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Lecturas del agua: Un acercamiento interdisciplinar desde la cultura y el turismo
Lecturas del agua: Un acercamiento interdisciplinar desde la cultura y el turismo
Lecturas del agua: Un acercamiento interdisciplinar desde la cultura y el turismo
Libro electrónico500 páginas7 horas

Lecturas del agua: Un acercamiento interdisciplinar desde la cultura y el turismo

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La Red Internacional de Universidades Lectoras decidió crear un foro de investigadores sobre la cultura del agua, con el objetivo de aunar esfuerzos en la investigación y la difusión de los trabajos realizados en esta línea por las universidades integrantes de la misma. Desde entonces se han sucedido diversas iniciativas cuyo objetivo principal ha sido el de ofrecer miradas multidisciplinares en torno a la lectura y la interpretación de sus paisajes y de la cultura que los integra. Este libro se suma a dichas aportaciones, ofreciendo una visión certera, heterogénea y plural, que vierte nuevas gotas a un incesante caudal tan esencial en nuestra historia e identidad. Una obra que nos ofrece un variado recorrido por cauces y meandros, ciudades y desiertos, mitos y villas turísticas. Un espacio abierto y transversal que invita a la reflexión y a la lectura; al descubrimiento y a la revelación.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 may 2018
ISBN9788490972489
Lecturas del agua: Un acercamiento interdisciplinar desde la cultura y el turismo

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    Lecturas del agua - María Isabel Morales Sánchez

    Mª Isabel Morales Sánchez, Sara Robles Ávila

    y María da Natividade Pires (eds.)

    Lecturas del agua

    UN ACERCAMIENTO INTERDISCIPLINAR

    DESDE LA CULTURA Y EL TURISMO

    La edición de este libro ha sido posible gracias a la financiación recibida de la Red Internacional de Universidades Lectoras (RIUL) y del Instituto de Investigación Vitivinícola y Agroalimentaria (IVAGRO).

    © HÉCTOR POSE, Mª ISABEL MORALES SÁNCHEZ, BELÉN MOLINA HUETE, DOLORS POCH OLIVÉ, JOSÉ RAMÓN BARROS CANEDA, BELÉN ZAYAS FERNÁNDEZ, CARLOS AUGUSTO RIBEIRO, JOSÉ-CARLOS REDONDO-OLMEDILLA, INÉS CARRASCO/PILAR CARRASCO, ANA PAIVA MORAIS, EMILIO MARTÍN GUTIÉRREZ, MARÍA ROSARIO CABELLO PORRAS, ANA PAULA GUIMARÃES, MARÍA RUBIO MARTÍN, ISABEL MOREIRA RIBEIRO, SARA ROBLES ÁVILA, ISABEL BESTUÉ CARDIEL, ANA CATARINA GARCÍA, ANTONIO CASTILLO, AITANA MARTOS GARCÍA, AURORA MARTÍNEZ EZQUERRO, MARÍA NATIVIDADE PIRES Y JEAN-PIERRE CASTELLANI, 2016

    © Los libros de la Catarata, 2016

    Fuencarral, 70

    28004 Madrid

    Tel. 91 532 20 77

    Fax. 91 532 43 34

    www.catarata.org

    LECTURAS DEL AGUA.

    UN ACERCAMIENTO INTERDISCIPLINAR DESDE LA CULTURA

    Y EL TURISMO

    ISBN: 978-84-9097-208-3

    e-isbn: 978-84-9097-248-9

    DEPÓSITO LEGAL: M-32.149-2016

    IBIC: jfc

    este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.

    INTRODUCCIÓN

    El agua en la investigación del patrimonio cultural y del desarrollo turístico

    Agua para todos. Agua para la vida. Así intitula la Organización de Naciones Unidas su informe para el desarrollo de los recursos hídricos en el mundo. Pero esa simplicidad con la que podemos enunciarlo, es, sin embargo, diametralmente opuesta al complejo entramado de contextos, intereses, hábitos y formas de entenderla. Nuestra vida ligada al agua está conformada por muchas lecturas que interpretan, proponen o transgreden principios y conceptos. Por ello un libro sobre la cultura del agua es un compendio de lecturas y también por la misma razón es importante que aprendamos a apreciarla y a comprenderla.

    La historia, la memoria y el imaginario colectivo han construido los que podríamos denominar paisajes del agua, lugares que no solo tienen una dimensión física sino también emocional. Somos de agua porque el agua es parte esencial de nuestra supervivencia. La cercanía o lejanía de la misma determina nuestro modo de organizarnos socialmente, nuestros recursos económicos, nuestro modo de nombrarla, nuestros oficios, rituales y creencias.

