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El enemigo invisible: (Relato de la pandemia que estuvo a punto de acabar con toda la humanidad)
El enemigo invisible: (Relato de la pandemia que estuvo a punto de acabar con toda la humanidad)
El enemigo invisible: (Relato de la pandemia que estuvo a punto de acabar con toda la humanidad)
Libro electrónico312 páginas5 horas

El enemigo invisible: (Relato de la pandemia que estuvo a punto de acabar con toda la humanidad)

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¿Realidad o ficción? Es ahí la cuestión.

A través de las páginas de El enemigo invisible, el lector descubrirá que el peor enemigo del ser humano no son las armas nucleares ni las temidas potencias militares, tampoco son las grandes catástrofes naturales, como el fuego, las inundaciones, los grandes terremotos y los destructivos tsunamis que se producen después de la furia telúrica de los grandes cataclismos. El peor enemigo de los humanos que habitan el planeta Tierra es un ser microscópico llamado virus, con una capacidad para acabar con la vida, muy superior a la que poseen las más sanguinarias de las fieras.

Cuando el enemigo invisible decide atacar, el ser humano se siente indefenso, sin armas para defenderse y mucho menos para contraatacar. Llegado ese temido momento, la humanidad se ve obligada a pagar a «la dama negra de la muerte» un elevado precio en víctimas mortales.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento18 nov 2020
ISBN9788418500824
El enemigo invisible: (Relato de la pandemia que estuvo a punto de acabar con toda la humanidad)
Autor

José Villalón Saborido

José Villalón nació en diciembre del año 1941, en el pueblo gaditano de Alcalá del Valle. A la edad de veintiún años se trasladó a Barcelona. Desde el año 1971 reside en la población barcelonesa de Sant Feliu de Llobregat. Está casado y es padre de tres hijos. Se afilió a la Organización Nacional de Ciegos Españoles el año 2005. A pesar de su ceguera, las nuevas tecnologías aplicadas a la informática le han permitido volver a retomar su gran afición por la literatura, que dio comienzo a muy temprana edad y que se vio obligado a abandonar cuando empezó a perder la visión. Su gran pasión sobre el bandolerismo de las sierras malagueñas le llevó a escribir el relato de El chiquillo bandolero, publicado en esta editorial en octubre de 2016. Recientemente, ha publicado Luces y Sombras; se trata de un relato sobre el auge de la burguesía catalana a finales del siglo XIX que dio comienzo con la Exposición Universal de 1888.

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    El enemigo invisible - José Villalón Saborido

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    El Enemigo invisible

    (Relato de la pandemia que estuvo a punto de acabar con toda la humanidad)

    José Villalón Saborido

    El Enemigo invisible

    (Relato de la pandemia que estuvo a punto de acabar con toda la humanidad)

    Primera edición: 2020

    ISBN: 9788418500299

    ISBN eBook: 9788418500824

    Nº de registro 02 / 2012 / 5533

    Fecha de la inscripción 31/05/2012

    © del texto:

    José Villalón Saborido

    © del diseño de esta edición:

    Penguin Random House Grupo Editorial

    (Caligrama, 2020

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com)

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    A mi esposa, hijos y nietas.

    A Antonio Moreno y su esposa Cañosanto Marín.

    A Pedro Aguilar y a su esposa Susi.

    A Jorge Díez y su esposa Ana Carpio.

    A Melitón Chaparro y su esposa Trini Conesa.

    A mis amigos Pedro Corbeyes y María Rosa Queralt.

    A la memoria de Juan de Marina,

    en recuerdo de una infancia plena de ilusiones

    y fantasías que nunca más volveremos a evocar.

    Mi más sincero reconocimiento a Rafael Aguilera Martínez, alcalde del pueblo gaditano de Alcalá del Valle, por su coraje y gran tesón frente a los miembros de la Junta de Andalucía para que trasladasen a centros hospitalarios a los internos en la residencia para mayores de Alcalá que estaban afectados por el covid—19, así como aquellos otros que no lo estaban, que fuesen trasla—dados a un centro con las suficientes garantías sanitarias para evitar que continuasen los conta—gios. Finalmente, después de soportar un aluvión de malintencionadas críticas de carácter político en contra de su persona, su gran tesón y su solidaridad con las personas mayores, hicieron que se viesen cumplidas sus nobles reivindicaciones.

    José Villalón Saborido.

    Lo pasado es algo que no existe. El futuro todavía está ausente. Solo el presente es algo tuyo.

    Proverbio árabe.

