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Patrimonio: Contranarrativas urbanas
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Libro electrónico465 páginas6 horas

Patrimonio: Contranarrativas urbanas

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Este libro escrito colectivamente, propone comprender las [contra] narrativas patrimoniales de la monumentalidad histórica y nacional en tres ciudades capitales latinoamericanas: Santiago, Buenos Aires y Brasilia. Se parte de la premisa que la definición e instalación de la monumentalidad contiene en sí idearios y utopías de la nación. Tarea que ha sido históricamente privilegio del Estado y su institucionalidad, tendiendo así a una narrativa monolítica y excluyente acerca de la ciudad ideal. Sin embargo, las ciudades y sus monumentos son también espacios en disputa, ya sea a través de la escritura, reescritura o la performance conmemorativa de sus formas resignificadas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 ene 2019
ISBN9789563571783
Patrimonio: Contranarrativas urbanas

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    Patrimonio - Francisca Márque

    Patrimonio. Contranarrativas urbanas

    Santiago, Buenos Aires y Brasilia

    Francisca Márquez

    Editora

    Ediciones Universidad Alberto Hurtado

    Alameda 1869– Santiago de Chile

    mgarciam@uahurtado.cl – 56-228897726

    www.uahurtado.cl

    ISBN libro impreso: 978-956-357-178-3

    ISBN libro digital: 978-956-357-179-0

    Este texto fue sometido al sistema de referato ciego externo

    Coordinador colección Antropología: Koen de Munter

    Directora editorial: Alejandra Stevenson Valdés

    Editora ejecutiva: Beatriz García-Huidobro

    Diseño interior: Francisca Toral R.

    Diseño de portada: Gabriel Valdés E.

    Imagen de portada: 123rf

    Diagramación digital: ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    Con las debidas licencias. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.

    Índice

    Introducción

    Francisca Márquez

    PRIMERA PARTE

    Santiago, monumentalidad disputada

    Las heridas de la memoria. Palacio de La Moneda

    Francisca Márquez y Valentina Rozas

    Ocupación y reclamo. Universidad de Chile

    Francisca Márquez y Valentina Rozas

    Los cuerpos que faltan. Museo de las Bellas Artes

    Francisca Márquez

    Patrimonio hostil y pasado reciente. Londres 38

    Carolina Aguilera

    Marchas y conmemoraciones. Santiago y el centro histórico

    Roberto Fernández Droguett

    SEGUNDA PARTE

    Buenos Aires, ciudad ocupada

    Monumentalidad nacional y des-monumentalización en la ciudad moderna de Buenos Aires

    Mónica Lacarrieu

    De la representación nacional al recurso turístico

    Mercedes González Bracco

    Asimetría y política. La Casa Rosada

    Francisca Márquez

    Excavar las marcas de la memoria. El Atlético

    Francisca Márquez

    Espacio para la memoria del terrorismo de Estado.

    La ESMA en Argentina

    Ana Guglielmucci

    Vida cotidiana de los monumentos(notas en el centro porteño)

    Lucía Levis

    TERCERA PARTE

    Brasilia, ciudad monumental

    La capital posimperial

    Gustavo Lins Ribeiro

    Brasilia es un jardín

    José Leme Galvão Junior

    Brasilia, utópica y monumental. Disputas patrimoniales

    Alexis Cortés

    Fisuras en el orden monumental

    Matías Ocaranza

    Autoras y autores

    Bibliografía

    Índice de croquis

    Rodolfo Arriagada

    Pabellón de París, Santiago, Chile

    Palacio de Justicia, Brasilia, Brasil

    Museo de Historia Natural, Santiago, Chile

    Patio 29, Cementerio General, Santiago, Chile

    Plano de Santiago, 1873, Museo Británico

    Plano de la división civil de la ciudad de Buenos Aires

    Brasilia, trazado fundacional

    Palacio de La Moneda, Santiago, Chile

    Casa Central de la Universidad de Chile, Santiago, Chile

    Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago, Chile

    Londres 38, Santiago, Chile

    Mapa recorridos de movilizaciones sociales en Santiago

    Palacio de Justicia de la Nación, Buenos Aires, Argentina

    Catedral Metropolitana de Buenos Aires, Argentina

    Casa Rosada, Buenos Aires, Argentina

    Centro clandestino de detención, tortura y exterminio ex El Atlético, Buenos Aires, Argentina

    Centro clandestino de detención, tortura y exterminio

    ex Escuela de Suboficiales de Mecánica de la Armada-ESMA, Buenos Aires, Argentina

