esta copiosa información cabe preguntarse por la conveniencia de una aportación más sobre los árboles en términos semejantes a los existentes.

    Las diferencias en formas, tamaños, colores, luces y sombras a las que dan lugar los árboles, aislados y en conjunto, en pinturas, fotografías y otras expresiones artísticas, son el resultado del amplio repertorio de ecologías, edad, tiempo y espacio de su habitación, del tipo y estado del territorio en que viven, el cual, a su vez, lo es de su compleja biología. Si así es, ¿por qué no, entonces, presentar juntos los caracteres inherentes a la naturaleza biológica y la implicación territorial de los árboles con las imágenes artísticas y literarias proyectadas sobre los mismos? Sus patentes diferencias las convierten en complementarias y hacen más grande y sugestivo el perfil múltiple con que pueden contemplarse los árboles y tal vez conduzcan a reflexiones no pensadas.

    En cualquier caso, en ninguno de los capítulos de este trabajo, y ello es especialmente recalcable en los capítulos dedicados a los árboles como seres vivos, el texto no ha sido consecuencia de un recorrido analítico de aportaciones científicas que incorporan datos, resultados y conclusiones a la luz del estado actual de la ciencia, el denominado state of the art. Este no ha sido, ni hubiera podido ser, el objetivo pretendido con este trabajo. Por ello, en el texto de cada capítulo no se han incorporado citas de autores y trabajos en revistas especializadas y la bibliografía presentada al final de cada capítulo es un conjunto de trabajos, unos científicos, otros técnicos, otros de divulgación científica, sustancialmente manejados en la redacción del texto, expuestos con el mayor rigor expositivo y terminología académica posibles. El objetivo perseguido ha sido contribuir a un mayor conocimiento de los árboles, como componentes principales de los bosques, mostrando cómo son y cómo funcionan en un contexto bio/ecológico; y cómo se ve contemplada su imagen en los ámbitos artístico y literario y, en conjunto, por la sociedad actual, omnímodamente presentes en ella.

    Con esta idea presente, y con la información expuesta en los diferentes capítulos, se ha intentado dar respuesta a la pregunta de «¿para qué un libro más?», resaltando el perfil, tachable de múltiple, que, como cualquier ser vivo, tienen los árboles: biológico, con proyección ecofisiológica; paisajístico, en su condición de elementos principales de muchos paisajes; artístico, a través de muy diferentes formas artísticas —pintura y otras—, y literario, por las sendas de la poesía y el relato, en novelas y descripciones de la naturaleza, en ámbitos de extensión y situaciones muy diversas en el espacio y el tiempo, perfiles a los que cabe añadir el musical, con alusión al papel de los árboles en la música como entidades individuales y en grupo.

    Con el título del presente trabajo, Los árboles: vida, territorio, paisaje, arte y literatura, se ha pretendido expresar la naturaleza de seres vivos de los árboles, su comportamiento en el territorio, su papel en el paisaje y como objeto de actividades artísticas y literarias; en suma, compendia los tres aspectos que enmarcan su contenido y dan una idea del perfil múltiple con el que pueden ser contemplados, disfrutar de su presencia y provocar admiración y, también, ser analizados, objetivo, este último, modestamente pretendido por el autor.

    En el primer apartado «Los árboles, seres autótrofos», en tres capítulos, se subraya esta condición que posibilita la síntesis de moléculas orgánicas vitales con la absorción de carbono atmosférico en conjunción con la acción de la energía luminosa y la absorción de agua y nutrientes del suelo; substrato al que obliga su inmovilidad y ante la que se ponen en marcha mecanismos específicos de reproducción.