    Introdución

    Una mañana gris de mediados de Marzo del año 2288, la ciudad de Barcelona, despertaba a un nuevo día envuelta en un denso manto de bruma sucia y pestilente. De aquella legendaria ciudad que según cuenta la leyenda, fue fundada por el mitológico Hércules, ahora solo quedaba de ella, un montón de escombros y ruinas deshabitadas. La ciudad que a lo largo de los siglos, fue considerada como una de las metrópolis más prósperas del Mediterráneo, fue destruida durante el gran terremoto que en el verano del año 2285, devastó el Sur de Europa y una buena parte del Norte de África. La mayoría de los barceloneses que lograron sobrevivir a la terrible epidemia de Gripe C que el año 2263 había asolado el planeta Tierra y aquellos que nacieron después de esta apocalíptica pandemia, años más tarde, encontraron la muerte en éste gran terremoto o durante el tsunami que siguió al demoledor cataclismo que destruyó la ciudad de Barcelona y todo el estado de Catalunya. Durante la mortífera pandemia que asoló a la humanidad en los comienzos de la sexta década del siglo XXIII, pereció más del noventa y siete por ciento de los habitantes del planeta Tierra. El origen de la apocalíptica pandemia, se encontraba en un brote de gripe de origen animal que en pocos días, se extendió por todos los cinco continentes y no tardó en acabar con la vida de la mayoría de sus habitantes.

    El virus de la mortífera epidemia que asoló a la humanidad el año 2263, tenía su origen en un brote de gripe porcina que se había producido doscientos sesenta años atrás en la primera década del siglo XXI. En aquella lejana época, durante el proceso de investigación para crear una vacuna, los científicos de una importante empresa farmacéutica, descubrieron la fórmula para desarrollar un antiviral contra la Gripe C. Por aquel entonces, hacía un par de meses que el virus de la gripe, estaba creando la alarma en todos los cinco continentes. Con éste descubrimiento, los accionistas de esta empresa, obtuvieron beneficios multimillonarios. La ambición de los humanos que no conoce límites, llevó a los directivos de la empresa farmacéutica a conservar el virus de la Gripe C con la intención de que una vez transcurrido varios años, infectar a una buena parte de la humanidad para de nuevo, obtener pingües beneficios que en condiciones normales, se necesitarían muchos años de trabajo e investigación. Para ello, no tardaron en encontrar una fórmula que les iba a permitir conservar de forma indefinida el virus de la gripe mediante la que tan buenos beneficios habían obtenido en los primeros años del siglo XXI. Doscientos cincuenta años más tarde, de nuevo la ambición de otros hombres, devolvieron a la vida al mortífero virus responsable de la Gripe C que hacía más de dos siglos y medio que había sido erradicado del planeta Tierra. Así fue como los primeros brotes de la gripe de origen animal, de nuevo había vuelto a extenderse en los cinco continentes. No conforme con los primeros resultados obtenidos, tanto a nivel científico como económicos, los ambiciosos directivos de la empresa estadounidense Rocky Wely Corporatión, no dudaron en crear nuevas mutaciones del virus de la Gripe C. Para satisfacer la ambición de los principales accionistas de la veterana empresa farmacéutica, un grupo de investigadores sin escrúpulos, contaron con animales de diversas especies y seres humanos que fueron utilizados como cobayas en los laboratorios de clonación y simbiosis experimental de micro organismos patógenos que la empresa disponía en la ciudad californiana de Los Ángeles. Así fue como lo que en un principio, solo parecía que se trataba del virus de una gripe sin apenas repercusión sanitaria, en poco tiempo, pasó a convertirse en un azote infernal que estuvo a punto de acabar con toda la Humanidad.

    Capítulo I

    Los últimos cobres del ocaso, empezaban a desaparecer envueltos en las primeras sombras de la noche. Sobre los grandes bloques de piedra del derruido castillo de Montjuic, Leonor Omega de Montblanc, intentaba escapar del acoso que estaba siendo objeto por parte de una pareja formada por dos mugrientos Gripones. La chiquilla que hacía un par de meses que había cumplido once años, se movía con la agilidad de una pantera por entre las ruinas de la antigua fortaleza catalana. Por cierto, algo que no sucedía con sus perseguidores. Se trataba de unos seres monstruosos, torpes y contrahechos, de aspecto grotesco y facciones horripilantes que veían como se les escapaba la cena de aquella noche.