    Mapa recorridos de movilizaciones sociales en Buenos Aires, Argentina

    Palacio del Congreso de la Nación y el Pensador de Rodin, Buenos Aires, Argentina

    Palácio do Congresso Nacional, Brasilia, Brasil

    Palácio do Planalto, Brasilia, Brasil

    Palácio da Alvorada, Brasilia, Brasil

    Mapa recorridos de movilizaciones sociales en Brasilia, Brasil

    Universidad de Brasilia, Brasil

    Catedral Metropolitana Nossa Senhora Aparecida, Brasilia, Brasil

    Ex Congreso Nacional, Santiago, Chile

    Estación Central de Ferrocarriles, Santiago, Chile

    Palacio de Justicia, Brasilia, Brasil

    Introducción

    Francisca Márquez


    El hombre que aspira a lo grande, si es que necesita del pasado, se apodera de este por medio de la Historia monumental. Quien, por el contrario, anhela permanecer dentro de lo habitual y añejo, cuida del pasado a modo de un historicista anticuario y solo aquel que está oprimido por un malestar presente, y que desea desembarazarse de esa carga, siente necesidad de una historia crítica. Es decir, de una Historia que juzga y condena.

    Nietzsche, 2006 [1874]: 39

    El libro que hemos escrito colectivamente, propone comprender las [contra] narrativas patrimoniales de la monumentalidad histórica y nacional en tres ciudades capitales latinoamericanas: Santiago, Buenos Aires y Brasilia. Se parte de la premisa que la definición e instalación de la monumentalidad contiene en sí idearios y utopías de la nación. Tarea que, sabemos, ha sido históricamente privilegio del Estado y su institucionalidad, tendiendo así a una narrativa monolítica y excluyente de la ciudad ideal. Sin embargo, como podremos leer en cada uno de los capítulos, las ciudades y sus monumentos son también espacios en disputa, ya sea a través de la escritura, reescritura o la performance conmemorativa de sus formas resignificadas. En efecto, dichos artefactos culturales, porque se emplazan en el espacio público y sus formas son grandes y bellas, siempre detonan prácticas y representaciones sociales que los resignifican en su vocación primera. A través de su uso, celebración y conmemoración, los monumentos se visten y trasvisten de otros colores, marcas y utopías. Este libro, escrito desde miradas cruzadas, indaga justamente en este ejercicio de representación y subversión de las narrativas históricas contenidas en la forma monumental urbana y latinoamericana.

    En cada una de estas ciudades, veremos que existen lugares (locus) que guardan huellas de la historia que se quiere recordar y también olvidar. En todas ellas, los monumentos históricos y nacionales constituyen el objeto y testimonio privilegiado de aquello que la nación y los citadinos rememoran, y que se conserva porque en su corpus se encarnan verdades dignas de ser preservadas y narradas. Aquello que constituye patrimonio, aquello que pertenece a lo patrio, lleva implícito un ideal de ciudad, de nación y también de ciudadanía. Y aunque históricamente, ha sido tarea del Estado y su institucionalidad la definición e instauración del corpus patrimonial a través de su materialidad arquitectónica, veremos a través de la observación de estas tres ciudades, que siempre toda ideación e instauración de lo patrimonial y monumental, conlleva una disputa por su resignificación y reescritura. Ello hace que los conceptos de patrimonio y monumento no sean jamás unívocos, sino una construcción social compleja, de ideologías, prácticas y narrativas históricamente situadas.

    Pero así como los monumentos históricos de la nación se levantan desde el impulso conmemorativo de las grandes gestas heroicas y civilizatorias de la nación, veremos también cómo desde fines del siglo XX, en nuestras capitales nacen los monumentos otros, monumentos incómodos, producto de los hechos de violencia política y transgresión a los derechos humanos allí ocurridos. El llamado giro conmemorativo que nos imponen los memoriales a los detenidos, torturados y desaparecidos durante los periodos dictatoriales, abren la posibilidad de una relectura a las narrativas hegemónicas de la monumentalidad patrimonial. Espacios y sitios de las memorias violentadas que nos recuerdan que el relato de la nación se hace también de dolorosa subalternidad. Estas son las nuevas generaciones monumentales, que se nos imponen desde abajo y desde adentro, para situar y lugarizar en la ciudad el trauma de la memoria. Monumentos que resisten para recordarnos y enseñarnos –a la manera de la pedagogía de las estatuas– que la historia, ni la más violenta, fagocita de todas las memorias y de todas las experiencias históricas. Siempre la historia puede ser revisitada, subvertida y actualizada.