    En «Los árboles en el territorio», a lo largo de seis capítulos, se ha querido subrayar la importancia de los árboles en la naturaleza bajo una percepción forestal. El apartado se inicia con el capítulo «Figura señera del bosque. Interconexiones», en el que se subraya la figura de los árboles, resaltando su tamaño, longevidad e inmovilidad, que confieren al bosque, o al monte arbolado, la sensación de intemporalidad e inmutabilidad, asociadas a las conexiones espaciales entre sí y con los otros habitantes, constituyendo una red de vida. En los cinco capítulos siguientes se tratan aspectos sustanciales ligados a la existencia de los árboles como integrantes del territorio y su fuerte e inevitable relación recíproca con el medio: «El estrés, una situación generalizada», «Los incendios y el cambio climático: un sinergismo recíproco», «La preservación: parques nacionales, parques naturales, arboretos, jardines botánicos y bancos de semillas», «La prestación de servicios: montes y bosques urbanos», «La producción de bienes materiales: los bosques». En un séptimo capítulo se alude brevemente a los árboles en la agricultura y la ornamentación, brevedad que no se corresponde con la gran importancia económica y social que tienen estas dos esferas productivas; sin embargo, la proyección del trabajo es indudablemente otra, en la que no cabe la agronomía, si bien al tratar de árboles en general se ha entendido procedente hacer mención a dichas áreas.

    En el texto de los capítulos del segundo apartado, y en menor medida en los del primero, se ha incluido, en parte o en su totalidad, con modificaciones y reducciones y adiciones, el contenido de la información incluida en 23 estampas forestales, Bosques, montes e ingeniería de montes, del mismo autor, publicado en forma digital, de acceso libre en la web de la RAI y la SECF. Sin embargo, algunos de los capítulos de este trabajo se han reducido y agrupado con otros o, contrariamente, se han divididos en dos nuevos capítulos, con objeto en ambos casos de que los nuevos títulos reflejen mejor su nuevo contenido.

    Árboles monumentales y árboles de dimensiones reducidas, troncos, copas, hojas y frutos, en su amplia variedad, el conjunto del árbol como unidad, son percibidos de formas diferentes por el pintor en sus cuadros y sirven como marco de escenas de alegría y tristeza o, simplemente, de motivo ornamental; son canal de transmisión de sentimientos, descripción de situaciones y lugares, también de características biológicas. No lo son menos las desbordantes palabras de relatos y poemas de novelistas, viajeros y poetas que inundan el paisaje literario mundial. Así mismo, son susceptibles de ser oídos los sonidos de un bosque y expresados —leídos— en sonogramas, al igual que una partitura musical: expresión auditiva de su funcionamiento como entes fisiológicos.

    Con la inclusión del tercer apartado, «Los árboles en el paisaje y en actividades artísticas», se pretende acercarse, a través de múltiples ejemplos que brinda el paisaje, a la pintura y otras actividades artísticas y la música y la literatura, a la omnímoda presencia de los árboles en nuestra vida, la del artista, la del compositor y la del escritor, la del que gusta de la pintura y visita colecciones museísticas y cualquier otra clase de formas artísticas, la del que escucha música, la del que lee. El apartado comprende tres capítulos: «El paisaje forestal», «Los árboles, imagen artística» y «Los árboles, figura literaria».

    En «El paisaje forestal», a la vista de la opinión de expertos en paisaje, se han redactado unas notas sobre los árboles en el paisaje y se da una visión de la significación del manejo de los bosques en la configuración de un paisaje forestal.

    En «Los árboles imagen artística» se recalca la frecuente presencia de árboles en la pintura a través de un breve recorrido histórico a través de cuadros de varias renombradas colecciones museísticas con presencia de árboles, tanto como elemento principal del cuadro como en calidad de acompañantes de otras figuras principales. Dicha presencia es objeto de un breve comentario de índole biológica de cada obra acompañado de su reproducción —parcial—. Otras actividades artísticas —cerámica, tapices, heráldica, murales, retablos, fotografía y otras— con presencia de árboles son también nombradas. Un apunte final sobre los árboles en la música cierra el capítulo.

    En «Los árboles figura literaria», remontándonos al inicio de la Edad Media, se lleva a cabo un recorrido en documentos —códices, libros y otros—, con alusión específica a los árboles hasta la Edad Contemporánea, con la reproducción —comentada— de algunos pasajes de novelas y descripciones paisajísticas de grandes escritores españoles. Se finaliza con porciones de conocidos poemas en los que los árboles o algunos de sus órganos son objeto de mención, que se agrupan —se encuadran— bajo títulos que expresan —apuntan, relacionan— un objetivo —fin, sentimiento— percibido como común a los poemas insertos en el grupo.