    El siguiente volumen intenta recoger una muestra de la heterogeneidad con la que podemos adentrarnos en esos paisajes, tomando como referencia tres contextos específicos: su construcción estética a través del arte; su configuración a través de sus usos sociales y científicos y, por último, su consideración como elemento de desarrollo turístico. Esta disparidad de espacios simboliza intencionadamente la complejidad que encierra su identificación cultural. Los artículos integrados en cada uno de ellos guardan a su vez una estructuración que advierte de la conexión y enfoque que los sostienen entre sí. En su curso afloran los cauces y sus afluentes, las riberas y los deltas, el mar abierto y las fuentes. Por ello, encontramos, por una parte, visiones panorámicas que nos sitúan en la amplitud y la transversalidad del contexto, desde su estudio teórico, histórico o crítico; por otra, aportaciones, cuyo enfoque macro, permite advertir en cercanía el detalle, la anécdota, los pequeños fragmentos que las componen. Nuestra pretensión ha perseguido siempre un objetivo esencial: dar cuenta de los múltiples discursos que configuran nuestra visión del agua y cómo esta deriva de otras visiones heredadas o con las que hemos entrado en contacto. La construcción de toda cultura responde a factores intrínsecos y extrínsecos a ella, por lo que nuestro modo de relacionarnos con el agua responde a la visión que tenemos de la misma y a otras muchas visiones de entenderla, o, más bien, a cómo interpretamos esas otras formas de comprenderla.

    Hemos creído oportuno añadir además una apertura y un cierre a este recorrido, ya sea puerto marítimo o fluvial, a modo de partida y de llegada –que no cierre– de este que se articula como uno de los infinitos viajes posibles. Cumplen esta función los textos de Héctor Pose y Jean-Pierre Castellani, textos inéditos, de diferente pero exquisita factura, que amablemente nos han obsequiado y que recibimos como agasajo inmerecido pero deseado.

    Tras zarpar entre olas, iniciamos nuestra navegación a través del arte, prestando nuestra atención a las distintas visiones estéticas forjadas alrededor del agua y su magnetismo. En el primero de los artículos, Mª Isabel Morales aborda la importancia de la literatura en la lectura, interpretación y creación de estos espacios. Como discurso transversal, la literatura es un espacio privilegiado donde convergen múltiples discursos que asimila, rechaza, integra o reescribe. Un recorrido de mirada amplia por teorías y textos literarios, pero también por espacios y creencias: la Laguna Estigia y Macondo, los paisajes de Dante, de Clarín o de Shakespeare, sin olvidar ese lenguaje que nos lleva a pensar en qué es un paisaje dantesco o a creer que el agua corriente no mata a la gente.

    De inmediato nos sumergimos en la poesía, con una visión del agua a través de la lírica que abarca dos estudios: el primero, de Belén Molina, centrado en el Siglo de Oro, nos acerca a la obra de Pedro Espinosa (1605) y a la estética manierista española. Este detallado estudio aparece vertebrado a través de dos elementos contrapuestos y paradójicamente complementarios: las aguas dulces y las aguas saladas. La presencia de ambas en sus Flores de poetas ilustres de España, nos despliega todo el imaginario de la época, sus símbolos y sus artificios retóricos dirigidos por un nuevo modo de comprender la poesía y la naturaleza, ahora desprendida de las desgastadas fórmulas renacentistas.

    El segundo, elaborado por Dolors Poch, nos permite dar un salto a la lírica de Vicente Huidobro y Gerardo Diego, adentrándonos en el análisis de un movimiento vanguardista que dio importantes contribuciones a la literatura en lengua española: nos referimos a la poesía visual. Este tipo de poesía, compuesta para leer y para ver, tiene muy presente el agua en sus múltiples representaciones, ya sea en forma de mar, de río o de lluvia o en un sentido aún más poético, de lágrimas. Recursos poco convencionales como las variaciones en la tipografía, la disposición de las palabras en la página, la puntuación, o la musicalidad acústica les sirven a los poetas para hacer emerger el agua en sus composiciones.

    Para iniciar otros trazados, José Ramón Barros nos muestra los caminos del agua, centrando su atención en la arquitectura, desde sus variantes militar, civil, urbana u ornamental. Este interesante estudio muestra cómo los territorios se construyen a través de una complejidad cultural que trasciende a los elementos aislados para tejer una red alrededor del agua perfectamente cohesionada, en la que se aúnan los usos industriales, los avances tecnológicos, los usos sociales y también la visión estética. El certero trazado surca el espacio de la bahía de Cádiz, donde esta cohesión de elementos conforma su pauta identitaria. Desde la propia bahía hasta las marismas o los cauces fluviales, Cádiz es un crisol donde se entremezclan diversas arquitecturas: baluartes, murallas, castillos, parques, fuentes junto a molinos de marea o los puertos marítimos y fluviales conforman esta mezcolanza que deja su impronta en el sincretismo de sus habitantes.