    La investigación que aquí se presenta parte de la premisa que aun reconociendo una cierta polifonía y desperdigamiento de las contranarrativas múltiples y subalternas de la memoria al interior de nuestras sociedades contemporáneas, ellas siempre deben arreglárselas con la omnipresencia de la utopía hegemónica; y esta a su vez, con la disputa y amenaza por parte de las utopías otras. La diseminación del relato utópico que encarna la monumentalidad de nuestras ciudades capitales, no es irreconciliable con la utopía univocal y hegemónica históricamente instalada (Oyarzún, 1993). La disputa que la narrativa monumental encarna es un asunto de narrativas en permanente tensión por el sitial de la utopía monolítica. En el movimiento y la disputa más que en la instalación definitiva de una verdad, está justamente la impronta de los idearios de la monumentalidad contemporánea. La tesis que recorre los capítulos de este libro, señala que esta condición controversial del significado de la forma monumental pertenece a la esencia del mito (narración sobre nuestro origen) y al problema de la verdad (aquello que no queda oculto sino desvelado). Y es aquí donde la interrogante por la narrativa contenida en el ejercicio monumental y su incorporación a una historia compartida, se vuelve controversial.

    A modo de hipótesis, este libro se plantea que dicha tensión entre la búsqueda de certezas entre nuestro pasado, presente y futuro se actualiza en la conmemoración de dicha monumentalidad. Las fiestas, las marcas y la praxis que envuelven al monumento, nos instruyen y a la vez nos invitan a reimaginar esas verdades históricas. Y aunque la construcción de dichas certezas es siempre controversial, la nación se encuentra (o no se encuentra) al final de la conmemoración y narración de esa comunidad imaginada. Lo que trataremos aquí de comprender –a través de una búsqueda conceptual y etnográfica– es justamente dicha actualización de esas verdades. Los monumentos históricos de la nación constituyen piezas claves en la construcción siempre inacabada de este andamiaje de lo patrio. Develar comprensivamente estas (contra)narrativas de lo patrio exige discutir analítica y empíricamente la forma que esta monumentalidad, histórica y nacional, adquiere en su emplazamiento territorial, en su forma, en sus usos y significaciones.

    La investigación

    La investigación que sirve de base a este libro se realizó entre los años 2011-2014 en las tres ciudades con un equipo de antropólogos, sociólogos y arquitectos. La investigación se enmarca a medio camino entre la antropología urbana y política, pero con fuerte referencias a la historiografía y a la arquitectura. Haciéndose eco de las investigaciones de antropología urbana, las y los investigadores observan con especial cuidado el emplazamiento del monumento, sus usos y ocupaciones urbanas, así como el reordenamiento y acondicionamiento del eje cívico en términos de las expresiones políticas y conmemorativas de los ciudadanos. La investigación también dialoga teóricamente con una antropología política, en cuanto reflexiona sobre la relación entre el Estado y las marcas simbólicas de la ciudadanía sobre la materialidad monumental. En los términos de Geertz (1999), afirmamos que en el acto de patrimonialización y acicalamiento del monumento, subyace también una poética del poder. Poética sin embargo, que será una y otra vez contestada, subvertida o celebrada, por el ejercicio ciudadano sin el cual la vita activa no sería posible (Arendt, 2005).

    El enfoque metodológico de esta investigación se construye sobre dos soportes simultáneos: uno, la narrativa patrimonial del Estado, conjunto de estructuras significativas ligadas a la orientación y al reconocimiento de la historia monumental (revisión de prácticas archivísticas). Y dos, las contranarrativas, entendidas como las expresiones corporales y conmemorativas a través de las cuales el habitante apela a su reconocimiento como referente cultural y político del discurso patrimonial (etnografía). El enfoque metodológico por ende es cualitativo y se construye sobre dos soportes simultáneos: el discurso patrimonalizante (estatal) sobre la imagen urbana (Lynch, 1998) que funciona como un conjunto de estructuras significativas ligadas a la orientación y al reconocimiento de la diversidad morfológica y arquitectónica de la ciudad y sus monumentos. Y las contranarrativas o narrativas otras, presentes fundamentalmente en el patrimonio inmaterial en las cuales el citadino desea y apela a su reconocimiento como referente cultural de la ciudad (De Certau, 1999). Dos aspectos se incorporan para la caracterización y comprensión de la monumentalidad patrimonial y las ideas/formas que a ella subyacen: la comprensión de los marcos institucionales que ordenan y orientan las decisiones de instalación y reconocimiento de la figura patrimonial en la ciudad. Y los debates y tensiones en la construcción de estos escenarios y contranarrativas de la monumentalidad en la ciudad por parte de agentes público estatales y ciudadanos.