    Cabe, finalmente, confiar en que la exposición conjunta de los árboles en los marcos de la biología, el arte, la música y la literatura haya sido atractiva para el supuesto lector; al menos, lo ha sido para el autor, transmisor de la información recabada de diferentes fuentes consultadas; y, no en menor grado, producto de estrujar la ya frágil memoria de lo leído y vivido como profesor universitario e investigador en el ámbito forestal y asiduo lector de obras literarias durante muchos años.

    Madrid, junio de 2020

    Los árboles, seres autótrofos

    El motor de los árboles: la copa

    Los árboles, aislados, en bosquetes o formando un bosque han sido a lo largo de la historia objeto de atención por muy diversos motivos: cobijo, placer en su contemplación, obtención de madera, conocimiento científico y otros fines, económicos, artísticos y literarios.

    La copa, motor del árbol: terminología

    El término copa es expresión de un concepto morfológico que, en el ámbito de la botánica descriptiva. Font Quer, en Diccionario de Botánica, lo define como «conjunto de las ramas de un árbol con su follaje o sin él». El mismo autor complementa la definición: «Los romancistas castellanos emplearon también este término como traducción de cyma y de umbela». En el Diccionario de ciencias hortícolas (Sociedad Española de Ciencias Hortícolas, 1989) se define como «conjunto de ramas y hojas que forman la parte superior de un árbol».

    En el contexto forestal, más técnico, la copa se define como «parte superior del vuelo de un árbol o arbusto, formada por las ramas principales y el follaje, coronando un tronco, más o menos limpio hasta la altura de la parte superior ramificada» (SECF, 2005). Otra definición, en traducción del inglés, define la copa como «parte de un árbol o planta leñosa que sustenta ramas vivas y follaje» (Helms, 1988). En las cuatro definiciones citadas se expresan las principales propiedades que caracterizan la copa de los árboles: la situación en el árbol y su contenido; no obstante, no hacen mención a su papel funcional.

    Los términos para nombrar la copa de un árbol en inglés y alemán son, respectivamente, crown y Krone, mientras que en francés, italiano y portugués son coupe —también fronda— y copa, con alusión a la forma de un recipiente de cristal o metal para tomar una bebida; así mismo, denotan un origen lingüístico común con el español: del latín, calyx, ‘cáliz’, y calycem, calycem arboris, siendo arbor la raíz a partir de la cual es posible identificar términos derivados como arbóreo —en latín arboreus—, arboleda —en latín arboreta— o arbusto —arbustum en latín—. En el caso de crown y Krone, los vocablos atienden más a significar la situación, coronando el tronco, al igual que una corona sobre la cabeza de una persona es señal de exaltación, reconocimiento o poder.

    Configuración de las copas

    Las ramas, ramillas y hojas que configuran la copa se forman a partir de yemas, cuyo número, disposición y elongación determinan el modelo de crecimiento del árbol. El control hormonal —auxinas— del proceso conduce a la formación de brotes cortos —braquiblastos— y largos —macroblastos—.

    La ausencia de yemas laterales da lugar al porte columnar del árbol, en el que la ramificación queda reducida a un manojo terminal de hojas —palmeras—. En el modelo de crecimiento excurrente el ápice del eje del árbol supera al de las ramas laterales —coníferas y muchas dicotiledóneas—; en el modelo decurrente, el eje del árbol pierde dicha capacidad. Es un carácter heredable, ligado a la habitación, especialmente a la latitud —frondosas en general—.

    Se distinguen, en función de su posición, yemas terminales y axilares. Según su origen pueden ser adventicias y preventicias o durmientes. Las yemas adventicias se forman en cualquier tejido exterior al xilema con capacidad de actividad meristemática —comúnmente en el felógeno— en respuesta a daños de insectos u otro agente biótico, por acción de poda, rotura de ramas u otra causa física; en algunas especies también pueden formarse en las raíces. Las yemas durmientes son axilares —en pinos en el extremo de braquiblastos—, están conectadas vascularmente al vástago, pudiendo quedar encerradas en el tronco al crecer este en grosor; en cualquier caso, su elongación es escasa. Su formación es frecuente en frondosas, no tanto en coníferas, dentro de las cuales el pino canario es excepcionalmente pródigo.