    Por su parte, Belén Zayas nos hace cómplices de las miradas del pintor impresionista Claude Monet, que dan soporte cultural al territorio costero del poniente francés, contribuyendo decididamente, a través del arte, a la conservación de su paisaje y al desarrollo de su valor patrimonial. Monet, el Rafael del agua, como lo llamó Manet, sale a la naturaleza a pintar el paisaje, en concreto y muy especialmente el mar, que se presenta ante sus ojos de manera directa. Fue un artista único en las representaciones de la costa del poniente francés, con el mar salvaje y el mar burgués, el de los turistas y viajeros, y el de los pescadores. Paisajes muy vivos que la autora de este artículo reconoce por las numerosas reproducciones fotográficas, exhibiciones, festivales y rutas impresionistas.

    Pero pensar en el agua como objeto artístico nos conduce también a la relación entre la naturaleza y el artificio, la ecología y la tecnología. El artículo de Carlos Augusto Ribeiro pone de relieve estas relaciones y la función social del arte, presentando ejemplos de exposiciones artísticas y performances en diferentes países sobre la temática del agua. La materialidad del agua puede tener potencial musical y el autor escribe sobre una exposición en Jerusalén, donde la necesidad real e inconsciente es representada por un imaginario artístico: la fantasía auditiva de aguas que corre en un río ficticio, sonoro, a través de la audición de sonidos grabados. Estas obras de arte o intervenciones artísticas efímeras en los espacios urbanos revelan una creciente transdisciplinaridad entre el arte y la ciencia. Se presentan diversos ejemplos de una práctica artística cada vez más preocupada por el impacto ecológico de sus propuestas y por la sensibilización hacia los conflictos surgidos entre la industria y la naturaleza.

    Por último, complementa esta mirada heterogénea otra más lejana, la de la narrativa contemporánea australiana que, de manos de José Carlos Redondo-Olmedilla, nos descubre un territorio ancestral, duro e impactante, imposible de explicar sin esta conexión con el agua. La obra de John Kinsella, poeta prolífico y figura esencial de la poesía australiana contemporánea, sirve de hilo conductor a un recorrido impactante por el paisaje desde una mirada ecológica, propia de la ética del escritor: la salinización, la deforestación o la erosión son elementos que marcan la poesía de Kinsella, en ella, muestra toda su fuerza catalizadora de emociones y sentimientos en un territorio para el que la visión occidental resulta asimismo un accidente. El poeta construye un paisaje sugerente, de gran fuerza estética, pero no dulcificado, natural, no idealizado y absolutamente conectado con la cultura ancestral de sus antepasados.

    Hasta aquí la incursión en la estética, pero, como demuestran los diferentes estudios, dicha visión no está aislada sino conectada en su mismo centro con otros discursos que confluyen en la forma en cómo se forja ese imaginario común del que el arte se hace eco. La segunda parte del libro nos habla de los usos sociales y culturales que lo conforman y de cómo la ciencia, la tecnología, la estética o la filosofía nos muestran el modo de sentir y comprender un paisaje, el modo de aprovecharlo y el modo de conservarlo.

    Partimos para ello de tres artículos que nos sitúan en el mundo medieval. Inés Carrasco y Pilar Carrasco toman como referencia los textos de ordenanzas municipales de Andalucía redactadas entre los siglos XIII y XVIII así como los estudios históricos sobre la organización ciudadana, a partir de los cuales reconstruyen las manifestaciones lingüísticas mediante las que se alude al patrimonio hídrico de las ciudades. Gracias a las autoras nos adentramos en uno de los temas que viene ocupando un destacado papel en la investigación histórica y en torno al cual giran numerosos aspectos de la vida social y económica ciudadana, tales como la regulación o el gobierno del agua tanto en las ciudades como en los campos y huertas de Andalucía.

    En segundo lugar, el artículo de Ana Paiva establece un puente sugerente con el ya referido de Carlos A. Ribeiro en la primera parte de nuestro libro, a través de la idea de la consistencia material del agua y su construcción en el imaginario. Su análisis del mito de Narciso ilustra significativamente la naturaleza inestable del elemento líquido y la necesidad del individuo de atribuir densidad material a lo que observa. Según nuestra autora, los textos medievales sobre Narciso tienen la particularidad de llamar la atención del lector hacia los modos de cómo se forma la imagen en contacto con el elemento líquido, poniendo la tónica en la dinámica del imaginario más que en una ontología del sujeto. En este sentido, algunas de las fábulas medievales conectan con el mito de Narciso, presentando la economía narrativa y las convenciones genealógicas propias del género, pero transformándolo en trasuntos más dramáticos, como ocurre en las fábulas El pe­­rro y el pedazo de carne y El ciervo y los cazadores. En ellas, la imagen reflejada en el espejo es la representación de los conflictos esenciales del mundo.