    Las tres ciudades capitales estudiadas en esta investigación, se piensan y diseñan de la mano de la monumentalidad patria y su vocación de res pública. En las ciudades de Santiago y Buenos Aires se abarca el período desde la conmemoración de los centenarios (1910) hasta la fecha; pues es justamente en este período de celebración de los cien años de las independencias que se instala la preocupación por las políticas de conservación patrimonial. En el caso de Chile, en 1925 se crea el Consejo de Monumentos Nacionales a través de la Ley Nº 651. En el caso de Argentina la Comisión Nacional de Museos y Lugares Históricos, institución gubernamental destinada a la protección de los bienes patrimoniales, se crea por decreto en 1938. El caso de la ciudad de Brasilia se diferencia de las dos ciudades anteriores, en tanto ella nace bajo el ideario de un proyecto que se concibe como patrimonio y monumento de la modernidad a mediados del siglo XX. Brasilia es declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987. El período a analizar va desde la fundación de la ciudad hasta la actualidad.

    En Santiago, a diferencia de Buenos Aires y Brasilia, la materialización de las utopías urbanas en su patrimonio es menos evidente. El viejo ideario de Santiago a la imagen de París, si bien alimenta a las elites urbanas desde muy temprano, hoy ella da lugar a un vago ideario de ciudad de clase mundial, de altas torres espejadas y grandes centros comerciales. Sin embargo, en Santiago las huellas de los años de dictadura perduran, el miedo a la ocupación espontánea y libre del espacio público es una de estas señales del trauma social que aún acompaña a sus habitantes. En efecto, Santiago es la única de las tres ciudades donde conmemoraciones y movilizaciones requieren de autorización de las autoridades de turno para poder realizarse. Y como veremos, es la única ciudad donde los reclamos, las consignas y las conmemoraciones se hacen en estrecho diálogo con sus monumentos, evidenciando así la vigencia de su poder simbólico. En Santiago, las marcas de los años de dictadura siguen presentes y moldeando la ocupación de la ciudad.

    El caso de Buenos Aires lo hemos elegido por tratarse de una ciudad de origen hispano-europeo que ha demostrado en su historia gran capacidad de materialización de sus utopías urbanas. Entre la grilla y el parque, la conquista y el dominio de la pampa, el diseño de la ciudad haussmaniana, la industrialización y la ciudad-puerto, la democratización de sus espacios públicos, son hazañas que la capital argentina ha incorporado en sus narrativas patrimoniales. Hoy, iniciando el siglo XXI, en Buenos Aires las distintas utopías patrimonializadoras se hablan y superponen en muros, calles y edificios, ocupando y desordenando toda imposición de ordenamiento. Como si tras las brutales décadas de dictadura, solo hubiese cabida para el grito y la espontaneidad del movimiento en la ciudad.

    Brasilia en cambio, la hemos elegido por contener en su traza y en sus edificios, la narrativa patrimonialista más pulcra y absoluta. De la mano de Juscelino Kubitschek, Lucio Costa y Oscar Niemeyer, Brasilia representa la utopía pura hecha realidad: la ciudad moderna ex novo, completamente planificada, racionalizada y eficiente que da la espalda a su historia colonial. A diferencia de Buenos Aires, en Brasilia se impone la narrativa patrimonial única y cuidadosamente supervisada. Pero dicha narrativa sufrirá, desde el siglo XXI, fuertes convulsiones y desórdenes en su vocación primera. Entre el horizonte limpio y la gran cúpula del cielo, miles de cuerpos coloridos han comenzado a ocupar sus grandes planicies y praderas, para expresar su reclamo y protesta a un sistema político que no da respuesta a las grandes injusticias y desigualdades que se encuban en su interior.

    En síntesis, podemos decir que esta investigación se sitúa en la pregunta por la condición urbana (Mongin, 2006) y los prismas de memoria (Lazzara, 2017) que dan sentido a la narrativa patrimonial de cada ciudad. El ejercicio de observar y preguntarse por los monumentos nos permite reconsiderar la dimensión política de la ciudad, su vínculo con la democracia y las disputas por esa condición urbana. Una condición urbana en un sentido experiencial y corporal que se despliega en el espacio público para hacer posible las utopías de la ciudad soñada. En estos términos, la condición urbana, no se inspira únicamente en la dimensión poética o escénica propia de la patrimonialización; ella también se inspira en la dimensión política de la participación, la deliberación y la ciudadanía. Son estas las dimensiones que otorgan a la ciudad y su monumentalidad, la capacidad de acoger las contranarrativas que en ella subyacen.