    Leonor Omega de Montblanc, era el fruto del amor entre una mujer terrestre y un Flamingo. Estos humanoides, habían llegado a la tierra en la primavera del año 2263 procedente de un lejano planeta llamado Tirano. La llegada de los Flamingos al planeta Tierra, se produjo cinco meses después de que hubiese dado comienzo la terrible epidemia de Gripe C que estuvo a punto de acabar con toda la humanidad. La chiquilla que caminaba descalza y se movía con agilidad felina entre los desnudos bloques de piedra del derruido castillo de Montjuic, vestía una prenda compuesta de una sola pieza. A pesar de que la vestimenta aparecía descolorida por el uso prolongado y el paso de los años, en esta, todavía se apreciaba la extraordinaria calidad del tejido color plateado que se había utilizado en su confección. La cabellera rubia de la pequeña Leonor, era una verdadera maraña de cabellos sucios y desgreñados. Su rostro, curtido por el exceso de horas expuesto al sol y al viento, no ocultaba su delicada belleza de adolescente. En la mirada felina de sus ojos verdes, se apreciaba el valor y la confianza que a la niña le infundía el conocimiento de las ruinas que les rodeaban. Con la ayuda de una larga barra de hierro que tenía la contera puntiaguda igual que una pica, Leonor la utilizó como si se tratase de una pértiga y de un salto, se situó sobre el tramo de un grueso muro de piedra que había resistido la furia telúrica del pasado terremoto que había destruido el conocido castillo barcelonés. Desde esta privilegiada atalaya, la chiquilla empezó a mofarse e insultar a sus perseguidores:

    —¡Monstruos babosos! ¡Fills de putas, si queréis carne, comeros a la puerca de vuestra madre!

    Cuando la niña les hubo dedicado a las bestias las palabras más obscenas que disponía en su extenso vocabulario, sacó la lengua y empezó a mofarse de la pareja de Gripones al mismo tiempo que movía las manos detrás de las orejas como si se tratase del pabellón auditivo de un asno. A continuación, de un salto abandonó el muro para desaparecer por lo que quedaba de la antigua carretera que en un pasado ya muy lejano, le había permitido a los barceloneses acceder al antiguo castillo de Montjuic.

    A pesar de que los Gripones eran unos seres de fuerte complexión y de una estatura superior a los dos metros, sus cuerpos y piernas deformes, hacían que sus movimientos fuesen torpes y pausados. Sus ojos verdes, siempre estaban legañosos y de su sobredimensionado apéndice nasal, pendían gruesos colgajos de mocos pegajosos, de un repugnante color verde amarillento. Estos seres cuyo aspecto resultaba repugnante, carecían de vello y tenían todo el cuerpo recubierto con una fina capa de escamas de un ligero tono verdoso que según la incidencia de la luz que recibían, cambiaban la tonalidad y el color de la piel. El origen de los Gripones, se encontraba en un planeta llamado Tirano. A finales de Mayo del año 2263, el Planeta Tierra recibió la visita de unos extraños humanoides procedentes de un lejano planeta llamado Tirano. Los Flamingos, nombre por el que en adelante serían conocidos los habitantes de éste planeta debido al color rojizo de su piel, transportaban en sus aeronaves a unos seres primitivos que años más tarde, darían origen al nacimiento de los actuales Gripones. Se trataba de una raza inferior con una escasa inteligencia que los Flamingos habían utilizado como mano de obra para ayudar a los escasos supervivientes de la Gripe C en la extinción de los cientos de miles de cadáveres que se amontonaban en las principales ciudades de los cinco continentes. Antes de que el virus de la Gripe C hubiese contaminado a más del noventa y siete por ciento de los habitantes del planeta Tierra, el mortífero virus, fue sometido a diversas mutaciones en los laboratorios de la empresa farmacéutica Rocky Wely Corporatión. Para ello, se utilizaron animales de diversas especies, así como personas de diferentes razas que fueron utilizadas como cobayas humanas. El virus resultante de estas mutaciones, no logró acabar con la vida de estos seres venidos de otro Planeta. Sin embargo, sus descendientes, sufrieron una cruel mutación que dio origen a la aparición de los actuales Gripones. Al parecer, se debió a que aquellos seres primarios, transmitieron a sus descendientes un gens desconocido que les convirtió en seres deformes y monstruosos. Esta mutación, se debió al contacto directo que a su llegada a la Tierra, la mayoría de estos seres primarios, se vieron obligados a mantener con los cadáveres de los humanos cuya muerte, se había producido a consecuencia del mortífero virus de la Gripe C. La vida de los nacidos a partir de esta mutación, era más efímera en relación con la de sus antepasados los zumyos como los flamingos solían denominar a estos seres cuyo eslabón, se encontraba entre lo humano y lo animal. Los nuevos mutantes, nunca llegaban a superar la edad de veinte años. Sin embargo, a partir de los diez años, estaban plenamente maduros para reproducirse. Estos nuevos seres contrahechos, se reproducían en gran número debido a que en cada parto, las hembras de esta enigmática especie, solían alumbrar a la vida entre dos y tres crías. El periodo de gestación, no superaba las treinta y cinco semanas.