    Para completar esta inmersión en el mundo medieval, Emilio Martín toma como marco referencial los siglos XIII-XVI para reflexionar sobre los paisajes ribereños, conceptualizados bajo el término de RIPARIA. La contextualización geográfica de los ríos Guadalquivir y Guadalete –situación que da origen al título de este artículo– muestra los aspectos más positivos y negativos de los ambientes de ribera, climáticos, orográficos, económicos y sociales. El río, frontera por excelencia, es a la vez circulación de personas y mercancías, es la apertura al mar, la comunicación, el desarrollo. Pero, por otra parte, el río es accidente geográfico e impedimento, frontera de conflictos bélicos y sociales en pro del dominio de un territorio o del uso de los recursos del mismo.

    La función sanadora y purificadora del agua desde el punto de vista social aparece ilustrado con dos contribuciones muy diferentes entre sí pero especialmente sugerentes. Con María Rosario Cabello, nos adentramos en la importancia orgánica que el agua tiene en nuestras vidas, cómo y en qué medida forma parte de nuestro organismo y cómo se distribuye por él. El agua es fuente de salud y bienestar pero también puede ser el origen de muchas enfermedades. Esta doble vertiente ha sido, históricamente, una de las cuestiones de más difícil resolución en las zonas deprimidas: es un hecho constatable que una parte importante de la población mundial no tiene acceso al agua o la que dispone no es saludable. Para esta investigadora resulta imprescindible la protección de los recursos acuíferos, así como mantener un uso sostenible de los mismos.

    Precisamente de esa importancia, en la historia y en la tradición, nos habla Ana Paula Guimarães introduciéndonos en un contexto especialmente apasionante: el del mundo de la medicina popular. El texto tomado como referencia resulta de la lectura y comentario hecho por Michel Giacometti en Portugal, en las décadas de los sesenta a los ochenta del siglo XX. Este tratado, eco de las voces y de la sabiduría del pueblo, y el artículo de Guimarães intentan mantenerse fieles a la autenticidad del lenguaje y de las creencias populares. La tradición nos cuenta que el agua, dulce o salada, fría o caliente, el agua que se bebe, donde nos bañamos o donde lavamos la ropa o en cualquiera de las formas en las que se nos presenta, nos trae soluciones para todas las molestias.

    Posteriormente a estas aportaciones nuestro curso se introduce en una se­­rie de meandros que alternan giros diversos. María Rubio nos ofrece una incursión a través de los libros de viaje, género híbrido, fronterizo, fértil y apasionante como el agua. Sirve de nexo conductor la imagen del río, con todos sus símbolos y significaciones afianzadas en la tradición filosófica y literaria, con todos sus espacios asociados, ya sean tópicos o sorprendentes. También –y no menos importante– nos propone una incursión en el agua de nuestra memoria, en aquella que contempla la historia, la sufre y la vive. Son diversos y singulares los escenarios que encontraremos en este estudio, el Danubio de Magris, el Mediterráneo de Matvejevic, el Guadalquivir de Llamazares, el Nilo de Reverte o la trágica, impactante y emocional visión del Magdalena de Patricia Nieto. Ríos que cuentan historias, ríos que las inventan, que las callan o que las susurran. Un interesante viaje por los hechos contados y por los confines de los cauces y valles.

    Un requiebro en la corriente nos lleva a la ausencia de agua, o más bien, al agua milagrosa que emana en el desierto. Isabel Moreira nos habla así de las fomas de cultivo en los oasis del Sáhara Central argelino. En este contexto específico resulta imprescindible advertir cómo el agua ha sido determinante en la transición de una cultura nómada hacia otra seminómada y sedentaria, en cómo ha sido el crisol en el que se han ido articulando los saberes tradicionales y en cómo se hace preciso pensar en una nueva gestión integrada con relación a los ecosistemas. La autora nos ofrece una reflexión rica en matices, donde explica cómo estas realidades han sido el pilar de los modelos identitarios de los pueblos de estas regiones. En la actualidad, la posibilidad de establecer centros de cultivo a través de la rentabilización del agua conduce a una valoración de la tierra y modifica las prácticas sociales.