    Leer la monumentalidad

    La lectura de las ciudades como textos ha sido, históricamente, una lectura polifónica porque ella nace de la mano de la diversidad, del movimiento y la fricción. Pero en este ejercicio de lectura de la ciudad múltiple, esta investigación no se contenta con los documentos literarios e históricos, ella mira también a través del lente de los cuerpos que hablan. En estos términos la invitación es a aventurarse en la observación de los comportamientos performáticos que no siempre son reconocidos en textos y documentos, pero que sin embargo tienen un papel central en la construcción y develamiento de las contranarrativas urbanas. Tal como en los bailes de estudiantes en el frontis de la Universidad de Chile, en las grandes explanadas de Brasilia o en la plaza de Mayo, las performances operan como actos vitales que transmiten saber social, memoria y sentido de identidad (Taylor, 2015). En estos términos, los cuerpos en movimiento son también posibilidad de reversión y apropiación de los emblemas monumentales que ordenan y narran la ciudad. Ante la evidencia de un pasado institucionalizado y naturalizado, los cuerpos se movilizan para actualizarlo y democratizarlo. En así como la condición urbana de la que habla este libro, es leída como una experiencia del movimiento y la puesta en escena de los cuerpos en el espacio público.

    Más que un marco espacial, la ciudad es concebida como una forma que hace posible la experiencia singular, y en tanto forma de un lugar practicado contribuye a configurar y orquestar la vita activa. De allí que la experiencia urbana sea inconcebible sin una puesta en escena y una forma, donde se entrelaza y tensiona lo individual y lo colectivo, lo privado y lo público. Lo cierto es que la ciudad se constituye más allá del patrimonio edificado, ella se hace de cuerpos, sentidos e imaginarios histórica y espacialmente situados. La noción de patrimonio permite que la forma urbana y sus edificios actúen como mónadas (Nora, 1984; Benjamin, 1973). Es decir, objetos que iluminan, imponen y significan un cierto momento del pasado, la memoria y la utopía urbana. A través de la forma arquitectónica, urbana o paisajística se instalan las ideas y utopías de la ciudad ideal. Ello hace que el concepto de patrimonio no sea jamás unívoco, sino más bien una construcción social compleja, representativa de ideologías y prácticas sociales históricamente situadas (Prats, 1997). Y aunque tradicionalmente la concepción de patrimonio ha sido aquella que lo define como monumento, cerrado e inventariable (Saborido, 2010), podríamos decir que las ciudades y los imaginarios que las figuras patrimoniales alimentan son también una manera de salvarse de los horrores de la historia, de negar el tiempo y la muerte; a veces incluso a costa de un desesperado ejercicio de hipertrofia de la memoria. Lo cierto, sin embargo, es que los ejercicios de monumentalización contienen mucho de orden y mirada totalizante, que a menudo fagocita y oculta las utopías y contranarrativas subalternas, aquellas que pugnan por abrir la mirada más allá del sueño totalizador y hegemónico (Aguirre y Saborido, 2007).

    Lo importante –desde una perspectiva antropológica– es preguntarse bajo qué condiciones en nuestras ciudades se produce la socialización y disputa por estas utopías de lo patrio. Ciertamente hay condiciones sociales e históricas más favorables que otras para que determinados imaginarios sean colectivizados, agenciados e instituidos socialmente. En una sociedad de la desigualdad y hegemonía del mercado como la nuestra, la apropiación y manipulación de imaginarios sociales a menudo se impone. Pero el imaginario triunfante no siempre fagocita de toda la diversidad de ideales e imaginarios sociales. Nuestras ciudades, diría Georg Simmel, son por definición escenarios de coexistencia de culturas e identidades diversas; siempre habrá lugar para que nuevos imaginarios y utopías irrumpan en los espacios residuales de la ciudad. El reconocimiento de estas capacidades múltiples de imaginaciones utópicas permite avanzar hacia la comprensión de las diversas pertenencias y topofilias a las ciudades y sus formas.

    Aun así nuestras ciudades contemporáneas continúan vistiéndose del patrimonio en su primera acepción, la dominante y excluyente, siendo la producción, circulación y apropiación ciudadana una disputa permanente. Si bien el reconocimiento del valor patrimonial contiene una serie de sentidos compartidos, también deja fuera un amplio espectro de significaciones. En Latinoamérica, el patrimonio ha estado sometido a una dinámica social exclusivista y excluyente (Rabi, 2007). Exclusivista en cuanto a una apropiación disciplinaria e ilustrada del tema, y excluyente en cuanto al acceso privilegiado que tienen unos sectores de la población sobre otros; y a la formación, selección y apropiación de bienes culturales considerados patrimoniales. En palabras de García Canclini (1989), el patrimonio cultural funciona como un recurso para reproducir las diferencias entre los grupos sociales y la hegemonía de quienes logran un acceso preferencial a la producción y distribución de la herencia cultural.