    Una hora después de que hubiese dejado atrás la montaña de Montjuic y sus aledaños, Leonor Omega de Montblanc, caminaba por el centro de lo que en otros tiempos ya muy lejanos, había sido una de las avenidas comerciales más fastuosas de todas cuantas habían existido en la ciudad de Barcelona. Los restos de los escasos edificios que todavía se mantenían de pie, se recortaban sobre un denso manto de bruma como si se tratase de monstruos gigantescos que permanecían al acecho de una presa invisible que nunca lograban atrapar. Los ojos verdes de la niña, escrutaban todo cuanto le rodeaba. Las fantasmagóricas siluetas de lo que en otros tiempos había formado parte del mobiliario urbano, ahora bajo los densos jirones de niebla que todo lo envolvía, se mostraban como demonios surgidos del averno. Leonor Omega que había heredado de su padre el don de la visión nocturna que éste poseía, no tardó en descubrir el torpe movimiento de una silueta difusa que en ese momento acababa de emerger por detrás de los restos de un grueso muro de hormigón que se alzaba a menos de quince metros de donde la chiquilla se había detenido. Ante la proximidad del peligro, esta empuñó con fuerza la puntiaguda barra de hierro que utilizaba como si se tratase de un largo cayado y acto seguido, se situó en el centro de la calzada. Apenas si se había puesto en movimiento, cuando de repente, descubrió las inconfundibles siluetas de tres Gripones que al amparo que les ofrecía la oscuridad de la noche, se movían con torpeza mientras que se disponían para rodearle. Antes de que los monstruos tuviesen tiempo de reaccionar, Leonor con el bastón de hierro que mantenía empuñado como si se tratase de una pica, corrió al encuentro del Gripón de menor corpulencia y antes de que la bestia se apercibiese de las intenciones de la chiquilla, se encontró con su escamoso cuerpo atravesado por el puntiagudo bastón de hierro igual que si se tratase de una rata apestosa de las muchas que pululaban en la ciudad. Sin apenas detenerse, la chiquilla colocó con inusitada rapidez uno de sus pies desnudos sobre el vientre de la bestia herida y acto seguido, dio un fuerte tirón de su improvisada lanza para extraerla del cuerpo del Gripón que le miraba con el estupor reflejado en sus legañosos ojos verdes. Una vez que hubo liberado la mortífera arma, la chiquilla emprendió una carrera veloz por el centro de la avenida mientras que el monstruo herido, aullaba de dolor. El Gripón no tardó en precipitarse a tierra herido de muerte ante la mirada atónita de sus dos congéneres que permanecían estupefactos ante la inusitada rapidez con la que la pequeña humana había actuado lanzando aquel mortífero e inesperado ataque.

    Leonor Omega de Montblanc, detuvo su vertiginosa carrera para internarse por una calle de menor anchura de la que tenía la amplia avenida por la que acababa de correr su gran maratón para alejarse de los feroces Gripones. Aquella noche, estas bestias abominables, habían elegido a la pequeña humana para darse un buen festín con su tierno cuerpo de niña. Aunque el resultado de la partida de caza emprendida por los monstruos, no fue todo lo satisfactoria que estas bestias hubiesen deseado, sin embargo, aquella noche, los dos Gripones de los tres que habían salido de caza, tenían la cena asegurada con el cuerpo del compañero que había sido abatido por aquel diablillo humano que ahora se alejaba de ellos veloz como si se tratase de una gacela con el viento a su favor. La naturaleza sabia en todas sus manifestaciones, había dotado a estos seres infernales con un apetito desmesurado y un canibalismo feroz. Esto hacía que se produjese un control riguroso en la proliferación de estos nuevos seres torpes y sanguinarios.