    El tamaño y la forma geométrica definen las copas, específicamente la relación de altura a anchura máxima y la convexidad. La relación matemática expresada por la ecuación: xa + (b.y)a = ca, en la que x e y son variables cartesianas que definen un punto de la copa, b es la relación de altura y anchura y c es el tamaño absoluto. Para un valor de a = 1, la ecuación define una línea recta, a partir de 2 se hace convexa, y rectangular cuando la variable a se hiciera infinita. Algoritmos más complejos, con mayor número de variables definitorias de la copa, posibilitan una mejor identificación del tipo de copa para una especie y lugar determinado si se parametrizan las variables usadas para el algoritmo obtenido.

    Una mayor información puede obtenerse mediante modelos que representan tridimensionalmente las copas, estimándose el peso y el volumen de la copa y del conjunto del dosel de copas para una estación determinada. El proceso operatorio consiste en abatir uno o varios árboles, pesar todo el follaje, tomar varias muestras del mismo y con estos datos se establecen correlaciones entre ambos valores.

    Evolución de la copa

    A lo largo de la vida, la copa experimenta variaciones no solo de tamaño, sino en la forma y el ángulo de inserción de ramas y ramillas, que, por la disminución del efecto del tropismo, pasan de tener una posición casi vertical —copa ortotrópica— a otra casi horizontal —efecto muy apreciable en algunos pinos y cedros—. Así mismo, tiene lugar una pérdida gradual de hojas —en algunos casos repuesta con nuevas yemas y brotes— por ataques de animales, especialmente insectos y en árboles jóvenes por ganado caprino, también de hongos y acciones físicas externas —viento y otras— y por el propio control fisiológico del árbol ante la pérdida de agua disponible y las subidas y bajadas anómalas de temperatura.

    Junto a la pérdida periódica de hojas —desfronde—, se pierden también ramillas y ramas verticalmente de abajo arriba y en planos horizontales de dentro afuera, con lo cual, al crecer un árbol, las necesidades de luz provocan que la copa viva ascienda en altura y se desplace centrífugamente en los nuevos planos. En algunas especies, se han propagado variedades en las cuales la nueva copa es compatible durante algunos años con ramillas provistas de hojas —en menor cuantía— de los años anteriores, lo que tiene un cierto valor ornamental —por ejemplo, en Populus nigra var. pyramidalis—. En cualquier caso, la competencia por la radiación luminosa es determinante en la conformación y mantenimiento de la copa, más acusadamente en las especies que se denominan de luz; especies que, ya en el estadio de plántula, son más proclives a colonizar espacios vacíos, en los que la copa adquiere mayor desarrollo.

    Ya en la madurez, la forma y la estructura espacial de las copas en ramas y ramillas y hojas reflejan formas volumétricas y contenidos diferentes de copa, así como una variada situación en el tronco, desde los estilizados conos, propios de las coníferas boreales, en ambos casos con hojas hasta la base del tronco; característica existente también en algunos álamos (Populus nigra columnar). Su contrapunto lo ofrecen las copas en forma de disco, formando doseles individuales casi planos en su cara superior, copas livianas de hojas, abundantes en la sabana africana —por ejemplo, Acacia tortilis—.

    La copa es también objeto de modificaciones artificiales. En agronomía y en jardinería la copa es objeto de alteraciones en pro, en el primer caso, de la producción de frutos —frutales—; en el segundo, para generar caprichosas formas geométricas en pisos tronco-cónicos; o las casi cilíndricas copas, con gran densidad de hojas en su superficie, comunes de forma natural en cipreses de la flora mediterránea —por ejemplo, Cupresus sempervirens; y provocada por hábiles jardineros en otros cipreses y especies como el tejo—, que forman figuras humanas y, sobre todo, de animales. Así mismo, con las copas pueden formarse verdaderas murallas vegetales, separadoras de cultivos o bordeando estrechas carreteras, como sucede en la campiña inglesa. También en el ámbito de la mejora genética forestal es usual la configuración de setos, muy recortados, con árboles de clones seleccionados para la producción de estaquillas con fines de propagación de genotipos selectos aprovechando la intensa capacidad de rebrote.