    Esa disputa entre voces y miradas diferentes son el material empírico que esta investigación escudriña en busca de los otros idearios que subyacen a la voz y decisión oficial. Al predominio de la noción de patrimonio como monumento, sinónimo de cultura y saber, estas contranarrativas hablan de un patrimonio otro, de ciudades otras y de utopías múltiples. Junto a la ciudad museo –ilustrada, erudita y culta– conviven otras ciudades ideales; pero más que la ciudad de la apropiación colectiva, lo que queremos es develar las ciudades y utopías presentes en las contranarrativas ciudadanas de patrimonialización. La tesis del libro señala que si bien las voces ciudadanas nos hablan de utopías y cuestiones residuales, ellas son una posibilidad siempre abierta al cuestionamiento de las jerarquías discursivas (Richard, 2001; Choay, 2007). En esta perspectiva interesa analizar el sentido de esta diversidad de ciudades ideales que se materializan en edificios, calles, plazas e intervenciones como desafío a las culturas hegemónicas. El libro en cada uno de sus capítulos, busca entonces historizar la memoria (Jelin, 2004) y analizar las transformaciones de los sentidos culturales y políticos que los actores plasman a través de las prácticas de conmemoración en la ciudad.

    Conmemoración y monumentos en Santiago

    Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor. 

    Salvador Allende, 11 de septiembre de 1973

    En Santiago, la cuadrícula fundacional se abre paso entre la sinuosidad del valle. El damero, apoyado en un conjunto de calles que reconocen la topografí­a, se emplaza entre la falda andina y la cuenca del Mapocho. Paralela al río, la Alameda nace como paseo central de la vida capitalina y la conmemoración republicana. Allí se emplazan los íconos de la monumentalidad patria, entre el eje de Plaza Italia (ombligo de la ciudad) y Santiago centro: el Palacio de La Moneda, la Biblioteca Nacional, la Universidad de Chile, el Cerro Santa Lucía o la antigua Unctad que durante los años de dictadura serviría como base de operación a la junta militar. Ciertamente, entre todos los monumentos, es el Palacio de La Moneda quien simboliza el gran quiebre de la historia republicana. El 11 de septiembre de 1973, las fuerzas armadas de Chile derrocan al gobierno constitucional de Salvador Allende y el Palacio es bombardeado. Durante ocho años el palacio permanece en ruina, como metáfora de la violencia del terrorismo de Estado y premonición de los largos años de dictadura militar que vendrán.

    Un rasgo que Santiago comparte con Buenos Aires y Brasilia, es justamente su historia y pasado dictatorial reciente; este pasado no está cerrado y aún alimenta el escenario político actual. Las cuentas con el pasado no están saldadas, ni en términos institucionales ni en términos simbólicos. Las interpretaciones contrapuestas de este pasado reciente y sus memorias están en el centro de la discusión sobre la condición urbana entendida como una cuestión política y de resguardo del proceso de democratización.