    A pesar de la densa oscuridad que envolvía las ruinas de la antigua ciudad condal, la visión nocturna que poseía Leonor Omega de Montblanc, le permitía observar todo cuanto le rodeaba. La calle aparecía desierta de toda clase de vida. A lo largo y ancho de esta, se podía observar los restos de varios robots con forma humana, así como los de algunas aeronaves y los de otros vehículos terrestres junto a los montones de escombros y las estructuras metálicas de aquellos edificios que el gran terremoto no había logrado destruir en su totalidad. La niña que además de poseer una gran inteligencia, estaba dotada de una extraordinaria curiosidad, se detuvo junto a los restos de una suntuosa aeronave modelo Pegaso 255 G C, fabricada entre los años 2255 y 2262 por el consorcio aeroespacial BMW Ferrari. Se trataba de una lujosa aeronave con capacidad para diez pasajeros equipada con un par de turbinas de despegue vertical y dos potentes reactores propulsados por helio3 que en un pasado no muy lejano, habían utilizado los ricos financieros de Barcelona para sus desplazamientos a las diferentes capitales de los Estados Asociados de Europa y a las de otros continentes. A pesar de los daños ocasionados por el pasado tsunami y los años transcurridos, la aeronave presentaba un buen estado de conservación. Así lo evidenciaba la calidad de los materiales que se habían utilizado en su fabricación. Después de que hubo rodeado los restos de la suntuosa máquina voladora, la niña se detuvo para observar a través del parabrisas que carecía de su correspondiente luna protectora, un esqueleto humano carente de ropas, salvo un sujetador que aparecía ceñido a la columna vertebral y a las costillas que les rodeaban. Alrededor del esqueleto, no se encontraban restos de ninguna otra vestimenta. Sin lugar a dudas, aquel sujetador, era la señal que evidenciaba la pertenencia al género femenino del macabro tripulante de aquella suntuosa aeronave, signo del lujo y de un poder perteneciente a un tiempo que jamás habría de volver. Posiblemente, el resto de las prendas que en su día habían formado parte del atuendo de la persona a la que había pertenecido aquel montón de huesos mondos y lirondos, les fueron arrebatadas por alguno de los escasos humanos que habían logrado sobrevivir a la pasada epidemia de Gripe C que acabó con la vida de la mayoría de los habitantes de Barcelona. Después de que le hubo dirigido una última mirada a la calavera que con su blanca dentadura y su sonrisa macabra, parecía como si se estuviese mofando de la chiquilla, esta le sacó un par de veces la lengua en señal de chanza y acto seguido, se dio media vuelta y no tardó en desaparecer envuelta en la densa penumbra que envolvía la avenida donde quedaban los restos de la aeronave y su macabro tripulante.

    Quince minutos más tarde, cansada y sudorosa, a pesar de la oscuridad que todo lo envolvía con su negro manto de sombras, la chiquilla descubrió la gran plaza que se divisaba al final de la calle por la que corría veloz como una gacela. Sus ágiles piernas, no tardaron en conducirle hasta los restos de lo que durante casi cuatro siglos, había sido la plaza más popular de Barcelona. La niña se detuvo un momento para escudriñar con sus verdes ojos los restos de aquellos edificios que todavía se mantenían erguidos. En la esquina del derruido inmueble que tenía a su derecha, aparecía un rótulo formado por letras doradas sobre una placa de mármol gris que permanecía sujeta por cuatro tornillos de acero a los restos de un grueso muro de hormigón que antes del terremoto, había formado parte de un lujoso edificio donde en otros tiempos, se encontraba ubicada la sede de una importante entidad bancaria cuya fundación, databa de mediados del siglo XXI. En las letras doradas que aparecía en la placa de mármol gris, podía leerse:

    Plaça de l’Estat Federal de Catalunya.