    En los bosques boreales y templados son comunes las copas que ascienden en altura con la edad, dejando debajo ramas secas, por poda natural, especialmente en doseles cerrados —por ejemplo, pino silvestre—; las copas aparasoladas, de un perímetro muy definido y contenido denso en hojas —por ejemplo, acículas, propio del pino piñonero—, todas ellas manifestaciones de una posición terminal en el tronco, lo que refrenda así su propio nombre de copas. En muchas frondosas de clima templado —roble, encina, alcornoque, haya— y muchas coníferas —como Pinus pinaster— las copas se extienden y mantienen con hojas en buena parte —2/3 o más— del tronco.

    En algunos casos; la forma natural de la copa ha sido alterada por su situación; se trata de los árboles bandera, en zonas de fuerte y constante viento unidireccional. Un efecto semejante, aunque menos acentuado, es fácil de observar en plantaciones lineales urbanas, en vías urbanas estrechas y especialmente en sus cruces, en los que los edificios actúan como túneles de viento y también de luz en función de su orientación al sol y a la iluminación artificial nocturna —intensidad y tiempo— que reciben las copas.

    Otra alteración de la forma de la copa puede verse en plantaciones alineadas de alguna frondosa —por ejemplo, plátano de sombra— en parques y avenidas, sometidas a podas frecuentes en las que se fuerza el contacto entre ramas de dos árboles contiguos y llega a producirse una soldadura entre sus tejidos —injerto— y conseguirse un entramado que da lugar a un espacio sombrío, que, en avenidas largas, semejan túneles arbóreos sin final visible.

    El dosel de copas o dosel forestal

    El dosel, simplemente, o el dosel arbóreo, denominación no usada tradicionalmente en España, debe incorporarse a la terminología forestal en idioma español. En este, comúnmente, se hace referencia al vocablo vuelo para referirse al conjunto aéreo de un árbol o de un conjunto de pies de un rodal (Diccionario forestal, SECF), que no se identifica plenamente con el concepto de dosel.

    El vocablo dosel ya es usado actualmente en la bibliografía científica forestal en español; si bien en la bibliografía latinoamericana se usa más bien la palabra canopia o canopeo, traducción del término inglés canopy, del latín canopu, famosa ciudad griega conocida por sus grandes lujos.

    En una primera acepción, en el referido Dictionary of forestry, se define el dosel como «cubierta foliar en un rodal forestal que constituyen sus copas»; y en una segunda acepción, por «ramas y hojas por encima de la vegetación circundante». En el idioma alemán se traduce dosel por Schrim (Diccionario de bolsillo del sector forestal, 1997 ); en francés el vocablo coupe, en portugués el vocablo dossel y en italiano baldachino corresponden al termino español dosel.

    En el contexto forestal, por tanto, con el vocablo dosel se puede hacer referencia a un rodal arbóreo, a un bosque en conjunto y también a un solo árbol; debe interpretarse como la parte de copa que mantiene hojas vivas, aunque periódicamente las pierde; ello confiere al dosel un carácter funcional como sede de buena parte de las actividades vitales de los árboles conductor y coordinador de las mismas.

    Procesos fisiológicos ligados a la copa

    El continuo raíces-tronco-ramas-hojas constituye la configuración anatómica de un árbol. Su configuración fisiológica, simplificada, se traduce en la absorción de agua y nutrientes del suelo por las raíces, su movimiento ascendente y distribución lateral por ramas, ramillas y hojas, la síntesis de metabolitos orgánicos en las hojas y su posterior distribución por todos los órganos del árbol. Las hojas, su conjunto —la copa— y el dosel de copas —el dosel forestal— constituyen el motor de estos procesos en el rodal forestal.

    Fotosíntesis, transpiración y respiración son los tres procesos fisiológicos básicos interrelacionados entre sí con sede en las hojas.

    La transpiración es la pérdida de agua por los estomas de las hojas a la atmósfera circundante. El agua líquida que llega a las hojas es, en su mayor parte, expulsada a la atmósfera en forma de vapor de agua por difusión al crearse un gradiente de potencial de agua —potencial hídrico— entre la hoja y la atmósfera. Este gradiente se integra en el conjunto de gradientes, de más a menos potencial, generados desde el suelo a la atmósfera, vía tronco y ramas, y se considera el causante principal del movimiento del agua en los árboles, hasta poder alcanzar, en algunas especies y situaciones, alturas de más de 100 m. A la eficacia de este transporte contribuye la compleja distribución anatómica y acoplamiento de los vasos y traqueidas del sistema

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