    Por último, y para conformar la tercera parte de nuestro libro, no podíamos obviar un fenómeno tan reciente como el aprovechamiento turístico del agua y del patrimonio. Ocio y cultura han vertebrado en nuestra impronta más reciente una alianza que se vislumbra rentable y provechosa, aunque no carente de otros aspectos menos beneficiosos. La irrupción del turismo rural, la articulación de rutas culturales, el universo de los campos de golf, e, incluso, el interés por la generación de hábitos saludables unidos a esta nueva cultura del descanso y del ocio, han abierto de súbito una puerta por la que se accede a una nueva lectura del patrimonio y del interés por su conservación, entendiéndolo ahora como una potencial fuente de recursos muy valiosa en la puesta en valor del territorio. En este sentido, nuestro recorrido abarca un amplio abanico de posibilidades que van desde el desarrollo de páginas web específicas para la promoción de los balnearios hasta la construcción del imaginario en la publicidad a través del tópico del locus amoenus. Nos interesaba especialmente tratar la comunicación en esta vertiente específica, con todos sus elementos: sus interlocutores, los medios de comunicación y el lenguaje.

    Inicia esta tercera parte el estudio de Sara Robles, centrado en el análisis del cibergénero de las páginas web de los balnearios, una modalidad de turismo de salud-bienestar muy demandada en los últimos años. Las páginas web pertenecen a la familia de los géneros comerciales ya que, mediante las cuales, las empresas informan de sus servicios y persuaden al potencial comprador para que los contraten. El estudio se acomete desde una perspectiva pragmática, textual y lingüística sobre este lenguaje de especialidad del turismo, en este caso expresado a través de textos dinámicos y en permanente cambio como son los que se presentan en las web de las empresas turísticas de este sector. A partir de una selección de ocho balnearios de España, la autora analiza la denominación de los dominios identificativos, la arquitectura discursiva, los modelos textuales y el léxico característicos de estos textos dinámicos que tienen como soporte la gran red de internet.

    Posteriormente, si en la primera parte de este libro tuvimos la oportunidad de acercarnos al patrimonio industrial hidráulico desde el punto de vista artístico, ahora Isabel Bestué nos da la ocasión de recalar en las posibilidades de desarrollo económico de esos espacios, a través de su puesta en valor y recuperación para el uso turístico y cultural. Esta arquitecta, especialista en proyectos de preservación, nos ofrece un sugerente espacio de reflexión, en este momento en el que las políticas de conservación toman derroteros dispares. Conforman dicho espacio dos modelos tremendamente significativos de cómo este tipo de iniciativas puede activar económicamente una zona, al tiempo que podemos apreciar las consecuencias de este tipo de actuaciones y las implicaciones que hemos de asumir. Por un lado, las presas y charcas extremeñas –cuyos nombres ya son por sí mismos ilustrativos de una tradición fuertemente arraigada en la tierra– y, por otro, El Caminito del Rey, en las serranías de Ronda y Antequera, pueden ser marcados como hitos en el desarrollo rural de sus zonas respectivas. Es así cómo la obra hidráulica, realizada con fines exclusivamente prácticos se musealiza –en sentido figurado, por supuesto– para tomar una dimensión adicional que conecta su discurso pragmático con los discursos sociales, jurídicos, políticos, históricos, filosóficos y estéticos que la sustenta. Es así como se configura un proyecto de divulgación, difusión o de puesta en valor bajo el que subyace un modo de entender nuestro compromiso y vinculación actural con el territorio.

    También hemos dejado espacio a un ámbito novedoso y complejo como es el de los parques arqueológicos subacuáticos, tema central del texto de Ana Catarina García. Este acercamiento se encuadra dentro de una tipología de acción destinada a la preservación patrimonial que puede o no tener asociada una vertiente de disfrute turístico para visitantes y buceadores. En algunos países del mundo podemos identificar estas iniciativas suscritas al amparo de la convención de la UNESCO (2001) para la protección de patrimonio cultural subacuático. En este estudio se analiza cuál fue el contexto donde se desarrollaron estas iniciativas en Portugal, teniendo como referente su marco legal. Se pretende verificar cómo entidades responsables, agentes y usuarios se posicionan ante estos proyectos y en qué medida contribuyen a una mayor consciencia del valor histórico y arqueológico de estos sitios y de la necesidad de su preservación. También intenta dilucidar si estas iniciativas se convierten en ofertas atrayentes para el turismo subacuático y si comprometen o no la debida y correcta conservación de los mismos.

    Bajo la máxima de que no se puede valorar y por consiguiente proteger lo que no se conoce, Antonio Castillo nos presenta el proyecto Conoce tus fuentes, una iniciativa pionera en España que tiene como objetivo catalogar y documentar las fuentes en Andalucía con la colaboración de los usuarios del portal. Tras nueve años de andadura, este portal web ofrece al usuario una detallada información no solo de la ubicación geográfica de los manantiales, sino también de los usos, leyendas y rutas asimilados a ellos. Con más de 145.000 campos de in­­formación, 45.000 páginas descargables en PDF y 65.000 fotografías, es, sin duda, un ejemplo de cómo los medios digitales son un firme aliado para la divulgación y la investigación colectivas, pero también de que estamos delimitando el marco de un nuevo concepto: el de hidroturismo.