    Leonor Omega de Montblanc, empezó a caminar hasta que se encontró en el centro de la plaza. Desde esta, se dirigió hacia la gran estructura metálica de un edificio que permanecía semiderruido. Cuando la chiquilla se encontraba a escasos metros de lo que en otros tiempos ya muy lejanos, había sido la entrada principal de uno de los centros comerciales más prestigiosos de todos cuantos habían existido en Barcelona desde mediados del siglo XX, no tardó en desaparecer en una angosta abertura que se abría al fondo de unas escaleras repletas de escombros. Un par de minutos más tarde, la chiquilla caminaba en completa oscuridad en las entrañas de lo que todavía quedaba de la antigua estación de ferrocarril que durante más de tres siglos y medio, había existido en el subsuelo de la popular plaza barcelonesa. A pesar de la oscuridad que reinaba en aquel submundo de escombros y tinieblas, Leonor Omega, avanzaba con gran confianza y agilidad felina sorteando el sinfín de obstáculos que se interponían a su paso en las grandes salas y los pasillos de esta semiderruida estación subterránea de ferrocarril. En cuanto se encontró en el lugar donde estaban situados los andenes, sin apenas detenerse, se internó en un túnel que aparecía a su derecha. La capacidad visual que la chiquilla poseía para ver en la oscuridad, le permitía observar en el techo del túnel el grueso monorraíl por el que años atrás, se habían desplazado los trenes de alta velocidad que comunicaban Barcelona con las demás capitales de los diferentes estados que formaban la federación ibérica. Apenas si hubo caminado algo más de treinta metros en el interior de aquel oscuro túnel, cuando de pronto, giró a la derecha y se detuvo en un amplio recinto con las paredes de hormigón y el techo en forma de media naranja como si se tratase de la cúpula de una antigua catedral. Aquella extraña claraboya en forma de cúpula que aparecía ante los ojos de la chiquilla gracias a la visión nocturna que esta poseía, se había construido con gruesos bloques de vidrio traslúcidos que durante el día, permitía el paso de la luz del sol al amplio recinto que había sido horadado anexo al túnel por el que discurría el grueso monorraíl. La especie de habitáculo o caseta que aparecía situada debajo de esta extraña cúpula, se alzaba sobre dos gruesas columnas de hierro y un muro de hormigón. éste último, estaba situado en la parte frontal del habitáculo, mientras que las dos columnas de hierro, soportaban el peso de la caseta en cada uno de sus ángulos correspondientes a la parte posterior de esta. La cúpula y lo que parecía una caseta de grandes dimensiones, eran más elevadas que el techo del túnel destinado a la circulación de los trenes monorraíles de alta velocidad. En el grueso muro de hierro y hormigón que soportaba la parte frontal de la caseta, existía una escala metálica compuesta por algo más de media docena de peldaños en forma de U y un par de barandillas para sujetarse con ambas manos. Esto permitía el acceso al interior de la caseta que en ese momento, permanecía cerrada con una robusta puerta metálica. Cuando Leonor Omega de Montblanc alcanzó el último de los peldaños, golpeó tres veces la puerta con la puntiaguda contera de su improvisado bastón de hierro. Los dos primeros golpes, fueron consecutivos, seguido de un tercero que se produjo con un intervalo de cinco segundos. Una voz de mujer se dejó oír al otro lado de la puerta metálica. A continuación, la niña se identificó mediante una contraseña que previamente había convenido con la persona que se encontraba al otro lado de esta. De inmediato, se escuchó el chirriar de la llave en el interior de la reseca cerradura y un par de segundos más tarde, se abrió la gruesa puerta metálica. Una mujer joven y agraciada, le tendió una mano a la chiquilla y acto seguido, le ayudó a acceder al interior de la caseta mientras que en tono muy grave, le hacía la siguiente amonestación:

    —Leonor, estoy cansada de decirte que no quiero que regreses a casa de noche. La ciudad está llena de peligros y tu solo eres una chiquilla indefensa en medio de esta tenebrosa jungla donde impera el horror y la muerte.

    —Madre, no debes de preocuparte por mí. No soy una niña tonta que no sabe defenderse. Esta misma noche, he ensartado con mi bastón a uno de esos sucios gripones como si se tratase de una de esas ratas asquerosas que pululan en la ciudad.

    —Hija mía, daría la mitad de mi vida para que en estos momentos, tu padre estuviese aquí con nosotros. Muy pronto te convertirás en una mujer y entonces el peligro para ti, será muy superior al que hasta ahora has tenido que afrontar debido a tus constantes travesuras.

    —¿Mamá, puedes decirme si Rubén y tú ya habéis cenado?

    Mientras que Leonor esperaba una respuesta a la interpelación que acababa de hacerle a su madre, la chiquilla se desprendió de una pequeña mochila que llevaba sujeta a la espalda:

    —Leonor, tu hermano hace más de una hora que se ha quedado dormido. ¿Acaso no te has dado cuenta de que han transcurrido más de dos horas desde que el sol se ocultó por detrás de la montaña de Montjuic? No dudo de que la visión nocturna que posees, te resulta muy valiosa y de gran ayuda. Sin embargo, estoy convencida de que esa misma visión, te impide tomar conciencia del peligro que para una chiquilla sola e indefensa, encierra la noche entre las ruinas de esta maldita ciudad.

    Leonor que escuchaba en silencio a su madre sin prestarle demasiada atención a las palabras de reproches que esta le dirigía, abrió el

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