    En Santiago como en todo Chile, el 11 de septiembre seguirá siendo una fecha de conmemoración conflictiva, como si la herida se resistiese a cicatrizar. Las diferentes interpretaciones de esa fecha, así como las huellas que los 17 años de dictadura dejan en la cultura urbana y política, signan todas las conmemoraciones, incluso las movilizaciones reivindicativas que se despliegan por la ancha Alameda de Santiago. En la avenida, escenario privilegiado para las conmemoraciones patrias y también los movimientos reivindicativos, las huellas del quiebre aún se sienten. En efecto, hasta hoy día la fisura se reconoce entre quienes recuerdan el 11 como una gesta heroica de salvación de la patria de las garras del comunismo, aquellos para quienes dicha fecha no puede sino recordar el fin de la revolución socialista y el inicio de una historia de violencia; y aquellos para quienes esa fecha es preferible dejarla en el olvido y la negación. Por décadas, la escena política ha estado cruzada y tensionada por la figura imponente de Pinochet; su herencia, constitucionalmente legitimada, pareciera inamovible. La construcción de una narrativa oficial sigue marcada por las zonas convulsivas de la memoria representadas por la violación a los derechos humanos (Lazzara, 2007). Las huellas de la dictadura están todavía presentes en la democracia chilena hoy. Talvez por eso mismo, las operaciones de investidura de nuevos significados y relatos de la Nación sobre el Palacio de La Moneda, no terminan de sucederse en el tiempo. El blanqueamiento sufrido por el Palacio una vez recuperada la democracia, su frontis aséptico, vidriado y de amplios espejos de agua, son los gestos que buscan neutralizar esa memoria convulsiva y traumatizada, apostando a la prudencia y el orden. Son las respuestas estéticas, culturales y políticas que contribuyen a que el ícono del trauma permanezca lejano e intocable frente a las miradas y consignas conmemorativas de las contranarrativas. A pesar de los innumerables actos reparatorios, La Moneda permanece cerrada y hermética tras sus vallas; paradojalmente, tampoco la muchedumbre arriesga provocar la distancia. Las fuerzas especiales de carabineros, con sus cascos, bastones y escudos, la cuidarán, reprimiendo con sus carros lanza-aguas y bombas lacrimógenas todo acto de movilización. Sin embargo, las contranarrativas están ahí, como el bombardeo al Palacio con cien mil poemas del colectivo de Casa Grande, o la pintura roja arrojada en los espejos de agua por el colectivo de la ex casa de tortura Londres 38; o el grabado de las grandes y acechantes sombras de los Hawker Hunter en las calles aledañas al palacio. Contranarrativas que como fragmentos poéticos enfrentan a la memoria traumatizada del pasado político. Pero más allá del Palacio de La Moneda, también ocurren otras conmemoraciones, fragmentarias, residuales, pero a ratos masivas. Los capítulos de este libro observan el edificio monumento de la Universidad de Chile, casa de estudio donde estudiantes y jóvenes reclaman sistemáticamente a través de lienzos y tomas su vocación republicana, enrostrándole la gratuidad de la educación para todos. O el Museo de Bellas Artes, que en su frontis luce los grafitis furiosos de los pequeños artistas que increpan a la belleza de estas artes excluyentes. O Londres 38 con su vacío conmovedor que habla de quienes allí fueron desaparecidos. O la Catedral de Santiago, grafiteada rabiosamente contra la pedofilia, por el derecho al aborto libre y la liberación de los detenidos mapuches, como si de su pasado solidario con las víctimas de la dictadura ya no quedara rastro alguno.

    En Santiago, a diferencia de Buenos Aires y Brasilia, cada monumento es rayado y marcado con las consignas correspondientes a su vocación primera. Como si el orden impuesto por la dictadura, hubiese incluso permeado al espontáneo desorden ciudadano y grafitero. Solo La Moneda, permanece allí, intocable, blanca como escenario de la memoria traumatizada. Ciertamente la memoria es un campo de batalla complejo, pero en Santiago, la relación entre conmemoración y monumento está caracterizada por su representación fragmentaria, esporádica y efímera, porque ellos son aún expresiones de un trauma sin solución de continuidad. Los cinco capítulos dedicados a la ciudad de Santiago y que conforman la primera parte de este libro, hablan de la imposibilidad de la conmemoración y narrativa reparatoria en él después del 11 de septiembre de 1973.

    Plano de Santiago, 1873, Museo Británico. Fuente: Croquis arquitecto Jaime Márquez en base al original del Museo Británico, 1973.

    Conmemorar en las calles de Buenos Aires

    Oficio de la perfección:

    Cuando vienen los nombres

    Como pájaros

    A reconocer sus propios cuerpos.

    Laura Marina Panizo, Un murmullo cada vez más alto, 2013

    Aunque en sus orígenes Buenos Aires no se pensó como la ciudad capital, ella nace al decir de Adrián Gorelik (1998), de la mano de la grilla como conquista de la pampa por el poder homogeneizante y el parque como el lugar de los relatos y redes de sentido. Esta tensión, es la que da forma al ideario que constituye al Buenos Aires metropolitano. Si la cuadrícula es la manera de ordenar y civilizar a propietarios y a proletarios, proyectándolos como ciudadanos; el parque es el modelo de comunidad que tales ciudadanos deben formar. Erizada de torres (Sarlo, 2009), la ciudad se proclama tempranamente como metrópolis a imagen y semejanza de cualquier metrópolis europea. La grilla y el parque a su vez, soporte simbólico y material del espacio público constituyen el escenario donde se despliegan las representaciones del Estado y la sociedad.