    Estrechamente ligado a este concepto, Aitana Martos parte del estudio de los arquetipos transculturales relativos a ciertas damas de agua muy frecuentes en el folclore mediterráneo, para articular una propuesta turística. En el proyecto se revisa el mito griego de Medusa y sus diversas variantes y se pone en correlación con las distintas versiones leyendísticas de la Reina Mora, tan presentes en el folclore de Asturias, Andalucía, Portugal y otras zonas de la península.

    Para concluir la tercera parte, el artículo de Aurora Martínez nos ofrece el análisis de los diversos sentidos que el agua presenta como elemento integrante del tópico del locus amoenus, entendido este como espacio idílico utilizado como recurso en la publicidad actual. En primer lugar, se realiza un breve recorrido por las corrientes literarias que estudian la simbología y sus complejas relaciones con el hombre y el mundo –principalmente la Poética del Imagi­­nario–; posteriormente, se abordan la historia y los valores del tópico mencionado; y, en último término, se recoge un corpus de anuncios con el fin de analizar las diversas significaciones del agua como elemento integrante de los lugares utópicos creados por la publicidad de fines consumistas.

    De repente, al final del camino se abre ante el lector un destino utópico, un escenario nuevo, fascinante: Rodeados por el agua, protegidos por el mar y fascinados por el mar. Se trata de una isla, Córcega, o la visión que de ella nos deja Castellani. Inspiración de viajeros, filósofos, literatos, sociólogos o geógrafos tal y como indica el autor, la dejamos a un lado para continuar otros itinerarios, otros cursos, adonde el agua nos quiera llevar.

    No queremos terminar esta introducción sin agradecer el apoyo que la Red Internacional de Universidades Lectoras y el Instituto IVAGRO de investigación agroalimentaria nos han prestado. Con él sale a la luz un proyecto forjado desde múltiples perspectivas, pero que responde al interés común de difundir las formas en las que la cultura la hace visible, la asimila y la reintegra en cada uno de nosotros.

    APERTURA

    Olas de amor

    Héctor Pose

    A Manolo y Bea

    Abro al amanecer. Con cierta desidia los días invernizos, el sol empuja la luna y yo la reja del negocio. Él lo hace compungido mientras una espabila para pertrechar el bar y recibir a los madrugadores. A los que les queman las sábanas. A los que atracan al mostrador en su travesía nocturna antes de retirarse a dormir los excesos. A los que aguardan tiempos mejores. Sé de quién hablo, pues los acojo desde hace décadas. Un rebumbio de edades jóvenes y senectud orillan a este asilo lúdico para saciar su sed. Sed de emociones, compañía, afecto o por vicio. Vienen a mi vera, pues les fío. Como aquel calamidad que, sin una perra, me pidió:

    —¡Vino! Del caro, y una ración de empanada de vieiras.

    Satisfecho el antojo, eructando, me anticipó su decidida intención de asaltar la joyería del barrio:

    —… puesto que en ningún otro sitio como en la cárcel.

    Celebré con una sonora carcajada la ocurrencia, dando lo servido por bien invertido. Fregando la loza menuda, escuché la sirena del Patrol de la Guardia Civil.

    De tratar a la gente he ido desarrollando los sentidos, especialmente el sexto. Auguro el invierno, aunque el tiempo disimule. Intuyo galernas en familias, enfados entre parejas o amor mientras quede corazón. Leo las presencias atormentadas, los guiños a la mujer ajena e interpreto el tránsito de las almas que vagan por la intemperie de la vida. Tras la barra, confesionario y garita, redacto este diario que luego regurgito en las horas muertas. Duermo bajo otro techo por no dar que hablar, pero habito aquí. Otra vida no tengo. Regento este viejo bar anclado en el imaginario de varias generaciones despachando lo que entiendo y no me ha ido mal.

    Año tras año, unas manadas de esbeltos perfiles copan el lugar. Sus risas llenan el local por el ingenio y simpatía de ellos con ellas. Les observo en cada salida a la terraza en los veranos, donde les place apostarse. Alternan arena y mesado en un continuo vaivén. Sobresale en el grupo una belleza, manzana picada por la incertidumbre de la enfermedad. Así como unos retozan en el agua, hay días en que la joven se acerca apenas adonde mueren las olas. Desde la orilla, el mar no presta tanto, pero tal guardia es un tiempo idílico para un chico al lado de su enamorada. Los paseos cogidos del brazo con su avemaría mojando los tobillos fortalecen un sentimiento que ella desconoce.