    La Avenida de Mayo, con la Casa de Gobierno en un extremo y el Congreso Nacional en el otro, se impone como el eje cívico de la ciudad, línea imaginaria que enlaza simbólica y políticamente los cuerpos y monumentos de la república. La Plaza de Mayo a su vez, en esta misma línea imaginaria, comparte su territorio patrio –cívico y militar– con San Martín y los reclamos al Congreso. Las grandes demostraciones públicas estarán circunscriptas a esta plaza hasta la década de los 30. Como señala Silvia Sigal (2006), ni los encuentros entre pueblo y dirigentes, ni las concentraciones públicas de masas implican eludir las instituciones representativas. En la plaza las demandas asumen la forma legítima de las reivindicaciones públicas colectivas ante las autoridades. En ese ejercicio de cuerpos reunidos, la presentación y el reclamo tienen lugar, como en la gran plaza pública, sin garantía de continuidad, pero grito al fin. Lugar de las memorias posibles, la plaza así como la Casa Rosada –trunca, asimétrica y heterogénea–, se levantan como arenas de disputa. Tal como describe la etnografía de Lucía Levi, a través de este eje monumental central las movilizaciones y conmemoraciones se suceden a lo largo del año. El punto de partida y de llegada suelen ser la Plaza de los Dos Congresos y la Plaza de Mayo, pasando frente a la Catedral, pero siempre valiéndose de la vía principal, Avenida de Mayo.

    Sin embargo, no siempre fue así, el 24 de marzo de 1976 una junta militar depuso al gobierno electo de María Estela Martínez de Perón y comenzó el llamado Proceso de Reorganización Nacional. El golpe incluyó un plan para eliminar sistemáticamente a opositores. Hasta diciembre de 1983 fueron tiempos de represión y silenciamiento de las voces y expresiones públicas. Sin embargo, el 24 de marzo se convirtió en una fecha que nunca dejó de ser conmemorada. Y aunque las organizaciones de derechos humanos fueron las principales antagonistas de la dictadura, desde los primeros años de recuperación de la democracia, fueron estas mismas organizaciones quienes activaron y lideraron todos los 24 de marzo, las conmemoraciones ligadas a la denuncia de la dictadura a través de murales, siluetazos, obras de teatro, marchas y los pañuelos de las Madres y Abuelas de Mayo. A fines de los años noventa, las derrotas políticas como la Ley de Punto Final u Obediencia Debida, tendieron a desalentar la masividad de estas expresiones. Pero la presencia de jóvenes del movimiento HIJOS y nuevas expresiones de grupos sociales ampliaron el campo de demandas hacia las minorías sexuales, minorías étnicas, barriadas o sin techo. Con ello la convocatoria a la conmemoración del 24 de marzo se transforma en una colorida y masiva celebración de los derechos humanos, ocupando y desbordando los grandes ejes de la ciudad. Como señala Elisabeth Jelin (2013), hoy las conmemoraciones del 24 dan pie para múltiples manifestaciones de las divergencias y los derechos humanos, pero en esta polifonía, está claro que las únicas voces que se escuchan son voces de condena al golpe militar y a la dictadura que se instauró ese día.

    En esta misma línea, no es de extrañar que en los últimos años la ciudad de Buenos Aires y algunos sectores sociales se sientan interpelados por asuntos patrimoniales, esto es, del sentido de lo patrio. En este ejercicio democratizador y ciudadano, tal como lo muestra Mónica Lacarrieu en este libro, la resistencia e intento de des-monumentalización del General Roca, el cambio de lugar del monumento de Cristóbal Colón para el reemplazo por de Juana Azurduy, o la construcción del monumento a la mujer originaria, discuten con los sentidos de los regímenes de patrimonialización convencionales. Si la ciudad del Centenario se constituyó en la pesadez de la conmemoración, la del Bicentenario apuesta a una relativa levedad, en el contexto de un nuevo siglo en que los monumentos son cuestionados por quienes fueron históricamente relegados. La emergencia de nuevos debates acerca del patrimonio en Buenos Aires lleva a pensar que el patrimonio urbano se politizó y se ciudadanizó.

    Plano de la división civil de la ciudad de Buenos Aires. Fuente: Croquis de R. Arriagada en base a Nicolás Grondona, 1870.

    Por otra parte, las memorias vinculadas al terrorismo de Estado también fueron adoptando distintas formas de materialización, desde las más efímeras e informales como grafitis y performances, placas o baldosas recordatorias, hasta las más permanentes e institucionalizadas como la declaratoria de la ex Escuela de Mecánica de la Armada, que Ana Guglielmucci analiza en este libro. Experiencias que se encuentran atravesadas por el activismo de colectivos sociales, lo que da cuenta que la iniciativa por la patrimonialización o musealización de estos espacios incorpora nuevos actores y desafíos. Sin embargo, a este reto se suma que en las últimas décadas las políticas de patrimonialización se han vuelto una herramienta estratégica vinculada a la visibilización y mercantilización de las singularidades culturales. En este sentido, tal como lo analiza Mercedes González Bracco en

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