    Estudios, oficios, hijos, diásporas e infortunio fueron redactando el guión vital de aquella pandilla. Menguó el número, así como la frecuencia de los encuentros. Los más, transitaron de amigos a conocidos, pero él se mantuvo fiel a lo que sentía en la cercana invisibilidad. Ella pactó con el dolor más solsticios felices cediendo una parte de su elegante fisonomía.

    Un buen día reaparecieron por la puerta del local cogidos de la mano para sentarse donde solían hacerlo en camada. Unos rioja bautizaron la botadura de una relación que yo había anhelado tanto como el que la adoraba desde imberbe adolescente. Tras un corto noviazgo, llevado con la naturalidad de la relación de hermanos bien avenidos, casaron sin alharaca. Edificando una casa de piedra que dignifica el lugar, arquitectura pedagógica, solidificaron su compromiso con zapatas de cariño. Pendientes siempre uno del otro, ríen como modo de aguar las sequías de la rutina.

    El tiempo trabaja. Las noches fueron limando la salud de la esposa de perenne alegría. Recluida en casa más de lo que desearía, en un beso de adiós cotidiano, le imploró:

    —Acércame siete olas templadas, amor. Acarréame el mar de los alegres estíos.

    Cuando el sufrir marida con el pudor en una mujer atractiva, los anhelos germinan al abrigo de la intimidad. Él se conjuró en satisfacerla. Procuraría escarbar con sus propias manos un canal marino hasta el pié de su convalecencia. Guiaría una corriente mansa, domesticada, en la que apozase su querer. Lograría, entonces, llenar tal pecera terapéutica de algas ocres y cristalinos caballos de mar que carcomiesen lo que, en ocasiones, les avinagraba el ánimo. Talasoterapia para los sentidos.

    —¡Si las mareas fueran eternamente vivas! –verbalizó el enamorado su utopía, un pardo atardecer, delineando la línea del horizonte y acodado en el ventanal del bar. En ese instante, sentí celos de su inquebrantable querer.

    Asoma una nueva jornada. El sol va a lo suyo y yo, perezosa, estibo los dulces para los desayunos y una docena de platos con su guarnición. Muelo el café en grano, estampo en el periódico del día el sello gris perla de la casa. Al armar la terraza, oteo entre la débil penumbra del alba unos perfiles familiares. Coreografían un pausado andar entre las dentelladas que el océano infringe al yermo arenal. Alcanzan la orilla y despojándola de un pareo cobalto como el mar de ese amanecer, solo ella adentra en las olas.

    —¡Congela!

    Él prefiere esperarla donde la espuma se convierte en esquirla de nube. Las olas ascienden por un cuerpo que la cruel enfermedad insiste en doblegar. Mojan y chapuzan a la mujer lisiada los embistes atlánticos que ha gozado desde niña. Ella unta las manos en la salitre, bucea en la marea creciente, gesticula un disfrute que el de tierra observa embelesado. En su mecano nadar…

    —¿Ves el rebufo de peces? –le pregunta la sirena…

    Cuando el sol comienza a desprenderse del monte cercano escalando cielo arriba, regresa la única bañista a la orilla. Apuran el regreso, antes de ser cuatro con sus sombras, para preservar la íntima costumbre.

    Así fui testigo de la simbiosis entre el mar y una pareja envuelta en rocío de amor. Los he estado espiado cada alba de bonanza, envidiando la escorrentía de cariño por la playa abajo entre un carril de gaviotas, cariátides aladas. He visto la espera vigilante, la generosidad taquigrafiada en sonrisas, el abrazo abarcador como punto seguido y cálido de su escaramuza diaria.

    Ansiar, dar, tener. Conjugar días y esperanzas con el fin de eternizar la felicidad. Documento estos momentos como una arqueóloga en su yacimiento. Archivo caras, voces, gestos y maneras de proceder en mi humilde albero de serrín y colillas. A pesar de que lo barro y friego cada anochecer, virutas esparcidas como cenizas de los que aquí estuvieron, permanecen fosilizadas. La costra del tiempo. Amontono huellas, recuerdos y sentimientos en un síndrome de Diógenes pues me reconforta tal juntar.

    PRIMERA PARTE

    EL AGUA COMO OBJETO ARTÍSTICO

    CAPÍTULO 1

    Visiones del agua: lectura y representación literarias

    Mª Isabel Morales Sánchez

    Pasa el agua del río, pero no su rumor,

    que es nuestro, no del río.

    Fernando Pessoa¹

    El ser humano no puede estar sin agua, no puede prescindir de ella: necesita beberla, vivirla, sentirla, protegerla e imaginarla. Forma parte de todo lo que le rodea sea cual sea el lugar en el que se encuentre y su presencia o ausencia, su escasez o abundancia, marcan profundamente el carácter, las costumbres y los hábitos de los que habitan un territorio cualquiera.

    El presente trabajo propone una inmersión particular en el universo estético-cultural y literario del agua, teniendo como referencia el marco teórico de la Retórica cultural, al objeto de volver la mirada a unos textos, a veces obviados, que han conformado nuestra concepción sobre ella, generando significados, símbolos, sentidos –incluso prejuicios– que marcan un modo de concebirla y entenderla. Lluvia, lágrimas, pozo, lago, isla, marea, agua de limón, agua bendita, agua salada, aguas medicinales, agua de colonia, agua de borrajas… nuestra realidad, nuestro lenguaje y nuestro imaginario mezclan lo cotidiano y lo extraordinario, lo contado, lo escrito y lo pensado. Todos los términos aludidos traen a nuestra mente otro sinfín de referencias que nos sumergen de lleno en el contexto de las lecturas, interpretaciones y discursos que, generados en torno al agua, entrecruzan sus significados en un sentido global que subyace a todo lo que podemos decir de ella: aquel que identifica y define nuestra cultura literaria sobre este elemento tan representativo. De manera particular, los marcos atlántico y mediterráneo, así como su particular relieve, extraordinariamente rico en ensenadas, cabos, acantilados, marismas, cuencas, deltas, etc. que se bifurcan a lo largo y ancho de la geografía, han conformado durante siglos un territorio especialmente sensible a todo lo vinculado con el agua. Ello hace que exista una consolidada cultura del agua –interior, costera, portuaria; en la montaña o en la meseta– que se advierte en las grandes obras hidraúlicas, en las actividades económicas y políticas, así como en la tradición y la literatura.

    Para conformar esta breve visión de conjunto contemplamos dos ejes complementarios, que vertebrarán las ideas expuestas en este acercamiento, el primero, apunta a las diversas lecturas que sobre dicho territorio entrecruza nuestra visión del mismo, configurando lo que denominamos paisaje². En este sentido, cualquiera de los espacios vinculados al agua posee una doble dimensión: por un lado, aquella formada por la parte física, geográfica, natural que lo define como ecosistema (y todo lo que ello implica) –lo que se denomina naturaleza– y, por otra, por su proyección y concepción culturales, por su correspondiente paisaje, esto es, el espacio geográfico transformado e interpretado culturalmente³.El segundo, toma como punto de referencia la literatura, en tanto manifestación artística que interpreta, lee y crea paisajes, partiendo de un principio para nosotros esencial: que la literatura no solo asume prácticas culturales sino que las genera, esto es, que a través de ella –que es, como se sabe, un tipo de discurso– se experimentan, se leen –en su sentido más completo– y se interpretan las claves generadas por otros discursos, bien artísticos, bien filosóficos, históricos, científicos,etc., de tal manera que el discurso literario canaliza mensajes de otros ámbitos que le sirven como base de su construcción, generando en su seno un complejo entramado transversal –como ya hemos dicho– e intertextual. Es decir, para formularlo de manera simple, la literatura es una forma de representar, construir e interpretar nuestra percepción del mundo que nos rodea al tiempo que encierra en sí misma otros textos que, a su vez, también lo son.

    La lectura estética y el lenguaje literario

    El concepto de paisaje lleva intrínseco una percepción transversal de los elementos que lo conforman, pues es obvio que su construcción responde a la intersección de diversos discursos ya sean artísticos, políticos, económicos o sociales. Pensemos por un momento en el significado de estos términos: territorio, terreno, patria, terruño o de estos otros: pazo, cortijo, dehesa, marisma. En todos ellos hay un componente que revela nuestra forma de entender y comprender el territorio natural, incluso, de organizarlo política o jurídicamente, pero también, otro que nos advierte de la visión emocional –sea cual– fuere que tenemos a partir de las relaciones que deseamos mantener con él. Las connotaciones negativas o positivas sobre las mismas dependen de este último aspecto. Por lo tanto, esa transversalidad a la que aludíamos permite trazar vectores que se adentran en lecturas complejas, sincrónicas y diacrónicas, representativas de las interpretaciones realizadas en un momento determinado con relación al contexto estético concreto, o en las realizadas a lo largo de la historia. A ello debemos sumar la inclusión en el espacio estético y artístico de elementos que originariamente no lo eran y que, una vez extinguido su uso industrial –por ejemplo– entran a formar parte de políticas de conservación o musealización que los despoja de su sentido utilitario.

    El paisaje –afima Nogué (2010)– es uno de estos conceptos en esencia geográficos, pero que, sin ningún género de dudas, podrían ser abordados desde la filosofía, y más concretamente desde la ética y la estética. En mi opinión, un paisaje que se crea de manera estéticamente consciente es capaz de generar un entorno estéticamente experimentable que puede llegar a influir decisivamente en la conciencia moral al respecto; es decir, es capaz de generar en la

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